Los orígenes de la higiene personal se remontan a los tiempos prehistóricos. Como el agua es esencial para la vida, las primeras personas vivían cerca de ella y sabían algo de sus propiedades limpiadoras; por lo menos, que enjuagaba el lodo de sus manos.
Un material parecido al jabón encontrado en unos cilindros de barro durante la excavación de la antigua Babilonia demuestra que la fabricación del jabón era conocida desde el año 2,800 Antes de Cristo. Las inscripciones en dichos cilindros dicen que se hervían grasas con cenizas, el cual es un método de hacer jabón, aunque no mencionan el uso que se le daba a éste. Tales materiales fueron usados más tarde como acondicionadores en la elaboración de peinados.
Los antiguos egipcios se bañaban con regularidad. El Papiro Ebers es un documento médico de aproximadamente 1500 Antes de Cristo, en el que se describe la combinación de aceites animales y vegetales con sales alcalinas, para formar un material jabonoso usado para tratar enfermedades de la piel y para lavarse.
Por la misma época, Moisés dio a los israelitas leyes detalladas sobre la limpieza personal, relacionando ésta con la salud y la purificación religiosa. Los relatos bíblicos sugieren que los israelitas sabían que mezclando cenizas y aceite se producía un tipo de gel capilar.
Los primeros griegos se bañaban por razones estéticas y aparentemente no usaban jabón. En cambio, limpiaban sus cuerpos con trozos de barro, arena, piedra pómez y cenizas; después, se untaban con aceite; finalmente, retiraban el aceite y la mugre con un instrumento metálico especial. También usaban aceite con cenizas y la ropa era lavada sin jabón en los arroyos.
Según una leyenda romana, el jabón se originó en el Monte Sapo, donde eran sacrificados animales. La lluvia arrastraba una mezcla de grasa animal derretida o sebo y cenizas de madera hasta el suelo de barro a orillas del río Tíber. Las mujeres encontraron que el barro con esa mezcla hacía que su lavado fuera más fácil.
A los antiguos germanos y galos también se les atribuye haber descubierto una sustancia llamada jabón, hecha de sebo y cenizas, que usaban para pintarse el pelo de rojo.
Conforme avanzó la civilización romana, también lo hizo la costumbre del baño. El primero de los famosos baños romanos, surtido con agua de sus acueductos, fue construido cerca de 312 Antes de Cristo. Los baños eran lujosos y bañarse una actividad popular. Durante el siglo Dos Antes de Cristo, el médico griego Galeno recomendó el jabón para propósitos medicinales y de limpieza.
Después de la caída del Imperio Romano y la declinación de los hábitos de bañarse, gran parte de Europa resintió el impacto de la suciedad en la salud pública. La falta de higiene personal y las condiciones insalubres de vida contribuyeron enormemente a las grandes plagas de la Edad Media, como la Peste Negra del siglo Catorce.
Sin embargo, había lugares del mundo medieval donde la limpieza personal seguía siendo importante. El baño diario era una costumbre común en Japón durante la Edad Media. Y en Islandia, las piscinas calentadas con agua de manantiales hirvientes eran populares lugares de reunión en las noches de sábado. Hasta el siglo Diecisiete, la limpieza y el baño empezaron a ponerse otra vez de moda en Europa.
La manufactura del jabón se convirtió en un oficio establecido en Europa durante el siglo Diecisiete. Los gremios de jaboneros guardaban celosamente los secretos de su negocio. Aceites vegetales y animales eran usados con cenizas de plantas, junto con fragancias. Poco a poco estuvieron disponibles más variedades de jabón, para rasurarse, para usar como shampoo, para el baño corporal y para la lavandería.
Italia, España y Francia fueron los primeros centros de fabricación de jabón, debido a su disponibilidad de materias primas como aceite de oliva. Los ingleses empezaron a hacer jabón durante el siglo Doce y el negocio era tan bueno que, en 1622, el Rey Jacobo Primero otorgó la concesión de un monopolio a un fabricante de jabón, a cambio de 100,000 libras esterlinas anuales, una fortuna en esa época.
La fabricación comercial de jabón en las colonias americanas empezó en ese mismo siglo, con la llegada de varios fabricantes ingleses. Sin embargo, durante muchos años la manufactura del jabón fue una tarea del hogar. Eventualmente, los fabricantes de jabón empezaron a recolectar desperdicios de grasa de las casas, a cambio de jabón.
Un gran paso en la fabricación comercial de jabón a gran escala se dio en 1791, cuando un químico francés, Nicholas Leblanc patentó un proceso para hacer ceniza de sosa o carbonato de sodio, a partir de sal común. Se trata del alcaloide obtenido de las cenizas que se combina con grasa para formar jabón. El proceso de Leblanc producía cantidades de carbonato de sodio de buena calidad a un costo ínfimo.
La fabricación moderna de jabón nació veinte años después, cuando otro químico francés, Michel Chevreul, descubrió la naturaleza química y las relaciones de las grasas, glicerina y ácidos grasos. Sus estudios establecieron las bases para la química de las grasas y el jabón.
También fue importante en el avance de la tecnología del jabón el químico belga Ernest Solvay, quien a mediados del siglo Dicinueve inventó el proceso del amoníaco, que también usaba sal de mesa o cloruro de sodio, para hacer carbonato de sodio. Su proceso redujo aún más los costos de producción de jabón e incrementó la calidad y cantidad de los ingredientes.
En el siglo Diecinueve el jabón pagaba impuestos de lujo en muchos países. Al quitar esos altos impuestos, el jabón estuvo disponible para la gente común y los estándares de limpieza mejoraron.
Los descubrimientos científicos, junto con el desarrollo de energía para operar las fábricas, hicieron de la manufactura del jabón una de las principales industrias estadounidenses a partir de 1850. La amplia disponibilidad del jabón lo cambió de un artículo de lujo a una necesidad diaria. Al generalizarse su uso, vino el desarrollo de jabones más suaves para el baño y otros para usarse en las primeras lavadoras de ropa, que aparecieron al iniciar el siglo Veinte.
La química de la fabricación del jabón permaneció esencialmente igual hasta 1916, cuando el primer detergente sintético fue desarrollado en Alemania, en respuesta a la escasez de grasas para hacer jabón, provocada por la Primera Guerra Mundial.
Conocidos simplemente como detergentes, los detergentes sintéticos son productos no jabonosos para lavar y limpiar, que son "sintetizados" o juntados químicamente a partir de una variedad de materias primas. El descubrimiento de los detergentes también se debió a la necesidad de un agente de limpieza que, a diferencia del jabón, no se combinara con las sales minerales del agua formando una substancia insoluble, conocida como "cuajada de jabón".
La producción de detergentes caseros empezó en los Estados Unidos a partir de los años treinta, pero realmente despegó hasta después de la Segunda Guerra Mundial. De nueva cuenta, la interrupción del suministro de grasa y aceite durante el conflicto bélico estimuló la investigación sobre los detergentes.
Los primeros detergentes eran usados principalmente para el lavado manual de platos y de ropa fina. El momento culminante en el desarrollo de los detergentes para todo uso se dio en 1946, cuando se introdujo en los Estados Unidos el primer detergente "estructurado", conteniendo una combinación de espumante y de compuestos de fosfatos que mejoraban enormemente el desempeño, haciéndolos apropiados para desmanchar y lavar ropa muy sucia.
Para 1953, las ventas de detergentes superaron a las del jabón. A partir de entonces, los detergentes han sustituido a los productos jabonosos en el lavado de ropa, platos y limpieza del hogar. Los detergentes también se encuentran, solos o combinados con jabón, en muchas de las barras y líquidos para la limpieza personal.
En la segunda mitad del siglo Veinte, continuó el desarrollo de productos de limpieza eficientes y fáciles de usar, además de seguros para los consumidores y el medio ambiente. Algunas innovaciones fueron los polvos para lavadoras automáticas, los suavizantes de ropa, los detergentes con blanqueador, los desmanchadores, los polvos con enzimas, los jabones líquidos para las manos, los productos combinados de detergente con suavizante, los líquidos para lavavajillas, los detergentes concentrados y superconcentrados, los geles para el lavado de platos y las presentaciones de productos rellenables, entre otras.
2006-09-18 20:43:27
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