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Serie: Historia de Mendoza, Argentina
Capítulo 4 (programa televisivo nº 8): Mendoza entre 1820 y 1880: Política, Religión y Catástrofe.
Temas:
La organización institucional de Mendoza. La subordinación al orden político de Rosas. La instauración del Liberalismo y las rebeliones federales. Los enfrentamientos políticos dentro de la elite gobernante. El patrimonio religioso de Mendoza. El terremoto de 1861 y la reconstrucción de la ciudad.
Institución productora:
Gobierno de Mendoza, Argentina
Coordinación:
Alicia Boggia
Autores:
Pablo Lacoste María C. Satlari
Guión:
Fabricio Pippi
Producción:
Marcela Sabatini. Ariel Garcia
Materias/Disciplinas:
Historia. Ciencias Sociales. Economía.
Género:
Documental.
Destinatarios:
Docentes de nivel primario, secundario y universitario, alumnos y público en general.
País:
Argentina
Año de producción:
2004
Duración:
00:25:49
Guía didáctica Capítulo 4:
Título de la guía didáctica: (programa televisivo nº 8): Mendoza entre 1820 y 1880: Política, Religión y Catástrofe
Temas: La organización institucional de Mendoza. La subordinación al orden político de Rosas. La instauración del Liberalismo y las rebeliones federales. Los enfrentamientos políticos dentro de la elite gobernante. El patrimonio religioso de Mendoza. El terremoto de 1861 y la reconstrucción de la ciudad.
Resumen: A partir de la división de Cuyo en 1820 -Mendoza, San Juan y San Luis-, comienza en nuestra provincia una etapa de reordenamiento institucional y un proceso de autonomía política que se verá interrumpido por el predominio rosista en la región. Una vez dictada la Constitución de Provincial de 1854 se conoció en la provincia una etapa de estabilidad política que se vio removida por las rebeliones federales opuestas al liberalismo comandado por Mitre desde Buenos Aires.
El patrimonio religioso de Mendoza muestra una provincia devota y comprometida con la fe católica.
El terremoto de 1861 transformó radicalmente Mendoza en una ciudad moderna y diferenciada de la “vieja ciudad” colonial que se encontraba bajo los escombros.
Ejemplos de aplicación en el aula:
Objetivos de aprendizaje
Temas: La organización institucional de Mendoza. La subordinación al orden político de Rosas. La instauración del Liberalismo y las rebeliones federales. Los enfrentamientos políticos dentro de la elite gobernante. El patrimonio religioso de Mendoza. El terremoto de 1861 y la reconstrucción de la ciudad.
GUÍA DE ACTIVIDADES PARA LA FORMACIÓN DOCENTE Y DE AUTOAPRENDIZAJE:
A) Actividades de múltiple opción: marque con una cruz según se indique en cada actividad.
A1- Después de la disolución de Cuyo como entidad político administrativa se conformaron las tres provincias Mendoza, San Juan y San Luis. En las primeras décadas después de esos sucesos se produjeron en Mendoza cuatro innovaciones de orden político administrativo. (Marque con una cruz la respuesta que no corresponde al período.)
a. Creación de la sala de representantes con facultad de elegir al gobernador en 1820
b. Supresión del Cabildo
c. Reglamento de Estancias
d. Elección del gobernador por voto directo de los ciudadanos varones
e. Reglamento de Policía.
A2- Después del terremoto que asoló Mendoza en 1861 y que terminó con la vida de más de la tercera parte de la población de Mendoza, se encontró que, milagrosamente, cuatro imágenes muy veneradas de la Virgen María habían permanecido intactas. (Marque con una cruz la imagen que no está incluida entre estas.)
a. Nuestra Señora del Rosario de Santo Domingo
b. La Virgen de la Carrodilla
c. Nuestra Señora de Pompeya
d. Nuestra Señora del Buen Viaje
e. Nuestra Señora de La Merced
A3- Si bien el terremoto destruyó la mayoría de las iglesias, se conservaron en pie y en buen estado cuatro capillas, que son a su vez, en la actualidad, Patrimonio Cultural de la Provincia. (Marque con una cruz la que no está incluida entre estas.)
a. Capilla del Alto Salvador en Palmira
b. Capilla de Barrancas, Maipú
c. Capilla del Plumerillo, en Las Heras
d. Capilla de Nuestra Señora del Rosario en Buena Nueva, Guaymallén
e. Capilla de Jesús Nazareno, en la ex estancia de José Pescara
A4- La reconstrucción de Mendoza llevada a cabo durante el gobierno de Carlos González Pinto y diseñada por el ingeniero Emilio Balloffet, tuvo distintas características. (Marque la que resulte más representativa.)
a. La ciudad quedó muy marcada entre ciudad vieja y ciudad nueva
b. Los arquitectos y técnicos que trabajaron en ella fueron en su mayoría extranjeros.
c. Los primeros edificios que se construyeron fueron los administrativos.
d. La ciudad se reconstruyó desplazándose hacia el Oeste de donde estaba originalmente.
A5- Marque con una cruz los dos gobernantes mendocinos que estuvieron más relacionados con el dominio de los caudillos Quiroga y Rosas.
a. Carlos González y Francisco Civit
b. Pedro Molina y José Félix Aldao
c. Carlos González y Melitón Arroyo
d. Justo Correas y Juan de la Cruz Videla
B) Desarrolle en no más de media carilla de letra imprenta legible, o en computadora en letra tamaño 12, los siguientes conceptos:
1. A comienzos del período estudiado (1820), se realizó una reconversión económica, caracterizada por el modelo ganadero comercial, que estuvo dinamizada por empresas familiares.
2. En la reestructuración del régimen político después de Pavón, se dio en Mendoza un sistema de parentela y alianzas políticas. Sin embargo, no existió homogeneidad: dos grupos de familias y parentelas disputaron los espacios de poder político.
Autora de la Guía Didáctica: María Cristina Satlari Adaptación: Beatriz Susana Sevilla
GUÍA DIDÁCTICA PARA UTILIZAR EL VÍDEO CON ALUMNOS DE NIVEL PRIMARIO Y SECUNDARIO:
Ejemplos de aplicación en el aula:
Objetivos de aprendizaje
1- Contribuir al conocimiento de la historia de la organización institucional de la Provincia de Mendoza, su patrimonio religioso y los efectos del terremoto de 1861.
2- Promover en los alumnos actitudes positivas en relación con el estudio e investigación sobre las raíces históricas de la sociedad mendocina, como forma de construcción y rescate de nuestra identidad.
3- Proveer a la comunidad educativa de material audiovisual y bibliográfico amplio y actualizado sobre la Historia de Mendoza.
4- Difundir imágenes, historias y aspectos de hitos culturales mendocinos, a fin de colaborar con la divulgación y puesta en valor de lugares históricos de la provincia.
Recomendaciones para los docentes:
Este vídeo es un excelente material audiovisual para utilizar como recurso didáctico. Presentaremos actividades para realizar antes, durante y después del visionado:
Actividades previas:
Cada docente analizará previamente el vídeo y el material bibliográfico, a fin de adaptar los contenidos a las características de sus alumnos, al contexto social y al currículo escolar.
Se recomienda preguntar a sus alumnos acerca de sus conocimientos sobre esta etapa histórica y se les puede solicitar que lleven a la clase fotografías, artículos periodísticos, relatos literarios sobre este período de la historia de Argentina y de Mendoza en particular.
Actividades durante el visionado:
Como este capítulo está dividido en bloques, se puede presentar el vídeo completo y posteriormente analizar cada bloque en particular, solicitando a los alumnos que presten mucha atención y que registren sus dudas y preguntas al finalizar cada presentación. Se recomienda repetir el visionado de aquellos fragmentos que el profesor o los alumnos requieran, para favorecer la comprensión de su contenido.
Actividades posteriores:
1- En las asignaturas de Historia, Ciencias Sociales, Formación Ética y Ciudadana, los contenidos pueden ser especialmente motivadores para iniciar trabajos de investigación sobre la historia de las principales instituciones de la provincia de Mendoza, analizando además lo que sucedía en Argentina. Es importante que puedan ubicar los acontecimientos en una línea de tiempo.
2- Uno de los temas de gran interés es el terremoto de 1861, considerando que Mendoza es una zona sísmica y que han ocurrido otros sismos de diversa intensidad. Una visita al Museo del área Fundacional puede ser motivador, para destacar el diseño urbano de esa época y el impacto producido por esa catástrofe. También pueden consultar su página Web:
http://www.welcomeargentina.com/paseos/museo_area_fundacional/ Museo del Área Fundacional de la Provincia de Mendoza.
3- El conocimiento sobre el funcionamiento de las instituciones, la prevención de los sismos u otro tipo de desastres, puede constituir un tema de investigación, mediante la realización de entrevistas a personas relacionadas con Defensa Civil en la actualidad.
4- Se recomienda realizar visitas a instituciones religiosas para indagar acerca de los orígenes de parroquias, iglesias o monumentos relacionados con la historia religiosa local, destacando además su valor arquitectónico, artístico y patrimonial.
5- Se les puede proponer que realicen una campaña de difusión para informar sobre los antecedentes sísmicos de la provincia de Mendoza y acerca de cuáles son las medidas adecuadas para proteger a la población en caso de desastres naturales.
6- Un tema de interés especialmente para los jóvenes, puede ser debatir acerca de las diferencias entre unitarios y federales, realizando una dramatización con personajes representativos de esta época, de Argentina y en particular de la provincia de Mendoza.
7- Para los alumnos de nivel secundario se recomienda realizar un informe comparando esta etapa histórica con las instituciones actuales y realizar un debate acerca del valor de la organización y de las instituciones en toda sociedad, y luego sacar conclusiones.
8- Para integrar y sistematizar lo aprendido los alumnos pueden realizar un esquema o mapa conceptual, utilizando las imágenes del vídeo como ejemplo para realizar ilustraciones y para producir viñetas o historietas alusivas.
Evaluación:
La evaluación puede consistir en la redacción de una monografía sobre los principales conceptos analizados en este capítulo.
Para evaluar su motivación y el interés por los temas tratados, se les puede proponer que comenten las noticias que han leído recientemente y analizar en forma grupal si las mismas están relacionadas, con las instituciones locales y nacionales, con el patrimonio religioso y urbanístico local.
Las actividades realizadas pueden ser evaluadas también mediante su transferencia, esto puede hacerse a través de una campaña de difusión en su escuela, en su entorno social, sobre los temas referidos a la prevención de desastres naturales.
Autora de la Guía didáctica para alumnos de nivel primario y secundario:
Beatriz Susana Sevilla
Bibliografía:
Roig, Arturo; Lacoste, Pablo y Satlari, María Cristina, compiladores. "Mendoza a través de su historia", Mendoza, 2004, Caviar Blue.
Roig, Arturo; Lacoste, Pablo y Satlari, María Cristina, compiladores. "Mendoza: Economía y Cultura",Mendoza, 2004, Caviar Blue.
Enlaces en Internet:
http://www.tveduca.mendoza.edu.ar/
http://www.welcomeargentina.com/paseos/museo_area_fundacional/ Museo del Área Fundacional
Documentos:
Los siguientes textos son un extracto de:
" Mendoza a través de su historia", Roig, Arturo; Lacoste, Pablo y Satlari, María Cristina, compiladores. Mendoza, 2004, Caviar Blue.
" Mendoza: Economía y Cultura", Roig, Arturo; Lacoste, Pablo y Satlari, María Cristina, compiladores. Mendoza, 2004, Caviar Blue.
Copyright Editorial Caviar Blue
Introducción
La vida social y política de Mendoza entre 1820 y 1880, se refiere a un período importante en torno al cual la provincia andina ofrece novedades, tales como: guerras, escasez de circulante, limitaciones en materia de transporte, debilidad de las finanzas públicas.
En el orden político las innovaciones también fueron relevantes. Por una parte, en 1820, la provincia emerge como entidad política autónoma, al igual que la gran parte de las provincias argentinas. Por otra, entre 1820 y 1880, se configura un esquema de poder amparado en la legalidad republicana en el que convergen normas e instituciones que vigorizan el espacio político local. Una sociabilidad política cruzada por solidaridades familiares y de amistad, y por funciones militares, políticas y administrativas.
La política entre 1820 y 1880
La emergencia de la provincia como entidad política autónoma en 1820, coincidió con la emergencia de un grupo de políticos que dispuso de una virtual autonomía para organizar instituciones y normas que darían vida al nuevo Estado provincial. La puesta en marcha del régimen político de Mendoza dependió de un grupo de políticos forjados bajo el clima de las “luces” y la razón.
La inestabilidad que marcó los años veinte no impidió la introducción de novedades institucionales de larga pervivencia en el régimen político provincial. La conformación de un orden político acorde con la legalidad republicana y la soberanía popular dio lugar a cambios decisivos. En 1820 se creó la Sala de Representantes, el ámbito por antonomasia de la “voluntad popular”, y diferente al Cabildo que sintetizaba representaciones corporativas y de carácter urbano. Hasta 1825 primó entre ambas una coexistencia conflictiva que culminó cuando la institución capitular fue suprimida.
El gobernador encabezaba la cúspide de la administración provincial. Era elegido por la Sala de Representantes y lo acompañaban pocos ministros. Por el Reglamento de Policía (1828) se estableció la división en departamentos. Cada departamento contaba con un comisario, un teniente y dos ayudantes. Durante la gobernación de Pedro Molina (1834-1838), se completó el diseño institucional de la provincia al crearse Juzgados en lo civil, criminal y comercial.
La voluntad de unión entre las provincias cuyanas no fue suficiente para impedir crisis políticas y revueltas armadas que daban lugar a intervenciones de personajes o líderes políticos de importante ascendiente regional. En este esquema de poder la figura de Pedro Molina. Como gobernador electo en 1834, Molina endureció notablemente el régimen político. La Legislatura y el Poder Ejecutivo ratificaron la subordinación de Mendoza a Rosas.
El equilibrio político conseguido en los años de la gobernación de Pedro Molina se resquebrajó sensiblemente ante el nuevo estallido de la guerra civil entre las provincias.
En 1852, derrocado Rosas, la mayoría de los federales mendocinos no tardaron en adherirse al nuevo líder de la Confederación Argentina, el gobernador entrerriano Justo José de Urquiza. En el marco de la reunión del congreso constituyente nacional de 1853, la provincia sancionó la Constitución provincial en 1854.
La Constitución nacional era efectivamente un programa de país. Se trataba de un país que se quería modernizar y progresar al compás del liberalismo económico. El acuerdo formal era federalismo y liberalismo. Y tácitamente la supremacía de Buenos Aires que se había iniciado en la época de Rosas.
La Batalla de Pavón (1861) significó una profunda vuelta de página en el escenario local. A pesar de las disposiciones normativas y de las acciones políticas para consolidar el orden liberal, las insurrecciones armadas siguieron alimentando la vida política en los años ’60. En noviembre 1866, se produjo la Revolución de los Colorados que pretendió competir y poner límites a los liberales de Mendoza aliados a Mitre.
Después que el gobierno revolucionario consiguió controlar el territorio provincial y de extender su influencia en San Juan y San Luis, los rebeldes fueron derrotados por las tropas en 1867.
Al poco tiempo se convocó a las elecciones de gobernador. En el marco de la disputa de las candidaturas, se conformaron dos grupos que entendían la forma de hacer política de manera diferente. Bajo el liderazgo de personajes de amplia trayectoria en la política provincial, Carlos González y Francisco Civit, se conformaron dos agrupaciones políticas que dominaron el escenario provincial en los años setenta.
Los enfrentamientos entre "gonzalistas" y "civitistas" no sólo se dieron en el escenario electoral para conseguir el control del poder político formal. Otros espacios públicos como la prensa y las reuniones callejeras fueron escenario de la competencia política.
Empresarios y empresas familiares
La reconversión de la economía regional estuvo dinamizada por un puñado de empresarios regionales que dieron origen a verdaderas empresas familiares organizadas en torno a un patriarca y nutridas por parientes, allegados y socios. Para las familias que vieron languidecer la posición social los hijos o hijas de estos nuevos linajes forjados en territorio cuyano se convertían en cónyuges aceptables para concertar buenos matrimonios. En ocasiones la política matrimonial traspasaban los límites de la localidad: era común que las relaciones comerciales de los progenitores diera lugar a la ubicación de sus hijas con comerciantes o empresarios de Córdoba o Buenos Aires.
El patrimonio religioso de Mendoza tradicional
En la colonia y hasta mediados del siglo XIX, Mendoza acumuló un valioso patrimonio religioso. La profunda piedad de la sociedad mendocina llevaba a los vecinos a orientar hacia el culto buena parte de sus bienes. Era muy frecuente que se fundaran capellanías: al escribir su testamento, los hacendados disponían que, de sus propiedades, se orientara anualmente una renta hacia las órdenes religiosas para que, a cambio, los frailes y sacerdotes dedicaran misas y oraciones para ayudar a su alma a salir pronto del purgatorio y ahorrarse los atroces tormentos que allí, según la teología, iban a tener que sufrir para purificación de su alma. Durante 300 años se mantuvo vigente el sistema tradicional de capellanías, la declaración como heredera a la propia alma y las grandes donaciones de propiedades a los religiosos. En este contexto se produjo la época dorada del arte religioso en toda América Latina.
En Mendoza existían construcciones religiosas formidables, comenzando por la Iglesia de los jesuitas, transferida, tras la expulsión de la Compañía de Jesús (1767), a los franciscanos. También eran importantes los templos de Santo Domingo y Nuestra Señora de la Merced. Pero estas tres construcciones se derrumbaron con el terremoto de 1861. Sólo han quedado de ellas las mal llamadas “Ruinas de San Francisco”, restos de la Iglesia de los jesuitas, ubicada frente a la plaza Pedro del Castillo.
Lo que sí se salvó, para algunos milagrosamente, fueron las imágenes de la virgen María: Nuestra Señora del Rosario, llegada a Mendoza en 1590 y Patrona de Mendoza, fue rescatada entre los restos del convento de Santo Domingo y actualmente sigue presente allí, en el nuevo edificio de esta orden religiosa. También se salvó la imagen de Nuestra Señora de la Merced, que fue hallada intacta entre los escombros. Otro testimonio de época es Nuestra Señora del Bueno Viaje, venerada por los jesuitas, y la Virgen de la Carrodilla, llegada a Mendoza en 1780. Estas cuatro imágenes tienen la particularidad de estar vestidas, tal como es estilaba en la imaginería española colonial. Sus primorosos vestidos, muchas veces de una seda muy fina llamada persiana y bordados con hilos de oro, eran cuidadosamente mantenidos por las damas de las Cofradías que se dedicaban a rezar el santo rosario, promover obras pías y “vestir santos”. Esta costumbre se perdió a partir de fines del siglo XIX, cuando se impuso el estilo italiano de imágenes de yeso. Sus vivos colores y atractivos diseños, ganaron la preferencia de los fieles devotos, mientras que muchas antiguas imágenes vestidas fueron marginadas, olvidadas y perdidas.
El Terremoto de 1861 destruyó buena parte del patrimonio religioso que los mendocinos habían acumulado durante 300 años. Pero a pesar de la catástrofe, algunos edificios religiosos se mantuvieron en pie, sobre todo a extramuros de la ciudad. Cerca de Palmira se encuentra el oratorio del Alto Salvador, lugar que el general San Martín visitaba con frecuencia, durante la preparación del Ejército de los Andes, para realizar allí sus meditaciones y trazar sus planes.
En el departamento de Guaymallén se encuentran algunas capillas de singular antigüedad. En Buena Nueva está la capilla dedicada a Nuestra Señora del Rosario, lugar que tuvo un protagonismo singular en la historia espiritual de Mendoza, cuando fue refugio de muchos en tiempos del terremoto de 1861. Más al sur, se encuentra la capilla de Jesús Nazareno. Según una tradición, fue construida en la hacienda de don José Pescara. Uno de sus bienes más preciados es la campana fundida en cobre, estaño, oro y plata, que todavía se conserva en la actualidad. Cerca de allí, pero ya en el departamento de Maipú, se encuentra la capilla de Barrancas. Algunos la consideran una auténtica joya arquitectónica de Mendoza colonial. Igual que las anteriores, logró salvarse del terremoto de 1861 y nos entrega, al día de hoy, un recuerdo fresco y vívido del clima cultural que reinaba en América Latina tradicional.
El Terremoto de 1861
La Mendoza anterior al terremoto es comúnmente conocida como “ciudad de barro”: las casas estaban construidas con adobe de tierra humedecida y paja, y blanqueadas con cal, lo que le daba un aspecto muy colonial a la ciudad, y la ligaba de esta forma a su pasado español.
Aproximadamente, unos ocho mil habitantes vivían en la ciudad, especialmente en el núcleo fundacional y en los alrededores.
Las acequias que dibujaban la ciudad estaban construidas de manera irregular. Existían dos tipos de acequias: las principales y las secundarias. Las primeras remontan su origen a los antiguos habitantes de la región, los huarpes. En cambio, las segundas, tenían un origen más reciente, y atravesaban la ciudad. Estas no tenían una traza uniforme, como en la actualidad, que corren de forma paralela entre la vereda y la calle. Este sistema hidráulico era utilizado para regar los campos cultivados, para hacer funcionar los molinos, y para proveer de agua potable a la ciudad.
Desde 1854, una Constitución Provincial regía en Mendoza. Esta carta no aseguró el real equilibrio de las instituciones, y las desavenencias políticas entre las facciones, en algunos casos significó su olvido y, en otros, el avasallamiento.
Como puede observarse, la ciudad era antes del terremoto, un espacio políticamente equilibrado, socialmente tranquilo y económicamente productivo. El terremoto modificó bruscamente la estructura de la ciudad.
El terremoto como elemento de ruptura urbana e ideológica
El 20 de marzo de 1861, a las nueve de la noche, la tierra comenzó a temblar de manera brusca.
Algunos sintieron “un desvanecimiento, como si el suelo se moviese sobre agua, e inmediatamente se oyó un ruido terrorífico como si miles de carros cargados de piedras fuesen arrastrados por toda la ciudad”. La intensidad del sismo en la escala de Richter llegó a los 7,2 grados (máximo 10°), y en la de Mercali modificada entre IX y X (máximo XII).
El sismo destruyó prácticamente toda la ciudad, y tan sólo algunos edificios quedaron en pie. Aproximadamente unos cinco mil habitantes murieron en la catástrofe y cerca de ochocientos resultaron heridos. El fuego posterior al terremoto incendió una parte importante de la ciudad y el desborde de aguas también hizo su parte de daño.
Luego del sismo, las autoridades comenzaron a deliberar sobre un nuevo sitio para reconstruir la ciudad, ya que el área fundacional, según análisis geológicos, no era adecuada. En esos momentos se comenzaron a trabajar algunos sitios de referencias para la reconstrucción. San Vicente, antiguo nombre del departamento de Godoy Cruz fue uno de los lugares propuestos. También el sitio ubicado en Maipú denominado Cruz de Piedra fue esbozado por algunas autoridades. Otro sitio sobre el que se habló fue Las Tortugas, ubicado en la actual localidad de Carrodilla en Lujan de Cuyo. San Francisco del Monte, entre Guaymallén y Godoy Cruz también fue propuesto. Pero finalmente, la llamada Hacienda de San Nicolás resultó ser el lugar donde las autoridades decidieron reconstruir la “Ciudad Nueva”.
Se ha hablado de una “ruptura urbana” de la ciudad, porque se desarticuló en dos, y comenzaron a ser conocidas como la “Ciudad Vieja” y la “Ciudad Nueva”. Las autoridades se trasladaron de lugar en el año 1863 y con ellas también los edificios públicos. Los propietarios de las tierras de la antigua Hacienda de San Nicolás, habitantes pertenecientes social y económicamente a la clase alta, se vieron beneficiados con el traslado, y sus propiedades se revalorizaron monetariamente. La ciudad destruida fue abandonada, y las personas que no tenían los fondos necesarios para realizar el traslado de sus viviendas debieron quedarse y reconstruir sus casas sobre los escombros.
Es por eso que la “Ciudad Vieja” sufrió un “proceso de decadencia y desjerarquización”, hipótesis que es apoyada por el hecho de que en el lugar del Cabildo se erigió un matadero público y a la antiguamente denominada “Plaza mayor” comenzó a llamársela “plaza del matadero”.
Sin embargo, el cambio más brusco que sufrió la ciudad se debió a la ruptura ideológica que transformó completamente el espacio urbano. En 1861, se estaba llevando a cabo en el país la instauración del liberalismo de la mano de Mitre. La ideología liberal que sostenía Mitre se basaba en algunos elementos fácilmente reconocibles: ruptura cultural con el pasado colonial y español, tendencia hacia el progreso económico y el orden social de la nación, influencia cultural de Francia y de Inglaterra, libre comercio y enrolamiento económico del país en el lugar de las naciones productoras de materias primas. Estos aspectos ideológicos serían impuestos al interior por medio de consensos políticos o por medio de la fuerza militar.
En la ciudad de Mendoza, el proceso de transformación política e ideológica de la nación se dio de forma paralela con la reconstrucción de la ciudad posterremoto. Varios elementos de ruptura pueden observarse en la ciudad. La prohibición de blanquear las casas con cal, para no reflotar el pasado colonial, fue uno de ellos. La planificación de la nueva ciudad por el francés Julio Ballofett, la instauración de paseos y bulevares típicamente europeos, la nominación inicial de las nuevas plazas con los nombres de Independencia, Orden, Progreso y Libertad, etc.
LA PROTECCIÓN DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO INDUSTRIAL EN LA PROVINCIA DE LEÓN: EL CASO DE LA FERRERÍA DE SAN BLAS, EN SABERO.
Artículo de Julio M. Vidal Encinas y José Carlos Álvarez Ordás publicado en la revista "Tierras de León", número 115. Julio M. Vidal Encinas es Arqueólogo Territorial del Servicio de Cultura de la Junta de Castilla y León y autor de varios trabajos sobre la Ferrería de San Blas.
Tras cumplir la palabra dada a D. Julio M. Vidal Encinas, de no dar difusión a su estudio -en tanto no fuese publicado- y una vez que esto ya ha acontecido, lo incluimos en nuestra página porque lo consideramos fundamental para el conocimiento de lo que significó y sigue significando la Ferrería en la vida e historia no solo de Sabero sino de España.
Desde aquí queremos agradecer, muy sinceramente, el anticipo que nos hizo del mismo, que fue enviado a la Comisión Europea como una aportación que ayudase en la toma de decisión sobre lo acontecido en las obras de restauración y adecuación para el Museo Minero.
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LA PROTECCIÓN DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO INDUSTRIAL EN LA PROVINCIA DE LEÓN: EL CASO DE LA FERRERÍA DE SAN BLAS, EN SABERO.
INTRODUCCIÓN.
En los años finales de la década de los ochenta y comienzos de la siguiente determinadas zonas de la provincia de León - las cuencas mineras, especialmente -, van a sufrir un proceso de destrucción de sus estructuras productivas que tendrá en la reconversión minera la medida más traumática desde el punto de vista social, político y económico. Todo ello como consecuencia de una reciente crisis económica que desemboca, entre otras medidas, en una nueva estructuración del sector, derivada de disposiciones supranacionales, tomadas en el marco de la Unión Europea. Estas decisiones afectarán, sobre todo, a la esfera privada y, en este ámbito, el valle de Sabero verá en 1991 el cierre de su empresa minera más importante: Hulleras de Sabero y Anexas, una sociedad constituida en 1892 - casi un siglo antes, por lo tanto -, con capital principalmente vasco. Los problemas de esta empresa habían comenzado en 1986 y su cierre, pactado entre todas las partes, se llevó a cabo con la promesa de una reindustrialización que, tres años después del cierre, apenas llegó a emplear a cien trabajadores. Además, aspectos tan vitales para la posible reactivación del tejido productivo de la zona Sabero-Cistierna, como, por ejemplo, la mejora de las comunicaciones, tardarían muchos años en comenzar a producirse y, a día de hoy, todavía están sin completar.
De la envergadura que tuvo el cierre de Hulleras de Sabero da buena idea el hecho de que afectó a unos 700 trabajadores, cuando el municipio de Sabero tenía, en 1986, 2.900 habitantes. De aquéllos, 300 se acogerían a "medidas especiales de jubilación" y, los cuatrocientos restantes, engrosarían las estadísticas del paro. Es difícil concebir una transformación más dolorosa para una comunidad, que, quizás, sólo una catástrofe natural puede parangonar. El paisaje industrial o económico del Valle de Sabero, cuya actividad descansaba principalmente en las minas, se vio, repentinamente, sacudido. Una situación que, aunque pueda parecer paradójico, está en el origen de la valorización del Patrimonio Industrial, que, en los últimos años - ya sea por la renovación tecnológica, ya sea por los resultados de las cíclicas crisis económicas, como es el caso de Sabero -, ha llenado buena parte de Europa Occidental de actuaciones de conservación de singulares ejemplos de restos industriales, para su exhibición pública. Incluso, se está comenzando a hablar de un "turismo industrial" y organismos internacionales, desde la UNESCO al Consejo de Europa, han dado muestras de la preocupación que suscitan estos asuntos desde el punto de vista cultural (1).
En Sabero no tardaron en aparecer los primeros intentos de búsqueda de alternativas que paliaran el empobrecimiento resultante, una de las cuales, adoptada de la esfera del sector servicios, es la que constituye el trasfondo de esta conferencia: la restauración, para su conversión en museo minero, de la Ferrería de San Blas. Esta idea iba a ser elegida por el Ayuntamiento de Sabero - por iniciativa de los sectores ciudadanos más dinámicos y preocupados por el futuro del Valle -, como uno de los estandartes de su reactivación. El otro sería una Mesa por la Reindustrialización. El objetivo sería la creación en la antigua Ferrería de un equipamiento cultural que intentara sacar del marasmo a la zona, siguiendo el ejemplo de otras cuencas y regiones industriales, que también vivieron el trauma de la denominada "reconversión", un neologismo de los nuevos tiempos, eufemístico y provocativo, puesto que su benéficos resultados, después de diez años, están todavía lejos de percibirse, al menos en lo que se refiere a la Ferrería de San Blas y su Museo Minero.
ANTECEDENTES.
En 1989 el Ayuntamiento de Sabero da los primeros pasos para conseguir que un edificio propiedad de la empresa Hulleras de Sabero y Anexas, conocido popularmente como "Plaza Cerrada" - antigua nave de forja y laminación de la Ferrería de San Blas -, sea declarado Bien de Interés Cultural, con la categoría de Monumento, por la Junta de Castilla y León. Se trataba de una singular edificación de mediados del siglo XIX, otrora perteneciente a un complejo siderúrgico, que, por entonces, venía siendo utilizada como pista polideportiva cubierta. Antes había formado parte de las instalaciones que proporcionaban servicios a las actividades mineras de Hulleras. Tal declaración era un paso previo imprescindible para su reconocimiento histórico, antesala de su posterior valorización cultural.
A finales de 1991 la Junta de Castilla y León acuerda la inclusión de los restos de la antigua Fábrica de Hierro dentro de los Bienes de Interés Cultural de la provincia. El monumento tendría la denominación de Plaza Cerrada y Restos del Alto Horno.
Un mes después, en enero de 1992, se constituye la Asociación de Amigos del Museo Minero de Sabero, con el objetivo de conseguir un equipamiento cultural de tales características para el valle. Hasta entonces el museo minero era una modesta exposición presentada en la Casa de Cultura desde 1973, la cual fue reformada y mejorada en la primavera de 1993, gracias a los esfuerzos de aquella asociación (2). Tal iniciativa iba a ser una de sus primeras intervenciones, junto con la petición a Hulleras de la cesión de los restos de la Ferrería de San Blas, la cual se produce en las mismas fechas, pasando su titularidad al Ayuntamiento.
Simultáneamente, la citada Asociación empeñará sus esfuerzos en conseguir que se convoque un concurso de ideas para intervenir en la Ferrería, con la vista puesta en la habilitación de un Museo Minero en su interior, más completo y mejor dotado que el existente en la Casa de Cultura, propósito cuya viabilidad parecía posible al acordar la Diputación Provincial, en 1994, la concesión de una subvención de 625.000 ptas. para tal fin.
Este mismo año una visita institucional a Sabero de dos Directores Generales de la Junta de Castilla y León - los de Patrimonio y Minas - anuncia la creación de un museo minero de ámbito regional en la Ferrería, cuyo proyecto museológico elaboraría la Administración Autonómica, mientras que su restauración debería ser abordada por el Ayuntamiento. El compromiso adoptado en esta visita institucional anulará la idea del concurso de ideas promovida por la Asociación de Amigos del Museo Minero de Sabero, para, en palabras del Director General de Patrimonio y Promoción Cultural, ganar tiempo (3). A la postre, La Junta de Castilla y León iba a asumir ambos compromisos, el museológico y el estrictamente restaurador, lo que se anuncia en agosto de 1995, con el convencimiento de que tal museo sería el principal motor de la economía de la comarca de Sabero, en definitiva, su mayor atractivo turístico, algo que captaría la instalación de pequeñas empresas de servicios.
El 15 de noviembre de 1996, la Junta convoca el concurso para la redacción del proyecto, adjudicándose su redacción el 15 de diciembre de ese mismo año. El adjudicatario iba a ser un arquitecto local, D. Alfonso Valmaseda González-Mata, quien ya había participado en actuaciones relacionadas con la Ferrería, promovidas por la Junta de Castilla y León. Así, en 1991, elaboró un documento para la restauración y rehabilitación de la Ferrería de San Blas como Museo Minero, que se remitió a la Unión Europea para intentar recabar apoyo financiero en programas destinados a la conservación de edificios industriales. En 1994 había dirigido trabajos de restauración en sus Altos Hornos, y, en octubre de ese mismo año, elaboró el documento "Estudios previos para la rehabilitación y adecuación del edificio de la antigua Ferrería de San Blas y de los Altos Hornos (Plaza Cerrada y su entorno) en Sabero, León. Museo Minero". En junio de 1997, se produce la entrega del proyecto a la Administración Autonómica, cuya primera fase es adjudicada por 275.668.491 ptas. a la empresa Geocisa un año después. Al poco, comenzarán las obras. El propio alcalde, Sr. Francisco García, definió tal inicio, en julio de 1998, como el objetivo "...más importante que se realizará dentro de nuestro municipio desde su constitución como Ayuntamiento" (4).
LOS ALTOS HORNOS Y FÁBRICA DE HIERRO A LA INGLESA DE SAN BLAS: HISTORIA Y CARACTERÍSTICAS DE UN COMPLEJO SIDERÚRGICO MODERNO.
La Fábrica de Hierro de San Blas se comienza a construir en 1846, fruto de la iniciativa de una sociedad anónima, la Sociedad Palentino-Leonesa de Minas, presidida por Miguel Botias Iglesias (5). La había fundado en 1841 -sin el apelativo de leonesa y sin constituir sociedad anónima-, gracias a la obtención de varias concesiones mineras en la cuenca de Sabero -la primera en ser beneficiada en la provincia de León-, cuya explotación había sido vislumbrada gracias a las prospecciones realizadas por una compañía inglesa en el primer tercio del siglo. El destino del carbón sería el mercado regional, concretamente Burgos, Palencia y Valladolid, pero aquel negocio se vería muy pronto disputado por la apertura de las minas de Orbó y Barruelo de Santullán en 1842, una cuenca carbonífera situada en el noreste de la provincia de Palencia, mejor comunicada que la leonesa. En 1845 aquella sociedad va a ampliar capital y a transformarse en anónima, algo que dará paso al nuevo rumbo que tomará la compañía, al decidir construir unos altos hornos destinados a la producción de hierro.
Fig. 1.- Santiago Alonso Cordero (tomado de la Enciclopedia de León, t. I, pág. 36.
Fig. 2.- La Ferrería de San Blas, hacia finales del siglo XIX (?). Arriba, el macizo con los dos altos hornos y la nave de forja y laminación. Abajo la nave de forja y laminación, la "casa de la dirección" y los "cuarteles" para los obreros (según Clemencín y Buitrago, 1900).
Este hecho parece que está íntimamente ligado a la aparición en la Sociedad Palentino-Leonesa de Minas de un importante socio capitalista, Santiago Alonso Cordero (1793-1865) -el Maragato Cordero, como era conocido en los círculos políticos y económicos de Madrid-, un conspicuo liberal, amigo de Espartero, Madoz y Mendizábal, defensor de las Cortes de Cádiz y de la Constitución de 1812, lo que le valió serios disgustos, entre otros el exilio en Lisboa, París y Londres (fig. 1). Poseía una gran fortuna, fruto de negocios relacionados con el transporte -como buen arriero, era propietario de la importante Compañía de Diligencias de Poniente, que acumulaba buena parte del tráfico de todo el Noroeste y Extremadura con Madrid- y el comercio de muy diversos productos, entre ellos el hierro (6). Alonso Cordero arrendará la Ferrería hasta 1857, sin que se pueda precisar el comienzo de tal cesión, si bien parece que pudo remontarse a los mismos inicios de la fábrica, puesto que no existen muchas dudas acerca del primordial papel que jugó en su construcción (7). Para tal empresa contó con el estudio técnico que un amigo y correligionario suyo, el geólogo Casiano de Prado (1797-1866), realizó de la cuenca de Sabero, en el que recomendaba tal instalación siderúrgica por su riqueza en carbón y hierro (8). Antes, un ingeniero francés, Jules Gendre había reconocido la zona, emitiendo también un informe muy favorable a la instalación siderúrgica (9). Como también otro ingeniero francés, M.H. Landrin, quien, en julio de 1843, avalaba el buen porvenir de la empresa en la fabricación del hierro colado y forjado, "...cuyos productos tendrán fácil salida, sin temor de competencia" (10). Pero hubo otros implicados en la iniciativa, tanto técnicos muy cualificados, como personajes que tenían en común con Cordero y Prado, además de la ideología liberal, un gran conocimiento de lo que estaba sucediendo en Europa desde el punto de vista de las innovaciones tecnológicas. Es el caso, por ejemplo, de Ramón de La Sagra (1798-1871), condiscípulo de Prado en la Universidad compostelana, relacionado con la Sociedad Palentino-Leonesa, pues fue miembro de su junta gubernativa. Viajero impenitente, autor de un informe sobre la industria belga (11), además de socialista seguidor de Proudhon: quizás por esto último J. Nadal le descalifica llamándole 'visionario', en lo que se refiere a su relación con la empresa de San Blas, pero lo cierto es que fue comisionado por la Sociedad para asuntos bien prosaicos: buscar un ingeniero que dirigiera la factoría y adquirir su maquinaria (12). O Lorenzo Gómez Pardo (1801-1847), con quien igualmente se esesoró la empresa, un eminente profesor de minas y no menos experto en metalurgia -cuyo conocimiento en ambas materias había adquirido, en buena parte, fuera de España-, disciplina de la que había sido el primer enseñante en la Escuela Especial de Ingenieros de Minas de Madrid (13). El proyecto de construcción de la fábrica parece deberse a un ingeniero francés, Philippe Paret, su primer director, desde 1846 a comienzos de 1849 (14). Sería sustituido por José Denis entre 1850 y noviembre de 1852, ingeniero que provenía de los altos hornos de El Ángel, en Marbella, encendidos en 1832 con carbón vegetal. Esta fábrica, con la de Málaga -La Constancia, en 1843-, constituyó el complejo siderúrgico más importante del país, en el que ya se utilizaban las técnicas del pudelado del hierro (15). Conocemos bien la implantación inicial del complejo siderúrgico, tanto por la existencia de un plano, publicado por J. Revilla, como por fotografías previas a la demolición de una parte del mismo, concretamente los altos hornos con sus plazas y fundería (16). Estas fotografías debieron obtenerse a finales del siglo XIX, cuando la fábrica estaba en ruinas, coincidiendo con la adjudicación de sus instalaciones -que estaban embargadas-, a Hulleras de Sabero y Anexas, lo que ocurre en 1894 (17).
Fig. 3.- Conjunto de edificaciones de la Ferrería de San Blas.
El complejo siderúrgico de San Blas se construyó al pie de un ribazo o escalón que presenta unos 15 metros de desnivel (figs. 2 y 3). Tal disposición era muy habitual, especialmente para los altos hornos, ya que permitía su carga de forma fácil, al encontrarse la boca (tragante o cargadero) enrasada con la parte superior de dicho escalón. Ello quiere decir que, a tal cota, se situaron también la mayor parte de los tinglados que constituían su infraestructura de aprovisionamiento: almacenes de carbón, hornos para producir el coque y cobertizos para apilar éste, así como la castina o fundente que acompañaba cada carga. En ciertos casos, cuando la topografía no acompañaba, aquella se efectuaba por medios mecánicos (montacargas o similar), accionado por una rueda hidráulica o, mejor, una máquina de vapor. Un aspecto que merece ser destacado en la implantación de San Blas es la existencia de dos bloques claramente diferenciados: por un lado, los altos hornos propiamente dichos y, por otro, el taller de forja y laminación, este último, en realidad, una 'fábrica de hierro a la inglesa'. En efecto, a causa del constreñimiento que impuso la topografía del lugar -la estrechez del terreno llano apto para la ubicación, situado entre el ribazo y el río Orcado-, la fábrica tuvo que situarse lateralmente con relación a los altos hornos, y no en la prolongación de sus 'plazas', o naves en las que se tiraba la colada de fundición. En este caso, las torres o macizos de aquéllos se albergaban en su interior, enmascarándolas. Pero no sucedió así, porque los hornos de Sabero tuvieron que levantarse de espaldas al escarpe, para aprovechar el desnivel, por las razones prácticas que más arriba apuntábamos. Esta disposición, sin embargo, no tenía ninguna relevancia desde el punto de vista funcional, puesto que la distancia entre aquellos y la nave de forja y laminación era muy escasa, de tal manera que la circulación continua estaba perfectamente asegurada, aspecto, este último, primordial en estas instalaciones.
Fig. 4.- La Ferrería de San Blas, hacia comienzos del siglo **, en ruinas, particularmente la plataforma del segundo de los altos hornos.
Los dos altos hornos de San Blas se construyeron en momentos diferentes. El primero, junto con todo el complejo, en 1846 y parece haber sido de macizo cilíndrico, como su compañero, que comenzó a constuirse 5 años después. Tenían en torno a 16 metros de altura y entre 10 y 12 de anchura (18). La cuba del más antiguo debió tener la forma habitual entonces, a saber, bitroncocónica, con anchura máxima en el vientre -situado ya en la parte baja, cerca del crisol-, y mínima en la boca. Construida con una doble camisa de ladrillos refractarios -todas estas fábricas contaron con su propia cerámica para proveerse de ellos y Sabero no fue una excepción-, se aislaba del macizo por medio de arena. La cuba, convenientemente armada, reposaba sobre una plataforma de planta cuadrada, exenta, provista de vanos o nichos abovedados en sus cuatro lados, uno de los cuales se conserva, cerrado con ladrillo (19) (fig. 4). Encima de él se puede ver una placa de hierro con las iniciales S[ociedad] P[alentina] L[eonesa], así como la cabeza de dos bulones para el zunchado del macizo que rodeaba a la cuba.
A su tragante o cargadero acometía un puente llamado, por ello mismo, 'de carga', por el que circulaban unas vagonetas con los diferentes productos -hierro (20), coque y fundente- necesarios para la fundición. Dicho puente iba sobre varios arcos -ocho- y arrancaba de unos almacenes próximos. En sus primeros ensayos, de 1847 o comienzos de 1848, obtenía coladas de 2.300-2.760 kg pero podían producir hasta 9 toneladas diarias (21). Los restos conservados de los altos hornos de San Blas consisten en un imponente estribo de sillería adosado al escarpe, que sirvió como muro de contención del terreno, un pasaje entre dicho estribo y los restos de los pilares o machones que servían para sostener el macizo o torre de los hornos. Está especialmente conservado el del segundo de ellos, terminado en 1859. En él se pueden apreciar perfectamente las estrechas bandas, rehundidas en la fábrica, que servían para encastrar los flejes de hierro que lo zunchaban. También se conserva, adosado a aquel pilar del segundo horno, el arranque de uno de los arcos -tuvo tres- que constituían el puente de carga que unía ambos hornos, así como las bases de cimentación sobre la que descansaban. Finalmente, se encuentra todavía en perfecto estado la escalera que comunicaba la parte inferior de los altos hornos con la superior.
La técnica edilicia empleada refleja una gran preocupación por la calidad de la ejecución y una sabia combinación de los materiales empleados, piedra caliza de cuidada sillería y ladrillo, lo cual es una constante en el vocabulario de la arquitectura neoclásica, tan presente en estas construcciones (22). La presencia de un óculo en este machón, conocido popularmente como 'El Huevo', también viene a corroborarlo. Pero, como veremos más adelante, éste no será el único guiño que el constructor de Sabero hizo a la gran arquitectura histórica.
La cuba del segundo de los hornos parece que fue cilíndrica (23). Si ello hubiera sido así, sería muy similar a la de uno de Mieres, publicado por Bernáldez, Lasala y Rúa de Figueroa (24). El material empleado en la construcción de la camisa que rodeaba a la cuba fue también ladrillo, y su fábrica se zunchó, como aludíamos más arriba, con gruesos flejes de hierro. El macizo de este horno, según se desprende de su fotografía, era más voluminoso que el del primero, a pesar de que la documentación histórica les atribuye a ambos el mismo diámetro, 10-12 metros.
Cada uno de ellos poseía su 'plaza' -idéntica en uno y otro-, un recinto cubierto en el que se tendía la colada de fundición, convirtiéndola en lingotes más manejables, que se transportaban en carretillas de hierro. Se trataba de una nave con cubierta a dos aguas, provista, al menos, de una gran puerta en arco de medio punto, con rosca de ladrillo, situada en el hastial de su fachada principal, orientada al sur. Una chimenea doble asomaba por sus cubiertas, pues albergaban sendos cubilotes poligonales de 2,5 m de diámetro y 4,5 de altura, unos hornos de forma cilíndrica que se empleaban para realizar una segunda fusión del hierro, ya sea para realizar productos moldeados o para someterlo a tratamiento de afino, en los hornos de reverbero, por ejemplo.
Entre ambas plazas existió un edificio denominado 'fundería', también con cubierta a dos aguas, provisto de dos vanos en su hastial principal, orientado al sur. Por un lado, una puerta en arco de medio punto y, sobre ella, una ventana muy característica de San Blas, por su forma semicircular: las ventanas denominadas 'termales', puestas de moda por el arquitecto francés J.N.L. Durand, discípulo de E. L. Boullée, en la Francia de Luis XVI. Se trata de otro indicador historicista -en este caso tomado de la arquitectura romana- tan del gusto de estos arquitectos neoclásicos.
Al este de los altos hornos se encuentra el edificio que más ha atraído la atención de San Blas: la nave de forja y laminación, que, como ya hemos señalado más arriba, no era otra cosa que lo que entonces se denominaban, incluso en Francia, 'fábricas de hierro a la inglesa'. Se llamaban así porque conjugaban los avances técnicos que en Inglaterra se habían aplicado, por un lado, al tratamiento del hierro, y, por otro, a su manufactura.
En primer lugar, el pudelado, un procedimiento que consistía en calentar, a alta temperatura, los lingotes de hierro dulce para eliminar parte de su componente en carbono y mejorar así su calidad. Este proceso fue descubierto por el inglés Henry Cort (1740-1800) hacia 1780 y, para su aplicación, precisaba de unos hornos denominados 'de reverbero', en los que el metal no entraba en contacto directo con el combustible (carbón), sino que el calor lo recibía reflejado en las paredes del horno. Ello permitía mejorar sustancialmente su calidad, gracias a la eliminación de buena parte del carbono que contiene, para convertirlo en un material muy maleable, forjado, pero, al mismo tiempo, mucho más duro y resistente. El manejo de la masa de metal -la 'bola', de ahí que estos hornos se denominen también de esta manera- en el interior de los hornos de reverbero, se hacía mediante unas largas varillas de hierro -los hurgones-, y era una de las tareas más penosas entre las que se producían en el interior de estas fábricas.
En segundo lugar, el perfeccionamiento de la maquinaria destinada a la laminación y estirado del hierro, un procedimiento mecánico que servía también para eliminar impurezas, pero, sobre todo, para obtener productos manufacturados. Al igual que el horno de reverbero, también fue el inglés Henry Cort el introductor de unos sistemas mucho más complejos de laminación, gracias al invento de unos cilindros provistos de canales de formas variadas, por los que se pasaba el hierro incandescente, moldeándolo a voluntad, para obtener perfiles de las formas más variadas. Estos 'trenes de cilindros y laminación' se generalizaron a comienzos del siglo XIX, especialmente gracias al empleo de la máquina de vapor para accionarlos.
La nave de forja y laminación de Sabero ocupa, en la actualidad, una superficie de más de 2.100 metros cuadrados. Es un edificio de planta basilical, definida por tres naves, una central, de una anchura de unos 20 metros, más elevada y ancha, y dos laterales, de 6,5 m de anchura. La estructura de la primera se resuelve por medio de la utilización de unos monumentales arcos diafragma de ladrillo, de forma ojival, que llegan a alcanzar 15 metros de altura en la cumbrera. El plano que publica Revilla, así como las fotografías conservadas, indican la existencia de 13 tramos (25), pero hoy sólo se constatan 11, a menos que 2 estén enmascarados por las reformas que, en el primer tercio del siglo pasado, tuvieron lugar en el extremo oriental de la nave. En efecto, un arco, correspondiente a otro de aquellos tramos, se puede observar embutido en las nuevas construcciones levantadas en esta parte. Las naves laterales se cerraron por medio de una bóveda de medio punto a unos 5 metros de altura del suelo y se comunicaban con la nave central a través de unos arcos apuntados, abiertos en cada uno de sus tramos. Ambas se prolongaron por el oeste en sendos cobertizos, el del norte para albergar unas fraguas y, el del sur, unos hornos de reverbero. Estaban abiertas al exterior por medio de arcos de medio punto, en total catorce, dibujando un espléndido pórtico o galería. Además de su valor funcional tenían otro estructural, cual era el de recoger los empujes de los enormes arcos diafragma de la nave central, jugando un papel a modo de arbotantes, puesto que, además, los machones situados entre los arcos estaban situados en su prolongación y terminaban en un contrafuerte macizo en forma de plano inclinado, para absorber sus empujes.
Fig. 5.- Interior de la Ferrería de San Blas. A la derecha, la máquina de vapor de balancín que accionaba la maquinaria; a la izquierda, una de las baterías de cilindros cortadores y de laminación (según Clemencín y Buitrago, 1900).
El interior de esta nave (fig. 5) no puede mostrar de mejor manera la conjunción de la funcionalidad y, al mismo tiempo, el gusto y la belleza de la gran arquitectura, puesto que su constructor, en realidad, lo que buscaba era un espacio lo más amplio y diáfano posible, exento de obstáculos -pilares, por ejemplo-, que entorpecieran los trabajos a realizar en su interior. Además, la estructura de la cubierta, de madera, tenía que estar lo más alejada posible de los hornos que albergaba, para evitar incendios. Ello exigía el empleo de grandes luces entre los apoyos, lo que se conseguía perfectamente con el recurso a los arcos diafragma. En definitiva, perseguía también la mejor circulación posible, para facilitar la realización de actividades que exigían el desplazamiento y manipulación de productos de ciertas dimensiones, especialmente en longitud, como, por ejemplo, los perfiles de hierro que salían de los trenes de laminación. Circulación y, también, luminosidad: a tal fin servían no sólo los arcos abiertos de las naves laterales -también necesarios para evacuar los humos y gases que se generaban en su interior-, sino también las numerosas 'ventanas termales' existentes, tanto en el hastial occidental, como también en el oriental. Aquel presentaba cinco grandes puertas: de arco de medio punto las dos correspondientes a las naves laterales y tres más en la anchura de la nave central que, a diferencia de las anteriores, eran apuntadas (26). Sobre ellas se abrieron unas grandes ventanas termales semicirculares, como a todo lo largo de los muros de la nave central, más elevados que las naves laterales, precisamente para permitir la apertura de tales vanos.
Este deslumbrante edificio albergó una máquina de vapor -seguramente la primera en llegar a la provincia-, cuya energía servía para mover toda la maquinaria de la fábrica: los trenes de cilindros y una tijera vertical, además de un martillo pilón. Toda ella procedía de Inglaterra y, según parece, fue encaminada a Sabero a través de los difíciles pasos de la Cordillera Cantábrica, en carros tirados por bueyes (27). Poseemos una imagen fotográfica del interior de la nave en la que podemos ver parte de esa maquinaria, especialmente la máquina de vapor, a la derecha, y uno de los trenes de cilindros, a la izquierda (fig. 5) (28).
Se trata de una máquina de vapor vertical, provista de balancín, con armazón de sustentación en forma de A. Se aprecia, a la derecha, el cilindro que contenía el pistón. Era aquí donde entraba el vapor, procedente de una caldera situada en las proximidades, produciendo el movimiento de aquél. Éste, al ser empujado hacia arriba por el vapor a presión, realizaba un desplazamiento basculante en el balancín que era transmitido, a través de una larga biela, a las ruedas o volantes. Éstas, provistas de poleas o engranajes, movían un árbol de transmisión que accionaba los trenes de cilindros, uno de los cuales se puede contemplar en la parte izquierda de la fotografía. Las excavaciones arqueológicas realizadas en el interior de la nave central han permitido conocer la ubicación de los fosos en los que se situaron estos trenes de laminación, al igual que los correspondientes a la máquina de vapor y sus ruedas o volantes.
Este tipo de máquinas, ya de doble efecto, eran muy utilizadas a mediados del siglo XIX y derivaban de modelos patentados por la firma inglesa Boulton&Watt. Estos ingenios rápidamente desplazaron a la rueda hidráulica, ya que, además de ser más potentes, no dependían del agua: se podían instalar en cualquier sitio y la sequía estacional que podría sufrir el curso de agua que las movía ya no constituiría un problema para su funcionamiento. Según Quirós, la potencia de la máquina de vapor que movía los aparatos de forja y laminación de San Blas era considerable, de 70 CV, y estaba alimentada por cuatro calderas, cuya ubicación se encontraría en la nave lateral norte, en la que también se encontraba una gran chimenea de ladrillo de 34 metros de altura (29), la cual fue derribada con las reformas realizadas en el edificio a finales de la década de los años veinte.
La mayor parte de los hornos de reverbero en los que se trataba el hierro antes de su paso por los laminadores se encontraban en la nave lateral sur, en la más inmediata proximidad de tal maquinaria. Así nos lo indica tanto el documento fotográfico, como los resultados de las excavaciones arqueológicas realizadas en la Ferrería en los años 1998 y 1999. En efecto, de esta nave sobresalían varias chimeneas -una en su extremo occidental y otra, doble, en su parte media-, necesarias para evacuar el humo y gases de los hornos; las excavaciones arqueológicas, por su parte, han permitido hallar los ceniceros de varios de estos hornos, particularmente de aquellos ubicados en un pequeño cobertizo que se levantó prolongando la nave lateral sur hacia el oeste.
Fig. 6.- Ferrería de San Blas. La "Casa de Máquinas", en la actualidad.
Fig. 7.- Ferrería de San Blas. La "Casa de la Dirección", en la actualidad.
Fig. 8.- Ferrería de San Blas. Los "cuarteles" para los obreros, en la actualidad.
Además de las construcciones reseñadas, San Blas conserva otras igual de relevantes y que le confieren al conjunto un gran valor. Nos referimos a las siguientes: la denominada 'Casa de Máquinas' (fig. 6), la 'Casa de la Dirección' (fig. 7) y los 'Cuarteles Viejos' o viviendas de los obreros (fig. 8). La primera -actualmente vivienda privada y hasta hace no mucho tiempo, escuela pública-, albergó a las máquinas soplantes, aquellas que insuflaban aire a presión en la base del alto horno para favorecer la oxigenación y, con ello, la combustión del combustible -coque- que debía provocar la fusión del mineral de hierro. Para tal fin existía una estructura de tuberías de fundición (3) en la base del alto horno que terminaban en otras tantas toberas para insuflar el aire, el cual sabemos que era calentado previamente en una estufa próxima.
La 'Casa de Máquinas' es un edificio construido en piedra, de planta rectangular. Estaba situado al oeste de los altos hornos, en su inmediata proximidad, pero formando una construcción independiente. Tal circunstancia vino impuesta, una vez más, por la topografía del lugar, ya que, normalmente, solían formar bloque con los altos hornos, con la finalidad de que el recorrido que efectuara el aire generado por las máquinas fuera el menor posible y así aprovechar al máximo su energía. Actualmente sus muros forman macizo, a causa de la reforma de que fueron objeto, pero, en origen, presentaba amplios vanos en arco de medio punto en el lado que mira al norte, necesarios para la refrigeración y la instalación de las mismas máquinas en su interior. Según los datos existentes, las soplantes de San Blas fueron tres; una vertical, seguramente similar a la que se instaló en el interior de la nave, que iría en el edificio que acabamos de describir, y otras dos horizontales, que se situaron en un edificio -hoy desaparecido- adosado al anterior. El aire generado por todas ellas iba a parar a un regulador esférico, situado entre la casa de máquinas y los altos hornos, desde el que, por medio de unas tuberías de fundición, se canalizaba a la parte baja del horno. Según parece, las calderas pareadas de vapor que movían las máquinas estaban situadas sobre una batería de 15 hornos belgas de elaboración del coque, que se encontraban inmediatos, de tal manera que aprovechaban la energía que generaban en la combustión del carbón. No resta nada de estos últimos, salvo, quizás, en el subsuelo, debajo de las viviendas construidas en los últimos años.
Un aspecto a tener en cuenta en el proceso de fundición es que, según ciertos datos que se poseen, el aire que se insuflaba en la base de los altos hornos para favorecer la combustión se calentaba en una estufa, lo que mejoraba sustancialmente aquélla (30). Otro de los edificios de la antigua fábrica de hierro que hay que mencionar es la 'Casa de la Dirección', una vivienda de tres plantas que, como su mismo nombre indica, se destinó al director de la factoría, así como a las diversas actividades administrativas que aquella generaba. San Blas, a diferencia de lo que sucedió, por ejemplo, con fábricas similares en Francia o Inglaterra, no pertenecía a un solo individuo o una familia, sino que incumbía a una sociedad. Por ello, nunca tuvo un edificio que constituyera residencia para su propietario. Este edificio, como otros de la antigua Ferrería, fue objeto de reformas en el primer tercio del siglo pasado, adosándosele por el oeste un cuerpo bajo provisto de una terraza. Tiempo después se levantó un edificio pegado a su pared septentrional.
Finalmente, otro de los extraordinarios valores patrimoniales que tiene este conjunto de San Blas es la conservación de lo que fueron las viviendas originales de los obreros que trabajaban en la fábrica, con las lógicas transformaciones -pues siguen en la actualidad ocupadas- que el paso del tiempo ocasiona, pero que no han alterado la gran significación que tienen para comprender el modo de vida de aquellas personas, beneficiarios y, también, víctimas, del nuevo modo de producción que representaba la fábrica de San Blas. Estos 'cuarteles' se situaron en las proximidades de la 'Casa de la Dirección' y de la misma Ferrería, a una cota ligeramente superior, orientados al sur y dibujando el conjunto un ángulo recto. Como recomendaban entonces -por ejemplo, en Francia-, en la enseñanza que se impartía a los futuros ingenieros metalúrgicos, estas viviendas debían estar fuera de la fábrica, con la finalidad de que los obreros desempleados no crearan problemas en el interior del establecimiento durante los periodos de paro (31). Presentan dos alturas, planta y piso, en ambos casos provistos de un corredor abierto, o solana, soportado por pies derechos de madera. Al parecer, fueron restaurados hacia 1900 por la empresa que adquirió la Ferrería, Hulleras de Sabero y Anexas. No se trata de una construcción sólida o de calidad, y los espacios habitados son muy exiguos, en los que la vida privada no podía desarrollarse con comodidad. Su pervivencia, 150 años después, constituye un inmejorable testimonio de las condiciones de vida que, primero, tuvieron los obreros metalúrgicos de San Blas y, luego, los mineros del valle de Sabero. Algo que mereció el siguiente comentario mezquino de un ingeniero de minas, José Revilla, un celoso defensor de los intereses de los patronos, que vivió a caballo de los siglos XIX y **: "No encontrando aseo ni bienestar el obrero en el interior de su casa, está en ella sólo el tiempo indispensable, buscando en la taberna dos cosas que le son agradables, porque estimulan el aborrecimiento hacia el burgués, su tirano, al parecer, y el olvido de su mísera manera de vivir" (32).
La construcción de la Ferrería entrañó sin duda un notable cambio en la demografía del valle de Sabero, puesto que su funcionamiento requería de personal altamente especializado, una parte del cual hubo que traer de fuera de España. Así, conocemos algunos datos, inéditos (33), que avalan el más que probable crecimiento demográfico de Sabero a causa de su instalación, puesto que, si en 1764 el total de habitantes alcanzaba la cifra de 450, en 1850, es decir, cuando estaba la fábrica a pleno funcionamiento, aquella cifra aumentó a 1.315.
EL VALOR DE SAN BLAS COMO PROTOTIPO DE LAS PRIMERAS SIDERURGIAS MODERNAS.
El origen y vicisitudes por las que atravesó la Fábrica de Hierro de San Blas constituye, sin duda alguna, uno de los temas más sugerentes y atractivos de la exigua historia industrial de la provincia de León. Pero su interés y valor exceden, con mucho, este ámbito territorial, como veremos. En efecto, para comprender en sus justos términos su importante papel en la Historia de la Siderurgia española es necesario conocer los cambios que se venían produciendo desde un siglo atrás en las técnicas aplicadas a la metalurgia del hierro, así como el contexto científico-técnico más general en el que se produjeron.
Determinados países europeos, entre los que ocupaba un lugar señero Inglaterra, venían protagonizando desde el siglo XVIII múltiples innovaciones de índole tecnológica que tuvieron en el empleo y transformaciones de sendas materias primas -carbón y hierro- sus piedras angulares. Todo este proceso es bien conocido por su denominación como Revolución Industrial. Así, por ejemplo, el hierro, que se venía produciendo en altos hornos cuya alimentación se procuraba por medio de carbón de leña, se obtendrá a partir del carbón mineral o fósil, gracias a Abraham Darby, quien, hacia 1708, conseguiría fundir hierro mediante su utilización. El carbón se convertiría en verdadero motor de la Revolución Industrial. Cuarenta y dos años después su hijo conseguiría fundir arrabio con coque para producir hierro forjado, mucho más limpio de impurezas (silicatos, carbono, azufre, etc.), aumentando considerablemente su calidad. De la importancia que tendría el nuevo combustible da buena cuenta el hecho de que la carga de uno de los altos hornos de la época requería leña de una superficie forestal de unas 1.500 hectáreas, lo que acabó arruinando los bosques de muchas zonas del país y disparando el precio del carbón vegetal. Además, aquellos se agotaban también por la construcción naval, la arquitectura y el mismo avance de las superficies cultivables.
Otras muchas innovaciones técnicas se produjeron en aquel contexto de cambio. Nos interesa detenernos brevemente en los que afectaron a las fuentes de energía mecánica o cinética. Ésta procedía, en su mayor parte, de la utilización de la fuerza del agua, la cual, debidamente canalizada, movía las vetustas ruedas hidráulicas, cuyo origen se remontaba, al menos, dos mil años atrás. Sin embargo, el siglo XVII y, sobre todo, el XVIII, va a conocer un invento realmente revolucionario: la utilización del vapor como fuente de energía, que tendrá en la máquina de vapor -las 'bombas de fuego', como eran conocidas-, uno de los instrumentos fundamentales de la profunda transformación que se estaba gestando. Un francés residente en Inglaterra, Denis Papin (1647-1712), pasaría a la Historia por haber sido el primero en comprender las aplicaciones del vapor a asuntos tan dispares como el arte de cocinar -sería el inventor de la olla exprés- y, lo que es más importante, como energía capaz de mover un pistón en el interior de un cilindro: el principio de las máquinas de vapor. Luego, tal principio sería llevado a la práctica y perfeccionado por Thomas Savery (1650-1715), quien inventaría la primera máquina de vapor, utilizada para sacar agua de las minas de Cornualles, y Thomas Newcomen (1663-1729), quien inventaría la máquina de vapor atmosférica, para un uso semejante. Todas estas innovaciones serían sustancialmente reinterpretadas por James Watt (1736-1819), inventor de un condensador independiente para el vapor, el cilindro de doble efecto, y otras notables mejoras en el funcionamiento de la máquina -pasaría de un movimiento exclusivamente basculante a otro rotatorio-, que la convertirían en un pilar fundamental de la Revolución Industrial: hacia 1800 unas quinientas máquinas de vapor construidas por la firma Boulton&Watt movían toda la maquinaria imprescindible para el funcionamiento de la industria textil, las siderurgias y otros establecimientos industriales británicos.
Finalmente, es imposible concebir el éxito que todas estas transformaciones tuvieron sin la mejora de las comunicaciones, particularmente del transporte. Así, la aparición del ferrocarril no solamente iba a modificar sustancialmente la circulación de las personas, sino que sería un factor clave en la creación de modelos industriales como los del País de Gales y el Staffordshire, en los que, gracias al ferrocarril, sus producciones industriales se convertirían en absolutamente competitivas.
San Blas es, en nuestra opinión, fruto de la balbuciente Revolución Industrial en España, o, más bien, un reflejo tímido y, quizás, voluntarista -como lo ha definido J. Nadal-, de aquélla. Pero, sea como fuere, no cabe duda de que constituyó una operación pionera, promovida por capital privado, un intento por crear el primer foco industrial moderno en la provincia de León y, por ende, en Castilla. Tal empresa nos ha dejado el único complejo siderúrgico que, en su género, se conserva en España, con restos notabilísimos desde el punto de vista arquitectónico. La conservación bastante completa de sus restos -parte de los estribos de anclaje de los altos hornos (34), la espléndida 'fábrica de hierro a la inglesa' o taller de laminación y forja, la casa de dirección, los 'cuarteles' o viviendas para los obreros, la casa que albergaba la máquina de vapor que accionaba los soplantes...- es debida al mismo fracaso que en su día supuso como tentativa industrial, ya que la renovación tecnológica nunca la hizo inservible, luego sustituible por otro complejo más moderno, origen de la desaparición de estos primeros altos hornos en las zonas que han mantenido la tradición siderúrgica, caso, por ejemplo, de Asturias y el País Vasco. San Blas, por ello mismo, constituye un caso único, no ya en España, sino en Europa, de ahí su extraordinario valor histórico, no suficientemente subrayado, y lo que es peor, ignorado y maltratado.
Apagados sus hornos hacia 1862 -año de una reforma arancelaria que, en opinión de algunos, sería nefasta para San Blas (35)-, embargados sus bienes, permaneció abandonada muchos años, hasta que sus instalaciones fueron adjudicadas a Hulleras de Sabero en 1896 (36), para su utilización en el marco de una actividad productiva que se ha prolongado durante un siglo en Sabero, la minería del carbón.
Si para la provincia de León constituye uno de los intentos de industrialización más singulares y genuinos -promovido por una sociedad anónima, con capital, obviamente, privado-, la Ferrería de San Blas, en el contexto español, se revelaría como el más moderno de su época -mediados del siglo XIX-, junto con los de Trubia (37) y Mieres, puesto que en las instalaciones leonesas se habría fundido hierro, por primera vez, gracias al empleo de carbón mineral transformado en coque. Esta innovación técnica -conseguida en Inglaterra, a comienzos del siglo XVIII, y empleada regularmente por su siderurgia a partir de 1760-1780 (38)-, se había ensayado en España en 1793 en el horno de Santa Teresa de la Cavada, en Santander, fábrica de hierro que, junto con la de Liérganes, también en aquella provincia, levantaron los primeros altos hornos en nuestro país entre 1628 y 1637 (39). Sin embargo, la experiencia no tuvo éxito y habría que esperar más de cincuenta años a que tal combustible se comenzara a emplear en la industria siderúrgica española. Ésta, sin embargo, ya había comenzado una tímida modernización gracias a la importación de las técnicas inglesas de afino del hierro colado y de utilización de maquinaria para su manufactura, lo que no impide tildar de "fracaso inesperado de los Ilustrados" aquel desacierto (40).
La de San Blas, en fin, consistió en una instalación industrial que importó la tecnología y maquinaria más modernas, entonces existentes, aplicadas a la metalurgia del hierro, la de las denominadas "fábricas de hierro a la inglesa". Sus piedras angulares serían la conjunción de los siguientes elementos: el empleo de carbón de coque en los altos hornos para la fundición del hierro; la aplicación del pudelado en hornos de reverbero para el afino del metal y la utilización de máquinas de vapor como fuente de energía principal para el funcionamiento de la maquinaria, particularmente los trenes de cilindros para laminación y factura de los diferentes productos industriales (chapa, perfiles, pletinas, redondos, etc.) (41).
EL PROYECTO DE MUSEO MINERO REGIONAL EN LA FERRERÍA DE SAN BLAS, PROMOVIDO POR LA JUNTA DE CASTILLA Y LEÓN.
El proyecto de restauración y adecuación que está siendo actualmente abordado en Sabero recoge un planteamiento que ha estado siempre presente desde los primeros balbuceos encaminados a valorar museográficamente la Ferrería de San Blas: la realización de un museo monotemático, estrechamente vinculado con la historia de la actividad esencial del valle en los últimos cien años, la minería del carbón. Tal contenido fue propuesto por la Asociación de Amigos del Museo Minero, cuyo presidente lo dio a conocer en 1993, como finalidad de la misma asociación: "...dar un nuevo impulso a la protección, conservación y musealización del Patrimonio minero (la cursiva es nuestra) de la cuenca de Sabero" (42). El papel, por lo tanto, que iba a tener el carbón en su contenido estaba fuera de toda duda: ya quedaba muy lejos la efímera (15 años) experiencia metalúrgica de San Blas, frente al siglo de duración de la actividad minera. Las referencias a San Blas, por lo tanto, no pasaban de la mera evocación 'histórica', alejada de cualquier propósito identitario: se trataba más de un continente para el Museo Minero que un edificio sobre el que fuera a girar la pionera y sugerente experiencia siderúrgica. Es más, incluso lo que quedaba de sus instalaciones había hecho su penúltimo periplo de la mano de las actividades mineras. Éstas, que han dejado numerosos y notables testimonios materiales en el valle, aunque fueron propuestas para su valorización en los primeros compases del Museo Minero, lo cierto es que, a la postre, no fueron tenidas en cuenta en modo alguno.
El proyecto de Museo Minero Regional (43) no hace sino recoger tales puntos de vista y sus planteamientos son una reproducción de experiencias ya desarrolladas en otros museos similares, tanto en España -el Museo de la Minería y de la Industria "Mina San Vicente", en El Entrego, Asturias-, como fuera de nuestro país -The Big Pit en Gales o el Museo Alemán de la Mina, en Bochum-, equipamientos culturales, todos ellos, surgidos de la crisis de la industria del carbón. Otra instalación similar se ha creado recientemente (1999) en la provincia de Palencia, el Centro de Interpretación de la Minería, en Barruelo de Santullán, la cual, junto con la asturiana, se encuentra muy próxima a León. Para ello se pretende, mediante la restauración de la Ferrería de San Blas y la construcción de dos nuevos edificios aledaños a ella, la creación de un 'área de exposición' que contendría las diferentes unidades temáticas consideradas.
Sin embargo, nos parece conveniente llamar la atención sobre la inexistencia de un proyecto museográfico para San Blas, es decir, que las obras correspondientes a la primera fase que vamos a describir, no se han llevado a cabo de acuerdo con una dimensión concreta que tal proyecto proporcionaría, tanto en términos de contenido, es decir, lo que se quiere desarrollar y exponer, como de su formalización material (documentación, objetos, etc. y su adecuada presentación).
Fig. 9.- El hastial occidental de la Ferrería antes y después de la construcción del edificio denominado "C", dentro del proyecto de Museo Regional de la Minería.
Fig. 10.- El nuevo edificio "B", adosado al costado septentrional de la Ferrería, fruto de las obras del Museo Regional de la Minería.
Aquellos nuevos edificios se levantarían, por un lado, entre la Ferrería y los Altos Hornos, y, por otro, en su costado norte. El primero -edificio denominado 'C'-, es concebido como un anexo para exposiciones temporales, provisto de tres plantas (fig. 9). El segundo, denominado 'B', se destina a talleres y restauración del Museo. Tales obras constituyen el grueso de la primera fase del proyecto, actualmente ya ejecutada.
Ambos edificios creemos que afectan negativamente a la construcción más relevante de la Fábrica de Hierro. En primer lugar, el edificio "C" impide, de forma casi absoluta, la contemplación de su hastial occidental, ocupando lo que antes era un abierto espacio público -la Plaza del Frontón 'Joaquín Ampuero'-. Además, al interponerse entre aquélla y los altos hornos, soslaya la comunicación que existió y, hasta hace bien poco, existía, entre ambos, imprescindible en el proceso de fabricación del hierro: éste era trasladado, bajo la forma de lingotes, desde la plaza de los hornos a la nave de forja y laminación, para proceder a su afino y manufactura. En segundo lugar, el edificio "B", al adosarse al costado de la Ferrería prescinde, también, del aprecio que tiene, creemos, su contemplación, especialmente el espléndido pórtico abierto en la nave lateral norte: su recorrido perimetral y el valor que para "estar" tiene todo este espacio aledaño, parece uno de los elementos mayores a recuperar, para aumentar el valor de este singular Monumento (fig. 10). Por otro lado, se contempla, en una fase diferente, el montaje de una denominada 'Mina Imagen', que consistiría en la creación de una mina artificial de carbón, ambientada con instalaciones mineras -caso, por ejemplo, de un castillete y de una sala de máquinas-, desplazadas de su ubicación original. Además, se visitarían los embarques de un pozo minero y una bocamina de montaña reales, con sus instalaciones exteriores, situadas a unos 350 metros de la Ferrería, por lo que, para el regreso, se proyecta la construcción de una vía férrea servida por una locomotora y varios vagones. Nos preguntamos si realmente es necesario recurrir a tal envergadura de proyecto -teniendo en cuenta el esfuerzo que constituye la creación de una mina artificial, con todas sus instalaciones-, frente a la opción del aprovechamiento de aquellas que se encuentran en su ubicación original, un conjunto patrimonial de indudable valor, cuya rehabilitación constituiría la vertiente destinada a la minería del carbón del Museo: su recuperación podría emplear a muchos habitantes del valle, tan prematuramente condenados a la jubilación forzosa, los mejores conocedores de tal patrimonio.
A destacar, en esta segunda fase del proyecto, la excavación de una planta entera por debajo de la cota de circulación de la Ferrería, propósito que el autor del proyecto considera 'crucial', tanto desde el punto de vista conceptual -según sus palabras, "complejiza (sic) el recorrido"-, como práctico, ya que aumentaría la superficie destinada a exposición. Tal sótano, que ocuparía básicamente la nave central de la Ferrería, estaría comunicado a tal nivel con los edificios "B" y "C".
En nuestra opinión, teniendo en cuenta que el conjunto de San Blas lo constituyen varios y relevantes edificios -no sólo la nave de la Ferrería-, debería haberse vislumbrado la posibilidad de recuperarlos para el Monumento, otorgándoles el destino que merecen, tanto por razones de comprensión del mismo, como para proveer los necesarios servicios que precisa: la Casa de Máquinas, la Casa de la Dirección, hubieran podido constituir inmejorables dependencias museísticas. Como también una de las viviendas de los Cuarteles Viejos, en la que se hubiera podido presentar -¡qué mejor lugar!- el marco físico y ambiental en que se desarrollaba la vida de los ferrones, reconstruyéndolo hasta sus más mínimos detalles. La recuperación, por lo tanto, de estas edificaciones hubiera hecho innecesaria la construcción de otras nuevas, que, además, como creemos que es el caso, afectan negativamente al elemento de mayor valor del Monumento.
Todo ello porque creemos que el verdadero contenido temático del conjunto de San Blas debería girar en torno a la Siderurgia y el importante papel que esta fábrica jugó en la historia de dicha técnica en nuestro país. Ya que se trataría de una instalación museística inédita, con restos arquitectónicos que no tienen parangón alguno -incluso en Europa Occidental-, lo que le otorgaría una gran capacidad de atracción. Previa realización de un estudio de investigación que, en sí mismo, ya constituiría un documento fundamental para el museo, habría que devolverle toda la maquinaria -máquinas de vapor, trenes de laminación, cilindros cortadores, martillo pilón, cizalla, etc.-, que en otro tiempo poseyó, ya sea por medio de maquetas a escala natural, ya sea por medio de la reproducción fidedigna de las mismas máquinas -incluso con capacidad de funcionar-, una vez realizados los estudios de identificación pertinentes. Esto último sería perfectamente factible, debido a la existencia de diversas asociaciones -especialmente en el ámbito anglosajón- dedicadas al estudio y reproducción de tal maquinaria: además de constituir un tema de investigación de gran interés, supondría, probablemente, una experiencia de arqueología industrial inédita, a la que, estamos seguros, no le faltarían apoyos, especialmente desde el ámbito del Consejo de Europa, impulsor en los últimos años de innumerables actuaciones relacionadas con la valorización del Patrimonio Industrial.
Se trataría, en definitiva, de mostrar al público algo nuevo: cómo era una instalación de este género, respetando su sentido originario y ofreciendo una información que, en estos momentos, en ningún lugar de España se puede obtener.
Fig. 11.- Colector de agua principal de la Ferrería, destruido durante la construcción del edificio "C".
En septiembre de 1998, dos meses después de comanzadas las obras, al realizar la excavación para ubicar el edificio "C" aparecieron importantes restos arqueológicos, correspondientes a diversas instalaciones de la Ferrería, alguno de los cuales fue destruido totalmente. Es el caso, por ejemplo, de un colector de agua, dibujado en el único plano de la Ferrería (vid. supra, plano en p. 102, nº 17) (fig. 3 -anotación del autor de esta página-), que, procedente de la base de los altos hornos, discurría por delante de su hastial occidental, para dirigirse al río Orcado (fig. 11). Se trataba de un canal de algo más de un metro de anchura en el cauce, construido por medio de dos muros de piedra paralelos, tomados con argamasa, sobre los que volteaba un arco de ladrillo. Tenía más de 1,80 metros de altura, y lo interpretamos como el desagüe que servía para recoger el agua procedente de las tareas de enfriamiento del templillo, una placa de hierro colado y de paredes huecas situada en la parte baja del horno, por la que circulaba constantemente agua fría, para defender la timpa, o pared del crisol, de los cambios bruscos de temperatura, y a los operarios del molesto calor del horno (44). Probablemente también recogía agua sobrante de las calderas de la batería de hornos de coque y de las soplantes (45).
Tal hallazgo obligó a emprender excavaciones arqueológicas, que dieron como resultado el descubrimiento de unas fraguas (¿?) y unos hornos para afino del hierro, situados bajo sendos cobertizos que prolongaban las naves laterales norte y sur hacia el oeste. Pero, en realidad, todo esto no era más que la punta del iceberg, puesto que, como más arriba se indicó, el proyecto consideraba la excavación de una nueva planta en el subsuelo de la nave, lo que, previsiblemente, entrañaría la destrucción de todas las evidencias arqueológicas presentes en su interior. Por ello, parecía inexcusable que, al menos, se excavara con métodos arqueológicos en su totalidad, con el objeto de conocer qué tipo de evidencias podía presentar. En relación con esto último parece oportuno traer aquí a consideración que, tanto el hallazgo ocasional, como la certeza de existencia de restos enterrados de las infraestructuras de la Ferrería -por ejemplo, tuberías de fundición-, eran circunstancias conocidas. Así, por ejemplo, en la Memoria Histórica elaborada para la declaración como Bien de Interés Cultural de la Ferrería se alude a que "En unas excavaciones realizadas recientemente se han descubierto unas grandes tuberías de hierro destinadas a introducir en el horno corrientes de aire desde una máquina soplante". Pero, sobre todo, fueron las conclusiones de un informe geotécnico -que se encargó un año antes del comienzo de las obras-, las que de forma fehaciente confirmaron la existencia de restos enterrados de la antigua Fábrica de Hierro (46). Se trataba de construcciones de ladrillo -la posible base de una antigua chimenea- y hormigón, placas de hierro y una conducción subterránea.
Finalmente, el mismo proyecto de Restauración y Adecuación de la Ferrería señala que "...existe la posibilidad recogida a través de la tradición oral, de que se encuentren galerías de ventilación y saneamiento en el subsuelo de la Ferrería, ya que hubo una gran chimenea localizada en la futura ubicación del edificio "B" (...)". Sea como fuere, ante la evidencia de que en la nave de laminación y forja podían existir restos de interés, se iniciaron excavaciones arqueológicas, bajo la dirección de uno de nosotros (J.C.Á.O.) (47), tarea que no estaba prevista en el proyecto, aunque sí se habían establecido medidas para la supervisión arqueológica de las obras.
Fig. 12.- Plano general de las excavaciones arqueológicas en la Ferrería de San Blas (1998-1999)
Las excavaciones han permitido conocer la implantación y características de todas las instalaciones que se levantaron en dicha nave, particularmente aquellas que se refieren a la ubicación de la máquina de vapor y sus calderas, la situación de los trenes de cilindros, laminación y otra maquinaria (martillo pilón), los diferentes hornos, el asiento de una gran chimenea, así como buena parte de la infraestructura de saneamiento de que se dotó para la evacuación de aguas y humos (fig. 12). Tales restos arqueológicos -que deberían ser objeto de un estudio en profundidad, con la participación, incluso, de especialistas extranjeros-, constituyen un testimonio irremplazable de lo que fue la organización de la primera Fábrica de Hierro moderna en España. Y su importancia viene acrecentada por la inexistencia de documentación relacionada con su construcción, de ahí que su conocimiento únicamente puede ser percibido gracias a los estudios arqueológicos (48). Estos hallazgos deberían haber suscitado una reflexión sobre el contenido y concepto del museo que se venía tratando. Incluso, la reconsideración de ciertas obras -los edificios "B" y"C"-. Pero, lejos de ello, las obras continuaron: los restos arqueológicos parecían un estorbo, cuando, en realidad, deberían haber sido un acicate para repensar el proyecto.
Por ello, aún cuando en estos momentos (julio de 2001) se encuentra en marcha, estimamos que debería abrirse un debate acerca de la conveniencia o no de reconsiderar ciertos planteamientos del mismo, especialmente la exclusividad que atribuye a la minería del carbón, frente al significado originario de la Ferrería. No se trata de cambiar un protagonismo por otro, sino de atribuir a cada aspecto que rodea al Monumento -el hierro y el carbón- el papel que cada cual tuvo en la historia reciente del valle de Sabero y, en el caso del segundo, presentarlo al público en sus instalaciones mineras originales, que abundan por doquier, tan necesitadas como están de conservación.
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(1) El Consejo de Europa ha organizado hasta el momento cuatro coloquios sobre Patrimonio Industrial: ¿Qué políticas hacia el Patrimonio Industrial?, Lyon; Las Obras Públicas: una nueva dimensión del Patrimonio, Madrid; Los monumentos técnicos de la mina: Patrimonio Cultural, Bochum, y Patrimonio Industrial: instrumento de la memoria, Durham.
(2) Las obras fueron sufragadas por la Junta de Castilla y León y su dirección corrió a cargo del arqueólogo Fernando Miguel Hernández. Vid.: Delgado García I. y Miguel Hernández, F. 1993: Sabero. Museo Minero. Museos y Colecciones de León nº 10. Coleccionable editado por el periódico La Crónica 16 de León.
(3) Declaraciones de Carlos de la Casa Martínez, Director General de Patrimonio y Promoción Cultural, recogidas en el Diario de León de 11 de octubre de 1994, p. 15.
(4) Diario de León de 28 de julio de 1998, p. 15.
(5) El mejor y más completo estudio sobre San Blas sigue siendo el de Francisco Quirós Linares, publicado en 1972: "La Sociedad Palentina-Leonesa de Minas y los primeros Altos Hornos al cok de España, en Sabero (1847-1862)". Departamento de Geografía de la Universidad de Oviedo, 5-21. También: García Sánchez, J. 1995: "Nuevos documentos sobre la Ferrería de San Blas". Diario de León (10 de septiembre de 1995), Suplemento Filandón, p. IV-V. En este artículo su autor da a conocer el acta notarial que certifica la colocación de la primera piedra del establecimiento siderúrgico, cuando las obras de éste se encontraban ya iniciadas.
(6) Carro Celada, E. 1970: "El Maragato Cordero: figura desconocida de liberal decimonónico". La Luz de Astorga, 10 de abril, p. 3-6; Rubio Pérez, L. 1995: Arrieros Maragatos. Poder, negocio, linaje y familia. Siglos XVI-XIX. Fundación Hullera Vasco-Leonesa.
(7) Quirós, op. cit., p. 7.
(8) Prado, C. 1848: Descripción de los terrenos de Valdesabero y sus cercanías en las montañas de León, donde se hallan las minas de carbón de piedra y hierro de la Sociedad Palentino-Leonesa. Madrid.
(9) En los fondos antiguos de la Biblioteca de la Escuela de Minas de París, sin embargo, no aparece rastro alguno de este ingeniero francés. Agradecemos muy sinceramente a Mme. Marie-Noëlle Maisonneuve, este dato. Gendre fue autor de la Memoria presentada para el establecimiento de una fábrica de hierro en el pueblo de Sabero, provincia de León, a D. Ramón de Guardamino, Manuscrito fechado el 13 de julio de 1844, citado en: Maffei, E. y Rúa Figueroa, R. 1871-1872: Apuntes para una biblioteca española de libros, folletos y artículos impresos y manuscritos, relativos al conocimiento y explotación de las riquezas minerales y a las ciencias auxiliares. 2 vols. Madrid.
(10) Maffei y Rúa Figueroa, op. cit., p. 388-389.
(11) Maffei y Rúa Figueroa, op. cit., p. 391 y ss.
(12) González García, J.L. 1979: "La Sociedad Palentino Leonesa y la Fábrica de San Blas de Sabero (Algunas aportaciones al estudio de una de las más importantes experiencias industriales en la provincia de León)". Económicas y Empresariales 8, 146-157. Este mismo autor es el que nos da cuenta de este dato, según recoge la Memoria de la Junta gubernativa y dirección de la sociedad Palentina-Leonesa comprensiva desde el 15 de Marzo de 1845 al 30 de Abril de 1846. Madrid, 1846. Imp. de Sanchiz (En Maffei y Rúa Figueroa, op. cit., p. 62). También Nadal, J. 1975: El fracaso de la Revolución Industrial en España, 1814-1913. Barcelona.
(13) Maffei y Rúa Figueroa, op. cit., p. 312 y ss.
(14) Paret figura, como ingeniero y director facultativo de la Sociedad Palentina Leonesa, entre los asistentes al acto de colocación de la primera piedra de la Ferrería. Vid. Nota 5.
(15) Alcalá-Zamora, op. cit., p. 190.
(16) Revilla, J. 1906: Riqueza minera de la provincia de León. Su descripción industrial y estudio de soluciones para explotarla. Imp. Alemana. Madrid. Lám. 15. Las fotos en: Clemencín, P.M. y Buitrago, J.M. 1900: Adelantos de la siderurgia y de los transportes mineros en el Norte de España. Madrid. Estos excepcionales documentos, inéditos hasta entonces en las publicaciones sobre San Blas, los dimos a conocer en un reciente artículo periodístico: Vidal Encinas, J.M. 1999: "La Fábrica de San Blas. La Ferrería de Sabero y el Museo Regional de la Minería". Diario de León, de 10 de octubre, p. 6-7. Agradecemos mucho a María Fernanda Fernández Gutiérrez, del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo, toda la ayuda prestada en la búsqueda bibliográfica -que nos permitió llegar a estas extraordinarias fotografías-, así como sus generosas orientaciones. Lo que hacemos extensivo a Francisco Carantoña Álvarez, por las facilidades prestadas por el Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de León para conseguir la publicación.
(17) García Sánchez, J. 1998: "La Ferrería de San Blas, primeros Altos Hornos al cock (sic) (1847-1862). Adjudicación de bienes embargados". Diario de León. Suplemento Filandón (27 de diciembre de 1998), pp. 4-5.
(18) Conocemos estos datos gracias al documento de compra de la Ferrería por Hulleras de Sabero, de 1892, que describe de forma bastante pormenorizada los edificios y la maquinaria existente en ellos. Vid. artículo citado en la nota anterior.
(19) Existe una fotografía, que nosotros reproducimos aquí (fig.4), en la que se pueden apreciar estos detalles constructivos, publicada por Gonzalo Garcival en la recordada revista Triunfo, en su número 569, de 25 de agosto de 1973: "La vieja quimera de industrializar Castilla (la Vieja)". p. 30-33. Quisiéramos enviar nuestros mejores sentimientos, y reconocer la gran deuda de gratitud por toda la ayuda prestada, a Gonzalo y su hermano Julián García Sánchez.
(20) El mineral de hierro se obtenía de sendas minas situadas en Yugueros (La Ercina) y Alejico (Sabero), mina, esta última, conocida con el nombre de "La Imponderable". Se encuentra sobre la margen derecha del Esla, a unos 2,5 km de Sabero y, probablemente, tal cual fue abandonada en tiempos de la Ferrería de San Blas.
(21) Quirós, op. cit., p. 5, nota 1 y p. 10.
(22) Estos rasgos formales de Sabero se reconocen en ilustraciones francesas como, entre otras, la de Les Lavoirs, en Saint-Florent-sur-Cher. Debemos estos datos, y otros muchos, a Mr. Patrick Léon, Conservador del Patrimonio en la Direction Régionale des Affaires Culturelles de la Región Centre (Orleáns, Francia), a quien agradecemos mucho su generosidad y gentileza. Vid.: León, P. 1994: "Le haut fourneau des Lavoirs: aux origenes de l´industrie florentaise". Berry-Magazine nº 30 (juin), 48-51.
(23) Un cronista local, M.T. Ordóñez, describió el segundo de los altos hornos, encendido en 1860, como "... el primero de cuba cilíndrica que se ha encendido en Europa", lo que puede parecer, quizás, una exageración, motivada por la notoriedad del acontecimiento, que relata en tono épico y emocionado. Vid.: El Esla. Periódico de Intereses Materiales, de 22 de enero de 1860.
(24) Bernáldez, F., Lasala, J.P. y Rúa de Figueroa, R. 1854: "Estudios sobre la explotación de ulla (sic) y beneficio de los minerales de hierro en Sabero". Revista Minera, t. V. Madrid.
(25) En las fotografías se observan 14 arcos, pero, uno de ellos, situado en el extremo occidental corresponde a un cobertizo levantado en la prolongación de la nave.
(26) El hastial occidental que actualmente podemos contemplar en Sabero no es el original, ya que fue sensiblemente modificado en el primer tercio del siglo pasado, reduciendo el tamaño de las ventanas semicirculares y el de las puertas que flanquean a la central, las cuales, originalmente, eran todas del mismo tamaño.
(27) La referencia en: Revilla, J. 1906: Riqueza minera de la provincia de León. Su descripción industrial y estudio de soluciones para explotarla. Imp. Alemana. Madrid.
(28) Tomada de: Clemencín y Buitrago, op. cit. en nota 21.
(29) Quirós, op. cit., p. 10; la altura de la chimenea la conocemos por el documento de compra de la Ferrería. Vid. artículo de J. García Sánchez citado en nota 21.
(30) Así parece deducirse del Inventario de materiales e instalaciones que realiza Santiago Alonso Cordero, una vez que deja el arriendo de la Ferrería, ya que señala su existencia entre los dos hornos. Vid. Revilla, J. op. cit., p. 278-279.
(31) Belhoste, J. -F. y otros 1994: La métallurgie comtoise XVe-XIXe siècles. Étude du val de Saône. L´Inventaire. Cahiers du Patrimoine 33, p. 308-309.
(32) Sierra Álvarez, J. 1986: "Hacerle agradable la vida (al minero). Disciplinas industriales en la minería leonesa de comienzos del siglo **". León (Revista de la Casa de León en Madrid), nº. 341, p.10.
(33) Nos los ha proporcionado J. García Sánchez, en un documento manuscrito, que agradecemos mucho.
(34) La provincia de León, con una gran tradición herrera, no conoció nunca el funcionamiento de alto horno alguno.
(35) Quirós, op. cit., p. 12. Este autor también alude a otras causas, como origen del cierre: de tipo técnico, ligadas a la mala calidad del mineral de hierro y al mismo proceso de fundición, así como otras, externas, como la competencia que se estableció con la apertura de las cuencas mineras de Orbó y Barruelo y, sobre todo, el alejamiento de Sabero de una buena línea de comunicación, concretamente, del ferrocarril.
(36) García Sánchez, 1998, op. cit. passim.
(37) Para Trubia: Suárez Menéndez, R. 1993: Fábrica de Trubia 1794-1987. Historia y producción artística. Centro de Esculturas de Candás. Museo Antón.
(38) Alcalá-Zamora, J. 1974: "Producción de hierro y altos hornos en la España anterior a 1850". Moneda y Crédito128, p. 128. También: Helguera Quijada, J. 1998: "Transferencias de tecnología británica a comienzos de la Revolución Industrial: un balance del caso español, a través del sector energético". Estudios de Historia de las Técnicas, la Arqueología Industrial y las Ciencias (García Hourcade, J.L., Moreno Yuste, J.M. y Ruiz Hernández, G. Coordinadores. I Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas, Segovia-La Granja, 9 al 13 de septiembre de 1996), 89-106.
(39) Alcalá-Zamora, op. cit., p. 170.
(40) Helguera Quijada, op. cit., en nota 7, p. 93.
(41) La máquina de vapor se generaliza en España tardíamente, a partir de 1770, y se utiliza en la construcción naval, según Helguera Quijada, op. cit., p. 94.
(42) Delgado García, I. y Miguel Hernández, F. op. cit. en nota 2, p. 18.
(43) Valmaseda González-Mata, A. 1997: Restauración y adecuación de la Ferrería de San Blas y edificios anejos para su posterior adecuación para Museo Minero. 1ª Fase. Junta de Castilla y León. Consejería de Educación y Cultura.
(44) Para tal interpretación Vid. op. cit. en nota 37, p. 154.
(45) San Blas contó con dos baterías de hornos para fabricar coque. La mayor constaba de un macizo de 40. Aquí parece que se obtenía por el método de pilas abiertas o de "Saint-Etienne", en hornos circulares franceses, según Quirós (op. cit., p.11). La menor, de 15 hornos belgas, estaba situada al oeste de las soplantes, ya que, cada cinco de ellos, aprovechaban el calor sobrante para calentar calderas pareadas y producir vapor para el movimiento de aquellas máquinas.
(46) González Rodríguez, M. y Pérez Blanco, A.J. 1997: Estudio Cimentación. Museo Minero en la Ferrería de San Blas. INCOSA Ingeniería. Junta de Castilla y León.
(47) Los trabajos arqueológicos se desarrollaron a lo largo de cuatro campañas discontinuas, entre agosto de 1998 y el mismo mes del año siguiente. Vid.: Álvarez Ordás, J.C. 1999: Excavación arqueológica en la Ferrería de San Blas. Sabero. León. 1998-1999. Informe inédito. Junta de Castilla y León. Servicio Territorial de Cultura de León. La supervisión arqueológica industrial fue dirigida por D. Fernando A. Muñoz Villarejo.
(48) Comunicación in litteris de D. Arturo del Valle Alonso, de Hulleras de Sabero y Anexas S.A., en la que nos manifiesta que en los archivos de dicha sociedad no ha habido ningún documento relacionado con la construcción de la Ferrería.
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2006-11-17 02:27:10
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