En la discusión sobre quién fue el primer emperador romano debe tenerse en cuenta que, a fines del periodo republicano, no existía un nuevo título que implicara un poder individual semejante al de un monarca. Tomando como referencia la traducción al español de la palabra latina Imperator, el mismo Julio César habría sido emperador, como muchos otros generales romanos antes que él. En lugar de ello, y tras el final de las guerras civiles durante las que Julio César lideró sus ejércitos para conseguir el poder, quedó claro por una parte que no existía consenso sobre el retorno de la monarquía, y por otro lado, que la presencia a un tiempo de tantos altos gobernantes con iguales poderes otorgados por el Senado luchando entre ellos debía llegar a su fin.
En la época de su asesinato (44 adC) César ya era el hombre más poderoso de Roma, pero sin ser princeps, condición que los historiadores modernos consideran determinante para llamarle emperador. Por esta razón en la actualidad no se le puede considerar como tal. A pesar de ello, consiguió algo que sólo un monarca hubiera podido conseguir, si bien esto sólo se haría evidente muchas décadas después de su muerte: había convertido sus grandes poderes republicanos en hereditarios a través de su testamento, en el que nombraba a Octavio como su único heredero. Sin embargo, no sería hasta casi una década después de la muerte de César cuando Octavio alcanzaría el poder supremo, tras la nueva guerra civil que sobrevendría a la muerte de César y el proceso gradual para neutralizar a sus compañeros en el Triunvirato que culminó con la victoria sobre Marco Antonio y Cleopatra. De alguna forma, César construyó el armazón sobre el que se asentaría la condición futura del emperador.
Sin embargo, no se puede marcar una línea a partir de la cual Octavio se convirtiese en emperador. A lo largo de su vida política, Octavio, también conocido como César Augusto, recibió y adoptó varios títulos que diferenciaban su condición de la del resto de los políticos, pero ninguna que claramente lo denominase como tal. Fue proclamado Augusto, pero éste es considerado un sobrenombre, más que un título. Recibió también el título de Pontifex maximus. Recibió del senado la encomienda de la tribunitia potestas (el poder del tribunado), sin necesidad de ser uno de los tribunos; y también comenzó a utilizar Imperator, como parte de su nombre. Sin embargo, a pesar de que Augusto recibió diferentes títulos, no hubo cambios en la organización del Estado, la cual permaneció idéntica que durante el periodo de res publica.
Tras la muerte de Augusto, algunos historiadores como Tácito sugirieron que habría sido posible el retorno al sistema republicano sin necesidad de ningún cambio, en el caso de que hubiera existido un deseo real de hacerlo (no permitiendo a Tiberio la acumulación de los mismos poderes, cosa que éste hizo con rapidez). Incluso Tiberio siguió a grandes rasgos manteniendo inalterado el sistema de gobierno republicano.
Los historiadores de los primeros siglos tuvieron más en cuenta la continuidad: si existió una «monarquía sin reyes» hereditaria tras la república, ésta habría comenzado con Julio César. En este sentido, Suetonio escribió De los Veinte Césares, compilando los emperadores desde Julio César e incluyendo la dinastía Flavia (tras la muerte de Nerón, el nombre heredado ‘César’ se convirtió en un título). En libros de historia más recientes, sin embargo, se apunta que inmediatamente después del asesinato de Julio César, el estado romano había vuelto en todos los aspectos a la República, y que el Segundo Triunvirato difícilmente podría ser considerado una monarquía. Estas tesis ven a Augusto como el primer emperador en un sentido estricto, y se dice que se convirtió en tal cuando «restauró» el poder al Senado y al Pueblo, acto que en sí mismo fue una demostración de su auctoritas, recibiendo el nombre de ‘Augusto’ en el 27 adC.
Aunque estos son los cargos, títulos y atribuciones más comunes, se debe tener en cuenta que no todos los emperadores romanos hicieron uso de ellos, y que en caso de hacerlo, posiblemente no los utilizaran al mismo tiempo. Los cargos de cónsul y censor, por ejemplo, no formaban parte integral de la dignidad imperial, siendo ostentados por diferentes personas además del emperador reinante.
Augustus (Αὔγουστος o Σεβαστός, en español ‘Augusto’: ‘Majestuoso’ o ‘Venerable’), un apellido honorífico exclusivo del emperador.
Autócrata (Αὐτοκράτωρ), título griego equivalente a ‘Emperador’ con un significado semejante a ‘Comandante en Jefe’.
Basileus (Βασιλεύς), título griego que significa ‘Soberano’; usado de forma popular en el este para referirse al emperador y que se convertirían en título formal a partir de Heraclio.
Caesar (Καίσαρ, Nobilissimus Caesar, en español ‘César’), nombre procedente de la familia de Julio César, usado posteriormente para referirse al Emperador.
Censor, cargo de la República de cinco años de vigencia que ostentan dos individuos con las mismas atribuciones.
Cónsul, la más alta de las magistraturas de la República romana, de un año de vigencia que ostentan al tiempo dos individuos con las mismas atribuciones.
Dominus (cuyo significado era ‘Señor’ o ‘Amo’), título honorífico que se hizo popular a mediados de la historia imperial.
Imperator (con el significado de ‘Comandante’ o ‘Comandante en Jefe’), título obtenido tras la ascensión a la púrpura imperial o tras un importante triunfo militar. Este título se convirtió en el pronombre de la mayoría de los emperadores.
Imperator Destinatus (‘Destinado a ser Emperador’), título para el heredero imperial, usado por Septimio Severo para su hijo Caracalla.
Imperium Maius (‘Comandante Supremo’), indica que su poseedor ostenta el poder absoluto sobre todos los demás poderes, incluyendo la capacidad de sentenciar a muerte.
Invictus (‘no vencido’), título honorífico.
Pater Patriae (‘Padre de la Patria’), título honorífico.
Pius Felix (‘Piadoso y Bendito’), título honorífico.
Pontifex Maximus (‘Sumo Sacerdote’), título de origen republicano que implicaba la mayor de las autoridades religiosas. Los emperadores cristianos a partir de Graciano dejaron de usar este título al ser cedido éste a los Papas de Roma.
Princeps (‘Príncipe’ o ‘Primer Ciudadano’), título honorífico que denota el estátus del Emperador como el ‘primero entre iguales’.
Princeps Iuventatis (‘Joven Príncipe’), título honorífico destinado al heredero del Imperio.
Princeps Senatus (‘Primer hombre del Senado’), cargo republicano con una vigencia de cinco años.
Tribunitia Potestas (‘Poder del Tribunado’), cargo mediante el cual el emperador obtenía poderes de tribuno, incluyendo la inviolavilidad y la capacidad de vetar las decisiones del Senado.
Además, en la epigrafía se distinguen las siguientes abreviaturas como propias de la dignidad imperial:
A. - Aulus
AUG. - Augustus (referido al título, no al nombre)
C. - Gaius
GERM. - Germanicus
IMP. - Imperator
L. - Lucius
M. - Marcus
MAX. - Maximus
NOB. - Nobilissimus
P. - Publius
P.F. - Pius Felix
PRINC. IUV. - Princeps Iuventutis
Q. - Quintus
SER. - Servius
T. - Titus
Ti. - Tiberius
Cuando Augusto estableció el Principado, cambió la autoridad suprema por una serie de poderes y cargos, lo que en sí mismo fue una demostración de autoridad. Como Princeps Senatus, el Emperador declaraba el inicio y el fin de cada sesión del Senado, imponía la agenda de éste, la reglamentación a seguir por los senadores y se reunía con los embajadores extranjeros en nombre del Senado.
religiosa del Imperio, correspondiéndole la presidencia de las ceremonias religiosas, la consagración de los templos, el control del calendario romano (suprimiendo y añadiendo días cuando era necesario), el nombramiento de las vírgenes vestales y de los flamen (sacerdotes), el liderazgo del Collegium Pontificum (dirección colegiada de los asuntos religiosos) y la interpretación de los dogmas de la religión romana.
Aunque estos poderes otorgaban al emperador una gran dignidad e influencia, en realidad no incluían por sí mismos ninguna autoridad legal. En el año 23 adC, Augusto daría poder legal a la figura del Emperador. En primer lugar, con la inclusión entre sus cargos de la Tribunitia Potestas, o poderes de tribuno, sin necesidad de ostentar dicho cargo. Esto dio al Emperador inviolabilidad y la capacidad de perdonar a cualquier civil por cualquier tipo de acto criminal o de cualquier otro tipo. Con los poderes de tribuno, el Emperador podía condenar también a muerte sin juicio previo a cualquiera que interfiriera en el desempeño de sus deberes. Este ‘tribunado imperial’ le permitía también manejar al Senado según sus deseos, proponer leyes, así como vetar sus decisiones y las propuestas de cualquier magistrado, incluyendo al Tribuno de la plebe. También mediante este poder, el Emperador podía convocar a las Asambleas, ejerciendo como presidente de las mismas y pudiendo proponer leyes en estos foros. Sin embargo, todos estos poderes sólo eran aplicables dentro de la misma Roma, por lo que aún necesitaba otros poderes para poder vetar a los gobernadores y a los cónsules en las provincias.
Para resolver este problema, Augusto trató de que se otorgara al Emperador el derecho a ostentar dos tipos diferentes de imperium: el primero como cónsul, lo que le daba el poder de la mayor de las magistraturas dentro de Roma, y el segundo con el título de Imperium Maius, que le daba poderes fuera de Roma. Los cónsules y el Emperador tenían por lo tanto una autoridad semejante, pudiendo cada uno de ellos vetar las propuestas y actos de los otros. Sin embargo, fuera de Roma, el Emperador superaba en poderes a los cónsules, pudiendo vetarles sin que éstos pudieran hacer otro tanto con él. El Imperium Maius le daba al Emperador autoridad sobre todos los gobernadores de las provincias romanas, convirtiéndole en la máxima autoridad en los asuntos provinciales y dándole el mando supremo de todas las legiones romanas. El Emperador, merced a este Imperium, podía nombrar a los gobernadores de las provincias imperiales sin interferencia del Senado.
El culto imperial
Aún en vida de Julio César, éste consintió en la construcción de una estatua a cuyo pie rezaba la inscripción deo invicto (en español, ‘Dios Invencible’) en el 44 adC. El mismo año, se hizo nombrar dictador vitalicio. El heredero de César, Augusto, hizo construir un templo en Roma dedicado al ‘divino Julio’ (Divus Julius). Como hijo adoptivo del deificado Julio, Augusto también recibió el título de divi filius (hijo de un dios).
Tácito describe en sus Anales (IV, 37-38 y 55-56) que Augusto y Tiberio permitieron que se erigiera un único templo en su honor durante sus vidas. Estos templos contenían, no obstante, no sólo las estatuas del emperador gobernante, que podía ser venerado a la manera de un dios, sino que también se dedicaban al pueblo de Roma (a la ciudad de Roma, en el caso de Augusto, y al Senado en el de Tiberio). Ambos templos estaban situados en la parte asiática del Imperio Romano. El tempo de Augusto estaba situado en Pérgamo, mientras Tiberio no consintió ningún otro templo o estatua en su honor aparte de los existentes en Esmirna, ciudad elegida en el año 26 entre once candidatas para erigir estos templos. Tiberio aseguró ante el Senado que prefería ser más recordado por sus actos que por las piedras.
Los numerosos templos y estatuas dedicados a Calígula (por orden propia) fueron todos ellos destruidos de inmediato tras la violenta muerte de este emperador. Al parecer, Claudio permitió la erección de un sólo templo en su honor, continuando el ejemplo de Augusto y Tiberio. En esta ocasión el templo se erigió en Britania, tras la conquista de este territorio por Claudio.
Generalmente, los emperadores romanos evitaron reclamar para sí mismos el estátus de deidad en vida, a pesar de que algunos críticos insistieron en que hubieran debido hacerlo, y que lo contrario podría ser considerado un signo de debilidad. Otros romanos ridiculizaban la idea de que los emperadores fueran considerados dioses vivientes, e incluso veían con diversión la deificación de un emperador tras su muerte. Sobre este particular, el único escrito satírico de Séneca, Apocolocyntosis divi Claudii, muestra un amargo sarcasmo sobre la previsible deificación de Claudio, la cual se efectuó, de acuerdo con la versión de Tácito, en los funerales del emperador en el año 54 (Annales. XII, 69).
Frecuentemente, los emperadores fallecidos durante este periodo fueron objeto de adoración, al menos, aquellos que no fueron tan impopulares para sus súbditos como para que el populacho considerara su asesinato como una forma válida de relevarle. La mayor parte de los emperadores se beneficiaron de la rápida deificación de sus predecesores: si dicho precedesor era un familiar relativamente cercano (aunque sólo fuera por adopción), esto significaba que el nuevo emperador contaba con un estátus cercano a la deidad, siendo divi filius, sin necesidad de parecer demasiado presuntuoso al reclamar para sí mismo el estátus divino. Una famosa cita atribuida a Vespasiano en su lecho de muerte dice que sus últimas palabras, proferidas en tono irónico, fueron: **** deus fio (creo que me estoy convirtiendo en un dios), al sentir que la muerte le llegaba.
Para las mujeres de las dinastías imperiales, la adquisición del título de Augusta, otorgado sólo de forma excepcional, significó generalmente un paso esencial para alcanzar el estatus de divinidad.
Los linajes imperiales
Emperadores romanos durante el Principado
La naturaleza del cargo imperial y el Principado fueron establecidos por el heredero de Julio César, Octavio, declarado en el testamento de César hijo adoptivo de éste. Octavio Augusto nombró más tarde como heredero al hijo del primer matrominio de su esposa Livia con un joven de la distinguida familia Claudia, dando inicio a la dinastía Julia-Claudia, que terminaría tras la muerte de Nerón, tataranieto de Augusto por parte de su hija Julia y de Livia por parte del hijo de ésta: Tiberio.
A lo largo del año 69, Nerón fue sucedido por una serie de usurpadores, dándose en llamar a éste «el año de los cuatro emperadores». El último de ellos, Vespasiano, estableció la dinastía Flavia, cuyo último componente, Domiciano, fue a su vez sustituido por Nerva. Nerva, anciano y sin hijos, adoptó a Trajano, ajeno a su familia, y le nombró su heredero.
Cuando Trajano accedió al trono imperial, siguió el ejemplo de su predecesor, adoptando a Adriano como heredero, lo que se convirtió en una práctica habitual en la sucesión del Imperio durante el siguiente siglo, dando origen a la época de los cinco emperadores buenos, el periodo de mayor estabilidad y prosperidad de la historia del Imperio Romano.
El último de los emperadores buenos, Marco Aurelio, eligió por su parte a su hijo Cómodo como sucesor en lugar de adoptar a su heredero. El consiguiente desgobierno provocado por Cómodo condujo a su posterior asesinato, el 31 de diciembre del año 192. Esto dio origen a un breve periodo de inestabilidad que terminó con el ascenso al poder imperial de Septimio Severo, quien estableció la dinastía de los Severos. Esta dinastía, a excepción del periodo 217-218, ostentó la púrpura hasta el año 235.
El ascenso al poder de Maximino el Tracio marcó a un tiempo el final de una era y el principio de otra. Fue uno de los últimos intentos del cada vez más impotente Senado Romano para influir en la sucesión. Además, fue la primera vez que un hombre alcanzaba la púrpura basándose únicamente en su trayectoria militar. Tanto Vespasiano como Septimio Severo provenían de familias nobles o de clase media, mientras Maximino el Tracio procedía de una familia plebeya. Nunca durante su reinado visitó la ciudad de Roma, y dio origen a una serie de «emperadores cuarteleros», provenientes todos ellos del ejército. Entre el 232 y el 285, más de doce emperadores accedieron a la púrpura, pero sólo Valeriano y Caro llegaron a asegurarse la sucesión de sus hijos al trono, y ambas dinastías terminaron en sólo dos generaciones.
Emperadores romanos durante el Dominado
El ascenso al trono imperial de Diocleciano el 20 de noviembre del 284, un comandante dálmata de la caballería de la guardia de Caro y Numeriano, de habla griega y clase baja, significó el abandono del concepto tradicional romano de «emperador». Éste, que oficialmente se consideraba como el ‘primero entre iguales’, dejó de serlo con Diocleciano, que incorporó el despotismo oriental en la dignidad imperial. Donde los anteriores emperadores habían vestido la toga púrpura y habían sido tratados con deferencia, Diocleciano vistió ropas y calzados enjoyados, y exigió de aquellos que le servían arrodillarse y besar el borde de sus ropas (adoratio).
En muchos sentidos, Diocleciano fue el primero de los emperadores monárquicos, hecho que se simboliza en que la palabra dominus (‘señor’) reemplazó a princeps como término preferente para referirse al emperador. De una forma significativa, ni Diocleciano ni su co-emperador Maximiano habitaron mucho tiempo en Roma después del año 286, estableciendo sus capitales imperiales en Nicomedia y Mediolanum (la moderna Milán) respectivamente.
Además, Diocleciano estableció la Tetrarquía, un sistema por el cual el Imperio Romano quedaba dividido en las partes Occidental y Oriental, cada una de las cuales tenía un Augustus como gobernante supremo y un César como ayudante del primero. El sistema de la Tetrarquía degeneró en una guerra civil. El vencedor de estas guerras terminaría siendo Constantino I el Grande, que restauró el sistema de Domiciano de división del Imperio en este y oeste. Constantino mantuvo el este para sí mismo y refundó la ciudad de Constantinopla como su nueva capital.
La dinastía que estableció Constantino también se vio pronto acosada por guerras civiles e intrigas cortesanas hasta que fue reemplazada de forma breve por Joviano, general de Juliano el Apóstata y, de forma más permanente, por Valentiniano I y la dinastía que éste fundaría en el 364. A pesar de ser un soldado procedente de la clase media-baja, Valentiniano no fue un «emperador cuartelero», sino que fue elevado a la púrpura por un cónclave de generales veteranos y funcionarios civiles.
Emperadores durante la decadencia del Imperio
Teodosio I accedió al trono imperial en el este en el año 379, y se hizo con el control de la parte oeste en el año 394. Declaró al paganismo fuera de la ley y convirtió al cristianismo en la religión oficial del Imperio. Teodosio fue el último emperador que gobernó la totalidad del Imperio Romano, ya que el reparto del mismo entre sus hijos Arcadio (Imperio Oriental) y Honorio (Imperio Occidental) tras su muerte en el año 395 representó la división definitiva del Imperio.
En la parte occidental, el cargo del emperador degeneró pronto en una mera figura decorativa, títere en más de una ocasión de los reyes tribales germánicos. Finalmente, el caudillo hérulo Odoacro simplemente depuso al emperador Rómulo Augústulo en el 476, enviando la corona imperial al emperador de Constantinopla Zenón, y asumiendo él mismo el título de «Rey de Italia». A lo largo de su vida, Odoacro mantuvo la ficción legal de que gobernaba italia como «virrey» de Zenón, pero esto no impide que los historiadores señalen el 476 como la fecha oficial de la caída del Imperio Romano de Occidente.
En el Imperio Oriental, el gobierno imperial tuvo su continuidad en el llamado Imperio Bizantino hasta la caída de Constantinopla en manos del Imperio Turco Otomano en 1453.
Emperadores tras la caída del Imperio Romano de Occidente
La caída del Imperio Occidental
Sobre el final del siglo III, en un proceso que duró varios años, el Imperio Romano se dividió en las partes oriental y occidental, cada una de las cuales tuvo sus propios emperadores. En el oeste, parte del imperio donde estaba incluida la ciudad de Roma, la línea sucesoria imperial se interrumpió a finales del siglo V, comenzando el periodo conocido como la Edad Media.
El linaje Imperial de Oriente
La sucesión de emperadores romanos en el este continuó hasta la caída de Constantinopla en 1453, siendo el último emperador Constantino XI Paleologos. Fueron estos emperadores los que normalizaron la dignidad imperial hasta el concepto moderno del término «Emperador», incorporando el título dentro de la organización del estado, y adoptando el antes mencionado título basileys rhomaiôn ("emperador de los romanos", en griego). Los emperadores romanos de Oriente dejaron de usar el latín como idioma oficial tras la época de Heraclio. Los historiadores suelen referirse al Imperio Romano de Oriente como Imperio Bizantino, aunque «bizantino» es un término que los propios bizantinos nunca usaron para referirse a sí mismos.
Tras la caída del Imperio Bizantino en 1453, los zares rusos reclamaron los títulos de emperador y autócrata, que usarían hasta el fin de su imperio en 1918.
El concepto de «Imperio Romano» sería recuperado en Occidente tras la coronación del rey de los francos Carlomagno como «Emperador Romano» por el Papa de Roma el día de Navidad del año 800. Esta nueva línea sucesoria estuvo compuesta por regla general de emperadores de origen alemán más que romano, aunque mantuvieron el nombre de «romanos» como símbolo de legitimidad. Esto duró hasta 1806, cuando Francisco II disolvió el Imperio durante las Guerras Napoleónicas con la clara intención de impedir que Napoleón Bonaparte se apropiara del título y la legitimidad histórica que éste conllevaba. Estos emperadores utilizaron una variedad de títulos, entre los cuales el más frecuente sería Imperator Augustus, antes de terminar imponiéndose la denominación de Imperator Romanus Electus. Los historiadores les asignan comúnmente el nombre de «Sacro Emperador Romano» basándose en los usos históricos reales, y consideran al «Sacro Imperio Romano» como una institución separada y sin relación política con el anterior imperio.
2006-10-11 10:52:03
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answer #1
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answered by Darío B 6
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