... El pasado, las producciones artísticas, la historia, y hasta el propio ser de esa sociedad, se guardan en los museos: y el magnifico interés de la sociedad actual por buscar sus raíces, por encontrar en ellas unos asideros espirituales que la respalden y la justifiquen, ha encontrado en el Museo la reserva, celosamente guardada y conservada, de todo lo que desea conocer, de todo lo que necesita palpar, y de todo aquello que le permite reconocerse a si misma. ... Acercar los museos a la sociedad, y la sociedad a los museos, ha sido una tarea de los últimos cincuenta años.
Aunque pueda considerarse algo ciertamente exagerado, se ha llegado a decir que los Museos serán, cuando la historia de nuestro siglo pueda ya hacerse con perspectiva histórica, el edificio-institución símbolo de esta centuria; y que lo será como el castillo y la catedral lo fueron de la Alta y Baja Edad Media, o el palacio llego a serlo en el Renacimiento. Y desde luego, si contemplamos con mirada reflexiva el fantástico éxito y representatividad socio-cultural de las Exposiciones temporales (fundamentalmente) en todo el mundo, no podemos menos de plantearnos, lo que podrá haber de verdad, mas adelante, en tan tajante afirmación; y, desde luego lo que, en ella, afecta a los museos como tales centros expositivos de sus bienes
Y es que los museos son unos centros de cultura (sobra ya decir que tienen que serlo), con unas características que los colocan bien por encima de lo que pueden significar otras manifestaciones culturales. El Museo ofrece una información, un conocimiento y un deleite, que no están sometidos a ninguna limitación de las que rodean a los otros eventos culturales. Así, el Museo esta siempre ahí, a la disposición de quien quiera conocerlo, sin exigir para ello un determinado nivel cultural ni un esplendoroso coeficiente intelectual: tiene oferta para todos; no tiene un calendario reducido como una exposición, ni un horario concreto y definitivo como un concierto; ni impone un ritmo a seguir como una representación teatral, ni, desde luego, marca, desde la altura de una conferencia, una selección natural de los mejor preparados para atender a ella.
Toda esta oferta está en un Museo: en un Museo que no solamente es de todos; es que podría decirse que es "todos". Desafortunadamente, aun en nuestras latitudes (y en otras de nuestro entorno que tanto nos adelantan en muchas otras cosas), los museos han llegado solamente a ser de todos; sobre el papel, su titularidad oficial ha pasado a ser del pueblo, y a estar a su servicio; pero, aunque se haya producido un cambio de titularidad, aun desafortunadamente parece que, a despecho de esos ajustes sociales, todavía parecen estar a servicio de los intereses de algunas clases sociales. El objetivo, plenamente asumido ya por la propia sociedad, tiende a que lleguen a ser de igual titularidad oficial la propia concepción, los contenidos, y, desde luego, el disfrute de los museos. (...)
Se ha recorrido mucho camino en la historia hasta la formulación de la actual definición de Museo según los mas recientes estatutos del ICOM (Organismo Internacional de Museos), y en la determinación de la Ley de Patrimonio, en España de 1985.
El espíritu de la definición, aunque la letra pueda cambiar, de ambas formulaciones, nos presenta a los Museos como "instituciones permanentes, sin finalidad lucrativa, al servicio de la sociedad y su desarrollo, abiertos al publico; que adquieren, conservan, investigan, comunican y exhiben, para fines de estudio, de educación y de deleite, testimonios materiales del hombre y su entorno" (ICOM 1974). La Ley del Patrimonio Histórico-Artístico, Español (1985) precisa: "... conjuntos y colecciones de valor histórico, artistico, científico y técnico, o de cualquier otra naturaleza cultural".
Y los museos comenzaron siendo templos: su propio nombre en griego los identifica como "templos de las musas"; y fueron templos donde se guardaban objetos valiosos, los tesoros de los dioses ("thesauroi"); su dimensión publica era solamente religiosa. La dimensión publica de los que sostuvieron los romanos estaba sin embargo teñida de publicista: en ellos se exhibían (en templos, termas y pórticos), los botines de guerra arrancados a los enemigos; los de Isis o Serapis, fueron así autenticas y magnificas colecciones de arte egipcio. El coleccionismo recibió, por iguales razones, un gran espaldarazo en Bizancio: de Constantino se ha dicho que solo tiene parangón en la historia con Napoleón Bonaparte, en relación con su afición por el coleccionismo.
En la Edad Media los tesoros religiosos de las iglesias ya fueron conviviendo con "las cámaras de tesoros" de las cortes, y hasta con algunas colecciones de carácter privado: las que luego se llamarían "cámaras de las Maravillas" en el Renacimiento. El XVI vio ya el nacimiento de colecciones plenamente modernas (como las de Carlos V o Felipe II), a las que el manierismo supo dar en pocos años un tinte claramente intelectual y elitista. El Barroco vivió ya la preocupación por la conservación y cierta accesibilidad publica de las colecciones, que se constituían así en buscado motivo de prestigio.
El siglo XVIII vio el nacimiento del Museo como institución cultural: desde el "Museo Pictórico" de Palomino (1715) a la creación del Museo del Louvre (1781), se corrió una larga distancia: la institución publica había aparecido. En España, tras el fallido intento del Museo Josefino (de José Bonaparte, en 1809), surgiría el Museo del Prado (Museo Real de Pinturas) ya iniciado el siglo pasado (1819). Los museos fueron la gran creación del XIX: museos como concepto reverenciado, solo accesible a eruditos, y con el componente elitista de los propios precios de entrada.
Desde el final de la primera guerra mundial los museos han experimentado una redefinición: y en ello ha tenido que ver el ICOM, organizado precisamente entonces. Y una vez superadas las barreras físicas de los viejos montajes, y las barreras psicológicas que mantienen el desconocimiento de sus contenidos, se ha llegado a un nuevo concepto de museos. (...)
La función didáctica de los Museos, rastreable desde antiguo (aparece lógicamente dentro del ideario ilustrado), se ha plasmado en la realidad en los llamados Departamentos de Educación y Acción cultural (DEAC), incluidos en la especifica Conferencia de Educación (CECA) que mantiene el ICOM. Los modelos han sido americanos y europeos; y en el Estado español ha sido Cataluña la pionera y, por ello, la primera en tener Departamentos de Educación reconocidos e institucionalizados.
En la actualidad, y a nivel estatal, se produce una gran variedad de situaciones para estos Departamentos: diversidad de situaciones administrativas, de funcionamiento, de dotación personal, y hasta de denominaciones, los marcan todavía. Los Educadores de Museos, que curiosamente son los únicos profesionales de Museos que se reúnen periódicamente, acordaron (...) unificar sus denominaciones, adoptando la señaladas por el ICOM. Así, se llaman de Educación y Acción Cultural, como reflejo de las dos funciones del Museo que en ellos tienen su órgano: la del Museo como institución que transmite cultura, y la del Museo como instrumento de enseñanza.
La Acción Cultural incluye una variadísima gama de funciones actividades y propuestas, en muchos casos incluidos en la política general de algunos museos. Y la Acción Educativa pasa por diferentes tipos de relaciones con la llamada enseñanza reglada o formal (...), y la que también tiene que ver con la enseñanza informal y lúdica o con la referida a otros colectivos que no son específicamente escolares en su edad aunque si en sus pretensiones académicas y programas.
La asunción de estas tareas educativas y de acción cultural por parte de los DEAC, solo hace potenciar una función fundamental de los Museos, liberando de ella a los conservadores, los técnicos de museos, ...
2006-10-03 06:40:11
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answer #1
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answered by Anonymous
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