Luigi Giussani: Il senso religioso, edición de 1986 (El sentido religioso)
La edición de 1986 de Il senso religioso [El sentido religioso, Ed. Encuentro, Madrid, 1987] presenta, respecto a las anteriores, importantes novedades y es, hasta hoy, la expresión más completa del autor sobre el tema (43). Son nuevos los primeros cuatro capítulos –Realismo; Racionabilidad; Influjo de la moralidad en la dinámica del conocimiento; El sentido religioso: punto de partida- además de los capítulos seis, siete, ocho y nueve que tratan de las “Posturas irrazonables frente al interrogante último” y de “Prejuicio, ideología, racionalidad y sentido religioso”. Desaparece, en cambio, la tercera parte de la edición de 1986, dedicada a la Revelación y a la Iglesia, que, ampliada, formará dos volúmenes sucesivos (44). En el texto de 1986 la fórmula del recorrido hacia el significado último es: vivir lo real. Contrariamente a la concepción común, según la cual la elevación religiosa requiere la negación del mundo exterior el retorno del alma a sí misma, “la única condición para ser siempre y verdaderamente religiosos es vivir intensamente lo real”.(45)
Se trata de un “realismo” que coherentemente con la tradición tomista, procede del objeto al sujeto. Para el hombre “la intuición primera es, [...], el asombro ante lo dado y ante el yo como parte de este dato, de lo dado, lo existente. Primero te impresionas y luego te das cuenta de la instancia religiosa que mueve su yo no en abstracto, mediante un movimiento de autorreflexión, sino, en concreto, a partir de los actos que lo ponen en relación con el mundo. Se trata, también en este caso, de un principio fundamental de gnoseología tomista por el que el alma no tiene una comprensión “tética” e inmediata de sí misma. Sólo el yo-en-acción puede llegar al conocimiento de sí mismo. “Los factores constitutivos del hombre se perciben cuando están comprometidos en la acción; de otro modo no se notan, es como si no existieran, se borran”(47).
El encuentro con lo real permite “realizar” esas “inclinaciones” que constituyen el material de nuestro yo, su naturaleza, inclinaciones que, si no, quedarían latentes y no expresadas. En la obra de 1986 este conjunto de exigencias es indicado como el criterio “inmanente a la estructura originaria de la persona” (48). Se trata de una “experiencia original, primordial, que constituye mi rostro de la confrontación con todo. Lo que todo hombre tiene el derecho y el deber de aprender es la posibilidad y la costumbre de comparar toda propuesta con esta experiencia elemental”(49). Ésta viene de “un conjunto de exigencias y evidencias con las que el hombre se siente impelido a confrontar todo lo que existe. La naturaleza lanza al hombre a la comparación universal consigo mismo, con los otros, con las cosas, dotándolo –como instrumento para esta confrontación universal- de un conjunto de evidencias y exigencias originarias; de tal modo originarias que todo lo que el hombre dice o hace depende de éstas. Se les podría dar muchos nombres; se pueden resumir en diversas expresiones (exigencia de felicidad, exigencias de verdad, exigencias de justicia, etc.). En todo caso son como una chispa que pone en marcha el motor humano; antes de ellas no se da ningún movimiento, ninguna dinámica humana”.(50)
Esta scintilla animae no es, como en la tradición neoplatónica el “divino-en-nosotros”, no es la Idea Christi, sino que, como fruto de la creación, es una “impronta interior”, un “rostro interior”, un “corazón” (51). Para Giussani, el corazón es el lugar de la experiencia elemental. De este modo se acoge la acepción bíblico-agustiniana del corazón como sede del ímpetu original de la persona. Según dicha acepción el yo es “inquieto”, está marcado por exigencias que urgen hacia una satisfacción total y que encuentran sólo parcial solución en el ámbito del mundo. De aquí la búsqueda por parte del yo de algo o de alguien que “corresponda” a su corazón. En la verificación de esta correspondencia entre el yo-en sí mismo y los objetos que encuentra reside la noción original de “experiencia” que está en el centro de la reflexión de Giussani. Según esta noción una postura es más razonable y más verdadera cuanto más corresponde a la huella interior, objetiva, que está en la raíz del yo. Como escribe el autor en Il rischio educativo: “la verdad es una “adequatio rei et intellectus”, una correspondencia del objeto con la autoconciencia, con la conciencia de sí mismos, es decir, con la conciencia de esas exigencias que constituyen el corazón”(52). Esta “correspondencia” no puede certificarse a priori, de modo que pueda idealmente “construir” la figura del objeto a partir del sujeto. El “corazón” no es una idea y el yo no conoce la “medida” de su corazón. Esto significa que sólo la realidad del objeto, cuando se presenta de hecho, puede revelar al yo tanto su deseo como la medida de su satisfacción. De esto se derivan una serie de consecuencias, sobre la relación entre natural y sobrenatural, que, en el contexto teológico actual, asumen una importancia particular.
Espero haber contestado tu pregunta, saludos
2006-11-24 06:51:18
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answer #1
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answered by malvasg 6
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