¿Cómo y cuando se originó el mundo que conocemos?
Esta es la primera pregunta que se formuló el hombre al despertar en él la conciencia de que habitaba en un mundo al que temÃa y desconocÃa.
Se imaginaba dominado por una fuerza superior, que lo castigaba y premiaba a su albedrÃo. Habitante de un mundo que no consideraba suyo, era una pequeña marioneta en manos de un dios imaginario, un demiurgo que construyó un universo en el que el hombre se encontraba hospedado.
¿Cómo imaginarÃa un indio jÃbaro que serÃa este mundo? ¿Cómo se originarÃa antes de que el hombre fuera también creado por este demiurgo para que le sirviera de sirviente o fueran sacrificados para propiciar cosechas y fortunas? ¿Coincide el universo jÃbaro con el chino?
La imaginación del hombre ha sido la que ha propiciado su evolución. Desde nuestros orÃgenes hemos querido ir más allá, conocer el porqué, descubrir lo que se oculta tras una roca, por qué el fuego nos quema... verle la cara a dios. Y para ello hemos puesto todo nuestro empeño, hemos querido poner rostro a nuestros antepasados, hemos desenterrado sus restos y los observamos con preocupación: ¿cuándo empezamos a pensar?
La tradición nos imagina creados de barro, a imagen y semejanza de nuestro creador, o quizá seamos hijos del sol, creados del semen y la saliva de Ra.
El hombre, repartido entre los cinco continentes, cargado de supersticiones y miedos, se ha imaginado de forma idealizada cómo le gustarÃa haber sido creado, hombres de maÃz, de barro, al principio la nada, y después, todo lo que conocemos.
Nos paseamos por Asia, China, con una extensión de 9.327.600 kilómetros cuadrados es el paÃs más grande del planeta; la primera mención de la leyenda de Pan-Ku aparece en el libro de Xu Zheng, en el perÃodo de los Tres Reinos (220-265 d.C.); éste nos relata el origen del mundo como el resultado de una gran explosión, similar a la de los fuegos artificiales, visión tan arraigada en la cultura popular china que favoreció la creencia de que un enorme gigante que habitaba en el caos primero despertó aburrido de su sueño, y al ver que a su alrededor sólo reinaba la oscuridad, tomó con sus manos al universo y, sacudiéndolo, provocó una explosión tan tremenda que creó un millar de estrellas y planetas, explosión maravillosa que hoy las teorÃas cientÃficas modernas denominan, como primicia, big bang.
Viajando hacia el oeste llegamos a la India, donde la tradición popular de los brhamanes entiende desde antiguo a la Tierra como una superficie abovedada sostenida sobre cuatro grandes elefantes, que a su vez están sobre la concha de una enorme tortuga, y ésta sobre una bandeja de plata flotando sobre la eternidad, simbolizada por una serpiente mordiéndose la cola. Conviviendo con esta fábula maravillosa y sorprendente, nos topamos con la sencillez y misticismo de una de las religiones más antiguas y con más fieles del planeta, el Budismo: Sidharta Gautama nació en la India a mediados del siglo VI a.C. dedicando su vida al conocimiento de su yo más Ãntimo; en su concepción de espiritualidad no se encontraba la búsqueda del origen, sino la de la felicidad a través de la relación del hombre con los demás seres que habitaban este universo, no importa cómo se creara éste, sólo importa que existimos.
Continuamos viaje hacia Occidente y cruzamos la penÃnsula arábiga, saltamos al continente africano y allà nos encontramos con la tradición de los yoruba, según la que Olorum, el dios primigenio que ya existÃa antes de la creación del mundo, quiso regalar a sus herederos un reino para que éstos se dispersaran por la tierra, asà que, Oduduwa, su hijo, lanzó un puñado de tierra sobre el agua, elementos esenciales para favorecer la vida, lanzando después una gallina y simientes, extendiéndose asà el hombre sobre lo que hoy conocemos como Nigeria y la República de Benin.
Los boshongo, de la etnia Bantú, habitantes de Centro-Ãfrica, cuentan a sus hijos que al principio sólo existÃa el reino de la oscuridad, donde habitaba Bumba, al que consideraban blanco porque nunca habÃa visto la luz del sol; fruto de una indigestión Bumba creó el universo que conocÃan: de la primera arcada nació el sol, luego la luna y después los animales y el hombre; parece que Bumba quedó muy satisfecho del fruto de su pesada digestión, porque tras vomitar la Tierra, se paseó durante una temporada para que los hombres supieran de su creador.
Retrocediendo en el tiempo nos topamos con el Egipto del Imperio Antiguo, con Atum, el sol del atardecer, una de las formas de Ra, como el padre del universo a través de sus fluidos corporales, saliva y semen, de los que surgieron el aire, Shu, y la humedad, Tefnut, quienes engendraron a la Tierra, Geb, y a los astros, Nut. Matrimonios, engaños, enfrentamientos entre los diversos dioses, semejantes a los de la vida cotidiana de los egipcios nos muestra la capacidad de abstracción de estos pueblos al crear un mundo paralelo en el que contemporáneamente a ellos habitaban todo un sistema jerarquizado de demiurgos dominados por las mismas pasiones que los hombres.
Si continuamos viaje hacia el noroeste, muchos siglos más tarde, encontraremos el mismo sistema de entender el universo: la tradición helénica juega con todo un bosque genealógico de dioses, semidioses, ninfas, y demás, entrelazados en una compleja red de relaciones. GeometrÃa y mitologÃa se entrelazan aquà confundiéndose. Las teorÃas astrofÃsicas de los griegos, que ya aplicaban las reglas geométricas para explicar la formación del universo y que ya seis siglos antes de Cristo hablaban de las estrellas como enormes bolas de fuego que giraban alrededor de la tierra, centro absoluto del universo, no se contradecÃan con la visión mitológica del cosmos, enseñaban en sus escuelas que el principio era el Primum Mobile, energÃa demiúrgica que movÃa todo el sistema esférico universal posterior al Caos, emergiendo de éste Gea, la creación, para fundar la tumultuosa familia que gobernarÃa desde el Olimpo.
La tradición del Norte de Europa también nos da ejemplos de la visión del mundo de los vikingos: el frÃo y el calor, la oscuridad y la luz. De la unión de estos dos espacios surgió la vida, primero como un enorme ogro y después como una vaca gigante que le proporcionarÃa la leche con la que sobrevivirÃa. Del sudor del ogro, en un mundo de nieves perpetuas, nacieron dos gigantes de escarcha que se alimentaban de las rocas salobres del lugar, formándose asà de éstas los cuerpos de los primeros dioses-hombres, que crearon la tierra, el mar y las montañas.
Todo este laberinto de personajes nada tiene que ver con la solidez y sobriedad de la religión judeo-cristiana: un único dios verdadero creador de todo lo visible e invisible; al principio, la nada, y al ver dios que esto no era “nada” el primer dÃa separó las tinieblas de la luz, el segundo el agua de la tierra... Y al ver que todo estaba bien hecho, el séptimo dÃa descansó, buen argumento para disfrutar de un dÃa libre en aquellos tiempos de esclavitud, aunque este primer intento sindicalista no convenciera a los egipcios.
Unos siglos más tarde el Corán describirá la creación del mundo como un proceso continuo, más que como un acto especÃfico realizado por el Creador. En sÃntesis, las tres religiones más extendidas por el planeta tienen un tronco común y por tanto una visión de la creación del universo similar.
Tras siglos de luchas entre cristianos, musulmanes y judÃos para imponer su verdad sobre el resto, el hombre dio el salto hacia el nuevo ecumene, un nuevo paraÃso en el que extender las raÃces de la civilización europea; españoles y no menos tarde italianos, portugueses, franceses, holandeses, ingleses,... y también chinos, hebreos y a la fuerza africanos colonizaron todo un continente de más de cuarenta y dos millones de kilómetros cuadrados. Sus habitantes, sorprendidos, se dejaron llevar por esta marea de hombres, de todas las razas y doctrinas. Pero su tradición también estaba muy presente en este mundo de mestizaje, la tradición jÃbara explicaba el origen de su mundo como el regalo de Yus, el dios creador, que al ver la tierra inerte la pobló primero de plantas y luego de animales, pero al ver que ésta no estaba completa tomó un puñado de barro y modeló al hombre.
Más al norte, el pueblo cherokee explicaba a sus hijos el origen de las diferentes razas como una equivocación de su dios, tras dos intentos fallidos de crear al hombre perfecto, el indio cherokee.
Y después de todo, al lado de la tradición y de las supersticiones, el hombre descubre que su origen fue la nada, y de ahà al todo, nos separa una explosión, una Gran Explosión.
Dentro de unos cuantos miles de años, nuestros descendientes recordarán esta teorÃa como una bonita fábula imaginaria de los hombres occidentales del siglo **; en fin, los cientÃficos nos convencerán de que el origen fue, quizá, el plasma, y las demás historias son eso, viejas historias para contar a los niños.
2006-10-07 13:49:48
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answer #5
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answered by Isa 4
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