El tercer piso
Fecal miraba a travéz de la ventana del tercer piso de ese hotel. La cortina ocultaba su mirada escurridiza que buscaba algo en esa calle empedrada. Ese parecía ser un buen día. ¿Cómo llegó a ponerse tan mal?.
La gente del pasillo iba y venía, unos cargaban con maletas y papeles y otros cargaban sólo consigo mismos pero todos tenían el mismo propósito: salir de ahi, alejarse de él lo antes y más lejos posible. Algunos lanzaban miradas furtivas a ese pequeño hombre que no separaba su mirada de la calle, se preguntaban que es lo que hacía ahi perdiendo el tiempo en vez de salir como todos los demás. "Es inútil" pensó, él estaba bien informado y sabía que escapar de ese lugar sería peor.
De pronto alguien grito "¡Ahí vienen!".
Fecal sintió como sus piernas se reblandecían, su corazón dió un fuerte impulso como queriendo escapar como los demás a la vez que sus ojos regresaban a la calle empedrada frente a la ventana del tercer piso de ese hotel.
Cómo deseaba un buen trago de ese coñac que presumia su largo cuello y cuerpo abultado, si no fuera por esa úlcera que el estress le causo en ese corto tiempo bien podría haberse embrutecido y dejar de sentir.
Regreso sus miraba a la calle en espera de las promesas de su estado mayor. Le dijeron que ante una situación de emergencia nunca perdiera el control de sus emociones, que no cayera en la desesperación, él tendría todos los recursos materiales y humanos disponibles, le dijeron, así cómo que debiera evitar comer alimentos pues de esta forma aletargaría su organismo y le impidiría reaccionar más rápido. Este último consejo le pareció más una receta de rendición, además ¿quien desearía comer en tal situación? ¿Cómo fue que cayó ahí?.
Cuatro eran los elementos de su estado mayor que continuaban protegiéndolo, los demás, nadie sabía, quizás se fueron con los demás y los que se quedarón no fue por un noble cumplimiento del deber sino por que sabían, también, que era inútil salir de ahi.
Ya el pasillo estaba abandonado. Sólo los cañones de los subfusiles de los cuatro soldados impecablemente vestidos asomaban a ese pasillo. ¿Cerrar la puerta? ¿para qué?, esa puerta era un insulto, no resistiría siquiera el embate de un niño berrinchudo. ¿Para que cerrarla?.
Un ruido creciente comenzó a inundar la calle que Fecal tanto miraba. Un rugido que simbro las ventanas y llego a mover el piso que parecía deshacerse bajo sus pies.
No eran blindados los que llegaban, no era un tropa organizada, no era una división de paracaidistas. Era solamente el pueblo a cobrar una cuenta muy añeja.
"¡A las escaleras!" gritó un elemento del estado mayor. Su grito parecía más una súplica que una orden. Los otros tres hombres le siguieron mientras Fecal ahogó una petición que les ordenara quedarse.
El rugido ahora se escuchaba dentro de ese hotel. Inundaba todo y consumía todo.
Instantes después, sonoros disparos se escucharon. Secos truenos de pólvora se levantaban por encima de los gritos de aquellos que invadían el hotel. Eran los del estado mayor quienes trataban de mantener a raya a quienes también les disparaban. Eran cientos de ellos y la defensa era el último acto de honor de esos soldados que eran víctimas de esa circunstancia.
Pronto la defensa fue silenciada por las balas del pueblo. Cientos y cientos de personas trataban de subir al tercer piso de ese hotel, se apretujaban unos a otros tratando de llegar primero que nadie, capturar ese deseable botín antes que nadie. Destrozarlo antes que nadie.
Al llegar a la ventana del tercer piso de ese hotel decenas de personas vieron que esta se encontraba abierta. Las cortinas se levantaba a causa de ese viento tan fresco de la mañana. La luz penetraba en la habitación alejando la penumbra en la que se encontraba momentos antes.
La calle empedrada estaba ahora adornada por sangre de aquel que prefirió lanzarse al vació acompañado de una botella de coñac que sobrevivió a la caida pero no a la completa ingesta por parte de su suicida consumidor.
Fin.
2006-09-27
05:23:22
·
10 respuestas
·
pregunta de
martin
1
en
Política y gobierno
➔ Política