LA MORFOLOGIA (además de que es la parte de la gramática que se encarga del estudio de las palabras), ES LA PARTE DE LA BIOLOGIA QUE TRATA DE LA FORMA DE LOS SERES ORGANICOS Y DE LAS MODIFICACIONES O TRANSFORMACIONES QUE EXPERIMENTA.
La educación física ha estado estrechamente vinculada a la salud desde su inclusión en los currículos educativos. Esta relación se ha incrementado en los últimos años como consecuencia de las enormes transformaciones sufridas por las sociedades desarrolladas a lo largo del siglo XX.
LA OBESIDAD Y EL SOBREPESO son un problema en nuestra sociedad, así como sus dimensiones, causas y consecuencias. Ahora vamos a analizar que actuaciones podemos llevar a cabo desde nuestra responsabilidad social como PROFESORES DE EDUCACION FISICA para ayudar a paliar esta preocupante situación.
A veces, cuando profundizamos en la verdaderas causas de la obesidad podemos tener la sensación de enfrentarnos a una ardua tarea, de ser quijotes intentando derribar molinos de viento. Cuando se habla del entorno obesogénico, de la presión de las industrias alimentarias, de las fuertes campañas de publicidad, del diseño urbanístico, de las nuevas formas de ocio robotizado y sedentario; cuando vemos que la Organización Mundial de la Salud, la Comunidad Europea, las autoridades sanitarias, son incapaces de frenar el avance de este fenómeno; cuando vemos que la prevalencia de obesidad y sobrepeso está fuertemente relacionada con el nivel cultural y socioeconómico de las familias; cabe entonces preguntarnos ¿qué puede hacer un humilde profesor de Educación Física?
El mero hecho de plantearnos esta cuestión es ya positivo, y seguro que cada uno de los lectores de este artículo encuentra múltiples respuestas a esta cuestión. Yo, por mi parte, voy a fundamentar mis respuestas tanto en las diversas propuestas de intervención a nivel institucional que han elaborado la OMS, la IOTF, y el Ministerio de Sanidad y Consumo; como en las investigaciones sobre programas de intervención a nivel particular.
Debemos ser conscientes de que afrontamos un problema tan grave como complejo y para el que no existen formulas mágicas para solucionarlo, ni en el plano individual ni en el comunitario, aunque no por ello debamos desistir en nuestro empeño. Es cierto que hay numerosas e importantes acciones que deben ser tomadas a los más altos niveles de las distintas administraciones, pero no es menos cierto que también desde los centros educativos podemos, y debemos, impulsar medidas y programas que pueden llegar a ser mucho más eficaces de los que en un principio podría parecer.
Nuestra batalla contra la obesidad y el sobrepeso no es fácil, pero para que sea eficaz es necesario que estructuremos nuestra actuación entorno a tres ejes. Por un lado, tenemos el deber inmediato e inexcusable de ayudar a nuestros alumnos y alumnas con sobrepeso y obesidad a solucionar su problema. Por otro, y tal y como indica la ley, debemos promover y formar para una actividad física regular vinculada a la adopción de hábitos alimenticios y de ejercicio físico que incidan positivamente sobre la salud y la calidad de vida, es decir prevenir la obesidad desde la educación para la salud. Pero a mi juicio y desde un enfoque crítico de la Educación Física, el trabajo más importante que tenemos que desarrollar es motivar la búsqueda de soluciones y acciones comunitarias encaminadas a combatir el entorno obesogénico, que como hemos visto anteriormente es la causa última de la falta de actividad física y los malos hábitos alimenticios. Estos tres ejes de actuación son los que voy a desarrollar a continuación.
PROGRAMAS ESPECÍFICOS ORIENTADOS A LA AYUDA EDUCATIVA A LOS ALUMNOS CON SOBREPESO Y OBESIDAD
El exceso de peso es difícil de tratar, la mayoría de los programas de intervención a nivel personal se han mostrado poco eficaces y han registrado un alto índice de fracaso. La causa de este fracaso radica en que es necesaria una modificación permanente de la conducta de aquellas personas susceptibles de engordar, la cuál es muy difícil de conseguir debido a las enormes presiones del entorno físico y social para ser sedentarios y sobreconsumir alimentos y bebidas hipercalóricas.
Como profesores de Educación Física, no debemos aceptar por más tiempo culpar a nuestros alumnos o alumnas por su obesidad o sobrepeso: las causas son claramente sociales. Esto no quiere decir que no tengamos la obligación moral de promover programas que les puedan ayudar a solucionar su problema a corto plazo, pero teniendo presente que estas actuaciones son insuficientes y que si no las acompañamos de acciones preventivas más ambiciosas, es evidente que aunque ganemos alguna batalla, al final perderemos la guerra. No podemos pensar que el tratamiento individual por si solo va a detener la epidemia de la obesidad, es necesario considerarlo en combinación con otras acciones encaminadas a combatir el entorno obesogénico.
La primera responsabilidad que tenemos es la de detectar los casos de sobrepeso y obesidad que se dan entre nuestro alumnado. Como hemos visto anteriormente, la forma más sencilla y con mayor aceptación a nivel internacional es calcular el IMC. Es cierto que podemos aplicar otros procedimientos de valoración como el de los pliegues cutáneos, o el de la impedancia bioeléctrica23, pero el IMC presenta la ventaja de que es más fácil de aplicar y más fácil de comprender para los alumnos. Posiblemente, en un futuro no muy lejano, el método de la impedancia bioeléctrica acabe generalizándose debido al abaratamiento de los instrumentos utilizados.
Una vez localizados los sujetos con exceso ponderal debemos informarles de los problemas de salud que supone el sobrepeso y la obesidad y motivarles hacia el cambio. Dado el creciente número de alumnos susceptibles de incorporarse a este tipo de programas, debemos promover en los centros docentes la conveniencia de crear grupos especiales de refuerzo educativo que reciban una o dos horas extra de clase semanal para ayudarles a superar este problema, que como hemos visto no sólo tiene repercusiones físicas, sino también psicológicas que pueden incluso estar relacionadas con algunos casos de fracaso escolar.
El profesor de Educación Física debe diseñar y desarrollar un plan de tratamiento comprensivo, que debe incluir objetivos concretos de pérdida de peso, manejo de la actividad física y de la alimentación, modificación del comportamiento y, cuando sea necesario, la participación de la familia. No es preciso ponerse como objetivo alcanzar el peso deseable o normal porque es poco realista a largo plazo. Combinando dieta y ejercicio con tratamientos conductuales pueden conseguirse pérdidas del 5% al 10% del peso durante un período de 4 a 6 meses .
Los programas de intervención con el foco de interés principal en los cambios en la actividad física y en la conducta sedentaria se muestran eficaces a corto plazo, pero no tanto a medio y largo plazo. No obstante, es necesario estimular un aumento de la actividad física cotidiana y por consiguiente del gasto energético, con elementos atractivos para el niño. El aumento de la actividad física debe ir orientado a lograr cambios en las actividades de la vida cotidiana, a disminuir el tiempo dedicado a actividades sedentarias (televisión, videoconsola, ordenador, etc.), a estimular actividades recreativas al aire libre y, en los niños mayores, a fomentar la participación en actividades deportivas de acuerdo a sus gustos y preferencias, poniendo énfasis en actividades que valoren la participación en equipo más que la competencia individual.
Las investigaciones a este respecto nos indican que aunque con todos los programas de ejercicio, ya sean aeróbicos o gimnásticos, se obtienen reducciones del peso a corto plazo, los programas más eficaces a largo plazo son los que incluyen la actividad física dentro del estilo de vida de los niños25. Así mismo no existen diferencias significativas entre programas de intervención basados exclusivamente en la dieta o programas que incluyen dieta más ejercicios. Sin embargo, otros estudios consideran que la combinación de ejercicio físico y restricción calórica es más efectiva que cualquiera de ambos por separado. Aunque la incorporación del ejercicio a la dieta incrementa poco la pérdida de peso en las primeras fases, parece que es el componente del tratamiento que más promueve el mantenimiento de la reducción de peso en el tiempo27. Algunos estudios se han demostrado que disminuir la conducta sedentaria es más eficaz que aumentar la cantidad de ejercicio, y que se consiguen reducciones de peso incluso aunque esa disminución de la conducta sedentaria se aplique en bajas dosis.
Pero no debemos olvidar que, por desgracia, la obesidad suele convertirse en una afección crónica. Es muy frecuente que los adolescentes retomen sus antiguos hábitos de ejercicio y de nutrición una vez alcanzada la meta que se habían propuesto, recuperando los kilos que habían perdido y bajando aun más su autoestima. Por eso nuestro objetivo con estos alumnos no se limita a conseguir un descenso en el peso a partir de un control adecuado de la actividad física y de la alimentación, debemos lograr un cambio de hábitos cuyo efecto se prolongue en el tiempo. Por ello, la modificación de la conducta desempeña un papel fundamental en el tratamiento de la obesidad y en la mayoría de los casos va ser indispensable que exista motivación y colaboración de la familia. El objetivo es ayudar al obeso a cambiar su actitud frente a la comida y sus hábitos alimentarios y de actividad física.
Espero sea de utilidad.
2006-09-25 10:34:46
·
answer #1
·
answered by Marali 6
·
0⤊
0⤋