El año 1737 señala en la vida de Mayans una fecha especialmente significativa: publicó la Vida de Miguel de Cervantes y los Orígenes de la lengua española. Obras que, a decir verdad, constituyeron una aportación clave a la cultura española en el campo de la historia literaria y de la filología, pero que fueron acompañadas de polémica y discusiones.
La real biblioteca ejercía su preferencia en la compra de viejas bibliotecas y manifestó, desde el primer momento, su especial interés por las obras manuscritas. En una de esas adquisiciones, llevada a cabo en Aragón, apareció el Diálogo de la lengua de Juan de Valdés (entonces se desconocía su autor) que Mayans pudo hojear en casa del bibliotecario mayor, Blas Antonio Nasarre. Encantado ante su lectura, pensó editarlo, añadió varios trabajos manuscritos que poseía relacionados con los orígenes del castellano y, al redactar la introducción, se extendió de forma que expuso sus reflexiones de muchos años sobre el tema.
Vistas las cosas desde lejos, nada justifica la polémica suscitada: la publicación de un manuscrito del XVI con elogios al autor y un largo estudio filológico no parecen objeto muy adecuado para la eclosión de odios y rencillas tan enconadas. Pero las circunstancias y el carácter de las personas nos permiten comprender los hechos.
El nombramiento de Mayans para el cargo de bibliotecario real provocó adhesiones pero también recelos. Don Gregorio había tenido sus diferencias con Juan de Iriarte (que habla facilitado de forma subrepticia una carta de Feijoo comprometedora) y la suspicacia de Nasarre ante el valenciano era visible. Más aún, el favor del marqués de Villena, que deseaba el acceso de Mayans a la Real Academia, no agradó a los bibliotecarios que velan un enemigo en el recién llegado. Y, si algo faltaba, la ambición de Mayans que buscaba con el favor del Confesor del rey (P. Guillermo Clarke) ganar el apoyo de Patiño (de ahí la dedicatoria de Pensamientos literarios) con el fin de conseguir la plaza de cronista de Indias.
Además, por esas fechas, Nasarre exponía la idea de una revista literaria similar al "Journal des Sçavants" francés y que cristalizaría en el "Diario de los literatos de España", para la que solicitó la colaboración de Mayans. Ante la negativa tajante del valenciano, Nasarre buscó a los tres diaristas (Martínez Salafranca, Gerónimo Puig y Francisco X. Huerta y Vega) que ya en el primer número del "Diario" censuraron con dureza las obras de Antonio Bordazar y Juan Bautista Berní, valencianos y amigos de Mayans. Don Gregorio, que en público era respetuoso con los diaristas y habla evitado la réplica de sus amigos, parece que en privado había censurado la poca altura intelectual de la revista y de sus autores.
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En esas circunstancias, apareció la Vida de Miguel de Cervantes, en que Mayans, aunque sin citar los nombres, atacó con acritud a Nasarre y Montiano, patrocinadores de la edición del Quijote de Avellaneda (1732) y defensores de su superioridad literaria sobre el de Cervantes. Censurar públicamente la biografía mayansiana resultaba peligroso. Era más cómodo hacer una exposición de las deficiencias de un trabajo tan ambicioso como los Orígenes sobre todo si, a lo que parece, colaboraron varios escritores.
Desde la perspectiva de los datos contenidos en la correspondencia conservada en los fondos mayansianos, la doblez del primer bibliotecario, Nasarre, resulta innegable. La censura de los Orígenes, aparecida en el volumen II del "Diario", si no la encargó personalmente (no se olvide que Martínez Salafranca era aragonés como Nasarre y Antonio Marín, el impresor) en palabras de Mayans la "leyó él antes de salir a luz, dándome a entender que, si yo mismo quería hacer el extracto de mis Orígenes, se imprimiría conforme yo le daría". Respecto a los colaboradores en la reseña, don Gregorio señalará a Juan de Iriarte, su compañero en la biblioteca, de quien vio las notas manuscritas y al P. Martín Sarmiento, aunque el benedictino lo niega en carta personal al cronista de la ciudad y reino de Valencia, Agustín Sales, que a su vez mantenía cordiales relaciones con Mayans.
Pero la mayor prueba de la doblez de Nasarre se hizo visible después que don Gregorio publicara Conversación sobre el Diario de los literatos de España (1737) en que criticaba, sin citarlos personalmente, a quienes habían intervenido en la reseña: Juan de Iriarte (el gramático) y Nasarre (representado en el envidioso del cuadro de Apeles, según confesión personal del valenciano en carta privada). Unas palabras del valenciano explican estos hechos y la conexión con la Vida de Cervantes: "Yo no puedo dejar de decir que éste (Juan de Iriarte) tuvo mucha parte en la ignorante censura de mis Orígenes porque la vi marginada de su letra; pero mayor culpa fue pagar el otro (Nasarre) la impresión, i esto lo sé de su propia boca... Pero asseguro a V. Rma. que no acabo de entender qué ha movido a D. Blas a quebrantar una amistad que todos tenían por firmíssima. Yo no sé qué aya podido darle otra ocasión, sino es el que, aviéndome ofrecido escrivir la Vida de Miguel de Cervantes Saavedra, hice la devida censura de la insulsa continuación que hizo Fernández de Avellaneda, la qual alabaron extremada i desatinadamente él i D. Agustín de Montiano. Pero yo no tomé en boca ni al uno ni al otro, lo que sé es que luego experimenté lo que he dicho de parte de D. Blas, i después de parte del otro (Montiano) aquel abominable libelo (Diálogo de Bolaños y Carvajal), digno de su ignorancia i destemplado juicio... Ahora irritados los tres de verse confundidos por causa de mi Conversación con D. Plácido Veranio, hacen lo que Juno en Virgilio: Flectere si nequeo superos, Acheronta movebo. No pueden defenderse con razones i se valen de sinrazones, moviendo piedras que no devieron, i cogiendo alacranes para tirármelos" (Mayans a Segura, 2-XI-1737).
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Mayans sabía bien lo que maquinaba Nasarre. Porque el primer bibliotecario comunicó a los diaristas noticias confidenciales que le había facilitado el mismo don Gregorio: su paternidad respecto a un artículo aparecido en "Acta eruditorum" de Leipzig en que censuraba el Diccionario de la Real Academia y las obras de autores tan conocidos como Feijoo. Y los diaristas aprovecharon la ocasión para acusar a Mayans de antiespañol por haber publicado una crítica de instituciones nacionales (Real Academia) y de personalidades tan representativas en el extranjero y en revista desconocida en España. Al mismo tiempo, celebraban la repulsa que recibieran por parte de Patiño los proyectos literarios de don Gregorio a quien invitaban a abandonar para siempre la palestra literaria, entre otras razones, porque no estaba preparado en la metodología histórica.
No voy a desarrollar esos puntos que he estudiado con minuciosidad en mis libros. Sólo quiero dejar constancia de que la acusación de antiespañol fue una auténtica amenaza sobre la cabeza del valenciano utilizada, por lo demás, en ocasiones para privarle del reconocimiento de sus méritos o desplazarlo en la solicitud de una plaza. La acusación de que ignoraba la metodología histórica constituyó uno de los móviles que le llevaron a redactar la Censura de la España Primitiva de Francisco X. Huerta y Vega, uno de los diaristas, basado en un falso cronicón (Cf. MAYANS I SISCAR, Obras completas, vol. I, 261-305). Era Mayans el defensor de la crítica histórica y su actitud censoria acabaría de indisponerlo con las Reales Academias de la Lengua y de la Historia que habían aprobado el libro de Huerta y Vega.
Al publicar las dos obras de Mayans, sigo el texto original de la primera edición (Madrid 1737), única en el caso de Orígenes durante la vida de don Gregorio y nunca reeditada la Conversación. Y, dada la unidad temática y circunstancial entre ambas, estas palabras de presentación abarcan también a la Conversación sobre el Diario de literatos de España.
Los Orígenes de la Lengua Española son tan varios que pedían la trabajosa diligencia de muchos observadores i la aplicación de uno que lo recogiesse todo. Assí lo vemos practicado por espacio de docientos años, en cuyo tiempo algunos hombres eruditos i amantes de nuestra lengua han ido averiguando sus orígenes, reduciéndolos a ciertas classes para que, aplicados los vocablos a cada lengua matriz, se busquen en ellas i se hallen con mayor facilidad las causas de las primeras imposiciones. Verdad es que estas obras, que por el mucho trabajo que suponen son mui grandes, por la pequeñez de su volumen o desaparecieron o huvieron de arrimarse a otras más corpulentas, i algunas de ellas, por desgracia de sus autores, nunca llegaron a ver la pública luz; pero don Gregorio Mayans i Siscar, bibliothecario del rei nuestro señor, con aquel genio suyo nada avaro de lo que sabe i liberal en comunicar los desvelos agenos (de que tiene dados tan ilustres egemplos), ha recogido diferentes obrillas de varios autores, pertenecientes todas al lenguaje español, i ordenándolas según pedían los assuntos, las ha unido para que juntas puedan conservarse mejor. A este cuerpo literario faltava una como alma, i también la dio don Gregorio, pues ha escrito i desea publicar una instrucción sobre los Orígenes de la Lengua Española, la qual sirva de idea para los que quieran tratar semejante assunto. Qualquiera que aya leído los eruditíssimos libros del Origen de la Lengua Castellana, que escrivió el dotor i canónigo Bernardo Aldrete con ayuda de su hermano el dotor Josef (entrambos hombres doctíssimos), pensará que es inútil emprender el mismo assunto. Pero si lee lo que ha escrito don Gregorio Mayans, hallará tanta novedad que le causará admiración. Trata de los orígenes de nuestra lengua desde el primer origen de todas las demás, sin contarnos fábulas. Distingue las matrices de ella, empezando desde las que sabemos que huvo, sin decir palabra de las que por falta de memorias no se puede hablar. Escrive de cada una de las matrices con suma erudición, profundíssimo juicio i gran claridad. Es el primero que ha formado una arte etimológica, pues no sólo ha trabajado i ordenado unos cánones etimológicos que todavía no teníamos, i éstos mucho más abundantes [Pág. 321] (que yo sepa) en combinaciones de letras i egemplos de aquéllas que los que tienen hasta hoi otras naciones, sino que con mucha lección i meditación ha recogido los principios i reglas necessarias para sacar etimologías; i uniendo aquéllos i éstas con un méthodo natural, ha venido a formar una nueva arte, por medio de la qual se logran muchas luces i se abre un camino no trillado para la más fácil averiguación de tantas dificultades; de suerte que tendrán harto que hacer los presentes i venideros, si quieren llenar la alta idea que se les ha propuesto. Finalmente, para animar a los industriosos, manifiesta las perfecciones que tiene nuestra lengua i las que puede recibir, i concluye exhortando a practicarlas con una mui eloquente oración que, aunque se ha publicado diferentes veces, siempre ha sido leída con nuevo gusto. Pero lo que yo más me admiro i alabo, es aquel carácter de la religión que descubro en todas las obras de don Gregorio Mayans, de suerte que no ai assunto que sea estrangero a su piedad christiana. Por cuya causa i por ser tan útil, como he dicho, esta obra compuesta de muchos libros juzgo que U. S. deve dar con gusto la licencia para que se imprima i se logre el fruto que de tan provechosos trabajos se deve esperar. Assí lo juzgo en Madrid a 12 de marzo de 1736.
Lo que yo pienso es que la lengua primitiva i, digámoslo assí, original, tenía, entre otras, tres principales perfecciones. La una era la abundancia, la qual correspondía a lo mucho que se sabía. La otra la fuerza de la expresión, porque aviéndose impuesto los nombres con gran conocimiento de las cosas, las expresavan con suma claridad. I la otra era una suma aptitud para pronunciarse los vocablos con la mayor suavidad. Adán, hombre lleno de profundíssimo saber, vio delante de sí todos los animales, assí terrestres como volátiles, los quales Dios presentó a su vista; i conociendo las naturales perfecciones de todos, puso a cada uno de ellos el nombre más expresivo de su naturaleza o propiedades. Esto que nos enseñan las sagradas letras, 1 me persuado yo que sucedería al considerar Adán las perfecciones de los animales; el qual lleno de gozo i da la admiración que le causavan las obras de Dios, no contento con darle las devidas gracias en lo interior de su ánimo, prorrumpiría en voces con que articulando los nombres de aquellos mudos animales, en nombre dellos daría humildes gracias al Criador del universo. Porque siendo cierto que Adán no tenía compañía quando impuso los nombres de los animales, ¿con quién sino con Dios avía de hablar? Después que pudo ya comunicar a Eva sus pensamientos, imagino yo que le sucedería lo mismo cada vez que se le ofrecía i quería manifestarlos; de suerte que concibiendo las cosas con suma claridad, al querer explicarlas, articulava unas voces sumamente suaves, con las quales expresava lo que le parecía, i Dios al mismo tiempo infundía en Eva una idea claríssima de quanto le decía su marido. I teniendo entrambos una memoria mui tenaz, repetían después las mismas voces siempre que se ofrecía hablar de las mismas cosas; i assí enseñavan a sus hijos i decendientes un mismo lenguage; el qual permaneció hasta que Dios quiso humillar la sobervia de los hombres, multiplicando sus lenguas con tan ordenada confusión que lo que [Pág. 328] unos hablavan, de ninguna suerte podían entenderlo, como antes, los demás compañeros de la loca empresa de una torre que, ideada como gloria del poder humano, fue infame recuerdo de su vanísima sobervia. I assí los hombres se vieron obligados a separarse los unos de los otros, tomando cada familia diferente camino, para que por alta providencia se poblasse toda la tierra, viniendo assí el mismo castigo a ser un medio, por el qual luciesse en todo el universo la inefable misericordia del Todopoderoso.2
2. Aquellas lenguas, como infundidas por Dios, también fueron perfectíssimas. Pensar que permanece hoi incorrupta alguna de ellas, es no hacer reflexión en lo que puede la injuria del tiempo en el largo espacio de tantos siglos; no advertir, digo, las transmigraciones i varias mezclas de gentes de tan estrañas lenguas; el capricho de los hombres i la inconstancia de sus genios; no aviendo hoi, siquiera una lengua de las vivas que sea la misma que la que fue quinientos años atrás. Son las lenguas como los ríos que, porque conservan mui de antiguo sus nombres, se tienen por unos mismos; pero el agua que por sus cauces está ahora corriendo, no es la misma que passó; a diferencia del hombre, cuya forma sustancial que es la que da el ser i perfección al compuesto, como espiritual, es invariable i siempre una. Si los caracteres de las lenguas antiguas, aviéndose gravado, para perpetuar la memoria, en piedras i metales; o no duran hoi, o no se entienden; ¿cómo podrán permanecer las lenguas dependientes de la flaqueza e inconstancia de los sabios? I quién osará afirmar que una lengua, qualquiera que sea de las que hoi se hablan en todo el mundo, es la misma que otra que antiguamente se habló, si primero no tiene alguna idea de la antigua; la qual es cierto que no tenemos de las que Dios multiplicó en la Torre de Babel; porque no podemos recurrir a las memorias escritas, pues (sobre esto que tratamos) no las hai de aquel tiempo; i mucho menos a la tradición, por ser esta una cosa de tal naturaleza que no puede en ella tener lugar la tradición; como no podemos saber si la música de hoi es como la antigua, por ser acción passagera i no permanente.
3. Por estas razones, aviendo yo de tratar de los orígenes de la lengua española que hoi hablamos, pienso seguir diferente méthodo que otros. I assí, primeramente explicaré qué cosa es lengua, para que mejor se sepa qué deva entenderse por lengua española. Después señalaré sus orígenes generales; a los quales seguirán los principios i las reglas que se deven saber i guardar para averiguar los particulares. I últimamente apuntaré las perfecciones que por sí tiene nuestra lengua i las demás que puede recibir.
4. Empezando por lo primero, la palabra lengua propiamente significa el miembro que está en la boca de qualquier animal, con el qual se amarra la comida i se percibe el gusto de ella; i, si hai órganos proporcionados, con ella también se forma i se articula la voz. Por metonimia [Pág. 329] (quiero decir, usando un nombre por otro) también llamamos lengua a la multitud de ciertos sonidos articulados, instituidos para unirse entre sí, de los quales se sirve algún pueblo para significar sus pensamientos; i por ellos, quantas cosas hai. Declaremos esto.
5. Los sonidos de una lengua deven ser articulados, esto es, formados de cierta manera, para que se distingan de los sonidos de los irracionales que no son parte de lengua alguna, por más que haya dicho un conocido patrañero 3 que Apolonio Tianeo (thaumaturgo imaginado para engañar a los gentiles), entendía el misterioso lenguage que suponía en el canto de las aves. Si ya no es que oyesse algún papagayo, cuya voz entendemos mucho mejor que el mismo que la dice.
6. Deven los sonidos articulados unirse entre sí; porque los vocablos escritos en un diccionario sin travazón ni correspondencia entre sí, son como las piedras i demás materiales que, separados unos de otros, no componen ni forman edificio alguno.
7. También deven los sonidos ser instituidos para significar ciertas cosas; porque considerados en sí, quiero decir, en quanto sólo son voces articuladas, son indiferentes para significar qualquier cosa; i el beneplácito común es el que únicamente determina que la significación sea una i no otra.
8. Estos sonidos deven ser ciertos, esto es, determinados, assí en su raíz, como en sus modificaciones o variaciones; porque si cada uno digesse los vocablos según su capricho; o valiéndose de los mismos de que se valen otros, los variasse en los números i en los casos, o conjugaciones de cada tiempo, según se le antojasse; nadie hablaría como otro; i assí los unos no entenderían a los otros. Por esso son regulares las declinaciones de los nombres i las conjugaciones de los verbos; i, si hai en ellas alguna irregularidad, essa misma irregularidad se tiene por regla para que todos la sigan como tal.
9. Últimamente dige, algún pueblo: i por esto, si hablamos de alguna lengua de las que llamamos vivas, devemos entender el pueblo que hoi es; no el que fue; porque puede aver avido diferentes lenguas en un mimo país.
10. Sabido ya qué cosa es lengua, sólo queda por decir que por lengua española entiendo aquella lengua que solemos hablar todos los españoles, quando queremos ser entendidos perfetamente unos de otros. Digo perfetamente, para distinguir la lengua española de la aragonesa, la qual podrá ser propia i perfeta en el Reino de Aragón; pero no lengua general de España; siendo cierto que los doctos no convienen en que lo sea; sino la que por otro nombre llamamos castellana, por ser la propia de las Castillas, i singularmente de la Vieja, donde se habla con mayor pureza por comerciar con menos estrangeros. I assí el obispo de Tarazona don Fr. Pedro Manero, quando escrivió sus justamente celebradas paráfrasis de algunas obras de Tertuliano; si exceptuamos una, o otra frasi, en lo demás no habló, como suelen los aragoneses; sino como los castellanos [Pág. 330] más puros; i de los dos hermanos (también aragoneses) el secretario Lupercio Leonardo de Argensola i el dotor Bartholomé, dijo Lope de Vega, 4 que parecía que vinieron de Aragón a reformar en nuestros poetas la lengua castellana.
11. Entendiendo pues nosotros por lengua española la castellana, o la general que hoi se habla en España, i comúnmente entienden con gran facilidad todos los españoles menos los vizcaínos, si no es que la aprendan mui de propósito; es cierto que aunque muchos siglos antes de ahora aya avido en España alguna lengua general (lo qual hasta hoi nadie ha provado) esta que ahora hablamos no es la misma que aquella; porque, si mutuamente nos hablássemos o escriviéssemos los que antiguamente vivieron i oi vivimos, es cierto que no nos entenderíamos. I assí los orígenes de una lengua no son los mismos que los de la otra.
12. Para hablar pues con claridad, devemos primero distinguir las lenguas, empezando por la primitiva de España i acabando en la que hoi está en uso, cuyos orígenes generales pienso señalar.
13. Quál aya sido la primera lengua de España, nadie puede afirmarlo, ni aun valiéndose de provables congeturas: porque la tradición que alegan muchos españoles no tiene la antigüedad que requiere una legítima provanza; ni en los términos en que se supone, es posible.
14. En tiempo de Estrabón, príncipe de los geógrafos, el qual vivió debajo del imperio de Octaviano Augusto, i escrivió su Geografía en el año quarto del imperio de Tiberio César; se hacía juicio 5 de que los turdetanos eran los más doctos de los españoles. Éstos usavan del arte de escrivir, i tenían escritos monumentos de la antigüedad, i poesías, i leyes ajustadas al metro, desde seis mil años atrás, según ellos decían. Esta antigüedad de que los turdetanos se jactavan era fabulosa, si computavan los años de la manera que nosotros; pues el mundo aún ahora no ha llegado a tan larga edad, siendo ya caduco. Pero el testimonio de Estrabón a lo menos prueva que los españoles sólo eran bárbaros de la suerte que dijo san Pablo: 6 Si yo no supiere la significación de la voz, seré bárbaro, respeto de aquel con quien hablo; i el que a mí me hablare, será bárbaro para conmigo: sólo digo, eran, o parecían bárbaros los españoles por la extrañeza que su lengua causava a los griegos i romanos, pues vemos que los turdetanos usavan del arte de escrivir, que es la puerta de las ciencias, i que tenían leyes con que se governavan en justicia; i éssas en verso, que provavan la cultura de sus antepassados; i finalmente memorias de la antigüedad que atestiguavan las gloriosas hazañas de sus progenitores. Añade Estrabón, 7 que los demás españoles también usavan del arte de escrivir, i que todos no tenían una forma de letra, como ni un solo lenguage. Avía pues en España muchas lenguas. I no es mucho; [Pág. 331] pues avía muchas dominaciones, de cuya diversidad es consecuencia la variedad de costumbres i también de las lenguas. De manera que si huviera avido en España un solo reinado, un govierno uniforme i bien unido, huviera sido impenetrable al poder romano i de todo el universo, por avería murado por una parte i ceñido de agua por otra la misma naturaleza. Merece trasladarse aquí la autoridad de Estrabón, por ser mui del caso. 8 "El averse esparcido los griegos entre las gentes bárbaras, parece que lo causó el destrozo en partes pequeñas i el señorío de aquellos que, por la altanería, no podían unirse entre sí ni mantener sus alianzas; de donde nació el no poder ser iguales en fuerzas a los que de fuera venían a envestirlos. Esta contumacia fue mucho mayor entre los españoles, añadiéndose la astucia de su natural i la variedad engañosa; porque essos hombres, aviendo seguido un género de vida aplicado a asechanzas i robos, i siendo atrevidos para lo malo, sin aver emprendido cosa grande, no hicieron caso de establecer un gran poder, manteniéndose en sociedad. Los quales si no huvieran rehusado defenderse, uniendo sus fuerzas, ni los cartagineses haciendo su invasión huvieran podido sojuzgar, sin que nadie lo impidiesse, la mayor parte de España; ni antes que ellos los tirios i los celtas, que ahora se llaman celtíberos i verones; ni después el ladrón de Viriato, ni Sertorio, ni otros qualesquiera que ayan tenido intención de estender su imperio sobre los españoles. I los romanos por partes fueron envistiendo ya este señorío de los españoles, ya el otro; i domando a otros en otras ocasiones, fueron passando mucho tiempo hasta que finalmente los redugeron todos a su poder; i para esso fueron menester más de docientos años". Hasta aquí Estrabón. Pero bolviendo a lo que decíamos de la multitud de lenguas que antiguamente huvo en España, como no quedan hoi aquellas memorias que refiere Estrabón, assí por la mudanza de las mismas lenguas como por la injuria del tiempo que todo lo consume, es preciso que mendiguemos algunas noticias de los estrangeros; pero con la cautela de tener por sospechosos maestros de la verdad a muchos de los escritores griegos, inclinados a mentir i mui ignorantes de nuestras cosas.
15. Herodoto, padre de la historia griega, el qual nació en el año primero de la Olimpiada setenta i dos, escrivió en su Melpomene que en el reinado de Darío, padre de Gerges, nadie avía investigado a Europa, ni en la parte del Oriente, ni del Aquilón, ni sabían si la ceñía el mar. Él mismo refiere que Coleo, natural de Samos, pasó las Colunas de Hércules i, entrando en el océano, desembarcó en Tartesso; lo qual sucedió, según el cómputo de Usserio, en el año de la creación del mundo MMMCCCLXIII, antes de la era christiana DCXLI. I es de advertir que solamente cierto Sostrato avía precedido a Coleo desembarcando en Tartesso, emporio hasta entonces desconocido i que por esto mismo dio ocasión a grandes negociaciones. Tan tarde como esto se introdugeron los griegos en España. No es pues de maravillar que el mismo Herodoto, [Pág. 332] aunque historiador tan diligente, escriviesse que el Istro nacía donde estavan los celtas, cerca de los Ginetas de España, i que atravesava toda Europa hasta entrar en Citia. Pero esto mismo nos manifiesta quán ignorantes de nuestras cosas vivían los griegos, estando tan mal informado el príncipe de sus historiadores.
16. Aun los contemporáneos de Alejandro Magno tenían poquíssima noticia de Europa, i por esso son tan ridículos quando hablan de las cosas de ella.
17. Polibio, escritor gravíssimo i prudentíssimo que vivió en tiempo de Cipión el Menor, confiessa 9 que en su edad apenas se conocían las tierras que se hallavan entre Narbona i el Tanais, que es lo mismo que decir que les era desconocida toda la parte septentrional de Europa. El mismo Polibio, que escrivió después de aver estado en España, dice hablando de Europa 10 que la parte que se estiende por el mar Mediterráneo hasta las Colunas de Hércules se llamava Iberia, i la situada acia el mar exterior, que llamavan grande i nosotros océano, todavía no tenía nombre común, porque no mucho tiempo antes se avía descubierto i toda estava habitada de naciones bárbaras, i essas mui numerosas.
18. Estrabón, escritor también de suma erudición i autoridad, asseguró 11 que, antes de Eratósthenes, el qual nació en la Olimpiada CXXVI i vivió debajo del imperio de Tolomeo Evergetes, rei de Egipto, no tenían los griegos noticia alguna de las cosas de España.
19. Eforo, que fue dicípulo de Isócrates, escrivió con tanta ignorancia de los españoles (a quienes llamó iberos), que juzgó que eran una ciudad; i por esso Josefo observó con juicio 12 que la noticia de los habitadores del Occidente llegó mui tarde a los griegos.
20. Arístides el Rhetórico dijo que muchos autores (también griegos) creyeron que no avía océano, i que lo que se refería de él era una pura ficción.
21. Otros maestros, pues, de la verdad más seguros que los antiguos griegos devemos buscar; confessando primero que ignoramos quál aya sido la primitiva lengua de España, porque la tradición, que vulgarmente se alega, es de pocos siglos i por esso no merece crédito; i nuestros antiguos historiadores Osorio, san Isidoro i san Juan de Valclara, nada escriven de lo primitivo de España.
22. Pero para lisongear a los nuestros, supongamos que Tubal i su familia ayan sido los primeros pobladores de España. Su lengua sería una de las que Dios infundió en la Torre de Babel para que las gentes se esparciessen por toda la tierra. Pregunto ahora: ¿Qué lengua era aquélla? ¿Qué vocablos tenía? ¿Qué variaciones? ¿Quál era su pronunciación? ¿Ai alguno que tenga idea de qualquiera de estas cosas? No, por cierto. I quando la tuviera, quisiera yo saber: ¿Qué gentes advenedizas [Pág. 333] huvo en España en los siglos immediatos? ¿Qué naciones vecinas? con las quales necessariamente se avía de tratar, comunicándose mutuamente el lenguaje con los mismos pensamientos i cosas.
23. Pero dejando aquellos tiempos obscuros, ¿quién puede negar que los de la Isla Zacintho (hoi Zante), que tomaron assiento 13 en Sagunto (hoi Murviedro) i se fortificaron allí, introducirían también su lenguage? Lo mismo digo de Denia, en cuyo promontorio erigieron los griegos el célebre templo de Diana, ahora ayan sido sus pobladores los focenses, según Estevan de Bizancio, 14 ahora los de Marsella, según Estrabón, 15 decendientes de los focenses, según Tito Livio. 16 Omito muchas más colonias, como Empurias, 17 Rhodope 18 i otras, 19 porque no trato ahora de formar lista de ellas, sino de suponer que las huvo para inferir que huvo en España diferentes lenguas advenedizas. Pero yo quisiera que me digan los más eruditos qué lenguas eran aquellas que ivan introduciendo las naciones estrangeras en las tierras que ocupavan. Yo sé que nadie puede dar razón de unas lenguas abolidas enteramente. Fuera de esto, si la sequedad general que huvo en España, según afirman nuestros historiadores, consumió o echó de sí a casi todos los españoles, ¿cómo podía perseverar en España la antigua lengua? I quando esta tradición (por ser moderna, 20 como parece) no sea digna de toda fe, a lo menos es cierto que el oro, plata, lanas, lino, barrilla, esparto, miel, cera i las demás riquezas naturales de que abunda España, i su temple sumamente saludable en todos los siglos, atrageron la insaciable codicia de las demás naciones. A lo qual se añade la comodidad de sus puertos i abrigos marítimos en entrambos mares. I assí vinieron a España 21 los iberos, fenices, celtas, rhodios, cartagineses i otros muchos que encubre el olvido de tiempos tan apartados del nuestro.
24. Cada una de estas naciones introdujo su lengua en los lugares que dominaron, siendo costumbre de los vencedores querer ser entendidos fácilmente, i de los vencidos, aprender la lengua de los que mandan, o porque obliga a ello la necessidad, o porque assí lo pide la conveniencia i devido obsequio.
25. Como las dominaciones eran varias, también lo eran las lenguas.
26. En tiempo de Ennio, el qual nació en el año quinientos i catorce de la fundación de Roma, i a los sesenta i siete de su edad escrivía los [Pág. 334] Anales según Aulo Gelio, 22 se tenía en el Lacio por mui estraño el lenguage español. I assí aquel poeta introdujo a uno, diciendo: 23
Hispane, non Romane, memoretis loqui me.
27. Cicerón escrivió 24 que, si los penos o españoles hablassen sin intérprete en el Senado Romano (en el qual avía hombres mui eruditos), no serían entendidos.
28. La lengua que se hablava en España (como ya hemos dicho) no era una sola, porque refiriendo Silio Itálico 25 los que ivan a la guerra púnica, dice que los gallegos cantavan en la lengua de su patria.
—Misit dives Gallaecia pubem
Barbara nunc patriis ululantem carmina linguis;
Nunc, pedís alterno percussa verbere terra,
Ad numerum resonans gaudentem plaudere cætra.
29. Estrabón, como ya digimos i conviene repetir, hablando de su tiempo dice 26 que los turdetanos tenían su manera de escrivir i hablar, i que los demás españoles también tenían su arte de escrivir, pero no una misma, pues no usavan todos de un mismo lenguage.
30. Pomponio Mela, español que vivió en tiempo del emperador Claudio, dice, hablando de los cántabros, 27 que tenían algunos pueblos i ríos, pero tales (añade) que en nuestra boca no se pueden articular sus nombres. Bien que yo juzgo que la causa de esta dificultad de pronunciar los nombres cántabros, no era otra que no estar Mela acostumbrado a oírlos i mucho menos a pronunciarlos. De donde claramente se colige que, en Andalucía, de donde Mela era natural, se hablava otra lengua mui diversa de la de Cantabria. I esto mismo se confirma con otro testimonio de Séneca el Filósofo (también español i natural de Córdova, que floreció en tiempo del emperador Claudio i de su ingrato dicípulo Nerón), el qual en la Consolatoria que escrivió a su madre Helvia, hablando de la Isla de Córcega, dice: 28 Después passaron a ella los ligures, passaron también los españoles, lo qual se ve claramente en la semejanza de las costumbres. Porque tienen los corsos los mismos tocados de cabeza que los cántabros, i algunas palabras.
31. Cornelio Tácito, que escrivió sus Anales en tiempo de Trajano, en el Libro IV dice que, aviendo puesto en tormento a un rústico termestino de la España Citerior (porque avía herido de muerte a Lucio Pisón, [Pág. 335] pretor de la provincia), obligándole con los tormentos a que declarasse los cómplices, con voz esforzada i lengua de su patria, dijo gritando que en vano se cansavan en interrogarle, que bien podían hallarse presentes sus compañeros con seguridad de que ninguna violencia de dolor sería tan grande que pudiesse hacerle declarar la verdad.
32. En tiempo de san Paciano, obispo de Barcelona que floreció imperando Theodosio el Mayor, aún parece que se conservava en España alguna lengua propia de sus naturales, según se colige de la Epístola II a Sinforiano.
33. Quede pues asentado que en España se hablaron varias lenguas aún después que los romanos se apoderaron de toda ella; lo qual puede confirmarse con un testimonio mui ilustre i expuesto a la vista, pues vemos muchas medallas escritas, por una parte con caracteres romanos i por otra con caracteres españoles totalmente incógnitos, i que por la variedad de sus letras arguyen ser de alfabetos distintos i, por consiguiente, de lenguas mui diversas.
34. Pero como la dominación de los romanos fue tan larga i ellos tiraron tanto a introducir su lengua donde quiera que mandassen, 29 luego se habló en España el idioma latino; de tal manera que las lenguas antiguas se fueron olvidando mui aprisa i se perdieron del todo. De los turdetanos, especialmente los que habitavan junto al río Betis, hoi Guadalquivir, refiere Estrabón 30 que ya en su tiempo avían tomado las costumbres romanas i que ya no se acordavan de su lengua natural, i que los más se avían hecho latinos i avían recibido colonos romanos, i que faltava poco para que del todo se huviessen hecho romanos. Añade el mismo Estrabón que las ciudades que en su tiempo se avían edificado, como Pax Augusta (hoi Badajoz) entre los celtas, Augusta Emerita (hoi Mérida) entre los túrdulos i Cesaraugusta (hoi Zaragoza) entre los celtíberos, i otras colonias, manifestavan la mudanza de las formas de república que tenían antes los españoles.
35. Vese pues la política i ambición de gloria de Augusto César, el qual, assí como iva sugetando a los españoles, iva levantando muchas colonias, imponiéndoles su nombre para arraigar mejor el Imperio Romano i perpetuar su fama; sobre cuyo presupuesto podrá hacer algunas observaciones qualquiera que advierta que las más de ellas se llamaron Julias o Augustas, lisongeándole sus fundadores con los nombres de sus virtudes morales, que las tuvo tan heroicas como cabían en un gentil. Aun los cántabros, cuya natural ferocidad (hablo de los antiguos que no salían de su país) han ponderado tanto los escritores, assí estraños como propios, Horacio, 31 Estrabón, 32 Dión Cassio, 33 Silio Itálico, 34 Floro, 35 Orosio, 36 [Pág. 336] S. Isidoro, 37 don Juan Moles Margarit, obispo de Girona i por esso conocido con el nombre de Gerundense, 38 i otros autores gravíssimos, aun los cántabros, digo, se humanaron mucho en las costumbres, de lo qual tenemos en Estrabón un testimonio mui ilustre, que pondré a la letra. Este es (dice) 39 el modo de vivir de aquellos montañeses que terminan el lado setentrional de España, de los gallegos, digo, asturianos i cántabros, hasta los vascones i montes Pirineos, pues todos viven de un mismo modo (i de aquí infiero yo que también tenían una sola lengua); pero como yo huyo de fastidiar con un género de escritura desagradable, no gusto de poner muchos nombres, si ya no es que alguno guste de oír los Pletauros, Bardietas i Alotrigas, i otros nombres peores i más desconocidos que éstos. Pero la inhumanidad i fiereza de costumbres, no tanta les proviene de la guerra como de tener morada alejada de otros; porque los viages acia ellos son largos por tierra i mar. Con lo qual ha sucedido que no comerciando han perdido la sociedad i humanidad. Bien que hoi ya padecen menos esse dejeto por causa de la paz, i por los viages que los romanos hacen acia ellos. Aquellos a quienes toca menos parte de esto son más intratables i más inhumanos; vicio que no es mucho que suceda añadiéndose a algunos la incomodidad de vivir en lugares mui montuosos. Pero ya, como dige, todas las guerras se acabaron. Porque César Augusto sugetó a los cántabros, que son los que hoi egercitan más los pillages, i también a sus vecinos; 40 i los que antes talavan los campos de los aliados de los romanos, ahora llevan las armas en defensa de los mismos romanos, como los coniacos i los que moran junto a las fuentes de donde tiene su origen el río Ebro, exceptuando los tuisios. (Habla Estrabón de los que militavan por el Pueblo Romano.) I Tiberio, que sucedió a Augusto, aviendo puesto en aquellos lugares tres cohortes, las quales Augusto avía destinado para esso, no sólo los apaciguó, sino que a algunos de ellos los hizo tratables. Hasta aquí Estrabón. I cierto que los cántabros se hicieron tan tratables que con mucha razón pudo preguntar el satírico que de dónde les venía el ser filósofos estoicos. Tan aplicados estavan a la cultura de las ciencias, i singularmente de la filosofía moral, que es la reina de todas las humanas. Dice assí Juvenal : 41
2006-10-10 08:43:13
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Lengua española, lengua románica, derivada del latín, que pertenece a la subfamilia itálica dentro del conjunto indoeuropeo; es la lengua oficial de España y de las naciones de Sudamérica y Centroamérica —excepto Brasil, las Guayanas y Belice—, y, en el Caribe, de Cuba, Puerto Rico y la República Dominicana; cuenta con unos cuatrocientos millones de hablantes, entre los que se incluyen los hispanos que viven en Estados Unidos y algunos cientos de miles de filipinos, así como los grupos nacionales saharauis y los habitantes de Guinea Ecuatorial en la costa occidental africana.
Esta lengua también se llama castellano, por ser el nombre de la comunidad lingüística que habló esta modalidad románica en tiempos medievales: Castilla. Existe alguna polémica en torno a la denominación de la lengua; el término español es relativamente reciente y no es admitido por muchos hablantes bilingües del Estado Español, pues entienden que español incluye los términos valenciano, gallego, catalán y vasco, lenguas a su vez de consideración oficial dentro del territorio de sus comunidades autónomas respectivas. Son esos hablantes bilingües quienes proponen volver a la denominación más antigua que tuvo la lengua: castellano entendido como ‘lengua de Castilla’.
En los países hispanoamericanos se ha conservado esta denominación y no plantean dificultad especial a la hora de entender como sinónimos los términos castellano y español. En los primeros documentos tras la fundación de la Real Academia Española, sus miembros emplearon por acuerdo la denominación de lengua española. Quien mejor ha estudiado esta espinosa cuestión ha sido Amado Alonso en un libro titulado Castellano, español, idioma nacional. Historia espiritual de tres nombres (1943). Volver a llamar a esta lengua castellano representa una vuelta a los orígenes y quién sabe si no sería dar satisfacción a los autores hispanoamericanos que tanto esfuerzo y estudio le dedicaron, como Andrés Bello, Rufino José Cuervo o la argentina Mabel Manacorda de Rossetti.
Renunciar al término español plantearía la dificultad de reconocer el carácter oficial de una lengua que tan abierta ha estado para acoger en su seno influencias y tolerancias que han contribuido a su condición. Por otro lado, tanto derecho tienen los españoles a nombrar castellano a su lengua como los argentinos, venezolanos, mexicanos, o panameños a calificarla como argentina, venezolana, mexicana o panameña, por citar algunos ejemplos. Lo cual podría significar el primer paso para la fragmentación de una lengua, que por número de hablantes, ocupa el tercer lugar entre las lenguas del mundo. En España se hablan además el catalán y el gallego, lenguas de tronco románico, y el vasco, de origen desconocido.
ORÍGENES
Como dice Menéndez Pidal, “la base del idioma es el latín vulgar, propagado en España desde fines del siglo III a.C., que se impuso a las lenguas ibéricas” y al vasco, caso de no ser una de ellas. De este substrato ibérico procede una serie de elementos léxicos autónomos conservados hasta nuestros días y que en algunos casos el latín asimiló, como: cervesia > cerveza, braca > braga, camisia > camisa, lancea > lanza. Otros autores atribuyen a la entonación ibérica la peculiar manera de entonar y emitir el latín tardío en el norte peninsular, que sería el origen de una serie de cambios en las fronteras silábicas y en la evolución peculiar del sistema consonántico.
Otro elemento conformador del léxico en el español es el griego, puesto que en las costas mediterráneas hubo una importante colonización griega desde el siglo VII a.C.; como, por otro lado, esta lengua también influyó en el latín, voces helénicas han entrado en el español en diferentes momentos históricos. Por ejemplo, los términos huérfano, escuela, cuerda, gobernar, colpar y golpar (verbos antiguos origen del moderno golpear), púrpura (que en castellano antiguo fue pórpola y polba) proceden de épocas muy antiguas, así como los topónimos Denia, Calpe. A partir del renacimiento, cuando se ha necesitado producir términos nuevos en español se ha empleado el inventario de las raíces griegas para crear palabras, como, por ejemplo, telemática, de reciente creación, o helicóptero.
Entre los siglos III y VI entraron los germanismos, en su mayor parte a través del latín por su contacto, entre los siglos III y V, con pueblos bárbaros muy romanizados. Forman parte de este cuerpo léxico guerra, heraldo, robar, ganar, guiar, guisa (compárese con la raíz germánica de wais y way), guarecer y burgo, que significaba ‘castillo’ y después pasó a ser sinónimo de ‘ciudad’, tan presente en los topónimos europeos como en las tierras de Castilla, lo que explica Edimburgo, Estrasburgo y Rotemburgo junto a Burgos, Burguillo, Burguete, o burgués y burguesía, términos que entraron en la lengua mucho más tarde. Hay además numerosos patronímicos y sus apellidos correspondientes de origen germánico: Ramiro, Ramírez, Rosendo, Gonzalo, Bermudo, Elvira, Alfonso. Poseían una declinación especial para los nombres de varón en -a, -anis, o -an, de donde surgen Favila, Froilán, Fernán, e incluso sacristán.
Junto a estos elementos lingüísticos también hay que tener en cuenta al vasco, lengua cuyo origen se desconoce, aunque hay varias teorías al respecto. Algunos de sus hábitos articulatorios y ciertas particularidades gramaticales ejercieron poderosa influencia en la conformación del castellano por dos motivos: el condado de Castilla se fundó en un territorio de influencia vasca, entre Cantabria y el norte de León; junto a esta circunstancia, las tierras que los castellanos iban ganando a los árabes se repoblaban con vascos, que, lógicamente, llevaron sus hábitos lingüísticos y, además, ocuparon puestos preeminentes en la corte castellana hasta el siglo XIV. Del substrato vasco proceden dos fenómenos fonéticos que serán característicos del castellano. La introducción del sufijo -rro, presente en los vocablos carro, cerro, cazurro, guijarro, pizarra, llevaba consigo un fonema extravagante y ajeno al latín y a todas las lenguas románicas, que es, sin embargo, uno de los rasgos definidores del sistema fonético español; se trata del sonido ápico-alveolar vibrante múltiple de la /r/.
La otra herencia del vasco consiste en que ante la imposibilidad de pronunciar una f en posición inicial, las palabras latinas que empezaban por ese fonema lo sustituyeron en épocas tempranas por una aspiración, representada por una h en la escritura, que con el tiempo se perdió: así del latín farina > harina en castellano, pero farina en catalán, italiano y provenzal, fariña en gallego, farinha en portugués, farine en francés y faina en rumano; en vasco es irin.
La lengua árabe fue decisiva en la configuración de las lenguas de España, el español entre ellas, pues los árabes asentaron su dominio en la península durante ocho siglos. Durante tan larga estancia hubo muchos momentos de convivencia y entendimiento. Los cristianos comprendieron muy pronto que los conquistadores no sólo eran superiores desde el punto de vista militar, sino también en cultura y refinamiento. De su organización social y política se aceptaron la función y la denominación de atalayas, alcaldes, robdas o rondas, alguaciles, almonedas, almacenes. Aprendieron a contar y medir con ceros, quilates, quintales, fanegas y arrobas; aprendieron de sus alfayates (hoy sastres), alfareros, albañiles que construían zaguanes, alcantarillas o azoteas y cultivaron albaricoques, acelgas o algarrobas que cuidaban y regaban por medio de acequias, aljibes, albuferas, norias y azadones. Influyeron en la pronunciación de la s- inicial latina en /x/- como en jabón del latín ‘saponem’. Añadieron el sufijo -í en la formación de los adjetivos y nombres como jabalí, marroquí, magrebí, alfonsí o carmesí. Se arabizaron numerosos topónimos como por ejemplo Zaragoza de “Caesara(u)gusta”, o Baza de “Basti”. No podría entenderse correctamente la evolución de la lengua y la cultura de la península sin conceder a la influencia del árabe el lugar que le corresponde.
En la formación del español cabe distinguir tres grandes periodos: el medieval, también denominado del castellano antiguo, fechado entre los siglos X y XV; el español moderno, que evolucionó desde el siglo XVI hasta finales del XVII, y el contemporáneo, desde la fundación de la Real Academia Española hasta nuestros días.
2006-10-10 06:31:42
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answered by Maggie 3
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