El general no tiene quién le pierda (Primera parte)
Hay un chiste de Woody Allen que lo sintetiza todo: “En caso de guerra, yo soy rehén”. Es un chiste, pero sintetiza muy bien la carrera militar de uno de los eminentes próceres de la historia argentina, don Bartolomé Mitre. Eminente según algunos historiadores, porque otros no lo ven ni como eminente ni mucho menos como prócer.
Poeta, político, presidente y, tal vez por todo eso, padre de la historiografía nacional, éste sí es uno de quienes literalmente escribió la historia. Claro que, probablemente como costo de autorepresentación, por lo general se han omitido o auto-omitido algunos detalles particulares de su vida. No por nada Oscar Wilde decía que los hombres escriben sus “Memorias” cuando han perdido la memoria.
Por eso, para destapar algunos baches que seguro por error han quedado medio sepultados en la conciencia nacional, vamos a repasar un poco las cosas.
La historia indica que Ambrosio Mitre (el padre), se casó en Buenos Aires con Josefa Martínez, en mayo de 1821. El 21 de junio del mismo año nace Bartolomé Mitre. El padrino es el general Rondeau a quien – según el propio Mitre – lo ligaron en vida vínculos estrechos. Tan estrechos que algunas versiones conjeturan que Rondeau era su padre.
Por esas cosas de la Historia, la educación de Mitre pasó a depender de Gervasio Rosas, hermano de Juan Manuel. Se cuenta que en una ocasión don Juan Manuel lo encontró a Bartolito, de unos 12 años, a punto de bañarse en un punto revoltoso del río Salado. El Restaurador le preguntó su nombre al chico y éste balbuceó “Bartolomé Mitre”, y que vivía al cuidado de don Gervasio. El hombre rubio le ordenó que no se bañara en ese lugar, y agregó: “Y decile a mi hermano Cardo que no deje que un muchacho zonzo se ahogue en el río”.
Y acá llegamos a esas partes de la historia donde a veces justo la goma borró al lápiz, o donde el historiador paró para tomarse un café y cuando volvió al manuscrito se salteó distraído algo. Cualquier biografía estándar señala que en 1839 Mitre se incorpora a la milicia como alférez de artillería en el ejército que luchaba contra Rosas al mando del General Rivera. Estuvo en la batalla de Cagancha, donde Rivera venció, y en la derrota de los unitarios en Arroyo Grande en 1842.
Pero ojo, porque las mismas biografías suelen omitir que, alentado por los franceses y por los emigrados unitarios, Rivera firmó con Genaro Berón de Astrada un tratado de alianza ofensiva y defensiva contra Rosas el 31 de diciembre de 1838 y le declaró la guerra el 24 de febrero de 1839. A su vez, Rivera rechazó la invasión de las fuerzas rosistas en territorio oriental al obtener la victoria de Cagancha (29 de diciembre de 1839) sobre el ejército conducido por el gobernador de Entre Ríos, Pascual Echagüe.
Pequeño detalle: Mitre inició su carrera militar luchando a favor de los enemigos de Argentina. Porque cuando se lee “Rosas”, alguno podría pensar equivocadamente que quienes sangraban y morían en combate eran ideologemas políticos federales enfrentados a ideologemas políticos unitarios, y que entonces enfrentar a “Rosas” significaba enfrentar de hecho al concepto abstracto de “rosismo”.
La verdad es que de un lado de los campos de batalla sangraban y morían argentinos a favor de Argentina, y del otro lado argentinos a favor de Francia. No es lo mismo. Ni mucho menos. A ver, pongámoslo en algo más concreto y cercano, en una perspectiva más presente. Llevemos la situación a las Islas Malvinas, a 1982. (Estas analogías son un poco burdas, pero quiero exponer un punto claro). La Dictadura militar había obligado a muchos argentinos a exiliarse. Es cierto. Esa misma Dictadura militar entró en guerra con Inglaterra. Es cierto. Ahora bien, ¿cómo veríamos hoy por hoy a un ciudadano argentino exiliado que en esa ocasión hubiera tomado las armas a favor de los ingleses, so pretexto de que la autoridad gobernante en su país era el general Galtieri?
(No, probablemente nadie fuera a considerarlo un prócer, o a tomarle las medidas para hacerle un monumento. A menos tal vez que este mismo “prócer” fuese historiador de su propia historia y dueño de un poderoso multimedio de pesadas influencias financieras y políticas).
Pero estas omisiones suelen ser comunes. Es como si, no sé, dentro de 50 años alguien recordara al Dr. Mariano Grondona sólo como un “catedrático de la facultad de Derecho de Buenos Aires y reconocido periodista argentino”, y se olvidara de mencionar, entre otras cosas, que a mediados de la década del ’60 anunció la llegada del “De Gaulle argentino”, que era nada más ni nada menos que el dictador Onganía, hombre para quien además supo mojar su pluma en el tintero varias veces.
Pero volvamos a Mitre, porque esa historia también da para otros varios culebrones. Tras la caída de Rosas, se abre para Mitre el amplio campo de acción donde desarrollar sus más altas facultades bélicas. Porque así como en el pasado le había ido bien en batalla, luchando a favor de… Bueno, digamos que cuando no había dudas de que luchaba a favor de Argentina, no le iba tan bien. Esta curiosa serie de casualidades puede prestarse a múltiples lecturas.
Solamente para entrar en calor, un par de datos: En 1853, durante el sitio de Buenos Aires, es herido en la frente y exclama: “¡Tenedme, quiero morir de pie como un romano!”. Estando en Azul, látigo en mano declaró que esa arma le bastaba para terminar con los indios y que se hacía responsable hasta de “la cola de la última vaca de la provincia”. A cuatro leguas del lugar se dejó sorprender por los indios Catriel y Cachul, y debió retornar a Azul.. a pie.
Pero la fraseología mitrista tiene su apogeo con la Guerra del Paraguay. Mitre dijo entonces: “En 24 horas a las armas, en 15 en campaña, en 3 meses en Asunción”. Se tardó más de 4 años en tomar la capital paraguaya, y sólo porque Mitre fue obligado a dejar el mando.
Repasemos la destacada labor del general Mitre en esta guerra y después tal vez entendamos por qué hoy en día existen los monumentos en su honor.
El 2 de mayo de 1866, los paraguayos simularon una firme defensa de Estero Bellaco, seguida de un repliegue estratégico. Mitre ordenó la persecución y ocupó la loma de Tuyutí, donde quedó rodeado por el enemigo. Lo salvó la artillería brasileña.
En otra ocasión Mitre resolvió el asalto a la fortaleza de Curupaytí. Luego de que la escuadra brasileña bombardeara durante varias horas la plaza, la infantería fue lanzada al ataque, pero debido a que las defensas paraguayas estaban intactas los atacantes fueron diezmados. En realidad el general Mitre había dispuesto a la tropa y los cañones en una zona hundida del terreno, por lo que el bando enemigo, desde lo alto y en posición privilegiada de ataque, ni siquiera estuvo cerca del peligro. En el campo quedaron más de 10.000 soldados aliados, mientras los paraguayos sufrieron menos de 100 bajas.
Claro, son detalles de la Historia Argentina. Si no fuera que existe toda una corriente historiográfica pro-liberal y que Bartolomé Mitre no solamente fue uno de sus fundadores, sino que fue de los principales prohombres del liberalismo en el Río de la Plata, uno hasta podría sospechar de estos olvidos.
Su particular desempeño en la Guerra del Paraguay le valió la expulsión del mando. Aún así, insistió y logró reasumir la conducción otra vez, el 3 de noviembre de 1867. Como era de esperarse, el general argentino sufrió otra gran derrota en Tuyú-Cué (o segunda batalla de Tuyutí), en la cual 8.000 paraguayos derrotaron a 50.000 aliados. Vamos a decirlo de nuevo por si le parece que leyó mal: Mitre tenía 50.000 soldados y perdió contra 8.000. Luego de este nuevo desastre y debido a que los brasileños se sentían dueños casi exclusivos de la guerra -ya que sólo de este Imperio llegaban refuerzos y armas-, éstos conminaron a Mitre a volverse a Buenos Aires y no regresar al campo de batalla. El general no tenía quién le perdiera.
lily de p.r.
2006-11-05 13:27:34
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answer #7
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answered by Anonymous
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