Al parecer el teatro griego se originó en un espacio circular al aire libre (orchestra) en el que se ejecutaban unas danzas, un lugar de tierra lisa y compacta dispuesto para la representación de cantos corales, una de cuyas variedades, el llamado ditirambo, fue, de acuerdo con la tradición, el progenitor de la tragedia ática. Todos los grandes teatros se construyeron a cielo abierto.
Atenas: una nueva experiencia política
La democracia y el teatro fueron consustanciales con la ciudad de Atenas y, en tal sentido, consta que el teatro ejerció un papel de verdadero laboratorio político para los ciudadanos de las polis durante el siglo V a.C. Es verdad que desde nuestra perspectiva moderna la democracia ateniense puede parecernos imperfecta e inmadura, y que por otra parte los propios griegos no elboraron ningún tratado ni manual de teoría política, a pesar de lo que encontramos en Heródoto, en la Constitución de Atenas del Viejo Oligarca o en la Política de Aristóteles (esta última, por cierto, un estudio a posteriori). Pero paradójicamente y aun con sus limitaciones, la antigua democracia ateniense no habría considerado "democrática" a ninguna de nuestras democracias modernas. En tanto que "gobierno del pueblo", la democracia ateniense no aceptaría que decenas de millones de ciudadanos elijan a solo unos pocos representantes y deleguen en ellos las mayores decisiones políticas. Para los griegos, la auténtica forma de gobierno era una democracia directa y no representativa, en la que cada ciudadano (bien es verdad que excluidas las mujeres) participaba directamente en la toma de decisiones en la Asamblea, o se constituían en miembros de un jurado popular o actuaban incluso como presidentes del "consejo de ministros".
Fue el tirano Pisístrato (543 a.C.), cuando la palabra tirano aún no estaba tintada de las connotaciones negativas que para nosotros tiene, quien instituyó los primeros certámenes dramáticos buscando en cierta manera atraerse el favor del pueblo ateniense. Tras las primeras tentativas a cargo de Solón y Clístenes (c. 500 a.C.), fue perspicacia del estadista Pericles (en pleno Siglo de Oro ateniense) llegar al convencimiento de que el ciudadano de Atenas podía ser educado políticamente mediante el teatro, y fue él precisamente quien ilusionó al pueblo con los ideales de coparticipación en la toma de decisiones y la correponsabilidad en las mismas, esto es, con los conceptos de "igualdad ante la ley" (isonomía) y de "libertad de expresión" (parresía, isegoría). Así, frente a los antiguos ideales aristocráticos de un poeta como Píndaro, que ensalzaban los triunfos de las clases nobles y adineradas, en el teatro se naturaliza el nuevo régimen democrático. Los integrantes del coro dramático son ciudadanos corrientes de Atenas, que reciben un módico salario por participar en los concursos que se celebran coomo parte de unos festivales igualmente populares. De otro lado, durante las representaciones de las tragedias la ciudad de Atenas se convertía en un auténtico escaparate para el resto del mundo, ya que a ella acudían vecinos de la región del Ática y del resto de las ciudades estado de toda Grecia. En ocasiones el poeta, de acuerdo con los dirigentes políticos y para halagar a los ciudadanos, traslada el escenario de la acción a la ciudad de Atenas. Por ejemplo, las dos primeras piezas de la trilogía de Esquilo, Agamenón y Las Coéforos, se desarrollan convencionalmente en Argos, en un pasado alejado y en relación con aspectos más primitivos del mito; en cambio la tercera pieza, Las Euménides, representa un decorado ateniense, ante unos espectadores atenienses y en defensa de una institución ateniense tan noble como son los nuevos y más humanos tribunales de justicia.
Así, desde fechas muy tempranas los ciudadanos iban a disponer de un auténtico Ministerio de Cultura y de educación cívica gracias al teatro. Merced a las representaciones teatrales, tanto de la tragedia como de la comedia, géneros literarios esencialmente ciudadanos y específicos atenienses, el teatro fue un importante vehículo que contribuyó a difundir y hacer enraizar los nuevos ideales democráticos entre el pueblo. Por ejemplo, en una obra tan temprana como Los Persas, puesta en escena por Esquilo en el año 472 a.C. y costeada probablemente por el propio Pericles, se trasladó al pueblo ateniense el sentimiento de honor político/ cívico de la polis, frente a los antiguos, insolidarios y particulares honores y privilegios aristocráticos del siglo anterior. Un breve fragmento de Los Persas de Esquilo dice así:
La noche adelantaba, pero la armada de los griegos no realizaba en parte alguna una salida oculta, mas cuando sin embargo, el día con sus corceles blancos ocupó la tierra toda, esplendente de ver, primero un grito resonó con clamor, como un canto, del lado de los griegos y, al tiempo, un eco agudo contestó desde la roca isleña: un terror invadió a todos los bárbaros al fallar en su cálculo; pues no cantaban como para huir los griegos el peán sagrado, sino aprestándose al combate con animoso ardor: la trompeta hacía arder con su grito todo aquello. Al punto, al acordado embate del remo resonante golpearon las hondas aguas al compás de los jefes de remeros y pronto todos estuvieron visibles a los ojos. La división de la derecha marchaba con buen orden la primera, con disciplina, y luego seguía toda la flota y se podía oír al tiempo un gran clamor: "Oh hijos de los griegos; id, liberad a la patria, liberad a vuestros hijos, mujeres, los templos de los dioses ancestrales, los sepulcros de los mayores; es la lucha por todo". De nuestra parte les respondía un clamor en lengua persa, ya no era tiempo de tardarse. Y al punto una nave clavó en otra su broncíneo espolón; la embestida la inició una nave griega y arrancó todo lo alto de la proa de una nave fenicia: cada uno dirigía ya su leño contra otro. El río de la flota persa hacía frente primero; mas cuando en un espacio breve se reunió gran número de naves y no podían ayudarse unas a otrass y se embestían a sí mismos con las proas de boca armada por el bronce, ya entonces arruinaban el aparejo todo de los remos, y los navíos griegos, muy calculadamente, arremetían en torno, se vocaban los cascos de las naves, y el mar no podía verse ya, lleno de restos de naufragio, de sangre de los hombres; las riberas y escollos se llenaban de muertos. En la huida, sin orden remaba toda nave, cuantass había en la flota bárbara. Y ellos, como a atunes o a alguna otra redada de peces, con restos de los remos y tablas de los pecios, les herían, el espinazo les quebraban: un lamento acompañado de gemidos se extendía por el mar, hasta que el ojo de la negra noche lo estorbó. La multitud de males, aunque diez días hablara sin parar, no te la diría entera. Porque, sabe bien esto: jamás en un día solo multitud de hombres por el número, murió
Los Persas (vv. 385-432)
De moso similar, en el Prometeo encadenado, Esquilo escenifica entre otros muchos mensajes el tema del ejercicio del poder y lo que cuesta mantenerlo. Hasta al propio Zeus le supuso quebraderos de cabeza conseguirlo de Prometeo. Poco a poco iba calando enter los ciudadanos el profundo significado de la validez de conceptos políticos como son la noción de un cierto orgullo nacional ateniense, la bondad ética de sus nuevas instituciones políticas, el concepto de poder con sus grandezas y miserias, o el respeto moral debido a las "leyes no escritas" y sin embargo enraizadas desde siempre en la conciencia del ser humano. En relación a esto, cabe mencionar y leer un fragmento del famoso discurso fúnebre de Pericles, según palabras del historiador Tucídides, II 37:
Tampoco transgredimos los asuntos públicos, más que nada por miedo, y por obediencia a las leyes, y de entre ellas sobre todo a las que están dadas en pro de los injustamente tratados, y a cuantas por ser leyes no escritas sería una vergüenza reconocida transgredirlas.
Y estas palabras en relación con la Antígona de Sófocles (vv. 450-460) o con los versos de Edipo Rey 863-870:
ANTÍGONA. (A Creonte.) No fue Zeus en modo alguno el que decretó esto, ni la Justicia, que cohabita con las divinidades de allá abajo; de ningún modo fijaron estas leyes ente los hombres. Y no pensaba yo que tus proclamas tuvieran una fuerza tal que siendo mortal pudieran pasar por encima de las leyes no escritas y firmes de los dioses.
También en Eurípides, el menos involucrado personalmente en la cotidianeidad de la vida política de la ciudad, se encuentran pasajes de educación cívica en los que se ensalza la magnaminidad de Atenas como ciudad hospitalaria y acogedora de suplicantes y exiliados. En Heraclidas (235-288), Atenas da la bienvenida a los desvalidos hijos de Hércules, a quienes persiguen sus enemigos de la ciudad de Argos. El rey de Atenas hace ver que una ciudad libre no recibe órdenes de nadie. Esta es la grandeza de la ciudad que promueve Pericles. La misma idea también en Suplicantes (398-408). El heraldo de Tebas, enviado por Creonte, quiere imponer su voluntad a Atenas para que deniegue auxilio a las madres de los guerreros argivos que habían acompañado a Polinices contra Tebas; mas el rey de Atenas, Teseo, interviene para dejar bien claro cuáles son los usos, normas y prácticas legales por las que se rige una ciudad democrática como Atenas.
HERALDO. ¿Quién es el tirano de esta tierra? ¿A quién tengo que comunicar las palabras de Creonte, dueño del país de Cadmo, una vez que ha muerto Eteocles ante las siete puertas por mano de Polinices?
TESEO. Forastero, para empezar, te equivocas al buscar aquí un tirano. Esta ciudad no la manda un solo hombre, es una ciudad libre. El pueblo es soberano mediante magistraturas anuales alternas y no concede el poder a la riqueza, sino que también el pobre tiene igualdad de derechos.
La Acrópolis de AtenasAnte este transfondo cívico-político del teatro ateniense, no cabe duda de que su contenido, sus expectativas y sus intereses son algo más que pura propaganda política. El teatro es básicamente un complejo y rico espectáculo de arte auspiciado por la propia ciudad, con motivo de ciertas celebraciones religiosas, para poner en escena piezas de tragedia o de comedia compuestas por algunos autores de éxito. A dichas representaciones asistían buena parte de los ciudadanos atenienses como espectadores, interesados en presenciar, en forma dramático-mimética las aventuras y peripecias vividas y sufridas por los principales héroes de las antiguas sagas épicas, o para reírse y burlarse con los tipos "antiheroicos" que constituían los protagonistas de las comedias. Por otra parte, están los actores, que interpretan los diversos papeles, con sus máscaras y su vestuario; está el coro, integrado normalmente por un grupo de compañeros o amigos del personaje principal de la obra, con sus impoentes cantos corales; están lo que hoy llamaríamos "productores" encargados de la financiación de los ensayos y de los gastos de la puesta en escena; están los propios edificios que dan acogida al espectáculo, y todo el personal secundario que se necesita para la organización del festival (policía y guardias de seguridad, vendedores, etc.); estaba finalmente el jurado encargado de conceder los premios. En suma, toda una rica manifestación cultural, religiosa y festiva, en la que participan los ciudadanos de Atenas.
Los festivales de teatro y la puesta en escena
Mito y ritual
Con independencia de cuál sea la definición que hayamos de dar a la palabra "mito", podemos entender que con ella designamos a una serie de antiguos relatos referidos a ilustres personajes, héroes e incluso dioses, de los que se narran hazañas espectaculares, y en los que el imaginario colectivo portesrior de un pueblo ha creado un conjunto de símbolos culturales. La literatura griega está desde sus más remotos orígenes homéricos plagada de personajes y sagas míticas locales; así solemos hablar del ciclo troyano (en torno al cual se agrupan los principales héroes y familias que participaron en la expedición de la Guerra de Troya: Agamenón, Menelao, Electra, Orestes); del ciclo tebano (en el que aparecen las figuras de Edipo, Antígona, Eteocles y Polinices, el dios Dioniso y el héroe local Heracles, etc. El drama, y de modo especial la tragedia ateniense, va a tener como motivo principal de sus obras algunos de estos grandes personajes del mito y a partir de ellos va a desarrollar sus argumentos.
No obstante, la postura que han mantenido ante el mito los diversos autores de tragedias dista mucho de ser homogénea. En una progresiva evolución se observa cómo al principio Esquilo se muestra respetuoso y crédulo ante el mito y la religiosidad tradicional, mientras que no muchos años más tarde Eurípides asumirá una crítica revisionista de los personajes míticos y de las antiguas creencias religiosas. Con ello, este último no hacía sino seguir probablemente los pasos de filósofos y pensadores como Jenófanes de Colofón y Parménides de Elea, quienes defendían la idea de que los dioses de Homero no eran sino una pura ficción. De otro lado, si hay una característica singular del mito es su anticanonicidad. No existe una única versión de un mito. En todo caso, para los antiguos griegos no estaba tan nítida como para nosotros la contraposición entre mito e historia, ni entre pensamiento mítico y pensamiento racional. Sin duda, los antiguos griegos creían que Agamenón fue un antiguo rey que, con toda certeza, había acudido a una antíquisima Guerra de Troya, y seguían respetando respetando y venerando las tumbas de los «antiguos héroes» a los que continuaban rindiendo culto como criaturas benéficas, incluso después de muertos, para la comunidad. Aún cabría recordar que el mito es un produto de una sociedad esencialmente oral, un conjunto de relatos que pueden transmitirse en un formato múltiple: como canto, como recitado poético, como representación plástica e iconográfica. El hecho de que los griegos no hayan tenido ningún libro sagrado sobre la verdad de los dioses, equivalentes a lo que son la Biblia, la Torá o el Corán para otras culturas, confería al mito una casi completa versatilidad y la posibilidad de ser una y otra vez revisado.
El repertorio mítico entronca por otra parte con los rituales religiosos a los que también desde antiguo estuvo vinculado al teatro como parte de una serie de celebraciones o fiestas religiosas insertas en la tradición de antiguos rituales. Para los antiguos griegos, la base de la religión se encuentra más en el ritual que en un conjunto de creencias, y aquí de nuevo nos hallamos nosotros alejados de los griegos. La sociedad ateniense estaba más ritualizada que la europea moderna, y de hecho el cristianismo y el propio protestantismo conceden una importancia a la fe y a la revelación muy alejados de las creencias de los griegos. De otro lado, entre ritual y teatro antiguo existen una serie de enlaces muy sugestivos que interactúan en uno y otro sentido, del ritual al teatro y del teatro al ritual. Estos son los siguientes elementos: el ritual de súplica, los rituales funerarios, la purificación o catarsis de la «oración».
En una sociedad primitiva en la que no está institucionalmente asegurada la protección personal, los ritos del suplicante adquieren una extraordinaria importancia. De hecho se interpreta como un abominable acto no proporcionar derecho de acogida a un suplicante o expulsarlo del santuario donde ha buscado asilo. En el teatro abundan las escenas del suplicante que implora el auxilio del poderoso, y es posible que los propios autores de tragedia aprovecharan la existencia de este ritual de súplica porque encontraron en él un mecanismo de enorme impacto escénico y dramático. Así en la Orestea Esquilo nos representa a Orestes agarrado al ombligo del santuario de Delfos, y al principio del Edipo Rey de Sófocles encontramos al pueblo entero de Tebas en actitud de suplicantes.
De otro lado, las costumbres y ritos funerarios de los griegos entraron igualmente de lleno en la arquitectura dramática. La persona que muere no encontrará definitivo reposo hasta que le hayan complido una serie de ritos religiosos relacionados con su enterramiento. La joven Antígona entiende que debe dar sepultura a su hermano Polinices, a pesar de la expresa prohibición del rey Creonte; en Las Coéforos de Esquilo encontramos a un grupo de personas enviadas por Clitemestra para que viertan unas libaciones sobre la tumba de Agamenón. Estas y otras prácticas funerarias implican un ritual complicado: las mujeres lloran, se golpean el pecho, se cortan el pelo, se desgarran sus vestidos al tiempo que entonan gritos inarticulados de tipo «ió», «ió», «ai», «ai», «paián», «paián», mientras vierten libaciones y presentan sus ofrendas al muerto. En todo caso, la muerte se presenta al griego como fuente de contaminación «míasma» (gr. μíασμα]], de la que tanto el idivido como la colectividad debe limpiarse mediante un ritual de purificación. Así, cuando Orestes llega a Atenas después de haber asesinado a su madre, los atenienses le dan acogida pero no le dirigen la palabra directamente, porque todavía está contaminado por el asesinato. Y nuevamente en el Edipo Rey encontramos a toda una ciudad contaminada porque en ella habita un asesino que aún no se ha sometido al ritual de la purificación. Los ciudadanos acuden al palacio de Edipo como suplicantes con una petición concreta: encontrar al causante de la contaminación y expulsarlo de la ciudad. Es un tipo de súplica a la vez política y religiosa, ya que no se trata solo de lograr que regrese la prosperidad a Tebas , sino que tiene una carga de significación religiosa.
Las principales fiestas y los festivales
Las Leneas
Las Dionisias Rurales
Las Dionisias ciudadanas (Grandes Dionisias)
Los actores: hypocrités, tragodós, komodós, protagonistés
El vestuario
El diálogo recitado y el canto
El coro
Funciones del coro
El coro en la Tragedia griega actúa como intermediario. Los coros están involucrados a la acción, sus cantos son importantes y explican a menudo el significado de los acontecimientos que preceden a la acción.
La música del teatro
Los espectadores y el público
El edificio como espacio escénico
Los precursores del teatro: el carromato de Tespis inicia su andadura
Esquilo: el creado de la tragedia
Una trilogía micénica: Orestes (Agamenón, Coéforos, Euménides)
Los precursores del teatro: el carromato de Tespis inicia su andadura
Esquilo: el creador de la tragedia
Sófocles: el dolor y la soledad del ser humano
Eurípides: el filósofo de la escena
La comedia de Aristófanes: utopía y realidad
Menandro: la nueva comedia de caracteres
El drama satírico
2006-10-30 02:54:23
·
answer #2
·
answered by nitzahom 5
·
0⤊
0⤋