Sólo transcribo esto (que estoy seguro nadie leerá) a los fines de hacer comprender que la depresión, en el sentido clínico de la psiquiatría, es un asunto muy complejo, que nada tiene que ver con el fácil consejo de "andá al cine a ver una película, distraete". No es tan simple, muchachos.
Se trata de una enfermedad mental, que debe ser diagnosticada por profesionales de la salud, no un tema opinable al paso.
"Escala de Hamilton para la depresión:
1. Humor deprimido - (tristeza, depresión, desamparo, inutilidad)
0. Ausente
1. Estas sensaciones se indican solamente al ser preguntado
2. Estas sensaciones se relatan oral y espontáneamente
3. Sensaciones no comunicadas verbalmente, es decir, por la expresión facial,
la postura, la voz, y la tendencia al llanto
4. El paciente manifiesta estas sensaciones en su comunicación verbal y no
verbal de forma espontánea
2. Sensación de culpabilidad
0. Ausente
1. Se culpa a sí mismo, cree haber decepcionado a la gente
2. Ideas de culpabilidad, o meditación sobre errores pasados o malas
acciones
3. La enfermedad actual es un castigo. Ideas delirantes de culpabilidad
4. Oye voces acusatorias o de denuncia y/o experimenta alucinaciones visuales amenazadoras
3. Suicidio
0. Ausente
1. Le parece que la vida no merece la pena ser vivida
2. Desearía estar muerto o tiene pensamientos sobre la posibilidad de morirse
3. Ideas de suicidio o amenazas
4. Intentos de suicidio (cualquier intento serio se califica 4)
4. Insomnio precoz
0. Ausente
1. Dificultades ocasionales para dormirse, por ejemplo, más de media hora
2. Dificultades para dormirse cada noche
5. Insomnio medio
0. Ausente
1. El paciente se queja de estar inquieto durante la noche
2. Está despierto durante la noche; cualquier ocasión de levantarse de la
cama se califica 2 (excepto si está justificada: orinar, tomar o dar
medicación, etc.)
6. Insomnio tardío
0. Ausente
1. Se despierta a primeras horas de la madrugada pero vuelve a dormirse
2. No puede volver a dormirse si se levanta de la cama
7. Trabajo y actividades
0. Ausente
1. Ideas y sentimientos de incapacidad. Fatiga o debilidad relacionadas con su actividad, trabajo o aficiones
2. Pérdida de interés en su actividad, aficiones, o trabajo, manifestado directamente por el enfermo o indirectamente por desatención, indecisión y vacilación
3. Disminución del tiempo dedicado a actividades o descenso en la productividad
4. Dejó de trabajar por la presente enfermedad
8. Inhibición (lentitud de pensamiento de palabra, empeoramiento de la concentración, actividad motora disminuída)
0. Palabra y pensamiento normales
1. Ligero retraso en el diálogo
2. Evidente retraso en el diálogo
3. Diálogo difícil
4. Torpeza absoluta
9. Agitación
0. Ninguna
1. «Juega» con sus manos, cabellos, etc.
2. Se retuerce las manos, se muerde las uñas, los labios, se tira de los cabellos, etc.
10. Ansiedad psíquica
0. No hay dificultad
1. Tensión subjetiva e irritabilidad
2. Preocupación por pequeñas cosas
3. Actitud aprensiva aparente en la expresión o en el habla
4. Terrores expresados sin preguntarle
11. Ansiedad somática
0. Ausente
1. Ligera
2. Moderada
3. Grave
4. Incapacitante
Signos fisiológicos concomitantes de la ansiedad como:
Gastrointestinales: boca seca, flatulencia, diarrea, eructos, retortijones
Cardiovasculares: palpitaciones, cefalalgias
Respiratorios: hiperventilación, suspiros
Frecuencia urinaria
Sudoración
12. Síntomas somáticos gastrointestinales
0. Ninguno
1. Pérdida del apetito, pero come sin necesidad de que lo estimulen. Sensación de pesadez en el abdomen.
2. Dificultad en comer si no se le insiste. Solicita o necesita laxantes o medicación intestinal para sus síntomas gastrointestinales
13. Síntomas somáticos generales
0. Ninguno
1. Pesadez en las extremidades, espalda o cabeza. Dorsalgias, cefalalgias, algias musculares. Pérdida de energía y fatigabilidad
2. Cualquier síntoma bien definido se califica 2
14. Síntomas genitales
0. Ausente
1. Débil
2. Grave
3. Incapacitante
Síntomas como
Pérdida de la libido
Trastornos menstruales
15. Hipocondría
0. No la hay
1. Preocupado de sí mismo (corporalmente)
2. Preocupado por su salud
3. Se lamenta constantemente, solicita ayudas, etc.
4. Ideas delirantes hipocondríacas
16. Pérdida de peso (completar A o B)
A. Según manifestaciones del paciente (primera evaluación)
0. No hay pérdida de peso
1. Probable pérdida de peso asociada con la enfermedad actual
2. Pérdida de peso definida (según el enfermo)
B. Según pesaje hecho por el psiquiatra (evaluaciones siguientes)
0. Pérdida de peso inferior a 500 g en una semana
1. Pérdida de peso de más de 500 g en una semana
2. Pérdida de peso de más de 1 kg en una semana (por término medio)
17. Insight (conciencia de enfermedad)
0. Se da cuenta de que está deprimido y enfermo
1. Se da cuenta de su enfermedad pero atribuye la causa a la mala alimentación, clima, exceso de trabajo, virus, etc.
2. Niega que esté enfermo"
"Escalas y Cuestionarios de Evaluación (Beck, HAM-D, Zung). Marcadores biológicos y métodos complementarios de diagnóstico (métodos neuroquímicos, endocrinológicos, y neurofisiológicos, neuroimágenes estructurales y funcionales)
Escalas y Cuestionarios
La evaluación de la depresión implica necesariamente muchos niveles de atención. Por ejemplo, un diagnóstico adecuado puede derivar de la evaluación psicofarmacológica, la historia social y familiar, las entrevistas diagnósticas estructuradas, las puntuaciones psiquiátricas y/o de conducta y de los cuestionarios y escalas de autoinforme. Como hasta ahora no ha sido posible aislar un marcador fenotípico efectivo para la depresión, lo más indicado es combinar varias de las perspectivas mencionadas si el objetivo es el diagnóstico de la depresión mayor.
Sin embargo, cuando la falta de recursos y de tiempo obliga al clínico y al investigador a utilizar sólo una de las fuentes anteriores, los cuestionarios y escalas, sean o no del tipo de autoinforme, es posible que se utilicen sin demasiadas precauciones. No obstante, estos instrumentos son muy útiles cuando se utilizan bien. En este capítulo consideraremos algunos de estos instrumentos, haciendo hincapié en su fiabilidad y validez.
Los cuestionarios y escalas de la depresión son adecuados, sobre todo, para evaluar la intensidad y frecuencia de los síntomas y rasgos depresivos. También se utilizan para el análisis de los patrones sintomáticos. Debido a que las personas deprimidas son más precisas al explicar su estado que otros pacientes psiquiátricos (p. ej., los esquizofrénicos, los individuos con trastornos de conducta, etc.), la utilidad de este tipo de medidas en esta población es obvia.
La aparición de entrevistas estructuradas y de diagnósticos más fiables basados en estándares objetivos, como los Criterios Diagnósticos de Investigación (Research Diagnostic Crieteria-RDC), de Spitzer, Endicott y Robins (1978), y el DSM-III y el DSM-IV (American Psychiatric Association, 1980, 1994), ha causado un gran impacto en la psiquiatría y psicología contemporáneas.
Evaluación de las escalas más utilizadas
1) El Inventario de Depresión de Beck (BDI) (Para obtener la escala coloque el cursor sobre la URL.)
http://www.med-site.com.ar/default.asp?t=sim&id=700&id_especialidad=7
La medida de autoinforme de la depresión más extendida y utilizada es el Inventario de Depresión de Beck. Aunque fue diseñado para entrevistadores entrenados, esta escala de 21 items y un formato alternativo de cuatro respuestas múltiples se puso rápidamente en circulación con un formato de autoinforme tanto en los campos de investigación como en el campo clínico. A pesar de su utilización masiva, el BDI fue revisado en 1971 y registrado en 1978 (Beck, Rush, Shaw y Emery, 1979). Se puede adquirir en los editores de tests y dispone de normas de uso y puntuación computarizados.
El BDI refleja más de 30 años de investigación y más de 1.000 estudios. Se han publicado pocas revisiones completas de sus propiedades psicométricas, fuera de las publicadas por el grupo de Beck. La revisión más completa, hasta la fecha, fue realizada por Beck, Steer y Garbin en 1988.
Descripción: Beck y cols. (1988) destacaban que entre las dos versiones sólo se habían mantenido intactos 6 de los 21 items originales. Beck y Steer (1984) analizaron la constencia interna y las propiedades de los items de la versión original de la revisada, y comprobaron que era bastante similar. Lightfoot y Oliver (1985) observaron una alta correlación entre ambos instrumentos en una muestra de estudiantes universitarios (r= 0,94). Aunque la versión de 1961 mostraba unas puntuaciones medias algo más bajas que la de 1978.
También se ha utilizado una versión corta del BDI (13 items) (Beck y Beck, 1972). Aunque las dos formas correlacionaron bien, se ha realizado poca investigación con la versión corta, y la estructura factorial parece significativamente diferente (Berndt, 1978; Gould, 1982). La fiabilidad parece adecuada en los estudios citados, pero la forma corta debe utilizarse con precaución en la actualidad, hasta que haya recibido un estudio más exhaustivo.
Fiabilidad: El que el BDI fuera la primera medida de autoinforme que ofrecía una fiabilidad aceptable es una razón que justifica su fama mundial. La consistencia interna oscila entre un coeficiente bajo de 0,73 en una población no clínica, y 0,95 en dos estudios distintos.
La consistencia interna parece adecuada tanto para las muestras clínicas como para las no clínicas. Las muestras psiquiátricas, así como las no psiquiátricas, suelen mostrar una consistencia de entre 0,80 y 0,90.
Es difícil evaluar la fiabilidad test-retest, ya que las instrucciones del formato de 1961 se redactaron más como una medida de estado, mientras que las de la versión de 1978 perseguían unas respuestas más caracterológicas. Dos de las fiabilidades test-retest más bajas fueron publicadas con las instrucciones para evaluar el estado. Bailey y Coppen (1976) informaron de una r = 0,65 de 1 semana, y May, Urqyhart y Tarran (1969) una faibilidad de 0,48 de 3 semanas. Ambos estudios utilizaron muestras psiquiátricas, lo cual ha podido aportar una mayor variabilidad.
En las muestras no psiquiátricas, la mayor fiabilidad test-retest fue la conseguida por Lightfoot y Oliver (1985) sobre 2 semanas (0,90).
Los coeficientes que se suelen hallar están situados entre el 0,60 y el 0,70 adecuados a períodos de 1 semana a 4 meses.
Validez: A causa de las numerosas investigaciones realizadas con el BDI, la información sobre la validez de este instrumento es muy abundante. Los coeficientes de correlación de la validez concurrente son de aproximadamente 0,70 para la Escala de Depresión de Hamilton, teniendo en cuenta que el límite inferior es de 0,41 y el superior de 0,86.
Las correlaciones con la escala de Zung tienden a ser adecuadas, salvo en algunos estudios que utilizan muestras no clínicas. Para el BDI, la validez de constructo es amplia y algunas variables tan importantes como la dificultad de sueño REM o las conductas suicidas han demostrado su gran utilidad. También se ha estudiado la estructura factorial, como mínimo en los últimos 20 estudios (véase la revisión en Beck y cols., 1988).
Conclusiones generales: Son varios los problemas del BDI que debemos considerar. En primer lugar, existe una gran desviación en las poblaciones no clínicas, lo cual provoca que la sensibilidad para los cambios sutiles del estado de ánimo sean difíciles de medir. Es aconsejable combinar el BDI con una entrevista diagnóstica estructurada o con una evaluación del observador. El BDI garantiza su utilidad en los estudios clínicos o de investigación, para medir la intensidad del estado de ánimo deprimido o como medida de sondeo para detectar casos potenciales de depresión.
2) Escala de Depresión de Zung (Para obtener la escala coloque el cursor sobre la URL.)
http://www.med-site.com.ar/default.asp?t=sim&id=698&id_especialidad=7
La Escala de Depresión de Zung (Self-Rating Depresión Scale-SEDS; 1965) ha sido uno de los instrumentos de autoinforme más utilizados, especialmente en los campos médicos y psiquiátricos. Su sencillez de manejo y puntuación la convierte en un instrumento muy atractivo.
Los sujetos deben responder a 20 items, en una escala de 4 puntos, estilo Likert, con extremos tipo “nunca o casi nunca” y “la mayor parte del tiempo”. La escala está equilibrada: la mitad de los items son sintomáticamente negativos y la otra mitad, positivos. Es muy fácil de puntuar con una plantilla de plástico y está disponible también en formato de escala puntuada por el entrevistador (Zung, 1972).
La SDS, como todos los instrumentos bien conocidos, no está libre de detractores. Debido a que los items se copiaron palabra por palabra de las entrevistas psiquiátricas, el vocabulario se considera poco adecuado para la población no psiquiátrica. Hamilton (1972) criticó la escala por no incluir items de hipocondría, culpa y retraso; Hamilton pensaba, asimismo, que el tema del suicidio no estaba bien tratado. Otro problema es que las puntuaciones extremas, que representan la frecuencia de la ocurrencia, tengan como consecuencia que los síntomas leves y persistentes cuenten más que los síntomas graves e infrecuentes. En los pacientes crónicos, el requisito de comparar su estado actual con las condiciones anteriores también presenta dificultades.
Fiabilidad: Sorprendentemente, se han llevado a cabo muy pocas investigaciones sobre la fiabilidad de la SDS de Zung, Knight, Waal-Manning y Spears (1983) informan de un coeficiente alfa de 0,79, que es modesto pero adecuado. La evaluación de la fiabilidad test-retest será un tema para investigaciones futuras.
Validez: Mientras que la información sobre la fiabilidad es insuficiente, su masiva utilización ofrece una información considerable sobre su validez. Mc Nair señaló que es uno de los instrumentos más sensibles para evaluar las intervenciones farmacológicas. Se han obtenido coeficientes de validez que oscilan entre un nivel adecuado y un buen nivel con el cuestionario de Hamilton, el de Beck y el Inventario de Depresión Multipuntuable.
La SDS parece que es capaz de distinguir entre los pacientes deprimidos y los no deprimidos normales (Zung, 1965). Por lo que respecta a los pacientes ambulatorios o los pacientes moderadamente deprimidos, no está tan clara su capacidad para discernir la intensidad de la depresión.
Conclusiones generales: La SDS de Zung, por su facilidad de manejo y su validez establecida en pacientes hospitalizados, continuará siendo utilizada, sobre todo en estudios sobre la eficacia de las intervenciones en pacientes hospitalizados. Se necesita más información sobre la faibilidad, en particular sobre la fiabilidad test-retest y, a causa del vocabulario utilizado para definir los extremos y de la falta de validez comprobada en pacientes menos deprimidos, la SDS debe utilizarse con precaución en pacientes no hospitalizados o no psiquiátricos. Puede tener algún valor como instrumento de sondeo, pero las puntuaciones de corte recomendadas no deberían sustituir los diagnósticos.
3) Escala de Depresión de Hamilton (Para obtener la escala coloque el cursor sobre la URL.)
http://www.med-site.com.ar/default.asp?t=sim&id=699&id_especialidad=7
Aunque algunos investigadores prefieren otras escalas de depresión, la Hamilton Rating Scale for Depression (HRSD, Hamilton, 1960) continúa siendo la más utilizada en la actualidad. La Escala de Hamilton puede utilizarse independientemente o extraerse de la entrevista estructurada SADS (Schedule for Affective Disorders and Schizophrenia; Endicott y Spitzer, 1978).
La escala original estaba constituida por 21 items, 17 de los cuales se utilizaban para la puntuación total, después de una entrevista breve (Hamilton, 1960). El instrumento actual se ha desarrollado a partir de dos modificaciones del cuestionario original. Se añadieron los puntos de anclaje de cada uno de los items. De los 17 items originales, 9 tienen una escala de puntuación del 0 al 4 y los 8 restantes, del 0 al 2. Además, se añadieron 3 items que evaluaban la indefensión, la desesperación y la sensación de inutilidad para utilizar en el Proyecto de Investigación de Colaboración para el Tratamiento de la Depresión del NIMH.
Las escalas de evaluación, como el cuestionario de Hamilton, presentan ciertas ventajas sobre las medidas de autoinforme. La principal ventaja es su capacidad para evaluar parámetros no cognitivos. Otra ventaja significativa es que el analfabetismo y la fuerte desorganización severa del paciente no interfieren en la evaluación.
Fiabilidad: Existe una información dispersa sobre la consistencia interna, aunque no nos sorprendería encontrar una baja fiabilidad, ya que el autor intentó evaluar un grupo de síntomas muy heterogéneos.
El material publicado por el autor es de una ambigüedad considerable en lo que respecta al entrenamiento del evaluador y es sorprendente que la fiabilidad entre los evaluadores sea tan buena. En la revisión de Hedlund y Vieweg (1979) se describen 9 estudios con una fiabilidad entre los evaluadores del 0,84 e incluso superior, y sólo uno con una fiabilidad inadecuadamente baja. O’Hara y cols (1983) afirman que puede conseguirse una fiabilidad aceptable (r= 0,76) con estudiantes del secundario que hayan recibido un entrenamiento de sólo 5 horas. La mayoría de los investigadores que utilizan la SADS cuentan tanto con la habilidad como con el entrenamiento adecuados, por lo que la versión extraída de la entrevista estructurada es, probablemente, fiable.
Los resultados de distintos autores indican que esta fiabilidad entre evaluadores puede estar por debajo de los 0,90.
Validez: La revisión de Hedlund y Vieweg (1979) ofreció la discusión más interesante. La escala mostró una validez concurrente adecuada tanto para las puntuaciones de los clínicos como para el BDI, la SDS o el Inventario de Depresión Multipuntuable.
La Escala de Hamilton ha sido muy utilizada para evaluar el impacto de las intervenciones terapéuticas tanto psicofarmacológicas como psicoterapéuticas. Una tendencia problemática es usar criterios específicos para definir un caso, típicamente una puntuación de corte de 17 para los pacientes hospitalizados o de 14 para los pacientes ambulatorios.
Cuando se combinan estos criterios con una entrevista diagnóstica estructurada y con otros criterios preferiblemente, este tipo de puntuación de corte puede ser útil. Incluso en estas circunstancias se necesitan nuevas investigaciones para clarificar el nivel óptimo de especificidad y sensibilidad.
Conclusiones generales: La Escala de Depresión de Hamilton (1960, 1967) es la más utilizada. Su fiabilidad entre los evaluadores es muy alta y representa evidencias importantes de una validez aceptable, aunque las investigaciones futuras sobre la fiabilidad (consistencia interna y fiabilidad test-retest) podría mejorar la escala. Con nuevos estudios psicométricos, este estándar tan longevo podría mejorar con el aumento de la consistencia interna, siempre que no se sacrifique la validez.
Cuando se utiliza con otras medidas de autoinforme o con cuestionarios como la SADS, la Escala de Depresión de Hamilton supone un excelente aporte para la batería de evaluación para identificar “casos” de depresión.
Marcadores biológicos y métodos complementarios de diagnóstico
Los estudios complementarios en nuestra especialidad (donde la clínica sigue siendo soberana) no alcanzan la relevancia que tienen en otras ramas de la salud. Sin embargo a veces nos permiten obtener diferentes marcadores biológicos que cumplen múltiples propósitos, como por ejemplo confirmar un diagnóstico presuntivo, aclarar un diagnóstico diferencial, orientarnos en la elección terapéutica y posibilitar el seguimiento evolutivo del cuadro psiquiátrico. La experiencia profesional deberá orientarnos en la solicitud de los mismos y sus resultados a su vez se pueden completar con evaluaciones psicológicas y neuropsicológicas. Los exámenes complementarios nos permiten realizar correlaciones neuroanatómicas, endocrinológicas, electrofisiológicas y bioquímicas presentes en las enfermedades mentales. Cabe destacar que, a partir de los mismos, no deberemos confundir correlación con causalidad, es decir, que los resultados de estos estudios nos aclaran fisiopatogenias y no etiologías.
Los marcadores biológicos pueden ser divididos a su vez en dos grandes grupos, cada uno con características propias, los llamados “marcadores de estado” y los “marcadores de rasgo”. Los marcadores de estado están presentes solamente durante la enfermedad (fenotípicos), desaparecen con la mejoría clínica, no están presentes en familiares y nos pueden dar cierta orientación pronóstica y terapéutica; en cambio los marcadores de rasgo son genotípicos, es decir que son permanentes, están presentes antes, durante y después de la enfermedad, se pueden detectar en familiares, indican vulnerabilidad y no nos brindan pronóstico alguno.
A medida que ha ido avanzando la tecnología y la investigación, cada vez contamos con mayor número de posibilidades para estudiar el sistema nervioso desde distintos ángulos. En la actualidad podemos clasificar a los estudios complementarios en psiquiatría en estudios neuroquímicos (dosajes de sustancias en plasma, orina, saliva, líquido cefaloraquídeo), neurofisiológicos (EEG, mapeo cerebral computarizado, polisomnografía, potenciales evocados, SPECT, PET, etc.), estudios estructurales (RX, TAC, RMN), estudios neuroendócrinos (dosajes y respuestas hormonales o tests frente a agonistas o antagonistas), y por último, estudios genéticos, área sobre la que cada vez tenemos más conocimiento.
Evidentemente existe una gran cantidad de información en la literatura internacional sobre los exámenes complementarios en nuestra especialidad, muchos resultados a veces son confusos, y otras veces contradictorios. Pasaremos a repasar aquí solamente los que han sido más estudiados y cuyos resultados han podido ser replicados.
Neuroquímica:
Los sistemas neuronales clásicamente implicados en la fisiopatogenia de la depresión son los sistemas serotoninérgico y noradrenérgico, y por lo tanto el dosaje de sus metabolitos (5-hidroxi-indolacético y 3-metil-hidroxi-fenilglicol, respectivamente) en orina, LCR y plasma ha sido intensamente investigado en los cuadros afectivos entre los años 1970 y 1990. Por otro lado, la Escuela de Psiquiatría Biológica Argentina ha profundizado desde sus inicios el estudio de otras moléculas tales como la feniletilamina (FEA), considerada un estimulante endógeno natural, y su derivado directo por catabolización a través de la monoaminooxidasa (MAO)-B, el ácido fenilacético (AFAT). En los últimos años se ha seguido incursionando en la investigación, entre otros, de la implicancia pronóstica y de respuesta al tratamiento de las alteraciones de la actividad de las enzimas MAO plasmática y plaquetaria y de los niveles plaquetarios de serotonina basales de los pacientes con trastornos del ánimo.
Neuroendocrinología:
La alteración en los niveles plasmáticos de cortisol en los pacientes con depresión es quizás el hallazgo biológico más replicado en la literatura científica internacional. Es habitual encontrar en estos pacientes niveles basales matutinos elevados de cortisol, y/o desaparición de la curva fisiológica diaria del mismo que ponen de manifiesto una alteración a nivel del eje hipotálamo-hipofiso-adrenal (HPA). Esta disregulación del eje HPA se iniciaría a nivel de estructuras superiores al hipotálamo, es decir, en la amígdala y el hipocampo. Por otra parte, el exceso de glucocorticoides conduce a una hiperactividad hipotalámica traducida en un aumento de dos neuropéptidos específicos, la arginina vasopresina (AVP) y el factor liberador de corticotrofina (CRF), responsable de la liberación de la hormona corticotrofina hipofisaria (ACTH), y esta a su vez de la liberación del cortisol adrenal, constituyendo el llamado eje HPA. El CRF ha sido sistemáticamente estudiado en líquido cefaloraquídeo (LCR), encontrándose elevado el neuropéptido en sí y el ARNm que codifica para el mismo, en pacientes depresivos y suicidas respectivamente. Por otra parte, se considera que el CRF elevado en LCR sería un marcador de estado para depresión mayor, ya que sus valores se normalizan luego del tratamiento antidepresivo y de la terapia electroconvulsiva (TEC), constituyendo un indicador de remisión prolongada. La falla en la normalización del CRF a nivel del LCR implicaría un mayor riesgo de recaídas.
En los pacientes depresivos se ha observado una curva chata de ACTH plasmático en respuesta a la inyección intravenosa de CRF. Este tipo de respuesta refleja una down regulation de receptores para CRF en el SNC (reportado por Nemeroff en corteza frontal de depresivos mayores). La respuesta de la ACTH al CRF i.v. también se normaliza luego del tratamiento y/o resolución sindromática del cuadro depresivo.
Estos hallazgos no pueden ser generalizados a todos los pacientes, sin embargo podemos concluir diciendo que por lo menos existe un subtipo de pacientes depresivos mayores donde se observa una disfunción global del eje HPA por hiperactividad del sistema CRF. Esta disfunción está avalada, desde la clínica, por la intolerancia al estrés propia de los pacientes depresivos, y desde el laboratorio, por una hipercortisolemia basal, un test de supresión a la dexametasona (DST) no supresor (en un 30 a 50% de los depresivos mayores), una curva de ACTH plana en respuesta al CRF i.v., una hipertrofia de la glándula adrenal y un incremento del CRF en el LCR.
Neurofisiología:
El mapeo de la actividad eléctrica cerebral o brain mapping (BEAM) es una técnica de registro topográfico que condensa información del EEG y la presenta en forma de mapas coloreados. La información registrada se vuelca sobre una matriz computarizada de más de 4000 elementos y a partir de ella se codifica un mapa basado en la cantidad de actividad eléctrica en cada punto cortical. Nuestra computadora podrá configurar así distintos “mapas” de las ondas cerebrales, e incluso podremos obtener patrones específicos para cada patología cerebral biológica. Aunque ningún patrón es patognomónico de ninguna patología, sí podemos definir algunos mapas sugerentes o compatibles con determinada enfermedad. Las opiniones de los diferentes investigadores en el campo no son coincidentes en algunos casos.
De todas maneras y a grandes rasgos, podemos observar un aumento de la presencia de ondas Alpha, con incremento de sus potencias relativas y absolutas en los pacientes que sufren de depresión endógena, y que puede ser importante, por ejemplo, para el diagnóstico diferencial con los pacientes con sintomatología depresiva debida a una demencia incipiente en curso, donde el patrón habitual de la actividad bioeléctrica es muy diferente (incremento generalizado de ondas Theta).
Neuroimágenes:
Otro ángulo desde el que se puede estudiar el funcionamiento del sistema nervioso central (SNC) en los trastornos afectivos es el de las neuroimágenes. Estas a su vez las podemos dividir en estructurales y funcionales, las neuroimágenes estructurales (tomografía computada y resonancia magnética nuclear) detectan alteraciones anatómicas en diversos niveles del SNC: sobre la sustancia blanca, lo que se ha dado en llamar leucoencefalopatías, que son hiperintensidades a nivel periventricular y en la sustancia blanca profunda. Teóricamente estos hallazgos tendrían que ver con fenómenos cerebrovasculares, más que con cuadros depresivos en sí, aunque su coexistencia está ampliamente demostrada desde hace varios años. A nivel de los ventrículos cerebrales existen más de 30 estudios con tomografía axial computada y con resonancia magnética nuclear en los que se evaluó el tamaño de los ventrículos cerebrales en cuadros depresivos mayores y se encontró una correlación positiva con el deterioro cognitivo del paciente, la reducción de la función tiroidea, los bajos niveles de 5-hidroxindolacético y con altos niveles de cortisol plasmático y urinario. Sobre el lóbulo frontal se encuentran algunos hallazgos particulares sobre todo a nivel de la corteza prefrontal. Un trabajo muy interesante sobre este aspecto es el estudio de Drevets del año 2000 en el que determina que en los pacientes depresivos, e incluso en los familiares directos que no están deprimidos en el momento del estudio, hay una reducción de hasta el 40% de la sustancia gris en la región que esta localizada entre la corteza prefrontal-ventral y la rodilla del cuerpo calloso. Este estudio neuroanatómico estructural además correlaciona con los resultados de estudios de neuroimágenes funcionales. Otras estructuras anatómicas que también están involucradas en la depresión mayor son el locus coerulius, el putamen, el caudado y el hipocampo: en todos ellos (y especialmente en el último) se ha determinado una reducción significativa de sus tamaños. Por otra parte, también se ha comprobado la existencia del aumento del volumen de la glándula hipófisaria y la glándula adrenal.
Actualmente se considera que hay tres estudios por neuroimágenes funcionales de relevancia: la tomografía computada por emisión de fotón simple (SPECT), la tomografía por emisión de positrón (PET) y la resonancia magnética nuclear funcional (RMNf), que nos van a reflejar la actividad sináptica aferente, sea excitatoria o inhibitoria, marcada por un aumento o disminución en el flujo cerebral o en el metabolismo en regiones cerebrales determinadas. En el caso de los trastornos afectivos la región cortical clave donde hay anormalidades del flujo cerebral vuelve a ser la corteza prefrontal como hemos dicho anteriormente, y a nivel de las estructuras subcorticales la amígdala y el tálamo. Esto en realidad no debería sorprendernos porque estas tres estructuras cerebrales participan en lo que se ha denominado “el circuito afectivo”. Otras regiones implicadas también en algunos estudios funcionales son las regiones parietales y temporales anteriores.
Bibliografía recomendada
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2006-09-07 06:08:57
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