Hay algunas diferencias entre estas dos biografÃas de Jaime Bayly en Wikipedia.
La norteamericana hace más hincapié en los detalles privados; hasta refiere el reciente divorcio de Bayly, sin dejar de remarcar que su actual pareja es un argentinian writer, Luis Corbacho. La oportunidad de estas indiscreciones no es menor, la lección la procura – de nuevo – el inusitado fenómeno literario-cinematográfico-comercial evidenciado con Truman Capote.
La biografÃa en castellano, en cambio, reduce la cantidad de hermanos a 9 y omite todo comentario sobre las últimas parejas de Bayly. Esta biografÃa es mucho más atenta, y diferencia entre lo que los norteamericanos llaman “latin american” y lo que es Perú. En algún otro lado – no en Wikipedia – se dice que Bayly es un discÃpulo y admirador de Mario Vargas Llosa, otro escritor peruano que uno cambiarÃa inmediatamente, si fuera posible hacerlo, si hubiese un “libro de pases” literarios como en el fútbol, por cuatro o cinco escritores argentinos.
La revista Veintitrés, que envejece de una manera tan vÃrica que cada vez se hace más difÃcil siquiera ojearla (aunque la salva dignamente E. Tenembaun) acaba de incorporar una columna de Bayly, lo cual pasa a ser, junto a la columna de E. Tenembaun, lo otro que intenta salvarla dignamente. Hasta entonces, el único escritor en Veintitrés era MartÃn Caparrós. Durante el último año de la revista Veintitrés se puede ir palpando cómo la jerarquÃa de la página de Caparrós fue en declive. Es cierto, Caparrós tiene mejores cosas que hacer por fuera de esa página, y las hace. Bayly aparece, en Veintitrés, para terminar de eclipsarlo.
Hete aquà un texto cualquiera de Caparrós:
En lugar de pensar en los peronistas, como me lo habÃa propuesto, estuve pensando en mamá. Creo que lo que más me jode de hablar con ella es que una tiene la impresión de haber oÃdo todo lo que dice en cualquier otra parte, léase la televisión, la revista "Gente" o las recomendaciones de la profesora de instrucción cÃvica. No hace más que repetir frases hechas – me parece que sin siquiera darse cuenta– sin que nada real de su vida las avale. Y lo peor es que pretende imponerlas porque ha vivido más –más tiempo–, según dice mientras está tranquila o, cuando ya pierde los estribos, porque es mi madre y le debo respeto. Eso sà que no lo puedo aguantar. Con papá es distinto. Ãl se calla, mira y me parece que no aprueba del todo. Pero serÃa incapaz de decirlo. Me gustarÃa que llegara la primavera, que pasara algo. Me siento un poco inmóvil.
Hete aquÃ, ahora, un texto cualquiera de Bayly:
Querido Daniel:
Escribo gracias a ti. Tú me enseñaste a escribir. Recuerdo con qué paciencia y cariño corregÃas mis primeros artÃculos cuando entré a trabajar a La Nación, el periódico que dirigÃa tu padre y que nosotros, jóvenes soñadores e irresponsables, terminamos quebrando unos años después. Tú eras el jefe del suplemento dominical y yo apenas un imberbe reportero de quince años que estaba de vacaciones en el colegio. Eras flaco, medio ciego y narigón, y a nadie escondÃas tu debilidad por el trago y la poesÃa. VivÃas encerrado en tu despacho, escribiendo editoriales sobre filosofÃa, leyendo, contemplando una foto de Borges con la mirada extraviada y, perdona que diga esto, metiéndote el dedo en la nariz, algo que hacÃas maniáticamente mientras escribÃas o leÃas. Tu suplemento se llamaba, me parece, Punto de Vista, y combinaba sabiamente la reflexión, la crónica literaria, las fotos de sociedad y el destape de la vedette de moda, tarea esta última que tú acometÃas con infatigable curiosidad y para la que me reclutaste a poco de conocernos. Por eso, todas las semanas, ya entrada la noche, llegaban a tu oficina unas mujeres de curvas agresivas y miradas insinuantes y tú las entrevistabas a fondo y sin meterte el dedo en la nariz. Que las mujeres te gustaban mucho era algo bastante obvio; y que no discriminabas con demasiado rigor, también. Te habÃas iniciado precozmente, seduciendo a una profesora de alemán en el colegio, y desde entonces, a pesar de que no tenÃas un cuerpo espléndido ni un rostro de galán de cine, habÃan pasado por tus manos muchas mujeres ansiosas por escucharte recitar un poema más. Cuando te conocà tenÃas una novia. Se llamaba Penélope y era muy linda. Dulce, reilona, ligeramente gordita -pero de una gordura apenas perceptible y se dirÃa que hasta sexy-, Penélope se morÃa por ti y por eso pasaba las tardes en tu oficina, ayudándote en lo que tú le dijeras. Penélope no escribÃa; su función era escucharte leer tus editoriales y celebrarlos con esa deliciosa ingenuidad tan suya y llenar de vitalidad esas oficinas oscuras en las que transcurrÃan nuestras vidas. ¿Qué habrá sido de Penélope? No duró mucho tu romance con ella. Un buen dÃa desapareció del periódico y de tu vida. Nunca pregunté qué pasó. Tiempo después me dijiste que se fue a estudiar a los Estados Unidos. Suerte, linda Penélope, dondequiera que el destino te haya llevado.
La idea es establecer dos o tres lÃneas generales para cada autor, ya que están momentáneamente juntos en una misma revista.
El texto de Caparrós es un texto polÃtico. Hay un permanente anclaje en lo polÃtico – en el sentido preciso y también en el extenso - en toda la literatura de Caparrós. Una indagación de la palabra y sus vaivenes sociales - es decir, de nuevo: polÃticos. Una primera persona meditabunda que invita desde lo autobiográfico a la reflexión polÃtica. Que se ubica en una percepción particular para presentar perceptos universales. El eterno problema de la eterna reflexión es que inevitablemente termina ligada a la inmovilidad. Toda cavilación requiere de cierta quietud. La pura reflexión – siempre morigerada por un altÃsimo nivel intelectual – es ajena a las acciones. Dialogando siempre consigo mismo (un estilo muy presente en Veintitrés es el de esos auto-diálogos) uno termina cosquilleado por cierta monotonÃa que contribuye, a la larga, al hastÃo. A pesar de la riqueza del discurso y la calidad de sus recursos.
Los textos de Bayly tienen en cambio un permanente anclaje en lo autorreferencial pero ligado no tanto a sesudas reflexiones sino a concretas acciones. Un sujeto que interactúa constantemente con otros sujetos. Instaura auténticas relaciones dialógicas con el entorno (aunque casi siempre queden, sus interlocutores, en un ridÃculo irrecuperable) sin dejar de construir una configuración más personal de la, por asà llamarle, “realidad”. Pero lo más importante es que, a diferencia del texto de Caparrós, donde de principio a fin uno presiente un solo sentimiento, un solo juicio, basta avanzar a través del texto de Bayly – basta separar una lÃnea de otra - para sentir todo un crisol más rico y pródigo de sentimientos. Esa permanente deriva es un mérito literario importante. Tal vez porque Bayly pertenece o proviene más del vértigo de los movimientos y agites de la televisión que de otros ámbitos, en sus textos hay acciones constantes y permanentes. Siempre está pasando algo y a veces, en los intersticios de esas acciones, sabiamente, surjen las reflexiones. En sentido estricto, puede no ser un “mejor escritor” que Caparrós. Puede que su economÃa narrativa, la de Bayly, sea más discreta o manejable. Sin dudas - y este es el mérito literario - es más atrapante. Porque es más vivaz, más vital, más astuto a la hora de impedir que uno le pegue la vuelta cruel, pero inevitable, a las páginas de Veintitrés.
2006-09-22 07:56:42
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answer #2
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answered by andrea_3 3
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