Las personas más hipócritas de la tierra
¿El general Michel Aoun, como hombre íntegro que es, está a punto de dejar pasar un acontecimiento histórico?
Los políticos, periodistas e intelectuales del Líbano han experimentado en estos días el shock de sus vidas. Ellos sabían muy bien que el Hezbollá había constituido un estado independiente dentro de nuestro país, un estado que incluye a todos los ministerios e instituciones paralelas, duplicando a las del Líbano. Lo que ignoraban y que ahora descubren por medio de esta guerra y que los paraliza de sorpresa y terror, son las dimensiones de esta fagocitosis.
De hecho, nuestro país se había convertido en una extensión de Irán, y nuestro así llamado poder político servía además de cobertura política y militar a los islamistas de Teherán. De pronto descubrimos que Teherán había almacenado en nuestro territorio más de 12.000 misiles de todos los tipos y calibres, y que paciente y sistemáticamente había organizado una fuerza suplementaria con la asistencia de los sirios, que se fue apoderando día tras día de todas las habitaciones de la casa del Líbano. Imagínense ustedes que nosotros albergamos en nuestro territorio misiles tierra a tierra, los Zilzal, y que el disparo de tales artefactos, sin nuestro conocimiento, tiene el poder de desatar un conflicto estratégico regional, y potencialmente la aniquilación del Líbano.
Sabíamos que Irán, por intermedio del Hezbollá estaba construyendo una verdadera línea Maginot en el sur, pero las imágenes de Maroun-el-Ras y de Bint Jbail son las que nos revelaron la amplitud de esos trabajos. Una dimensión que de golpe nos ha hecho entender varias cosas, y que ya no éramos los dueños de nuestra suerte.. Que no poseíamos siquiera los medios más básicos para invertir el curso de ese estado de cosas, y que aquellos que habían transformado a nuestro país en la base de combate avanzada de su doctrina islámica contraria a Israel, no tenían la menor intención de renunciar voluntariamente a su dominio.
Los debates sobre la salvación nacional referidas a la resolución 1559, y que abarcaban a la mayoría de los movimientos políticos libaneses, no eran más que engaña bobos. Irán y Siria no habían invertido miles de millones de dólares para militarizar al Líbano, donde librar sus batallas, para acceder luego a los deseos de los libaneses y de la comunidad internacional, de tomar su quincallería y mandarse a mudar a sus propios países.
Y después la indecisión, la cobardía, la división e irresponsabilidad de nuestros dirigentes son tales, que no se han esforzado siquiera en demostrar sus talentos. No sintieron la necesidad de enfrentar con brazo de hierro a los demás componentes políticos del país de los cedros. Estos últimos demostraron y siguen demostrando que son inconsistentes.
Es cierto que nuestro ejército, reformado durante los años por los ocupantes sirios, a fin de que no pudiera ya cumplir con su rol de protector de la nación, no poseía la capacidad de medirse con los milicianos del Hezbollá. Nuestro ejército, a quien es más peligroso llamar, teniendo en cuenta los explosivos equilibrios que constituyen a cada una de sus brigadas, que encerrarlo bajo doble llave en sus cuarteles. Una fuerza que aún es leal a sus antiguos señores del extranjero, al punto de ser incontrolable; al punto de haber colaborado con los iraníes para poner a NUESTROS radares costeros a disposición de sus misiles, que estuvieron a punto de hundir una nave israelí frente a Beirut. Los elementos del gobierno que no pertenecen al Hezbollá, ignoraban, así dicen, la existencia de misiles tierra-mar en nuestro territorio. Ello ha causado la destrucción ultra justificada por el ejército de los hebreos, de todos NUESTROS radares. Así y todo nos estamos salvando de una buena en medio de este embrollo.
Es fácil ahora lloriquear y hacernos cargo en forma hipócrita del rol de víctimas. Somos entendidos en lograr que nos tengan lástima, y en pretender que nosotros nunca somos responsables de los horrores que ocurren regularmente sobre nuestra tierra. ¡Por supuesto que eso no es más que una patraña! La resolución 1559 del Consejo de Seguridad, que exige de NUESTRO gobierno el despliegue de NUESTRO ejército sobre NUESTRO territorio soberano, a lo largo de NUESTRA frontera internacional con Israel, y el desarme de todas las milicias activas en NUESTRA tierra, ha sido votada el 2 de septiembre de 2004.
Tuvimos dos años para implementar esta resolución y para garantizar de este modo un futuro apacible para nuestros hijos, pero estrictamente no hemos hecho nada al respecto. Nuestro mayor crimen - ¡que no es el único! - no fue el de no lograrlo, sino el de no haberlo siquiera intentado. Y de ello son culpables únicamente los lamentables políticos libaneses.
Nuestro gobierno, incluso después de la partida de los ocupantes sirios, ha permitido que las naves y los camiones repletos de armas fluyeran hacia nuestro país, sin preocuparse siquiera de controlar el cargamento de los mismos. Ha hipotecado las chances de renacimiento de este país, confundiendo a la Primavera de Beirut con la liberación de Beirut. De hecho acabábamos de obtener solamente una chance, una especie de moratoria inesperada, que nos permitía tomar nuestro futuro en nuestras manos.
Decir que no fuimos capaces siquiera de ponernos de acuerdo para “colgar” a Emile Lahoud - la marioneta de Al-Assad - en la Plaza de los Mártires, y que sigue siendo presidente de los que se empecinan ciertas personas en llamar nuestra república… No hay que buscar demasiado, ni más lejos: somos lo que somos, lo que no es decir mucho.
Todas las personas que asumen responsabilidades públicas e informativas en este país son responsables de la catástrofe. Salvo aquellos de mis colegas, periodistas y editores, que murieron asesinados por los matones sirios, porque eran claramente menos cobardes que aquellos que les han sobrevivido. ¡Y Lahoud permanece en Baabde! (sede del palacio presidencial de la República del Líbano. N.de la R.)
Y cuando hablo de catástrofe, no me refiero a la acción realizada por Israel para responder a la agresión de sus civiles y de su ejército, que se produjo desde nuestro territorio y nosotros no hicimos nada para evitarla, y por lo tanto somos responsables de ello. Toda escapatoria de esa responsabilidad - ¡aquí ciertas personas no tienen las mínimas nociones del derecho de las naciones, para entenderlo! - significa que el Líbano en su calidad de estado, no existe.
La hipocresía continúa: incluso ciertos editorialistas del respetable L’Orient -le-Jour dan la espalda al salvajismo de Hezbollá y de los israelíes. ¡Vergüenza! ¡Flojedad! ¿Y nosotros, quiénes somos en esta fábula? ¿Las pobres víctimas ad aeternum de las ambiciones de los demás?
Los políticos, o sostienen esta tesis insensata o callan. Aquellos, de los que uno esperaba que hablaran para salvar nuestra imagen, callan igual que los otros. Y yo aludo precisamente al general Aoun, que podía haberse movido para proclamar la verdad. Incluso su enemigo, Walid Joumblatt, jefe de los drusos, se ha expresado en forma menos vaga.
¿Víctima? ¿El Líbano? ¡Qué broma!
Antes del ataque israelí ya no había Líbano; no era más que un holograma. En Beirut, los ciudadanos inocentes como yo tenían prohibido el acceso a ciertas zonas de su propia capital. Pero nuestra policía, nuestro ejército y nuestros jueces también tenían la entrada prohibida. Ese fue el caso, por ejemplo, del perímetro de comando del Hezbollá y de los sirios en el barrio de Haret Hreik (en rojo sobre la fotografía de satélite. Un cuadrado de un kilómetro de lado, una capital dentro de la capital, permanentemente guardado por un ejército de Horla [1], que posee sus propias instituciones, sus escuelas, sus guarderías, sus tribunales, su radio, su televisión, y sobre todo… su gobierno. Un “gobierno” que decidió solo en lugar de los figurantes del Libanés - ¡en el que Hezbollá también tiene sus ministerios! - de agredir a un estado vecino, con el que no tenemos ninguna diferencia substancial o fundada, y de este modo lanzarnos a NOSOTROS a un conflicto sangriento. Y si atacar a un estado soberano en su propio territorio, asesinar a ocho de sus soldados y de secuestrar a otros dos, y simultáneamente tirar cohetes sobre nueve de sus aldeas no constituye un casus belli, habría que revisar en forma concienzuda la definición de este principio jurídico.
Entonces casi todos esos políticos cobardes, incluidos numerosos líderes religiosos chiitas, bendicen cada bomba que cae de un F-16 judío, y viene a reducir a un estado lunar el insulto a nuestra soberanía que era Haret Hreik, en pleno corazón de Beirut. Sin los israelíes, ¿cómo hubiésemos hecho para recibir otra chance - que de ningún modo merecíamos - de reconstruir nuestro país?
¡Cada fuerte iraní-sirio que Jerusalem destruye, cada combatiente islámico que elimina, permite al Líbano revivir proporcionalmente! Los soldados de Israel realizan, una vez más, nuestro trabajo. Nuevamente, como en 1982, asistimos, como cobardes, atrincherados, lamentables e insultándolos además, a su heroico sacrificio, que nos permite conservar nuestra esperanza de no ser tragados en las entrañas de la tierra. Ya que, evidentemente, por habernos desentendido del sur del Líbano, como de nuestra última camisa, de haber dejado a extranjeros los privilegios que nos pertenecen, ya no estamos en condiciones de recuperar nuestra independencia y soberanía. Si, al final de esta guerra, el ejército libanés retoma el control de su territorio y se quita de encima el estado dentro de su estado, que intentó asfixiar a este último, eso se lo deberemos únicamente a Tzahal (ejército de defensa de Israel, N. del T.), y eso lo saben perfectamente esos políticos cobardes, desde el estafador Fouad Siniora hasta Saad Hariri, el hijo del saqueador del Líbano, y el derecho general Aoun.
En cuanto a las destrucciones causadas por los israelíes… esa es otra impostura. ¡Observen el mapa satélite! He colocado lo mejor que pude, EN PROPORCIONES CORRECTAS, las zonas de mi capital destruidas por Israel. Se trata de Haret Hreik - totalmente - y de las viviendas de los jefes de Hezbollá, situadas en los arrabales chiítas de Dayaa (así lo escriben ellos), y que yo marqué en azul.
Además de esas dos zonas, Tzahal ha hecho volar un edificio del comandante de Hezbollá, de 9 pisos, en la city de Beirut, un poco más arriba en el mapa de Haret Hreik, y ligeramente a la izquierda (noreste). Se trata del “perchero” de Nasralla, en medio de la ciudad, desde el cual él afirmaba su presencia y predominio sobre nosotros. Un depósito de armas sirias en el puerto, dos radares del ejército, que los oficiales chiítas habían puesto a disposición de Hezbollá, y un camión sospechoso de transportar armas, en el barrio cristiano de Ashrafieh.
Además fueron puestas fuera de funcionamiento las estructuras ruteras y aeropuertarias, que servían para proveer de armas y municiones a Hezbollá. Fuera de eso, Tzhal no ha tocado ni deteriorado nada, y todos aquellos que hablan de la “destrucción de Beirut” son ya sea mentirosos, iraníes, antisemitas o ausentes. Incluso las casas situadas a una callejuela de distancia de los objetivos mencionados no fueron tocados, ni sufrieron siquiera un rasguño. Al observar semejante trabajo, uno entiende el significado del concepto “impactos quirúrgicos”, y puede uno admirar la destreza de los pilotos judíos.
Beirut, todo el resto de Beirut, el 95% de Beirut vive y respira mejor que hace dos semanas. Todos aquellos que no hicieron causa común con el terrorismo saben que no tienen estrictamente nada que temer de los aviones de Israel. ¡Bien lo contrario! A título de ejemplo, anoche, el restaurante al que fui a comer estaba repleto, y tuve que esperar hasta las 21,30 para conseguir una mesa. Todos estaban sonrientes, relajados, pero nadie los filma: ¿extraña destrucción de Beirut, verdad?
Es cierto que hay unos 500.000 refugiados del sur, que viven una verdadera tragedia, y ellos no se sonríen. Pero Jean (Tsadik, N.de la R.), que tiene los ojos puestos fijamente sobre Kfar Kileh, y me consta que se le puede creer hasta la última palabra, me asegura que la casi totalidad de las casas de los mencionados refugiados están intactas. De modo que podrán regresar cuando el Hezbollá haya sido vencido.
La derrota de los integristas chiítas, de obediencia iraní, es inminente. Los datos comunicados por los secuaces de Nasralla y por la Cruz Roja Libanesa son engañosos. Ante todo, de los 400 muertos declarados por el Líbano, sólo 150 son verdaderas víctimas colaterales de la guerra. Los otros eran milicianos sin uniformes, al servicio de Irán. El reportaje fotográfico de Stéphane Juffa, Les civils des bilans libanais… para nuestra agencia, constituye hasta la fecha la única prueba tangible de esa gigantesca y mórbida manipulación, lo cual realza la eminente importancia de ese documento.
Por lo demás, la organización de Hassan Nasralla no ha perdido 200 combatientes, como lo afirma Tzahal. Esa cifra solamente se refiere a los caídos en combates realizados en la frontera, subestimada por los israelíes por una razón que ignoro en sólo cien milicianos eliminados. El balance real de las pérdidas del Hezbollá, el que incluye a los muertos en Beirut, la Bekaa, Baalbeck, en otros campos, bases de lanzamiento de cohetes y misiles, depósitos de armas y municiones, se eleva a otros 1.100 milicianos de Hezbollá suplementarios, que decididamente han dejado de aterrorizar y humillar a mi país.
Como la inmensa mayoría de los libaneses, ruego para que nadie ponga fin al ataque israelí antes de que haya terminado de deshuesar a los terroristas. Ruego para que los soldados hebreos penetren hasta todos los recovecos del sur libanés, para expulsar, en nuestro lugar, a la chusma alojada en ellos. Como la inmensa mayoría de los libaneses, he puesto al fresco el champán para festejar la victoria de los israelíes.
Pero, contrariamente a ellos, reconozco, parafraseando a Michel Sardou (cantante francés, N.delT.), que ellos no sólo combaten por nuestra libertad, ¡sino que libran otra batalla “donde tú no estabas”! Y en nombre de mi pueblo, quiero expresar mi reconocimiento infinito a los padres de las víctimas israelíes, civiles y militares, cuyos seres queridos también cayeron para que yo pueda vivir erguido en mi identidad. Quiero que sepan, que lloro con ellos.
En cuanto a la banda patética que se enriquece al mando de mi país, es hora de que comprenda que después de esta guerra, después que nuestros aliados naturales nos hayan liberado de aquellos que nos impedían reconstituir un estado, un cese de fuego o un armisticio no serán suficientes. Para asegurar el futuro del Líbano, hará falta que comprendan que ha llegado el momento de hacer las paces con aquellos contra quienes no tenemos razón alguna de hacer la guerra. En efecto, solamente la paz asegurará la paz. Hace falta que alguien se los diga, porque en este país no se ha aprendido aún lo que son las perogrulladas…
[1] Michaël Béhé alude a Horla, un libro de Guy de Maupassant. (N. de la R.)
2006-09-07 17:52:46
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answer #1
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answered by morticia_df 3
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