Los tamales. Atoles
El origen prehispánico de los tamales está claramente documentado por los principales historiadores del siglo XVI, particularmente por fray Bernardino de Sahagún. Muchos de los tamales se vinculaban a ritos funerarios, costumbre que subsiste hasta la fecha, en el dÃa de Muertos.
Al respecto, es pertinente hacer una reflexión. Lo mismo que las artesanÃas, el arte culinario tiene manifestaciones relacionadas con el calendario festivo de nuestro paÃs. Tal es el caso de la rosca de Reyes, de la ensalada de Corpus, de los romeritos navideños, del pato en pipián del dÃa de la Calendaria, de las torrejas y la capirotada en tiempo de vigilia, de la rojiza ensalada de Nochebuena, del ponche de frutas de las posadas, del pavo del Año Nuevo y de los tamales de flor de colorÃn que hacen en Tepoztlán allá por el carnaval, entre otros muchos guisos de temporada.
Dentro de ese extenso horizonte de los antojitos, los tamales ocupan un capÃtulo especial. Su consumo cubre de hecho a todo el territorio nacional y sus diferentes estilos y presentaciones son numerosÃsimos.
El universo tamalero se puede clasificar de muy diferentes maneras, según el ángulo desde el que se analice. Si se toma como referencia el tipo de hoja que envuelve al tamal, a grosso modo se les puede dividir en dos: los de hoja de plátano, que corresponden a las zonas costeras y tropicales, y los envueltos en hojas de la mazorca del maÃz, que están generalizados en todo el territorio nacional; en náhuatl, tales hojas se llaman totomochtli.
Algunas excepciones serÃan los tamales que se envuelven en hojas verdes de elote, o de carrizo o de chilaca o de papatla o de la planta del maÃz (no de la mazorca). PodrÃa también considerarse a los mixiotes, que van envueltos en el pergamino que forra la penca del maguey.
Prácticamente en toda Latinoamérica existen los tamales, tanto en hoja de plátano como de mazorca, aunque ningún paÃs tiene nuestra enorme variedad. En algunos lugares se usa el mismo nombre y en otros los hay diferentes: hallaca, tayuyo, bacán, guanime, mapiro, mandullo, humitas, chapanas, pamonas, bollos, etc.
Hagamos una somera revisión de los tamales mexicanos, por estados:
En las "cenadurÃas" de la capital aguascalentense se comen los clásicos tamales de chile en hoja de mazorca y otros menos conocidos: de frijol con rajas, de piña con rompope, de piñón con biznaga y de cacahuate.
En Baja California hacen tamales de atún y otros llamados de Güemes, que contienen carnes de puerco y pollo, aceitunas y pasas.
La receta más caracterÃstica de tamal campechano es con una salsa a base de chile guajillo, axiote, jitomate, ajo, cebolla, pimienta, clavo, comino, orégano y vinagre; la salsa se revuelve con carne de cerdo desmenuzada y se frÃe con manteca. El tamal se rellena con este guiso, al que se le agregan también aceitunas, alcaparras, pasas, chiledulce y almendras, todo ello picado. Se hace una especie de tortilla de masa sobre la hoja de plátano, se le pone en medio la carne con la salsa y se doblan las orillas para que el tamal quede cuadrado.
También preparan unos tamalitos de bola llamados chanchamitos (usuales en todo el litoral sur del Golfo de México) rellenos de batidillo, que es el resto sustancioso del puchero, lo que quedó en el fondo de la olla, sedimentos de carne y verduras.
En Coahuila y sobre todo por el rumbo de la Laguna, acostumbran unos tamales pequeños, en hoja de mazorca, que apenas son mayores que dedos pulgares. A veces están rellenos de carne condimentada con cominos, tomillo y salsa de chiles secos, o de machaca o de queso con salsa; llevan bastante manteca y con frecuencia es más la cantidad de relleno que la misma masa de maÃz. También los hacen de harina de arroz y dulces, rellenos de pera o de membrillo o de canela.
Hacen en Colima unos tamales regios que tienen también, además de su tradicional masa y su salsa, arroz y costillitas de cerdo, Asimismo hay tamales de ceniza con frijoles.
En Chiapas hay una variedad increÃble de tamales debido a la cantidad de regiones tan diferentes que integran el estado. En la costa hacen los llamados tamales de cambray, en hoja de plátano, rellenos con carne de puerco, huevo cocido picado, rajas de chile pimiento, pasas, aceitunas, zanahorias y mole rojo a base de chiles mulato, ancho y pasilla tostados y molidos. También se hacen los famosos tamales de chipilÃn —una hierba papilonácea— y de chipilÃn con camarones, asà como el tamal de toro pinto, a base de frijol todavÃa fresco, o el tamal de Santa MarÃa, de frijol cocido y molido y envuelto en hojas de Santa MarÃa, o los tamales untados, en hoja de plátano, cuyo nombre alude a la manera como los elaboran.
En los Altos chiapanecos hacen el tamal de bola, llamado asà por su forma, que va envuelto en hojas de mazorca y relleno de costillas de puerco —con todo y hueso— guisadas con mole rojo; en la zona comiteca hacen los tamales padzitos, que pueden ser de frijol o de chÃcharos o de dulce de anÃs o a base de canela y pasas o los padzitos de manjar, que llevan como relleno, además de la masa, natilla de leche. También hacen pitaúles, tamales de hoja de milpa, de hoja de momón (yerba santa) y de juocane.
En el centro del estado hacÃan tamales de ajonjolà con almendras y de orégano y pimienta. En las zonas indÃgenas se acostumbran los nolochis, a base de frijol y maÃz, y los tamales de elote, llamados pictes.
En Chihuahua sobresalen los ricos tamales de cabeza de puerco con óregano y chile colorado, desde luego con masa y en hojas de mazorca. También los hacen pequeños, como en Coahuila. Otros son de espinacas.
En la ciudad de México destacan los tamales en hoja de mazorca: verdes de salsa de tomate con chile serrano y carne de cerdo; de mole poblano con pollo; de rajas con queso y de masa dulce pintada color de rosa, con pasitas.
Clásicas de esta capital son las tortas de tamal, que se elaboran colocando uno de ellos dentro de un bolillo o telera. También se acostumbran los tamales encuerados rojos y verdes, cocidos al vapor en hoja de mazorca y fritos en manteca al momento de comerse.
En Durango, como en la mayorÃa de los estados nosteños, se hacen tamales pequeños, en hoja de mazorca. Ahà acostumbran unos rojos de chile puya.
En el Estado de México se comen los tamales que señala el refrán: de chile, de dulce y de manteca; estos últimos son neutros, para acompañar algún mole u otro guiso. Destacan los tamales de frutas, como el capulÃn. Hay unos tamales judas, con arvejón y piloncillo.
En algunas zonas de Guanajuato hacen tamal de muerto, elaborado con maÃz azul. También hay tamales agrios, con salsa roja. En casi todo el BajÃo elaboran los llamados tamales de ceniza, nombre debido a que hierven el maÃz en agua con ceniza y a veces los envuelven en hojas de carrizo.
Por el rumbo de Taxco, en Guerrero, hacen unos tamales de frijoles que, una vez en el plato, se cubren de mole verde de pipián. También hacen tamales de pollo con salsa verde y tamales de calabaza en dulce y de cuajada. En la Costa Chica guerrerense hacÃan tamales dulces color de rosa, teñidos con la famosa cochinilla.
En el estado de Hidalgo se pueden marcar dos grandes zonas: la región minera de Pachuca y sus alrededores, con tamales en hoja de mazorca con masa aderezada con anÃs, aún en los de chile; y la Huasteca, con tamales en hoja de plátano y, sobre todo, los gigantescos zacahuiles, cocidos como la barbacoa en forma subterránea o en horno de piedra o adobe, y que llegan a contener hasta un cerdo entero: una vez preparada la masa de maÃz —que no va molida fina, sino martajada en pequeños gránulos—, se coloca en hojas de papatla dentro de un recipiente hecho a propósito y se rellena con la carne en trozos previamente adobada con chiles secos colorados, y asà se mete al horno de tierra cavado en el suelo. El zacahuil clásico contiene una cabeza de cerdo y un guajolote y aún más, para ser suficiente en una boda.
Los tamales tapatÃos son de gallina con masas revueltas de maÃz y de arroz, salsa roja de jitomate con chiles poblanos, aceitunas y alcaparras. Además de otras variedades usuales en casi todo el paÃs, también hacen en Jalisco tamales de ejote.
El recuento del amplio espectro de los tamales michocanos hay que empezarlo, de manera obligada, con las esponjadas corundas. Lo usual es prepararlas sólo con masa de maÃz y manteca de cerdo; se envuelven en la hoja de la planta del maÃz, no de la mazorca, en forma de pequeñas bolas que, al apretarse y cocerse, adoptan una figura geométrica de cuatro caras triangulares y cuatro picos. Se sirven varias corundas en un plato y se les baña con salsa de jitomate picosa y crema y se les puede poner encima carne de puerco; también se acostumbra comerlas con frijoles, jocoque y salsa; pueden llevar asimismo queso.
Los uchepos son unos pequeños tamales en hoja de elote, dulces por ser precisamente de elote tierno, que pueden hacerse con leche o con agua y lo más usual es condimentarlos con canela. Se pueden comer bañados con mantequilla y con rajas de chile poblano a un lado. Otros tamales de la meseta tarasca son los de zarzamora, y también hacen tamales tontos sin cernir, tamales de chÃa o zapatas, tamales agrios rellenos de frijol y queso, fritos o en sopa aguada, nacatamales y tamales tarascos de maÃz y frijol con charales. En la costa acostumbran tamales en hoja de plátano.
En Morelos hacen tamales aguados y cernidos, por la zona de las faldas del volcán; hacia Tepoztlán hay unos de flor de colorÃn. Otros son de hoja de chaya con pepita de calabaza y hacia Tequesquitengo se han desarrollado en años recientes nuevas variedades de tamales, posiblemente por la presión turÃstica. Los preparan sin masa y sobresalen tres tipos: de pescado bagre, de cebolla y de nopales.
En Nayarit hay una especie de tamal de cazuela que llaman sopa de tamales de elote.
En Nuevo León son muy sabrosos los tamalillos hechos de cabeza de puerco guisada con chile, ajo y cominos. Asimismo los de nuez con piloncillo.
El tamal oaxaqueño por antonomasia, digamos el clásico, es el de masa de maÃz colada y relleno con mole negro a base de chiles ancho, mulato y chilhuacle, con carne de puerco y envuelto en hoja de plátano.
En algunas zonas indÃgenas de Oaxaca comen los tamales dob, sin cernir y neutros; en el Istmo, tamales de pescado o etabinguis. En la costa hacen tamales de iguana y tamales de chipilÃn, y otros son simplemente tamales de sal. En el mercado de la capital oaxaqueña hay tamales de verde (mole verde a base de yerba santa, epazote y perejil), de amarillo (mole de ese color, de chile chicoxtle y guajillo), de elote dulce con salsa picante y otros casi iguales, pero donde la salsa —de jitomate— se les pone encima al momento de comerlos. Asimismo los hay de rajas, de picadillo y otros de frijoles con hoja de aguacate y chile de árbol, también bañados con salsa. Todos estos tamales se envuelven con hoja de mazorca.
Los tamales en Oaxaca llevan de la mano a los siete moles de esa entidad, consagrados por el gusto popular: además de los ya citados moles negro, verde, y amarillo, hay que agregar el colorado de chile ancho, el coloradito con camarón seco y verduras —para tiempo de vigilia—, el almendrado y el chichilo, con hojas de aguacate.
En Puebla, extraordinaria por su riqueza culinaria, acostumbran comer, además de los tamales del tradicional mole poblano, tamales de ayocote, ese frijol grande, morado o café. En Huejotzingo hacen tamales de masa con queso fresco y epazote; también los componen de haba molida con venas de chile y una hoja de aguacate, e igualmente tienen tamales pulacles, con calabacitas, frijol y ajonjolÃ.
En Queretaro elaboran los tamales canarios con pasitas.
En la Huasteca potosina y sobre todo en Ciudad Valles, son famosos, además de los enormes zacahuiles, los tamales de chilpán, con relleno a base de chile ancho, manteca de cerdo y ajo. Asimismo hacen tamales de picadillo y anÃs y tamales de palmito. En la capital del estado hay, entre otros, tamales de chilacayote en dulce.
Dentro del género —no muy usual— de los tamales a base de mariscos, deben resaltarse los tamales barbones, de camarón en hoja de mazorca, llamados asà en alusión a las barbas del crustáceo que, al no estar pelado, sobresalen entre los pliegues del envoltorio; la masa va rellena con chÃcharos y rajas. Los hacen en el sur de Sinaloa. En este estado hay tamales con verduras, otros en forma de bola y otros más que conjugan la carne de puerco con camote, calabacitas y ejotes. Hacen igualmente tamales dulces de piña, de nata y hasta de frijol. Otros son los nixcocos, tamales neutros hervidos en agua con palo de Brasil, que los pinta de rojo.
También en Sonora hacen tamales dulces de frijol con pasitas. Preparan tamales de ceniza y parecidos a los nixcocos sinaloenses tienen unos que llaman nejos. Hay tamales de verdolagas, de garbanzo y de frijol yorimuni. Hacen nacatamales de puerco, aceitunas y pasitas.
Los tamales en Tabasco no dejan nada que desear. Por lo general, usan como envoltura la hoja de plátano —que casi por definición es tabasqueño— para hacer tamales de cabeza de puerco, de chipilÃn, de masa colada con carne de guajolote y del prediluviano pejelagarto. Un tipo de tamal tiene la masa revuelta con chiles y axiote, para que le den sabor y color; se agregan cominos y carne de puerco. También hay chanchamitos, pequeños y esféricos; los maneas, de carne deshebrada; los mones o tamales de pescado; los tamales de chaya y los de frijol con chicharrón.
En el sur de Tamaulipas hacen tamales de chilpán, con una salsa de siete chiles.
La alargada geografÃa de Veracruz proporciona un arcoiris de tamales, desde los zacahuiles huastecos que ya se vieron, hasta los tamales de elote dulce con carne de puerco y salsa de chiles secos, del centro del estado. En Tuxpan los hacen similares, pero con moles y pollo, y les llaman chamitles. En Papantla hay un zacahuil aguado que se sirve con cucharón y se acompaña con pulacles, tamales de frijol con calabaza; otros parecidos se llaman cuitones.
Por Nautla y Tecolutla hacen tamales de cazón deshebrado, un pez que no es más que el tiburón joven. También los hay pintos, con ejotes, chile verde y cilantro; otros son de pipián con frijol gordo tierno y otros más los llaman xocos y llevan maÃz negro con queso y panela. Asimismo cocinan la pata de mula o libro, una especie de tamal grande, en rollo sobre hoja de plátano, a base de frijol negro.
En la región central veracruzana hacen tamales de pepita y frijol y de flor de izote con cerdo. En Sotavento hay tamales de chicharrón y piloncillo y otros llamados cabeza de perro, de diversos sabores dulces. Hacia los Tuxtlas hacen tamales morados de coco y anÃs, mimiles o tamalitos de elote, tamales de capita con frijol, calabaza y epazote y más al sur chanchamitos.
En ese vasto mundo gastronómico que es Yucatán, sobresale el mucbipollo o pibipollo, tamal de cazuela que se cuece bajo tierra o en horno y cuyo nombre es una hibridación del maya, mucbil, enterrado, y del castellano, pollo. Asimismo hay mucbipollos con espelón, una especie de frijol tierno que agrega un toque de sabor y distinción. Los vaporcitos yucatecos son unos tamales en hoja de maÃz que se sirven con la masa cocida muy suave.
No podÃan faltar en Zacatecas unos tamales de la Bufa, en los cuales la masa se acompaña de carne de cerdo, cominos y salsa de chile ancho.
Aunque este inciso nos circunscribe originalmente a los tamales, resultarÃan incompletas estas notas si dejáramos de mencionar que el obligado acompañamiento lÃquido de ese alimento son los atoles: bebida preparada a base de masa de maÃz con agua o leche. No es una costumbre reciente, por cierto; ya desde el México prehispánico era indisoluble el binomio tamal/atole.
Como meros ejemplos aislados, recordemos el xocoatolli o atole agrio usado en los Altos de Chiapas, en Oaxaca, en Puebla y en algunas partes de Veracruz; para hacerlo se muele el maÃz crudo y se puede servir frÃo o caliente. El xole de Teziutlán, Puebla, y de Tlapacoyan, Veracruz, hecho con maÃz y cacao, que es equivalente al posol tabasqueño y chiapaneco. El atole de pinole de Zumpango, México. El atole blanco insÃpido o de puzcua que se bebe en Michoacán, acompañado con trocitos de piloncillo a mordidas, y allà mismo el atole de citún, que es una ciruela silvestre. El atole de maÃz, leche, azúcar y canela llamado MarÃa Gorda. El atol hecho con maÃz cocido diluido en agua y el atol de granÃo, de maÃz martajado o a medio moler que se usa en Comitán. El atole de chile ancho que se bebe también acompañado con panela a mordidas en San Pedro Sierra Gorda, Zacatecas, y en ese estado también los atoles de biznaga y de aguamiel. Agreguemos el cuatole de Tlalixtac, Oaxaca, con miel y chile, y el nicuatole, con jalea de maÃz. El atole de masa y agua con granos de elote tierno que hacen en Real del Monte, Hidalgo. El atole agrio de maÃz negro fermentado, con piloncillo, que se bebe en las Huastecas, y allà mismo el atole blanco de agua. El atole de flor de San Juan, de Irapuato, y en Chiapas el atole de habas y el chilatol con pimienta, éste entre los indios tojolabales, para ayudar en el trabajo de parto. En Tetela del Volcán, Morelos, el chacuatole, de calabaza, cacahuate y piloncillo y otro parecido en el Estado de México, que llaman chacualole, con guayaba y caña.
Las tortas
Como el taco, que surge del mero acto de enrollar un alimento con una tortilla de maÃz, asà surge la torta, al momento de partir un pan —por lo general de harina de trigo— y rellenarlo con infinito número de variantes comestibles.
Cocinas tan prestigiadas como la francesa o la española, cuando se orientan hacia las tortas (con sus baguettes o pepitos), resultan de un atraso bosquimano comparadas con la torta compuesta de México. Los anglosajones también ostentan un notable subdesarrolllo en sus sandwiches.
Una torta compuesta requiere, en primer lugar, de una telera o bolillo, que en algunas partes del paÃs siguen llamando pan francés, nombre adoptado a partir de 1862, con la intervención armada de Francia en México.
Independientemente de su eventual origen poblano, ubicamos a las tortas compuestas como tÃpicas del Distrito Federal; tanto es asÃ, que en nuestro norte fronterizo —donde consumen tortas mucho más sencillas llamadas lonches, por inevitable influencia de la vecindad idiomática— hay torterÃas que anuncian con orgullo culinario y sentido mercadotécnico que las suyas son "tortas estilo México", o sea, de la ciudad de México.
En todo el paÃs se encuentran variantes regionales de las tortas: en Real del Monte, Hidalgo, las hacen de tamal, usando cocoles; en Comitán, Chiapas, se come el pan compuesto, que es un bollo con frijoles y carne de puerco deshebrada; las tortas ahogadas de Guadalajara, bañadas con abundante caldillo; las chanclas de Puebla, asimismo con caldillo; los guajolotes, también poblanos, que son pambazos rellenos con enchiladas, y de allá mismo las cemitas, formidables y exóticas, rellenas con pata de res, pápaloquelite, aguacate, queso fresco y chipocles en escabeche; pambazos de papa con chorizo, sobre todo en el BajÃo; y en fin, las tortas de carnitas de puerco del mercado de la ciudad de Guanajuato.
La cultura del antojito
PermÃtase la expresión "cultura del antojito", por más que desde hace unos años se viene abusando del término cultura. Ahora se habla de cultura laboral, cultura de la muerte, cultura de la protección civil y un sinnúmero de aplicaciones más.
Hablamos de la cultura del antojito porque se trata de una forma de ser del mexicano, de una costumbre alimenticia tradicional y ancestral que comprende prácticamente a todas las clases sociales, en fin, porque los antojitos aparecen de manera cotidiana en la vida de la mayor parte de nosotros.
Un estudio exhaustivo de los antojitos sólo podrÃa ser realizado por un amplio grupo de trabajo abocado a este asunto durante un tiempo considerable, y los resultados darÃan lugar a una verdadera enciclopedia. Por tal motivo, conviene ahora concentrarse en tres alimentos, sin duda los más generalizados en toda nuestra vasta geografÃa culinaria: los tacos, los tamales y las tortas.
Aunque la "alta cocina" mexicana está muy estudiada, hay que señalar que hoy en dÃa, de manera poco comprensible, investigadores, cocineras, gastrónomos y escritores dejan de lado con frecuencia a los antojitos cotidianos más sencillos y habituales. La suculencia de un mole poblano, por ejemplo, la disfrutamos quizá una vez al mes; en cambio, casi no hay dÃa en que no comamos uno o varios tacos.
Tal omisión acaso se debe a que parece obvia la elaboración del alimento de cada dÃa; sin embargo la información oral quedarÃa más protegida si se conservara y transmitiera por escrito y no sólo por medio de los labios amables de nuestras abuelas, madres y cocineras integradas al calor familiar. Todos tenemos la responsabilidad de preservar las tradiciones gastronómicas.
Nos enfrentaremos, pues, al degustado taco, desde el aburrido de bistec (beefsteak) al carbón, hasta lo más delicado de este mundo de la gula, que es la nana del cerdo o el ojo de la res. Continúa la haute cuisine de los tamales, de los cuales hay historia escrita desde el siglo XVI, para proseguir con las tortas, derivadas directas de nuestro mestizaje.
Por lo pronto, cabe resaltar un común denominador en estos tres tipos de alimentos: para comerlos no se requieren platos ni cubiertos (éstos no se usaban en el México prehispánico); y su consumo urbano actual es tÃpicamente callejero.
Otro aspecto es el ámbito geográfico dentro del cual se producen. El de la torta son las ciudades y tiene que ver, por supuesto, con su carácter mestizo. En cambio, el consumo de tacos y tamales no distingue esa frontera; lo mismo en el campo que en las urbes, los mexicanos somos afectos a ellos.
2006-11-16 14:37:05
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answer #3
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answered by JOSUE RAUL B 1
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