Desgraciadamente es un costumbre que se practica en la sierra, y no solamente en el Estado de Oaxaca, también en Chiapas...las niñas son objeto de comercio por parte de sus padres quienes las consideran como objetos inservibles, animales de carga, a esta costumbre "contra leggem" es decir que está en contra de la ley, porque en México está prohibida la esclavitud y por lo consiguiente la venta de personas.
Para combatir esta detestable costumbre, el gobierno otorga becas a las niñas que asisten a la escuela, no importando el promedio, simplemente que vayan regularmente a la escuela, con lo cual la familia recibe mensualmente una cantidad de dinero, lo que trae como consecuencia que los padres las siguen conservando en casa y ya no se interesan tanto en negociarlas, de hecho todavía hay muchas niñas que siguen siendo intercambiadas...
2006-10-23 04:08:19
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answered by Bonny Blue 6
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Los Mexicanos no matamos gente inocente.
El fracaso de la guerra de Bush
Raúl Zibech
Los atentados del jueves 7 en
Londres, coincidiendo con la realización de la cumbre del G 8, ponen
de relieve el fracaso de la estrategia de la administración de George
W Bush -acelerada luego de los atentados del 11 de septiembre de
2001- para combatir el terrorismo, disuadir a los potenciales
adversarios y revertir el declive de la superpotencia.
Aunque Londres era un objetivo largamente anunciado por los
terroristas, la brutalidad de los atentados y su coincidencia con la
cumbre de los países más desarrollados pone en negro sobre
blanco que el camino elegido por la administración republicana no es
capaz de desalentar a los terroristas. Este nuevo sacudón llega en
un momento delicado para la política exterior de la Casa Blanca,
cuando a sus fracasos para estabilizar la situación en Irak y
Afganistán debe sumarse el resonante triunfo del ala más radical y
antiestadounidense en las recientes elecciones en Irán, y luego el
acuerdo de cooperación estratégica entre Rusia y China firmado
hace apenas unos días en Moscú por Hu Jintao y Vladimir Putin.
A estos rotundos fracasos, que ponen en cuestión algunos de los ejes
de la guerra antiterrorista de Bush -como el despliegue de bases
militares en Asia y el freno a la proliferación de armamento nuclear-
deben sumarse algunos problemas internos, más graves que la
consistente baja en la popularidad de la gestión republicana y las
crecientes grietas en la opinión pública al anterior masivo apoyo a
la invasión de Irak.
Cartuchos quemados
Cuando luego de los atentados a las Torres Gemelas en Nueva York y a
la sede del Pentágono en Washington, la Casa Blanca anunció su guerra
total contra el terrorismo, estaba dando un paso en falso. Si bien
tenía la imperiosa necesidad de dar una respuesta contundente,
dirigida tanto al terrorismo y a sus eventuales desafiantes como a la
opinión pública nacional, el
despliegue militar en Afganistán y luego en Irak implicaba quemar en
un par de jugadas todos los cartuchos de que dispone la primera
potencia militar del mundo.
En efecto, la doctrina militar estadounidense ideó hace años una
estrategia consistente en desarrollar su capacidad bélica para
enfrentar dos grandes guerras de forma simultánea. Casi cuatro años
después de los atentados del 11 de septiembre, los militares
estadounidenses están dispuestos a revisar esa ambiciosa estrategia
ante los fracasos que está cosechando.
En su edición del martes 5, The New York Times informó que el
Departamento de Defensa estudia abandonar la doctrina de las dos
guerras simultáneas, ya que la ocupación a largo plazo de Irak, en la
que mantiene desplegados 138 mil soldados, consume buena parte de los
recursos militares. Según el diario, altos estrategas de la defensa
sostienen que se debe "emplear más a las fuerzas armadas en el
combate al terrorismo y en la defensa de la patria",
lo que implica "menos aviones y armas y más unidades especializadas
pequeñas, así como más especialistas en idiomas y servicios
secretos", según la agencia DPA. Los estrategas citados son
conscientes de que este cambio implica poner "patas arriba" toda la
planificación militar, "desde el equipamiento hasta el personal".
Como suele suceder en estos casos, Vietnam es un buen ejemplo, y los
militares son los primeros en percibir los enredos a que los lleva
una política como la pergeñada por la Casa Blanca. En los hechos, la
guerra contra el terrorismo en la versión Bush ha empeorado la
situación de Estados Unidos en el mundo, no ha conseguido disminuir
ninguno de los riesgos ni problemas que pretendía eliminar, y le ha
granjeado aun mayores enemigos y problemas más serios.
Ningún objetivo cumplido
Entre los principales objetivos de la guerra contra el terrorismo
figuraban: poner orden en Oriente Medio y reconfigurar el mapa
político de la región; controlar las existencias mundiales de
petróleo y asegurar que no se interrumpiera el suministro; instalar
un gobierno estable y amigo en Irak; evitar la proliferación nuclear;
y rodear el poderío militar de Estados Unidos de aliados sólidos de
modo que no pueda ser desafiado por potencias emergentes.
Parece evidente que nada de esto se ha conseguido. El paso primero,
y más sencillo si se quiere, que consistía en "pacificar" Irak, es un
fiasco. El segundo, y elemental, que consistía en
distender las relaciones con Irán, acaba por escapársele de las manos
con la derrota de los reformistas y el triunfo del ala más
antiestadounidense. Tampoco consiguió Bush impedir que más y más
países se sumen al club nuclear, toda vez que no fue siquiera capaz
de impedir que la pobre y aislada Corea del Norte, que posee entre
tres y ocho armas nucleares, se someta a los dictados de Washington.
Un fracaso que, fuera de dudas, alentará a otros países a seguir sus
pasos.
En cuanto al petróleo, la desventaja estratégica de Estados Unidos no
ha hecho sino aumentar, en vista de la inestable situación en Irak y
de los recientes acuerdos Moscú-Pekín que tienen en el suministro de
hidrocarburos siberianos uno de sus ejes. Por último, nunca tuvo
Washington tan pocos amigos y tantos enemigos, sobre todo desde el
momento en que su poderío militar
ha dejado de ser una baza capaz de intimidar.
Un buen ejemplo del cúmulo de problemas que enfrenta Bush es la
situación por la que atraviesa en América Latina. En los cuatro
últimos años se ha registrado un vuelco espectacular, ya que
surgieron o se consolidaron gobiernos críticos hacia Washington; sus
aliados se debilitan, y fracasan dos de los proyectos estrella de la
Casa Blanca en su ex patio trasero: el ALCA y el Plan Colombia. No
es suficiente con decir que las intervenciones en Irak y Afganistán
distrajeron la atención de Estados Unidos en el continente. La
realidad es que toda la arquitectura del Consenso de Washington se
vino abajo en apenas cinco años.
Los últimos pasos de la superpotencia en la región, luego de las
giras de este año de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, y del
jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, señalan que en Washington
atraviesan una profunda crisis de ideas: el desembarco de marines en
Paraguay y la posible construcción de una gran base militar en ese
país, pueden "resolver" problemas inmediatos, pero a costa de agravar
el rechazo a la injerencia de Estados Unidos.
En efecto, el desembarco en Paraguay y la probable instalación de una
gran base militar en el Chaco (a 200 quilómetros de la frontera con
Bolivia), ataca dos problemas del Comando Sur del ejército
estadounidense: ubicar tropas en una zona evaluada como caliente y en
la que hay grandes reservas de hidrocarburos (norte argentino y
Bolivia) y la mayor reserva de agua dulce del mundo (Acuífero
Guaraní), a la vez que le abre a Brasil, primer problema de
Washington en la región, un "segundo frente" en el suroeste cuando el
gigante sudamericano está desplazando tropas hacia el noroeste para
cerrar su frontera al derrame de la guerra colombiana sobre la
Amazonia. "Distraer" a Brasilia es uno de los objetivos primordiales
de Bush, ya sea debilitando al gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva
o mellando su política exterior, que acaba de hacer
naufragar sus planes andinos en Ecuador (véase BRECHA, 27-V-05).
El precio del militarismo.
Los últimos festejos del 4 de julio, fecha nacional de Estados
Unidos, se registraron en un clima de militarismo y nacionalismo.
Según Jim Lobe, corresponsal de la agencia IPS en Washington,
este clima está siendo detectado y criticado desde flancos diversos
pero convergentes. El coronel retirado Andrew Bacevich, en un ensayo
titulado El nuevo militarismo estadounidense,
sostiene que el enamoramiento de la población con la guerra
representa un peligro para las propias fuerzas armadas, "a medida que
los políticos les asignan la solución de problemas que antes les eran
ajenos", y también "un peligro para los ideales republicanos sobre
los que Estados Unidos fue fundado".
Bacevich es un militar de carrera graduado en la academia de West
Point, es veterano de la guerra de Vietnam y asiduo colaborador de
revistas conservadoras. Así y todo, sostiene que al
fin de la Guerra Fría tanto liberales como conservadores "se
enamoraron del poder militar", de modo que "hasta un grado sin
precedentes en la historia, los estadounidenses han llegado a
definir la fuerza y el bienestar de la nación en términos de
preparación y acción militar".
No es ningún secreto, y es el eje de la política de la administración
Bush, que el declive estadounidense pretende ser aplazado, revertido
o congelado (las opciones dependen del grado de optimismo o
escepticismo de cada uno) apelando al dominio militar. Al hilo de
los recientes atentados en Londres, puede leerse el fracaso de
Washington en los términos con los que Immanuel Wallerstein recibía,
a comienzos de este año, el segundo mandato de Bush: "Estados Unidos
ya era una potencia hegemónica en declive cuando Bush llegó al poder
en 2001. Buscando restaurar la posición mundial estadounidense
durante sus primeros cuatro años en el cargo, Bush agravó, de hecho,
la situación. En este segundo período, Estados Unidos (y Bush)
cosecharán la locura que sembraron".
2006-10-23 03:47:13
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answer #2
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answered by Anonymous
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