Los agujeros negros
LO QUE PASARÃA SI VIAJARAS A UNO DE ESTOS OBJETOS, LOS MÃS EXTRAÃOS DEL COSMOS.
“TODO LO QUE SUBE tiene que bajar”, dice el dicho. En efecto, en la vida cotidiana, si lanzamos un objeto al aire, éste siempre vuelve a caer. Una pelota lanzada -hacia arriba llega hasta cierta altura, generalmente no muy grande, y regresa. Una bala sube mucho más alto, y luego vuelve a caer (cosa en la que parecen no pensar quienes disparan balas al aire en ciertas fiestas; la bala que cae de regreso puede fácilmente matar a alguien).
Quizá deberÃa añadirse al dicho que mientras más rápido se lance el objeto al aire, más alto llegará y más tiempo tardará en caer. Esta observación nos lleva inmediatamente a la siguiente pregunta: ¿será posible lanzar un objeto tan rápido que no caiga nunca?
La respuesta a esta pregunta es un simple sÃ. La velocidad a la que se debe lanzar un objeto para que no vuelva a caer se conoce como velocidad de escape (véase recuadro) y depende de dónde te encuentres: es menor en la Luna que en la Tierra, y menor en la Tierra que en el Sol. La velocidad de escape de un cuerpo celeste (un planeta o una estrella, digamos) está determinada por dos caracterÃsticas del cuerpo celeste: su masa y su tamaño (medido por su radio). Dados varios cuerpos del mismo radio, el de mayor masa tendrá la mayor velocidad de escape; dados varios cuerpos de la misma masa, el de menor radio tendrá la mayor velocidad de escape. En el caso de la Tierra, la velocidad de escape resulta ser de aproximadamente 11 kilómetros por segundo (unos 40 000 kilómetros por hora). Esto significa que si quisieras lanzar una piedra (o un elefante, da lo mismo) de un solo impulso sin que volviera a caer, tendrÃas que darle una velocidad inicial de 40 000 kilómetros por hora.
Es muy importante decir que una nave espacial, o cualquier objeto con propulsión propia —por ejemplo, una persona subiendo una escalera hasta la Luna o un caracol trepando por una pared suficientemente elevada—, no necesitarÃa alcanzar la velocidad de escape. La restricción sólo se aplica cuando quieres escapar del objeto celeste de un solo empujón inicial.
Estrellas oscuras
AsÃ, la velocidad de escape depende tanto de la masa del cuerpo celeste como de su tamaño. A fines del siglo XVIII, John Michell, en el Reino Unido, y Pierre Simon de Laplace, en Francia, se preguntaron de qué tamaño tendrÃa que ser una estrella de una masa dada para que su velocidad de escape fuera tan alta que no pudiera escapar de ella ni siquiera la luz, que se propaga a una velocidad altÃsima (de cerca de 300 000 kilómetros por segundo). Semejante estrella no emitirÃa luz y podrÃa llamarse “estrella oscura”. Michell y Laplace encontraron independientemente una fórmula para el radio que tendrÃa que tener la estrella para no dejar escapar la luz (véase recuadro), valor que se conoce como radio gravitacional. El radio gravitacional es distinto para cada cuerpo y depende sólo de la masa de éste. Y por cierto, el cuerpo no tiene que ser una estrella: puede ser cualquier cosa, desde un planeta hasta una taza de café.
Con la fórmula del radio gravitacional de Michell y Laplace se pueden hacer cálculos muy divertidos. Por ejemplo, una taza de café de 500 gramos tendrÃa que reducirse a una bolita de una cuatri-llonésima de milÃmetro (un 1 colocado después de 23 ceros a la derecha del punto decimal) para convertirse en una estrella oscura. Este tamaño es tan pequeño comparado con el núcleo de un átomo como el núcleo comparado con, digamos, la taza original.
Para objetos celestes comunes (planetas, estrellas...), el radio gravitacional es siempre mucho más pequeño que su tamaño real. Por ejemplo, para convertir a la Tierra en una estrella oscura serÃa necesario comprimir toda su masa en una esfera de aproximadamente un centÃmetro de radio. En el caso del Sol, serÃa necesario concentrar su masa en una esfera con un radio de unos tres kilómetros.
Agujeros negros
Las estrellas oscuras se consideraron sólo como una curiosidad matemática que no correspondÃa a ningún objeto real, hasta que, a fines de 1915, Albert Einstein publicó la teorÃa general de la relatividad, una teorÃa moderna de la gravitación que reemplazó a la famosa gravitación universal de Newton (aunque esta última se sigue usando, por ejemplo, para mandar naves al espacio). Pocas semanas después de que Einstein postulara su teorÃa, Karl Schwarzschild la aplicó al campo gravitacional que produce un objeto esférico (por ejemplo, un planeta, una estrella, o una canica). Con el cálculo relativista de Schwarzschild se puede deducir una nueva fórmula para el radio gravitacional, pero ahora desde el punto de vista de la teorÃa de Einstein. Pues bien, resulta que la expresión matemática que se obtiene con la teorÃa de Einstein es exactamente igual a la que se obtiene con la de Newton.
Pero ahà termina el parecido entre ambas teorÃas. En la teorÃa de Newton, la luz que sale de la superficie de una estrella oscura subirÃa hasta cierta altura y luego volverÃa a caer, igual que una piedra. Pero en la teorÃa de Einstein la luz simplemente se queda atrapada en el radio gravitacional y no sale nunca. Esto tiene consecuencias sorprendentes. En la teorÃa de la relatividad la velocidad de la luz es la máxima posible en el Universo: nada puede viajar más rápido. Si la luz se queda atrapada en el radio gravitacional entonces la materia no sólo no puede salir, sino que tiene por fuerza que moverse hacia abajo, hacia el centro de la estrella oscura. Esto implica, por extraño que parezca, que la estrella oscura no puede tener una superficie material. En la vieja teorÃa de Newton, en cambio, nada impide que la estrella, por más comprimida que esté, tenga una superficie material.
En la teorÃa general de la relatividad el radio gravitacional marca la frontera de una región sin retorno: si te encuentras afuera, siempre puedes escapar con una nave lo suficientemente potente. Pero si estás adentro, escapar es imposible y caerás inevitablemente hacia el centro. Un objeto con estas propiedades no es ya la relativamente inofensiva estrella oscura de Michell y Laplace, sino una especie de agujero en el espacio, del que, una vez dentro, resulta imposible salir. En la década de los 60 el fÃsico estadounidense John A. Wheeler llamó a estos extraños objetos agujeros negros.
Torciendo el tiempo y el espacio
Antes de seguir adelante me gustarÃa disipar un error conceptual muy común acerca de los agujeros negros: pese a lo que hemos visto en incontables pelÃculas, los agujeros negros no son de ninguna manera aspiradoras cósmicas que se tragan todo lo que se les acerca. Si en este momento el Sol se convirtiera en un agujero negro (es decir, si se comprimiera hasta alcanzar su radio gravitacional), no notarÃamos ningún cambio (fuera de que nos darÃa mucho frÃo y estarÃa muy oscuro). La Tierra seguirÃa en su órbita tan campante, sin alterarse. Los agujeros negros sólo resultan peligrosos si uno se aproxima mucho, a distancias cercanas al radio gravi-tacional. En el caso del Sol tendrÃas que acercarte a unos tres kilómetros, pero no a tres kilómetros de la superficie actual del Sol, sino a tres kilómetros del centro del Sol si toda su masa estuviera concentrada en un punto.
Un agujero negro es mucho más que un simple hueco en el espacio. En su interior las propiedades del espacio y del tiempo se alteran de maneras insólitas. La frontera del agujero negro está marcada por su radio gravitacional, también conocido como el horizonte de eventos.
Para entender lo que ocurre en el interior del agujero negro, imagÃnate que te acercas en una nave espacial y que un amigo te observa con un telescopio desde una distancia prudente.
A medida que te aproximas al horizonte de eventos tú no notarás nada especial, pero tu amigo verá que el tiempo en tu nave transcurre cada vez más lentamente. Si, por ejemplo, tu amigo pudiera verte por televisión, notarÃa que todo en la nave sucede como en cámara lenta. Este fenómeno se conoce como dilatación gravi-tacional del tiempo y ocurre de forma modesta en cualquier campo gravitacional.
La dilatación gravitacional del tiempo se ha medido incluso en la Tierra utilizando relojes atómicos, pero el efecto es imperceptible en la vida diaria porque el campo gravitacional terrestre es simplemente muy débil. Cerca de un agujero negro, sin embargo, el efecto es tan grande, que cuando llegas al horizonte de eventos tu amigo ve que el tiempo en tu nave se detiene por completo. Vistas las cosas desde lejos, tu nave se queda congelada para siempre en el umbral del agujero negro, sin entrar. Esta propiedad de los agujeros negros fue una de las primeras en descubrirse y llevó a los cientÃficos de la primera mitad del siglo ** a llamar a estos objetos estrellas congeladas, pues pensaban que si el tiempo no transcurrÃa visto desde fuera, no habÃa nada más que discutir.
Pero como se supo después, la historia no termina ahÃ. Si bien es cierto que tu amigo, que se encuentra a una distancia conveniente del agujero negro, ve que el tiempo deja de transcurrir para ti al llegar al horizonte, desde tu punto de vista no ocurre asÃ. De hecho, tú no notas nada especial al llegar al horizonte y lo cruzas como si nada. Una vez dentro, sin embargo, observarás (quizá con cierta preocupación que pronto se convertirá en terror) que no importa qué potencia apliques a los motores de la nave, no puedes evitar acercarte más y más al centro del agujero negro. Dentro del agujero negro la estructura del espacio y el tiempo se altera de una manera difÃcil de creer (y de imaginar): espacio y tiempo intercambian papeles, de modo que el transcurrir del tiempo resulta equivalente a moverse en el espacio. La única dirección posible en el interior de un agujero negro es hacia el centro. No hay fuerza en la naturaleza capaz de detener el paso del tiempo, y por lo mismo ninguna nave espacial, por más potente que sea, puede evitar caer al centro del agujero negro una vez que ha cruzado el horizonte de eventos.
Si entonces miraras hacia atrás, verÃas desarrollarse ante ti todo el futuro del Universo en cámara super rápida: el Sol se apaga, la vida en la Tierra desaparece y el Universo muere en un instante. Ya no puedes enviar ningún mensaje a tu amigo pues ya no hay amigo a quien enviarlo. Al cruzar el horizonte te desconectas por completo y para siempre del Universo exterior. Por eso la frontera del agujero negro se conoce como horizonte de eventos: ningún evento que ocurra en el interior, por más violento que sea, puede afectar al exterior.
Triste final del explorador de agujeros negros
Si el transcurrir del tiempo te lleva irremediablemente al centro, la siguiente pregunta que se te puede ocurrir es: ¿qué ocurre al llegar al centro? En el centro del agujero negro se encuentra lo que los cientÃficos llaman una singularidad, un punto del espacio-tiempo donde los campos gravitacionales se vuelven infinitos y la fÃsica ya no es válida. Pero tú no llegarÃas a la singularidad con vida. Antes de llegar, las llamadas fuerzas de marea, que son la diferencia del campo gravitacional entre un punto y otro, te despedazarÃan al jalarte con mucho más fuerza los pies que la cabeza (véase recuadro). Tú y tu nave quedarÃan convertidos en un enjambre de partÃculas elementales, al partirse en pedazos que a su vez se parten en pedazos que se parten en pedazos… que finalmente chocarÃan con la singularidad.
Lo peligroso de acercarse a un agujero negro son las fuerzas de marea y la intensidad de éstas depende de la masa del agujero negro. Las fuerzas de marea son infinitas al llegar a la singularidad en cualquier agujero negro, pero la distancia a la que se vuelven peligrosas puede variar enormemente de uno a otro. Para un agujero negro con masa igual a la del Sol, las fuerzas de marea en la región cercana al horizonte de eventos son gigantescas. Pero, contra lo que podrÃa esperarse, los agujeros negros de masa mucho mayor —como los que existen, según se cree, en el centro de casi todas las galaxias (con masas millones de veces mayores que la del Sol)—, tienen horizontes de eventos donde las fuerzas de marea son muy pequeñas. Si cruzáramos el horizonte de uno de estos monstruos no notarÃamos nada, y tardarÃamos varios dÃas en caer hasta el centro.
Lo demás es silencio
¿Y después de la singularidad qué? Pues después, nada. La singularidad marca la frontera donde terminan el espacio y el tiempo, o si se prefiere, el punto donde nuestras teorÃas fÃsicas pierden toda validez y nada se puede decir de lo que ocurre una vez ahÃ.
Una de las propiedades más exóticas de la singularidad es que, debido a la mezcla entre espacio y tiempo que ocurre dentro del horizonte, la singularidad no es un punto en el espacio, sino más bien un instante en el tiempo. Una vez que hemos cruzado el horizonte de eventos del agujero negro, la singularidad no es un lugar adonde llegar, sino un tiempo en nuestro futuro: predeterminado e irremediable.
Túneles a otros universos
Las propiedades extrañas de los agujeros negros no se limitan a la existencia del horizonte de eventos, la mezcla entre espacio y tiempo y la inevitable caÃda a la singularidad. Ya desde la primera mitad del siglo ** se habÃa descubierto que en el interior del agujero negro debe existir no sólo una singularidad de campos gravitacionales infinitos, sino también un túnel que llevarÃa, de haberlo, a otro universo. Este túnel se conoce en lenguaje cientÃfico como puente de Einstein-Rosen en honor a Albert Einstein y Nathan Rosen, los cientÃficos que dedujeron su existencia por primera vez. En el lenguaje más popular también se le conoce como “agujero de gusano”.
El agujero de gusano que se supone se encuentra en el interior de un agujero negro serÃa un puente entre dos universos exteriores distintos (el nuestro y algún otro, digamos), en cada uno de los cuales habrÃa un agujero negro y un horizonte. Sin embargo, este túnel no se puede usar para viajar a otros posibles universos. El túnel aparece y desaparece sólo una vez, y lo hace tan rápido que incluso viajando a la velocidad de la luz (y no se puede ir más rápido) el túnel se cerrarÃa antes de que pudieras atravesarlo. La singularidad del agujero negro puede entenderse también como el resultado del cerrarse del túnel: al derrumbarse éste sobre nosotros, nos verÃamos de pronto atrapados en una región del espacio-tiempo que desaparece.
Es posible imaginarse agujeros de gusano que no se cierren y que nos permitan llegar a otros universos o a regiones lejanas de nuestro propio Universo en un abrir y cerrar de ojos, pero esa es una historia para otro momento.
Fuerzas de marea
Si alguna vez has ido a la playa habrás notado cómo el nivel del agua del mar a veces es más alto y otras veces más bajo.Normalmente decimos que hay “marea alta ” o “marea baja ”,dependiendo del nivel al que se encuentre el agua.En algunos lugares del mundo el fenómeno de la marea es tan notorio, que el mar puede alejase de la playa decenas de metros durante la marea baja,dejando a los botes inclinados sobre el lodo del fondo (en la bahÃa de Fundy en Nueva Escocia,por ejemplo,el nivel del mar puede variar hasta 15 metros en seis horas).
¿A qué se deben las mareas?Durante siglos los navegantes conocieron e hicieron uso del ritmo de las mareas,sin saber qué las producÃa.Hasta donde sabemos,el primero en sugerir la explicación correcta fue Johannes Kepler a principios del siglo XVII,cuando las atribuyó a la influencia de la Luna sobre la Tierra.Sin embargo,el mismo Galileo Galilei no pudo aceptar dicha explicación y acusó a Kepler de interesarse en ideas oscurantistas e infantiles al pensar que la Luna tenÃa algo que ver en el asunto.Pero Kepler tenÃa razón.Las mareas se deben a la diferencia de fuerza con que la Luna atrae un lado de la Tierra y el lado opuesto.La fuerza de gravedad cambia con la distancia;el lado de la Tierra que está más cerca de la Luna siente una fuerza mayor que el lado más lejano.Esta diferencia en la atracción gravitacional de la Luna sobre la Tierra resulta en una fuerza deformante que tiende a dar a la Tierra forma de huevo alargado en la dirección que apunta a la Luna.La superficie terrestre es sólida,por lo que no se deja estirar gran cosa,pero el mar es un lÃquido,mucho mas fácil de deformar.
El resultado es que las aguas se abultan en la punta y la base del huevo,por asà decir.Al girar la Tierra sobre su eje una vez al dÃa,la parte del mar que mira hacia la Luna cambia constantemente,dando como resultado que el nivel del agua suba y baje. La marea alta ocurre dos veces al dÃa,pues el nivel del agua es más alto tanto en la parte del mar más cercana a la Luna como en la más lejana.
Por su relación con el fenómeno de las mareas,a las fuerzas que resultan de la diferencia en el campo gravitacional en distintos sitios del espacio se les conoce como “fuerzas de marea ”.En lugares donde el campo gravitacional es muy intenso,las fuerzas de marea también lo son.Cerca del centro de un agujero negro,por ejemplo,las fuerzas de marea son tan intensas que cualquier objeto fÃsico serÃa estirado hasta despedazarse,convirtiéndose en un enjambre de partÃculas elementales.
Como ver lo invisible
Hasta ahora quizá estés pensando: todo esto de los agujeros negros me resulta muy interesante, pero finalmente, ¿existen estos objetos en el espacio? Las propiedades del espacio-tiempo en el interior de un agujero negro son tan extrañas, que todavÃa hoy en dÃa hay quien trata de demostrar a toda costa que unos objetos tan absurdos no pueden existir. Su realidad, sin embargo, es inevitable si la teorÃa de la relatividad es correcta.
Aún asÃ, es un hecho que hasta ahora no se ha detectado ningún agujero negro de manera directa. Las pruebas indirectas, por otro lado, se acumulan dÃa a dÃa. Cada vez se descubren más regiones del espacio donde se encuentra una enorme cantidad de materia (que se puede detectar por su influencia gravitacional sobre el movimiento de los cuerpos cercanos) concentrada en un volumen tan pequeño, que debe tener un radio menor que su radio gravitacional. La fÃsica de hoy no admite otra interpretación de estas regiones: tienen que ser agujeros negros. Por eso hoy en dÃa se cree, por ejemplo, que hay agujeros negros gigantescos en el centro de casi todas las galaxias, incluyendo a la nuestra.
Sin embargo, tener pruebas indirectas de que existen los agujeros negros no es lo mismo que observarlos directamente. Pero, ¿cómo ver un objeto que, como su nombre indica, no emite ningún tipo de luz? Sorprendentemente, existe un método directo para detectar agujeros negros que podrÃa dar fruto en un futuro cercano.
El método consiste en perturbar ligeramente un agujero negro para ver qué le sucede. Un agujero negro en perfecto reposo es esencialmente invisible, pero un agujero negro que ha sido perturbado (por ejemplo, al arrojarle una piedra), aunque no emite luz, sà emite radiación gravitacional u ondas gravitacionales. Las ondas gravitacionales son a la teorÃa de la gravedad lo que la luz y las ondas de radio son a la teorÃa electromagnética. Consisten en pequeñas variaciones del campo gravitacional que se propagan a la velocidad de la luz. Al perturbar a un agujero negro, su campo gravitacional empieza a oscilar. El agujero negro se pone a emitir ondas gravitacionales hasta alcanzar nuevamente el reposo. Es algo asà como golpear una campana con un martillo y oÃrla vibrar hasta que se detiene. Al igual que la campana, el agujero negro tiene un “sonido” caracterÃstico, pero en vez de estar formado de ondas sonoras, este “sonido” está hecho de ondas gravitacionales. En otras palabras, las ondas gravitacionales que produce un agujero negro perturbado tienen un espectro de frecuencias especÃfico que no comparte con ningún otro -sistema fÃsico. Analizando ondas gravita-cionales igual que analizamos la luz de una estrella para saber de qué está hecha, podrÃamos identificar con toda certeza al emisor. De modo que si logramos perturbar a un agujero negro y observamos las ondas gravitacionales que éste emite, podemos estar seguros de que se trata de un agujero negro y no otra cosa.
Esto nos lleva a dos preguntas naturales: 1) ¿Cómo hacemos para perturbar a un agujero negro? Afortunadamente, la naturaleza lo hace por nosotros. Los agujeros negros rara vez estarán aislados. Al contrario, por lo general se encuentran cerca de estrellas u otras fuentes de masa y continuamente absorben materia. 2) ¿Cómo observamos las ondas gravi-tacionales? Pues construimos un detector de ondas gravitacionales, por supuesto. Las ondas gravitacionales comprimen los objetos al pasar a través de ellos, por lo que el detector debe ser capaz de medir cambios de longitud en esos objetos con alta precisión. Para nuestra desgracia, las ondas gravitacionales, según la teorÃa, son extremadamente débiles, y al llegar a la Tierra causarÃan cambios en las longitudes de apenas una parte en 10e21 (un 1 colocado después de 20 ceros a la derecha del punto decimal), es decir, aproximadamente la diferencia entre el tamaño de un átomo de hidrógeno y la distancia de la Tierra al Sol. Medir cambios de longitud tan pequeños es un problema tecnológico muy complejo que ha impedido detectar las ondas gravitacionales hasta la fecha. Sin embargo, al parecer, los problemas técnicos han sido finalmente resueltos y hoy en dÃa hay varios detectores de ondas gravitacionales en avanzado estado de construcción en distintos lugares del mundo. Si todo sale bien, en unos años estas máquinas estarán mirando el cielo de manera habitual en busca de ondas gravi-tacionales y —crucemos los dedos— observando directamente por primera vez a los agujeros negros.
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Miguel Alcubierre es fìsico, egresado de la Facultad de Ciencias de la UNAM. Obtuvo el doctorado en la Universidad de Gales, en Cardiff, Reino Unido, y durante varios años fue investigador adjunto del Instituto Max Planck de FÃsica Gravitacional, en Postdam, Alemania. Recientemente volvió a nuestro paÃs para integrarse al Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM. Su área de trabajo es la relatividad numérica.
2006-09-14 19:48:07
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answer #4
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answered by Anonymous
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