Cuestionario
¿Quién fue Rubén Darío?
Fue el más grande poeta nicaraguense del pasado y del presente siglo. Fue el más grande poeta de la lengua castellana. Revolucionó y modificó las formas literarias de la literatura española, alcanzando el primer lugar en el mundo de la poesía universal
Su primer biógrafo, el poeta y escritor José María Vargas Vila, de nacionalidad colombiana, afirmó de nuestro poeta Darío, lo siguiente:
?Las letras castellanas no tienen ni rememoran otro poeta de su talla; él fue único; no tuvo antecesores ni tendrá sucesores. Colocado en la confluencia de dos siglos, los dominaba ambos, fuera de toda tradición, de toda escuela, en un aislamiento sagrado, de cima solitaria?Nadie remontará esa Cima: NADIE?
?A pesar de sus imitadores, Darío fue INIMITABLE. El talento se imita, el Genio No!? El genio es un inmenso YO, aislado y solitario. Asi fue Darío?No tuvo discípulos ni rivales?Fue solo?único?El poeta único. El primero en su idioma y uno de los primeros en el mundo, si es que el mundo tiene otro igual?
¿Dónde nació Rubén Darío?
Nació en el pequeño pueblo de Metapa, del departamento de Matagalpa, de la República de Nicargua, el 18 de Enero de 1867. Ese pueblo hoy es conocido como ?Ciudad Darío? cuyo nombre se le dio en Homenaje a la memoria del poeta, en el año 1926 por disposición del Congreso Nacional de Nicaragua.
¿Quiénes fueron los padres del Poeta?
Sus padres fueron: Don Manuel García Sarmiento, originario de la ciudad de León y Doña Rosa Sarmiento, originaria de la ciudad de Chinandega, del departamento del mismo nombre
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¿Con qué nombre fue bautizado el niño Rubén?
Con los nombres de Félix Rubén García Sarmiento, según reza su partida de Bautismo, que a la letra dice:
?En la ciudad de León, a los tres días del mes de marzo de mil ochocientos sesenta y siete. Yo, el Pbro. Dr. y Licenciado José María Ocón, Teniente Cura del Sagrario, bauticé solemnemente, puse oleo y crisma, a FELIX RUBEN, h.l. de Manuel García y Rosa Sarmiento. Nació el 18 de enero ultimo. Fue su padrino Félix Ramírez, a quien advertí su obligación y parentesco espiritual y para constancia firmo.- José María Ocón?
¿Qué motivó, años después, el cambio del nombre Félix Rubén García Sarmiento, por el de Rubén Darío, que usó más tarde el gran Panida Nicaraguense?
El origen del cambio es curioso y con mucho de caprichoso de parte de nuestro poeta. Pero dejemos que sea el propio Darío, quien nos dé esa explicación, en su Autobiografía:
?Según lo que algunos ancianos de aquella ciudad (León) de mi infancia me han referido, un tatarabuelo tenía por nombre DARIO. En la pequeña población conocíale todo el mundo por DON DARIO; a sus hijos, por ?LOS DARIO? o ?LAS DARIO?. Fue así desapareciendo el primer apellido, a punto de que mi bisabuela maternal firmaba ya RITA DARIO, y ello convertido en patronímico, llegó a adquirir valor legal, pues mi padre, que era comerciante, realizó todos sus negocios con el nombre de MANUEL DARIO?.
¿Gozó Rubén Darío, del amor y calor maternal y paternal, al estilo de las familias nicaraguenses?
No! Lamentablemente, como el mismo Darío nos lo informa en su Autobiografía, creció sin calor de hogar, sin amor paternal ni maternal, porque el matrimonio de sus progenitors fue de conveniencia, acordado por los parientes.
De sus padres, poco o casi nada tuvo Darío que decir ni recordar, en sentido de hogar y de familia. Su infancia fue dolorosa, pues a su propio padre, le enseñaron a llamarle ?Tío Manuel?. Para el niño Rubén, sus padres fueron el Coronel Félix Ramírez Madregil, esposo de doña Bernarda Sarmiento, quienes hicieron durante su infancia las veces de padres y le proporcionaron la oportunidad de asistir a una Escuela de Primeras letras.
Dolorosa debió ser la infancia de nuestro poeta Rubén Darío por esa tragedia familiar. Y con amargura, él mismo nos informa sobre el primer encuentro con su madre:
?Un día una vecina me llamó a su casa. Estaba allí una señora vestida de Negro que me dijo: ?Esta es tu verdadera madre, se llama Rosa y ha venido a verte desde muy lejos?.
?No comprendí de pronto ?informa seguidamente Rubén Darío, en su autobiografía, como tampoco me di exacta cuenta de las mil palabras de ternura y consejos que me prodigara en la despedida, que oía de aquella dama, para mí extraña. Me dejó unos dulces; unos regalitos. Fue para mí vision. Desapareció de Nuevo. No debía volver a verla, hasta más de veinte años después?.
Tragedia semejante sufrió nuestro inmortal Poeta Rubén Darío, con su padre natural don Manuel García Sarmiento, pues leemos en su Autobiografía, este tremendo relato:
?¿Y mi tío Manuel?. Porque don Manuel Sarmiento o ?Darío?, figuraba como mi tío, pues mi verdadero padre, para mí y tal como se me había enseñado, era el otro, el que me había criado desde los primeros años, el que me había ya muerto, el Coronel Ramírez?.
Y concluye informando nuestro poeta Rubén Darío: ?No sé porqué, siempre tuve un desapego, una vaga inquietud separadora con mi tío Manuel. La voz de la sangre?! Qué flácida patraña romántica!?La paternidad única es la costumbre del cariño y del cuidado.
El que sufre y se desvela por un niño, aunque no lo haya engenderado, ése es su padre?.
¿Quiénes fueron sus primeros maestros?
Doña Jacoba Tellería, quién le enseñó el alfabeto; el poeta y jurista Dr. Felipe Ibarra. ?Se enseñaba refiere Darío, la Cartilla, El Catón Cristiano, las cuatro reglas aritméticas y otras primarias nociones de Aritmética, otro professor?.
¿Cuáles fueron los primeros libros?
¿Qué leyó el poeta-niño, Rubén Darío?
La Biblia, el Quijote de la Mancha, Las Mil y Una Noches, Oficios de Cicerón, La Corina de Madame Stael, un tomo de Comedias Clásicas Españolas y una novella terrorífica, que no recuerdo su autor ?informa Darío ?La Caverna de Strossi?, extraña y ardua mezcla de cosas para la cabeza de un niño.
¿Fue Rubén Darío ex-alumno de algún colegio Jesuita, en la ciudad de León?
No!? Parece que los jesuitas no le encontraron Madera para ser sacerdote; pero como jovenzuelo inteligente, le hicieron vestir el atuendo de los ?Congregantes de Jesús? y usó como tal, el vestuario y la Medalla de tales congregantes.
¿Cuáles fueron los primeros versos que escribió el poeta-niño Darío?
El propio poeta Rubén Darío nos informa en su autobiografía, lo siguiente, en forma literal:
?En mis libros de Primeras Letras, algunos de los cuales he podido encontrar en mi ultimo viaje a Nicargua, se leía la conocida inscripción:
?Si este libro se perdiese
como suele suceder
suplico al que me lo hallase
me lo sepa devolver,
y si no sabe mi nombre
aquí se le voy a poner?
(Firmado) Félix Rubén García.
Y prosigue informando literalmente, nuestro Panida Rubén Darío, en su autobiografía: ?¿A qué edad escribí mis primeros versos? No lo recuerdo precisamente, pero ello fue harto temprano. Por la puerta de mis casa, en Las Cuatro Esquinas (en la ciudad de León) pasaban las procesiones de Semana Santa, una Semana Santa Famosa: ?Semana Santa en León y Corpus en Guatemala?, y las calles se adornaban con arcos de ramas verdes, palmas de cocotero, flores de corozo; matas de plátanos o bananas, disecadas aves de colores, papel de la China picado con mucha labor y sobre el suelo se dibujaban alfombras que se decoraban expresamente con serrín de rojo brasil o cedro Amarillo-mora, con trigo reventado, con hojas, con flores, con desgranada flor de coyol?.
?Del centro de uno de los arcos ?prosigue informando Darío-, en la esquina de mi casa, pendía una Granada dorada. Cuando pasaba la Procesion del Señor del Triunfo (el Domingo
2006-10-15 07:20:55
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answered by i.daniel g 3
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Comienzos
Rubén fue el primer hijo del matrimonio formado por Manuel García y Rosa Sarmiento, quienes se habían casado en León el 26 de abril de 1866, tras conseguir las dispensas necesarias, pues se trataba de primos segundos. El comportamiento de Manuel, aficionado en exceso al alcohol y a las prostitutas, hizo que Rosa, ya embarazada, tomara la decisión de abandonar el hogar conyugal y refugiarse en la ciudad de Metapa, en la que dio a luz a su hijo, Félix Rubén. El matrimonio terminaría por reconciliarse, e incluso Rosa llegó a dar a luz a otra hija de Manuel, Cándida Rosa, que murió a los pocos días. Sin embargo, el padre volvió a las andadas, y su esposa lo abandonó para ir a vivir con su hijo en casa de una tía suya, Bernarda Sarmiento, que vivía con su esposo, el coronel Félix Ramírez Madregil, en la misma ciudad de León. Rosa Sarmiento conoció poco después a otro hombre, y estableció con él su residencia en San Marcos de Colón, en el Departamento de Choluteca, en Honduras.
Aunque según su fe de bautismo el primer apellido de Rubén era García, la familia paterna era conocida desde generaciones por el apellido Darío. El propio Rubén lo explica en su autobiografía:
Según lo que algunos ancianos de aquella ciudad de mi infancia me han referido, un mi tatarabuelo tenía por nombre Darío. En la pequeña población conocíale todo el mundo por don Darío; a sus hijos e hijas, por los Daríos, las Daríos. Fue así desapareciendo el primer apellido, a punto de que mi bisabuela paterna firmaba ya Rita Darío; y ello, convertido en patronímico, llegó a adquirir valor legal; pues mi padre, que era comerciante, realizó todos sus negocios ya con el nombre de Manuel Darío
La niñez de Rubén Darío transcurrió en la ciudad de León, criado por sus tíos abuelos Félix y Bernarda, a quienes consideró en su infancia sus verdaderos padres (de hecho, durante sus primeros años firmaba sus trabajos escolares como Félix Rubén Ramírez). Apenas tuvo contacto con su madre, que residía en Honduras, y con su padre, a quien llamaba "tío Manuel".
Sobre sus primeros años hay pocas noticias, aunque se sabe que a la muerte del coronel Félix Ramírez, en 1871, la familia pasó apuros económicos, e incluso se pensó en colocar al joven Rubén como aprendiz de sastre. Según su biógrafo Edelmiro Torres, asistió a varias escuelas de la ciudad de León antes de pasar, en los años 1879 y 1880, a educarse con los jesuitas.
Lector precoz (según su propio testimonio aprendió a leer a los tres años pronto empezó también a escribir sus primeros versos: se conserva un soneto escrito por él en 1879, y publicó por primera vez en un periódico poco después de cumplir los trece años: se trata de la elegía Una lágrima, que apareció en el diario El Termómetro, de la ciudad de Rivas, el 26 de julio de 1880. Poco después colaboró también en El Ensayo, revista literaria de León, y alcanzó fama como "poeta niño". En estos primeros versos, según Teodosio Fernández [3] sus influencias predominantes eran los poetas españoles Zorrilla, Campoamor, Núñez de Arce y Ventura de la Vega. Más adelante, sin embargo, se interesó mucho por la obra de Víctor Hugo, que tendría una influencia determinante en su labor poética. Sus obras de esta época muestran también la impronta del pensamiento liberal, hostil a la excesiva influencia de la Iglesia, como es el caso su composición El jesuita, de 1881. En cuanto a su actitud política, su influencia más destacada fue el ecuatoriano Juan Montalvo, a quien imitó deliberadamente en sus primeros artículos periodísticos [4]. Ya en esta época (contaba catorce años) proyectó publicar un primer libro, Poesías y artículos en prosa, que no vería la luz hasta el cincuentenario de su muerte.Poseía una superdotada memoria, gozaba de una creatividad y retentiva genial, y era invitado con frecuencia a recitar poesía en reuniones sociales y actos públicos.
En diciembre de ese mismo año se trasladó a Managua, capital del país, a instancias de algunos políticos liberales que habían concebido la idea de que, dadas sus dotes poéticas, debería educarse en Europa a costa del erario público. No obstante, el tono anticlerical de sus versos no convenció al presidente del Congreso, el conservador Pedro Joaquín Chamorro, y se resolvió que estudiaría en la ciudad nicaragüense de Granada. Rubén, sin embargo, prefirió quedarse en Managua, donde continuó su actividad periodística, colaborando con los diarios El Ferrocarril y El Porvenir de Nicaragua. En la capital se enamoró de una muchacha de once años, Rosario Emelina Murillo, con la que incluso proyectó casarse. Poco después, en agosto de 1882, se embarcaba en el puerto de Corinto, hacia El Salvador.
En El Salvador, el joven Darío fue presentado por el poeta Joaquín Méndez al presidente de la república, Rafael Zaldívar, quien lo acogió bajo su protección. Allí conoció al poeta Francisco Gavidia, gran conocedor de la poesía francesa. Bajo sus auspicios, Darío intentó por primera vez adaptar el verso alejandrino francés a la métrica castellana. El uso del verso alejandrino se convertiría después en un rasgos distintivo no solo de la obra de Darío, sino de toda la poesía modernista. Aunque en El Salvador gozó de bastante celebridad y llevó una intensa vida social, participando en festejos como la conmemoración del centenario de Bolívar, que abrió con la recitación de un poema suyo, más tarde las cosas comenzaron a empeorar: pasó penalidades económicas y enfermó de viruela, por lo cual en octubre de 1883, todavía convaleciente, regresó a su país natal.
Tras su regreso, residió brevemente en León y después en Granada, pero finalmente se trasladó de nuevo a Managua, donde encontró trabajo en la Biblioteca Nacional, y reanudó sus amoríos con Rosario Murillo. En mayo de 1884 fue condenado por vagancia a la pena de ocho días de obras pública, aunque logró eludir el cumplimiento de la condena. Por entonces continuaba experimentando con nuevas formas poéticas, e incluso llegó a tener un libro, que iba a titularse Epístolas y poemas, listo para su impresión. Este segundo libro tampoco llegó a publicarse: habría de esperar hasta 1888, en que apareció por fin con el título de Primeras notas. Probó suerte también con el teatro, y llegó a estrenar una obra, titulada Cada oveja..., que tuvo cierto éxito, pero que hoy se ha perdido. No obstante, encontraba insatisfactoria la vida en Managua y, aconsejado por algunos amigos, optó por embarcarse para Chile, hacia donde partió el 5 de junio de 1886.
En Chile
Desembarcó en Valparaíso el 23 de junio de 1886. En Chile, gracias a recomendaciones obtenidas en Managua, recibió la protección de Eduardo Poirier y del poeta Eduardo de la Barra. A medias con Poirier escribió una novela de tipo sentimental, titulada Emelina, con el objeto de participar en un concurso literario que la novela no llegó a ganar. Gracias a la amistad de Poirier, Darío encontró trabajo en el diario La Época, de Santiago desde julio de 1886.
En su etapa chilena, Darío vivió en condiciones muy precarias, y tuvo además que soportar continuas humillaciones por parte de la aristocracia chilena, que lo despreciaba por su escaso refinamiento y por el color de su piel. No obstante, llegó a hacer algunas amistades, como el hijo del entonces presidente de la República, el poeta Pedro Balmaceda Toro. Gracias al apoyo de éste y de otro amigo, Manuel Rodríguez Mendoza, a quien el libro está dedicado, logró Darío publicar su primer libro de poemas, Abrojos, que apareció en marzo de 1887. Entre febrero y septiembre de 1887, Darío residió en Valparaíso, donde participó en varios certámenes literarios. De regreso en la capital, encontró trabajo en el diario El Heraldo, con el que colaboró entre febrero y abril de 1888. En el mes de julio, apareció en Valparaíso, gracias a la ayuda de sus amigos Eduardo Poirier y Eduardo de la Barra, Azul..., el libro clave de la recién iniciada revolución literaria modernista.
Azul... recopilaba una serie de poemas y de textos en prosa que ya habían aparecido en la prensa chilena entre diciembre de 1886 y junio de 1888. El libro no tuvo un éxito inmediato, pero fue muy buen acogido por el influyente novelista español Juan Valera, quien publicó en el diario madrileño El Imparcial, en octubre de 1888, dos cartas dirigidas a Rubén Darío, en las cuales, aunque reprochaba a Darío sus excesivas influencias francesas (su "galicismo mental", según la expresión utilizada por Valera), reconocía en él a "un prosista y un poeta de talento". Fueron estas cartas de Valera, luego divulgadas en la prensa chilena y de otros países, las que consagraron definitivamente la fama de Darío.
Periplo centroamericano
Esta fama le permitió obtener el puesto de corresponsal del diario La Nación, de Buenos Aires, que era en la época el periódico de mayor difusión de toda Hispanoamérica. Poco después de enviar su primera crónica a La Nación, emprendió el viaje de regreso a Nicaragua. Tras una breve escala en Lima, donde conoció al escritor Ricardo Palma, llegó al puerto de Corinto el 7 de marzo de 1889. En la ciudad de León fue agasajado con un recibimiento triunfal. No obstante, se detuvo poco tiempo en Nicaragua, y enseguida se trasladó a San Salvador, donde fue nombrado director del diario La Unión, defensor de la unión centroamericana. En San Salvador contrajo matrimonio civil con Rafaela Contreras, hija de un famoso orador hondureño, Álvaro Contreras, el 21 de junio de 1890. Al día siguiente de su boda, se produjo un golpe de estado contra el entonces presidente, el general Menéndez, cuyo principal artífice fue el general Ezeta (que había estado presente, en calidad de invitado, en la boda de Darío). Aunque el nuevo presidente quiso ofrecerle cargos de responsabilidad, Darío prefirió irse del país. A finales de junio se trasladó a Guatemala, en tanto que la recién casada permanecía en El Salvador. En Guatemala, el presidente Manuel Lisandro Barillas estaba iniciando los preparativos de una guerra contra El Salvador, y Darío publicó en el diario guatemalteco El Imparcial un artículo, titulado "Historia negra", denunciando la traición de Ezeta.
En diciembre de 1890 le fue encomendada la dirección de un periódico de nueva creación, El Correo de la Tarde. Ese mismo año publicó en Guatemala la segunda edición de su exitoso libro de poemas Azul..., sustancialmente ampliado, y llevando como prólogo las dos cartas de Juan Valera que habían supuesto su consagración literaria (desde entonces, es habitual que las cartas de Valera aparezcan en todas las ediciones de este libro de Rubén Darío). En enero del año siguiente, su esposa, Rafaela Contreras, se reunió con él en Guatemala, y el 11 de febrero contrajeron matrimonio religioso en la catedral de Guatemala. En junio, el diario que dirigía Darío, El Correo de la Tarde, dejó de percibir la subvención gubernamental, y tuvo que cerrar. Darío optó por probar suerte en Costa Rica, y se instaló en agosto de ese año en la capital del país, San José. En Costa Rica, donde apenas era capaz de sacar adelante a su familia, agobiado por las deudas a pesar de algunos empleos eventuales, nació su primer hijo, Rubén Darío Contreras, el 12 de noviembre de 1891.
Viajes
Al año siguiente, dejando a su familia en Costa Rica, marchó a Guatemala, y luego a Nicaragua, en busca de mejor suerte. Inesperadamente, el gobierno nicaragüense lo nombró miembro de la delegación que ese país iba a enviar a Madrid con motivo del cuarto centenario del descubrimiento de América, lo que para Darío suponía ver realizado su sueño de viajar a Europa.
En el viaje hacia España hizo escala en La Habana, donde conoció al poeta Julián del Casal, y a otros artistas, como Aniceto Valdivia y Raoul Cay. El 14 de agosto de 1892 desembarcó en Santander, desde donde siguió viaje por tren hacia Madrid. Entre las personalidades que frecuentó en la capital de España están los poetas Gaspar Núñez de Arce, José Zorrilla y Salvador Rueda, los novelistas Juan Valera y Emilia Pardo Bazán, el erudito Marcelino Menéndez Pelayo, y varios destacados políticos, como Emilio Castelar y Antonio Cánovas del Castillo. En noviembre regresó de nuevo a Nicaragua, donde recibió un telegrama procedente de San Salvador en que se le notificaba la enfermedad de su esposa, que falleció el 23 de enero de 1893.
A comienzos de 1893, Rubén permaneció en Managua, donde renovó sus amoríos con Rosario Murillo, cuya familia le obligó a contraer matrimonio con la joven [5]. En abril viajó a Panamá, donde recibió la noticia de que su amigo, el presidente colombiano Miguel Antonio Caro le había concedido el cargo de cónsul honorífico en Buenos Aires. Dejó a Rosario en Panamá, y emprendió el viaje hacia Buenos Aires. Antes de llegar a la capital argentina, pasó brevemente por Nueva York, ciudad en la que conoció al ilustre poeta cubano José Martí, con quien le unían no pocas afinidades; y realizó su sueño juvenil de viajar a París, donde fue introducido en los medios bohemios por el guatemalteco Enrique Gómez Carrillo y el español Alejandro Sawa. En la capital francesa, conoció a Jean Moréas y tuvo un decepcionante encuentro con su admirado Paul Verlaine (posiblemente el poeta francés que más influyó en su obra). Finalmente, el 13 de agosto de 1893 llegó a Buenos Aires, ciudad que le causó una honda impresión.
En Argentina
En Buenos Aires, Darío fue muy bien recibido por los medios intelectuales. Colaboró con varios periódicos: además de en La Nación, del que ya era corresponsal, publicó artículos en La Prensa, La Tribuna y El Tiempo, por citar algunos. Su trabajo como cónsul de Colombia era meramente honorífico, ya que, como él mismo indica en su autobiografía,
"no había casi colombianos en Buenos Aires y no existían transacciones ni cambios comerciales entre Colombia y la República Argentina
[6]. En la capital argentina llevó una vida de desenfreno, siempre al borde de sus posibilidades económicas, y sus excesos con el alcohol fueron causa de que tuviera que recibir cuidados médicos en varias ocasiones. Entre los personajes que trató allí se encuentran políticos ilustres, como Bartolomé Mitre, pero también poetas como el mexicano Federico Gamboa, el boliviano Ricardo Jaimes Freyre y los argentinos Rafael Obligado y Leopoldo Lugones.
El 3 de mayo de 1895 murió su madre, Rosa Sarmiento, a quien el poeta apenas había conocido, pero cuya muerte le afectó considerablemente. En octubre del mismo año surgió un nuevo contratiempo, ya que el gobierno colombiano suprimió su consulado en Buenos Aires, por lo cual Darío se quedó sin una importante fuente de ingresos. Para remediarlo, obtuvo un empleo como secretario de Carlos Carlés, director general de Correos y Telégrafos.
En 1896, en Buenos Aires, publicó dos libros cruciales en su obra: Los raros, una colección de artículos sobre los escritores que, por una razón u otra, más le interesaban; y, sobre todo, Prosas profanas y otros poemas, el libro que supuso la consagración definitiva del modernismo. Como el propio Rubén explica en su autobiografía, con el tiempo los poemas de este libro alcanzarían una gran popularidad en todos los países de lengua española. Sin embargo, en sus comienzos no fue tan bien recibido como hubiera sido de esperar.
Las peticiones de Darío al gobierno nicaragüense para que le concediese un cargo diplomático no fueron atendidas; sin embargo, el poeta vio una posibilidad de viajar a Europa cuando supo que La Nación necesitaba un corresponsal en España que informase de la situación en el país tras el desastre de 1898. El 3 de diciembre de 1898, Darío se embarcaba de nuevo rumbo a Europa. El 22 de diciembre llegaba a Barcelona.
Entre París y España
Darío llegó a España con el compromiso, que cumplió impecablemente, de enviar cuatro crónicas mensuales a La Nación acerca del estado en que se encontraba la nación española tras su derrota frente a Estados Unidos y la pérdida de sus posesiones coloniales de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam. Estas crónicas terminarían recopilándose en un libro, que apareció en 1901, titulado España Contemporánea. Crónicas y retratos literarios. En ellas, Rubén manifiesta su profunda simpatía por España, y su confianza en la recuperación de la nación, a pesar del estado de abatimiento en que la encuentraba.
En España, Darío despertó la admiración de un grupo de jóvenes poetas defensores del modernismo (movimiento que no era en absoluto aceptado por los autores consagrados, especialmente los pertenecientes a la Real Academia Española). Entre estos jóvenes modernistas estaban algunos autores que luego brillarían con luz propia en la historia de la literatura española, como Juan Ramón Jiménez, Ramón María del Valle-Inclán y Jacinto Benavente, y otros que hoy están bastante más olvidados, como Francisco Villaespesa y Emilio Carrere.
En 1899, Rubén Darío, que continuaba legalmente casado con Rosario Murillo, conoció, en la Casa de Campo de Madrid Francisca Sánchez del Pozo, campesina analfabeta, natural de Navalsauz, en la provincia de Ávila, que se convertiría en la compañera de sus últimos años.
En el mes de abril de 1900 Darío visitó por segunda vez París, con el encargo de La Nación de cubrir la Exposición Universal que ese año tuvo lugar en la capital francesa. Sus crónicas sobre este tema serían recogidas posteriormente en el libro Peregrinaciones.
En los primeros años del siglo **, Darío fijó su lugar de residencia en la capital de Francia, y alcanzó una cierta estabilidad, no exenta de infortunios. En 1901 publicó en París la segunda edición de Prosas profanas. Ese mismo año Francisca tuvo una hija del poeta y, tras el parto, viajó a París a reunirse con él, dejando la niña al cuidado de sus abuelos, la niña fallecería de viruela poco después, sin que su padre llegara a conocerla.
En 1902 conoció en París a un joven poeta español, Antonio Machado, declarado admirador de su obra. En marzo de 1903 fue nombrado cónsul de Nicaragua, lo cual le permitó vivir con mayor desahogo económico. Al mes siguiente nació su segundo hijo con Francisca, que moriría también de corta edad. Durante esos años, Darío viajó por Europa, visitando, entre otros países, el Reino Unido, Bélgica, Alemania e Italia.
En 1905 se desplazó a España como miembro de una comisión nombrada por el gobierno nicaragüense cuya finalidad era resolver una disputa territorial con Honduras. Ese año publicó en Madrid el tercero de los libros capitales de su obra poética: Cantos de vida y esperanza, los cisnes y otros poemas, editado por Juan Ramón Jiménez. También datan de 1905 algunos de sus más memorables poemas, como "Salutación del optimista" y la "Oda a Roosevelt", en los cuales enaltece el carácter hispánico frente a la amenaza del imperialismo estadounidense. En particular, el segundo, dirigido al entonces presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt, resulta casi profético en lo referente a la política que Estados Unidos seguiría en Latinoamérica:
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.
En 1906 participó, como secretario de la delegación nicaragüense, en la Tercera Conferencia Panamericana que tuvo lugar en Río de Janeiro. Con este motivo escribió su poema "Salutación del águila", que ofrece una visión de Estados Unidos muy diferente de la de sus poemas anteriores:
Bien vengas, mágica águila de alas enormes y fuertes
a extender sobre el Sur tu gran sombra continental,
a traer en tus garras, anilladas de rojos brillantes,
una palma de gloria, del color de la inmensa esperanza,
y en tu pico la oliva de una vasta y fecunda paz.
Este poema fue muy criticado por algunos autores que no entendieron el súbito cambio de opinión de Rubén con respecto a la influencia de Estados Unidos en Latinoamérica. En Río de Janeiro, el poeta protagonizó un oscuro romance con una aristócrata, tal vez la hija del embajador ruso en Brasil. Parece ser que por entonces concibió la idea de divorciarse de Rosario Murillo, de quien llevaba años separado. De regreso a Europa, hizo una breve escala en Buenos Aires. En París se reunió con Francisca Sánchez, y juntos fueron a pasar el invierno de 1907 a Mallorca, isla en la que frecuentó la compañía del después poeta futurista Gabriel Alomar y del pintor Santiago Rusiñol. Inició una novela, La Isla de Oro, que no llegó a terminar, aunque algunos de sus capítulos aparecieron por entregas en La Nación.
Interrumpió su tranquilidad la llegada a París de su esposa, Rosario Murillo, que se negaba a aceptar el divorcio a menos que se le garantizase una compensación económica que el poeta juzgó desproporcionada. En marzo de 1907, cuando iba a partir para París, el poeta, cuyo alcoholismo estaba ya muy avanzado, cayó gravemente enfermo. Cuando se recuperó, regresó a París, pero no pudo llegar a un acuerdo con su esposa, por lo que decidió regresar a Nicaragua para presentar su caso ante los tribunales.
Embajador en Madrid
Tras dos breves escalas en Nueva York y en Panamá, el poeta llegó a Nicaragua, donde se le tributó un recibimiento triunfal, y se le colmó de honores, aunque no tuvo éxito en su demanda de divorcio. Además no se le pagaron los honorarios que se le debían por su cargo de cónsul, por lo que se vio imposibilitado de regresar a París. Después de meses de gestiones, consiguió otro nombramiento, esta vez como ministro residente en Madrid del gobierno nicaragüense de José Santos Zelaya. Tuvo problemas, sin embargo, para hacer frente a los gastos de su legación ante lo reducido de su presupuesto, y pasó dificultades económicas durante sus años como embajador, que solo pudo solucionar en parte gracias al sueldo que recibía de La Nación.
Cuando Zelaya fue derrocado, Darío hubo de renunciar a su puesto como embajador, lo que hizo el 25 de febrero de 1909. Permaneció fiel a Zelaya, a quien había elogiado desmedidamente en su libro Viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical, y con el que colaboró en la redacción del libro de éste Estados Unidos y la revolución de Nicaragua, en el que acusaba a Estados Unidos y al dictador guatemalteco Manuel Estrada Cabrera de haber tramado el derrocamiento de su gobierno.
Durante el desempeño de su cargo diplomático, se enemistó con su antiguo amigo Alejandro Sawa, quien le había solicitado ayuda económica sin que sus peticiones fueran escuchadas por Darío. La correspondencia entre ambos da a entender que Sawa fue el verdadero autor de algunos de los artículos que Darío había publicado en La Nación [7].
Últimos años
Tras abandonar su puesto al frente de la legación diplomática nicaragüense, Darío se trasladó de nuevo a París, donde se dedicó a preparar nuevos libros, como Canto a la Argentina, encargado por La Nación. Por entonces, su alcoholismo le causaba frecuentes problemas de salud, y crisis psicológicas, caracterizadas por momentos de exaltación mística y por una fijación obsesiva con la idea de la muerte.
En 1910, viajó a México como miembro de una delegación nicaragüense para conmemorar el centenario de la independencia del país azteca. Sin embargo, el gobierno nicaragüense cambió mientras se encontraba de viaje, y el dictador mexicano Porfirio Díaz se negó a recibir al escritor, actitud a lo que no fue ajena probablemente la diplomacia estadounidense. Sin embargo, Darío fue recibido triunfalmente por el pueblo, que se manifestó a favor del poeta y en contra de su gobierno [8]. En su autobiografía, Darío relaciona estas protestas con la Revolución Mexicana, entonces a punto de producirse:
Por la primera vez, después de treinta y tres años de dominio absoluto, se apedreó la casa del viejo Cesáreo que había imperado. Y allí se vio, se puede decir, el primer relámpago de la revolución que trajera el destronamiento [9].
Ante el desaire del gobierno mexicano, Darío zarpó hacia La Habana, donde, bajo los efectos del alcohol, intentó suicidarse, tal vez a causa del desprecio de que había sido objeto. En noviembre de 1910 regresó de nuevo a París, donde continuó siendo corresponsal del diario La Nación y desempeñó un trabajo para el Ministerio de Instrucción Pública mexicano que tal vez le había sido ofrecido a modo de compensación por la humillación sufrida.
En 1912 aceptó la oferta de los empresarios uruguayos Rubén y Alfredo Guido para dirigir las revistas Mundial y Elegancias. Para promocionar estas publicaciones, partió en gira por América Latina, visitando, entre otras ciudades, Río de Janeiro, São Paulo, Montevideo y Buenos Aires. Fue también por esta época cuando el poeta redactó su autobiografía, que apareció publicada en la revista Caras y caretas con el título de La vida de Rubén Darío escrita por él mismo; y la obra Historia de mis libros, muy interesante para el conocimiento de su evolución literaria.
Tras el final de esta gira, tras desligarse de su contrato con los hermanos Guido, regresó a París, y, en 1913, viajó a Mallorca, Islas Baleares (España), invitado por Joan Sureda, y se alojó en la cartuja de Valldemosa, en la que muchas décadas atrás habían residido Chopin y George Sand. En esta isla empezó Rubén la novela El oro de Mallorca, que es, en realidad, una autobiografía novelada. Se acentuó, sin embargo, el deterioro de su salud mental, debido a su alcoholismo. En diciembre regresó a Barcelona, donde se hospedó en casa del general Zelaya, que había sido su protector mientras fue presidente de Nicaragua. En enero de 1914 regresó a París, donde pleiteó largamente con los hermanos Guido, que aún le debían una importante suma de sus honorarios. En mayo se instaló en Barcelona, donde dio a la imprenta su última obra poética de importancia, Canto a la Argentina y otros poemas, que incluye el poema laudatorio del país austral que había escrito años atrás por encargo de La Nación. Su salud estaba ya muy deteriorada: sufría de alucinaciones, y estaba patológicamente obsesionado con la idea de la muerte.
Al estallar la Primera Guerra Mundial, partió hacia América, con la idea de defender el pacifismo para las naciones americanas. Atrás quedó Francisca con sus dos hijos supervivientes, a quienes el abandono del poeta habría de arrojar poco después a la miseria. En enero de 1915 leyó, en la Universidad de Columbia, de Nueva York, su poema "Pax". Siguió viaje hacia Guatemala, donde fue protegido por su antiguo enemigo, el dictador Estrada Cabrera, y por fin, a finales de año, regresó a su Nicaragua natal. Llegó a León, la ciudad de su infancia, el 7 de enero de 1916 y falleció menos de un mes después, el 6 de febrero. Las honras fúnebres duraron varios días. Está sepultado en la catedral de la ciudad de León.
Obra
Rubén Darío es citado generalmente como el iniciador y máximo representante del modernismo hispánico. Si bien esto es cierto a grandes rasgos, es una afirmación que debe matizarse. Otros autores hispanoamericanos, como José Martí, Julián del Casal, o Manuel Gutiérrez Nájera, por citar algunos, habían comenzado a explorar esta nueva estética antes incluso de que Darío escribiese la obra que muchos consideran el punto de partida del modernismo, su libro Azul... (1888).
Así y todo, no puede negarse que Darío es el poeta modernista más influyente, y el que mayor éxito alcanzó, tanto en vida como después de su muerte. Su magisterio fue reconocido por numerosísimos poetas en España y en América, y su influencia nunca ha dejado de hacerse sentir en la literatura en español. Además, es el principal artífice de muchos hallazgos estilísticos emblemáticos del movimiento, como, por ejemplo, la adaptación a la métrica española del verso alejandrino francés.
Influencias
Para la formación poética de Rubén Darío fue determinante la influencia de la poesía francesa. En primer lugar, los románticos, y muy especialmente Víctor Hugo. Más adelante, y con carácter decisivo, llega la influencia de los parnasianos: Théophile Gautier, Catulle Mendès, y José María de Heredia. Y, por último, lo que termina por definir la estética dariana es su admiración por los simbolistas, y entre ellos, por encima de cualquier otro autor, Paul Verlaine. Recapitulando su trayectoria poética en el poema inicial de Cantos de vida y esperanza (1905), el propio Darío sintetiza sus principales influencias afirmando que fue "con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo".
Ya en las palabras liminares de Prosas profanas (1896) había escrito un párrafo que revela la importancia de la cultura francesa en el desarrollo de su obra literaria:
El abuelo español de barba blanca me señala una serie de retratos ilustres: "Éste —me dice— es el gran don Miguel de Cervantes Saavedra, genio y manco; éste es Lope de Vega, éste Garcilaso, éste Quintana." Yo le pregunto por el noble Gracián, por Teresa la Santa, por el bravo Góngora y el más fuerte de todos, don Francisco de Quevedo y Villegas. Después exclamo: "¡Shakespeare! ¡Dante! ¡Hugo...! (Y en mi interior: ¡Verlaine...!)"
Luego, al despedirme: "—Abuelo, preciso es decíroslo: mi esposa es de mi tierra; mi querida, de París [10].
Muy ilustrativo para conocer los gustos literarios de Darío resulta el volumen Los raros, que publicó el mismo año que Prosas profanas, dedicado a glosar brevemente a algunos escritores e intelectuales hacía los que sentía una profunda admiración. Los elegidos son Edgar Allan Poe, Villiers de l'Isle Adam, Léon Bloy, Friedrich Nietzsche, Paul Verlaine, Arthur Rimbaud, Lautréamont, Eugenio de Castro y José Martí (este último es el único autor mencionado que escribió su obra en español). El predominio de la cultura francesa es más que evidente. Darío escribió: "El modernismo no es otra cosa que el verso y la prosa castellanos pasados por el fino tamiz del buen verso y de la buena prosa franceses".
Principales características
Dejando aparte los poemarios anteriores a Azul..., en los cuales el poeta se muestra todavía anclado en la estética del romanticismo tardío de Zorrilla o Núñez de Arce, la obra poética de Darío (y, por ende, la poesía modernista en su conjunto) tiene una serie de características comunes que resultan fácilmente reconocibles:
Métrica
Darío, como los otros modernistas, dio una gran importancia al ritmo en la poesía. Por este motivo, el modernismo supuso una verdadera revolución en la métrica castellana. Junto a los metros tradicionales basados en el octosílabo y el endecasílabo, Darío empleó profusamente el eneasílabo, el dodecasílabo y el alejandrino, enriqueciendo la poesía en lengua castellana con nuevas posibilidades rítmicas.
Aunque existen ejemplos anteriores de utilización del verso alejandrino en la poesía castellana del siglo XIX, el hallazgo de Darío consistió en liberar este verso de la rígida correspondencia hasta entonces existente entre la estructura sintáctica del verso y su división métrica en dos hemistiquios, recurriendo a varios tipos de encabalgamiento. En los poemas de Darío, la cesura entre los dos hemistiquios se encuentra a veces entre un artículo y un nombre, entre este último y el adjetivo que lo acompaña, o incluso en el interior de una misma palabra [11]. Darío adaptó este verso a estrofas y poemas estróficos para las que tradicionalmente se empleaba el endecasílabo, tales como el cuarteto, el sexteto y el soneto.
Darío prosista
Padre del modernismo
Reconocido como jefe de filas del movimiento modernista, y más tarde proclamado por sus contemporáneos los más prestigiosos escritores de España e Ibero América como el Padre del modernismo. Editó sus primeros poemas como una mezcla de romanticismo y tradicionalismo. Era admirador de Bécquer al que dedicó su libro "Rimas" y Víctor Hugo.
Azul... fue la obra por la que Rubén Darío fue considerado como el iniciador de una nueva época en la poesía de la lengua española. El genio de Darío es reconocido rápidamente. Sin su influencia, quedaría aún inexplicada e incompleta la historia de la literatura en la lengua castellana.
El contacto con los poetas parnasianos y simbolistas transformó su concepción poética en una expresión más universal. Esta poesía se empeñaba en revelar la vida cotidiana mediante la literatura con la utilización de figuras retóricas y símbolos. "Prosas profanas" (1896 y 1901) es muestra de ello, abunda en simbolismos y en imágenes exóticas, mezcla el amor y el arte haciendo que este último esté por encima del primero.
"Cantos de vida y esperanza", "El canto errante" y "Prosas profanas" hacen que Darío alcance su madurez lírica. La abundancia de elementos decorativos y resonancias musicales hacen que su poesía sea refinada y elevada y que muestre muy acertadamente los gustos y sentimientos de su época.
Rubén Darío tuvo también una faceta de poeta social y cívico. Compuso poemas para exaltar héroes y hechos nacionales, así como para criticar y denunciar los males sociales y políticos. En "El canto errante" y "A Roosevelt", hay una exposición del descubrimiento y conquista de América y una critica al materialismo de los anglosajones.
Como obra menor en 1896, durante su estancia en Buenos Aires, publicó una colección de artículos llamada "Los raros", dedicada a personajes literarios como José Martí, Ibsen y Poe, a quienes consideraba próximos en la renovación literaria que llevaba a cabo.
En prosa destaca "Peregrinaciones" (1901) diario personal e histórico basado en las experiencias de sus viajes y estancias en países extranjeros. Darío es indiscutiblemente el máximo exponente del cosmopolitismo latinoamericano y el progenitor irrefutable del movimiento modernista que tanto influyó sobre toda la literatura de habla española.
Rubén Darío, hito de la literatura en la lengua española, favoreció el encuentro entre la literatura en español de ambos lados del Atlántico. Junto a Gustavo Adolfo Bécquer inició la recuperación de la poesía española que acabaría en la generación del 27 y daría figuras como Juan Ramón Jiménez.
Dos poemas de Darío
Wikisource alberga obras de Rubén DaríoYo persigo una forma
Canto a la Argentina
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Obras de Rubén Darío
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Rubén Darío[editar]
Poesía
Abrojos. Santiago de Chile, 1887.
Rimas. Santiago de Chile, 1887.
Azul.... Valparaíso, 1888. Segunda edición, ampliada: Guatemala, 1890. Tercera edición: Buenos Aires, 1905.
Primeras notas, [Epístolas y poemas, 1885]. Managua, 1888.
Prosas profanas y otros poemas. Buenos Aires, 1896. Segunda edición, ampliada: París, 1901.
Cantos de vida y esperanza. Los cisnes y otros poemas. Madrid, Tipografía de Revistas de Archivos y Bibliotecas, 1905.
El canto errante. Madrid, Tipografía de Archivos, 1907.
Poema del otoño y otros poemas, Madrid, 1910.
Canto a la Argentina y otros poemas. Madrid, Imprenta Clásica Española, 1914.
Lira póstuma. Madrid, 1919.
Prosa
Los raros (1893). Segunda edición, corregida y aumentada: Madrid, Maucci, 1905.
España contemporánea (1901)
Peregrinaciones. París. Librería de la Vda. de Ch. Bouret, 1901.
La caravana pasa (1902).
Tierras solares (1904).
Opiniones (1906)
El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical (1909)
Letras (1911)
Todo al vuelo (1912)
La vida de Rubén Darío escrita por él mismo (1915).
La isla de oro (1915) (inconclusa).
Prosa dispersa. Madrid, Mundo Latino, 1919.
2006-10-15 07:25:08
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answer #10
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answered by Trastolillo 7
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