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No sean fomes, de verdad busco una respuesta seria. Reflexionemos un pokito sobre la muerte y la vida despues de ella si es q la hay. Es domingo de madrugada, no hallo q tengan algo mejor q hacer xD

2006-11-11 18:59:58 · 15 respuestas · pregunta de Jovi_sis 1 en Arte y humanidades Filosofía

15 respuestas

Vive la vida todo lo que puedas, porque despues, na de na.

2006-11-11 19:19:50 · answer #1 · answered by Anonymous · 1 0

Ninguna de las dos, y esto es una respuesta seria, lo demás son especulaciones.

2006-11-11 19:25:08 · answer #2 · answered by leola 7 · 1 0

Depende de la religión, depende de la filosofía, reencarnación es el regresar a esta tercera dimensión tomando otro traje (cuerpo), resurrección es el regresar a esta tercera dimensión, logicamente en otro traje (cuerpo) . Ambas son lo mismo.

2006-11-15 05:39:52 · answer #3 · answered by Anonymous · 0 0

CREO EN LA RESURECCION DE LA CARNE Y LA VIDA PERDURABLE.


AMEN .

LO APRENDI DE CHAVALILLO .

EN ESO CREO . !!!!

2006-11-13 13:46:03 · answer #4 · answered by EX CORDE 5 · 0 0

¡NO ES LO MISMO?

2006-11-11 23:12:05 · answer #5 · answered by Anonymous · 0 0

Creo que es cuestion de la religion que uno profese , budista,cristiana , o agnostico etc
particularmente no tengo pruebas de que haya nada

en cuanto a los recuerdos anteriores puede que esten grabados anteriormente que sean innatos

2006-11-11 22:11:49 · answer #6 · answered by Libre 2 · 0 0

SI ES CIERTO LO QUE DICE,AQUI TIENE PARA PODER INVESTIGAR Y QUE SE LE QUITEN LAS DUDAS O CONFUSIONES QUE TENGA, EN LA FUENTE DE LA INFORMACIÓN TIENE MUCHISIMA MAS.


¿Debería usted tenerle miedo a la muerte?
¿Cómo ve usted la muerte?
LA SOMBRA de la muerte nos persigue a cada instante, sin importar cuánta salud o dinero tengamos. Podemos caer en sus garras la próxima vez que crucemos la calle o nos vayamos a dormir. Sucesos trágicos como los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 perpetrados en Nueva York y Washington, D.C., nos enfrentan con la realidad de que “el último enemigo”, la muerte, elige a sus víctimas entre personas de toda edad y condición social, y en ocasiones reclama miles de ellas en cuestión de minutos (1 Corintios 15:26).

Con todo, la muerte parece fascinar a la gente. Aparentemente, nada vende más periódicos y eleva más los índices de audiencia televisiva que las noticias de muertes, en particular si pierden la vida gran cantidad de personas en circunstancias horripilantes. Se diría que la gente no se cansa de estas noticias, sea que estén relacionadas con la guerra, un desastre natural, la delincuencia o las enfermedades. La obsesión por la muerte alcanza su máxima expresión cuando fallecen celebridades o figuras públicas, suceso que despierta las más intensas emociones.

Es innegable que el ser humano sigue cautivado por la muerte... la muerte de los demás. Ahora bien, cuando afronta la suya propia, se estremece; este es un tema que la mayoría de nosotros no queremos ni siquiera plantearnos.

¿Le desconcierta la muerte?
Pensar en nuestra propia muerte siempre es y será desagradable. ¿Por qué? Porque Dios nos ha creado con el intenso deseo de vivir para siempre. “Puso también la eternidad en la mente del hombre”, afirma Eclesiastés 3:11, según la versión de Agustín Magaña. Por lo tanto, el carácter inevitable de la muerte ha creado en los seres humanos un conflicto interno, una continua desazón. A fin de disipar dicho conflicto y satisfacer el anhelo natural de seguir vivos, han surgido creencias de todo tipo, desde la inmortalidad del alma hasta la reencarnación.

En cualquier caso, la muerte es un fenómeno inquietante y aterrador, y el miedo a morir es universal. Por consiguiente, no debería sorprendernos que la sociedad en general se sobrecoja al pensar en la perspectiva de la muerte. Para empezar, pone en evidencia el gran vacío que supone dedicar la vida a conseguir riquezas y poder.

¿Morir en soledad?
En el pasado, era usual que un enfermo terminal o alguien herido mortalmente falleciera en el hogar, un entorno familiar y entrañable. Eso era lo común en tiempos bíblicos (Génesis 49:1, 2, 33). En algunos lugares, todavía se suele reunir a la familia e incluir a los niños en la conversación. De este modo, los familiares no tienen la sensación de sufrir en soledad; más bien, les consuela saber que comparten con otros el dolor y las obligaciones que conlleva la situación.

Tomar conciencia de la posibilidad de morir nos ayuda a dar mayor sentido a nuestra existencia

Lo anterior contrasta enormemente con lo que sucede en una sociedad que considera la muerte un tema tabú, incluso morboso, del que se excluye a los niños porque es “demasiado fuerte” para ellos. Morir hoy día es diferente en muchos sentidos y suele ser más solitario. La mayoría preferiría morir en la paz de su hogar recibiendo los tiernos cuidados de su familia, pero la cruel realidad es que muchas personas mueren sufriendo en la soledad de un hospital, conectadas a un aterrador despliegue de avanzados equipos médicos. Por otro lado, millones de seres humanos fallecen en el anonimato, víctimas sin rostro de los genocidios, el hambre, el sida, las guerras civiles o hasta la extrema pobreza.

Un tema de reflexión

La Biblia no desaconseja reflexionar sobre la muerte. De hecho, Eclesiastés 7:2 dice: “Mejor es ir a la casa del duelo que ir a la casa del banquete, porque ese es el fin de toda la humanidad”. Cuando nos enfrentamos a tal realidad, quizá hagamos un alto en las actividades y preocupaciones cotidianas, y meditemos en la brevedad de la vida. Esto puede ayudarnos a dar mayor sentido a nuestra existencia, en vez de vivir sin rumbo ni propósito.

Ahora bien, ¿cómo ve usted la muerte? ¿Ha examinado sus sentimientos, creencias, esperanzas y temores acerca del fin de la vida?

La naturaleza de la muerte, al igual que la de la vida, escapa a la comprensión humana. El único que puede hablar con verdadera autoridad sobre esta materia es nuestro Creador. Con él está “la fuente de la vida” y a él “pertenecen los caminos de salir de la muerte” (Salmo 36:9; 68:20). Por muy sorprendente que parezca, examinar algunas creencias populares sobre la muerte a la luz de la Palabra de Dios resultará consolador y reconfortante. Revelará que la muerte no tiene por qué ser el fin de todo.


¿Debería usted tenerle miedo a la muerte?
Mitos sobre la muerte bajo examen
A LO largo de la historia, la sombría perspectiva de morir ha desconcertado y asustado al ser humano. Es más, el temor a perder la vida se ha intensificado por una combinación de ideas religiosas falsas, costumbres populares y creencias personales muy arraigadas. El problema de abrigar dicho temor es que puede impedirnos disfrutar de la vida y socavar nuestra convicción de que la vida tiene sentido.

Las religiones mayoritarias son especialmente censurables por fomentar diversos mitos populares sobre la muerte. Lo invitamos a examinar unos cuantos a la luz de la verdad bíblica y ver si su manera de percibir la muerte queda más clara.

Mito número 1: La muerte es el fin natural de la vida.
“La muerte [...] es parte integral de la vida”, afirma el libro Death—The Final Stage of Growth (La muerte: etapa final del desarrollo). Comentarios de este tipo reflejan la idea de que la muerte es algo normal, el fin natural de todo organismo vivo. A su vez, esta forma de pensar ha fomentado el oportunismo y la filosofía nihilista, que niega todo valor moral.

Ahora bien, ¿es la muerte en realidad el fin natural de la vida? No todos los investigadores llegan a esa conclusión. Por ejemplo, Calvin Harley, biólogo especializado en el envejecimiento humano, afirmó en una entrevista que no cree que el hombre “haya sido programado para morir”. Por su parte, el inmunólogo William Clark hizo esta observación: “La muerte no está entretejida inseparablemente con la definición de la vida”. Y Seymour Benzer, del Instituto de Tecnología de California, expuso así su reflexión: “El proceso de envejecimiento no es comparable a un reloj, sino a una secuencia que esperamos ser capaces de alterar”.

Los científicos quedan perplejos cuando analizan el diseño del ser humano, pues descubren que estamos dotados de recursos y aptitudes que sobrepasan con creces las necesidades de una vida de 70 u 80 años. Han hallado, por ejemplo, que el cerebro humano posee una inmensa capacidad de memorizar. Cierto investigador calculó que la información que puede almacenar este órgano “llenaría unos veinte millones de volúmenes, tantos como los que albergan las mayores bibliotecas del mundo”. Algunos neurocientíficos creen que en toda una vida solo se utiliza una diezmilésima parte (0,0001) del potencial del cerebro. Así que cabe preguntarse: “¿Por qué posee el cerebro tal capacidad si durante la vida solo empleamos una minúscula fracción de ella?”.

Pensemos también en la reacción tan poco natural del ser humano ante la muerte. Para la gran mayoría, la muerte de un cónyuge o un hijo puede convertirse en la experiencia más traumática de la vida. La pérdida de un ser querido puede perturbar por largo tiempo nuestro entero equilibrio emocional. Hasta a quienes afirman que la muerte es un fenómeno natural les cuesta aceptar la idea de que su propia muerte signifique el fin de todo. La publicación British Medical Journal aludió a la “habitual suposición de los expertos de que todo el mundo desea vivir lo máximo posible”.

El problema del miedo a morir es que puede impedirnos disfrutar de la vida

En vista de la reacción general del hombre ante la muerte, del sorprendente potencial para memorizar y aprender, así como del anhelo interno de existir eternamente, ¿no resulta obvio que fuimos creados para vivir? De hecho, Dios no nos creó con la muerte como el desenlace natural, sino con la perspectiva de vivir indefinidamente. Veamos qué clase de futuro puso Dios ante la primera pareja humana: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla, y tengan en sujeción los peces del mar y las criaturas voladoras de los cielos y toda criatura viviente que se mueve sobre la tierra” (Génesis 1:28). ¡Qué futuro eterno tan maravilloso!

Mito número 2: Dios se lleva a las personas para que estén con él.
Una madre moribunda de 27 años de edad que dejaba tres hijos le dijo a una monja católica: “No me diga que es la voluntad de Dios. [...] No soporto que me digan eso”. Sin embargo, esto es lo que muchas religiones enseñan, que la gente muere porque Dios se la lleva con él.

¿Es el Creador en realidad tan cruel que quita la vida sin inmutarse, sabiendo que con ello nos destroza el corazón? No, el Dios de la Biblia no es así. Según 1 Juan 4:8, “Dios es amor”. Notemos que no dice que tenga amor o que sea amoroso, sino que es amor. Su amor es tan intenso, tan puro, tan perfecto, está tan presente en su personalidad y sus acciones, que con toda propiedad se puede decir que es la mismísima personificación del amor. Él no es un Dios que se lleve a la gente.

La religión falsa ha causado mucha confusión sobre dónde y en qué condición se encuentran los muertos. Cielo, infierno, purgatorio y limbo: estos y otros destinos suscitan desde incomprensión hasta terror absoluto. La Biblia, por otro lado, nos aclara que los muertos están inconscientes, en un estado comparable al sueño (Eclesiastés 9:5, 10; Juan 11:11-14). De modo que no deberíamos preocuparnos respecto a lo que sucede tras la muerte más de lo que nos preocuparíamos por alguien profundamente dormido. Jesús habló del tiempo en que ‘todos los que estuvieran en las tumbas conmemorativas saldrían’ a una vida nueva en un paraíso terrestre (Juan 5:28, 29; Lucas 23:43).

Mito número 3: Dios se lleva a los niños pequeños para que sean ángeles.
Elisabeth Kübler-Ross, quien estudió a enfermos terminales, mencionó otra opinión habitual de las personas religiosas. Relatando un incidente real, calificó de “imprudente decirle a una niña cuyo hermano había muerto que, como Dios quería tanto a los niños, se había llevado a Johnny al cielo”. Semejante afirmación presenta a Dios de forma muy desfavorable y no refleja su personalidad ni su forma de actuar. La doctora Kübler-Ross añadió: “Cuando la niña creció y se convirtió en mujer, nunca perdió su enojo contra Dios, sentimiento que se convirtió en depresión psicótica cuando se le murió un hijito, treinta años más tarde”.

¿Por qué iba Dios a llevarse a un niño para tener otro ángel, como si Él lo necesitara más que los propios padres? Si fuera cierto que Dios se lleva a los niños, ¿no lo convertiría eso en un Creador egoísta y carente de todo afecto? Sin embargo, la Biblia indica lo contrario, pues dice que “el amor es de Dios” (1 Juan 4:7). ¿Causaría un Dios de amor una pérdida que ni los seres humanos con un mínimo de sensibilidad moral aprobarían?

Entonces, ¿por qué mueren los niños? Parte de la respuesta que da la Biblia se halla en Eclesiastés 9:11: “El tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos”. Y según Salmo 51:5, todos somos imperfectos y pecadores desde nuestra concepción, por lo que cualquier eventualidad puede acabar con nuestra vida. En ocasiones, la muerte sobreviene antes de nacer. Otros niños mueren debido a circunstancias o accidentes trágicos. Pero Dios no es el responsable de tales imprevistos.

Mito número 4: Hay quienes son atormentados tras la muerte.
Numerosas religiones enseñan que los malos serán atormentados para siempre en un infierno de fuego. ¿Es esta una enseñanza lógica y bíblica? La duración de la vida humana es de 70 u 80 años. En el supuesto de que alguien haya sido extremadamente malvado toda su vida, ¿sería el tormento eterno un castigo justo? No. Sería muy injusto atormentar a un hombre para siempre por los pecados que hubiera cometido en su corta vida.

Solo Dios puede revelar qué ocurre al morir, y lo ha hecho en su Palabra escrita, la Biblia: “Como muere [la bestia], así muere [el hombre]; y todos tienen un solo espíritu [...]. Todos van a un solo lugar. Del polvo han llegado a ser todos, y todos vuelven al polvo” (Eclesiastés 3:19, 20). Aquí no se menciona ningún infierno de fuego. Cuando los seres humanos mueren, regresan al polvo, a la inexistencia.

Para ser atormentado hay que estar consciente. ¿Están conscientes los muertos? De nuevo, encontramos la respuesta en las Escrituras: “Los vivos tienen conciencia de que morirán; pero en cuanto a los muertos, ellos no tienen conciencia de nada en absoluto, ni tienen ya más salario, porque el recuerdo de ellos se ha olvidado” (Eclesiastés 9:5). Es imposible que los muertos, quienes “no tienen conciencia de nada en absoluto”, sufran en algún lugar.

Mito número 5: La muerte supone el fin absoluto de nuestra existencia.
Cuando morimos, dejamos de existir; pero esto no significa forzosamente que ahí se acabe todo. El fiel Job sabía que cuando muriera, iría al sepulcro, o Seol. No obstante, fijémonos en su oración: “¡Oh que en el Seol me ocultaras, que me mantuvieras secreto hasta que tu cólera se volviera atrás, que me fijaras un límite de tiempo y te acordaras de mí! Si un hombre físicamente capacitado muere, ¿puede volver a vivir? [...] Tú llamarás, y yo mismo te responderé” (Job 14:13-15).

Job creía que si seguía fiel hasta la muerte, Dios se acordaría de él y con el tiempo lo resucitaría. Todos los siervos de Dios de la antigüedad creían eso. El propio Jesús confirmó esta esperanza y mostró que Dios lo utilizaría a él para levantar a los muertos. Las siguientes palabras de Cristo constituyen una garantía: “Viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán [la] voz [de Jesús] y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio” (Juan 5:28, 29).

Dentro de muy poco, Dios eliminará toda maldad y establecerá un nuevo mundo gobernado desde el cielo (Salmo 37:10, 11; Daniel 2:44, Revelación [Apocalipsis] 16:14, 16). El resultado será un paraíso por toda la Tierra en el que vivirán quienes sirven a Dios. Leemos en la Biblia: “Oí una voz fuerte desde el trono decir: ‘¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado’” (Revelación 21:3, 4).


ALGUNOS MITOS COMUNES
SOBRE LA MUERTE ¿QUÉ DICEN
LAS ESCRITURAS?

La muerte es el fin natural de la vida Génesis 1:28; 2:17; Romanos 5:12
Dios se lleva a las personas para que estén con él Job 34:15; Salmo 37:11, 29; 115:16
Dios se lleva a los niños pequeños para que sean ángeles Salmo 51:5; 104:1, 4; Hebreos 1:7, 14
Hay quienes son atormentados tras la muerte Salmo 146:4; Eclesiastés 9:5, 10; Romanos 6:23
La muerte supone el fin absoluto de nuestra existencia Job 14:14, 15; Juan 3:16; 17:3; Hechos 24:15
Libertad del temor
Conocer la esperanza de la resurrección y a Quien le dio origen es una fuente de consuelo. Jesús prometió: “Conocerán la verdad, y la verdad los libertará” (Juan 8:32). Esto incluye librarnos del miedo a la muerte. Jehová es el único que realmente puede cambiar el proceso por el que envejecemos y morimos, y otorgarnos vida eterna. ¿Son confiables las promesas de Dios? Claro que sí, pues la Palabra de Dios siempre se cumple (Isaías 55:11). Lo animamos a que aprenda más acerca del propósito divino para la humanidad. Los testigos de Jehová se complacerán en ayudarle.


Saber la verdad sobre la muerte nos libra del temor


Cuando sufrimos alguna tragedia
OWEN, de dos años y medio, estaba jugando en el cuarto de baño de su casa. Allí se las arregló para llegar a un botiquín que sus padres creían que estaba fuera de su alcance. Al abrirlo, fijó su atención en una botella en particular. La destapó y se bebió su contenido. Las consecuencias fueron trágicas.


La botella contenía un ácido corrosivo, y, desgraciadamente, el pequeño Owen falleció. Sus padres estaban destrozados. Percy, el padre, acudió a su iglesia en busca de consuelo. “¿Por qué tuvo que ocurrir esto?”, preguntó. La respuesta que le dio el clérigo fue: “Dios quería otro angelito en el cielo”. El padre, consternado, pensó que aquello era totalmente injusto. ¿De veras quiso Dios que ocurriera esa tragedia? Ante tal desilusión, Percy decidió no tener nada más que ver con su iglesia.

Cada vez que pensaba en lo sucedido, se preguntaba: “¿Habrá dejado ya de sufrir mi hijo? ¿Volveré a verlo alguna vez?”.

Puede que usted también se haya preguntado qué ocurre cuando una persona muere y si en el futuro será posible reencontrarnos con nuestros seres queridos que han muerto. La Palabra de Dios, la Biblia, arroja luz sobre estas cuestiones. En sus páginas hay respuestas claras y reconfortantes para quienes han pasado por tragedias parecidas. Es más, la Biblia da a conocer un acontecimiento glorioso que Dios ha prometido para el futuro: la resurrección.

El siguiente artículo trata de esta maravillosa esperanza.


La resurrección
una esperanza maravillosa
LA CREENCIA en una resurrección es bastante común. El Corán, el libro sagrado del Islam, dedica todo un capítulo a este tema. La sura 75 dice en parte: “¡Juro por el día de la Resurrección! [...] ¿Cree el hombre que no juntaremos sus huesos? [...] Pregunta: ‘¿Cuándo será el día de la Resurrección?’ Ese tal [Dios] ¿no será capaz de devolver la vida a los muertos?” (Sura 75:1-6, 40).

“El zoroastrismo —dice The New Encyclopædia Britannica— sostiene la creencia en una victoria final sobre el mal, una resurrección general, un Juicio Final y la restauración de un mundo limpio para los justos.”

La Encyclopaedia Judaica define la resurrección como “la creencia de que al final los muertos volverán a vivir en la Tierra en sus respectivos cuerpos”. La misma obra de consulta también comenta que la creencia adoptada por el judaísmo de que el hombre tiene un alma inmortal presenta un dilema: “En realidad, ambas creencias, la de la resurrección y la de la inmortalidad del alma, se contradicen”.

El hinduismo enseña que el hombre pasa por una serie de renacimientos o reencarnaciones, para lo cual necesita tener un alma que siga viviendo después de la muerte. El Bhagavad Gītā, el libro sagrado del hinduismo, dice: “Aquello que se difunde por todo el cuerpo es indestructible. Nadie puede destruir a esa alma imperecedera”.

A diferencia del hinduismo, el budismo no acepta la doctrina de la inmortalidad del alma. Con todo, hoy muchos budistas del Lejano Oriente creen en la transmigración de un alma inmortal.*

La confusión en cuanto a la resurrección
En los funerales que se llevan a cabo en la cristiandad se suele hablar de la resurrección y al mismo tiempo de que el alma sobrevive a la muerte. Por ejemplo, los clérigos protestantes suelen recitar estas palabras: “Por cuanto el Dios Todopoderoso quiso en su sabia providencia separar de este mundo el alma de este hombre, por tanto, nosotros encomendamos su cuerpo a la tierra: tierra a la tierra; ceniza a la ceniza; polvo al polvo, con la esperanza y la certeza de la resurrección a la vida eterna de todos los que durmieron en Cristo” (Manual del Ministro).

Esta afirmación hace que la gente se pregunte qué enseña la Biblia, si la resurrección o la doctrina de un alma inmortal. Observe lo que escribió el profesor Oscar Cullmann, un protestante francés, en su libro La inmortalidad del alma o la resurrección de los cuerpos: “Existe una diferencia radical entre la esperanza cristiana de la resurrección de los muertos y la creencia griega en la inmortalidad del alma. [...] El hecho de que el cristianismo ulterior haya establecido más tarde un nexo entre esas dos creencias y que el cristiano medio siga hoy confundiéndolas pura y simplemente, no ha podido decidirnos a guardar silencio respecto a lo que, con la gran mayoría de los exegetas, tenemos por verdadero [...;] toda la vida y todo el pensamiento del Nuevo Testamento están dominados por la fe en la resurrección [...;] el hombre entero, que ha muerto realmente, es llamado a la vida por un nuevo acto creador de Dios”.

No sorprende que en general la gente esté confundida respecto a la muerte y la resurrección. Para resolver la cuestión, tenemos que acudir a la Biblia, que presenta la verdad revelada por el Creador del hombre, Jehová Dios. En la Biblia se documentan un buen número de resurrecciones. Examinemos cuatro de estos relatos y lo que nos revelan.

“Mujeres que recibieron a sus muertos por resurrección”

Elías suplicó a Jehová que le devolviera la vida a un joven
En su carta a ciertos judíos que se habían convertido al cristianismo, el apóstol Pablo mencionó que algunas mujeres de fe “recibieron a sus muertos por resurrección” (Hebreos 11:35). Una de aquellas mujeres vivió en Sarepta, una localidad fenicia de la costa mediterránea cercana a Sidón. Se trataba de una viuda que fue muy hospitalaria con el profeta Elías y le proporcionó alimento en un tiempo de hambre extrema. Ahora bien, por desgracia, el hijo de esta mujer enfermó y murió. Elías lo llevó de inmediato a la cámara del techo donde se alojaba y le suplicó a Jehová que le devolviera la vida al muchacho. El milagro se produjo, y el joven “llegó a vivir”. Acto seguido, Elías se lo entregó a su madre y le dijo: “Mira, tu hijo está vivo”. ¿Cómo reaccionó ella? Rebosante de alegría, exclamó: “Ahora, de veras, sí sé que eres un hombre de Dios, y que la palabra de Jehová en tu boca es verdadera” (1 Reyes 17:22-24).

A casi 100 kilómetros al sur de Sarepta vivía un matrimonio muy generoso que atendió al profeta Eliseo, el sucesor de Elías. La esposa era una mujer importante en su ciudad, Sunem. Ella y su esposo acordaron proveer alojamiento a Eliseo en una cámara del techo de su casa. Su tristeza por no tener prole se tornó en alegría cuando la mujer dio a luz a un hijo. A medida que el muchacho fue creciendo, adquirió la costumbre de acompañar a los segadores que trabajaban con su padre en el campo. Pero cierto día se abatió la tragedia sobre aquella familia. El niño se quejó de un fuerte dolor de cabeza, así que uno de los sirvientes lo llevó deprisa a casa. Su madre lo acunó en sus brazos, pero no pudo evitar que muriera. La madre, deshecha, decidió acudir a Eliseo en busca de ayuda, para lo cual se encaminó con un sirviente hacia el monte Carmelo, al noroeste, donde se encontraba el profeta.



Jehová usó a Eliseo para resucitar al hijo de una sunamita

El profeta envió primero a su servidor, Guehazí, quien comprobó que el muchacho efectivamente había fallecido. Eliseo y la mujer llegaron a Sunem poco después. ¿Qué sucedió a continuación? El relato de 2 Reyes 4:32-37 dice: “Por fin Eliseo entró en la casa, y el muchacho estaba allí muerto, tendido sobre su lecho. Entonces él entró y cerró la puerta tras ellos dos y empezó a orar a Jehová. Por fin subió y se acostó sobre el niño, y puso su propia boca sobre la boca de él, y sus propios ojos sobre los ojos de él, y las palmas de sus propias manos sobre las palmas de las manos de él, y se quedó doblado sobre él, y la carne del niño se calentó gradualmente. Entonces Eliseo se puso a andar de nuevo en la casa, una vez hacia acá y una vez hacia allá, después de lo cual subió y se dobló sobre él. Y el muchacho se puso a estornudar hasta siete veces, después de lo cual el muchacho abrió los ojos. Ahora él llamó a Guehazí y dijo: ‘Llama a esta sunamita’. De modo que él la llamó, y ella entró a donde él. Entonces él dijo: ‘Alza a tu hijo’. Y ella procedió a entrar y caer a sus pies e inclinarse a tierra ante él, después de lo cual alzó a su hijo y salió”.

Al igual que la viuda de Sarepta, la mujer de Sunem sabía que lo que había ocurrido era fruto del poder de Dios. Ambas mujeres sintieron el indescriptible gozo de ver cómo Dios devolvía la vida a sus queridos hijos.

Resurrecciones durante el ministerio de Jesús
Unos novecientos años después, tuvo lugar una resurrección a poca distancia al norte de Sunem, en las inmediaciones de la aldea de Naín. Cuando Jesucristo y sus discípulos se acercaban a la puerta de Naín, procedentes de Capernaum, se encontraron con una procesión fúnebre: una viuda acababa de perder a su único hijo. Jesús, al verla, le dijo que dejara de llorar. El médico Lucas describe lo que ocurrió a continuación: “En seguida [Jesús] se acercó y tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron, y él dijo: ‘Joven, yo te digo: ¡Levántate!’. Y el muerto se incorporó y comenzó a hablar, y él lo dio a su madre” (Lucas 7:14, 15). Los testigos del milagro dieron gloria a Dios, y la noticia llegó hasta Judea, al sur, y se esparció por toda aquella comarca. Los discípulos de Juan el Bautista oyeron de aquel suceso y fueron a contárselo a Juan. Él, a su vez, les pidió que buscaran a Jesús y le preguntaran si era el Mesías esperado. Jesús les dijo: “Vayan, informen a Juan lo que vieron y oyeron: los ciegos reciben la vista, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos son levantados, a los pobres se anuncian las buenas nuevas” (Lucas 7:22).

Jesús resucitó al hijo de una viuda de Naín


La más conocida de las resurrecciones que llevó a cabo Jesús fue la de un amigo íntimo suyo llamado Lázaro. En esta ocasión, pasó algo de tiempo entre la muerte de Lázaro y el momento en que Jesús se presentó en la casa de la familia en Betania. Para cuando Jesús llegó, hacía cuatro días que Lázaro había muerto. Ante la petición de Jesús de que quitaran la piedra que tapaba la entrada a la cámara funeraria, Marta expresó sus reparos, diciendo: “Señor, ya debe oler mal, porque hace cuatro días” (Juan 11:39). Con todo, cualquier posible deterioro en el cuerpo de Lázaro no fue ningún impedimento para su resurrección. A una orden de Jesús, “el hombre que había estado muerto salió con los pies y las manos atados con envolturas, y su semblante estaba envuelto en un paño”. Las subsiguientes acciones de los enemigos de Jesús demuestran que Lázaro realmente volvió a la vida (Juan 11:43, 44; 12:1, 9-11).

¿A qué conclusión nos llevan los relatos de estas cuatro resurrecciones? Cada resucitado volvió a la vida siendo la misma persona. Todos pudieron ser reconocidos, incluso por sus parientes más cercanos. Ninguno de los resucitados habló de lo que había ocurrido durante el breve tiempo que estuvieron muertos. Ninguno dijo nada de haberse ido a otro mundo. Al parecer, todos regresaron con buena salud. Para ellos, la experiencia fue como si se hubieran dormido un rato y luego hubieran despertado, tal como Jesús había dado a entender (Juan 11:11). No obstante, transcurrido cierto tiempo, todos volvieron a morir.

El reencuentro con los seres queridos: una esperanza maravillosa
Poco tiempo después de la trágica muerte de Owen, mencionada en el artículo anterior, su padre fue a la casa de un vecino, donde vio encima de la mesa una invitación para asistir a una conferencia pública organizada por los testigos de Jehová. Le llamó la atención el título: “¿Dónde están los muertos?”. Eso era precisamente lo que él se preguntaba. De modo que asistió a la conferencia, en la que encontró verdadero consuelo procedente de la Biblia. Aprendió que los muertos ni sienten ni padecen. En vez de ser atormentados en un infierno o de que Dios se los lleve al cielo para ser ángeles, los muertos, como es el caso de Owen, esperan en el sepulcro hasta que llegue el momento de despertar en la resurrección (Eclesiastés 9:5, 10; Ezequiel 18:4).

La resurrección volverá a unir a los seres queridos


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* Véase el libro El hombre en busca de Dios, págs. 150-154, editado por los testigos de Jehová.


Publicado en La Atalaya del 1 de mayo de 2005

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2006-11-11 20:21:23 · answer #7 · answered by Anonymous · 0 0

Resurrección, definitivamente.

Desde los tiempos antiguos el hombre por naturaleza ha buscado tener comunicación con un ser supremo, por eso tandos dioses y los mitos y ritos de sus pueblos. El mito es la leyenda de una posible existencia de dioses y el rito la forma en cómo se ha comunicado con ellos.

Si tomamos esto como base para dar respuesta a tu pregunta lo que el hombre trata de hacer con esa comunicación es volver a unirse con su dios (o Dios), eso es la religión: re-ligare (latín), volver a unir.

Si yo pienso en la reencarnación pongo todo en un plano terrenal, reencarno para seguir en esta vida. Pero si pienso es resurrección dejo este plano terrenal para pasar al divino, sea donde se encuentre.

2006-11-11 19:05:13 · answer #8 · answered by Anonymous · 1 1

resurreccion.Si hay vida despues de la muerte..

2006-11-11 19:02:08 · answer #9 · answered by Anonymous · 0 0

Ambas

2006-11-11 19:03:40 · answer #10 · answered by Mapepevil 4 · 0 1

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