El especismo
La palabra “especismo” resume la contribución de Peter Singer a la historia de las ideas. En su Animal Liberation, de 1975, sostuvo que si nos orientamos por principios éticos que promueven la disminución del sufrimiento y el aumento del bienestar no serÃa aceptable provocar dolor a una especie en función de los intereses de un grupo definido por su estatuto superior. Y en el supuesto de que los animales tengan intereses, el primero de ellos serÃa no sufrir. Pero se dice que los animales carecen de inteligencia, sin la cual es imposible establecer una simetrÃa de intereses. Pero un mono despliega mayor inteligencia que un bebé, y no por eso consideramos a éste último un inferior. Y además, que los animales carecen de autonomÃa fuera de su ciclo instintivo. Pero un enfermo grave o un bebé tampoco la tienen, y no por eso los descuidamos. Y también, que los derechos suponen reciprocidad, y los animales no la conceden. Pero tampoco los niños suelen otorgarla, ni pueden concederla aquellos que experimentan una “vida vegetativa”, y el hecho de que las futuras generaciones no existan aún no es criterio para hacer de la tierra un pantano. Al fin, que ausente en los animales un lenguaje auto-reflexivo, no habrÃa lazo posible con lo humano. Pero tampoco los bebés pueden expresarse de tal manera aún cuando dispongan de la facultad para hacerlo en el futuro, y en otras épocas los sordomudos también carecÃan de lenguaje. No hay pruebas cientÃficas para “comprobar” la necesidad de terminar con la destrucción de los animales. Es, apenas, un ideal orientador. En el pasado se publicaron libros “cientÃficos” que “probaban” la inferioridad “natural” de los esclavos, o de las mujeres, o de los que no fueran blancos. Justamente, el especismo niega los intereses de otras especies a partir de prejuicios favorables a la propia. Pero la negación a tener en cuenta otros padecimientos requiere del ocultamiento del proceso. Es una precondición afectiva imprescindible para engullir cadáveres.
Maltrato animal, especismo radical: El especismo tiene que ver con la creencia en la superioridad de una especie sobre el resto. El término se emplea desde 1970, cuándo lo psicólogo Richard Ryder teorizó sobre la discriminación por el hecho de pertenecer a una especie determinada, aunque sobre todo hablaba del hombre, de ese antropocentrismo moral por lo que la mayor parte de los animales humanos piensan que existe una ley divina o algo similar por la cual el hombre –no todos– tiene más derechos que cualquiera otra de las especies con las que comparte planeta.
La teorÃa no quedó ni mucho menos olvidada en la profunda arca de la psicologÃa, sino que estimuló otras que hoy son bien conocidas, como la ética de la Liberación Animal, impulsada por el filósofo australiano Peter Singer, que en 1975 escribÃa el famoso libro del mismo nombre[1] y al que se considera padre de los derechos de los animales. De hecho, su especismo se reduce a las especies animales, que agrupaba como los seres que tienen capacidad de sufrir para diferenciarlo, por ejemplo, de las plantas.
Desde entonces, bajo el nombre de antiespecistas se aúnan millares de activistas y organizaciones que luchan por los derechos de los animales. Defienden desde posturas moderadas hasta las más radicales, como el veganismo, una forma de vida que se opone a la esclavitud, explotación y muerte de cualquier animal no humano. Los veganistas creen en el derecho de toda especie a la vida y la libertad, no consumen productos de origen animal, ni para comer, ni para vestir y tampoco emplean productos que hayan sido testados en animales no humanos ni acuden a fiestas y atracciones donde sean explotados. Entre el antiespeciesmo y el veganismo hay tendencias intermedias para todos los gustos.
Los especistas, tengan o no conciencia de su condición, esgrimen sus argumentos. Generalmente tienen que ver con el encumbramiento, o endiosamiento, de algunas capacidades humanas como la del habla –para ellos el único sistema de comunicación válido– y la inteligencia “superior”, llegando incluso a tener cortocircuitos mentales cuando emplean para los otros animales términos como el de “irracionales”, que sacan a la luz una ignorancia alarmante para el futuro genético de la especie humana, aunque si Darwin tenÃa razón supongo que el resultado de la evolución de estas mentes privilegiadas será rápidamente engullida por la selección natural.
Cuándo alguien desmonta esos argumentos, como por ejemplo hablando de las personas mudas y de los recién nacidos, que no hablan; o de los discapacitados psÃquicos y de los enfermos de Alzheimer, que tienen “poca” inteligencia pero a los que nadie les niega el derecho a la integridad fÃsica y moral, pues se refugian en el corporativismo animal: “son nuestros semejantes”.
Parto de la base de que la sociedad gallega[2], y la española mucho más[3], es especista, y a menudo hasta intraespecista, pues el racismo o el sexismo son sentimientos generalizados. El consumo de productos animales puede ser entendible, pero otra cosa es la experimentación, los hacinamientos en “fábricas de carne” y los transportes vejatorios, la esclavitud salvaje y los sufrimientos a que son sometidos millares de seres por las producciones intensivas de esta patética sociedad de consumo.
Sin embargo, el especismo radical, que se manifiesta con barbaridades como la de Aguiño[2], dónde Juan Lado golpeó cruelmente a “su” perro hasta darle muerte y en el que los vecinos ejercieron un vergonzoso corporativismo entre especistas violentos, es más que preocupante. De esta burrada brota esa insensibilidad humana que, digo yo, algo tendrá que ver con la enfermedad terminal que sufre el planeta y las especies que en él habitan. Y no solo eso, porque no son pocos los estudios que relacionan lo maltrato la animales con la violencia interpersonal.
En España, campeona en la materia, se maltratan y se sacrifican 60.000 animales al año solo en fiestas varias, de los que el 95% son toros, la “vergüenza nacional”. Cuándo los asesinos son mercenarios les llaman matadores (también toreros y diestros), muy apreciados en la sociedad. Pero hay más. En Tordesillas les clavan lanzas, en Medinacelli les prenden fuego en los cuernos sufriendo los animales crueles quemaduras y en Coria tienen una “fiesta de interés turÃstico” en la que les lanzan cientos de dardos mientras intentan huir por las calles.
Y luego están los perros, los seres más nobles, cariñosos y especiales de todos cuantos creó la madre natura, sin duda más que los animales humanos. Los que disfrutan con su compañÃa me entenderán. Cada año 50.000 galgos son asesinados cuándo ya no le valen a sus “dueños” cazadores, casi 100.000 perros son abandonados y miles de ellos son mutilados, quemados vivos con fuego y ácidos, apaleados, enjaulados y condenados a vivir atados a una cadena de por vida. Cadena perpetua.
Tendremos pues que empezar a diversificar entre animales y bestias. En el primero grupo habrÃa entre uno y diez millones de especies. En el segundo sólo una.
2006-11-08 03:38:34
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answer #2
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answered by Fernanda 6
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El especismo es un término acuñado por el psicólogo Richard D. Ryder en 1970, que lo aplicó a la discriminación basada en la diferencia de especie. Esta discriminación especista presupone, obviamente desde el punto de vista humano, que los intereses de un individuo son de menor importancia por el hecho de pertenecer a una especie determinada.
Según las teorías de los grupos llamados "antiespecistas" o de "Liberación Animal", que se oponen al especismo, esta discriminación es una actitud bastante arraigada en todas las culturas masiva. La representación más común de éste es el antropocentrismo moral, o sea, la infravaloración de los intereses de aquellos que no pertenecen a la especie humana
Espero que te sirva. Suerte -
2006-11-08 04:07:56
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answer #4
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answered by INCA 7
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