Movimientos artísticos en los años treinta
La denominación más adecuada para este texto probablemente sea “Movimientos culturales y artísticos en los años treinta”. Parece necesaria la referencia a la cultura, pues el arte que en esa década fecunda se desenvolvió, puede caracterizarse por haber confesado y teorizado, sin tapujo alguno, su preocupación diáfana por establecer vínculos entre la cultura y el arte. Cambiar la cultura modificando el arte, transformar la expresión artística para invertir la cultura, todo para transformar la realidad, para revolucionarla. La tendencia cultural y artística a la que Silvestre Revueltas perteneció, tuvo una decidida voluntad subversiva, pues trataron de lograr expresiones artísticas innovadoras sin menoscabo de la preocupación por alcanzar la consagración revolucionaria anhelada.
Músicos como Revueltas y Chávez; pintores como Siqueiros, Rivera, Fermín Revueltas, Orozco; literatos como Rafael F. Muñoz, Francisco Sarquis, Mancisidor, Martín Luis Guzmán, Graciela Amador, De la Cabada, Abreu Gómez; poetas: Pellicer, Paz; dramaturgos: List Arzubide, Madero, Magdaleno, Bustillo Oro; pedagogos, humanistas y pensadores: Mastache, Lombardo Toledano, Villaseñor, Bassols, Silva Herzog. De una u otra forma, ellos recibieron el influjo de dos grandes acontecimientos con los que este siglo inauguró su historia: la Revolución Mexicana y la Revolución de Octubre. La impronta que en ellos dejaron estos movimientos sociales fue ostensible; al menos durante los años treinta, infiltró profusamente el espíritu de los artistas y creadores mexicanos. Ciertamente entre ellos hubo diferencias artísticas, pero principalmente políticas; algunos militaron en las filas del nacionalismo cardenista, otros se adscribieron a la causa del comunismo; Rivera, durante esa década, osciló entre el comunismo y el troskismo. Sin embargo, todos ellos buscaron afanosamente la elevación humana; para decirlo con las palabras que José Revueltas empleó al escribir sus “Apuntes para una semblanza de Silvestre Revueltas”:
… el hombre está llamado a libertarse y ha de forjar con lágrimas, con la carne, de su carne, el destino de la humanidad verdadera, libre de la baja zoología a la que aún se encuentra encadenado.1
En ellos existió ese destello espiritual que Ernst Bloch ha denominado Principio Esperanza2, es decir, la realidad, no obstante su abyección, es modificable, puede ser distinta a condición de comprenderla, de captarla, de sentirla. Conjuntamente, razón y sentimiento reprodujeron en la plástica, las letras y la música esa realidad inaceptable, romper con el presente para diseñar el futuro. La nueva cultura impulsada por esta pléyade de creadores quedó marcada por la huella de la ruptura, el desgarramiento y la confrontación. No sólo contra el pasado prerrevolucionario, también contra el presente irracional y violento, pues los espectros del fascismo, la guerra civil en España y la conflagración mundial se levantaban amenazadores, mostrando cómo la animalidad, la bestialidad, empujaban poderosamente a la humanidad hacia el abismo. En consecuencia, si bien existían hondas diferencias entre los artistas de los años treinta, al menos aquéllos que militaron en las mismas tendencias que Silvestre Revueltas, tuvieron un claro sentimiento de unidad, de frente común en contra del fascismo y la guerra. Este rasgo político y filosófico tuvo consecuencias estéticas: para ellos la modernidad significaba la defensa de los valores, de la razón, de la creación y no de la destrucción. De esta forma, las diferencias políticas fueron atenuadas y matizadas por la necesidad que tuvieron estos artistas y creadores de luchar ante el inminente ascenso del fascismo, Brecht diría el “irresistible ascenso de Arturo Ui”.
Así como los valores democráticos permitieron la unidad entre tantos personajes, el mismo efecto tuvieron las convicciones estéticas. Ellos pensaron que para ser modernos no era necesario abjurar a lo nacional, menos a los valores morales; por ello, su expresión artística estuvo impregnada de valores éticos, animados de espíritu redentor. Redimir los valores populares, la música de las bandas pueblerinas redimensionada por la música moderna3, es decir, construir la vanguardia sin rehuir la identidad nacional como lo hizo Revueltas. Los colores de Siqueiros y Orozco, la decisión de oponer a la América del Norte la Indoamérica de Mariátegui y Rivera; esa América Meridional de Rivera impugnadora de la cúspide de la tecnología, es decir, Detroit en los años treinta en pleno ascenso del fordismo. Rivera criticó y desdeñó la cultura originada en la industria automotriz, cuestionándola mediante los valores de América Meridional, a condición de que ésta fuera permeada por la influencia de la Revolución de Octubre. Todo este alegato pictórico puede apreciarse en los murales que durante los años treinta figuró Rivera en el Instituto de Arte de Detroit.4 Siqueiros, por su parte, en Los Ángeles y en Nueva York, difundió su espíritu creador, y entre sus alumnos estuvo Pollock5, quien a la postre sería gran figura de la plástica norteamericana y que no olvidaría las enseñanzas de su maestro. Rivera, Orozco y Siqueiros manifestaron la convicción nacional sin desconocer técnicas pictóricas de la época, más aún superándolas. Revueltas logró el cosmopolitismo mediante la combinación de los valores nacionales con los internacionales, lo mismo en Estados Unidos que en París, donde en lugar de sentirse disminuido por la cultura francesa, reivindicó el futuro de América Latina, su gusto por la comida nacional y la piel morena de las mexicanas.6 En los frentes de combate en España, ejecutó su Homenaje a Federico García Lorca y popularizó vocablos tan mexicanos como Janitzio y renacuajo, pues su Renacuajo paseador fue acogido calurosamente por los combatientes durante la guerra civil española. Robert Stebbins, crítico cinematográfico norteamericano, reconoció en Redes una de las mejores películas producidas hasta entonces en todo el mundo: la fotografía, la dirección, el argumento y la música de un joven brillante que difícilmente rebasaba los treinta años.7
Los mexicanos de entonces pensaron en un valor fundamental para su estética: la capacidad de universalizar y compartir la creatividad popular nacional, dialogar con lo otro a partir de un yo definido y comprometido con la superación, con la redención de la humanidad doliente, la que sufría el yugo fascista, la victimada por la industrialización fordista y la afectada a causa de las injusticias originadas en la propia tierra. Por eso, para algunos de estos brillantes artistas, la utopía tenía un nombre preciso: Unión Soviética. Para Silvestre Revueltas, en ese remoto lugar el arte podía desarrollarse sin el oprobio y la pobreza a la que estaban condenados los artistas en México:
No. No me importa dirigir. Lo que me importa es poder dedicarme únicamente a componer. Poder dedicarme. Cualquiera dirá que querer es poder. Es un dicharacho cualquiera, vulgar y burgués. Quiero componer y no me falta, sino me sobra inspiración. Si logro aislarme del ruido y del lastre, si consigo estar concentrado para componer, es asombrosa la fecundidad. Dije lastre. Sí, hay un pesado lastre en todo lo que nos encadena a ese deber estúpido de dar una clase miserable para comer. Tener mujer, hijos, ser pobre; sufrir privaciones, hacer antesalas para pedir empleos, no tener para medicinas cuando se enferma el hijo, etc. Todo eso es muy hermoso en poesía. Es el putrefacto “aliciente de los creadores” que ha inventado la burguesía. ¿Por qué un artista, un creador ha de sufrir hambres y miserias? Aquí descansa, entre nosotros, el secreto del fracaso de la cultura de México como pueblo. Somos un país de descamisados y de zánganos. Se desprecia al músico, al pintor, al poeta, por considerarlos como a los bufones que cabriolean en los banquetes de los burócratas… Pero es que se les hace bufones por la fuerza del hambre… Aunque muchos nos rebelemos, la rebeldía es la soledad, la soledad infecunda, el abandono, la miseria […] Sí. Hay un mundo donde el creador puede dedicarse únicamente a crear. Es un mundo nuevo. El mundo de los hombres del futuro. Iré a la U.R.S.S. Es allí donde crear arte es una forma de trabajo, no un lujo, o una deyección… Iré a Rusia para hacer mi obra maestra…8
Así, al imaginar un mundo donde el arte pudiera desenvolverse, siendo reconocido como trabajo genuino, es decir, creador, no enajenado, desarrollaba su crítica a la situación del arte en la sociedad capitalista, particularmente en México. No debe olvidarse que él describió la terrible situación en la que vivían los músicos, tan pobres hasta el punto de carecer de dinero para curar a sus hijos, como ocurre en Redes, donde figura el hijo de un pescador, cuyo padre no podía curarle por carecer de dinero.
Del mismo modo que Orozco se solidarizó con la intelectualidad perseguida en Europa y refugiada en Nueva York pintando sus murales en New School for Social Research9, Silvestre Revueltas estuvo del lado de la República Española, sabiendo de manera directa cómo se libraba la guerra y el júbilo que llevaba su música a los milicianos republicanos, especialmente su Homenaje a Federico García Lorca:
Valencia, alegre y florida, ya antes nos había acogido con su calor y sus amigos. Allí, me esperaba una gran alegría, la carta de un soldado del sector de Pozo Blanco, que transcribo: “Valsequillo, 22 de septiembre de 1937. A don Silvestre Revueltas. Muy estimado y respetable camarada: Aunque usted, en cumplimiento de su trascendente misión artística, se ha alejado de nosotros, desde este humilde rincón de Córdoba le seguimos con entusiasmo todos los componentes de la Banda Militar de la 115 Brigada. Nos consideramos muy honrados con haber tenido a usted entre nosotros y haberle saludado. La prensa, con frecuencia, nos ha informado de su brillante actuación en Valencia (nuestra tierra) y en Madrid. Cada éxito de usted es recibido con aplausos de todos y comentado con alborozo. A las muchas felicitaciones que ya habrá recibido, una usted la nuestra si no tan valiosa como otras por lo menos muy cálida y sincera. Por aquí nuestra Brigada está cumpliendo muy bien con su misión (aunque me tache de inmodesto), y ahora más que nunca es cuando se merece que se le dedique un himno, por lo que me permito recordarle a usted que esperamos nos haga tal honor. También quisiéramos que nos proporcionara usted un ejemplar del Homenaje a García Lorca, con objeto de tocarlo aquí. Ahora no tocamos tan mal como cuando usted nos oyó; sonamos un poquito mejor y ponemos toda nuestra voluntad en mejorarnos cada día. Transmita nuestro afectuoso saludo a los camaradas mexicanos que lo acompañan y usted recíbalo muy sincero de todos los músicos de esta Brigada. Le aprecia y admira su amigo y s.s.q.l.e.l.m. Manuel Enquidanos Novella. [Rúbrica] Director de la Banda Militar de la 115 Brigada”.10
De este modo, estos artistas siguieron el consejo de Tolstoi: no negarse a ver, no cerrar los ojos ante el horror ni volverse de espaldas por más pavoroso que nos parezca11; por ello, adquirieron compromisos morales, éticos y políticos; pensaron que era posible ser modernos vinculándose moralmente con causas populares, con una generación vencida, escribió Walter Benjamin.12 En consecuencia, construyeron una noción de futuro distante del pragmatismo exitoso; por eso debieron encontrar vasos comunicantes para la transformación de los valores éticos en valores estéticos.
II
La problemática estética que reunió a la mayoría de los artistas mencionados anteriormente, giró en torno a la definición y comprensión del realismo. A raíz del ascenso triunfante de la Revolución de Octubre, el realismo estético cobró auge. En esos años algunos literatos mexicanos como José Revueltas recordaron la gran influencia que la literatura rusa (Dostoievsky y Tolstoi) tuvo en la formación ética y en la convicción revolucionaria de los más destacados bolcheviques, entre ellos Lenin.13 Otra fuente importante que contribuyó a la discusión sobre el realismo, fue el realismo crítico francés, Balzac y Víctor Hugo. Estas preocupaciones estéticas y morales fueron redimensionadas mediante la difusión profusa de los discursos de Gorki y las ideas y acuerdos de los congresos de escritores soviéticos; así, durante los años treinta, ya estaba constituida una tendencia de pensamiento estético: el realismo socialista soviético.
En México, el realismo socialista soviético forjado en la década de los veinte no encontró tierra virgen. El país había sido sacudido durante años por el proceso revolucionario; la gran rebelión anunció su estallido no sólo mediante los alzamientos regionales de Pascual Orozco y Toribio Ortega en Chihuahua, pues antes de éstos los magonistas impulsaron, con Regeneración a la cabeza, su proyecto iluminista; por su parte, los grabadores satirizaron hasta la saciedad al régimen porfiriano. Ya en los años veinte se fraguó la cultura posrevolucionaria; en la literatura Martín Luis Guzmán y Rafael F. Muñoz sentaron las bases que habrían de dar lugar a la literatura de la Revolución Mexicana. Luego vendrían López y Fuentes y Traven, para recordar los horrores del mundo indígena, creando la coyuntura cultural que aceptaría la poesía de Cesar Vallejo y la reflexión indígena revolucionaria de José Carlos Mariátegui, cuyas ideas y obras circularon en México desde principios de los años treinta.14 Además de las fuerzas “endógenas”, el realismo socialista soviético debió fundirse con epígonos del comunismo francés. Por una parte, cabe recordar, Siqueiros recibió la influencia comunista inicial, no en México, sino en París, en la Universidad Obrera auspiciada por los comunistas; las ideas de Barbusse, su Jesús revolucionario y Claridad influyeron en jóvenes que habrían de desplegar su talento en los años treinta.15 El activismo de Siqueiros desembocó en numerosos proyectos culturales, entre otros, el legendario periódico El Machete. En este periódico participó Fermín Revueltas, por ello José Revueltas, aún muy joven, fue su asiduo lector. No hay duda que su realismo literario tiene influencias de los cuentos que en El Machete publicó Graciela Amador, compañera de Siqueiros en París y en la dura tarea de organizar los sindicatos mineros comunistas en Jalisco. Raquel Tibol, conocedora de la obra de Graciela Amador, ha señalado tal influencia sobre la vida de los mineros en la narrativa revueltiana.16 En consecuencia es posible argumentar que el realismo socialista debió combinarse con la rica tradición nacionalista y popular que ya existía a su llegada; así que, a pesar de que algunos escritores mexicanos declararon su fe en el realismo proletario, puede reconocerse el influjo del realismo mexicano que, como el soviético, también manifestó una clara expresión artística animada por una disposición crítica y transformadora.
Pero como las ideas no concurren por sí mismas ni se expresan por sí solas, artistas e intelectuales debieron organizarse en movimientos, asociaciones, congresos y revistas. En los años veinte, David Alfaro Siqueiros, Javier Guerrero, Fernando Leal, Diego Rivera y otros constituyeron el Sindicato de Pintores, Escultores y Grabadores Revolucionarios de México. Esta asociación mostraba su preocupación popular, pues los colosos del arte aceptaban su condición proletaria al constituirse en sindicato. Siqueiros ha confesado que su simpatía por el proletariado estaba más vinculada en ese momento por su relación con la experiencia revolucionaria mexicana, después vendría el abc del comunismo que recibirían de Gómez Lorenzo17, pionero del comunismo mexicano. Este sindicato fue relevante, tanto por sus fundadores, como por haber creado El Machete, cuya designación revela la fuerza del nacionalismo y que se convertiría en el periódico del Partido Comunista Mexicano. Durante los años treinta destacaron otras organizaciones como Lucha Intelectual Proletaria; Taller de Gráfica Popular; Sindicato de Escritores Revolucionarios; Asamblea Nacional de Productores de Artes Plásticas; Congreso Nacional de Escritores y Artistas; Federación de Escritores y Artistas Proletarios; Asociación de Trabajadores de Artes Plásticas; Noviembre. De un modo u otro, estas organizaciones tuvieron nexos estrechos con la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR, 1934-1938), organización que tuvo un lugar excepcional en la vida artística mexicana; además, su influencia se dejó sentir en Estados Unidos y en Europa.18
LEAR publicó su revista, Frente a Frente (1934-1938)19; la lectura de esta publicación permite comprender la lucha política y artística que libraron en los años treinta las tendencias artísticas. Las pugnas ocurridas en esa década están relacionadas con la lucha y los cambios experimentados en el comunismo internacional, así como en la realidad política mexicana, y las polémicas originadas en dichos conflictos aparecen en las páginas de Frente a Frente. Esta publicación, no obstante los problemas de organización y la penuria económica, logró informar sobre los congresos de intelectuales y artistas celebrados en Estados Unidos, Unión Soviética y Europa, principalmente en Francia y España. Estas relaciones con la intelectualidad revolucionaria y antifascista, facilitaron la polémica que sobre cinematografía, escultura, pintura, literatura y música agitaba a la izquierda internacional y nacional. Luis Sandi escribió sobre cuestiones musicales. El pensamiento de Silvestre Revueltas sobre la situación de la música y los músicos mexicanos fue publicado ampliamente; asimismo sus triunfos musicales, tanto en México como en el extranjero, fueron noticias relevantes.20 Silvestre Revueltas fue presidente de LEAR de mayo a diciembre de 1936, y de enero a febrero de 1937, y a partir de febrero de 1937, integrante del Comité Ejecutivo, como responsable de los temas relativos a la música. En junio de 1937 emprendió con otros destacados integrantes de esa organización un largo viaje que lo llevaría a Nueva York, París, hasta alcanzar el destino final: la República Española, que ya se encontraba inmersa en la guerra. La delegación mexicana al Congreso Internacional de Valencia motivó el cambio del Comité Ejecutivo de LEAR, su último presidente fue el destacado musicólogo, Luis Sandi. Con él LEAR terminó su proyecto de organización cultural que facilitó la manifestación de artistas e intelectuales relevantes, sin olvidar a los humildes, a los obreros; para ellos estableció una escuela nocturna gratuita, donde los grandes intelectuales impartieron cursos sobre distintas materias: aritmética, inglés, francés, ruso, economía política, marxismo, literatura, cultura general, artes plásticas, pedagogía, ciencias, fotografía, teatro, cine y, por supuesto, música.21 De esta manera, estos organizadores de la cultura pretendieron “elevar a los simples”, construir una nueva hegemonía cultural mediante la interrelación de los grandes intelectuales y los trabajadores. De este modo llevaron a la práctica, lo que Gramsci teorizaba, también en los años treinta, en la prisión fascista.
El Surrealismo fue un movimiento artístico que tuvo como finalidad renovar todos los valores formales mediante el automatismo psíquico (años treintas)
2006-09-14 12:55:00
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