No hay un consenso general en cuanto a la fecha de inicio del Imperio Bizantino. Para algunos autores la fecha clave es la fundación de Constantinopla en el año 330, en tanto que otros estudiosos consideran como acta de nacimiento del Imperio Bizantino la muerte de Teodosio I, en 395, cuando el Imperio Romano fue definitivamente dividido en dos mitades, oriental y occidental. Otros piensan que puede hablarse con propiedad de Imperio Bizantino a partir del momento en que fue depuesto el último emperador romano de Occidente, Rómulo Augústulo (476).
La desaparición del Imperio Bizantino se produjo con la caÃda de Constantinopla en poder de los turcos otomanos en 1453. Sin embargo, la desaparición del estado bizantino no acabó con los sentimientos nacionalistas del pueblo, ya que los actuales habitantes de Grecia se consideran herederos de la tradición bizantina.El Imperio Bizantino —llamado también, sobre todo para hacer referencia a su etapa inicial, Imperio Romano de Oriente— fue un imperio cristiano medieval de cultura griega cuya capital estaba en Constantinopla o Bizancio (actual Estambul). Los orÃgenes del Imperio Bizantino se remontan a la etapa final del Imperio Romano. Inicialmente abarcaba todo el Mediterráneo oriental, pero con el tiempo fue sufriendo importantes reducciones territoriales.
Origen
Para asegurar el control del Imperio Romano y hacer más eficiente su administración, Diocleciano, a finales del siglo III, instituyó el régimen de gobierno conocido como tetrarquÃa, dividiendo el imperio en dos mitades, gobernadas por dos emperadores augustos), cada uno de los cuales llevaba asociado un "vice-emperador" y futuro heredero césar). Tras la abdicación de Diocleciano el sistema perdió su vigencia y se abrió un perÃodo de guerras civiles que no concluyó hasta 324, cuando Constantino I el Grande unificó ambas partes del Imperio.
Constantino reconstruyó la ciudad de Bizancio como nueva capital en 330. La llamó "Nueva Roma" pero se la conoció popularmente como Constantinopla (La Ciudad de Constantino). La nueva administración tuvo su centro en la ciudad, gozaba de una envidiable situación estratégica y estaba situada en el nudo de las más importantes rutas comerciales del Mediterráneo oriental.
Constantino fue también el primer emperador en adoptar el cristianismo, religión que fue incrementando su influencia a lo largo del siglo IV y terminó por ser proclamada por el emperador Teodosio I, a finales de dicha centuria, religión oficial del Imperio.
A la muerte del emperador Teodosio, en 395, el Imperio se dividió definitivamente: Honorio, su hijo mayor, heredó la mitad occidental, con capital en Roma, mientras que a su otro hijo Arcadio le correspondió la oriental, con capital en Constantinopla. Para la mayorÃa de los autores, es a partir de este momento cuando comienza propiamente la historia del Imperio Bizantino. Mientras que la historia del Imperio Romano de Occidente concluyó en 476, cuando fue depuesto el joven Rómulo Augústulo por el germano Odoacro, la historia del Imperio Bizantino se prolongará durante aún casi un milenio.
[editar]
Historia temprana
En tanto que el Imperio de Occidente se hundÃa de forma definitiva, los sucesores de Teodosio fueron capaces de conjurar las sucesivas invasiones de pueblos bárbaros que amenazaron el Imperio de Oriente. Los visigodos fueron desviados hacia Occidente por el emperador Arcadio (395-408). Su sucesor, Teodosio II (408-450) reforzó las murallas de Constantinopla, haciendo de ella una ciudad inexpugnable (de hecho, no serÃa conquistada por tropas extranjeras hasta 1204), y logró evitar la invasión de los hunos mediante el pago de tributos hasta que se disgregaron y dejaron de representar un peligro tras la muerte de Atila, en 453. Por su parte, Zenón (474-491) evitó la invasión del ostrogodo Teodorico, dirigiéndolo hacia Italia.
La unidad religiosa fue amenazada por las herejÃas que proliferaron en la mitad oriental del Imperio, y que pusieron de relieve la división en materia doctrinal entre las cuatro principales sedes orientales: Constantinopla, AntioquÃa, Jerusalén y AlejandrÃa. Ya en 325, el Concilio de Nicea habÃa condenado el arrianismo que negaba la divinidad de Cristo. En 431, el Concilio de Ãfeso declaró herético el nestorianismo. La crisis más duradera, sin embargo, fue la causada por la herejÃa monofisita que afirmaba que Cristo sólo tenÃa una naturaleza, la divina. Aunque fue también condenada por el Concilio de Calcedonia, en 451, habÃa ganado numerosos adeptos, sobre todo en Egipto y Siria, y todos los emperadores fracasaron en sus intentos de restablecer la unidad religiosa. En este perÃodo se inicia también la estrecha asociación entre la Iglesia y el Imperio: León I (457-474) fue el primer emperador coronado por el patriarca de Constantinopla.
A finales del siglo V, durante el reinado del emperador Anastasio I, el peligro que suponÃan las invasiones bárbaras parece definitivamente conjurado. Los pueblos germánicos, ya asentados en el desaparecido Imperio de Occidente, están demasiado ocupados consolidando sus respectivas monarquÃas como para interesarse por Bizancio.
La época de Justiniano
Durante el reinado de Justiniano I (527-565), el Imperio llegó al apogeo de su poder. El emperador se propuso restaurar las fronteras del antiguo Imperio Romano, para lo que emprendió una serie de guerras de conquista en Occidente:
Entre 533 y 534 un ejército al mando del general Belisario conquistó el reino de los vándalos, en la antigua provincia romana de Ãfrica. El territorio, una vez pacificado, fue gobernado por un funcionario denominado magister militum.
Entre 535 y 536, Belisario arrebató a los ostrogodos Sicilia y el sur de Italia, llegando hasta Roma. Tras una breve recuperación de los ostrogodos (541-551), un nuevo ejército bizantino, comandado esta vez por Narsés, anexionó de nuevo Italia al Imperio.
En 552 los bizantinos intervinieron en disputas internas de la Hispania visigoda y anexionaron al Imperio extensos territorios del sur de la PenÃnsula Ibérica, llamándola Provincia de Spania. La presencia bizantina en Hispania se prolongó hasta el año 620.
En la frontera oriental, Belisario detuvo la ansias expansionistas del persa Cosroes I (531-579), al que derrotó en la batalla de Daras.
Las campañas de Justiniano en Occidente dejaron exhausta la hacienda imperial y precipitaron al imperio en una situación de crisis, que llegarÃa a su punto culminante a comienzos del siglo VII.
La época de Justiniano no sólo destaca por sus éxitos militares. Bajo su reinado, Bizancio vivió una época de esplendor cultural, a pesar de la clausura de la Universidad de Atenas, destacando, entre otras muchas, las figuras de los poetas Nono de Panópolis y Pablo Silenciario, el historiador Procopio, y el filósofo Juan Filopón. Entre 528 y 533, una comisión nombrada por el emperador codificó el Derecho romano en el Corpus Iuris Civilis, permitiendo asà la transmisión a la posteridad de uno de los más importantes legados del mundo antiguo. El esplendor de la época de Justiniano encuentra su mejor ejemplo en una de las obras arquitectónicas más célebres de la historia del Arte, la iglesia de Santa SofÃa, construida durante su reinado por los arquitectos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto.
Asà mismo un desastre se cernió sobre el Imperio el año 543 d.C. Se trata de la Peste Justiniana se cree que provocada por el bacilo Yersina Pestis. Sin duda fue elemento clave que contribuyó a agudizar la grave crisis económica que ya sufrÃa el Imperio. Se cree que un tercio de la población de Constantinopla pereció por su causa.
[editar]
El repliegue de Bizancio
Los siglos VII y VIII constituyen en la historia de Bizancio una especie de "Edad Oscura" acerca de la cual tenemos muy escasa información. Es un perÃodo de crisis, del cual, a pesar de las tremendas dificultades externas (el hostigamiento del Islam y los continuos ataques de búlgaros y eslavos) e internas (las luchas iconoclastas), el Imperio salió transformado y reforzado.
[editar]
Las amenazas exteriores
El siglo VII comienza con la crisis provocada por la espectacular ofensiva del monarca sasánida Cosroes II, que con sus conquistas en Egipto, Siria y Asia Menor, llegó a amenazar la existencia misma del Imperio. Esta situación fue aprovechada por otros enemigos de Bizancio, como los ávaros y eslavos, que pusieron sitio a Constantinopla en 626. El emperador Heraclio fue capaz, tras una guerra larga y agotadora, de conjurar este peligro, repeliendo el asalto de ávaros y eslavos, y derrotando definitivamente a los persas en 628.
Sin embargo, apenas unos años después, entre 633 y 645, la fulgurante expansión del Islam arrebata para siempre al Imperio, exhausto por la guerra contra Persia, las provincias de Siria, Palestina y Egipto. A mediados del siglo VII, las fronteras se estabilizaron. Los árabes continuaron presionando, llegando incluso a amenazar la capital, pero la superioridad naval bizantina, reforzada por su magnÃficas fortificaciones navales y su monopolio del "fuego griego" (un producto quÃmico capaz de arder bajo el agua) salvó a Bizancio.
En la frontera occidental, el Imperio se ve obligado a aceptar desde la época de Constantino IV (668-685) la creación dentro de sus fronteras, en la provincia de Moesia, del reino independiente de los búlgaros. Además, pueblos eslavos fueron instalándose en los Balcanes, llegando incluso hasta el Peloponeso. En Occidente, la invasión de los lombardos hizo mucho más precario el dominio bizantino sobre Italia.
[editar]
La querella iconoclasta
Entre los años 726 y 843, el Imperio Bizantino fue desgarrado por las luchas internas entre los iconoclastas, partidarios de la prohibición de las imágenes religiosas, y los iconódulos, contrarios a dicha prohibición. La primera época iconoclasta se prolongó desde 726, año en que León III (717-741) suprimió el culto a las imágenes, hasta 783, cuando fue restablecido por el II Concilio de Nicea. La segunda tuvo lugar entre 813 y 843. En este año fue restablecida definitivamente la ortodoxia.
Según algunos autores, el conflicto iconoclasta refleja también la división entre el poder estatal —los emperadores, la mayorÃa partidarios de la iconoclastia—, y el eclesiástico —el patriarcado de Constantinopla, en general iconódulo—; también se ha señalado que mientras que en Asia Menor eran mayorÃa los iconoclastas, la parte europea del Imperio era más bien partidaria del culto a las imágenes.
[editar]
Transformaciones
A principios del siglo IX, el Imperio habÃa sufrido varias transformaciones importantes:
Uniformización cultural y religiosa: la pérdida frente al Islam de las provincias de Siria, Palestina y Egipto trajo como consecuencia una mayor uniformidad. Los territorios que el Imperio conservaba a mediados del siglo VII eran de cultura fundamentalmente griega. El latÃn fue definitivamente abandonado en favor del griego. Ya en 629, durante el reinado de Heraclio, está documentado el uso del término griego basileus en lugar del latÃn augustus. En el aspecto religioso, la incorporación de estas provincias al Islam dio por concluida la crisis monofisita, y en 843 el triunfo de los iconódulos supuso por fin la unidad religiosa.
Reorganización territorial: en el siglo VII —probablemente en época de Constante II (641-668)— el Imperio fue dotado de una nueva organización territorial para hacer más eficaz su defensa. El territorio bizantino se organizó en themata, distritos militares que eran al mismo tiempo circunscripciones administrativas, y cuyo gobernador y jefe militar, el estrategos, gozaba de una amplia autonomÃa.
Ruralización: la pérdida de las provincias del Sur, donde más desarrollo habÃan alcanzado la artesanÃa y el comercio, implicó que la economÃa bizantina pasara a ser esencialmente agraria. La irrupción del Islam en el Mediterráneo a partir del siglo VIII dificultó las rutas comerciales. Decreció la población y la importancia de las ciudades en el conjunto del Imperio, en tanto que empezaba a desarrollarse una nueva clase social, la aristocracia latifundista, especialmente en Asia Menor.
La mayorÃa de estas transformaciones se dieron como consecuencia de la perdida de las provincias de Egipto, Siria y Palestina, que fueron arrebatadas por el Islam.
[editar]
Renacimiento macedónico
El final de las luchas iconoclastas supone una importante recuperación del Imperio, visible desde el reinado de Miguel III (842-867), último emperador de la dinastÃa Amoriana, y, sobre todo, durante los casi dos siglos (867-1056) en que Bizancio fue regido por la dinastÃa macedonia. Este perÃodo es conocido por los historiadores como "renacimiento macedónico".
[editar]
La polÃtica exterior
Imagen:Bizantinos2.jpeg
Durante estos años, la crisis en que se ve sumido el califato abasÃ, principal enemigo del Imperio en Oriente, debilita considerablemente la ofensiva islámica. Sin embargo, los nuevos Estados musulmanes que surgieron como resultado de la disolución del califato (principalmente los aglabÃes del Norte de Ãfrica y los fatimÃes de Egipto, lucharon duramente contra los bizantinos por la supremacÃa en el Mediterráneo oriental. A lo largo del siglo IX, los musulmanes arrebataron definitivamente Sicilia al Imperio. Creta ya habÃa sido conquistada por los árabes en 824. El siglo X fue una época de importantes ofensivas contra el Islam, que permitieron recuperar territorios perdidos muchos siglos antes: Nicéforo Focas (963-969) reconquistó el norte de Siria, incluyendo la ciudad de AntioquÃa (969), asà como las islas de Creta (961) y Chipre (965).
El gran enemigo occidental del Imperio durante esta etapa fue el Estado búlgaro. Convertido al cristianismo a mediados del siglo IX, Bulgaria alcanzó su apogeo en tiempos del zar Simeón (893-927), educado en Constantinopla. Desde 896 el Imperio estuvo obligado a pagar un tributo a Bulgaria, y, en 913, Simeón estuvo a punto de atacar la capital. A la muerte de este monarca, en 927, su reino comprendÃa buena parte de Macedonia y de Tracia, junto con Serbia y Albania. El poder de Bulgaria fue sin embargo declinando durante el siglo X, y, a principios del siglo siguiente, Basilio II (976-1025), llamado Bulgaróctonos ("matador de búlgaros") invadió Bulgaria y la anexionó al Imperio, dividiéndola en cuatro temas.
Uno de los hechos más decisivos, y de efectos más duraderos, de esta época fue la incorporación de los pueblos eslavos a la órbita cultural y religiosa de Bizancio. En la segunda mitad del siglo IX, los monjes de Tesalónica Metodio y Cirilo fueron enviados a evangelizar Moravia a petición de su monarca, Ratislao. Para llevar a cabo su tarea crearon, partiendo del dialecto eslavo hablado en Tesalónica, una lengua literaria, el antiguo eslavo eclesiástico o litúrgico, asà como un nuevo alfabeto para ponerla por escrito, el alfabeto glagolÃtico (luego sustituido por el alfabeto cirÃlico). Aunque la misión en Moravia fracasó, a mediados del siglo X se produjo la conversión del principado de Kiev, quedando asà bajo la influencia de Bizancio un estado de extensión mucho mayor que el propio Imperio.
Las relaciones con Occidente fueron tensas desde la coronación de Carlomagno (800) y las pretensiones de sus sucesores al tÃtulo de emperadores romanos y al dominio sobre Italia. Durante toda esta etapa, a pesar de la pérdida de Sicilia, el Imperio siguió teniendo una enorme influencia en el sur de la penÃnsula itálica. Las tensiones con Otón I, quien pretendÃa expulsar a los bizantinos de Italia, se resolvieron mediante el matrimonio de la princesa bizantina Teófano, sobrina del emperador bizantino Juan Tzimiscés, con Otón II.
[editar]
La polÃtica religiosa
Tras la resolución del conflicto iconoclasta, se restauró la unidad religiosa del Imperio. No obstante, hubo de hacerse frente a la herejÃa de los paulicianos, que en el siglo IX llegó a tener una gran difusión en Asia Menor, asà como a su rebrote en Bulgaria, la doctrina bogomilita.
Durante esta época fueron evangelizados los búlgaros. Esta expansión del cristianismo oriental provocó los recelos de Roma, y a mediados del siglo IX estalló una grave crisis entre el patriarca de Constantinopla, Focio y el papa Nicolás I, quienes se excomulgaron mutuamente, produciéndose una primera separación de las iglesias oriental y occidental que se conoce como Cisma de Focio. Además de la rivalidad por la primacÃa entre las sedes de Roma y Constantinopla, existÃan algunos desacuerdos doctrinales. El Cisma de Focio fue, sin embargo, breve, y hacia 877 las relaciones entre Oriente y Occidente volvieron a la normalidad.
La ruptura definitiva con Roma se consumó en 1054, con motivo de una disputa sobre el texto del Credo, en el que los teólogos latinos habÃan incluido la cláusula filioque, significando asÃ, en contra de la tradición de las iglesias orientales, que el EspÃritu Santo procedÃa no sólo del Padre, sino también del Hijo. ExistÃa también desacuerdo en otros muchos temas menores, y subyacÃa, sobre todo, el enfrentamiento por la primacÃa entre las dos antiguas capitales del Imperio.
El declive del Imperio (1056-1261)
Tras el perÃodo de esplendor que supuso el renacimiento macedónico, en la segunda mitad del siglo XI comenzó un perÃodo de crisis, marcado por la creciente feudalización del Imperio y su debilidad ante la aparición de dos poderosos nuevos enemigos: los turcos selyúcidas y los reinos cristianos de Europa occidental.
En la frontera oriental, los turcos selyúcidas, que hasta el momento habÃan centrado su interés en derrotar al Egipto fatimÃ, empezaron a hacer incursiones en Asia Menor, de donde procedÃa la mayor parte de los soldados del Imperio. Con la inesperada derrota en la batalla de Manzikert (1071) del emperador Romano IV Diógenes a manos de Alp Arslan, sultán de los turcos selyúcidas, terminó la hegemonÃa bizantina en Asia Menor. Los intentos posteriores de los emperadores Commenos por reconquistar los territorios perdidos se revelarán siempre infructuosos. Más aún, un siglo después, Manuel I Comneno sufrirÃa otra humillante derrota frente a los selyúcidas en Myriokephalon en 1176.
En Occidente, los normandos expulsaron de Italia a los bizantinos en unos pocos años (entre 1060 y 1076), y conquistaron Dyrrachium, en Iliria, desde donde pretendÃan abrirse camino hasta Constantinopla. La muerte de Roberto Guiscardo en 1085 evitó que estos planes se llevasen a efecto. Sin embargo, pocos años después, la Primera Cruzada se convertirÃa en un quebradero de cabeza para el emperador Alejo I Comneno. Se discute si fue el propio emperador el que solicitó la ayuda de Occidente para combatir contra los turcos. Aunque teóricamente se habÃan comprometido a poner bajo la autoridad de Bizancio los territorios sometidos, los cruzados terminaron por establecer varios Estados independientes en AntioquÃa, Edesa, TrÃpoli y Jerusalén.
Los alemanes del Sacro Imperio Romano y los normandos de Sicilia y el sur de Italia siguieron atacando el Imperio durante el siglo XII. Las ciudades-estado y repúblicas italianas como Venecia y Génova, a las cuales Alejo habÃa concedido derechos comerciales en Constantinopla, se convirtieron en los objetivos de sentimientos antioccidentales debido al resentimiento existente hacia los francos o latinos. A los venecianos en especial les importunaron sobremanera dichas manifestaciones del pueblo bizantino, teniendo en cuenta que su flota de barcos era la base de la marina bizantina.
Federico Barbarroja (emperador del Sacro Imperio Romano) intentó conquistar sin éxito el Imperio durante la Tercera Cruzada, pero fue la cuarta la que tuvo el efecto más devastador sobre el Imperio Bizantino en siglos. La intención expresa de la cruzada era conquistar Egipto y los bizantinos, creyendo que no habÃa posibilidades de vencer a Saladino (sultán de Egipto y Siria y principal enemigo de los cruzados instalados en Tierra Santa), decidieron mantenerse neutrales. La reticencia bizantina a implicarse en la Cruzada, la toma del control de la expedición por parte de los venecianos puesto que sus dirigentes no podÃan pagar el transporte de las tropas y la codicia por parte de los jefes cruzados de los tesoros de Constantinopla hicieron que los cruzados tomaran por asalto Constantinopla en 1204, dando origen al efÃmero Imperio Latino (1204-1261). Por primera vez desde su fundación por Constantino, más de 800 años antes, la ciudad habÃa sido tomada por un ejército extranjero. El poder bizantino pasó a estar permanentemente debilitado. En este tiempo, el reino serbio, bajo la dinastÃa Nemanjic, se fortaleció aprovechando el desmoronamiento de Bizancio, iniciando un proceso que culminarÃa cuando en 1346 se constituyera el Imperio Serbio.
Tres Estados griegos herederos del Imperio Bizantino permanecieron fuera de la órbita del recientemente creado Imperio Latino —el Imperio de Nicea, el Imperio de Trebisonda, y el Despotado de Epiro. El primero, controlado por la DinastÃa Paleólogo, reconquistó a los latinos Constantinopla en 1261 y derrotó a Epiro, revitalizando el Imperio pero prestando demasiada atención a Europa cuando la creciente penetración de los turcos en Asia Menor constituÃa el principal problema.
El final: el sitio turco
La historia de Bizancio tras la reconquista de la capital por Miguel VIII Paleólogo es la de una prologada decadencia. En el lado oriental el avance turco redujo casi a la nada los dominios asiáticos del Imperio, convertido en algunas etapas en vasallo de los otomanos, en los Balcanes debió competir con los Estados griegos y latinos que habÃan surgido a raÃz de la conquista de Constantinopla en 1204, y en el Mediterráneo la superioridad naval veneciana dejaba muy pocas opciones a Constantinopla. Además, durante el siglo XIV el Imperio, convertido en uno más de numerosos Estados balcánicos, debió afrontar la terrible revuelta de los almogávares catalanes y dos devastadoras guerras civiles.
Durante un tiempo el Imperio sobrevivió simplemente porque selyúcidas, mongoles y persas safávidas estaban demasiado divididos para poder atacar, pero finalmente los turcos otomanos invadieron todo lo que quedaba de las posesiones bizantinas a excepción de un número de ciudades portuarias. (Los otomanos —núcleo originario del futuro Imperio Otomano— procedÃan de uno de los sultanatos escindidos del Estado selyúcida bajo el mando de un lÃder llamado Osman I Gazi, que darÃa el nombre a la dinastÃa otomana u osmanlÃ).
El Imperio apeló a Occidente en busca de ayuda, pero los diferentes Estados ponÃan como condición la reunificación de la iglesia católica y la ortodoxa. La unidad de las iglesias fue considerada, y ocasionalmente llevada a cabo por decreto legal, pero los ciudadanos ortodoxos no aceptarÃan el catolicismo romano. Algunos combatientes occidentales llegaron en auxilio de Bizancio, pero muchos prefirieron dejar al Imperio sucumbir, y no hicieron nada cuando los otomanos conquistaron los territorios restantes.
Constantinopla fue en un principio desestimada en pos de su conquista debido a sus poderosas defensas, pero con el advenimiento de los cañones, las murallas —que habÃan sido impenetrables excepto para la Cuarta Cruzada durante más de 1.000 años— ya no ofrecÃan la protección adecuada frente a los turcos otomanos. La CaÃda de Constantinopla finalmente se produjo después de un sitio de dos meses llevado a cabo por Mehmet II el 29 de mayo de 1453. El último emperador bizantino, Constantino XI Paleólogo, fue visto por última vez cuando entraba en combate con las tropas de jenÃzaros de los sitiadores otomanos, que superaban de manera aplastante a los bizantinos. Mehmet II también conquistó Mistra en 1460 y Trebisonda en 1461.
[editar]
El mundo bizantino
[editar]
DemografÃa
Son muy pocos los datos que pueden permitirnos calcular la población del Imperio Bizantino. J. C. Russell «Late Ancient and Medieval Population» (Transactions of the American Philosophical Society, 48 (3), 1958) estima que a finales del siglo IV la población total del Imperio Romano de Oriente era de unos 25 millones, repartidos en un área de aproximadamente 1.600.000 km². Hacia el siglo IX, sin embargo, tras la pérdida de las provincias de Siria, Egipto y Palestina y la crisis de población del siglo VI, habitarÃan el Imperio alrededor de 13 millones de personas en un territorio de 745.000 km².
Hacia el siglo XIII, con las importantes mermas territoriales sufridas por el Imperio, no es probable que el basileus rigiese los destinos de más de 4.000.000 de personas. Desde entonces el territorio del imperio —y, por ende, su población— fue decreciendo rápidamente hasta la caÃda de Constantinopla en 1453.
Las mayores concentraciones de población estuvieron siempre en la parte asiática del Imperio, especialmente en el litoral egeo de Asia Menor.
En cuanto a las ciudades, el crecimiento de Constantinopla fue espectacular en los siglo IV y V. Mientras que la capital de Occidente, Roma, habÃa declinado considerablemente desde los tiempos de Augusto, en que llegó a tener cerca del millón de habitantes, hasta el siglo V, con sólo unos 100.000, Constantinopla, que en el momento de su fundación contaba escasamente con 30.000 habitantes, llegó en época de Justiniano a los 400.000.
Pero Constantinopla no era la única gran ciudad del Imperio. La población de AlejandrÃa en esa misma época se ha estimado en torno a los 300.000 habitantes, algo mayor que AntioquÃa (unos 250.000), seguida de otras ciudades como Ãfeso, Esmirna, Pérgamo, Trebisonda, Edesa, Nicea, Tesalónica, Tebas y Atenas.
El siglo VI supuso un importante retroceso de la urbanización debido tanto a las guerras como a una desdichada sucesión de epidemias y catástrofes naturales. En el siglo siguiente, tras la pérdida de Siria, Palestina, Egipto y Cartago, sólo quedaron dos grandes ciudades en el Imperio: la capital y Tesalónica. Parece que la población de Constantinopla decreció considerablemente durante los siglos VI y VII (a causa, entre otras razones, de la peste) y sólo comenzó a recuperarse a mediados del siglo VIII. Se estima que su población serÃa de 300.000 habitantes durante el renacimiento macedónico, y de no menos de 500.000 bajo la dinastÃa Comnena.
En los últimos tiempos del Imperio las ciudades sufrieron un pronunciado declive. Se estima que en el momento de su conquista por los turcos la población de la capital estaba en torno a los 50.000 habitantes, y la de la segunda ciudad del Imperio, Tesalónica, alredededor de los 30.000.
[editar]
EconomÃa
[editar]
La agricultura
Como en el resto del mundo en la Edad Media, la principal actividad económica era la agricultura. Ãsta estaba organizada en latifundios, en manos de la nobleza o el clero.
[editar]
La industria
La principal industria era la textil, basada en talleres de seda estatales, que empleaban a grandes cantidades de operarios. El Imperio dependÃa por completo del comercio con Oriente para el abastecimiento de seda hasta que a mediados del siglo VI unos monjes desconocidos —quizá nestorianos— lograron llevar capullos de gusanos de seda a Justiniano. El Imperio comenzó a producir su propia seda —principalmente en Siria—, y su fabricación fue un secreto celosamente guardado y desconocido en el resto de Europa hasta al menos el siglo XII.
[editar]
El comercio
Hay que destacar la gran importancia del comercio. Por su situación geográfica, el Imperio Bizantino fue un intermediario necesario entre Oriente y el Mediterráneo, al menos hasta el siglo VII, cuando el Islam se apoderó de las provincias meridionales del Imperio. Era especialmente importante la posición de la capital, que controlaba el paso de Europa a Asia, y al dominar el Estrecho del Bósforo, los intercambios entre el Mediterráneo (desde donde se accedÃa a Europa occidental) y el Mar Negro (que enlazaba con el Norte de Europa y Rusia).
ExistÃan tres rutas principales que enlazaban el Mediterráneo con el Extremo Oriente:
1. El camino más corto atravesaba Persia, y luego Asia Central (Samarkanda, Bujara). Se conoce como Ruta de la Seda.
2. Una segunda ruta, mucho más difÃcil, evitaba Persia, e iba del Mar Negro, a través de los puertos de Crimea, al Caspio, y de ahà a Asia Central. Esta ruta fue abierta en época de Justino II.
3. Por mar, desde la costa de Egipto, a través del Mar Rojo y del Océano Ãndico, aprovechando los monzones, hasta Sri Lanka. Esta ruta marÃtima posibilitaba no sólo el comercio con la India, sino también con el reino de Aksum, en la actual Eritrea. Una pormenorizada relación de las vicisitudes de esta ruta se encuentra en la obra del viajero Cosmas Indicopleustes. El comercio bizantino por esta ruta desapareció cuando en el siglo VII se perdieron las provincias meridionales del Imperio.
El comercio bizantino entró en decadencia durante los siglos XI y XII, a causa de las ruinosas concesiones que se hicieron a Venecia, y, en menor medida, a Génova y a Pisa.
Un importante elemento en la economÃa del Imperio fue su moneda, el solido bizantino, de extendido prestigio en el comercio mundial de la época.
[editar]
Organización polÃtica y administrativa
Para más información, véase, en el artÃculo TÃtulos y cargos del Imperio Bizantino, la información acerca de los tÃtulos imperiales, tÃtulos cortesanos y tÃtulos de la Administración.
[editar]
El emperador
El jefe supremo del Imperio Bizantino era el emperador (basileus), que dirigÃa el ejército y la administración. Cada emperador tenÃa la potestad de elegir a su sucesor, al que asociaba a las tareas de gobierno confiriéndole el tÃtulo de césar. En algún momento de la historia de Bizancio (concretamente, durante el reinado de Romano Lecapeno) llegó a ver hasta cinco césares simultáneos.
El sucesor no era necesariamente hijo del emperador. En muchos casos, la sucesión fue de tÃo a sobrino (Justiniano, por ejemplo, sucedió a su tÃo Justino I y fue sucedido por su sobrino Justino II. Otros personajes llegaron a la dignidad imperial a través del matrimonio, como Nicéforo II o Romano IV Diógenes.
Si bien el emperador elegÃa a su sucesor, fueron muchos los que llegaron al poder al ser proclamados emperadores por el ejército (como Heraclio o Alejo I Comneno), o gracias a las intrigas cortesanas, a veces aderezadas con numerosos crÃmenes. Para evitar que los emperadores depuestos y sus familiares reivindicaran el trono eran con frecuencia cegados y, en ocasiones, castrados, y confinados en monasterios. Un caso peculiar es el de Justiniano II, llamado Rhinotmetos ("Nariz Cortada"), a quien el usurpador Leoncio cortó la nariz y envió al destierro, aunque recuperarÃa posteriormente su trono. Estos crÃmenes atroces fueron sumamente frecuentes en la historia del Imperio Bizantino, especialmente en las épocas de inestabilidad polÃtica.
La figura del emperador estaba especialmente relacionada con la Iglesia, que se convirtió en un factor estabilizador, y especialmente con el Patriarca de Constantinopla. La monarquÃa bizantina tenÃa un carácter cesaropapista —uno de los tÃtulos del emperador era Isapóstolos (igual a los Apóstoles), y ciertas prerrogativas de su cargo remiten al rex sacerdos (rey sacerdote) de la monarquÃa israelita. El emperador y el Patriarca tenÃan una relación de mutua interdependencia: si bien el emperador designaba al Patriarca, era éste el que sancionaba su acceso al poder mediante la ceremonia de coronación. Entre uno y otro hubo en la historia de Bizancio muchos momentos de tensión, pues los intereses del Estado diferÃan a veces de los de la Iglesia. En la última etapa del Imperio, por ejemplo, cuando los emperadores, para obtener la ayuda de Occidente frente a los turcos, intentaron restaurar la unidad religiosa de su iglesia con la de Roma, se encontraron con la tenaz resistencia de los patriarcas.
Una de las principales bazas del emperador era su control sobre una eficaz administración, que se regÃa por el Corpus Iuris Civilis, recopilado en época de Justiniano. La organización territorial se basaba, desde el siglo VII, en los thémata ("temas"), provincias al mando de un strategos o general.
[editar]
El ejército
Para más información, ver Ejército bizantino y, en TÃtulos y cargos del Imperio Bizantino, el apartado sobre tÃtulos militares.
El ejército bizantino fue durante siglos el más poderoso de Europa. Heredero del ejército romano, en los siglos III y IV fue sustancialmente reformado, desarrollando sobre todo la caballerÃa pesada (catrafacta), de origen sármata.
La armada bizantina tuvo un papel preponderante en la hegemonÃa del Imperio, gracias a sus ágiles embarcaciones, llamadas dromos y al uso de armas secretas como el "fuego griego". La superioridad naval de Bizancio le proporcionó el dominio del Mediterráneo oriental hasta el siglo XI, cuando empezó a ser sustituida por el incipiente poder de algunas ciudades-estado italianas, especialmente Venecia.
En un primer momento existÃan dos tipos de tropas: los limitanei (guarniciones de frontera) y los comitatenses. A partir del siglo VII el Imperio fue organizado en themata, circunscripciones tanto administrativas como militares dirigidas por un strategos, cuya existencia mejoró sustancialmente la capacidad defensiva de Bizancio frente a sus numerosos enemigos exteriores.
En la defensa de Bizancio jugó un importante papel la hábil diplomacia de sus emperadores. Los pagos de tributos mantuvieron mucho tiempo alejados a los enemigos del Imperio, y su servicio de espionaje logró salvar situaciones que parecÃan desesperadas.
Una de las debilidades del ejército bizantino, que fue acentuándose con el tiempo, fue la necesidad de recurrir a tropas mercenarias, de fidelidad dudosa. Entre los cuerpos mercenarios más conocidos está la famosa guardia varega. La crisis más terrible que los mercenarios causaron en el Imperio fue seguramente la revuelta de los almogávares, en el siglo XIV.
El arte de la estrategia alcanzó un gran auge en época bizantina, e incluso varios emperadores, como es el caso de Mauricio escribieron tratados sobre el arte militar. Estas doctrinas ensalzaban el sigilo, la sorpresa y el liderazgo de los comandantes.
[editar]
Religión
Uno de los rasgos más caracterÃsticos de la civilización bizantina es la importancia de la religión y del estamento eclesiástico en su ideologÃa oficial. Iglesia y Estado, emperador y patriarca, se identificaron progresivamente, hasta el punto de que el apego a la verdadera fe (la "ortodoxia") fue un importante factor de cohesión polÃtica y social en el Imperio Bizantino, lo que no impidió que surgieran numerosas corrientes heréticas.
El cristianismo primitivo tuvo un desarrollo mucho más rápido en Oriente que en Occidente. Es muy significativo el hecho de que el Concilio de Calcedonia reconociera en 451 cinco grandes patriarcados, de los cuales sólo uno (Roma) era occidental; los otros cuatro (Constantinopla, Jerusalén, AlejandrÃa y AntioquÃa) pertenecÃan al Imperio de Oriente. De todos ellos, el principal fue el Patriarcado de Constantinopla, cuya sede estaba en la capital del Imperio. Las otras tres sedes fueron separándose paulatinamente de Constantinopla, primero a causa de la herejÃa monofisita, duramente perseguida por varios emperadores; luego, con motivo de la invasión del Islam en el siglo VII, las sedes de AlejandrÃa, AntioquÃa y Jerusalén quedaron definitivamente bajo dominio musulmán.
Durante el siglo VII, hubo algunos intentos de la Iglesia Ortodoxa por atraerse a los monofisitas, mediante posturas religiosas intermedias, como el monotelismo, defendido por Heraclio y por su nieto Constante II. Sin embargo, en los años 680 y 681, en el III Concilio de Constantinopla se retornó definitivamente a la ortodoxia.
La Iglesia Ortodoxa sufrió otra crisis importante con el movimiento iconoclasta, primero entre los años 730 y 787, y luego entre 815 y 843. Se enfrentaron dos grupos religiosos: los iconoclastas, partidarios de la prohibición del culto a las imágenes o iconos, y los iconódulos, que defendÃan esta práctica. Los iconos fueron prohibidos por León III comenzando asà las más agrias disputas. Esto no se resolvió hasta que la emperatriz Irene convocó el II Concilio de Nicea en 787 que reafirmó los iconos. Esta emperatriz consideró una alianza con Carlomagno que hubiera unido ambas mitades de la Cristiandad, pero que fue desestimada.
El movimiento iconoclasta resurgió en el siglo IX, siendo derrotado definitivamente en 843. Todos estos conflictos internos no ayudaron a resolver el cisma que se estaba produciendo entre occidente y oriente.
En el siglo IX destaca la figura del patriarca Focio, que por primera vez rechazó el primado de Roma, abriendo una historia de desencuentros que culminarÃa en 1054, con el llamado Cisma de Oriente y Occidente. Focio se esforzó también en equiparar el poder del patriarca al del emperador, postulando una especie de diarquÃa o gobierno compartido.
El cisma contribuyó, sin embargo, a la transformación de la Iglesia Ortodoxa en una iglesia nacional. Esto se reforzó más aún con la humillación sufrida en 1204 por la invasión de los cruzados y el traslado temporal de la sede patriarcal a Nicea.
Durante el siglo XIV se desarrolló una importante corriente religiosa, conocida como hesicasmo (del griego hesychÃa, que puede traducirse como "quietud" o "tranquilidad"). El hesicasmo defendÃa el recogimiento interior, el silencio y la contemplación como medios de acercamiento a Dios, y se difundió sobre todo por las comunidades monásticas. Su máximo representante fue Gregorio Palamas, monje de Athos que llegarÃa a ser arzobispo de Tesalónica.
Desde finales del siglo XIII hubo varios intentos de volver a la unidad religiosa con Roma: en 1274, en 1369 y en 1438, para conseguir la ayuda occidental frente a los turcos. Sin embargo, ninguno de estos intentos llegó a prosperar.
[editar]
Cultura y arte
Para más información, véase Arte bizantino
[editar]
Lengua y literatura
ArtÃculo principal: Literatura bizantina
En los orÃgenes del Imperio Bizantino existió una situación de diglosia entre el latÃn y el griego. El primero era la lengua de la administración estatal, en tanto que el griego era la lengua hablada y el principal vehÃculo de expresión literaria. La Iglesia y la educación utilizaban también el griego. A esto debe añadirse que algunas regiones del Imperio empleaban otras lenguas, como el arameo y su variante el sirÃaco en Siria y Palestina, y el copto en Egipto.
Con el tiempo, el latÃn fue definitivamente desplazado por el griego, que se convirtió también en la lengua de la administración imperial. Es significativo que ya en época de Heraclio el tÃtulo de Augustus, en latÃn, haya sido sustituido por el de basiléus, en griego. El latÃn, sin embargo, continuó apareciendo en inscripciones y en monedas hasta el siglo XI.
La invasión del Islam y la pérdida de las provincias orientales propiciaron una mayor helenización del Imperio. El griego hablado en el Imperio era el resultado de la evolución del griego helenÃstico, y suele denominarse griego medieval o griego bizantino. ExistÃan grandes diferencias entre el lenguaje literario, deliberadamente arcaico, y el lenguaje hablado, la koiné popular, muy rara vez utilizada en la literatura.
La literatura, como en general la cultura bizantina en todos sus aspectos, se caracteriza por tres elementos: helenismo, cristianismo e influjo oriental. Helenismo porque continúa la tradición de la Grecia clásica pese a los intentos romanizadores de Justiniano y su sobrino Justino II, que sólo alcanzaron al derecho. Cristianismo porque ésa fue desde Constantino la religión del Imperio, a pesar de la oposición intelectual hasta bien entrado el siglo VI; influjo oriental por la estrecha elación con pueblos asiáticos y africanos.
La literatura bizantina cuenta con un poema épico en griego popular, el de DÃgenis Akritas, y con lÃricos de primer orden como Teodoro Pródromo. Posee unos géneros caracterÃsticos, como los bestiarios, volucrarios, lapidarios y las novelas bizantinas (Estacio Macrembolita, Los amores de Isinia e Ismino, Teodoro Pródromo, Los amores de Rodante y Dosicles, Niceta Eugeniano, Las aventuras de Drusilla y Caricles y Constantino Manases, Aventuras de Aristandro y Calitea). Fue especialmente fecunda en escritos teológicos, cristológicos y hagiográficos. Fue en particular relevante para la literatura occidental la historia de Barlaam y Josafat, donde se encuentran alusiones a la vida de Buda, y que fue divulgada por todo Occidente.
La historia tuvo representantes eminentes, como Procopio de Cesarea, secretario que fue del célebre general Belisario durante el reinado de Justiniano y a la vez panegirista del emperador en los seis libros de sus Historias y su detractor en la llamada Historia secreta. En la lÃrica destaca el epigrama con figuras como Pablo Silenciario y AgatÃas, este último antologista e historiador del periodo que siguió a Justiniano. Jorge de Pisidia compuso poesÃa épica y epigramas. Existe un interesante libro de viajes de Cosmas Indicopleustes. Del siglo VII destaca un historiador, Simocata, que no llega a la importancia de Procopio; en este siglo destaca el poeta Romano el Mélodo, autor de himnos religiosos. Entre el siglo VIII y el XI se compila la ya mencionada epopeya nacional DÃgenÃs Akritas, compuesta en una lengua semiculta; también se hacen poemas épicos sobre las hazañas de Alejandro Magno y se componen enciclopedias como la Suda, de no siempre acendrada veracidad. Se recopiló en esta época el más importante corpus de epigramática griega que se conserva, la AntologÃa palatina. El cristianismo entra en el género tradicional pagano con la obra del monje Teodoro Estudita y de la monja poetisa Casia. Algunos emperadores se dedicaron a las letras, como León VI el Sabio, que fue poeta, asà como su hijo, Constantino VII Porfirogéneta. San Juan Damasceno compuso tratados teológicos y polémicos en oscuro estilo; el citado Teodoro escribe también sobre la cuestión iconoclasta, asà como obras ascéticas y de exégesis.
En el último periodo, desde finales del XI, existe una gran cantidad de literatura polémica religiosa, pero también escriben Focio y Miguel Psellos sobre otros temas y se propicia un renacimiento de las letras griegas. Este renacimiento pasará a Europa con la dispersión de los eruditos bizantinos por la PenÃnsula Itálica tras la conquista de Constantinopla por los otomanos. En Italia renacerá el estudio del griego y el Humanismo y de ahà pasará al resto del mundo. Juan Tzetzés escribe poemas didácticos y eruditos. El epigrama alcanza cumbres en Cristóbal de Mitilene o Juan Mauropo. Se escriben novelas en Grecia y proliferan los bestiarios y lapidarios, y crónicas como la célebre Crónica de Morea, que mandó traducir al aragonés el gran maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén Juan Fernández de Heredia. El inquieto e inconformista poeta Teodoro Pródromo escribe cuatro poemas satÃricos en la lengua popular y escribe su Catomiomaquia, o Lucha de los Gatos contra los Ratones a modo de parodia épica. Hay excelentes historiadores que dejan testimonio de las Cruzadas, como los hermanos Miguel y sobre todo Nicetas Acominato, Paquimeras, Nicéforo Briennio o su mujer Ana Comnena, princesa imperial autora de La Alexiada, historia de su padre Alejo I Comneno. Durante la época de los Paleólogos la literatura entra en decadencia pero después surge con fuerza la filologÃa.
[editar]
Arquitectura
ArtÃculo principal: Arquitectura bizantina
La arquitectura bizantina es heredera de la arquitectura romana y la arquitectura paleocristiana. Es una arquitectura esencialmente religiosa, aunque no faltaron los edificios civiles de importancia. Muestra una marcada predilección por el ladrillo como material de construcción (aunque disimulado por lajas de piedra en el exterior y por suntuosos mosaicos en el interior). Aunque utiliza la columna (destaca la sustitución del ábaco por el cimacio), su innovación más caracterÃstica es el uso sistemático de la cubierta abovedada. Los tipos de bóveda más utilizados son la de cañón y la de arista, pero destaca sobre todo la cúpula, con su caracterÃstica base sobre pechinas (aunque también se empleó ocasionalmente la cúpula sobre trompas). En cuanto a la planta, la más frecuente en los templos es la de cruz griega, con una cúpula en la intersección de las naves. Es frecuente que los templos, además del cuerpo de nave principal, posean un atrio o narthex, de origen paleocristiano, y el presbiterio precedido de iconostasio, llamada asà porque sobre este cerramiento calado se colocaban los iconos pintados.
En la historia del arte y la arquitectura bizantinos suelen distinguirse tres perÃodos o "Edades de Oro". La Primera Edad de Oro tiene su momento más representativo en la época de Justiniano, y sus edificios más destacados son la iglesia de los Santos Sergio y Baco, la de Santa Irene y, sobre todo, la de Santa SofÃa, todas ellas en Constantinopla.
La Segunda Edad de Oro coincide con el renacimiento macedónico (siglos IX, X y XI). Sigue siendo la iglesia de planta central cubierta con cúpula el modelo fundamental. Son frecuentes las iglesias de planta de cruz griega inscrita en un cuadrado, con los brazos de la cruz cubiertos con bóvedas de cañón, y cinco cúpulas, una en el centro y otras cuatro en los ángulos. El prototipo era la Nueva Iglesia (Nea) construida por Basilio I, hoy desaparecida. Algunas iglesias destacadas son la iglesia de los Santos Apóstoles en Constantinopla, Santa Catalina de Salónica, la catedral de Atenas y la basÃlica de San Marcos de Venecia.
La Tercera Edad de Oro comienza tras la recuperación de Constantinopla en 1261. Es una época de difusión de las formas bizantinas, tanto hacia el Norte (Rusia) como hacia Occidente. Las novedades de este perÃodo son más bien decorativas que estructurales. Destacan iglesias como Santa MarÃa Pammakaristos en Constantinopla, las iglesias del monte Athos o el conjunto de iglesias de Mistra en el Peloponeso.
[editar]
Escultura
ArtÃculo principal: Escultura bizantina
El estilo bizantino quedó definido a partir del siglo VI. Anteriormente dominaba el estilo romano tardÃo, aun en la misma Constantinopla según lo evidencian diversas estatuas erigidas por toda la ciudad. No obstante, otros monumentos de la época iniciaban ya el gusto bizantino, como Disco de Teodosio de Madrid que ostenta en bajorrelieve las figuras del emperador y su corte (393).
El estilo bizantino en escultura debe considerarse como una derivación del romano, bajo la influencia asiática. Le caracterizan, en general, cierto amaneramiento, uniformidad y rigidez o falta de naturalidad en las figuras junto con la gravedad la cual suele consistir en esmaltes, en imitaciones de piedras y sartas de perlas, en trazos geométricos y en follaje estilizado o desprovisto de naturalidad.
Cultivó el arte bizantino muy poco el bulto redondo pero abundó en relieves sobre marfil, plata y bronce y no abandonó del todo el uso de camafeos y entalles en piedras finas. En los relieves, como en las pinturas y mosaicos se presentan las figuras mirando de frente.
[editar]
Mosaicos
De la cultura romana Bizancio heredó la decoración mediante mosaicos que llegaron a su máximo esplendor con este imperio.
[editar]
Pintura
ArtÃculo principal: Pintura bizantina
Son particularmente destacables los retablos de temática religiosa conocidos como iconos.
[editar]
Música
ArtÃculo principal: Música bizantina
La música bizantina, de carácter normalmente religioso estaba fuertemente emparentada con el canto gregoriano.
[editar]
Legado
El Imperio Bizantino fue un imperio multicultural, que nació como cristiano y heredero de la tradición romana, comprendiendo la zona de Oriente y que desapareció en 1453 como un reino griego ortodoxo. El escritor británico Robert Byron lo describió como el resultado de una triple fusión: un cuerpo romano, una mente griega y un alma oriental.
Bizancio fue la única potencia estable en la Edad Media. Su influencia sirvió de factor estabilizador en Europa, sirviendo de barrera contra la presión de las conquistas de los ejércitos musulmanes y actuando como enlace hacia el pasado clásico y su antigua legitimidad.
La caÃda del imperio fue traumática, tanto que durante mucho tiempo se consideró 1453 como la división entre la Edad Media y la Edad Moderna. El conquistador otomano, Mehmet II, y sus sucesores se consideraron a sà mismos herederos legÃtimos de los emperadores bizantinos hasta el derrumbamiento del Imperio Otomano, a principios del siglo **. Sin embargo, el papel del emperador bizantino como cabeza de la ortodoxia oriental fue reclamado por los Grandes Duques de Moscú empezando por Iván III. Su nieto Iván IV el Terrible se convertirÃa en el primer zar de Rusia (el tÃtulo de zar proviene del latÃn caesar, "césar"). Sus sucesores apoyaron la idea que Moscú era la heredera legÃtima de Roma y Constantinopla, la Tercera Roma —una idea mantenida por el Imperio Ruso hasta su propio fin a principios del siglo **.
Desde el punto de vista comercial, Bizancio era el punto de partida de la Ruta de la Seda, el eje económico que unÃa Europa con Oriente, importando materias de lujo como seda y especias. La interrupción de esta ruta con motivo de la desaparición del Imperio Bizantino provocó la búsqueda de nuevas rutas comerciales, llegando españoles y portugueses a América y Ãfrica en busca de rutas alternativas. Los portugueses, que acabaron la Reconquista antes y dispusieron de los recursos necesarios con antelación crearon un imperio atlántico que permitÃa alcanzar la India al circunnavegar Ãfrica. Los españoles, posteriormente, patrocinarÃan a Colón y a los conquistadores, que supondrÃan la creación de un imperio colonial que transformarÃa a España en la primera potencia mundial.
Bizancio desempeñó un papel inestimable para la conservación de los textos clásicos, tanto en el mundo islámico como en la Europa occidental, donde serÃa clave para el Renacimiento. Su tradición historiográfica fue una fuente de información sobre los logros del mundo clásico. Hasta tal punto fue asÃ, que se cree que el resurgir cultural, económico y cientÃfico del siglo XV no hubiera sido posible sin la bases establecidas en la Grecia bizantina.
La influencia de Bizancio en asuntos como la teologÃa serÃa vital para pensadores europeos como Santo Tomás de Aquino.
Asimismo se ha de mencionar que el Imperio fue clave en la extensión del cristianismo, religión que definirÃa Europa durante siglos. De los cuatro mayores focos de esta religión, tres (Jerusalén, AntioquÃa y Constantinopla) se hallaban en su territorio y hasta que no aconteció el cisma de Oriente fue el mayor foco espiritual. También fue responsable de la evangelización de los pueblos eslavos, gracias a misioneros tan célebres como Cirilo y Metodio que evangelizaron a los pueblos eslavos y desarrollaron un sistema de escritura que aún hoy en dÃa se sigue utilizando en muchos paÃses, el alfabeto cirÃlico. Por último es notable su influencia en las iglesias copta, etÃope, y la de armenia.
2006-10-14 08:49:31
·
answer #4
·
answered by nereanf398 1
·
0⤊
0⤋