Valores del período intertestamentario
El salto es a un vacío muy grande. El paso parece demasiado largo. Hemos transitado de Malaquías a Mateo y no atinamos a comprender el drástico cambio de escenario. Habíamos dejado un pueblo judío sumido en el materialismo proletario, una Jerusalén empequeñecida y pobre, humillada. De pronto nos hallamos a un pueblo que ostenta distintas clases sociales, que aparenta riqueza. Vemos una ciudad embellecida, luciendo un majestuoso templo y fastuosos palacios.
¿Qué ha pasado? ¿Por qué ha cambiado tanto la ciudad? ¿Quiénes son estos personajes ataviados de manera tan singular y que se llaman a sí mismos maestros de la ley? ¿Dónde están los profetas? Cuatrocientos años de historia han devenido que no se ven en la Biblia. Al decir de muchos la lámpara de la profecía se apagó en ese tiempo. Las tinieblas que se cernieron sobre la humanidad fueron tales que nada de lo que ocurrió allí mereció, aparecer en los arcanos divinos.
¿Será posible que nada de valor haya ocurrido en ese período? ¿Habrá realmente faltado un remanente que no doblara su rodilla a la impiedad y se mantuviera fiel al Altísimo? ¿No quedaría ningún principio de valor que las generaciones postrimeras pudieran aprender de estos siglos?
En honor a la verdad histórica, los mal llamados cuatrocientos años de oscuridad no fueron tan oscuros. Estos años están llenos de acción, de vaivenes. La cultura mundial avanzó a pasos gigantescos en muchos sentidos. El pueblo de Israel jugó papeles estelares. La piedad brilló con peculiar fulgor. El mundo de hoy todavía palpa los efectos de las ondas que comenzaron a vibrar en esos tiempos.
Puede decirse que ese período fue la preparación final para el cumplimiento del tiempo de que habla Pablo (Gálatas 4:4). El escenario pare recibir al Mesías, Jesucristo, se elaboró aquí. Cada sociedad aportó su parte.
Los imperios paganos (Asiria, Babilonia y Persia) con sus religiones idolátricas le dieron al mundo una total desesperanza. Las religiones de misterio que vinieron después trataron de llenar ese vacío de esperanza, pero no lo lograron. Únicamente acentuaron el desaliento universal. La mentalidad educada rechazó esas religiones y comenzó a verlas más como expresiones folklóricas o como mitos, que como verdaderos medios que satisficieran sus inquietudes religiosas.
El mundo moderno todavía no asimila totalmente los efectos que nos legó el imperio griego. Grecia le dio al mundo un idioma y una mentalidad: El griego y el helenismo. El idioma griego sentó la base de un más fácil entendimiento entre los habitantes del mundo de entonces. La actitud helenista creó una apertura hacia el desarrollo y un deseo de superación permanente.
El judaísmo se solidificó en este período y aportó, sirviéndose del griego, algo invaluable; sus escritos sagrados, es decir, el Antiguo Testamento. Junto con las Escrituras los judíos dieron al mundo la esperanza de un Mesías. Gracias a la dispersión de ellos a las principales ciudades de los imperios que los conquistaron, se esparció también la fe en un Mesías. Muchos no judíos vieron con simpatía esta idea y empezó a crearse una clase especial de gentiles: los temerosos de Dios.
Por último durante este tiempo surgió el Imperio Romano, que al final de estos cuatrocientos años dio al mundo una red inmensa de comunicación por carreteras y un sistema marítimo. Esto aunado a la llamada pax romana creó las condiciones favorables para la comunicación rápida de cualquier noticia.
Estos elementos generales crearon el trasfondo sobre el cual se escribió la historia de Cristo. El evangelio de Cristo pudo llenar el vacío que habían creado las religiones paganas. EL griego fue el idioma que emplearon los primeros evangelistas y en el que se escribió el Nuevo Testamento. Las fronteras del imperio romano fueron el límite que la iglesia primitiva se propuso alcanzar en la proclamación del evangelio. Los temerosos de Dios se contaban: entre los primeros convertidos a la fe cristiana. El hambre de algo mejor lo sació el evangelio del Señor Jesucristo.
Por otra parte los judíos que regresaron a Judea y Jerusalén legaron al mundo inigualables ejemplos de devoción. A pesar de todas las condiciones adversas y liderados por hombres ejemplares como Zorobabel, Esdras y Nehemías, los repatriados volvieron a crear una ciudad, un estado, un templo y un ritual que mantenía en alto la identidad de ellos y exaltaba el nombre de su Dios.
Esdras nos enseña el valor de una vida recta y ceñida a los mandamientos de Dios. Nehemías lega un ejemplo de un líder ejemplar, que no se arredra ante las maquinaciones del enemigo y que se esfuerza por mantener el rumbo fijado por Dios, tratando siempre de servir con la mayor rectitud. Los macabeos nos hablan de la fe heroica dispuesta a enfrentar ejércitos infinidad de veces más numerosos y mejor armados, confiando sólo en el poder del Dios al que sirven. Es posible que a ellos se refiera el escritor de Hebreos en 11:37 y 38. Dice que el mundo no era digno de ellos.
La debilidad humana resalta con claridad en esta época. Las intrigas abundan entre los mismos judíos. El procurar el propio beneficio aún en perjuicio de toda la nación son notas que se repiten constantemente en el Israel de este tiempo. La lucha por ganar puestos religiosos que devenían pingües ganancias era un mal que aún los imperios extranjeros veían en los judíos y más de una vez se sirvieron de ello para explotar a la nación.
Principalmente los judíos de la diáspora, quienes al no tener un templo donde efectuar los ritos levíticos, desarrollaron un celo ejemplar en el estudio y la observancia de la ley. De ellos aprendemos el celo por observar los mandamientos de Dios y el rechazo a cualquier vestigio de idolatría. Paulatinamente se fueron formando escuelas de estudio e interpretación de los escritos sagrados. Aparecieron entidades nuevas y personas encargadas de la interpretación, entre ellos los escribas y los fariseos. Los fariseos eran celosos en la observancia de los mandamientos y las tradiciones de sus maestros. Es lamentable que con el transcurso del tiempo ese esmero degeneró en mero formalismo carente de devoción. De allí también aprendemos el peligro de guardar los mandamientos por los mandamientos mismos y no como expresión del carácter de Dios. Del error en observar la letra y no encontrar el espíritu de la ley surgió el fariseísmo. Los fariseos llegaron a menospreciar a todo el que no fuera como ellos. De allí surge toda forma de legalismo, incluso del legalismo de algunos cristianos.
El período intertestamentario fue un período rico en literatura. Son de esta época los escritos de los grandes pensadores griegos. Los judíos hicieron su aporte en los escritos rabínicos, los pseudoepigráficos y los apócrifos.
El período intertestamentario, pues, no es un vacío entre testamentos, sino un puente necesario que ayuda a comprender mejor la relación existente entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos. Hacemos bien al estudiarlo y tratar de conocerlo mejor.
David Gómez R. (Año: 1993 - Num.: 4)
2006-09-17 17:23:03
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answer #1
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answered by gabytur 4
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A partir del s.V (a.d.C.) hay un período acerca del cual la Biblia guarda silencio, ya que termina con el profeta Malaquías, quien escribió su libro hacia el año 460 a.C. Hay, por tanto, un lapso de entre cuatrocientos a quinientos años en los cuales se produjeron grandes cambios en el pueblo de Israel. El período intertestamentario va desde la muerte de Alejandro el Grande a la de Antíoco Epifanes, o sea el período de los gobernantes judíos llamado "Macabeos". En resumen, es un período de la Historia de Israel desde los días de David hasta los de Daniel, Esdras y Nehemías.
2006-09-13 09:57:16
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answer #2
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answered by Laurabeatriz 4
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se lo conece como los siglos del silencio porque fue un periodo entre los testamentos (viejo y nuevo testamento) donde hubo poca accion de parte del espiritu santo , como consecuencia la humanidad decayo aun mas. y por casi 400 no se profetisaba ni se hablaban de las cosas de dios. fue un periodo donde se yamo a silencio espiritual.
2006-09-13 09:08:29
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answer #3
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answered by Anonymous
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