“Los cielos están declarando la gloria de Dios; y de la obra de sus manos la expansión está informando.” (SALMO 19:1.)
“NO PUEDES ver mi rostro, porque ningún hombre puede verme y sin embargo vivir”, advirtió Jehová a Moisés (Ãxodo 33:20). En vista de la fragilidad de la naturaleza humana, los hombres nunca resistirÃan ver directamente la gloria de Dios. No obstante, el apóstol Juan tuvo una espectacular visión en la que contempló a Jehová sentado en su glorioso trono (Revelación [Apocalipsis] 4:1-3).
A diferencia de los seres humanos, quienes sà ven el rostro de Jehová son las criaturas espirituales fieles, entre las que figuran los “veinticuatro ancianos” de la visión celestial de Juan, que representan a los 144.000 (Revelación 4:4; 14:1-3). ¿Cómo reaccionan ellos ante la gloria de Dios? Según Revelación 4:11 declaran: “Digno eres tú, Jehová, nuestro Dios mismo, de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y a causa de tu voluntad existieron y fueron creadas”.
¿Nos sentimos movidos a glorificar a Dios? La gran mayorÃa de la humanidad no, y hay quienes niegan su existencia. Por ejemplo, un astrónomo escribió: “¿Fue Dios quien intervino y quien hizo el cosmos de manera tan providencial para nuestro beneficio? [...] Una idea atrayente, pero que desgraciadamente considero ilusoria. [...] Dios no es la explicación”.
La investigación cientÃfica tiene sus limitaciones: ha de basarse en la observación y el estudio, pues de lo contrario serÃa pura teorÃa o especulación. Como “Dios es un EspÃritu”, no pueden aplicársele los métodos cientÃficos de escrutinio (Juan 4:24). Por tanto, es arrogante rechazar la fe en Dios argumentando que carece de rigor cientÃfico. Sir Vincent Wigglesworth, de la Universidad de Cambridge, comentó que el método cientÃfico es “un enfoque de tipo religioso”. ¿En qué sentido? “Se funda en la fe incuestionable en que los fenómenos naturales se conforman a las ‘leyes de la naturaleza’”, añadió. De modo que ¿no está sustituyéndose un tipo de fe por otro cuando se niega la existencia de Dios? A veces, la incredulidad es producto del rechazo deliberado de la realidad. “El inicuo, conforme a su altanerÃa, no hace investigación; todas sus ideas son: ‘No hay Dios’”, escribió el salmista (Salmo 10:4).
La fe en Dios no es ciega; la respaldan abundantes pruebas de Su existencia (Hebreos 11:1). El astrónomo Allan Sandage afirmó: “Opino que es muy improbable que tanto orden y concierto [en el universo] surgiera del caos. Tiene que haber un principio del orden. Dios es para mà un misterio, pero constituye la explicación del milagro de la existencia, el porqué de las cosas”. El apóstol Pablo dijo a los cristianos de Roma que “las cualidades invisibles de [Dios] se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad, de modo que ellos [los incrédulos] son inexcusables” (Romanos 1:20). Desde “la creación del mundo” (en particular desde la creación de los seres humanos con capacidad para percibir la existencia de Dios) se ha puesto de manifiesto que hay un Creador de inmenso poder, un Dios que merece adoración. Quienes no reconocen Su gloria son, por tanto, inexcusables. Pues bien, ¿qué datos aporta la creación?
Salmo 19:1 responde asà a la pregunta anterior: “Los cielos están declarando la gloria de Dios; y de la obra de sus manos la expansión está informando”. David consideró que las estrellas y los planetas que proyectaban su esplendor a través de “la expansión”, o atmósfera, eran prueba irrefutable de la existencia de un Dios glorioso. Añade: “Un dÃa tras otro dÃa hace salir burbujeando el habla, y una noche tras otra noche manifiesta conocimiento” (Salmo 19:2). DÃa tras dÃa y noche tras noche, los cielos dan fe de la sabidurÃa y el poder creador de Dios, tal como si las expresiones de alabanza ‘salieran burbujeando’ de los cielos.
Sin embargo, se precisa discernimiento para oÃr esas expresiones. “No hay habla, y no hay palabras; no está oyéndose ninguna voz de parte de ellos.” Pero, aun asÃ, el testimonio mudo de los cielos es contundente. “Por toda la tierra ha salido el cordel de medir de ellos, y hasta la extremidad de la tierra productiva sus expresiones.” (Salmo 19:3, 4.) Es como si los cielos hubieran extendido ‘cordeles de medir’ para asegurarse de que su mudo testimonio llegue a todo rincón del planeta.
Acto seguido, David describe otra maravilla de la creación: “En ellos [los cielos visibles] él ha establecido una tienda para el sol, y este es como un novio cuando sale de su cámara nupcial; se alboroza, como lo hace un hombre poderoso, de correr en una senda. De una extremidad de los cielos es la salida de este, y su circuito terminado alcanza hasta las otras extremidades de ellos; y nada hay que se oculte de su calor” (Salmo 19:4-6).
El Sol figura entre las estrellas de tamaño mediano; no obstante, es un astro excepcional que hace parecer pequeños a los planetas que giran en torno a él. Una obra de consulta dice que su masa asciende a “2.000 cuatrillones de toneladas”, esto es el 99,9% de la masa de nuestro sistema solar. Su fuerza gravitatoria permite que la órbita de la Tierra se mantenga a una distancia constante de 150 millones de kilómetros. Aunque apenas una milmillonésima parte de la energÃa solar alcanza nuestro planeta, es suficiente para mantener la vida.
El salmista alude al Sol en lenguaje figurado asemejándolo a “un hombre poderoso” que recorre el horizonte de un extremo a otro durante el dÃa y se retira a pasar la noche en “una tienda”. Cuando el astro rey desaparece en el horizonte, desde la óptica terrestre parece que entra en “una tienda” para descansar. Por la mañana, resurge radiante “como un novio cuando sale de su cámara nupcial”. Dado que David fue pastor, sabÃa lo frÃa que podÃa ser la noche (Génesis 31:40), pero también recordaba cómo lo calentaban rápidamente los rayos solares y caldeaban el ambiente. Es patente, pues, que el Sol no está cansado de “viajar” de este a oeste, sino que es como “un hombre poderoso”, listo para volver a iniciar el recorrido.
El Salmo 148 enumera otras formas de glorificar a Dios que tiene la creación. En el versÃculo 7 leemos: “Alaben a Jehová desde la tierra, monstruos marinos y profundidades acuosas todas”. En efecto, las “profundidades acuosas” están repletas de maravillas que ensalzan la sabidurÃa y el poder divinos. Tomemos por ejemplo a la ballena azul, cuyo peso de 120 toneladas equivale al de treinta elefantes. Su corazón, que supera los 450 kilos, se encarga de hacer circular las casi seis toneladas y media que pesa su sangre. ¿Son torpes y lentos estos gigantescos monstruos marinos? De ninguna manera. “Se desplazan por los mares” a velocidades impresionantes, dice un informe de la Campaña Europea contra la Captura Accidental de Cetáceos. La localización por satélite indicó que “un ejemplar habÃa recorrido más de 16.000 kilómetros en diez meses”.
El delfÃn mular suele nadar a profundidades de 45 metros, aunque la inmersión más profunda registrada es de 547 metros. ¿Cómo sobrevive este mamÃfero a tanta profundidad? Durante la inmersión, el ritmo cardÃaco disminuye y la sangre se concentra en el corazón, los pulmones y el cerebro. Además, los músculos contienen una sustancia que almacena el oxÃgeno. Los elefantes marinos y los cachalotes alcanzan aún mayores profundidades. “En vez de contrarrestar la presión —informa la revista Discover—, permiten que esta comprima sus pulmones.” Retienen en los músculos la mayor parte del oxÃgeno que precisan. Sin lugar a dudas, estas criaturas son prueba fehaciente de la sabidurÃa del Dios todopoderoso.
Hasta el agua marina manifiesta la sabidurÃa de Jehová. La revista Investigación y Ciencia informa: “Cada gota de agua a menos de cien metros de la superficie del océano lleva miles de ejemplares de una flora microscópica y flotante, el fitoplancton”. Este “bosque casi invisible” depura el aire extrayendo de la atmósfera miles de millones de toneladas de dióxido de carbono, lo que genera más de la mitad del oxÃgeno que respiramos.
En Salmo 148:8 se lee: “Fuego y granizo, nieve y humo espeso, viento borrascoso que realizas su palabra”. Es cierto, Jehová se vale de las fuerzas inanimadas de la naturaleza para realizar su voluntad. Pensemos en el fuego. Hace décadas, los incendios forestales se consideraban totalmente destructivos; en cambio, ahora se cree que desempeñan una función ecológica importante, ya que eliminan los árboles viejos o muertos, contribuyen a la germinación de muchas semillas, reciclan los nutrientes del suelo y reducen el riesgo de los grandes incendios arrasadores. La nieve también es esencial, pues riega y fertiliza el terreno, da caudal a los rÃos y protege a los animales y las plantas de las bajas temperaturas.
“Montañas y colinas todas, árboles frutales y cedros todos”, menciona Salmo 148:9. Las montañas majestuosas dan fe del gran poder de Jehová, pero además, tienen una función útil (Salmo 65:6). Un informe del Instituto de GeografÃa de Berna (Suiza) afirma: “Todos los grandes rÃos del mundo tienen sus cabeceras en tierras montañosas y más de la mitad de la humanidad depende del agua dulce que se acumula en las zonas montañosas. [...] Estos ‘depósitos de agua’ son esenciales para el sustento de la humanidad”. Los árboles también reportan gloria a su Hacedor. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente dice que los bosques “son importantes para el bienestar de la población mundial [...]. Muchas especies arbóreas revisten una importancia económica capital, ya que de ellas se extraen productos tales como madera, frutas, nueces, resinas y sustancias mucilaginosas. En todo el mundo 2.000 millones de personas utilizan madera para cocinar y calentarse”.
2006-10-26 13:50:18
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answer #8
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answered by Anonymous
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