La Contrarreforma católica
Después de 1521, el Papado comenzó a realizar una serie de reformas para mejorar la organización interna de la Iglesia Católica. Se establecieron reglamentos muy estrictos para las órdenes religiosas tradicionales. En 1540 se autorizó la creación de la CompañÃa de Jesús, fundada por Ignacio de Loyola sobre la base de dos principios: la obediencia absoluta al Papa y la estricta aceptación a los principios de doctrina dictados por la Iglesia de Roma. Los jesuitas se convirtieron en el principal apoyo y defensa del nuevo catolicismo.
En el Concilio de Trento (reunido entre 1545 y 1563) los obispos católicos reafirmaron los dogmas de fe que habÃan sido puestos en duda por Lutero, crearon centros destinados a la formación de sacerdotes y reconocieron al Papa como la autoridad superior de la Iglesia Católica. Aprobaron también el restablecimiento del Tribunal del Santo Oficio, conocido como la Santa lnquisición. Encargaron a esta institución, que existÃa desde siglos anteriores, controlar y garantizar la pureza de la fe católica de los creyentes y de aquellos que se convertÃan al cristianismo. Y también, la realización del Ãndice de los libros prohibidos para la lectura de los católicos, por contener afirmaciones contrarias a la fe. Este movimiento fue llamado la Contrarreforma católica porque se propuso limitar el avance de la Reforma protestante.
ATRASO EN LA CONTRARREFORMA CATÃLICA
¿Por qué pudo extenderse la Reforma durante la primera mitad del siglo sin chocar con la resistencia del emperador o de la Iglesia? Respuesta:
1. Antes de poder convencer a la gente de la supremacÃa de la religión verdadera, el Papa tuvo que reformar su propia Iglesia. Primero tuvo que tomar impulso, para finalmente organizar una especie de asamblea reformista, el llamado Concilio de Trento, que se celebró desde 1545 hasta 1563 en la capital de la actual provincia del Trentino. La Iglesia quedó reformada mediante:
— el establecimiento de la lÃnea católica frente a las desviaciones proÂtestantes, revisionistas y paulinas;
— la formación de los cuadros eclesiásticos;
— la reforma de lajerarquÃa de la Iglesia y del clero;
— la introducción de la censura y de los Ãndices de libros prohibidos;
— el establecimiento de los métodos de la Santa Inquisición: espionaÂje, torturay terror;
— la organización militar de los cuadros eclesiásticos mediante la orÂden de los jesuitas (fundada en 1534 por San Ignacio de Loyola, que iba al mismo colegio que Calvino y se le parecÃa).
Mediante estas medidas se logró recuperar para el catolicismo gran parte de Alemania, toda Francia y Polonia.
2. Por otra parte, lo que impidió inicialmente que el emperadoi Carlos V devolviese el golpe a los protestantes fue un poder que ame nazaba por un flanco muy distinto: los turcos.
2006-10-02 17:54:38
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answer #2
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answered by salus 4
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Titulo: ¿Contrarreforma?
Algunos compañeros, en esta misma “web”, han afirmado que se nos está aplicando la contrarreforma de la reforma de la asistencia primaria, creo que no es asà y que serÃa bueno clarificar la cuestión, ya que la cosa es más grave, es una deriva hacia unos objetivos que no son los de los profesionales de la primaria.
Por tanto, cabe preguntarse ¿qué ha sucedido para que ello haya resultado en lo que tenemos? Para algunos autores como J. Irigoyen[1] el problema reside en un crisis en la cultura organizacional del sistema, su aportación es interesante por haber gozado de la privilegiada atalaya de ser asesor técnico en el proceso, es decir, nos proporciona una interpretación desde arriba.
En su exposición el autor nos plantea la cuestión de la cultura organizacional interna como un aspecto importante de cualquier organización. Las organizaciones generan una forma especÃfica de percibir la realidad, interiorizarla y dar respuestas de acuerdo con la lógica de todo el proceso de construcción de la realidad, con lo que la cultura serÃa el reflejo de todo el sistema de relaciones de la organización que generará un esquema compartido de creencias que orienta toda la vida de las organizaciones y se impone a todos los miembros, una crisis cultural, en ese sentido, se traduce en una quiebra de afectos y de fidelidades con el peligro de que se instauren sentimientos negativos y respuestas afectivas contrarias a la propia organización[2], ello va ligado a las actitudes disfuncionales más o menos extendidas en algunas organizaciones. Por tanto la cultura organizacional serÃa una forma especÃfica de percibir la realidad, interiorizarla y dar respuestas de acuerdo a la lógica de todo el proceso de construcción de la realidad. En nuestro ámbito el ejemplo más fácil serÃa una cultura organizacional orientada hacia la medicina preventiva versus una orientada a la medicina asistencial.
Dicho esto veamos algunas de sus premisas para comentar luego algunas de sus conclusiones:
En la situación concreta de la reforma española, Irigoyen ve dos fases en la reforma, la primera a principios de los 80 y la segunda en los 90, el autor afirma que lo que ha ocurrido ha sido una desestructuración del sistema cultural con la formación de diversas subculturas organizacionales escasamente compatibles entre sÃ.
En la primera fase el autor explica esa desestructuración por la confrontación de dos culturas la de los reformadores , salubristas , imbuidos por la idea de tener una misión trascendente: la reforma del sistema sanitario, con propuestas muy abstractas y holÃsticas muy influidas por las ideologÃas radicales de izquierda y con una visión rupturista con los sectores profesionales dominantes en el viejo sistema. Estos reformadores son minoritarios y heterogéneos –economistas, profesionales con formación en salud pública y ciencias sociales, etc.-coexistiendo orientaciones ideologizadas con orientaciones tecnocráticas.
La otra cultura en discordia es la de la profesión médica (puramente asistenciales), los reformadores se imponen en el aparato directivo, “que se nutre de una tecnocracia voluminosa, y los médicos consiguen conservar su hegemonÃa en el aparato asistencial” esa confrontación abierta entre ambos grupos se produce “en un estado de efervescencia negativa que genera heridas emotivas difÃciles de restañar”. El resultado será el enroque de las dos partes ante la imposibilidad de una victoria clara, el desarrollo de estrategias de desgaste y debilitamiento del adversario obstruyendo sus proyectos, la parálisis de la reforma y la génesis de “un modelo distinto del propuesto originalmente que representa el compromiso final entre las fuerzas participantes en la lucha por el poder”.
“La incompatibilidad entre gestores y profesión médica va a derivar en un intento de disminuir el poder de los médicos, para lo que instrumentan polÃticas de personal que tienden a la desprofesionalización de los mismos, equiparándolos al estatus de funcionarios. La imposición de retribuciones fijas sin relación con las cargas de trabajo y el aumento del control burocrático sobre su actividad constituyen los instrumentos más visibles para la reducción de ese poder”.
Los resultados que describe Irigoyen no pueden ser más desoladores:
“La reforma sanitaria desencadena un conflicto recurrente de gran intensidad que contribuye a la desorganización del sistema...el desarrollo de actitudes y comportamientos destructivos por parte de los participantes ... se genera un orden perverso que afecta a los contratos y relaciones mismas entre los sectores que constituyen la organización, se instalan en la cotidianeidad componentes irracionales basados en prejuicios, dogmas e ideologÃas que fomentan el oscurantismo e impulsan prácticas grupales autoritarias.”
Además de quedar una situación en la que “todos los actores se encuentran en posiciones defensivas, los médicos salen de una etapa amenazadora de su estatus organizacional que cuestiona su papel. Los segmentos más activos de la enfermerÃa se lamentan por las promesas incumplidas de la reforma, que genera expectativas no alcanzables. Los sectores de la tecnoestructura se proyectan al futuro mediante un ajuste duro en el que tienen que abandonar sus supuestos salubristas y lo sustancial de su teorización acerca de la organización sanitaria”
La segunda fase de la reforma tiene, según Irigoyen, un carácter más tecnocrático y pragmático con unos objetivos más modestos. Los objetivos son conseguir un sistema eficiente, el control de los costes, que genere satisfacción a los usuarios y vincular a los profesionales. Intentan ser un modelo de gestión empresarial pero que choca con el carácter de organización burocrática y centralizada del sistema sanitario acentuada por la primera reforma. Los directivos asumen las ideas dominantes de la época, es decir, sobre gestión empresarial, pero actúan con la lógica burocrática clásica, al final los directivos no pueden ejercer ningún liderazgo sobre los médicos, se produce una crisis de conocimiento en el ápice y el núcleo de la organización, disminuye el estigma asociado a los médicos y supone, en fin, la resurrección del núcleo de operaciones como centro de la reforma a pesar del “asalto de la racionalidad económica y empresarial a la racionalidad clÃnica de los profesionales”.
La exposición de Irigoyen parte de ciertos presupuestos que son más que discutibles, veamos:
La única fuente de oposición a la reforma por parte de los profesionales médicos que se aduce era el sentimiento de pérdida de unos privilegios y la visión hostil hacia la mentalidad salubrista y de prevención de la enfermedad que el autor fundamenta en la propensión de los profesionales a adoptar de forma rÃgida los paradigmas dominantes ya una supuesta actitud conformista en los mundos profesionales sanitarios .
Eso no es fácil de sostener ya que hay que presumir una adhesión generalizada al sistema o la existencia de un esquema compartido, idea que surge de una idea de la profesión médica como un todo homogéneo. Nada más lejos de la realidad, la caracterÃstica más reseñable de la profesión médica es un tremenda segmentación en caracterÃsticas profesionales y estatus y, por tanto, de intereses. Nunca ha existido una adhesión generalizada al viejo sistema, prueba de ello eran las ardorosas asambleas de colegiados en las que casi nunca se llegaba a ningún acuerdo y que casi siempre se solÃan resolver por la imposición de las directrices de un pequeño número de médicos, éstos sà solÃan estar muy adheridos, que eran los de las juntas colegiales.
Por otra parte, no se puede confundir la necesidad de actuar en el marco de paradigmas consistentes ya que se trabaja con la salud de personas concretas a las que tratas cara a cara, con la propensión a adoptar los paradigmas dominantes de forma rÃgida, se suele ser tan consciente de la necesidad de actuar sobre la base más firme posible para el bien del paciente, como de que esos paradigmas no son inmutables y están sujetos a cambios.
En cuanto a la actitud conformista, el autor olvida, o tal vez ignora, que la profesión médica es una profesión diagnóstico-terapéutica y eso condiciona, no hay que confundir conformismo con la focalización excesiva en el problema concreto de la realidad “paciente” y ese suele ser el problema de la profesión médica, se centra de forma única en el estudio de su materia y de su caso y olvida los otros aspectos de su profesión, de ahà le han venido muchos de sus problemas, de su ignorancia supina y generalizada en cuestiones legales, administrativas, etc. Eso se ve agravado cuando esa realidad “paciente” se multiplica por 40, 50 ó 70 al dÃa, imposible ir más allá, so pena de desatender el caso real que está esperando.
Como asesor que fue del núcleo tecnocrático, su visión es ajena a la práctica diaria de la medicina tanto en la asistencia primaria como en la especializada, la necesaria universalización de la asistencia se hizo sin aplicar los recursos necesarios, al menos en la proporción necesaria, ello llevó a una saturación asistencial que impedÃa cualquier otra actividad, preventiva o de la Ãndole que fuera. La realidad concreta llamada “paciente” se imponÃa a la cultura organizacional y difÃcilmente puede pensarse en nada más si se está saturado de tales realidades.
Por otra parte, no tiene en cuenta los efectos producidos por los cambios en los actores, no se puede aceptar la idea de que los actores han sido inmutables durante décadas, en 1981 se produce una incorporación importante de nuevos efectivos en la medicina rural, esos efectivos eran savia nueva y en la mayorÃa de casos deseosos de una reforma; la entrada del “nuevo” colectivo de los médicos de familia se supone que también deberÃa haber impulsado la reforma en la misma dirección que la que se pretendÃa en origen.
Parece que es mucho más clarificadora de la cuestión la aplicación de los análisis de Mintzberg que la motivación bastarda del colectivo médico a no cambiar el estatus dominante hasta entonces. Las ideas de promoción de la salud y de prevención de enfermedades no pasó de las vacunaciones y de algún cartel facilitado a los médicos, pero no se dispuso de una acción coherente y organizada por parte de las propias autoridades sanitarias desaprovechando la formación y tradición en salud pública del colectivo de APDs, normalmente el más numeroso. La saturación de paciente en los servicios asistenciales se sumó a un aumento de los controles del tipo de los que Mintzberg denomina de supervisión directa con intentos de formalización del trabajo, lo que el propio Irigoyen reconoce al calificar la primera fase de la reforma de burocratizante con un refuerzo de la tecnocracia persiguiendo el control del profesional, los resultados de esas prácticas las relaciona muy bien Mintzberg y ya las hemos comentado y en ello parece estar de acuerdo Irigoyen cuando dice:
“La crudeza con que los actores movilizan todos los recursos a su alcance para cambiar la correlación de furzas a su favor, deja huellas en las relaciones, el conflicto adquiere una naturaleza perversa ... en un estado de efervescencia negativo que genera heridas emotivas difÃciles de restañar”
Los términos que utiliza reflejan con bastante aproximación lo que sentÃamos muchos profesionales ante los abusos laborales que cometieron y aún hoy cometen muchos gestores, no es de extrañar que hubiera oposición, pero no fue tanto por una defensa de privilegios que sólo afectaban a una minorÃa de la profesión, ni por rechazo a ideas de tipo participativo, si no más bien por que se inició con una elevada agresividad traducida en actos de polÃtica de personal no siempre sujetos a ley, por parte del gestor, el propio Irigoyen parece aceptar eso cuando comenta que “los cambios por arriba centrados en reglas tienen como efecto la generación de estados de crisis. El sistema sanitario como cualquier organización pública no es un artificio mecánico de normas y, por esta razón no pueden ser transformados sólo por medios jurÃdicos”
Ciertamente existe una desestructuración del sistema cultural en el sistema sanitario español, pero el origen está más en aplicar una estructura organizacional no apta para el tipo de trabajo complejo y especializado que se realiza que por una pugna derivada de la protección de unos intereses de grupo, entre otras cosas porque dada la segmentación de la profesión, no existe tal grupo
Hasta aquà el debate con Irigoyen, parece claro que ha acertado con el diagnóstico, pero no tanto con la etiologÃa, pero a mi opinión no es tanto una “contrarreforma” como una deriva hacia otros modelos (gestión empresarial, privatización bajo el nombre de autogestión, privatización a “palo seco”, etc.) que apuntan a otros intereses y a otros grupos sociales de interés, y nosotros estamos en medio –el paciente, debajo- debemos acertar en la etiologÃa, sino el tratamiento será, como bien sabéis, sintomático.
2006-10-02 17:55:28
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answer #5
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answered by JOHANITA 2
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