El matrimonio es un sacramento en el cual -contraÃdo según las leyes de la Iglesia- por el mutuo consentimiento de los contrayentes , expresado legÃtimamente con libertad y sinceridad, Dios bendice y santifica la unión de un hombre y de una mujer y les concede la gracia para santificar su unión conyugal y para cumplir bien los deberes matrimoniales, como son: la armonÃa conyugal, la fidelidad del corazón, el control de la concupiscencia, el dominio de carácter, ayuda y consuelo mutuos, la educación de los hijos, el sostenimiento del hogar, etc. .
La gracia no realizará de ordinario milagros, cuando las condiciones para un amor serio y auténtico han fallado en su base; pero puede evidentemente potenciar y robustecer el amor humano para que supere sus propias debilidades y deficiencias .
El matrimonio, más que un frÃo contrato, es un compromiso, es una alianza, una comunidad de vida y amor, una convivencia en la que la procreación, siendo algo muy importante, no tiene finalidad primordial. El amor y la mutua ayuda no pueden relegarse a segundo plano.
«El matrimonio constituye una Ãntima comunidad de vida y de amor conyugal» .
«El amor entre el hombre y la mujer es algo natural. Llega un momento en que un hombre y una mujer se aman, deciden entrar en una comunión estable de vida y amor, para llegar a formar una familia. A esta comunión de vida y amor se le llama matrimonio. En el matrimonio los esposos entran libremente, pero ninguno de los dos, ni por separado ni de común acuerdo, pueden romperlo» .
«El matrimonio viene a ser un convenio por el cual un hombre y una mujer, jurÃdicamente hábiles, se entregan legÃtima y mutuamente el derecho perpetuo y exclusivo sobre sus cuerpos, en orden a los actos de suyo aptos para la generación. Este acuerdo debe ser mutuo, consciente, libre y responsable. Efecto de este convenio es el vÃnculo conyugal; o sea la unión permanente, perpetua y exclusiva de un varón con una mujer para engendrar y educar hijos» .
Por eso se ha dicho acertadamente que el matrimonio es «uno con una y para siempre».
Este vÃnculo conyugal dura mientras dure la vida de los dos cónyuges.
«Son propiedades esenciales del matrimonio la unidad y la indisolubilidad» . «La unidad, la indisolubilidad y la apertura a la fecundidad son esenciales al matrimonio» .
El amor es muy importante en el matrimonio. Pero «el amor no hace el matrimonio. Puede haber amor sin matrimonio y matrimonio sin amor. El matrimonio da estabilidad a una serie de derechos y deberes contraÃdos libremente. (...) El matrimonio no es un refrendo del presente: “nos queremos mucho”; sino un compromiso en un proyecto de futuro» .
«El matrimonio es una entrega irrevocable de varón y mujer» .
Por eso el matrimonio es indisoluble, pues lo que se ha entregado total y definitivamente, de modo voluntario, no se puede entregar a otra persona sin quitárselo injustamente a la primera.
Los que no quieren formalizar el matrimonio es para tener las manos libres y romperlo sin compromisos cuando les apetezca.
Es decir, no hay amor.
«Para asegurar la validez del matrimonio basta con que los contrayentes no ignoren que se trata de una sociedad permanente entre el hombre y la mujer, para tener hijos: y que el consentimiento sea libre y sincero, manifestado según la fórmula eclesiástica establecida» .
La infidelidad matrimonial y el libertinaje han acabado con el verdadero amor. Esto es una tremenda desgracia. Las comodidades y las diversiones no pueden suplir el amor de unos esposos y de unos hijos.
El matrimonio es uno con una para siempre. El amor familiar exige unidad e indisolubilidad matrimonial. ¿Cómo se van a amar unos esposos que ni se guardan fidelidad, ni le dan importancia al adulterio? ¿Cómo va a ser posible ir al matrimonio con ilusión cuando se sabe que lo que allà se va a recibir son cuerpos ya exprimidos en aventuras amorosas con otros? ¿Cómo se van a amar unos hijos sin tener la seguridad de que sean los propios? Es lógico que estos matrimonios sean un fracaso. Por querer gozar de la vida han perdido el mayor goce de la vida: el amor de un hogar.
Los pensadores no tardarán en lanzar la voz de que esa libertad de costumbres es un camino equivocado, y de que si queremos recuperar la felicidad de la vida hay que volver al matrimonio uno e indisoluble de la Iglesia Católica; llegando a él por camino de una juventud pura.
Una vez más la sociedad le dará la razón a la Iglesia.
Los catastróficos resultados de una libertad de costumbres demuestran que la pureza en la juventud y la fidelidad matrimonial que manda la Iglesia, aunque exige renuncias y sacrificios, es el único camino para llegar a la felicidad de un hogar con amor.
La gracia sacramental del matrimonio es como una póliza de seguro sobrenatural para proteger los riesgos de la vida conyugal.
La cuota de esta póliza es el espÃritu cristiano.
Cuanto mayor sea el espÃritu cristiano, más garantÃas de éxito tiene este seguro. Y la prueba está en esos matrimonios innumerables de ancianos venerables que después de muchÃsimos años de casados todavÃa se aman con ilusión: él te dice que ella es una santa, y se le llenan los ojos de lágrimas; ella te asegura de mil formas que no hay hombre como él, y no acaba de contarte casos concretos para demostrarlo.
Más de cincuenta años de compenetración, de mutua ayuda, de cariño desinteresado, de sufrimiento mutuo, de sobrellevarse los defectos mutuamente y de muchÃsimo espÃritu cristiano les han dado en este mundo la mayor felicidad que aquà pude gozarse.
En cambio, ¡qué vejez tan distinta van a tener esos matrimonios materialistas y sensuales!
Y no sólo la vejez, que cuando falta el espÃritu cristiano es muy fácil que se harten muy pronto el uno del otro, y el hogar se convierta en una casa de fieras.
No es lo mismo vivir en matrimonio que en pareja.
Los animales viven en parejas, más o menos duraderas, pero no en matrimonio como las personas.
Hoy se da lo que se llama «parejas de hecho».
Viven matrimonialmente, como casados, sin estarlo.
Y quieren los derechos de los casados. Pero para tener derechos hay que asumir los deberes correspondientes.
«De lo contrario se corre el peligro de caer en “un egoÃsmo entre dos”»
Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: «Hay unión libre cuando el hombre y la mujer se niegan a dar forma jurÃdica y pública a una unión que implica la intimidad sexual.
»La expresión, en sà misma, es engañosa: ¿qué puede significar una unión en la que las personas no se comprometen entre sÃ, y testimonian con ello una falta de confianza en el otro, en sà mismo o en el porvenir?
»Esta expresión abarca situaciones distintas: concubinato, rechazo del matrimonio en cuanto tal, incapacidad de unirse mediante compromisos a largo plazo.
»Todas estas situaciones ofenden la dignidad del matrimonio, destruyen la idea misma de la familia, debilitan el sentido de la fidelidad.
»Son contrarias a la ley moral: el acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio.
»Fuera de éste constituye siempre un pecado grave y excluye de la comunión sacramental» .
«Todo lo que sea poner en el mismo nivel a la familia tradicional con otro tipo de uniones nos parece aberrante» ha dicho Mons. José Sánchez, Secretario General de la Conferencia Episcopal Española , a propósito de las uniones de homosexuales. No pueden tener los derechos de los matrimonios porque no lo son. No pueden hacer el mismo servicio a la sociedad. El matrimonio entre un hombre y una mujer puede dar nuevos ciudadanos a la sociedad. El matrimonio entre dos homosexuales no puede. Y ya dijo Aristóteles que «tan injusto es considerar diferente a lo que es igual, como considerar igual a lo que es diferente».
Dice el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua: «Matrimonio es la unión de un hombre y de una mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales».
El estudio realizado por Wirthlin Worldwide para el Centro Howard de la Universidad de Brigham Young, en septiembre y octubre de 1999, en diecinueve paÃses representativos de los cinco continentes, constata que más del 80% de la población mundial está de acuerdo en que la definición del matrimonio supone un hombre y una mujer .
Las leyes que rigen el matrimonio son independientes de la voluntad de los que lo contraen.
Estos tienen que aceptarlo tal como lo instituyó Jesucristo.
Cuando un católico quiere casarse es necesario santificar la unión con las bendiciones del sacerdote en el sacramento del matrimonio.
Aunque los ministros del sacramento del matrimonio son los mismos contrayentes, quienes se administran a sà mismos el sacramento, la presencia del sacerdote, testigo cualificado de la Iglesia, es esencial para la validez del sacramento del matrimonio .
El único matrimonio válido entre católicos es el sacramento .
El matrimonio civil es absolutamente inválido entre católicos ; sólo vale para efectos jurÃdicos civiles: asuntos de apellidos, herencias, etc .
Esto lo puede garantizar el Estado reconociendo el matrimonio religioso, o bien añadiendo el matrimonio civil al matrimonio religioso.
El católico que se casa sólo por lo civil se autoexcluye de la comunión él mismo. Lo mismo que el divorciado que se vuelve a casar, que no puede comulgar mientras no arregle su situación .
Es doctrina de la Iglesia, que ha mantenido a través de los siglos, que un bautizado no puede separar el matrimonio del sacramento.
Si no hay sacramento, no hay matrimonio. Un católico que se casa solamente por lo civil, para la Iglesia no está casado, es un concubinato. Por eso no lo admite a la Sagrada Comunión.
Todo matrimonio válido es indisoluble intrÃnsecamente, es decir, no puede ser disuelto por el mutuo y privado acuerdo de los cónyuges.
Pero no todo matrimonio es indisoluble extrÃnsecamente; es decir, que hay casos excepcionales en los que algunos matrimonios pueden ser disueltos por la Autoridad Eclesiástica, si se trata de matrimonio-sacramento, o por la Autoridad Civil si se trata de un matrimonio solamente civil.
Por eso es indiscutible que el Estado nunca tiene autoridad para romper el vÃnculo del matrimonio sacramental. Lo único que puede hacer el Estado es dar leyes para la nueva situación de los matrimonios rotos, pero dejando el vÃnculo intacto.
Al matrimonio canónico están obligados todos los católicos que no se hayan apartado de la Iglesia por acto formal .
Es decir: no mera falta de práctica religiosa; pero tampoco hace falta la adscripción a una religión no católica.
Sà lo serÃa un rechazo de la Iglesia en un documento escrito, o declaración pública; pero como dijo el SÃnodo de 1980 «la fe es necesaria para el sacramento del matrimonio» .
El matrimonio de una persona católica con otra que no lo es requiere especiales cautelas .
«En peligro de muerte, si no pueden conseguirse otras pruebas, basta, a no ser que haya indicios en contra, la declaración de los contrayentes, bajo juramento según los casos, de que están bautizados y libres de todo impedimento» .
En circunstancias extraordinarias en las cuales durante más de un mes no habrá sacerdote que los case, los futuros esposos pueden contraer matrimonio ante dos testigos que tengan uso de razón .
Este matrimonio es verdadero sacramento, pues los ministros del sacramento del matrimonio son los mismos contrayentes .
El sacerdote es tan sólo un testigo cualificado. Y la Iglesia autoriza esta forma de contraerlo en tales circunstancias.
Pero después hay que dar cuenta, para que se registre en los libros parroquiales .
Este sacramento hay que recibirlo en estado de gracia .
Quién recibe el sacramento del matrimonio, a sabiendas, en pecado grave, comete un sacrilegio . Con todo, este matrimonio, aunque sea un sacrilegio, es válido y verdadero.
Antes de recibir el sacramento del matrimonio es conveniente que los contrayentes hayan recibido el sacramento de la confirmación, si pueden hacerlo sin grave incomodidad .
Para que el matrimonio sea lÃcito y válido es necesario que los contrayentes no estén ligados con ninguno de los impedimentos que señalan las leyes de la Iglesia , como serÃa, por ejemplo, coacción , engaño sobre la persona o cualidad importante que puede perturbar gravemente la vida conyugal . O carecer de madurez humana suficiente para valorar los derechos y deberes esenciales del matrimonio. O quienes no pueden asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas de naturaleza psÃquica . Las causas de nulidad han aumentado, hoy dÃa, con los avances de la psicologÃa. Sobre todo por defectos de consentimiento . También es impedimento para la validez del matrimonio el no aceptar las propiedades esenciales el matrimonio (unidad e indisolubilidad) : como serÃa querer tener derecho al divorcio .
«No podrán contraer lÃcitamente matrimonio canónico el varón y la mujer que no hayan cumplido los 18 años» . Antes de los 18 años, generalmente, se engendran hijos enfermizos y débiles . «Son incapaces de consentimiento los que no tienen uso de razón» .
Si se tratase de una persona con la cual es imposible la convivencia, podrÃa estudiarse la posibilidad de declarar nulo ese matrimonio. El matrimonio, como dice el Concilio Vaticano II, es «comunidad en vida y en amor» Si la impotencia sexual es causa de nulidad matrimonial, también puede serlo la incapacidad de poder realizar esa «comunidad de vida» por tener una personalidad desestructurada. SerÃa como una impotencia psicológica . Hay personas neuróticas, psicopáticas, esquizofrénicas, con las cuales es imposible convivir, y que pueden justificar una declaración de nulidad matrimonial. Asà lo reconoce el Nuevo Código de Derecho Canónico que dice:
«Son incapaces de contraer matrimonio quienes tienen un grave defecto de madurez de juicio sobre los deberes y derechos del matrimonio que van a contraer; y quienes no puedan asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas de naturaleza psÃquica» , como serÃan las obligaciones del acto conyugal, la convivencia amorosa y la educación de los hijos.
«Puede haber matrimonios que no son válidos por diversos motivos, como son: porque los esposos tiene un impedimento al que la Iglesia, o la ley natural, o la Revelación, hacen nulo el matrimonio. O porque la forma establecida por la Iglesia no se ha observado en la celebración del mismo. O porque uno de los cónyuges no ha prestado el consentimiento matrimonial con las debidas condiciones, por ejemplo, porque se ha casado bajo el impulso de un miedo grave» .
Hay casos excepcionales en los cuales la Iglesia señala la ausencia del vÃnculo matrimonial por algunos de estos impedimentos. Entonces declara el matrimonio nulo.
No es que anule un matrimonio válido, sino que demuestra que ese matrimonio nunca existió. El eco que hacen las revistas del corazón de las anulaciones concedidas a ciertas personas célebres, puede parecer que esto se consigue a base de dinero.
Es verdad que conseguir la declaración de nulidad cuesta dinero, porque hay personas cuya profesión es estudiar estos casos.
Pero esto no cuesta millones, como algunos creen. Según el Vicario Judicial del Obispado de Cádiz, Guillermo DomÃnguez, en 1996 cuesta unas 80.000 pesetas.
Sin embargo, si no hay dinero, pero hay razones, se puede conseguir gratis. En 1977 se otorgaron en España 534 sentencias de nulidad . De estas anulaciones, el 30% se concedieron gratuitamente, según dijo el Vicario de Madrid, Padre MartÃn Patino, el 23 de octubre de 1980, por Radio Nacional en el espacio Estudio 15-17 . Pero los medios de comunicación no se hacen eco de estas anulaciones gratuitas, sino sólo de las concedidas a personajes famosos a quienes les ha costado algún dinero.
El 18 de noviembre de 1998 le oà una conferencia, en el Hotel Atlántico de Cádiz, al Profesor José MarÃa DÃaz Moreno,S.I., Catedrático de Derecho Canónico en la Universidad Comillas de Madrid, sobre fracasos matrimoniales. En ella aludió a la declaración de nulidad del matrimonio de Camilo José Cela, Premio Nobel, a la que se dedicaron multitud de comentarios en los medios de comunicación, cuya causa él habÃa conocido y consideraba correcta; pero ese mismo año se concedió también la nulidad gratuitamente a una limpiadora de una clÃnica madrileña, por los mismos motivos, y sin embargo de este segundo caso nada se dijo en la medios de comunicación.
Por otra parte «el 80% de las sentencias de la Rota Romana han sido gratuitas» .
b) Divorcio: El divorcio es un mal. Si fuera bueno Dios no lo prohibirÃa. Dios ha hecho el matrimonio indisoluble.
Pero el matrimonio hay que contraerlo con responsabilidad.
Muchos matrimonios fracasan porque se han hecho a la ligera, por vanidad, por capricho, por despecho, para hacer rabiar a una tercera persona, o sencillamente, por lujuria o egoÃsmo.
Muchos matrimonios fracasan porque nunca debieron realizarse.
El divorcio no es solución para un católico. Cristo dice: «el que deja a su mujer y se casa con otra, comete adulterio» , «y el que se case con la divorciada comete adulterio» . El adulterio se castigaba con la pena de muerte entre los hebreos, es decir, era algo muy grave.
La prohibición evangélica del divorcio es tan clara que el Papa Clemente VII no se lo concedió a Enrique VIII de Inglaterra, que querÃa divorciarse de su esposa Catalina de Aragón para casarse con Ana Bolena; aunque esta prohibición llevó consigo que la Iglesia Católica perdiera el reino de Inglaterra, pues Enrique VIII, por esta prohibición, se separó de la Iglesia Católica y se autoproclamó Fundador y Cabeza de la Iglesia Anglicana en 1534.
San Mateo pone una excepción : «en caso de concubinato». Porque si no estaban casados, la separación no sólo es lÃcita: es conveniente.
A no ser que decidan casarse.
«Los autores apuntan a interpretar correctamente la expresión porneÃa, que utiliza San Mateo.
»Ãsta no serÃa simple fornicación ni adulterio, sino propiamente el estado de concubinato.
»El término rabÃnico empleado por Cristo habrÃa sido zenut, que designa la unión ilegÃtima de concubinato. (...)
»En tal caso, es evidente que no sólo es lÃcito la separación, sino obligatoria, puesto que no hay matrimonio sino unión ilegal.
»Esta explicación se refuerza tomando en cuenta que San Pablo, en su carta a los Corintios , califica la unión estable incestuosa del que se habÃa casado con su madrastra como porneÃa. A esto mismo harÃa referencia el Concilio de Jerusalén al exigir que los fieles se abstengan de porneÃa, o sea de las uniones ilegales aunque estables. Ãsta última es, tal vez, la más plausible de las interpretaciones, y la sostuvieron autores como Cornely, Prat, Borsirven, Danieli, McKenzie; también algunas versiones de la Biblia» .
La Iglesia católica sólo permite la separación de los esposos si la vida en común resulta insostenible , pero no volver a casarse mientras viva el otro cónyuge; porque el vÃnculo matrimonial permanece hasta la muerte de uno de los dos.
Por lo tanto hay que escoger entre seguir viviendo juntos, o la soledad hasta la muerte.
La separación es el comienzo de un camino que conduce a problemas mayores. Antes de separarse, los cónyuges deberÃan acudir a un especialista por si sus problemas tienen solución.
El vivir los esposos separados, aunque no se unan a otra persona (lo cual serÃa un pecado de adulterio) puede ser un pecado contra la caridad para con el cónyuge y los hijos.
Algunos acusan a la Iglesia de que no admite el divorcio y, sin embargo, anula por dinero muchos matrimonios.
Esto se puede responder largamente.
Para hacerlo con brevedad me limitaré a dos cosas: El divorcio rompe el vÃnculo matrimonial y la declaración de nulidad demuestra que no hubo tal vÃnculo, lo cual es totalmente distinto.
Por otra parte, es cierto que la declaración de nulidad cuesta dinero, pues hay personas dedicadas a ese trabajo, que viven de ello. Pero no basta el dinero para lograr de la Iglesia una declaración de nulidad matrimonial, si no hay razones para ello. El Padre Kelleher, que ha dedicado casi toda su vida a los tribunales eclesiásticos matrimoniales, en su libro «Divorcio y matrimonio», dice: «No he conocido ni un solo caso en el cual el dinero hay sido un factor influyente en la obtención de una declaración de nulidad».
La declaración de nulidad siempre se debe a la existencia de algún impedimento: coacción, engaño substancial, etc. Ahora bien, si para lograr esta nulidad hay personas que juran en falso, sólo de ellas es la culpa. Los jueces juzgan según la declaración de los testigos. Y si alguno jura en falso, logrará arreglar los papeles, pero es inútil, porque delante de Dios todo sigue como antes.
El divorcio civil, que pretende romper el vÃnculo sacramental, es totalmente inválido ante Dios . .
El poder civil no tiene autoridad ninguna sobre el matrimonio canónico .
«Pero si el divorcio civil representa la única manera posible de asegurar ciertos derechos legÃtimos, el cuidado de los hijos o la defensa del patrimonio, puede ser tolerado sin constituir una falta moral» .
Los divorciados vueltos a casar no pueden acercarse a la Sagrada Comunión , porque ellos mismos se autoexcluyen de la Iglesia, pues viven en situación de adulterio público y permanente .
«Es muy triste la situación de los divorciados vueltos a casar. Su situación moral irregular les impide recibir la Sagrada Comunión.
»Con todo, hay casos en los que no parece prudente romper este segundo matrimonio.
»En este caso podrÃan acercarse a comulgar, después de haberse confesado y prometido interrumpir su vida sexual; comulgando en una iglesia donde no sean conocidos, para evitar el escándalo» .
«Sólo podrÃan acercarse a comulgar si, evitado el escándalo y recibida la absolución sacramental, se comprometen a vivir en plena continencia», ha dicho la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe .
En el discurso de Juan Pablo II en la clausura del SÃnodo celebrado en Roma en octubre de 1980, dijo que habÃa que mantener la práctica de la Iglesia de no admitir a la comunión eucarÃstica a los divorciados vueltos a casar.
A no ser que cuando no puedan separarse, prometan vivir en total continencia, siempre que no sea motivo de escándalo.
En todo caso, añade el Papa, deben perseverar en la oración para conseguir la gracia de la conversión y de la salvación .
Sin embargo esto no lleva consigo el que no puedan bautizar a sus hijos.
Hay que estudiar cada caso y ver qué posibilidades ofrecen de educar en católico a sus hijos .
Se les debe animar a que participen lo más posible de la vida cristiana .
Y sobre la situación de los divorciados vueltos a casar dice Juan Pablo II: «Exhorto cordialmente a los pastores y a toda la comunidad de fieles a que ayuden a los divorciados que se han vuelto a casar. (...)
»Se les invitará a escuchar la Palabra de Dios, a asistir al Santo Sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a aportar su contribución a las obras de caridad y a las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar a sus hijos en la fe cristiana, y a hacer obras de penitencia, a fin de implorar, dÃa tras dÃa, la gracia de Dios» .
El divorcio es un mal. Mal para los hijos.
Mal para la mujer, que fácilmente quedará abandonada, y a partir de cierta edad, sin posibilidades de rehacer su vida con otro hombre.
También mal para los maridos, que aunque de momento no es raro que una chica joven se enamore de un hombre maduro, a la larga se cansará del viejo, y se buscará otro más joven y a su gusto, y el marido «engañado».
Y también mal para todos, porque si el 80% de los delincuentes juveniles son hijos de divorciados, cada vez será más peligroso andar por la calle.
Algunas piensan que el divorcio las libera, pero la realidad es que el divorcio ha perjudicado a muchas mujeres abandonadas. Los estudios de Hackstaff y Deutsch señalan que las mujeres necesitan familias en las que los hombres estén comprometidos con los roles de esposo y padre .
Lo que algunos se preguntan es si puede considerarse como un mal menor que en ciertas circunstancias podrÃa permitirse para evitar males mayores.
Lo mismo que una operación quirúrgica es un mal, pero se acepta para evitar males mayores.
Otros opinan que la licitud del divorcio traerÃa a la sociedad peores males que los que se siguen de su prohibición, pues aunque el divorcio pueda solucionar algún caso concreto, trae grandes perjuicios al bien común, y no es solución lo que empeora una situación, sino lo que la resuelve.
Las soluciones deben atender al bien general y ser conformes a las normas morales, como dijo Juan Pablo II en Nueva York.
El bien común a veces exige el sacrificio de un particular.
La fácil solución del divorcio harÃa que se rompieran muchos matrimonios con problemas perfectamente superables, que no deberÃan haberse roto nunca.
Por eso el divorcio hace más daño que bien.
Una solución que hace más daño que el mal que remedia no es solución.
No sirve una medicina para quitar las pecas pero que al mismo tiempo produce cáncer de piel.
La posibilidad del divorcio lleva al malestar familiar.
No hay persona sin defectos. Las decepciones irán seguramente en aumento.
Es muy posible que cambiando de pareja se repitan los mismos conflictos. «Los divorciados suelen llevar sus problemas de una relación a otra», dice Howard Markman.
Según la revista norteamericana Newsweek, en Estados Unidos, seis de cada siete matrimonios de divorciados, vuelven a divorciarse de nuevo; y ocho de cada diez matrimonios divorciados dos veces, se divorcian por tercera vez .
Es decir, el divorcio da paso a una poligamia sucesiva.
Muchos matrimonios se salvarÃan del divorcio si hubieran sabido exponer con calma en común los conflictos y reconocer cada uno sus errores. «Cada uno debe admitir su responsabilidad en los conflictos. De lo contrario, no los solucionarán», dice John Gottman.
Algunas feministas consideran el divorcio como liberación de la mujer; sin embargo, la Iglesia al prohibir el divorcio defiende a la mujer.
Es trágica la situación de mujeres casadas abandonadas por sus maridos que han encontrado una jovencita atractiva que les ha entusiasmado, y por ella abandonan a su esposa y a sus hijos.
Pero estas jovencitas también serán abandonadas cuando lleguen a mayores y sean suplantadas por otras más jóvenes y atractivas que ellas.
Según los datos del censo de los Estados Unidos, en los últimos años han aumentado en un 66% los norteamericanos que viven solos.
La mayorÃa son hombres que se separaron de sus esposas.
Según las mismas estadÃsticas, uno de cada diez hogares en que hay niños, el padre se ha ido .
El divorcio engendra divorcio.
En Francia, Alemania, Suiza y Dinamarca, en catorce años se han duplicado los divorcios.
En Inglaterra, Estados Unidos, Canadá y Suecia, los divorcios se han multiplicado por tres.
Y en Holanda se han multiplicado por cuatro .
En Francia hay un divorcio por cada dos matrimonios .
En Estados Unidos más del 50% de los matrimonios se divorcian .
Frank Furstenberg, sociólogo de la Universidad de Pensylvania en EE.UU., afirma que hoy en Estados Unidos, ante las funestas consecuencias del divorcio vuelve a estar de moda el matrimonio estable y el casarse por la Iglesia.
Incluso proliferan cursos como los de la Universidad de Denver, Colorado, para superar la falta de comunicación y mutua incomprensión en el matrimonio, que es la causa principal de fracasos matrimoniales .
En todos los matrimonios hay altibajos y momentos de crisis. Pero estos momentos hay que superarlos con aguante y con virtud. El que vaya al matrimonio pensando que nunca tendrá nada que aguantar es un iluso. En todos los matrimonios hay algo que tolerar y no se soluciona, lo que es intrÃnseco a todos los matrimonios, cambiando de persona; pues no hay persona sin defectos. Y no se va a estar cambiando de persona en el matrimonio, como quien cambia de camisa.
El divorcio hace que los esposos difÃcilmente se soporten sus defectos, y con facilidad creen que cambiando de persona va a desaparecer lo que no puede desaparecer, pues es inherente a las deficiencias del carácter humano.
Una aventura amorosa, de momento, puede parecer maravillosa; pero a la larga es fácil que caiga en las mismas dificultades que el matrimonio estable.
Las aventuras sexuales sin amor, duran más o menos; pero antes o después terminan, y generalmente, de mala manera. En cambio «el amor fiel de una pareja estable, que ha madurado en su familiaridad, es fuente de un placer mucho más profundo que lo que pueda dar de sà una aventura amorosa» .
Es verdad que el divorcio podrÃa solucionar algún caso concreto, pero es malo para el bien común; y el bien particular hay que subordinarlo al bien general.
Si la nación necesita autopistas, habrá que hacerlas, aunque salga perjudicado un señor que tiene un huerto por donde tiene que pasar la autopista.
El divorcio, aunque solucione algún caso concreto, hace más daño a la sociedad, porque la posibilidad del divorcio es una invitación a que se rompan matrimonios que nunca debieron romperse. Todos los matrimonios tienen sus momentos de crisis, que deben superarse con amor y virtud; pero la posibilidad del divorcio facilita que en esos matrimonios se busque la salida fácil del divorcio con perjuicio de ellos mismos. Me dijo un señor en Torrevieja: «Yo doy gracias a Dios de que la Iglesia no permita el divorcio, porque si yo hubiera podido haberme divorciado, en un momento de crisis por el que pasó mi matrimonio, lo hubiera hecho. Y hoy, superada la crisis, nos queremos muchÃsimo, me siento muy feliz con mi mujer y no podrÃa vivir con sin ella. Si entonces me hubiera divorciado, se la habrÃa llevado otro, y yo la habrÃa perdido»
Muchos matrimonios fracasados se hubieran salvado con un poco de esfuerzo.
DecÃa un divorciado vuelto a casar:
«Mi segundo matrimonio marcha bien.
»Pero reconozco que si hubiera hecho los mismos esfuerzos con mi primera mujer, como los estoy haciendo con esta segunda, estoy seguro de que no nos habrÃamos separado, y quizás serÃa más feliz de lo que soy ahora. Pero entonces era incapaz de aceptar la parte de renuncia que es indispensable para que una pareja pueda tener éxito».
Aunque los medios de comunicación airean los casos de matrimonios fracasados de artistas, sin embargo, las estadÃsticas dan que en España los matrimonios a quienes beneficia el divorcio son solamente el 0’4% .
En España el 90% de las familias viven un matrimonio estable, como dijo la Directora General de la Juventud, después de una encuesta realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas.
El 89% de los casados españoles asegura no haber sido jamás infiel a su pareja; y el 84% afirma que ni siquiera lo ha deseado .
A pesar de la publicidad que se da al divorcio de personas famosas, el sociólogo de la Universidad de Chicago, Andrew Grelley, ha hecho un estudio según el cual en 1995 han vivido en fidelidad matrimonial el 86% de los norteamericanos, el 89% de los británicos, y el 92% de los franceses .
«En Estados Unidos han empezado a disminuir los divorcios» .
Aunque en teorÃa sólo se permita el divorcio para casos especiales, inevitablemente se va aumentando el número de casos hasta que se abra la puerta del todo; y el menor disgusto puede atolondradamente llevar a un divorcio irreparable, y fácilmente quedar abandonado el cónyuge inocente y los hijos perjudicados.
Dice Isidoro MartÃn, Catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid: «Aunque las leyes del divorcio al principio exijan causas restringidÃsimas, después se amplÃan desorbitadamente. Esto es un hecho incontrovertible» .
El doctor alemán Maximiliano Bajoc ha realizado un estudio según el cual en Alemania se divorcian al año dieciséis mil matrimonios porque uno de los dos ronca.
Es decir, que los motivos del divorcio se van ampliando desmesuradamente.
Lo que teóricamente se implantó para remediar casos de matrimonios fracasados, en la práctica hará fracasar a muchos matrimonios que podÃan haberse salvado.
Desde luego, es doctrina común en la Iglesia Católica que el matrimonio sacramental es indisoluble intrÃnsecamente, es decir, que no se puede disolver por la voluntad libre de los contrayentes, pero algunos católicos se preguntan si es también indisoluble extrÃnsecamente, es decir, si no se podrÃa disolver a juicio de una autoridad extrÃnseca a los contrayentes; después de ponderar las razones que se aduzcan.
Sólo el matrimonio sacramental consumado es también indisoluble extrÃnsecamente .
El Nuevo Código de Derecho Canónico dice: «El matrimonio rato y consumado no puede ser disuelto por ningún poder humano, ni por ninguna causa fuera de la muerte» .
Algunos dicen que por qué los católicos, que no admiten el divorcio, van a imponer sus ideas a todos los demás ciudadanos. Hablando de esto, el Cardenal Primado D. Marcelo González, dijo en una conferencia pronunciada en el Club Siglo XXI: «Eso de que los católicos no tienen derecho a imponer a los demás su concepción de la unión conyugal, es un sofisma. No se trata de imponer nada a nadie, sino de defender lo que ellos creen que es bueno, y que si se deteriora, ellos mismos serán vÃctimas de la nueva situación» .
Sin embargo, aun en naciones de mayorÃa católica, a veces hay una ley civil que regula el divorcio. Pero, «el cristiano debe seguir siempre los imperativos de la fe, sea cual fuere la evolución de las leyes del Estado sobre el matrimonio» .
Algunos dicen que el divorcio es un derecho de la persona humana.
Esto es falso.
Los derechos de la persona humana, lo mismo que las leyes de la FÃsica, tienen valor objetivo, no dependen de lo que a cada uno le parezca.
Lo que es derecho de la persona humana es el matrimonio; uno es libre para casarse o no casarse; pero si se casa debe admitir el matrimonio como es: indisoluble.
Las cosas son como son, independientemente de nuestra opinión personal sobre ellas. Las cosas se imponen por su propia naturaleza.
La unidad, la indisolubilidad y la fidelidad son básicas para la defensa del matrimonio y de la familia.
Nadie tiene derecho a manipular el matrimonio a su capricho, como nadie puede manipular a su antojo las leyes de tráfico.
Uno es libre para salir a la carretera o para quedarse en casa, pero si sale a la carretera, tiene que someterse a las leyes de tráfico; hechas para el bien común. Lo mismo, cada cual es libre de casarse o no, pero no para cambiar la naturaleza del matrimonio.
Por lo tanto, quien libremente se casa no puede libremente romper el vÃnculo matrimonial.
El matrimonio no es de institución humana, sino de institución divina, no pudiendo, por lo tanto, estar sujeto al capricho subjetivo y cambiante de los hombres.
Decir que el matrimonio puede disolverse por mutua voluntad de los contrayentes, es inadmisible.
El matrimonio no es sólo un compromiso entre un yo y un tú. Tiene una función social ineludible. Por eso la Iglesia y los polÃticos no renuncian a incidir en él.
«Matrimonio y familia son considerados como la base de la comunidad humana: no se dejan, por lo tanto, en manos del capricho o del interés de los hombres» .
«El vÃnculo matrimonial no depende del arbitrio de los casados. Su consentimiento es irrevocable, y de éste nace una institución confirmada por la ley divina que la sociedad debe respetar» .
«La unión libre de un hombre y una mujer que se niegan a dar forma jurÃdica y pública a su intimidad sexual, constituye siempre un pecado grave, y excluyen de la comunión sacramental, pues el acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio» .
Para casarse, lo fundamental es amarse.
Pero el matrimonio es una cosa muy seria, con implicaciones en la sociedad. Y cuando el hombre hace una cosa seria ante la sociedad lo formaliza con un contrato. Para un católico, vivir matrimonialmente sin haber recibido el sacramento del matrimonio es una vida de pecado continuo que no puede traer al hogar la bendición de Dios. Y esto es gravÃsimo.
Los experimentos que se han hecho de comunas de amor libre, donde todos son de todos, al fin han terminado formándose parejas cerradas dentro de la comuna, o se han ido de la comuna para formar pareja con otra persona de fuera. El «todos para todos» sólo es posible cuando no hay amor y el sexo se realiza sólo por apetito.
Pero en cuanto nace el amor se busca la pareja estable. Es decir, que la pareja humana estable es algo natural.
Los mismos divorcistas que quieren romper una pareja humana, es con el deseo de formar otra pareja, pensando que el cambio de persona iba a acabar con las imperfecciones inherentes a todas persona humana.
La solución no está en pensar en una persona sin defectos, que no la hay, sino en amar a una persona a pesar de sus defectos, y sobrellevarlos con virtud.
Los que se casan pensando en divorciarse, si las cosas no van bien, es que no aman; y si no se aman es seguro que fracasarán. Pues el matrimonio si no es con amor es un infierno.
Nadie pone plazo a su amor. El amor quiere serlo para siempre. El que piensa poner término a su amor, es que no ama. Quien admite una fidelidad quebradiza, tendrá pasión pasajera, pero eso no es verdadero amor. El amor exige exclusividad. De ahà la razón de los celos. Quien cambia fácilmente de amor, lo que tiene son caprichos sentimentales o sexuales. Como quien se encapricha con un juguete y luego lo deja por otro. El amor es otra cosa.
El auténtico amor quiere ser eterno.El amor no es algo pasajero que sólo interesa mientras sirve, como si se tratara de un objeto que se abandona cuando sale un nuevo modelo en el mercado. Para muchos el matrimonio es una unión efÃmera que puede romperse ante cualquier dificultad para iniciar una nueva aventura cambiando de persona.
Eso de que el matrimonio monógamo produce tedio es sólo verdad cuando está ausente el amor. Los sacerdotes conocemos muchÃsimos matrimonios que se aman y son felices a los cincuenta años de casados.
Naturalmente estos matrimonios no van al psiquiatra, y por lo tanto no están reflejados en las estadÃsticas de los matrimonios fracasados.
En cambio, es notable el hecho de que los fracasados en el primer matrimonio, suelen fracasar en los siguientes; por eso es tan frecuente que los divorciados vuelvan a divorciarse. El Anuario Demográfico norteamericano afirma que el 70% de los divorciados reinciden .
«EstadÃsticas puntuales han demostrado que en los paÃses donde el divorcio está a merced de cualquier contrariedad, del más fútil pretexto, se da un elevado y creciente porcentaje de jóvenes inadaptados socialmente, delincuentes, desorientados, descentrados, proclives al gamberrismo, inútiles para la vida de trabajo y convivencia, por haber estado privados de ambiente y medios familiares adecuados» .
«Que el divorcio lo pagan los hijos es una verdad que pone de manifiesto el estudio realizado por Martin Richards que dirige el Centro de Investigación de la Familia de la Universidad de Cambridge, que ha realizado un ambicioso estudio sobre el desarrollo psico-social de diecisiete mil niños británicos. La conclusión es demoledora: a los hijos de los divorciados les va mucho peor en la vida» .
«Una estadÃstica publicada por el Tribunal de Menores de Chicago afirma que el 80% de los menores que comparecen ante este Tribunal, son hijos de divorciados» .
Según un reportaje del semanario Newsweek del 11-II-80, en Estados Unidos hay doce millones de menores de dieciocho años hijos de divorciados, y según el Uniform Crime Report (1976) de los menores procesados por delitos comunes en Estados Unidos, el 82% son hijos de divorciados .
Los grandes perjudicados del divorcio son los hijos, que necesitan de un hogar que los ame; y nunca puede ser lo mismo el amor que reciben de sus propios padres, que el que puedan recibir de la persona que ha sustituido a su verdadera madre o a su verdadero padre. Por eso se suele decir que los hijos de los divorciados son «huérfanos de padres vivos» (Dr. Carnot); y esto es lógico que produzca en ellos traumas psicológicos y afectivos que los convierten en hostiles a la sociedad y en delincuentes.
Los hijos de los divorciados son más huérfanos que los verdaderos huérfanos; pues éstos, al menos, pueden vivir de un recuerdo y guardar a sus padres difuntos todo su respeto y todo su amor.
Los divorciados buscan egoÃstamente su libertad, pero a costa del bien de sus hijos.
Las estadÃsticas dicen que se ha podido comprobar perturbaciones psÃquicas en casi la mitad de los hijos de los divorciados.
En el Segundo Congreso Mundial de Derecho Familiar, celebrado en San Francisco (California) en Junio del 97, la psicóloga norteamericana Judith Wallerstein presentó un estudio sobre las desastrosas consecuencias que tiene el divorcio para los hijos .
«El divorcio suele tener efectos demoledores en los hijos. Entre otros, se han descrito manifestaciones depresivas» .
Según Gerald Caplan Profesor de la universidad norteamericana de Harvard, el 40% de los hijos de padres divorciados sufre psicopatologÃas . Entre otras cosas afirmó: «Los hijos de padres divorciados son tres veces más propensos a sufrir trastornos mentales que el resto de los niños».
Los hijos tienen derecho a un hogar y a unos padres que les amen y eduquen. El divorcio les priva de ese elemental derecho.
MuchÃsimos divorciados son responsables de que sus hijos terminen en la delincuencia, faltos de educación, de hogar, de familia y de amor.
Un gran porcentaje de delincuentes juveniles son la consecuencia del divorcio de sus padres. «El 95% de los delincuentes juveniles proceden de familias rotas»
Según el «Uniform Crime Rapport USA» del 1977, el 82% de los delincuentes juveniles en Estados Unidos, son hijos de divorciados. El divorcio aumenta además el número de hijos ilegÃtimos, según el «Demographic Year Book» de 1969.
Para la buena educación de los hijos es fundamental que se sientan amados. Muchos traumas se deben a la falta de amor .
El divorcio lleva también al suicidio y al desequilibrio mental. Según el «Demographic Year Book» de 1972, publicado por la O.N.U., de 28 paÃses, 7 paÃses no divorcistas ocupan los últimos puestos en la tasa de suicidios.
Los divorciados buscaron egoÃstamente su libertad, pero a costa del bien de sus hijos. «EstadÃsticas conocidas dicen que se ha podido comprobar perturbaciones psÃquicas en casi la mitad de los hijos de los divorciados» .
Según un estudio realizado en Londres, el divorcio es malo para la salud tanto de los divorciados como de sus hijos .
Y el 65% de los enfermos mentales son personas divorciadas.
Según un estudio del Centro de PolÃticas Familiares de Londres, realizado con 17.000 niños, resulta que los hijos de padres divorciados y vueltos a casar tienen más problemas psicológicos .
Dice el conocido psiquiatra Dr. Juan Cardona Pastor: «Una familia estable es requisito indispensable para el equilibrio psÃquico normal de la persona» .
Según un estudio del Centro de Investigaciones de la Realidad Social (CIRES) «es indiscutible» la vigencia del matrimonio en España. El 77% de los entrevistados no cree que el matrimonio sea una institución pasada de moda. Aseguran que para el éxito matrimonial lo más importante es la fidelidad, y que la convivencia en pareja dura menos que la de los matrimonios .
Suele decirse que el divorcio nos pone a nivel europeo. Eso es una falacia.
Si el divorcio es malo, es absurdo copiar lo que es malo.
En Europa hay muchas cosas buenas que podemos imitar y que son más importantes para el desarrollo de la nación, pero imitar lo malo es de tontos.
Y que la ley del divorcio lo que hace es legalizar la situación de los matrimonios ya rotos, es otra falacia. No se puede legalizar todo lo que es frecuente. Las cosas no se convierten en buenas por ser frecuentes. En ese caso habrÃa que legalizar los atracos a los Bancos y los atentados terroristas. Esto es absurdo.
Y decir que debemos admitir el divorcio porque es propio de paÃses civilizados, es tan ridÃculo como decir que puesto que el terrorismo se da en paÃses civilizados, debemos consentirlo. Cuantas más facilidades se den para disolver matrimonios rotos, más matrimonios se romperán.
c) Adulterio: El pecado de adulterio es uno de los más execrables. «Se comete cuando un hombre y una mujer, de los cuales, al menos uno está casado, establecen una relación sexual, aunque sea ocasional»
El adulterio es ya una falta grave desde el momento mismo en que se desee deliberadamente.Ya hay adulterio cuando hay infidelidad de corazón: cuando se pone a alguien por encima del propio consorte.
Tal es el sentido de las palabras de Nuestro Señor: «Quien mira a una mujer con deseos deshonestos, ya ha cometido adulterio en su corazón» .
Como pecado externo es uno de esos crÃmenes enormes que ya entre los judÃos y los paganos era castigado con la pena de muerte .
Las personas casadas deben ser de una prudencia extrema en este punto, y cerrar cuidadosamente la puerta de su corazón al menor sÃntoma de un afecto desordenado naciente hacia tercera persona.
Los antiguos amores de la juventud, los actuales amigos de la familia, los subordinados, los superiores, los compañeros de trabajo, pueden constituir un verdadero peligro para la virtud de los esposos.
Enrique Rojas, psiquiatra, en su libro El amor inteligente , cuenta el caso de una joven esposa, de 32 años, con dos hijos, que a los seis años de casada se enamoró frÃvolamente, de un compañero de trabajo casado. Se encaprichó con él y dejó a su marido, excelente persona, que nunca le habÃa negado nada, y que la tenÃa en un pedestal. Pero ella se cansó de él. No supo apreciar los detalles que tenÃa con ella, y se fue con el otro.
Pero, como dice el Dr.Enrique Rojas: el pronóstico de la nueva relación es incierto. El tiempo dirá. Es muy fácil que al poco tiempo ella se desilusione de su nuevo amor como se desilusionó de su marido, a quien tenÃa tantos motivos para amar.Enamorarse es fácil. Lo difÃcil es mantenerse enamorado. El mejor amor se desmorona si no se cuida. Es enorme la importancia de los pequeños detalles. Es necesario mantener la admiración sobre la otra persona. La comunicación es una pieza clave. No hay felicidad sin amor, y no hay amor sin renuncias. Es fundamental el respeto mutuo de palabra y de obra. La mujer, con su coqueterÃa, es una artista para seducir al hombre; pero esto no basta para un amor auténtico. El amor debe apoyarse en valores .
Hoy no se valora la fidelidad matrimonial. «La perseverancia en el amor no está considerada, en la sociedad hedonista y permisiva, pero es de capital importancia. (...) La fidelidad hace a la persona coherente, y la coherencia es una de las puertas por las que se accede a la felicidad» .
Hay que evitar los celos infundados, pero también el ser bobalicones poniendo en peligro la fidelidad del otro cónyuge.
Una aventura amorosa extramatrimonial puede hundir la felicidad de la familia, que no podrá recuperar el cariño de antes. Y esto no tiene precio.
No se llega ordinariamente al adulterio de golpe, sino después de una serie de ligerezas, de imprudencias y de concesiones.
Al principio se resiste, y se ve con horror avecinarse la tragedia. Pero si se empieza a hacer concesiones pequeñas está todo perdido. Cada vez se cederá más. Siempre menos de lo que la tentación pide, pero las concesiones irán en aumento.La tragedia será casi irremediable.
Por eso deben tomarse toda clase de precauciones antes de que sea demasiado tarde. Los esposos deben ayudarse en este punto evitando las ocasiones. Pero también deben evitar el no menos grave peligro de celos infundados que son la ruina de la paz conyugal .
Los pasos del adulterio pueden ser éstos:Un marido absorbido por su trabajo.
Su mujer se siente sola.Ella se encuentra casualmente con un hombre que resulta amable y atento.Se deja llevar con la imaginación lo que serÃa un matrimonio con este segundo hombre.Una circunstancia ocasional y un beso furtivo con este segundo hombre.Necesidad de repetir este momento.Después, el adulterio, una familia deshecha, y, puede ser, que la condenación eterna.
Es un proceso lento pero seguro, si no se corta al principio radicalmente.
El sentimentalismo suele ser una de las causas por las que una persona buena puede llegar también al adulterio:Se encuentra con otra que atraviesa una situación difÃcil. Su buen corazón le inclina a ayudarla, no viendo ningún peligro en ello. Nace el afecto entre los dos. Ella se siente agradecida y comprometida a complacerle en todo, etc. Si el hombre, premeditadamente, la engaña para encariñarla y aprovecharse de ella, eso es una canallada.
Hay imprudencias afectivas que comienzan por pequeñeces, pero que se van enredando y terminan con que una persona se mete en la cabeza de modo inconcebible y termina por destrozar un matrimonio .
El adulterio puede arruinar un matrimonio.
Recuerdo que un hombre, cuya mujer habÃa tenido una aventura amorosa con otro, me decÃa llorando, lleno de dolor y de rabia: «nunca más podré hacer el amor con ella. No podré evitar el pensar que ella está pensando en el otro».
En ambientes pervertidos, algunos matrimonios practican el intercambio de parejas, como un juego inofensivo: pero con esto han preparado una bomba de relojerÃa que, antes o después, hará saltar, hecho añicos, su matrimonio.
A veces se dan casos de un triste final de maridos infieles que, teniendo una esposa maravillosa, se encaprichan con amorÃos de «quita y pon», que son pasajeros, pero que agostan el amor de sus esposas, y ellos terminan en la soledad y el desamparo.
La amante del hombre puede ser una profesional que va buscando hombres casados para vaciarles la cartera. Es una mujer de cuatro letras, que en lugar de trabajar en la calle lo hace en lugares lujosos: es una profesional del vicio.
Otras veces puede ser una mujer ingenua que insensiblemente se enreda en un amor prohibido. Aunque ingenua no deja de ser culpable pues sabe que aquel corazón ya tiene dueño.
Una aventura amorosa extramatrimonial, al principio, puede resultar maravillosa; pero a la larga es muy fácil que resulte peor que el matrimonio del que se huÃa.
2006-10-08 17:11:15
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answer #2
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answered by Anonymous
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