La mandrágora:
Apenas existe tal misterio en la actualidad, porque apenas existen mandrágoras. O no existen al menos mandrágoras cuyas raíces tengan la forma clásica de la mandrágora legendaria. Es una forma que recuerda un cuerpo humano. Y a esta raíz prodigiosa se le han atribuido, en otros tiempos virtudes. Y se ha vendido a precios muy elevados como afrodisíaco garantizado. De lo que no se tiene noticia es de los resultados. La verdad es que existe en nuestro país una planta con este nombre. Es planta antigua, pues el nombre es griego. No se conoce el significado de esta palabra mandrágora, que en griego es el nombre de una planta. [...] La planta a la que la leyenda, ya desde antiguo, atribuye virtudes, tiene la raíz en forma de ser humano. Pero no parece que ninguna planta tenga la raíz de veras de esta forma. Es posible que las raíces de la mandrágora de formas más o menos parecidas a hombrecitos hayan sido previamente manipuladas. Y también, posiblemente, falsificadas con otras raíces, las de algunos Alliums o las de Brionia. Sí, parece que lo único que tiene de veras aprovechable la mandrágora es su leyenda. Desde muy antiguo se han atribuido virtudes y hechizos a estas raíces en forma de cuerpos humanos, procedan de donde procedan. Se ha dicho que son los mejores amuletos para tener la suerte de cara en empresas sentimentales y de negocios. En fin, que poseer una mandrágora es tener resueltos todos los problemas. Y es natural que si un herborista, o un mago, posee alguna, no la venda si no se la pagan bien. La leyenda asegura que todas las raíces de mandrágora se transforman en hombrecitos de verdad, como pequeños duendes, y que se dedican a favorecer al dueño de la planta. No asegura la leyenda que todas las raíces de mandrágora tengan forma humana. Que la tienen algunas, sí. Y que éstas son las verdaderas plantas hechiceras. El afortunado poseedor de una raíz de mandrágora en forma de hombrecito sostiene que esta planta, en el momento de arrancarla grita. Y que el grito mata a quien intenta arrancarla. Y que el procedimiento para arrancarla y salvar la vida es el siguiente. Se cava hondo alrededor de la raíz hasta ponerla al descubierto. Mientras no se intente arrancarla no hay peligro. Se ata una cuerda a la raíz y el otro extremo se ata al cuello de un perro. Se llama al perro desde cierta distancia. El perro quiere acudir, tira de la planta y la arranca, grita, y el perro muere. No hay más remedio que sacrificar al perro. Pero se ve que, dado el poder hechicero de la mandrágora, merece la pena sacrificar un perro. (Noel Clarasó)
2006-09-30 11:05:29
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answer #3
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answered by Tx.71 6
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Las mandrágoras han dado olor
Novela de Enrique Arenz
1999 Editorial DUNKEN
EpÃlogo
(Con opinión final del autor, absolutamente descartable)
Esta historia sucedió entre abril y octubre de 1998, y fue escrita mientras los imaginarios hechos se iban produciendo y entrelazando con la realidad. Nadie sabe lo que ocurrió a partir del dia en que don Raimundo vio a Griselda de la mano de un novio joven y escultural. Pero si el lector ha quedado decepcionado, puede optar por uno de los siguientes finales posibles:
Don Raimundo se recupera de su sorpresa, alcanza a la pareja y saluda amistosamente a Griselda, quien confundida y comprensiblemente nerviosa, le presenta a Pablo. Quedan en verse por la tarde para charlar a solas. Se encuentran en una confiterÃa. Griselda le confiesa que su relación con aquel muchacho es muy endeble, que se deslumbró con su atractivo fÃsico pero que en realidad ya se está cansando de él porque es incapaz de sostener una conversación culta. Cuando Raimundo le pregunta por su embarazo ella le revela que ese hijo no es de Pablo sino suyo. Raimundo está a punto de desmayarse. Griselda le dice que todavÃa lo ama y que quiere casarse con él, para que ambos crÃen y eduquen a ese niño que está por nacer. Con un hijo las cosas cambian: Raimundo ya no tiene pretextos para eludir el matrimonio con aquella hermosa y joven mujer.
Este ha de ser para muchos, se me ocurre, el desenlace ideal. Pero hay otro final que, aunque no agrade, es más lógico y creÃble:
Griselda no vuelve a ver jamás a don Raimundo quien termina siendo para ella un recuerdo que se va diluyendo con el transcurso del tiempo. Se casa con Pablo y tiene dos hijos, los dos de Pablo, o si lo preferimos, uno de padre desconocido que ella nunca delata y que Pablo adopta generosamente como hijo propio. Don Raimundo, entretanto, ha perdido las ganas de vivir y declina fÃsica y mentalmente. Sus hijos lo llevan a Estados Unidos donde muere unos años más tarde abatido por una secreta melancolÃa.
Hay un tercer desenlace, pero es demasiado triste y desesperanzador. Prefiero no escribirlo, aunque las almas pesimistas o muy sensibles sabrán intuirlo.
Los lectores pueden elegir el que más les guste.
¿Qué les ocurrió, entretanto, a los personajes secundarios de esta historia? He aquà una versión confiable (con inclusión de algunos hechos conexos):
- El Papa disolvió la Orden de San Orán de Catanzaro en todo el mundo.
- El obispo Anteres Melitano jamás pudo volver a su diócesis marplatense.
- Monseñor Segismundo Bonetto no consiguió el nombramiento que le habÃan prometido y murió de un infarto un dÃa antes del jubileo del año 2.000, en una casa de retiro para sacerdotes ancianos.
- Viviana Consorti, luego de una eficaz misión secreta en Gualeguaychú, Entre RÃos, ingresó en la CancillerÃa e hizo una destacada carrera diplomática.
- El juez Romualdo Sanhedre fue designado Juez Federal en 1999 y ascendido a camarista cuatro años más tarde.
- Javier RamÃrez llegó a tener su propio programa periodÃstico en un canal de cable, pero jamás pasó de ser un comunicador mediocre con poca teleaudiencia
- Con un acuerdo secreto y un abrazo público, el presidente se reconcilió con el obispo de Morón. Se canceló, pues, la operación en esa diócesis.
- El obispo de Santiago del Estero, uno de los crÃticos más severos del gobierno, murió el 4 de septiembre de 1998 en un extraño accidente automovilÃstico en la localidad de San Marcos. Los informes oficiales dijeron que perdió el control de su vehÃculo al intentar esquivar a un caballo que se le cruzó en el camino.
- En el mismo mes, se producen graves disidencias entre el Frepaso y la UCR que ponen en peligro la continuidad de la Alianza: el lÃder del Frepaso, Chacho Ãlvarez, acusa al jefe del Gobierno Autónomo de Buenos Aires, doctor Fernando de la Rúa, de no hacer nada para terminar con la corrupción en la comuna. La pelea es tomada con regocijo por el gobierno justicialista: “No sé si están al borde la ruptura —declara para el diario ClarÃn el Secretario general de la Presidencia (19/9/98)—, pero si sus propios miembros hablan de corrupción, debe de ser porque hay elementos concretos para demostrarlo”.
- ¿Y el presidente de la Nación, que para alivio de muchos y desconsuelo de algunos habÃa anunciado el 21 de julio de 1998 que desistÃa de su imposible segunda reelección? PermÃtame, lector, que le dedique a este personaje secundario las últimas lÃneas de este epÃlogo. Tal vez usted no lo crea, tal vez rechace desilusionado esto que le voy a decir (o quizás se ponga contento, ¿por qué no?, hay de todo), pero yo creo que la Historia le reconocerá sus méritos, porque le guste o no, bien o mal, este personaje cambió a la Argentina, la dio vuelta como a un guante. No, espere, no cierre el libro, total ya llegó hasta acá, aguante un poco más: es verdad lo que le digo, y si usted es honrado no me lo puede negar. Este presidente controvertido, tan desgastado y debilitado en el ocaso de su último mandato (cerca del 70 por ciento de la población en contra, según las encuestas de 1998) demostró poseer las tres condiciones de todo gran polÃtico: poder anticiparse a los hechos, generar situaciones de singularidad histórica y, sobre todo, saber usar a los demás. En esto último fue un maestro. Nadie como él ha sabido manipular el magma humano. No solo sus compañeros y aliados fueron piezas solÃcitas en su ajedrez polÃtico, también bailaron con su música sus adversarios y hasta grandes personalidades mundiales, hechizados todos por su estilo y por su formidable voluntad de poder. Es verdad que este maestro del arte de lo posible no pudo, no supo o no quiso extirpar la escandalosa corrupción que contaminó a su propio entorno, pero acépteme que ha sido un hombre de acción, un polÃtico, no un intelectual ni un moralista. La Historia lo juzgará por las reformas concretadas, no por su inescrupulosidad, tan propia de los genios de la polÃtica (Julio Cesar, Mirabeau, Napoleón). La izquierda lÃrica y rencorosa —en cuyas filas militan todavÃa tantos intelectuales, periodistas y artistas (tal vez usted sea uno de ellos, y créame que lo comprenderÃa, y hasta le prodigarÃa mi más tierna y piadosa simpatÃa)— nunca le perdonará que una revolución liberal tan drástica se haya hecho en democracia y desde un partido con base obrera como el peronista. Por eso intentarán acentuar su desprestigio una vez que se haya ido. Pero seguramente ningún historiador inteligente va a pasar por alto su clarividencia polÃtica: cuando inició en 1989 las transformaciones que modernizaron a la Argentina, el mundo aún conservaba su estructura ideológica decadente: los sandinistas gobernaban en Nicaragua, Ceausescu, el tirano de Rumania, todavÃa no habÃa sido llevado al paredón, Lech Walessa luchaba desde el llano contra la dictadura comunista de Polonia, la estatua de Lenin aún se erguÃa siniestra y rectora en todas las plazas de la Europa del Este, Augusto Pinochet era dictador de Chile, la perestroika tambaleaba ante el poder conservador en la hoy inexistente URSS y, lo más emblemático de todo, aún no habÃa caÃdo el muro de BerlÃn.
Y si usted me pregunta qué pasó después, si el doctor Menem pudo conducir triunfalmente a su partido hasta el 2.003, fecha en que se propuso volver al poder, le tengo que pedir disculpas, pero en el momento de escribir estas palabras finales —octubre de 1998— no me atrevo a arriesgar un pronóstico. No sé si las mandrágoras volverán a dar su olor nauseabundo. La polÃtica es siempre paradójica, sorprendente y superadora de toda ficción literaria.
2006-09-30 11:04:41
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answer #4
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answered by dany b 3
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