Ese otro que aparece en mí
Alberto Constante
Los sufrimientos son enormes, pero es preciso ser fuerte, haber nacido poeta, y yo me he reconocido poeta... Rimbaud
Los sufrimientos son enormes,
pero es preciso ser fuerte,
haber nacido poeta, y yo
me he reconocido poeta.
No es esto toda mi falta.
Es falso decir: Yo pienso.
Se debería decir: Se me piensa.
Perdón por el juego de palabras.
Yo es otro?.(1)
Rimbaud
Nuestro prójimo no es nuestro vecino,
sino el vecino de los demás».
Así es como piensan todos los pueblos.
Nietzsche
No hay manera de equivocarse cuando está un ser humano delante de nosotros: sabemos que él es otro, nuestro semejante, aunque no estemos familiarizados con él, como individuo. Lo mismo ocurre con sus testimonios, las huellas que va dejando a su paso por la vida, los innumerables símbolos que él construye y que nos indican su presencia. No confundimos la obra humana con las llamadas antropomórficamente, obras de la naturaleza. Todo lo que emana del ser humano exhibe su filiación. En verdad, esos productos vitales no acaban de desprenderse de ese al que llamamos ser humano, cuando actúa; se integran en su mismo ser, porque al final de cuentas el ser humano no es otra cosa que su propia actividad. Quizá no sabemos quién es él, pero sí sabemos que él es un otro semejante a mí y que todo lo que es él, de un modo u otro me afecta, me sabe a mí porque de hecho él habita en mí, es ese otro que es él pero que soy yo al mismo tiempo. No sé quién es él pero sí sé que es un ser igual que yo.
Por ello, lo que hacemos es poner oído atento a lo que va decir, porque esto no lo sabemos nunca de antemano. El ser aquí no es más, ni menos, que el ser ahora, y puede ser distinto en un ahora posterior. La experiencia nos proporciona una seguridad ontológica y una incertidumbre existencial. La seguridad es implícita. Con la incertidumbre respecto del otro yo contamos siempre para organizar nuestra coexistencia. Resalta, pues, que el ser humano es el único ser cuya existencia es organización, proyecto orgánico, para lo cual se requiere que la experiencia nos ofrezca alguna base firme. La memoria, por ejemplo, nos asegura que hay continuidad en el yo; que por esto puedo hablar de ?mí mismo?, cuando recuerdo que en mi pasado fui distinto; que puedo hablar del tú, y él puede hablar de mí, incluso cuando mi comportamiento lo sorprende.
El otro nunca es un desconocido. Si parece desconocido es porque su existencia es gestora de novedades y como éstas dependen de diversos factores, ni el propio gestor puede anticipar el importe de esa novedad que se está gestando en él mismo. La incógnita aparece en el nivel vital o existencial, pero no en el nivel ontológico y la distinción entre estos dos niveles es necesario mantenerla rigurosamente. El individuo puede ser un extraño, como tal sujeto, en su individualidad óntica, pero no como tal humano. No sabremos quién es, pero sabemos bien, muy bien, qué es.
La misma extrañeza de su ser, cuando es un desconocido, corrobora que lo conocemos ya simbólicamente, como un semejante. Es decir, la identidad y la alteridad son construcciones intelectuales que se confirman en su carácter relacional y se afirman en la singularidad y la diferencia. La singularidad reclama necesariamente un exterior de confrontación que mida a la identidad en tanto son construcciones que inauguran el campo de lo humanamente posible. La diferencia, presencia fantasmagórica de la singularidad, necesita poseer un ?locus? que también habilite y permita su existencia. Por tanto no hay identidad que no postule al mismo tiempo una alteridad: no hay el Mismo fuera del Otro(2). La individualidad ofrece innumerables determinaciones concretas, todas ellas singulares. Ignoro qué clase de hombre es ése, como se dice, y habré de frecuentarlo para reforzar, o corregir, o enriquecer en todo caso mi primera impresión. Ninguna ciencia puede explicar cómo y por qué difieren Sócrates y Nietzsche, Platón o Heidegger, Schopenhauer y Hegel, como tampoco pueden explicar cómo y por qué son semejantes. Aquí podríamos señalar que esos hombres son dos modos de ser diferentes y la continuidad histórica es justamente la condición que hace posible su comunidad a través del tiempo. Como dice Deleuze: Yo es Otro porque es hecho otro por los otros, y recíprocamente.
2006-09-09 20:17:37
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answer #6
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answered by brian m 4
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