Bueno mira te contare algunas que son populares por mis pagos... por mi paisito hermoso!! (uruguay)
La leyenda del ceibo por ejemplo y dice asi:
Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada Anahí. Era fea, pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños... Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad.
Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.
El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera.
La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la doncella indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.
Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.
Tambien te puedo contar la leyenda de la azucena es asi:
Hace muchos, muchos años, había una región de la tierra donde el hombre aún no había llegado. Cierta vez pasó por allí I-Yará (dueño de las aguas) uno de los principales ayudantes de Tupá (dios bueno). Se sorprendió mucho al ver despoblado un lugar tan hermoso, y decidió llevar a Tupá un trozo de tierra de ese lugar. Con ella, amasándola y dándole forma humana, el dios bueno creó dos hombres destinados a poblar la región.
Como uno fuera blanco, lo llamó Morotí, y al otro Pitá, pues era de color rojizo.
Estos hombres necesitaban esposas para formar sus familias, y Tupá encargó a I-Yará que amasase dos mujeres.
Así lo hizo el Dueño de las aguas y al poco tiempo, felices y contentas, vivían las dos parejas en el bosque, gozando de las bellezas del lugar, alimentándose de raíces y de frutas y dando hijos que aumentaban la población de ese sitio, amándose todos y ayudándose unos a otros.
En esta forma hubieran continuado siempre, si un hecho casual no hubiese cambiado su modo de vivir.
Un día que se encontraba Pitá cortando frutos de tacú (algarrobo) apareció junto a una roca un animal que parecía querer atacarlo. Para defenderse, Pitá tomó una gran piedra y se la arrojó con fuerza, pero en lugar de alcanzarlo, la piedra dio contra la roca, y al chocar saltaron algunas chispas.
Este era un fenómeno desconocido hasta entonces y Pitá, al notar el hermoso efecto producido por el choque de las dos piedras volvió a repetir una y muchas veces la operación, hasta convencerse de que siempre se producían las mismas vistosas luces. En esta forma descubrió el fuego.
Cierta vez, Moroti para defenderse, tuvo que dar muerte a un pecarí (cerdo salvaje - jabalí) y como no acostumbraban comer carne, no supo qué hacer con él.
Al ver que Pitá había encendido un hermoso fuego, se le ocurrió arrojar en él al animal muerto. Al rato se desprendió de la carne un olor que a Morotí le pareció apetitoso, y la probó. No se había equivocado: el gusto era tan agradable como el olor. La dio a probar a Pitá, a las mujeres de ambos, y a todos les resultó muy sabrosa.
Desde ese día desdeñaron las raíces y las frutas a las qué habían sido tan afectos hasta entonces, y se dedicaron a cazar animales para comer.
La fuerza y la destreza de algunos de ellos, los obligaron a aguzar su inteligencia y se ingeniaron en la construcción de armas que les sirvieron para vencer a esos animales y para defenderse de los ataques de los otros. En esa forma inventaron el arco, la flecha y la lanza. Entre las dos familias nació una rivalidad que nadie hubiera creído posible hasta entonces: la cantidad de animales cazados, la mayor destreza demostrada en el manejo de las armas, la mejor puntería... todo fue motivo de envidia y discusión entre los hermanos.
Tan grande fue el rencor, tanto el odio que llegaron a sentir unos contra otros, que decidieron separarse, y Morotí, con su familia, se alejó del hermoso lugar donde vivieran unidos los hermanos, hasta que la codicia, mala consejera, se encargó de separarlos. Y eligió para vivir el otro extremo del bosque, donde ni siquiera llegaran noticias de Pitá y de su familia.
Tupá decidió entonces castigarlos. El los había creado hermanos para que, como tales, vivieran amándose y gozando de tranquilidad y bienestar; pero ellos no habían sabido corresponder a favor tan grande y debían sufrir las consecuencias.
El castigo serviría de ejemplo para todos los que en adelante olvidaran que Tupá los había puesto en el mundo para vivir en paz y para amarse los unos a los otros.
El día siguiente al de la separación amaneció tormentoso. Nubes negras se recortaban entre los árboles y el trueno hacía estremecer de rato en rato con su sordo rezongo. Los relámpagos cruzaban el cielo como víboras de fuego. Llovió copiosamente durante varios días. Todos vieron en esto un mal presagio.
Después de tres días vividos en continuo espanto, la tormenta pasó.
Cuando hubo aclarado, vieron bajar de un tacú (algarrobo) del bosque, un enano de enorme cabeza y larga barba blanca.
Era I-Yará que había tomado esa forma para cumplir un mandato d e Tupá.
Llamó a todas las tribus de las cercanías y las reunió en un claro del bosque. Allí les habló de esta manera:
Tupá, nuestro creador y amo, me envía. La cólera se ha apoderado de él al conocer la ingratitud de vosotros, hombres. Él los creó hermanos para que la paz y el amor guiaran vuestras vidas... pero la codicia pudo más que vuestros buenos sentimientos y os dejasteis llevar por la intriga y la envidia. Tupá me manda para que hagáis la paz entre vosotros: iPitá! iMoroti! ¡Abrazaos, Tupá lo manda!
Arrepentidos y avergonzados, los dos hermanos se confundieron en un abrazo, y tos que presenciaban la escena vieron que, poco a poco, iban perdiendo sus formas humanas y cada vez más unidos, se convertían en un tallo que crecía y crecía ...
Este tallo se convirtió en una planta que dio hermosas azucenas moradas. A medida que el tiempo transcurría, las flores iban perdiendo su color, aclarándose hasta llegar a ser blancas por completo. Eran Pitá (rojo) y Morotí (blanco) que, convertidos en flores, simbolizaban la unión y la paz entre los hermanos.
Ese arbusto, creado por Tupá para recordar a los hombres que deben vivir unidos por el amor fraternal, es la "AZUCENA DEL BOSQUE".
2006-09-18 23:44:16
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answer #1
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answered by Anonymous
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http://vipx.telepolis.com/leyendasurbanas/historias/loro.htmonocida.
2006-09-18 23:22:46
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answer #2
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answered by mari_inlove 4
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leete la biblia, cuentos hebreos, el koran, el popol vuh, el ramayana.................y veras como te enteras ke en muchas culturas hay muchas similitudes y detalles muy parecidos.
2006-09-26 20:34:08
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answer #3
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answered by fairyshika 3
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acá va una...
Gualicho a Walichu era el nombre que los indios pampas daban al genio del mal, al diablo, al hermano rebelde del creador Chachao. Pero también se llama gualicho a la hierba o filtro que suele usarse para enamorar por arte de hechicería.
Hoy ya casi nadie cree en esas cosas. Pero en mi pueblo sí creíamos.
Hace muchos años, llegó de Buenos Aires un joven farmacéutico llamado Bejerman. Su verdadero nombre era Tortorello, pero el hombre había comprado la antigua farmacia Bejerman y es sabido que los farmacéuticos llevan el nombre de su farmacia. Tortorello venía de ser Katz en Azul y supe que el verdadero Bejerman es ahora Teplisky en el pueblo de Pilar.
Pues bien, Bejerman vendía un yuyo que, agregado al mate, producía el enamoramiento súbito del que se lo tomaba hacia el cebador.
En el pueblo empezó a comentarse la eficacia casi obscena de aquel producto que Bejerman vendía con fingida reserva.
Todas las tardes, los jóvenes se reunían a tomar mate en galpones apartados. Las ruedas se iban achicando vuelta tras vuelta, ya que los repentinos ardores iban excluyendo del concurso a los sucesivos cebadores y a sus objetos de deseo que, a su turno, marchaban al galope hacia los yuyales de la vecindad.
Al parecer, el efecto del gualicho duraba apenas unas horas. Esto lo hacía mas atractivo porque permitía disfrutar de los deleites urgentes sin tener que soportar los trámites penosos de la ulterioridad.
Con el tiempo, las personas de mayor edad y aun algunos grupos de matrimonios se aficionaron al uso del yuyo de Bejerman, hasta que llegó un momento en que todo el pueblo andaba engualichado.
Las idas y vueltas del mate caprichoso solían dibujar fugaces laberintos de amores cruzados.
En ocaciones, alguien recibía mates sucesivos de distintos cebadores.
Otras veces el cebador que engualichaba a alguien era engualichado a su vez por otra persona.
También había mates tomados por error, manotazos usurpadores y hasta chupadas por turno de un mismo cimarrón.
Yo, en aquel tiempo, no sabía a quien amaba. Le había convidado mate a todas las chicas del pueblo. Pero a decir verdad, todos habían mateado con todos.
Un día cambiaron al comisario. Nombraron a un tal Barrientos que, ni bien se enteró de estos asuntos, prohibió redondamente el gualicho.
El pueblo se resistió. Las mateadas se hicieron clandestinas. Pero con Barrientos no se jugaba. En cualquier momento aparecía en medio de la rueda con cuatro o cinco vigiliantes, secuestraba las pavas, las yerberas y los mates y si se hallaban rastros del gualicho, los metía a todos en el calabozo.
Por fin, el intendente negoció un acuerdo. El gualicho quedaría prohibido, salvo un día por año, dedicado a la celebración de la Fiesta del Mate. Durante toda esa jornada se podría engualichar libremente.
Así en mi pueblo, todos los 11 de Agosto nos enamorábamos una o varias veces. La gente tomaba mate en las calles.
Cualquier desconocido podía ser convidado.
Unos años más tarde, para simplificar las cosas, se instaló un gigantesco mate en la plaza, con miles de pavas e innumerables bombillas, de suerte que todos cebaban y todos tomaban. Es decir, todos se enamoraban de todos.
Las historias de la Fiesta del Mate aún se recuerdan. Y, por cierto, hay en el pueblo centenares de muchachos que no saben de qué mate son hijos.
Una noche, no hace tanto tiempo, visité a Bejerman en su casa.
A falta de mate, tomamos un licor que nos sirvió su mujer. A la tercera copita, el farmacéutico cayó en estado confidencial.
- Si me promete no decírselo a nadie, voy a contarle algo: el gualicho no existe. Lo que traje a este pueblo es un yuyo cualquiera, creo que contra el resfrío. Pero la gente creyó que enamoraba. Y enamorarse es creer que uno se enamora. Todos pensaban que algo los empujaba. Y era cierto. Pero ese algo, si me permite el lugar común o acaso la grosería, lo llevaban dentro. Además, hay algo que lamentar entre tanta polvareda.
En todos estos años nadie se enamoró de verdad. Todos creían ser víctimas del gualicho y los amores eternos duraban dos horas. El único que se salvó de esa desgracia fui yo. Yo sabía que no había yuyo que valiera y entonces viví amores puros, sin trampas ni gualichos. Y por eso estoy al lado de esta mujer, por una decisión soberana de mi corazón. Nadie me hechizó. Nadie me cebó un mate embrujado...
En ese momento, la mujer, que volvía de la cocina, le dijo mientras le ponía la mano en el hombro:
- Eso es lo que vos te creés..........
Fin..=) Fin¿? jaj..saludos!
2006-09-26 16:04:08
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answer #4
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answered by Anonymous
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me se muchas por que leo,pero no tengo ganas de escribirlas ahora,tengo sueño.
salu2
2006-09-26 14:40:38
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answer #5
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answered by neyen g 2
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Leyenda prehispánica.
NANAHUATZIN
Los dioses se reúnen para planear un nuevo dÃa, deciden que uno de ellos debe sacrificarse para llevar el sol a cuestas. Designan a TecucÃztécatl, dios hermoso y rico, y a Nanahuatzin, el dios buboso para que sean los encargados de tan preciada misión. Los dos preparan sus ofrendas, ayunan mientras los otros dioses preparan el fuego de la “roca divina”. Tecuciztécatl ofrenda objetos preciosos, obsidiana, puntas de oro que simulan espinas del maguey, ramas de coral que simbolizan su sangre, incienso, jade y piedras. Nanahuatzin ofrenda cañas, plantas medicinales, ocote y sangre que saca de su cuerpo que hieren verdaderas puyas de maguey.
Cada uno hace penitencia en el monte que les han construido (las pirámides del sol y de la luna). A media noche los dioses se reúnen alrededor del fuego divino y esperan. Tecuciztécatl se adorna con rica capa y penacho con las divinas plumas de quetzal. Piden a Tecuciztécatl que se lance al fuego, al intentarlo, tiene miedo. Tantea tres veces sin poder. Asà que llaman a Nanahuatzin, le ordenan que se arroje a las llamas. Lo hace decidido, sin vacilar.
La actitud de Nanahuatzin hace reflexionar a Tecuciztécatl quien se avergüenza de ser cobarde y se tira al fuego. En esos momentos un águila baja a la hoguera y un ocelote brinca a las cenizas cuando casi se apagan. Es la razón por la que el águila tiene plumas negras y el ocelote manchas.
Los dioses esperan a que salga el sol en algún lugar del cielo. Llega de oriente, se pinta de rojo y da calor y luz. Este sol esplendoroso es Nanahuatzin. Después llega Tecuciztécatl. Los dioses se preguntan; ¿qué hacer con dos soles que brillan igual? Uno de ellos toma un conejo y lo arroja al rostro del segundo astro que queda opaco y se convierte en la Luna.
2006-09-26 11:10:31
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answer #6
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answered by Cascarita 4
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si te cuento en el valdio de mi casa existía un tipo que se llevada alas preguntonas como vos ....para que que res saber leyendas no ves que te van escribir un montón tas al pedo para poder leer todo es to ...jajajjajaja
2006-09-26 10:13:14
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answer #7
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answered by Anonymous
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Telesita
Telésfora Santillán o Telésfora Castillo -según las versiones- era una "inocente" (poca inteligencia) que vivió a mediados del siglo pasado en la región del Salado (Departamento Figueroa, Santiago del Estero). Conocida en toda la provincia como alma milagrosa, se la llama en algunos lugares, Telesita, Tele o Telésfora. Una versión cuenta que se trataba de una jovencita de poco raciocinio, que mendigaba y murió quemada al tratar de calentarse junto a un fogón.
Otra versión la presenta como a una muchacha que sólo gustaba de bailar y que, atraída por los sones de una caja, se acerco danzando a una fogata, de donde saltó una chispa que prendió en sus vestidos y la carbonizó.
En suma, todas las leyendas coinciden en la circunstancia de la muerte trágica.
La Telesita es milagrosa porque, entre otros poderes, tiene el de hacer aparecer lo perdido. Si a alguien se le extravía algo, le ofrece una Telesiada, baile con caña y música que se inicia con un chacarera... No se puede cambiar de pareja y se baila hasta caer al piso (por la cantidad de alcohol ingerido o por el cansancio).
Canal Feijóo (La expresión popular artística en Santiago del Estero) recoge la copla popular donde el que se encuentra con el alma en pena de la Telesita aprende lo que debe decir para congraciarse:
- Qué andás haciendo, Telesita.
- Aquí ando, pues.
- A ver, bailámelo, Telesita.
- Bueno, te lo bailaré.
En su Romancero criollo, el gran poeta León Benarós nos cuenta la historia de la Telesita:
LA TELESITA
Santiagueño soy, señores,
de aquella tierra bendita
donde ya suman añares
que alentó la Telesita.
y ya que el caso ha venido,
permítanme que les cuente
de la vida y los milagros
de esa criatura inocente.
Rendidos amaneceres
dormida la habrán mirado
a las orillas del Dulce,
por las costas del Salado.
Humildita y pobrecita,
fue una casita de nada,
como un brotecito tierno
que pudo quemar la helada.
Donosa en su honestidad,
linda al par de otras muchachas,
apenas la malcubría
su camisita en hilachas.
En sus grandes ojos negros
iba temblando una pena.
Sus dos trenzas daban marco
a su carita morena.
Era, en su desasosiego,
como esas estrellas puras
que, SIempre por apagarse,
desmayan en las alturas.
Temiendo servir de estorbo,
contenta con lo preciso,
vivió de la caridad,
como pidiendo permiso.
Con su carguita de leña
o su atadito pasaba,
cuidando de no perder
la limosna que lograba.
De alguna gente piadosa
conseguía merecer
un pedazo de tortilla,
quizá de pan de mujer.
Sones de caja y violín
la tienen embelesada.
Su reino es la chacarera.
Fuera del baile no es nada.
Allí donde escucha música,
azorada se encamina.
(Las pencas de los senderos
no le mezquinan espina).
Ya se le enciende la luz
de sus grandes ojos mudos.
Ya se entrechocan de gozo
sus piecesitos desnudos.
Al eco de una mudanza,
con gracia se zarandea,
bailando para ninguno
hasta que el día clarea.
Así, danzando y cantando,
libra sus penas al viento.
¡Qué pecado habrá tenido,
si le faltó entendimiento!
No tiene caudal alguno.
Poco pesa sobre el suelo.
Será por eso que Dios
le mandará ese consuelo.
¿A qué puerta llamar puede
que le den sosiego y calma?
¿Qué otro consuelo hallará
que bailar, solita su alma?
Sola vive en este mundo,
sola a su danza se entrega;
sola canta sus vidalas,
sola se va, sola llega.
Pudorosa de la lumbre
del sol y su reverbero,
su carita le mezquina
de vergonzoso lucero.
y ya un ansia la conmueve
si apunta el alba rosada,
desde que estira la luz
su primera pincelada.
Todavía los violines
llorando están sus gemidos.
A vagar entre los árboles
vuelve a sus lares queridos.
Dicen unos que la hallaron
una mañana de hielo,
tumbada sobre una acequia,
con los ojos hacia el cielo.
Aunque suponen los más
que, en una noche funesta,
viendo el incendio de un bosque
lo tomó por una fiesta.
Ciega de lo que mentían
sus pupilas asombradas,
las que miró como luces
se le hicieron llamaradas.
Poca tarea sería
para ese fuego infinito
hacerla una brasa viva,
envuelta en su vestidito.
En puñado de cenizas
lueguito iría a parar.
A quemazón semejante,
¡qué trabajo le iba a dar!
Un dijecito de plata
llevaba siempre en el pelo.
La conocieron por él,
con el más dolido celo.
Ya murió la Telesita,
en su tormento quemada.
Promesantes del lugar
la miran santificada.
Siete chacareras bailan
a tenor de su deseo,
y le dedican envites
de aguardiente con poleo.
Unos le ruegan salud.
Otros, con pedidos mil,
que las ovejas perdidas
las restituya al redil.
Unas velas de colores
le encienden a la finada.
La tierra fue su calvario,
será el cielo su morada.
Allí, donde la humildad
tiene duradero brillo,
quedita se estará el alma
de Telésfora Castillo.
El Lobisón o Lobizón
Este ser llegó a la Argentina a través de Brasil, y se tiene noticias de él en el Litoral (N.E.).
Si una familia tiene siete hijos varones, la maldición cae sobre el séptimo. Se dice que es un hombre alto, delgado y con mucho pelo. Antes de convertirse anda muy nervioso y se enoja fácilmente, puede transformarse en los cementerios o cercanías y sobre todo cuando el acólito florece y la luna está llena. Se alimenta con carroña y cuando anda por el monte puede morder a los desprevenidos.
Cuando muerde o salpica con sangre o saliva a sus víctimas, éstas pueden transformarse.
Según Elena Bossi, para protegerse del lobisón hace falta:
- una bala bendecida en 3 iglesias (7 según otros). No se debe apuntar al bulto sino a la sombra.
- un cuchillo bendecido que tenga forma de cruz.
- una linterna con pila bendecida (de lo contrario no alumbrará).
- una alpargata (cuando se le pega al lobisón con una alpargata, se vuelve persona).
Se lo puede atar; pero tiene que ser con lana abierta de tejer. Así se queda quietecito cuando lo enlazan. Si es perro lobisón hay que sujetarlo del cuello; si es perra lobisona, de la mitad de la espalda (media res).
Hay que herirlo sin que se dé cuenta, de lo contrario atacará y matará (sic).
El Crespín
Esta leyenda revela un drama conyugal, que habría sido originado por la conducta de una mujer amante del libertinaje, que abandonó a Crespín, el marido, para entregarse a toda clase de diversiones. Un día, aprovechando que Crespín se encontraba trabajando en sus sembradíos, se alejó de la vivienda dejándole un mensaje por intermedio de un vecino, en el que le hacía saber que había resuelto abandonarlo definitivamente, para divertirse libremente en los bailes del lugar. Enterado el marido de tal determinación, resignóse a vivir solo. Un día este enfermó... enterada de lo ocurrido acudió a verlo, mas que nada acosada por un cargo de conciencia. Tomando la misión de ir en busca de la curandera, en el trayecto ésta se encontró con una fiesta de la que no vaciló en compartir, haciendo caso omiso de la misión que traía. En lo mejor de la fiesta, fue avisada por un vecino que había fallecido Crespín. Sin darle mayor importancia respondió: "Hay tiempo para llorar" y siguió bailando.
Pasaron los años, carente de los atractivos de su juventud y arrepentida de su pasado, retornó en busca del marido para pedirle perdón, en la alucinante creencia de encontrarlo vivo. Al comprobar que el rancho estaba deshabitado, se marchó hacia los sembradíos mientras lo llamaba continuamente: "Crespín... Crespín...".
Habría ingresado a los montes convertida en pájaro para purgar sus faltas dejando escapar, año tras año, su grito estival.
La Luz Mala
Nuestro interior provinciano es muy lindo en paisajes y bellezas naturales, pero más bondadosa ha sido la naturaleza con el hombre que habita en esas "soledades"; en esa eterna quietud y paz. Soledad que se convierte en compañía para el espíritu, que le infunde melancolía y le fortifica el alma. Pero no siempre hay tranquilidad en esos parajes; las corridas, los velorios, las fiestas religiosas y las supersticiones mantienen inquieto al hombre de cerro y de campo y le tornan divertida su monótona vida.
La riqueza cultural de nuestra gente es inimaginable; resultado de la fusión de las antiguas culturas aborígenes, del cristianismo, de las soledades y desventuras que en el marco geográfico se desarrollaron a través de años y años. Un tesoro que el hombre de la ciudad por su vida agitada y sofocante muchas veces no conoce, y que forma parte de nuestra tradición.
Entre las supersticiones y leyendas de la gente del campo o de los cerros está la de la "luz mala" o "Farol de Mandinga", mito con trascendencia religiosa que se extiende por casi todo el Noroeste Argentino.
En algunas épocas del año (generalmente las más secas) se suelen ver de entre las pedregosas y áridas quebradas de los cerros del oeste tucumano (Mala Mala, Nuñorco, Muñoz, Negrito, Quilmes, etc), a la oración - de tarde -, o cuando los últimos rayos del sol iluminan las cumbres de los cerros y el intenso frío de la noche va instalándose en los lugares sombreados, una luz especial, un fuego fatuo; producto de gases exhalados por cosas que se hallan enterradas conjugados con los factores climáticos; a ella - con terror y morbosidad - los lugareños denominan "luz mala" o el "farol del diablo".
El día de San Bartolomé (24 de agosto) es el más propicio para verlos, ya que es cuando parece estar más brillante el haz de luz que se levanta del suelo y que, por creencia general, se debe a la influencia maligna, ya que popularmente estiman que es el único día en que Lucifer se ve libre de los detectives celestiales y puede hacer impunemente de las suyas (Ambrosetti, "Supersticiones y leyendas").
La luz es temida también por que imaginan ver en ella el alma de algún difunto que no ha purgado sus penas y que, por ello, sigue de esa forma en la tierra.
Generalmente nadie cava donde sale la luz por el miedo que ésta superstición les ha producido, los pocos que se han aventurado a ver que hay abajo de la luz siempre han encontrado objetos metálicos o alfarería indígena - muchas veces urnas funerarias con restos humanos, lo que aumentó el terror- que al ser destapada despide un gas a veces mortal para el hombre, por lo que los lugareños aconsejan tomar mucho aire antes de abrir o sino hacerlo con un pullo - manta gruesa de lana - o con un poncho, de suerte que el tufo no llegue a ser respirado.
Nos cuenta don Hipólito Marcial que: "La luz blanca que aparece en la falda del cerro es buena, donde entra hay que clavar un puñal y al otro día ir a cavar... va a encontrar oro y plata. De la luz roja huyan o recen el Rosario, se dice que es luz mala, tentación del diablo".
Debido a la continua migración a las ciudades y centros poblados, y por constante progreso estas leyendas van quedando reservadas solo para los mayores; la juventud se preocupa por otras cosas que estima más importante.-
2006-09-25 20:47:59
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answer #8
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answered by gabytur 4
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