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2006-08-31 06:25:02 · 21 respuestas · pregunta de Hack. 2 en Ciencias sociales Estudios de género

21 respuestas

Hola aqui todo lo relacionado con Juana de Arco

Juana de Arco (6 de enero de 1412, 30 de mayo de 1431), también conocida como la Doncella de Orleans, es la heroína nacional francesa y una santa de la Iglesia católica. Con solo 17 años encabezó el ejército real francés. Convenció al rey Carlos VII de que expulsaría a los ingleses de Francia y él le dio autoridad sobre su ejército en el sitio de Orléans, la batalla de Patay y otros enfrentamientos en 1429 y 1430. Estas campañas permitieron la coronación de Carlos VII. Como recompensa, el rey absolvió al pueblo natal de Juana de Domremy de pagarle anualmente (esta ley estuvo en vigor hasta hace cien años). Los borgoñones la capturaron y la entregaron a los ingleses. Los clérigos la condenaron por herejía y el duque Juan de Bedford la quemó viva en Ruán.

No obstante se reconoce su inocencia en una apelación del juicio después de su muerte en 1456 gracias a un proceso donde hubo muchos testimonios y se declararon herejes a los jueces que la habían condenado. Finalmente, ya en el siglo **, en 1909 fue beatificada y posteriormente declarada santa en 1920 por el Papa Benedicto XV.

Su fama se extendió después de su muerte: venerada por la Liga Católica en el siglo XVI, adoptada como símbolo cultural por los círculos patrióticos franceses desde el siglo XIX, fue una inspiración para las fuerzas aliadas durante la primera y Segunda guerra mundial. Actualmente es objetivo de interés en la República de Irlanda, Canadá, Reino Unido y los Estados Unidos. En el método del Escultismo es la Santa Patrona de las guías. Mucha gente ve a Juana de Arco como una mujer notable con valor, vigor y fe.

Las batallas de Juana de Arco fueron las responsables de la revitalización de la facción de Carlos VII durante la Guerra de los cien años.

Se desconoce su fecha exacta de nacimiento, pero se sabe que estaría entre los años 1407 y 1412.

No obstante, aún con el profundo consenso existente, algunos autores se han esforzado en decir que consiguió escapar a tiempo de las brasas gracias a una evasión y habría muerto unos cuantos años después, en 1449, ya casada. Esto se debe a la aparición de les llamadas "falsas Juanas de Arco", que aparecieron después de la muerte de la Pucelle.

Esto último nos propone la existencia de las dos tesis alrededor del estudio de su vida; “la clásica”, u oficial, que es la más conocida por todo el mundo y que ha movido muchas películas, libros… y “la heterodoxa”, defendida en base a otra interpretación de los textos a veces tapada por la primera, además de mezclar entre sus teorías las posteriores apariciones de las llamadas “falsas Juanas de Arco”. Así pues, sobre su vida, no siempre podemos hablar con certeza absoluta de lo que tradicionalmente se nos ha ofrecido.

Tabla de contenidos [ocultar]
1 El origen de Juana y el contexto de su tiempo
1.1 Su nombre
1.2 Sus padres
1.3 El nacimiento
1.4 El conflicto de la Guerra de los 100 Años
2 La infancia de Juana
2.1 Los incidentes en Domrémy
3 La misticidad de Juana
4 La misión
5 El segundo paso: el viaje hacia a Chinon
6 La desconfianza del Delfin
7 La campaña del Loira: Orléans
7.1 El asedio
7.2 La llegada de la resistencia
7.3 El Bastard y la liberación de la ciudad de Orléans
7.4 Las ciudades del Loira
8 La confirmación de la validez de la palabra de Juana: Reims
8.1 El viaje hacia a Reims
8.2 La coronación del Delfín en Reims
9 La otra epopeya: el camino hacia Ruán
9.1 La campaña en la Île de France
9.2 París
9.3 Las desavenencias de Juana con la Corte
9.4 ¿El ennoblecimiento de su familia?
9.5 El declive definitivo: las últimas campañas
9.6 Compiègne: la captura
10 El fin del viaje: el proceso en Ruán y la condena definitiva
10.1 La primera etapa de la cautividad de Juana
10.2 El proceso de Juana en Ruán
10.3 La fase final: los últimos días de Juana
10.4 Muerte
11 Compañeros de armas de Juana de Arco
12 Otros Datos
13 Juana de Arco en la cultura popular
13.1 En el cine
14 Véase también
15 Enlaces externos



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El origen de Juana y el contexto de su tiempo
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Su nombre
Siguiendo el hilo conductor del proceso realizado en Ruán a Juana, entre enero y mayo de 1431, podemos decir que no se llamaba Jehanne Darc sino que se hacía llamar “Dentro de mi pueblo se me llamaba Jehannette. En Francia, se me llamaba Jehanne desde mi llegada.” De esta manera, cuando fue preguntada por su nombre y apellidos, ella no dijo ni el de su madre ni el de su padre, como no lo había hecho nunca. Así, ella misma siempre se hizo llamar Juana la Doncella.

Sobre la palabra “Darc” como apellidos, se le añadió oficialmente a posteriori de forma oficial para referirse a ella, terminología que nos ha llegado hasta hoy. El hecho de no poner el apóstrofe a “Darc” para que quedase en “d'Arc” (en francés) es debido a que en la Edad Media no existía el acento.

Arco (Arc), pues, fue la palabra que se cogió del apellido del padre de ella, Jacques Darc, que a su vez venía de las raíces familiares de este, establecidas posiblemente en dos pueblos, Arc en Barrois o Art sur Meurthe; dos pueblos muy cercanos a donde se cree que nació la Pucelle (el 8 de mayo de 1429, la Pucelle d’Orléans, gracias al levantamiento del sitio per esta). Lo cierto, es que el nombre varía (Arc, Ars, Ai…) dadas las diferencias en la versión arcaica de Art sur Meurthe (donde se reduce la R). Y por lo relativo a la C final, esta realmente era muy utilizada en ocasiones remotas, ya que muchos escribanos podían poner una T o por ejemplo una E (Tarc, Dare, Day...). Será gracias a un poeta de Orléans hasta ahora desconocido en 1576 que encontramos ya la denominación actual Jehanne de Arco. Actualmente el nombre “Jehanne” se entiende como Jeanne.

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Sus padres
Juana, dijo sobre sus padres lo siguiente en el proceso: “Mi padre se llama Jacques Darc y mi madre Isabelle”. De esta manera se sabe que sus padres fueron Jacques Darc e Isabelle Romée. Isabelle Romée no era el nombre original, sino que era el sobrenombre que se dio a Isabelle de Vouthon (que pertenecía a la parroquia de Vouthon, hoy en el departamento de Charente, el número 16), como se hizo a otros una vez realizaban el peregrinaje “de Puy” (de la montaña) en vez del de Roma. De hecho, Juana no dio el apellido. Su padre Jacques era agricultor, que no era pobre pero que vio a regañadientes la venida de otro vástago más a su familia, ya que Juana tuvo tres hermanos mayores.

El hecho de que Juana nombrara de esta manera a sus padres, no cerraría definitivamente las puertas a la versión heterodoxa, si se cree que ella los consideraba padres, aunque adoptivos, porque era con los que había convivido siempre o, simplemente no sabía que era hija adoptiva; que en este caso explica que no solamente ella no habría nacido en Domremy sino que además fuera la hija adoptiva de Jacques y de Isabelle, sus padres reales, afirman, habrían sido Isabel de Baviera y Luís de Orléans. Este último era hermano del rey Carlos VI de Francia, y estos habrían llevado a la niña de sólo dos meses de edad a la villa de Domremy, discretamente; tal como establece una carta del caballero Perceval de Boulainvillers dirigida al Duque de Milán, Philippe-Marie Visconti, el 24 de junio de 1429. Así pues, cuando se refiere a la fecha de nacimiento de Juana como el 6 de enero de 1412, esta tesis concreta que el seis de enero fue la fecha de la llegada de Juana a Domremy, además de dar soporte al Papa Pío X en un decreto del 6 de enero de 1904, donde dio 1407 como año de nacimiento de Juana.

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El nacimiento
El profundo debate en que se vio involucrada la fecha de nacimiento de la Doncella de Orléans, no lo consiguió resolver ni ella misma en el proceso, cuando le preguntaron en el interrogatorio de identitad, qué edad tenía. Ella respondió lo siguiente: “alrededor de diecinueve años, creo”.

Casa natal de Juana, actualmente convertida en museoDe esta manera, aunque no estaba segura, la historiografía ha interpretado esta declaración al pie de la letra y de esta manera, restándole la fecha en la que se realizó esta pregunta en el proceso, el (24 de febrero de 1431), las cuentas dan el 1412 como la fecha más probable de nacimiento.

Del lugar, teóricamente es en Domrémy donde nació, tal y como ella dijo en el interrogatorio de identidad de su proceso, el 21 de febrero de 1431; “Yo he nacido en la villa de Domrémy”. Además añadió que era una villa dependiente de Greux (inmediatamente al norte de Domrémy) y que hoy ha pasado a llamarse Domrémy-la-Pucelle gracias a ella. Ambas pertenecen a la Mosa, en el actual departamento 55º de Francia, en la región de la Lorena.

Domrémy, además, fue también el lugar donde recibió el bautizo de manos del Padre Jean Minet.

Una leyenda se puso de moda posteriormente cuando Juana fue conocida en Francia, la cual contaba que el mago Merlín en el siglo VI profetizó que Francia sería salvada por una doncella virgen que vendría de un bosque de hadas.

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El conflicto de la Guerra de los 100 Años
El contexto que hizo famosa a Juana se remonta a los inicios del siglo X en una Francia muy vertebrada, como el resto del antiguo Imperio Romano donde el predominio normando en las costas del norte francés, se hacía cada día más evidente; esta cultura nórdica, llegó a bordear toda la costa europea: Francia, la Península Ibérica, otra vez Francia, hasta las tierras itálicas.

De esta manera, el rey francés, Carlos III, decidió someter al máximo dirigente normando, Rollon (forma latinofrancesa probablemente de Gange-Rolf (en noruego)) a su voluntad a cambio de unas tierras que prácticamente ya había conseguido mediante la rapiña de la costa; estas eran las del condado de Normandía. Gange-Rolf aceptó y se convirtió en duque, además de vasallo del rey. Así, su descendente, Guillermo el Conquistador, obtuvo una buena plataforma para atacar Inglaterra, en la batalla de Hastings, donde murió su rey, Harold, y así, además de Normandía, se hizo con la corona inglesa siendo por otro lado vasallo del rey francés.

De las relaciones franco-inglesas, (matrimonios principalmente) encontramos reyes de origen francés en la corona inglesa, como Plantagenet (Enrique II) de la casa d'Anjou y rey de Inglaterra del 1154 al 1189 entre otros títulos como el nombrado ducado de Normandía. Sería su dinastía, la que cumpliría el deseo de hacersese algún día con la corona de Francia y unir las dos coronas.

Felipe VI de Francia, en la Biblioteca Nacional de FranciaCerca del estallido de la guerra de los cien años, en 1337 los intereses más que evidentes de unificar las coronas se concretaron a la muerte del rey francés Carlos IV en 1328. Felipe de Valois, el francés y sucesor gracias a la ley Sálica (Carlos IV no había tenido descendencia masculina), se proclamó rey de Francia en 27 de mayo de 1328 (Felipe VI, pues). A la muerte de Carlos IV, ya se había convertido en regente por ser un Valois y de la rama de los Capetos como Carlos IV, además de ser el primer primo, mientras esperaban el nacimiento del hijo póstumo del rey difunto, que finalmente resulto ser una niña. El rey inglés, Eduardo III entonces, primo de Carlos IV porque su padre Eduardo II de Inglaterra estaba casado con la hermana de Carlos Isabel de Francia, el 26 de enero de 1340 en pleno conflicto armado, se declara rey de Francia (Eduardo III de Inglaterra y teóricamente I de Francia) aferrándose a sus pretendidos derechos a la corona francesa como primo de Carlos.

Felipe VI reclamó en 1337 el feudo de la Gascuña a Eduardo III (aferránodse a la ley feudal) después de incursiones en el Canal de la Mancha en el intento de restaurar el rey David II (aliado francés exiliado a Francia desde junio de 1333) al trono escocés diciéndole que no respetaba a su rey. A esto, el 1 de noviembre responde Eduardo III plantándose a las puertas de París mediante el obispo de Lincoln declarando que él era el candidato adecuado para ocupar el trono francés.

Inglaterra ganaría batallas como Crécy (1346) y Poitiers (1356) ya con el relevo de Juan II en lugar de Felipe VI y la participación del hijo de Eduardo, El príncipe Negro firmando un dominio inglés creciente. A partir de aquí, con los relevos de las dos coronas, se entra en una situación de guerra crónica, convirtiéndose ésta en cotidiana, dada su gran duración, lo cual propiciaba que hubieran épocas con más conflictos bélicos que otras.

Ya en el siglo XV, quien ocupaba el trono inglés era Enrique V, mientras que en Francia estaba Carlos VI, este último con una presunta discapacidad mental (a lo mejor un desorden bipolar), que le hizo firmar en 1420, el Tratado de Troyes donde reconocía como rey nominal al infante Enrique VI de Inglaterra después de 1422. Probablemente se debió al estrés que sufrió después de las derrotas francesas de 1415 en adelante a manos del rey inglés.

Carlos VII, (1444) de Jean Fouquet (Louvre)La enfermedad del rey francés, arrancó una lucha por el poder entre su primo Juan I de Borgoña o Juan sin Terra y el hermano de Carlos VI, Luís de Orléans. El 23 de Noviembre de 1407, en las calles de París y por orden del borgoñón, se comete el asesinato del armagnac Luís de Orléans. Las dos ramas de la familia real francesa, pues, estaban divididas entre los que daban soporte al duque de Borgoña (borgoñones) y los que se lo daban al de Orléans y después a Carlos VII el Delfín de Francia (desheredado o ilegitimado desde 1420): armagnacs (ligados a la causa de Orléans a la muerte de Luís). Con el asesinato del armagnac, ambos bandos se enfrentaron en una guerra civil, donde buscaron el apoyo de los ingleses. Los partidarios del Duque de Orléans, en 1414, vieron rechazada una propuesta por los ingleses que finalmente pactaron con los borgoñones.

Con la muerte de Carlos VI, en 1422, se corona rey de Francia Enrique VI de Inglaterra (por lo tanto Enrique VI de Inglaterra y I de Francia); mientras que los armagnacs no dieron su brazo a torcer y se mantuvieron fieles al hijo del rey, Carlos VII al que coronaron también en 1422 de forma nominal en Berry, a falta de ver si conseguían imponerlo como rey legítimo de Francia aunque destronando al inglés.

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La infancia de Juana
Pese a los acontecimientos que se estaban produciendo en su entorno, Juana creció como cualquier otra chica normal de pueblo correspondiente a aquella época. Así, siguiendo, y tomando como las más fidedignas sus propias declaraciones en el proceso eclesiástico, confirmamos que aprendió todas las tareas domésticas de su madre. De esta manera, sabemos que en materia de fe y en lengua vulgar, aprendió el Padrenuestro, el Ave María y el Credo, que rechazó por tres veces recitar sino era en confesión.

Más domésticamente, aprendió a hilar y a coser, y a contribuir en la vigilancia del establo, también escardar y acompañar el arado y una serie de tareas cotidianas. También aprendió a montar a caballo sin ayuda. Eso en un entorno rural y muy familiar, lleno de amigos y con algunos padrinos como Jean Lingué, Barrey, Agnès y Sibylle. También sabemos que tuvo diversos hermanos: Jacquemin, Jean, Pierre, y Catherine siendo ella la quinta y más joven hija del matrimonio.

De las experiencias piadosas de Juana, sabemos que se confesaba con el sacerdote de su parroquia, mientras comulgaba por Pascua y en ausencia o indisposición del sacerdote, recurría a otros; de esta manera en dos o tres ocasiones se confesó a dos religiosos mendicantes. Su confesor principal, entonces, fue Agustín Pasquerel del que aprendió a juzgar. Ella ya conocía también la moral del decálogo cristiano. Poco a poco, les creencias de la joven se comenzaron a desarrollar más y más convirtiéndose más sacralizantes.

Eso no quería decir que fuera una niña diferente de las otras, más extraña o especial. Quitando su piedad y seriedad, era una niña muy inteligente que también jugaba, cantaba, bailaba, junto con el resto de niñas del pueblo, pequeño, donde todo el mundo se conocía. Por lo tanto, participó también en tradiciones de la villa. Estos rituales, como por ejemplo algunas danzas o el uso de coronas, fueron tomados por los jueces de Ruán en una interpretación sui generis para encajarlas dentro de un conjunto de prácticas religiosas propias de una bruja (hay que recordar que al final se le acusa de herejía). No obstante, ella no cayó en el engaño y remarcó que no había visto jamás ninguna hada, como también resaltó algún testimonio como Hauviette. Dijo que de todas maneras en el pueblo había un árbol llamado “de las damas”, que popularmente le decían “de las hadas”.

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Los incidentes en Domrémy
En 1425, la villa donde vivía Juana, sufrió una incursión enemiga, de acuerdo con la situación del reino francés, a los tres años de la coronación nominal de Carlos VII. Realmente era una situación previsible. Justo dos años antes, Jacques, había pagado por la protección del pueblo a Robert de Sarrebruck, señor de Commercy. El ataque probablemente fue más próximo a una razia, ya que la villa no se vio en una situación lo suficientemente crítica como para no rehacerse, aunque los tropas de socorro de Sarrebruck no consiguieron estar a la altura.

Esta serie de incursiones rápidas en los pueblos, con la intención de prender fuego, y cometer otras atrocidades, debilitaron el bando del Delfín, pero no lo suficiente como para acabar con él. Así, en julio de 1428, Domrémy volvió a ser víctima de otro ataque, en este caso borgoñés por el cabecilla Henri de Orly, que esta vez sí que provocó la huida de los habitantes a la fortaleza más cercana, Neufchâteau, justo al sur de Domrémy, que vio quemada su iglesia. De este modo, los habitantes pudieron comprobar con sus propios ojos cual era la situación real del Delfín, cual era la amenaza y las nuevas que comenzaban a llegar con mucha velocidad del asedio de Orléans con la toma de les villas del Loira alrededor de este núcleo.

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La misticidad de Juana
“Yo tenía trece años cuando escuché una voz de Dios”, declaró Juana en Ruán el jueves 22 de febrero de 1431. Eso fue sobre el mediodía en el jardín de su padre. Añadió que la primera vez que la escuchó notó una gran sensación de miedo. A la pregunta de sus jueces, añadió que esta voz venía del lado de la iglesia y que normalmente era acompañada de una gran claridad, que venía del mismo lado que la voz.

La opinión más común a estas visiones se suele explicar en base a alucinaciones, algún tipo de esquizofrenia o problemas mentales. Queda en un segundo lugar el pensar que podían haber sido fruto de algún tipo de obsesión desarrollada por la abundante asistencia a misas, o confesiones, quedando descartado que mintiese.

Cuando le preguntaron como creía que era aquella voz, ella respondió que le pareció un voz muy noble de tal manera que creyó que era enviada de parte de Dios (“y yo creo que esta voz me ha sido enviada de parte de Dios”). Así pues, cuando la escuchó por tercera vez le pareció reconocer a un ángel. Y aunque a veces no la entendía demasiado bien, primero le aconsejó que frecuentara las iglesias y después que tenía que ir a Francia, y en este sentido la empezó a presionar. Además ésta voz la escuchaba unas dos o tres veces por semana. No mucho después, reveló otro de los mensages clave que le envió, que sería el que ella levantaría el asedio en que estaba sometida Orléans: “ella me decía que yo levantaría el asedio de Orléans”

Juana de Arco recibiendo el mensaje del arcángel San Miguel por Eugene Thirion (1876)El 27 de febrero, Juana identificó estas voces: se trataba de la voz de Santa Catalina de Alejandría y de Santa Margarita de Antioquía. Las cuales eran las santas más veneradas del momento, si nos atenemos a la iconografía anterior a Juana. Catalina, es definida a veces como una figura apócrifa a caballo de los siglos III y IV que murió a una edad aproximadamente similar a la de Juana; también erudita (patrona de muchas especialidades intelectuales) y habiendo persuadido al emperador Maximiliano II de que dejase de perseguir cristianos. Después sería condenada a morir en la rueda (un sistema de tortura que fractura los huesos), aunque se dice que ella al tocar la rueda la rompió y finalmente acabó decapitada. Por otro lado, la legenda de Margarita, dice que fue una doncella despreciada por su fe católica a la que ofrecieron matrimonio a cambio de la renuncia a esta fe. Ante su negación, fue torturada de manera que se escapó milagrosamente diversas veces, hasta su muerte definitiva. Así pues, además de morir vírgen fue mártir.

Juana, afirmó que las había reconocido gracias a que ellas mismas se habían identificado, algo que ya había declarado en Poitiers cuando la interrogó la corte del Delfín sobre las visiones. Se negó a dar más explicaciones, emplazando a los jueces a ir a Poitiers si querían conocer más detalles.

Sobre el año que sucedió, primero había dicho que fue cuando tenía trece años, y ahora detalló que hacía siete años que estas voces le aconsejaban y la protegían; por lo tanto, restando siete años al día del interrogatorio, nos encontramos que en 1424 se le habrían aparecido por primera vez las visiones. Y si tenía trece años, haciendo la resta podríamos afirmar que nació en 1411. Son datos que se podrían ajustar a sus declaraciones en el interrogatorio de identidad donde declaró que tenía alrededor de diecinueve años; por lo tanto, nada más lejos que veinte años.

Juana, explicaría entonces, antes de mencionar el nombre de las santas, la misión que la voz le encargó. Pero fue después de mencionar éstas, cuando los jueces le preguntaron de quién era entonces la primera de las voces que había escuchado, aquella que le había causado tanto miedo siete años atrás. Ella, que todo lo que iba respondiendo, lo hacía con muchas reservas y con cuentagotas resistiéndose varias veces, respondió que fue San Miguel (San Miguel, protector del reino de Francia), al que vio con sus propios ojos y no sólo, sino que acompañado de ángeles del cielo. Así, por orden de Dios fue a Francia.

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La misión
En sus apariciones, las voces le indicaron qué era lo que tenía que hacer. El hecho detonante fue el asedio de la ciudad de Orléans, en octubre de 1428. Una de las más importantes del momento, que cayó en manos de los ingleses en 1428. Aquello, junto con las incursiones enemigas en Domrémy, la hizo salir de su letargo.

El hecho esencial trataba de recurrir a Robert de Baudricourt, comandante de la guarnición armagnac, establecida en Vaucouleurs, un poco al norte de Domrémy; lo cual hizo mediante su tío, Durant Laxant. Se trataba de obtener una pequeña escolta para ir a buscar al Delfín allí donde se escondía, en Chinon. Y es que para eso tenía que atravesar territorio hostil, defendido por los angloborgoñones, en alianza. Así, la Pucelle daría un mensaje secreto al rey que le había sido revelado por las voces.

Pasó cerca de un año hasta que Baudricourt hacia enero de 1429 aceptó concederle la escolta deseada, ante la insistencia de la joven doncella. Ciertamente, ella ya había hecho un primer intento en la Ascensión de 1428 (el 13 de mayo, según Poulengy), pero había encontrado la resistencia del armagnac. Seguramente hubo otra entrevista a fines del de año, hasta que Baudricourt claudicó. Aquí los jueces aprovecharon para poner el dedo en la llaga en una cuestión muy trascendente en aquel momento, la discusión sobre las vestimentas de hombre que había usado la joven heroína. La interrogaron sobre el motivo y ella respondió que había sido por orden de Dios el cual de haberle ordenado vestir de otra manera también lo hubiera hecho. Los jueces le preguntaron si no fue realmente por orden de Baudricourt, afirmación que ella negó rotundamente. Así pues ella misma valoró positivamente haber vestido de hombre ya que era el criterio y designio de Dios. Así mismo, para persuadir a Robert de Baudricourt, le trasladó aquello que ya corría por boca de todo el mundo; que la virgen de Lorena (Lorraine), salvaría el reino perdido por una mujer (seguramente refiriéndose a la hija póstuma del difunto rey Carlos IV).

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El segundo paso: el viaje hacia a Chinon
Robert de Baudricourt, envió a Juana al Duque de Lorena, Carlos I y René d’Anjou, que lo sucedería a su muerte en 1431 ya que estaba casado con su hija, la heredera, Isabel de Lorena desde el 1420. René, además era cuñado del Delfín, ya que su hermana, María d’Anjou estaba casada con éste (desde el 18 de diciembre de 1422). Juana, tenía el deseo de que René le acompañase a Chinon, pero en un primer momento sólo consiguió buenas palabras, dinero y un caballo.

En el período que Juana intentaba conseguir una escolta de estos magnates para ir a Chinon, fue albergada durante casi un mes por la familia Le Royer: Henri y Catherine Le Royer. Finalmente, sería Baudricourt el que le concedería una pequeña escolta de seis hombrees que le harían iniciar el viaje a Chinon el 13 de febrero de 1429 aproximadamente. Entre ellos, estaban los dos que tendrían que cuidarla: Poulengy y Jean Nouillompont, es decir, Jean de Metz.

Jean de Metz, (o Mès) y señor de Nouillonpont (o Novelenpont), fue uno de los hombres fuertes en el recorrido epopéyico de Juana, ya que estuvo a su lado en todas las batallas a partir de este momento. Poulangy, Bertrand de Poulengy (Poulangy o Polongy), “Pollichon”, fue señor de Grondecourt, su familia fue ennoblecida en 1425 y como Jean de Metz, fue el otro responsable de llevar sana y salva a Juana a Chinon, además de acompañarla a lo largo de su trayectoria militar.

Jean de Metz hizo su declaración en el proceso de nulidad el 31 de enero de 1456, ya con una edad que rondaba los 57 años, mientras que Poulangy, un poco mayor, lo hizo el 6 de febrero del mismo con una edad aproximada de 63 años. Ambos declararon muy a favor de Juana (Metz: “Y cuando le pregunté quién era su señor, me respondió que era Dios. Entonces le concedí mi fe hacia ella, tocándole la mano, y prometiéndole que, con la guía de Dios, yo le conduciría hacia el rey”) de la cual cosa se extrae la gran admiración y aprecio por la que consideraron su heroína. En cuanto a Jacques Darc, el padre de Juana, fue el más reticente al inicio de la misión de ésta.

Hacía el 13 de febrero de 1429 Juana emprendió el viaje que le iba a hacer atravesar territorio enemigo. Este viaje la haría muy famosa y todo el mundo conocería su aventura, pero desde un primer momento la escolta asignada no tenía realmente una idea clara de qué era la misión ni de quién era Juana.

Es cuando Juana iba vestida de hombre, como ya dijo por orden de Dios (“Todo lo que yo hago es por orden de Nuestro Señor. Si él me ordenara tomar otro hábito yo lo tomaría, porque sería por orden de Dios”). Jean de Metz, diría al respecto en el proceso de nulidad: “Cuando Jehannette era a Vaucouleurs, la vi vestida con un vestido rojo, pobre y gastado […] Le pregunté si quería hacer el viaje vestida como iba, y ella me respondió muy enérgicamente que quería ponerse ropa de hombre. Entonces le di el traje y el equipamiento de uno de mis hombres. Después, los habitantes de Vaucouleurs, tenían un traje de hombre hecho para ella, con todos los requisitos necesarios”

El viaje hacia Francia del sur a través de terrirorio borgoñés, le hizo cabalgar de noche en horas intempestivas para disimular y no despertar la atención de ningún destacamento. Algunas de las ciudades más importantes por las que pasó fueron: Auxerre, Gien y Sainte Catherine de Fierbois.

Del paso por Auxerre, sabemos que llegó a participar en una misa en su catedral, lo cual probaba que circulaba pasando muy desapercibida por una ciudad muy hostil. De Gien, no se sabe casi nada de su paso, pero parece que pasó alrededor del mismo febrero por el único puente sobre el río Loira que quedaba en manos francesas, y fue el lugar donde comenzó a circular el rumor de que una doncella aseguraba que liberaría la ciudad de Orléans de su asedio y que coronaría al Delfín en Reims. Habría vuelto a pasar hacia el 25 de junio del mismo año, 1429, para reencontrarse con Delfín y viajar hacia Reims. Y finalmente, el paso por Sainte Catherine de Fierbois, por donde habría pasado a finales de Febrero, seguramente el día 22. Esta localidad era muy valiosa, ya que se trataba de un santuario milagroso de carácter caballeresco. Fue allí donde escribió la carta a Carlos VII anunciando su llegada y donde quedó a la espera de la respuesta de la corte, que finalmente la recibió en audiencia.

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La desconfianza del Delfin
Aún con la gran memoria que se otorga a la gente de la Edad media, dados los medios de ésta, además de la inteligencia de la Pucelle, es muy difícil saber si realmente sabía leer y escribir. Pruebas gráficas hay, de su firma como mínimo. Pero la cuestión está en el aire aunque se acostumbra a decir que en el período que estuvo en la corte del Delfín, el verano de 1429, podría haber aprendido, o bien haber recibido vagas nociones.

Asimismo, la carta llegó a la corte de Chinon acompañada de la fama de la Pucelle. Lo cual originó un gran debate donde se discutió si era adecuado recibirla, es decir, si era cierto todo aquello que decía ser o era alguien que urdía un engaño. Hace falta decir que no faltó curiosidad por ver a aquella que decía portar la salvación de Orléans y la coronación del propio rey. Pero el factor detonante, fue la declaración de Baudricourt, que era un hombre de confianza del Delfín. De esta manera, decidieron recibirla.

Firma de JuanaEsta fue la primera prueba que le hicieron pasar. Si el reino de Francia dependía de como pudiera reaccionar la corte de Chinon, no se podían arriesgar a que una joven, puede que iluminada, puede que mística, se presentara delante del rey y lo pudiera matar. De esta manera, el Delfín se ocultó entre la gente que ocupaba la sala.

Cómo Juana consiguió reconocer la figura del rey entre el resto ha suscitado una gran discusión. Una de las tesis más razonables y lógicas es que ya se lo habían descrito previamente. Pero Juana en el proceso dijo lo siguiente: “Cuando entré dentro la habitación del rey lo reconocí de entre los otros por consejo y revelación de mi voz, y le dije que quería hacer la guerra a los ingleses”.

Con habilidad, los jueces le presionaron y le preguntaron: “Cuando vuestra voz os señaló a vuestro rey, ¿había alguna luz?” a lo que ella se negó a contestar, como a tantas otras preguntas, con un francés seco y tajante “passez outre”. Entonces añadieron si vio algún ángel encima del rey, a lo cual respondió de la misma manera. Con estas respuestas se han creado muchas opiniones, pero el hecho es que la revelación de su voz se podría haber producido antes de ir a Chinon, es decir que hubiera tenido un conocimiento previo como apunta la tesis de que ya se lo habían descrito con anterioridad. También podría ser que los propios ropajes le delataran.

Tapiz del castillo de Chinon (Francia) representando a Juana reconociendo a Carlos VII entre la muchedumbre.Finalmente, el rey la recibió sola y ella le habría expuesto una plegaria para persuadirlo a que le diera un ejército y la enviara a Orléans; una de las curiosidades más buscadas de este tramo de su vida. Pero gracias al testimonio de Juan II, Duque de Alençon en el proceso (un hombre de gran peso con sangre real), habría sido el siguiente:

“Fue el señor y conde de la Vendôme el que la llevó al apartamento del rey. Cuando este la miró, le preguntó su nombre. “Señor Delfín”, contestó ella, “Me llamo Jehanne, la Pucelle; y el Rey del Cielo te envía una palabra a través mí, por la que tú serás consagrado y coronado en Reims, y que tú serás el lugarteniente del Rey del Cielo, que eso es ser rey de Francia”. Después de que el rey le hubiera hecho unas cuantas preguntas, ella le dijo: “Con mis respetos, te digo que tú eres el verdadero heredero de Francia e hijo del rey, y él me envía para guiarte hacia Reims al final, donde puede que recibas tu coronación y consagración. Si tú quieres”. Al acabar la entrevista, el rey dijo que Juana le había confiado secretos que no podían ser sabidos por nadie, excepto por Dios, el cual había puesto mucha confianza en ella. Todo esto he oído sobre Juana, pero no tengo testimonios sobre esto”.

Parece ser entonces, que según el Duque de Alençon estas habrían sido las palabras que convencieron al Delfín y también a su joven esposa Yolanda de Aragón; el Delfín entonces le asignó dos oficiales, Ambleville y Guyenne, para protegerla. Jean d’Aulon se encargó de su intendencia. De todos modos, el Delfín no dio carta blanca a Juana; ya que las presiones en su corte estaban diversificadas. Así pues decidieron hacerle una especie de proceso en Poitiers, para verificar que era quien decía que era. De este proceso, ella hizo muchas referencias a Ruán delante de sus jueces, pero lo cierto es que los documentos de Poitiers se han perdido, después de haber pasado por la Universidad de París (reticente al Delfín) y por los propios jueces de Ruán.

Sobre Poitiers, lo que sabemos es a través de las declaraciones en el proceso de nulidad, y así sabemos para empezar que su duración fue de tres semanas, y que Juana, consiguió dejar una buena impresión a los teólogos que la examinaron. Maître François Garivel, que era Consejero General del Rey, dio los primeros detalles, diciendo que ciertamente el proceso duró tres semanas y básicamente se trataba de plantearle muchas preguntas a Juana, para después poder examinar sus respuestas y su expresión; proceso que resultó satisfactorio, ya que ella siempre se mantuvo dentro de sus creencias y con gran firmeza, siempre defendiendo que era una mensajera de Dios y venía a llevar al Delfín a Reims para consagrarlo. Comenzando porque tenía que escribir una carta a los ingleses pidiéndoles que se retirasen. También añadió que le sorprendió que ella siempre llamase al Rey, Delfín; y cuando le preguntó por qué no le llamaba nunca Rey, obtuvo esta respuesta: “ella me respondió que no lo llamaría Rey hasta que no fuese coronado y ungido en Reims, ciudad a la cual pretendía conducirlo.”

En Poitiers, uno de los puntos clave, fue la manera como Juana se ganó esta confianza demostrando la solidez de sus creencias, además de conseguir el ejército para salvar a Orléans del asedio en que se encontraba. La pregunta de los jueces fue, naturalmente, que les diera alguna señal para que ellos pudieran confirmar que ella realmente era la mensajera de Dios que decía ser. Ella respondió que no había ninguna otra manera que darle el número de soldados que el Delfín creyera conveniente, con los cuales ella misma levantaría el asedio.

Gobert Thibaut, terrateniente del rey de Francia y amigo de Poulengey, enriqueció con sus declaraciones los detalles del proceso en Poitiers, explicando que durante las tres semanas, se alojó en casa de Jean Rabateau. Además de hacer unas declaraciones muy positivas respecto a ella, concretó que los doctores y jueces se creyeron, además de que viniera de Dios, sus profecías.

Maître Jean barbin, doctor en leyes y abogado del Rey, siguió en la misma línea e hizo un recordatorio: una referencia a María de Avignon “la gasque d’Avignon”, una mujer que hizo ciertas predicciones a inicios de siglo, causando una gran conmoción. Esta se dirigió al Rey de Francia anunciándole que a su reino le venían encima grandes calamidades por sufrir, y habló de unas visiones en las que veía el reino desolado mientras en otras se le aparecía un ejército que se ponía en sus manos. Ella se acobardó ante la idea de tener que hacerse cargo, pero dijo que algún día vendría una joven maga que tomaría el ejército y salvaría Francia. Así, concluyó diciendo que naturalmente pensaron que Juana era esta doncella de la que hablaba María.

Finalmente testificaría el hermano Seguin de Seguin, dominico, profesor de teología y decano de la Facultad de Teología de Poitiers. Éste comentó cómo había escuchado de mano de Maître Jean Lombart la aventura de Juana hasta Poitiers, y después explicó que quiso poner a prueba su fe, preguntándole en qué dialecto le habían hablado las voces. La respuesta fue: “Uno mejor que el vuestro”. Entonces él le pidió pruebas y ella, irritada, le replicó pidiendo un ejército, de número a decidir por el Rey, con el que se haría con Orléans. Entonces, él, como valoración personal expresó que realmente había visto completados tales objetivos sin ningún tipo de duda.

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La campaña del Loira: Orléans
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El asedio
Desde octubre de 1428, Orléans estaba asediada por los ingleses, que la rodeaban controlando las villas próximas. Orléans era un punto estratégico muy importante para hacerse con el dominio de las tierras del Loira junto con Angers, Tours o Blois. El Conde de Salisbury llegó a Francia en junio con 6.000 hombres. A estas se añadieron otros 4.000 más de parte del Duque de Bedford, que las sacó de la guarnición establecida en Normandía. De esta manera se hicieron con Chârtres a finales de agosto, como ciudad más importante.

Finalmente, el 8 de Septiembre de 1428, Salisbury se hizo con Meung, y el 26 del mismo mes, con Beaugency, después de estar asediándola desde el 20. Así, el duque de Salisbury, para comenzar a establecerse definitivamente, envió a William de la Pole (que era el Conde de Suffolk) para atacar Jargeau y Châteauheuf, con la que se hizo el 10 de octubre después de 3 días de resistencia. Así pues, William y Salisbury se reunieron al sur de Orléans el 12 de octubre de 1428 con unos efectivos de unos 4.000 soldados, ya que se tuvieron que ir repartiendo entre los pueblos conquistados. De esta manera tenían bien acotada Orléans, y sólo les faltaba superar un último escollo, dada la situación geográfica de la ciudad y su sistema defensivo: las Tourelles.

Al sur de Orléans estaba el río Loira, y hasta la otra orilla había una pequeña isla Ille Sant Antone en medio. El lado sur de la ciudad francesa lindaba unos 364 metros con el río, así que tenía un puente hasta allí, de diecinueve arcos de piedra, acabando en una pequeña estructura defensiva. Mientras que al otro lado de la orilla, al norte de esta, había una barbacana llamada boulevard, que dificultaba el acceso a la fortificación, donde había un pasadizo que conducía a un puente elevadizo defendido por dos torres, las Tourelles. Consiguiendo este punto se podía acceder a la isla de Saint Antone siguiendo el puente y después a la ciudad.

Este fue el punto que atacaron los ingleses durante dos días. Iniciaron un bombardeo sobre las Tourelles y el fuerte. El 23 de octubre de 1428 los franceses abandonaron estas posiciones. Un día después, Salisbury subió a una de las dos torres y, desde las alturas, trató de vigilar los movimientos franceses; pero por desgracia para él, un bolaño francé atravesó la ventana por la que miraba, recibiendo un impacto mortal en la cara, falleciendo una semana después en Meung. El sucesor fue el conde de Suffolk. Éste, juntamente con Bedford, se dedicaron a reforzar la zona y a guardar la posición. Este último llevó dos prestigiosos generales: Lord Talbot y Lord Scales que llegaron el 1 de Diciembre y reemplazaron a Suffolk.

Lord Talbot, se centró en la lado oeste de Orléans, en la misma orilla que la ciudad, donde controlaban cinco puntos en el mapa, que conectó entre sí. El más importante de estos, la iglesia de Sant Laurent, conformaba una especie de bastilla, la cual reforzaron mucho, convirtiéndose en su cuartel general de maniobras de la zona. También se hizo con la isla de Carlomagno, que estaba en medio del Loira y también al oeste de la ciudad, y ya en la otra orilla tomó la iglesia de Sant Privé. Glasdale se encargó ahora de la zona de las Tourelles, acordonando entre todos la ciudad de Orléans, que se vio acorralada cada vez más cerca del ataque definitivo. La zona nordeste de la ciudad tampoco se escapó, ya que allí Suffolk hizo otra fortaleza, alrededor de la iglesia de Sant Loup y una otra al alrededor de Sant Leblanc (esta ya en la otra orilla).

Durante el invierno se dedicaron a seguir reforzando sus posiciones mientras recibían un refuerzo de tropas de 1.500 soldados por parte de los borgoñones. Mientras, intentaron ocupar un basto bosque que protegía la ciudad de forma natural, al nordeste de esta, el cual no pudieron tomar.

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La llegada de la resistencia
En cuanto a la defensa, pese a la veteranía de los soldados, sólo se contaba aproximadamente con unos 500 efectivos y así decidieron fortificar en lo posible la ciudad. De esta manera, los vecinos se organizaron para defender las 34 torres de defensa de la ciudad en 34 compañías. No obstante, como director de la defensa, poco después de la muerte de Salisbury, llegó le Bâtard d’Orléans, es decir, Jean de Orléans, el Bastardo de Orleáns (que también se le llamaría después el Conde de Dunois cuando adquiriere este título en 1439), acompañado de 600 hombres como tropa. Así pues, se le encargaría la defensa de la ciudad. Hasta seis mil hombres aproximadamente siguieron a este caballero de forma gradual para ayudar en la defensa de la ciudad, aguantando así hasta el 12 de Febrero de 1429, cuando Carlos VII envió refuerzos para interceptar un suministro inglés entre Rouvray y Janville que venía desde París. El fracaso fue absoluto debido a una negligencia y se perdieron sobre los 700 hombres (Batalla de los arenques).

De esta manera, las provisiones de la ciudad francesa comenzaron a agotarse y una buena parte de la nobleza decidió abandonarla en vista del futuro desastre, mientras Carlos VII lo miraba desde la distancia. Pero en el transcurso de la situación, favorable a los anglo-borgoñones, a causa de un conflicto entre el Duque de Borgoña a finales de Febrero, cuando ofreció poner la ciudad bajo su protección, Bedford lo rechazó y los borgoñones abandonaron sus posiciones de asedio durante el mes siguiente.

Pero hubo otro hecho determinante y es la entrada en escena de una jovencita que decía ser enviada por Dios y que ponía como prueba el hecho de que sería ella quien liberaría a Orléans del asedio. Era Juana, que acababa de recibir el beneplácito en Poitiers de la mano del rey. Juana, acudió armada con una espada que trajo de Sainte Catherine de Fierbois, el santuario de los caballeros y con un estandarte que describió así en el proceso “tenía la figura del mundo y dos ángeles a los lados. Era de tela blanca de aquella que llaman boucassin. Encima llevaba escrito: Jhesus Maria, y me parece que estaba franjado de seda”. Además fue dotada de una armadura que ella misma pidió y eligió.

El rey, había decidido proveer Juana con unos diez o doce mil hombres según indicó ella en el juicio de Ruán y comentó que decidió entrar por la fortaleza de Saint Loup y después por la fortaleza del Pont. Es decir, primero por la cara oeste de la ciudad (orilla norte) y después por las Tourelles. El propio Bastard ya habló en el proceso de revocación de la imagen que dio Juana en esta misión, ninguna otra más que la de talismán, favorable, si resultaba efectiva, como sucedió (“Yo creo que Juana fue enviada por Dios como también que su comportamiento en la guerra fue un hecho divino más que humano. Hay muchas razones que me han pensar eso”). Juana ya comenzó avisando con una carta a los ingleses de su llegada y del ruego de que se retirasen, cuya respuesta a las cuales no fueron más que injurias.

Antes de su llegada a Orléans, Juana tuvo de superar un difícil periplo. Primero fue enviada con unas tropas de refuerzo a Blois, una de las villas del Loira cerca de Orléans; justo al exterior del círculo que formaban las tropas inglesas alrededor de Orléans. La siguiente ciudad sobre el mapa, era Beaugency y después ya venía Meung y Orléans. Desde aquella ciudad, comenzó a aportar, dada su fama, la autoestima necesaria para las tropas y la gente de las ciudades. Pero sin olvidar que demostró tener una gran habilidad para ver sobre plano las posiciones y así poder trazar una buena estrategia; además tenía el soporte de los generales que la acompañaban.

Los acompañantes de Juana hacia Blois, según el Bastard (quien recibía puntual información de los movimientos de Juana) fueron gente bastante destacada, el arzobispo de Reims (Regnault de Chartres después canciller de Francia) y el señor de Gaucourt; que escoltaron un convoy formado por Gilles de Rais y de Boussac además de Coulent, Ambroise de Lore, y el mítico caballero La Hire.

El viaje de Blois hasta Saint Loup, como dijo ella, no se podía hacer de otra manera que dando una inmensa vuelta (siguiendo la ruta de Sologne) por las ciudades del sur del Loira, hasta llegar al nordeste de Orléans; ella venía del oeste (siempre siguiendo el río Loira). El 28 de abril, Juana llegó a Chécy, donde pasaría aquella noche, y el Bastard la pudo conocer en persona finalmente. Dadas las circunstancias adversas (además de la potencia de los ingleses) del viento en contra proveniente del este, el Bastard hizo retroceder un poco las posiciones para proteger sus tropas y los refuerzos recién llegados (con Juana), que traían víveres, que hicieron poner en pequeñas embarcaciones que consiguieron con dificultades.

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El Bastard y la liberación de la ciudad de Orléans
Esto irritó a la Pucelle, que lo hizo notar rápidamente sólo con ver al Bastard. Él se quedó sorprendido, porque vio que lo que ella pretendía no era lo que se había encontrado. Ella habría ido directamente a las Tourelles para atacar a Lord Talbot con las tropas de reserva. El Bastard dijo “Entonces Juana me dijo; “¿tú eres el Bastard de Orléans?” “Sí” respondí “y estoy muy contento de vuestra llegada” “¿eres tú quien ha dicho que yo tenía que venir por este lado [se entiende, del río], y que no tendría que ir directamente al lado donde está Talbot y los ingleses?” “Sí, y gente más sabia que yo tiene la misma opinión, para nuestro mayor éxito y seguridad” “En nombre de Dios” dijo entonces “El consejo de Mi Señor es más seguro y sensato que el vuestro…” “.

En ese mismo momento el viento comenzó a cambiar de dirección siendo favorable al Bastard, que probablemente comenzó a creer que se trataba de un milagro. Eso parece porque entonces el Bastard ordenó entrar en Saint Loup, con las esperanzas ahora más que nunca puestas en Juana. Así, venciendo, pudieron entrar en Orléans por la puerta de la Borgoña el 29 de abril por la tarde siendo recibidos con gran júbilo por los habitantes de la ciudad.

Juana sería alojada en una de las mejores casas de la villa, en este caso la del tesorero ducal, Jacques Boucher y pasó los primeros días conviviendo con la gente de Orléans. Pero no pasó el tiempo en vano, ya que se fueron intercambiando insultos con los ingleses, que al otro lado de las murallas se podía escuchar sus voces desde el silencio ambiental. El 30 de abril se recuerda el episodio en el que se intercambió algunos gritos con el capitán inglés William Glasdale. Juana también asistiría a las misas y hasta a la procesión de la invención de la cruz, fiesta de la catedral (el 3 de mayo).

El 1 de mayo, el Bastard abandonó Orléans en busca del Ejército Real, que estaba en Blois, con el cual contactó el día 4. Con ellos, atacarían la pequeña fortaleza de Sant Pouair, que llevaba a Paris, con la que los ingleses para defenderla tuvieron poner la pequeña guarnición que quedaba defendiendo Saint Loup, perdiendo las dos. Los ingleses se vieron perdidos y decidieron ir evacuando sus pequeñas fortalezas para concentrar todos los recursos en la orilla sur del Loira, es decir, en las Tourelles y en Saint Jean le Blanc.

Juana tomó la iniciativa el día 6, después de haber enviado unas tres misivas a los ingleses el día anterior. Saliendo de la puerta de Borgoña, atravesó el Loira pasando las pequeñas islas (Île des Martinets) que habían en el medio y colocándose en la más grande, la Île aux Toiles. Desde allí lanzaría un ataque contra la fortificación de Saint Jean Leblanc. Al verlos venir, los ingleses huyeron al convento de Les Augustins, justo bajo las Tourelles, donde se concentraron y esperaron el ataque francés lanzado desde Leblanc.

Mientras todo esto sucedía, La Hire y Juana emprendieron el ataque hacia el oeste, allá donde los ingleses se resguardaban, Les Augustins. Allí los ingleses tenían 500 soldados aproximadamente, que pudieron aguantar este primer ataque mediante arqueros y cañones esencialmente. Durante la tarde de aquel día, los franceses atacaron diversamente intentando prender fuego a las estructuras de madera que había. Entonces los ingleses iniciaron un contraataque ya cerca del anochecer. Pero La Hire (que tenía por nombre de pila Etienne de Vignolles) respondió con un ataque con hombres armados a caballo que los hizo volver a sus fortificaciones. Finalmente, se sumaron las tropas que habían ido cruzando el Loira y se hicieron con el convento fortificado de Les Augustins. Al mismo tiempo, Talbot quedó desconcertado, ya que no podía enviar ayuda para cubrir los ataques que el Bastard llevaba a cabo en las fortificaciones del noroeste; la que más le interesaba mantener era la de Saint Laurent, la más grande, pero no se salió con la suya.

La noche del seis al siete, Talbot trató de reordenar posiciones para una mayor y más efectiva defensa, ya que había perdido los lugares más cercanos a las Tourelles. Sacó las tropas que tenía en Sant Privé y en la isla de Carlomagno y las trasladó principalmente a las Tourelles y a la barbicana adjunta. Mientras tanto, Juana pasó la misma noche en Orléans.

El día siete fue el día clave: de buena mañana Juana atravesó el río para reunirse con los otros jefes que estaban al este de las Tourelles y la barbacana adjunta, un campo cerrado bastante impetuoso y amurallado con tierra, madera y piedra principalmente, además en su vertiente norte disponía de un foso, mientras en su lado este había un puente levadizo sobre el foso. Había un segundo puente levadizo en la vertiente norte mediante el cual se podía penetrar en el corazón de las Tourelles. Explicó el Bastard que curiosamente Juana le pidió que esperase un poco más, entonces ella cogió el caballo y se fue sola a una viña a rogar por la victoria durante media hora.

Cuando volvió, con coraje y el estandarte, emprendió el ataque. Juana acompañó a los que subían las escaleras y trató de subir una; pero una flecha inglesa la apartó del combate hiriéndola de gravedad. Esta fue a parar justo por debajo del hombro y el escote, lo cual desanimó a los franceses. La propia Juana dijo en Ruán que ya sabía que la herirían, porque sus voces se lo habían advertido. “Yo lo sabía bien, y se lo había dicho a mi rey; pero aún así me dejó continuar. Aquello me había sido revelado por las voces de los dos santos, Santa Catalina y Santa Margarita”. “Mas yo tuve el gran comfort de Santa Catalina y fui curada en quince días”. En cualquier caso, el Bastard decidió retirarse de la batalla por aquel día y reorganizar la estrategia. Juana lo intentó persuadir de que siguiera, aunque fuera con su ausencia mientras ella se retiraba a rezar en privado.

Jeanne au siège de Orléans, de Jules Lenepveu Église du Panthéon en ParísSe dice que un soldado llamado “Le Basque”, aunque hay debate en afirmar si la misma Juana lo va intentó antes, cogió el estandarte de ella y con este fue a atacar al campo cerrado seguido del ejército francés. Así, viendo el estandarte, la milicia tomó el coraje suficiente como para penetrar aquel mismo día. Mientras, por otro lado, los franceses enviaban una barcaza ardiendo al puente que separaba la barbacana de las Tourelles. Eso debilitó el puente y colapsó al cabecilla inglés, que en un intento desesperado probó de hacer atravesar a las tropas el puente, colocándose en la pequeña estructura defensiva del medio. Con habilidad, la gente de la ciudad acudió y rompió las secciones del puente suficientes para que las tropas inglesas no consiguieran sus objetivos: ahora la batalla ya estaba decantada.

Finalmente, el día 8 de Mayo, los ingleses comenzaron una retirada, no antes sin probar un último ataque mediante sus arqueros o longbowmen, una especialidad de arqueros propia de los ingleses caracterizada por la larga distancia que podían conseguir lanzando la flecha, causando efectos tan efectivos como atravesar armaduras enemigas. De todos modos, mediante la gente de las murallas, no consiguieron su objetivo y tuvieron que retirarse de sus pequeñas fortificaciones del nordoeste de Orléans, dirigiéndose a Meung, que era la ciudad que les quedaba más cerca siguiendo aquella dirección. A partir de este momento, todo el mundo vio como el milagro que anunciaba Juana se había cumplido. De hecho, sólo acababa de comenzar y de esta manera se ganó el sobrenombre de la Pucelle de Orléans. Actualmente la ciudad celebra su salvación con fiestas anuales cada mayo. Incluso el que sería proclamdo mariscal de Francia, Gilles de Rais, organizó con su dinero varias representaciones teatrales de esta victoria cada año ya en su retiro militar desde 1432 y cuando su personalidad estaba gravemente transtornada, quizá a causa de la muerte en la hoguera de Juana.

Justo después de la huída de las tropas inglesas, Juana organizó una misa y unos oraciones por las muertos habidos.

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Las ciudades del Loira
El siguiente paso de la campaña fue liberar el resto de ciudades que los ingleses habían ido tomando y así acorralar Orléans y dejarla sin el apoyo sus villas más cercanas. Así pues, Meung, Jargeau, Beaugency y Patay eran los objetivos principales.

Con Orléans liberada, el Delfín enterado acudió a reunirse con Juana el 10 de mayo en Tours. Esta ciudad, estaba al lado de Chinon, en la orilla norte del Loira justo antes de llegar a Blois, donde había pasado previamente Juana antes de llegar a Orléans. Y es que el rey no podía dar pasos sustanciales dada la inseguridad permanente por la proximidad y la potencia de las tropas anglo-borgoñonas. Juana fue a su encuentro mientras el Bastard, Ponton de Xantrailles y el mariscal de Saint Sévère hicieron las primeras incursiones en Jargeau, al este de Orléans.

Después de esta primera tentativa, fueron al encuentro del Rey y Juana el mismo día 13 en Loches y allí comenzaron a diseñar una campaña para recuperar las tierras del Loira: Jargeau, Meung y Beaugency. Juana durante este tiempo estuvo haciendo visitas; por ejemplo a la familia del Duque de Alençon en Saint Florent lès Saumur. Finalmente, antes de iniciar el asedio, el día 9 de junio Juana llegó a Orléans y se reincorporó al ejército. Allí viajó el mismo día hacia Jargeau con un ejército de seguramente más de 6.000 hombres, y bajo la dirección del Duque de Alençon y el condestable Arturo de Richemont. Se encontrarían con el Bastard y con Florent d’Illiers, que venían de Châteaudun con más refuerzos, según comentaba el Duque de Alençon en el proceso de nulificación. En Jargeau les esperaba nuevamente Suffolk.

Durante dos días los franceses asediaron Jargeau hasta la liberación el 12 de Junio. El camino hacia lograr el objetivo fue la superación el propio día 10 de una pequeña guarnición que salió al encuentro de los franceses. Una vez derrotada, el día siguiente, el 11, se iniciaron los bombardeos en Jargeau, lo cual relanzó la campaña de los franceses por el Loira, esto releva viendo la sucesión seguida de las campañas por las diferentes ciudades y la persecución que se hizo de los ingleses hasta su expulsión de aquellas tierras.

Ya el 12, los ingleses sufrirían una gran derrota. Para Suffolk fue un día desgraciado, ya que los franceses consiguieron subir las murallas de la ciudad y dirigir un ataque definitivo sobre esta. Juana recibió una pedrada en la cabeza, con la fortuna que su casco la protegió de la muerte. Ella y el casco cayeron al suelo, pero rápidamente Juana, que había estado en el medio de la batalla con el estandarte alzado en todo momento, se levantó, aportando así la adrenalina suficiente a las tropas para acabar venciendo y hasta haciendo prisionero a Suffolk al final del día. En 1898 un escultor francés, Lanson, erigió una estatua a Juana en la que esta se llevaba la mano a la cabeza para recordar el golpe (esta estatua se encuentra en la Place du Martroy en Jargeau). William de la Pole, el Conde de Suffolk, quedaría tres años preso. Saldría en 1431, pero el 28 de enero de 1450 murió asesinado. John de la Pole, su hermano, lo sucedería.

Con rapidez, el ejército del Delfín aprovechó el rejuvenecimiento del ánimo de las tropas y en dos días se plantaron en Meung, el siguiente objetivo. Esta vez hicieron un ataque nocturno, después de haberlo preparado detalladamente el día 13 en Orléans. El día 14 se produjo un ataque y, sin haber acabado este ni haber hecho capitular la ciudad, se pasó a bombardear el día 15 la fortaleza de Baugency, siempre desde una de las islas del interior del Loira, estando protegidos. Beaugency fue defendida por una guarnición inglesa de la mano de William Gough. Al ver venir la derrota, los ingleses pactaron la rendición y se fueron libremente la mañana del 17 de junio.

Asimismo, el día 13 de junio, había salido una expedición de cerca de tres mil labradores desde Janville, al norte de Orléans, pasado Patay, comandada por Bedford y dirigida por Sir John Fastolf. A él se le unió John Talbot, que venía de Meung el día 16 con refuerzos. Los dos decidieron ir a atacar a los franceses a Beaugency, con el desconocimiento de que ya había sido apresada de buena mañana. De esta manera, bajando del norte, los ingleses se encontraron con el ejército de Juana, que venía de liberar Beaugency. Así pues, formaron filas y se dispusieron a luchar, con la desgracia para los comandantes ingleses de que sus tropas no quisieron entrar en combate, seguramente oliéndose la derrota, y huyeron a Meung. Así los armagnacs aquella misma noche volvieron a Meung también, donde los ingleses tenían una defensa más óptima establecida, dado que estaban en una fortaleza. Pero a pesar de los bombardeos, no pudieron evitar la derrota y, con la lección aprendida, el 18 de Junio se fueron temprano hacia el norte, con la intención de volver a Janville por un antiguo camino romano, probablemente para esperar refuerzos desde París, lo cual querían evitar a toda costa los franceses.

Las villas de la orilla y del valle del Loira habían sido, pues, recuperadas por el ejército de la Pucelle, pero la gesta no acabó aquí, ya que se temía que dejando escapar a los ingleses podrían volver reforzados. Así que después de discutir qué había que hacer, Juana alentó a sus capitanes a acudir al encuentro de los ingleses antes de arriesgarse a sufrir unas hipotéticas consecuencias desfavorables. Parecía una tarea difícil, pero no sabían que los ingleses se habían parado a reposar no demasiado lejos de Janville, concretamente en Patay, aunque el punto exacto no se conoce. De aquí el nombre de la Batalla de Patay.

Cuando los dos ejércitos se notaron cerca, se prepararon. Francia iba a poner toda la carne en el asador mediante la caballería pesada con La Hire y Ponton dirigiéndola; el Bastard, Alençon y Gilles de Rais, en el cuerpo del ejército, tomaron parte, mientras que Juana y Richemont se quedaron en un segundo plano. La táctica francesa fue la de lanzar la caballería al ataque para eclipsar los cerca de 500 arqueros que tomaron las posiciones delanteras para tratar de pararlos. La velocidad de los franceses pronto superó el radio de acción de las flechas. La táctica había salido bien, porque superada la línea de arqueros, pudieron dirigirse al corazón de la formación inglesa, donde estaba el siguiente escollo: Fastolf.

Los arqueros habían sido dirigidos por Scales y Talbot, que fueron capturados mientras que más atrás había quedado Sir John Fastolf, que lo vio venir y superados los arqueros, al ver que sus tropas no lo conseguirían, huyó derrotado hacia el norte con la poca tropa que todavía quedaba detrás de la protección de los arqueros y que estaba a punto de entrar en combate. Los ingleses habían sufrido la derrota definitiva en las tierras del Loira y los campos de alrededor (este último combate resuelto fácilmente en poco tiempo), abriendo así las puertas definitivamente a la consagración de Carlos VII como rey de Francia en Reims. En este momento de gloria, Juana decidió no aprovecharse y mostró piedad hacia los prisioneros ingleses. Juana demostró así que no tenía espíritu de venganza, tal como marcan las directrices de la iglesia; mas en el juicio de Ruán ya dijo que nunca había matado a ningún hombre, hablando de los motivos por los que llevaba el estandarte: “Era yo misma quien llevaba el nombrado estandarte cuando yo cargaba hacia los enemigos, para evitar matar a nadie. yo nunca maté un hombre”.

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La confirmación de la validez de la palabra de Juana: Reims
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El viaje hacia a Reims
El viaje que tenía que llevar a Carlos VII hacia su consagración se presentaba muy difícil aún contando con la presencia de la Pucelle, la cual había demostrado que, gracias a su habilidad para alentar a un ejército anímicamente derrotado, dada la dinámica negativa de la cual venía, no mentía cuando decía que la única prueba, para saber si era cierto que era una enviada, no era otra que ella libraría a Orléans de su asedio y llevaría el rey a Reims, aunque Reims en aquel momento estaba guardada por los borgoñones, como gran parte del trayecto que conducía a esa ciudad.

La comitiva de la corte inició el camino hacia esa ciudad, pero se encontró con un panorama no esperado: la fama de la Pucelle se había extendido por buena parte del territorio y aquello había hecho que el ejército armagnac del Delfín fuese temido. Aquello fue una sorpresa que se fueron encontrando al paso por las diferentes villas de renombre que habían en la ruta que llevaba a Reims, bien al norte de Francia. Así pues, Juana pasó sin demasiados problemas por sucesivas ciudades como Gien, Saint Fargeau, Mézilles, Auxerre, Saint Florentin y Saint Paul (ruta que hizo desde la victoria de Patay el 18 de junio, hasta el 5 de julio en Troyes).

Desde Gien, por ejemplo, se fueron enviando invitaciones a diversas autoridades para asistir a la consagración del Delfín, quien quería hacer saber a todo el mundo que sería oficialmente el nuevo rey legítimo de Francia. Antes de llegar a Mézilles, Carlos agrupó todos los contingentes que formarían el ejército real que le habían de escoltar hasta Reims (29 de junio). De Auxerre se llegó a prever una guerra dado que había una pequeña guarnición enemiga, pero después de tres días de negociaciones se consiguió obtener la colaboración de estos con Carlos VII y las consecuentes provisiones con tal de proseguir la ruta (aproximadamente el 1 de julio).

El siguiente escollo en el camino era la ciudad de Troyes; una ciudad con guarniciones borgoñonas de más de medio millar de hombres. Aquí se presentaron dos opciones: seguir o hacer un cambio de estrategia y encargarse de llegar a Reims en otro momento. La voz predominante la llevaron los nobles de sangre real, que intentaron imponer su criterio. Estos, y la mayoría de los capitanes, creyeron conveniente llevar la batalla a la zona de Normandía como siguiente paso, antes de pasar por Reims. En este sentido persuadieron al Delfín. Pero Juana era contraria a esta decisión, ya que dijo que sus voces le habían indicado que el camino a seguir en aquel momento no era otro que la coronación definitiva del Delfín en Reims, porque aquello ayudaría a menguar la autoridad, el soporte y el poder de sus enemigos. Y con esta idea fue a convencerlo, acompañada de Jean de Orléans, el Bastard en Troyes, después de haber convencido a la mayoría de los capitanes, según el propio Bastard confesaba en el proceso de nulificación.

Mientras tanto, la ciudad de Troyes se dividía entre la gente que estaba dispuesta a aguantar y los burgueses de la ciudad, que temblaban ante la llegada del ejército real y las duras consecuecias que podía tener verse involucrados en un asedio.

Hacer cambiar al rey de opinión resultó muy complicado, pero Juana lo consiguió gracias al argumento de sus voces. El Bastard recordó en el proceso lo siguiente: “”Noble Delfín” dijo ella “ordena a tu gente que vaya y ponga en asedio el pueblo de Troyes, y no perdáis más tiempo en tales largos consejos. En nombre de Dios, antes de que hayan pasado tres días, yo os llevaré hacia el interior del pueblo, de buenas maneras o por la fuerza, y dejaremos atónitos de gran manera a los falsos borgoñones.”” De esta manera, el rey aceptó y se decidió avisar a la villa de las intenciones reales, amenazándolos; lo cual no atemorizó desde un primer momento la ciudad, creando así un clima prebélico; Juana incluso comenzó a colocar estratégicamente a las tropas de manera perfecta, ya que dijo que dos o tres de sus soldados más experimentados no lo podrían haber hecho mejor. Una de los encuentros más importantes fue entre Juana y el hermano Ricard, enviado por los troyenses. De este encuentro, Ricard resultó convertido en un hombre fiel a la causa armagnac, según un burgues de París en el libro titulado “Le Journal d'un Bourgeois de Paris”. Es un libro anónimo, pero se sobreentiende que lo escribiría aquel que se pusó en el título de este.

El ejército permaneció a las puertas de Troyes durante cinco días con las negociaciones, del 5 al 10 de julio. El 9 de julio se permitió entrar al rey a la ciudad y el diez penetró el ejército. La guarnición borgoñona permaneció quieta en el centro de la ciudad con cierta pasividad. Por lo tanto decidieron no luchar. A raíz de la resolución del estorbo más poderoso de la ruta, las siguientes villas supusieron una especie de camino de rosas. El 12 de julio se llegó a Arcy y un día después a Châlons, ciudad que, espantada, no dudó en entregar rápidamente las llaves de la ciudad al Delfín. Estas dos últimas ciudades, con Troyes, quedaban muy cerca en el mapa de Domrémy y Vaucouleurs, se puede decir que Juana había vuelto a sus orígenes habiendo dado una vuelta por el reino francés habiendo recogido toda una serie de triunfos que ella misma había pronosticado y prometido. Fue por estos pueblos en los que Juana se reencontró con gente de Domrémy, como un primo suyo cistercense llamado Nicholas Romée, o Jean Morel, padrino de ella, entre otros villanos.

El día 15 de Julio, la Chevauchée (la cabalgada) como así se conoce en francés, llegó al castillo de Sept-Saulx no muy lejos ya de Reims, donde tendría que esperar a los acontecimientos que le permitieran entrar en la ciudad. No tardaron estos hechos mucho en producirse, ya que el mismo día el Delfín recibió en una carta la sumisión formal de las autoridades de Reims a él y a su ejército. Así pues, con precaución desestimaron la opción de resistir sabiendo que un asedio probablemente no les comportaría apenas beneficios. Finalmente el 16 de Julio entró la comitiva armagnac en la ciudad de Reims.

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La coronación del Delfín en Reims
Catedral de Reims


Sabemos que el día de la consagración definitiva del rey francés en Reims fue el 17 de julio. No fue la ceremonia más espléndida del momento, ya que las cirscunstancias de la guerra lo impedían, pero el ritual se llevó a cabo de todos modos. Juana asistió y parece que en una posición privilegiada y con su estandarte, lo que delató uno de los momentos claves en la historia de Juana, representado en algunos cuadros. Este momento es tomado tradicionalmente como el clímax de la epopeya de Juana, el punto más álgido.

La ceremonia estuvo falta de algunos elementos tradicionales, que fueron sustituidos, como por ejemplo algunos objetos simbólicos reales. Lo que sí que se consiguió fueron los elementos originales para la unción; es decir, la crema de la Santa botella traída de la abadía de Saint Remy.

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La otra epopeya: el camino hacia Ruán
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La campaña en la Île de France
Llegados a este punto, teóricamente Juana ya no tenía nada más que hacer en el ejército. Había cumplido su promesa perfectamente, o según ella, simplemente había cumplido correctamente las órdenes que le habían asignado sus voces. Pero ella, como muchos otros, vio que mientras la ciudad de París estuviese tomada por las tropas inglesas, difícilmente el nuevo rey podría hacerse claramente con el control del reino de Francia.

El mismo día de la coronación, Juana envió una carta al Duque de Borgoña, haciendo una referencia a otra enviada tres semanas antes en la que le pedía que acudiera a la coronación del Delfín. De aquella no obtuvo respuesta. El motivo de la carta era la demanda de una tregua a petición del nuevo Rey de Francia. Ella fue respetuosa en el tono de la demanda, aunque le recordó, una cosa muy usual en aquella época, quizás intentando dejándole entrever una contradicción en sus alianzas contra el armagnac: “...como los cristianos fieles tendrían que hacer; y si os complace hacer la guerra, entonces id contra los Sarracenos”. Esta carta es un testimonio más que refleja la presencia de las luchas entre cristianos e islámicos en la Edad Media. Así, incluso para ella, el objetivo islámico era normal y legítimo, siguiendo el dogma cristiano del momento.

El mismo día de la coronación aún llegaban emisarios del Duque de Borgoña y se iniciaron las negociaciones para llegar a la paz, o a una tregua, que fue finalmente lo que se pactó. No fue la paz que deseó Juana, pero por lo menos se obtuvo durante quince días. Sin embargo la tregua no fue gratuita, ya que hubieron intereses políticos de esta.

Así pues, Carlos VII necesitaba tomar París para ejercer de Rey con poder efectivo sobre el reino, además de que no tenía interés en crearse un mala imagen llevando a cabo una conquista violenta de tierras que entonces pasarían a sus dominios y un día u otro le podrían pasar factura; pero por otro lado, lo que movió al Duque de la Borgoña a firmar la tregua, fue la necesidad de ganar el tiempo suficiente para rehacerse. Es decir, poder hacer un examen general de la situación, resituarse sobre el terreno y rehacer las alianzas con el inglés Bedford, regente en aquel momento de Enrique VI (que acabó en 1437, había nacido el 6 de Diciembre de 1421).

Una tregua con el Duque de la Borgoña no quería decir cesar las luchas contra los ingleses. De esta modo, el ya rey Carlos decidió con el objetivo claramente fijado en París, aprovechar la tregua llevando al ejército real en una especie de tour por la actual región francesa la Île de France a la espera de irlas avasallando poco a poco, así sacrificaba la opción de atacar directamente la capital pudiéndolo hacer después con más puntos a favor. Así el ejército pasó sucesivamente sin tropiezos por ciudades como Corbeny el 21 de julio, Soissons el 23 de julio, el Castillo de Thierry cuatro días después, Montmirail ya el 1 de agosto, Provins el 6, Coulommiers un día después, La Ferté-Milon el 10 de agosto, y Crépy el once. El objetivo era ir colocando sus tropas de forma estratégica para amenazar la capital del reino.

Los días siguientes, el doce y el trece de Agosto, Carlos probó desde Crépy el ataque directo contra París. De la villa restante al nordeste de la capital francesa, hicieron un pequeño desplazamiento, primero a Lagny le-Sec y después a Dammartin. Pero la guarnición anglo-borgoñona, alerta, hizo una buena anticipación saliendo al encuentro de estos y los consiguieron parar, haciéndolos retroceder otra vez hasta Crépy. Aquella tentativa armagnac llamó la atención inglesa que mediante Bedford, les envió una contraofensiva, un reto de duelo el 14 de agosto en Montépilloy, al cual accedieron a ir los franceses al día siguiente. Allí los ingleses tenían una resistencia bien formada, capaz de hacer frente al ejército real francés conducido enérgicamente por Juana.

Montépilloy era una villa que quedaba en medio de Crépy y París, y allí los ingleses estructuraron su guarnición de la forma tradicional: con los arqueros delante esperando al adversario. La batalla fue en sí lo suficientemente extraña como para provocar, después de diversos ataques, la retirada a París de las tropas inglesas mientras su comandante, Bedford, iba a Ruán a sofocar unas revueltas que habían estallado. De hecho, los franceses, que hasta aquel momento no habían encontrado una resistencia de cierta entidad en la Île, habían preferido hacer de esta especie de tour alrededor de París una exhibición, evitando enfrentamientos directos con los borgoñones. Esta actitud no gustaría apenas a Juana. La batalla de Montépilloy dejó entrever que el ejército inglés no mostraba una actitud muy diferente del armagnac.

De esta manera, quien salía ganando en todo esto, aparte de los armagnacs haciéndose con Montépilloy, era Felipe el bueno, el Duque dela Borgoña, a quien Bedford confiaba la defensa de la capital francesa. El borgoñón se saldría con lo que buscaba, ya que tenía a favor la propia ciudad, que era potencialmente pro-borgoñona.

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París
Juana pisaría Compiègne (una villa que toca al Oise, un afluente del Sena estando en territorio borgoñón) por primera vez a mediados del mes de agosto, aproximadamente el 18 junto con el ejército y el rey. Una vez allí la ciudad abrió las puertas a su llegada. La situación llegó a ser un poco peculiar, porque el avance de las tropas francesas hacia París contrastaba con la propia diplomacia armagnac, que se dedicaba a ofrecer pactos y entendimientos con los borgoñones, los verdaderos enemigos en aquella zona. El 21 de agosto incluso se llegó a una pintoresca tregua que tenía como finalidad cesar los ataques durante cuatro meses además de ceder algunos pueblos al Duque de Borgoña, asimismo se llegó a prometer un Conferencia de Paz de cara a la primavera del siguiente año. Naturalmente se trataba de una estrategia para confiar al enemigo borgoñón; ya que dos días después de la tregua, el 23, Juana y el Duque d’Alençon se fueron de Compiègne, dejando al rey, para atacar finalmente el objetivo final: París.

En dos días se plantaron en Saint Denis (justo delante de la capital de Francia siguiendo el curso del Senna) con un batallón. Desde allí querían lanzar los ataques contra las puertas de la fortificación parisina. Pero tuvieron que esperar a la llegada del rey para un ataque contundente y definitivo, que se hizo efectivo en Saint Denis el 7 de septiembre. Así pues, al día siguiente se decidió atacar por la puerta de Saint-Honoré, que quedaba al nordoeste de la ciudad. La ofensiva resultó un fracaso dada la resistencia borgoñona combinada con la ya anticipada tendencia también pro-borgoñona de sus habitantes. Además, Juana fue herida por una flecha en un muslo. Esto aceleró la decisión de que el rey estaba destinado a tomar: la retirada (efectiva el 10 de septiembre). Esta decisión era totalmente la contraria de la que habría querido Juana, que como en las otras batallas había demostrado coraje y valentía.

Juana en el parlamento de París, (1429) grabado de Clément de FauquembergueJuana retornó a Saint Denis el día 9, donde dio gracias a Dios de que no fuera mortal. A partir de aquel momento, el Delfín, ahora Rey, tomó plenamente el control de la situación en el seno de su ejército y su corte, siendo él el máximo influenciador en las decisiones del mismo; obviando las voces de Juana que hasta ahora había tenido en cuenta. Así pues, puso freno y detuvo la campaña militar, lo que, a partir de aquí, supuso un factor de tensión con la propia Juana. Con aquella parada el rey francés no expresaba la intención de abandonar definitivamente la lucha, sino que simplemente optaba por pensar y defender la opción de conquistarla mediante la paz, tratados y otras oportunidades en un futuro. Precisamente esta es la vía que decidió priorizar como máximo dirigente, la vía del pactismo.

El 21 de septiembre disolvería el ejército real en Gien; después de hacer un recorrido que lo llevó camino del valle del Loire, saliendo del núcleo parisino el 11 de septiembre, y atravesando ciudades destacades como Provins o Montargis.

Seguir por la vía del pactismo significaba reafirmarse en la idea de que Juana ya no le era necesaria. Ella había prometido coronarlo en Reims y así había sido. Una vez consagrado quería aplicar la política que él crería conveniente aplicar con legitimidad para ser el Rey. Su objetivo final era el de rehacer la harmonía entre la nobleza de Francia, rehacer la estructura familiar y llegar a la paz definitiva con los borgoñones, con tal de afrontar con mucha más fuerza la expulsión definitiva de la presencia inglesa en su reino. Para hacer esto, necesitaría el tiempo que estaba dispuesto a pasar evitando incomodar a los borgoñones no humillánlos con victorias militares. Según su filosofía sólo así podría hacer frente a Enrique VI (en 1435, finalmente el Rey de Francia obtendría la ciudad de París de manos del Duque de la Borgoña, Felipe el Bueno mediante el Tratado de Arrás). Esta estrategia nunca se la dio a saber a Juana, aunque probablemente no tenía ninguna obligación de hacérsela saber, como tampoco la tenían sus consejeros, dado que, de hecho, ella nunca había pertenecido al Consejo Real.

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Las desavenencias de Juana con la Corte
Juana comenzó a inquietarse profundamente ante la nueva estrategia del Rey, pausada y sin la urgencia de los últimos tiempos. Ella no podía acabar de comprender sin explicación alguna cómo el Rey había decidido dejar de lado la componente militar por los procesos de tregua. Además, también decidió separar a los generales dividiéndolos y destinándolos a diversas regiones. De este modo, cuando Juana quiso reemprender la campaña militar, lo tuvo que hacer sin la presencia del Bastard ni del Duque de Alençon; este último pidió sin éxito a la Corte que Juana le acompañase en la campaña en Normandía.

En este período de treguas, Juana residió en Mehun-sur-Yèvre con la corte. Allí, Carlos VII establecería su residencia favorita y en 1461 moriría. Mehun es un castillo que había sido restaurado por el tío de Carlos VII y que quedaba bastante lejos de París, en la zona de influencia del Loira. Así pues, sola, preparó allí una serie de enfrentamientos con la intención de reemprender la campaña militar, empezando por Saint Pierre-le-Moûtier y La Charité-sur-Loire. Pero primero tuvo que pasar por Bourges, hoy importante ciudad atravesada por el río Cher, para encontrar los refuerzos necesarios. Jean d’Aulon lo explicaba en el proceso de nulificación: “...para conseguir esto y reclutar hombres, la Pucelle fue al pueblo de Bourges, en el que reunió a sus fuerzas; y desde allí, con un cierto número de hombres armados, de los cuales Lord Elbret era el cabecilla, fue a asediar el pueblo de Saint Pierre le Moustier”

Sobre Saint Pierre, ciudad también del entorno del Loira como La Charité, Juana se dirigió a finales de octubre, y la tomó el 4 de noviembre. No obstante, había fallado en un primer momento, según explicó Jean d’Aulon escudero y por lo tanto testimonio de los hechos:

“...y los que habían lo hicieron lo mejor posible por tomarlo [St. Pierre], pero a causa del gran número de gente en el pueblo […] los franceses se vieron obligados y forzados a abandonar […] y en este momento, el Testificante [Jean sempre habló autodenominándose “el Testificante”, expressión extrapolable a “un servidor” y expresándose además en tercera persona (recurrido en esta época) como si estuviera hablando de otra persona] fue herido por un golpe en el talón, que no se rompió pero que lo dejó sin aguantarse de pie ni poder caminar. Entonces se dio cuenta que la Pucelle se había quedado acompañada por un número muy reducido de su gente y de otros; y el Testificante, viendo que el problema podría ir más allá, [recordemos que una buena parte del ejército había huído] montó un caballo y acudió inmediatamente su auxilio, exigiéndole qué estaba haciendo allí sola y por qué no se había ido como el resto. Ella, después de sacarse el casco de la cabeza, replicó que para nada estaba sola, y que todavía le quedaban en su compañía cincuenta mil de sus hombres, y que no se iría hasta no tomar el pueblo. Y el Testificante dijo que en aquel momento ella podía decir lo que quisiera, que con ella no habían más que cuatro o cinco personas [no en el sentido literal, obviamente, sino refiriéndose a la expresión “sois cuatro gatos”], y esto él lo sabe perfectamente […] quien de manera parecido la veía…”

Jean li volvería a exigir que se retirara del campo de batalla, en respuesta de la cual obtendría la orden de ir a buscar un puñado de hoces y vallas para construir un puente que les permitiera atravesar la trinchera con el pueblo. Los pocos que quedaban, así lo hicieron de forma eficiente, de lo cual obtindrían la entrada y la victoria sobre aquel pueblo y que su resistencia fuera más reducida. Añadiría que aquellas acciones crearían en él una imagen mucho más divina de la Pucelle.

Antes de proseguir con La Charité, el 20 de noviembre de 1429 Juana dirigió una carta al Rey, implicando a Catherine de La Rochelle, defensora del punto de vista de las treguas, como el Rey. Esta mujer se asociaba con el hermano franciscano Ricard. En este caso, Juana respondió a las afirmaciones de Catalina en las que expresó que había tenido unas visiones en las que se le aparecía una mujer vestida de blanco (en alusión a Juana) y con unos zapatos de oro diciendo que iría a por todas las ciudades reclamando el oro y la plata, al igual que lo reclamaría al rey (haciendo referencia a que finalmente todas estas riquezas irían a parar a las manos de Juana en “gratitud” por los servicios prestados). Juana desmintió con la carta todas las afirmaciones de Catalina y le recomendó que volviera con su marido a las tareas domésticas y a criar a la descendencia. Además añadió que cuando viera al rey le informaría del estado de “locura completamente sin sentido” de aquella mujer.

Y seguidamente preparó el asalto a La Charité, un asalto que se alargaría profundamente. Este es uno de los puntos más relevantes en la historia de la marginalización de Juana. El rey le proporcionó un ejército que nunca estuvo a la altura de la resistencia de la ciudad. No demasiado bien equipado y de número bajo. Juana pidió unos refuerzos a las ciudades de alrededor que nunca llegaron, excepto el material que envió Clermont-Ferrand. Y finalmente, el día de Navidad, después de un mes y un día, Juana decidió abandonar el asedio contra aquella ciudad dejando la artillería que quedaba. Además, las condiciones climatológicas se hicieron más difíciles, ya que poco a poco se adentraba en las fases más profundas del inverno, un período tradicionalmente poco dado a las guerras.

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¿El ennoblecimiento de su familia?
Sobre este tema volvemos a encontrar diversidad de opiniones, por lo tanto la discusión está abierta entre los teorizadores “clásicos” y los “ortodoxos”. Para empezar, para la mayoría de los primeros acostumbra a ser la prueba que clarifica que tenemos que llamar Jehanne con el apellido, es decir, “Jehanne Darc” (hoy “de Arco”) con el simple razonamiento de que se trata de un documento oficial. Esta afirmación ultrapasa la palabra de Juana en el proceso (anteriormente nombrada), declaración de esta que defensan los “ortodoxos” tendiendo a afirmar que este documento se trata de un fraude y, por lo tanto, es falso.

Teóricamente el Rey tramitó una carta de ennoblecimiento a la familia de Juana (que englobaba también su descendencia masculina y femenina) el 29 de diciembre en Mehun. Este es el presunto hecho que es considerado por los defensores de su validez como una especie de recompensa por los servicios prestados.

La polémica por la oficialidad del apellido “Darc” se amplía además cuando el otro sector de historiadores analiza el texto. De este modo se incluye en la discusión la paternidad y maternidad real de Jacques y Isabelle, que aparecen en el texto como padres de ella, en un texto supuestamente oficial. Los puntos más relevantes que se acostumbran a argumentar para demostrar que el texto es falso y que, por consiguiente, no hubo ningún ennoblecimiento, son los siguientes:

En primer lugar, haciendo referencia al nombre Jehanne Darc, ella nunca se llamó de ninguna otra manera que de la que declaró en el proceso, es decir: “Dentro de mi pueblo se me llamaba Jehannette. En Francia se me llamaba Jehanne desde mi llegada.” El mismo juez principal de Ruán no la llamó de ningún otro modo que “Jehanne, comúnmente llamada la Pucelle” durante todo el proceso. Juana, la Pucelle, es la fórmula que siempre utilizó en todas sus cartas ella misma, como tampoco le pusieron ningún apellido los villanos declarantes en el proceso de nulificación.

En segundo lugar se pone en entredicho la veracidad concreta de ciertos fragmentos, los más discutidos son en los que se hace referencia a aquello que hizo Juana por la corona francesa: “es por eso que nosotros hacemos saber que, teniendo en cuenta aquello de más arriba [se refiere a los términos que se habían expresado en el párrafo de más arriba de la letra], considerando además agradables los muchos y aconsejables servicios que Jehanne la Pucelle ya prestaba, y prestará en el futuro, lo esperamos, por nosotros y por nuestro reino, y por otras ciertas causas que nos mueven, con esto ennoblecemos la susodicha Pucelle…”

Entonces la pregunta que se hacen los detractores es la siguiente: ¿por qué la letra no describe las campañas, los méritos en sí que la han llevado a este reconocimiento? Afirman pues, que todos los documentos de este tipo del siglo XV contienen una detallada descripción de los hechos que, en efecto, provocan estas letras de ennoblecimiento. En este caso, Juana consiguió conducir a Carlos a Reims después de las ya nombradas gestas, que el propio Rey había reconocido.

En tercer lugar, se habla del ennoblecimiento para toda la familia, tanto en línea masculina como femenina: “…y a pesar de su parentesco y linaje, y en favor y contemplación d’icelle Jehanne, toda su descendencia masculina y femenina…”. En este caso, se puede remitir a debatir esta sentencia afirmando que en Francia ya había una ley sálica y por lo tanto, las mujeres no podían beneficiarse de estos favores por línea hereditaria. Los “ortodoxos” afirman que Carlos V de Francia, el primero en utilitzar el título de Delfín (que viene por el territorio Delfinado) hacía una ordenanza en 1368 con la que reforzaba que la nobleza únicamente se transmitía por línea masculina. Así de este modo quedaría sin validez el tema de la descendencia vía línea femenina.

El último punto que se acostumbra a criticar es el del sello que se usó para la letra. Los estudios realizados nos dicen que se trata del sello ordinario que el Rey utilizaba, y del Gran Sello, guardado por Regnault de Chartres, quien parece ser que durante aquellos días no se separó. El Gran Sello era obligatorio para las Cartas de ennoblecimiento.

Finalmente los defensores de las afirmaciones de que la letra es falsa, hacen un salto en el tiempo y viajan a los años 1550 con Robert de Fournier (barón de Tornebeu), y al 1600 con Charles du Lys, los cuales parece ser que eran descendientes de la familia “Darc” y reclamaron los derechos nobiliarios que teóricamente les pertenecían. Pues bien, paerce que tuvieron que litigar para conseguirlos; un hecho una poco extraño, ya que les deberían venir de herencia.

Otras tesis sobre este hecho no responden necesariamente a la “clásica”; se habla de una confirmación de la carta de ennoblecimiento con Robert (barón de Tournebeu), que en octubre de 1550 hizo una petición junto con su sobrino Lucas de Chemin, señor de Féron, los dos descendientes de una hija de Pierre du Lys. Por otro lado, se dice que de los tres hermanos de Juana, dos tuvieron descendencia: Jean y Pierre. Los descendientes del primero adoptaron el nombre “Du Lys”, y del segundo salieron dos hijos del mismo nombre: Jean. El primero tuvo una hija y el segundo se convirtió en Regidor de Arràs. Este último volvería a Francia y adoptaría también el nombre “Du Lys” y tendría dos biznietos, Charles du Lys y Luc du Lys, que reclamarían los derechos.

Todavía otra hipótesis nos dice que Pierre du Lys, hermano de Juana, tuvo un hijo, Jean du Lys, que murió sin descendencia en 1501. Así, durante los siglos XVI y XVII, aprovechando que uno de los privilegios del ennoblecimiento de las familias era la exención de pagar los impuestos, habrían aparecido falsos familiares o descendientes de la familia de Juana que habrían querido aprovecharse. Así explican la demanda y los litigios de Charles du Lys y del barón de Tornebeu. También se afirma en este sentido, a la hora de explicar los litigios, que Carlos IX (1550-1574) suprimió los beneficios de transmisión para las mujeres y así estos tuvieron de apoyarse en la descendencia del hermano de Juana, Pierre du Lys, del único que se sabía que había tenido un hijo. Probaron inventándose otra mujer para Pierre, que tuvo únicamente un hijo, sin descendencia (Jean du Lys) y a partir de aquí una serie de hijos que no aparecen registrados en las encuestas de nobleza hechas de 1476 a 1551. Así pues el ennoblecimiento de Juana y de su familia sigue siendo un misterio.

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El declive definitivo: las últimas campañas
Juana pasó el resto del invierno, después del abandono de la campaña en La Charité, en el castillo de Sully, el cual pertenecía a Georges de la Trémoille, después de algunas estadas en Bourges y en Orléans. Mientras seguían los trámites que llevaban el Delfín y el Duque de la Borgoña con Compiègne. El Rey de Francia había aceptado que esta ciudad, que estaba en territorio borgoñón, pasara a este a cambio de la neutralidad del Duque. Pero el Borgoñón todavía seguía con las negociaciones paralelas con Inglaterra, lo cual no gustó nada al Rey, que le había ofrecido su confianza y finalmente decidiría volver a tomar la ciudad, que ya tenía a su favor en cuanto a sus habitantes.

Retrato de JuanaEste fue uno de los motivos del retorno de Juana al panorama militar. Ella seguía con la intención de hacer lo posible para expulsar definitivamente a los ingleses, sin pasar por las treguas que intentaba pactar Carlos VII. Estas treguas finalizaron en marzo de 1430 y Juana, que pacientemente las había respetado, volvió al campo de batalla, en dirección a Compiègne con un modesto batallón y lo hizo sin esperar a que el Rey se lo permitiera. Paralelamente a esto, Juana disctó diversas letras desde Sully: dos dedicadas a los ciudadanos de Reims (los días 16 y 28 de marzo) donde les aseguraba que los auxiliaría en caso de asedio (estos se habían dirigido antes a ella temiéndose uno ) y otra carta el 23, mucho más atrevida y después polémica, a los husitas. De hecho se trataba de un ultimátum en el que los trataba de herejes (la carta iba dedicada a los heréticos de Bohemia). En esta les llamaba a que volvieran a la fe católica y así a la luz verdadera si no querían que ella misma liderara una cruzada en contra de ellos. La utilización que se hizo después por parte de sus detractores es la que se quiso poner en el lugar del Papa, que acababa de anunciar una, en la que pretendían tomar parte junto a los borgoñones y los ingleses.

Parece ser que esta carta amenazadora llevó la imprenta, o la influencia del hermano Jean Pasquerel, que era su confesor, con quien junto también con su hermano Pierre, Jean d'Aulon y el pequeño batallón, partieron de Sully. El primer reto de esta nueva etapa en los campps de batalla fue en Lagny-sur-Marne, al lado del río Marne, afluente del Sena muy cerca de París. Allí habían guarniciones inglesas y destacamentos borgoñones. Juana los pudo derrotar el 29 de marzo gracias también a la ayuda de las tropas mercenarias itálicas de Berthelemy Baretta que reforzaron el regimiento de Juana con unas 200 unidades.

Ya en abril del mismo año, Juana protagonizaría la última de sus victorias en el campo militar. Fue en un encuentro con las tropas borgoñonas dirigidas por Franquet d'Arras. Necesitó cargar tres veces contra la defensa mercenaria borgoñona que había salido de París con más de 300 unidades, frente a las cerca de 400 que dirigía Juana sin refuerzos por parte del rey. La batalla acabó pues con la rendición d'Arras, que le ofreció su espada como prueba. Este aspecto sería tratado en el proceso de Juana el 24 de marzo de 1431, ya que ella dijo que a partir de aquel momento utilizó la espada ganada mientras que no quiso dar detalles de la que llevaba habitualmente, la que había recibido en Sainte Catherine de Fierbois. El destino d'Arras fue convertirse en prisionero, y de aquí a su execución después de un proceso de unos quince días en Lagny mismo, a manos de un oficial de Senlis de la justicia de Lagny.

El 10 de marzo de 1431, Juana declaraba en su proceso, que en la semana de Pascua de 1430 (se cree que el 22 de abril), estando en Melun, sus voces, las de Santa Catalina y Santa Margarita, le hicieron saber que sería capturada antes del día de San Juan, es decir, el 24 de junio, pero no tenía por qué sufrir porque Dios le ayudaría a pasar el trance. Además ella probó de pedir a qué hora sería tomada presa, pero las voces no se lo dijeron.

El 24 de abril Juana llegaría a Senlis, donde teóricamente esperó por unos refuerzos del Delfín. De aquí hasta el 14 de mayo no se sabe con certeza qué es lo que hizo. Se sabe que habría pasado por Crépy, Compiègne y por Soissons (que no permitió que Juana actuara excusándose con que la gente no quería problemas. Guiscard Bournel, el capitán de esta ciudad, vendería semanas después de forma secreta la ciudad a los borgoñones), volviendo el 14 a Compiègne. De todos modos, lo que está más claro es que mientras tanto la alianza anglo-borgoñona se rehacía y el Duque de Borgoña comenzaba a ganar terreno con el afán de hacerse con la ciudad de Compiègne. El objetivo era asediarla, ya que los ciudadanos se mostraban pro-armagnacs y no ofrecían su rendición. El 6 de mayo la corte armagnac reconocía el desastre que habían producido las últimas treguas pactadas con los borgoñones, sobretodo la tregua de neutralidad con Compiègne (afirmación reforzada por el arzobispo de Reims), que las habían aprovechado para rehacerse y rehacer las alianzas con Inglaterra e iniciar otra vez toda una serie de batallas.

Así el Duque consiguió avanzar bastante durante el mes de mayo con el objetivo de llegar pronto a Compiègne. Primero tomó el puente de Choisy-au-Bac, ciudad que cayó el 16 de mayo, siguió haciéndose con el monasterio de Verberie y finalmente consiguió llegar a Compiègne a finales de mes, el 22, día en que la puso en asedio. Por su lado, se sabe que Juana del 17 al 21 de mayo pasó nuevamente por Crépy, lugar del cual sacó más refuerzos para poder redirigirse a Compiègne contribuyendo así a mejorar la defensa de los villanos.

Justo el día que la ciudad cae en asedio, Juana llega con los refuerzos después de cabalgar con sus hombres por los bosques cercanos hasta llegar a la villa. El resto de la noche la pasaría en el interior de la ciudad conociendo que esta estaba siendo asediada y a pesar de las recomendaciones de peligro de sus propios soldados.

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Compiègne: la captura
La mañana del día 23 de mayo de 1430, Juana hizo unas plegarias en una de las iglesias de la ciudad. Compiègne estaba capitaneada por Guillaume de Flavy y fue con este con el que Juana trazó sus últimas estrategias para preparar la batalla que se libraría aquella misma tarde, en un puente en el exterior de las murallas de la ciudad, el cual significaba un enclave de asedio muy peligroso. Esto ya sabían los borgoñones que de esta manera lo querían tomar.

Las tropas francesas salieron de la ciudad, pero se encontraron con una coalición borgoñona muy fuerte, pero aún así pudieron hacer retroceder diversas veces. Se encontraron con una especie de emboscada que las crónicas narran como la entrada de los ingleses en la lucha, lo que hizo retroceder a los armagnacs. los ingleses se posicionaron entre el ejército de la Pucelle y el puente al mismo tiempo que una parte de los borgoñones se colocaban detrás del ejército francés; así quedaba rodeado y con muy pocas opciones de resistencia a pesar del apoyo desde las murallas de los arqueros de la ciudad de Guillaume.

Fue cuando la propia compañía de Juana le reclamó que “Considerad hacer un esfuerzo para volver a la ciudad, o vós y nosotros estaremos perdidos!”. Según las crónicas, la Pucelle tuvo para esto una respuesta bastante furiosa: “¡Quietos! Su derrota depende de nosotros. Pensad sólo en atacarlos”. Pero entonces los anglo-borgoñones vieron que Juana hacía maniobras para volver a la ciudad; con un gran esfuerzo se apresuraron a tomar el puente, la que provocó una gran escaramuza al extremo de este.

Este fue el momento en el que Guillaume de Flavy, capitán de la ciudad, cometió el error más grande de su vida, lo que le costó muchas críticas y acusaciones. El hecho es que delante de una predecible derrota, se atemorizó y con el propósito de proteger la ciudad para no perderla, ordenó cerrar las puertas de la ciudad de Compiègne, con lo cual ya nadie podría penetrar, ni tan sólo la Pucelle. Naturalmente, las valoraciones posteriores sobre esta decisión son difíciles de hacer y dependen de la óptica con la que se enfoquen. Pero Guillaume no quedó exento de acusaciones de traición.

Según las crónicas, en aquel momento, Juana asumió las riendas de la batalla y se puso al frente con la mayor bravura demostrable. El enemigo vio con astucia que los armagnacs estaban colgando de un hilo y quedaban a merced de ellos y dieron órdenes de tratar capturar a toda costa a Juana. Ella, a su vez, mostró gran resistencia, pero fue sorprendida por cinco o seis hombres de los cuales uno le puso la mano encima mientras los otros sostenían el caballo y le gritaban que se rindiera, aunque sólo consiguieron negativas de Juana en medio del forcejeo.

Los compañeros de Juana intentaron poner medios para recuperarla, pero un arquero borgoñón del Bastard de la Vandonne le consiguió desenganchar del caballo definitivamente y Juana tuvo de rendirese finalmente al Bastard, Lionel de la Vandonne, vasallo del Duque de Luxemburg, Jean de Luxembourg dado que este, que estaba justo al lado en el momento de la caída de Juana, era un noble. En esta misma captura, el hermano de Juana, Pierre también fue aprisionado, (y liberado años después) como Jean d’Aulon a quie se le permitiría seguir con la intendencia de Juana en cautividad.

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El fin del viaje: el proceso en Ruán y la condena definitiva
El último año restante de la vida de Juana, de mayo de 1430 a mayo de 1431, se divide en dos partes, dado que ella todavía tuvo que pasar por un enfermizo periplo de una villa a otra siendo vendida hasta su llegada final a Ruán, donde el abispo de Beauvais, Pierre Cauchon, lideraría un proceso eclesiástico irregular, que ocuparía los últimos meses de la vida de Juana, y que acabaría con una sentencia de muerte en la hoguera después de haber pasado a justicia secular los días restantes de vida de la Pucelle; obviando de momento las tesis que hablan de su supervivencia. Así pues, este proceso sería uno de los más famosos de la historia, la cual convertiría a la joven Doncella en un mito para Francia, además de su patrona.

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La primera etapa de la cautividad de Juana
La primera de las dos etapes se inició con su traslado a una localidad muy cercana a Compiègne, al noreste, concretamente a Claroix, donde había una fortaleza. Allí pasó unos pocos días, desde su captura el día 23 hasta el día 27, cuando fue trasladada a Beaulieu-lès-Fontaines. En mitad del camino, cerca de la villa de Elancourt, le dieron permiso para ir a hacer unas plegarias a Santa Margarita, cuya voz dijo que había escuchado. Juana se entrevistó entre los días 27 y 28 con el propio Duque de la Borgoña, Felipe el Bueno. En aquellos momentos Juana era propiedad del Duque de Luxemburgo. Desafortunadamente de la entrevista entre Juana y el Duque borgoñón no se sabe qué se dijeron.

Antes de proseguir su periplo en cautividad hacia el nuevo punto geográfico, Beaurevoir, Juana pasó por diversas experiencias en Beaulieu. El 6 de junio llegaron a la villa de Noyon Felipe el Bueno y su esposa Isabel de Portugal. Juana fue trasladada allí, concretamente al lujoso Palacio episcopal que había que quedaba cerca de la Catedral. Allí también pudo encontrar al Conde de Luxemburgo, Jean y su esposa Jehanne de Bethune. No se sabe tampoco qué sucedió, pero se apunta a que Juana le causó cierta simpatía a la duquesa Isabel, la cual fue la artífice de su traslado a una prisión más digna en Beaurevoir, a finales de junio o a principips de julio.

Pero el mismo junio (no se sabe a ciencia cierta qué día), Juana intentó escaparse por primera vez de la torre donde estaba como prisionera en Beauvais, pero fue detenida antes de salirse con la suya. Mientras, la Universidad de París, representada por Pierre Cauchon, pro-inglés, obispo de Beauvais y ahora en el exilio en Ruán, iba haciendo escritos al Duque de la Borgoña; el más conocido el del día 22, reclamando la deportación de Juana. Además, advirtieron que los armagnacs, que en aquel momento podrían estar negociando el retorno de la joven doncella, estaban haciendo todo lo posible para rescatarla. Se añade la posibilidad también de que el Bastard de Orléans y La Hire, buenos amigos de la Pucelle, protagonizaran diversas tentativas militares por su cuenta con tal de intentar rescatar a Juana, aunque solo se sabe que coincidieron en Louvain en marzo de 1430.

Juana finalmente fue trasladada al Castillo de Beaurevoir, donde pasó el verano recibiendo la amabilidad y el buen trato de tres damas: Jehanne de Luxemburgo que era la tía de Jean de Luxemburgo, Jehanne de Bethune, la esposa de este, y Jehanne de Bar la hijastra del matrimonio. Juana que, por orden de sus voces vestía de hombre, intentó ser persuadida por estas mujeres para que retomara los hábitos femeninos. Juana pasaría esta época relativamente tranquila. De hecho esta fue la mejor época de la etapa como prisionera, sobretodo en comparación con la que tendría que vivir en el marco del proceso eclesiástico venidero.

A partir de julio su estancia con las tres damas (casualmente del mismo nombre que ella) es tranquila y no acabó trascendiendo nada durante los dos meses siguientes, agosto y septiembre. De todos modos la documentación vuelve a llegar en octubre de 1430, cuando se comenzarían a multiplicar las negociaciones para vender a Juana. De hecho, Jean de Luxemburg aprovechó el contar con una prisionera tan valiosa para obtener el máximo rendimiento político y económico. Pero se cree que su mujer, la duquesa Jehanne, al ver que su marido hacía tratos, le habría intentado persuadir de que no la vendiera a los ingleses. Por desgracia para Juana, la duquesa de Luxemburgo moriría el 18 de septiembre, la cual dio vía libre a su marido para seguir negociando con los ingleses.

Será aproximadamente alrededor de septiembre a octubre cuando Juana hiciera su segundo y último intento de fuga, cuando intentó saltar desde una altura de unos sesenta pies de altura desde la torre donde estaba prisionera. A A pesar del riesgo de muerte, sobrevivió milagrosamente sin romperse ni un hueso, sólo con algunas contusiones. Después confesaría que lo hizo aunque sus voces le rogaron que no lo hiciera, porque sabedora de la llegada de los ingleses hacia Compiègne, y de que ella podía acabar vendida a los mismos, se vio en la obligación de prestar ayuda a los ciudadanos y amigos de Compiègne antes que acabasen masacrados a causa del asedio que estaban sufriendo. Dio gracias a los ángeles por haberle salvado la vida y pidió perdón a Dios por haber pecado, el cual le perdonó según ella. De todos modos quedaría tumbada sobre el suelo a los pies de la torre, insconsciente y se cree que durante tres días no comió ni bebió, pero que finalmente se recuperó perfectamente.

Otro hecho destacable al recuperarse del choque de la caída, es que Juana advirtió que sus voces le indicaron que de todas maneres el pueblo de Compiègne recibiría los refuerzos suficientes para levantar el asedio alrededor del día de San Martín, que es el 11 de noviembre. Ciertamente el asedio sobre Compiègne sería levantado, gracias principalmente a la llegada providencial de Ponton de Xantrailles, que junto con un regimiento de hombres armados el 25 de octubre, con la ayuda del pueblo, enloquecieron en un fuerte ataque contra la bastilla inglesa de Pierrefonds. Así pues los ingleses tuvieron que huir y su bastilla fue quemada.

El 2 de noviembre se iniciaría el traslado hacia a Arras en la deportación definitiva hacia Ruán, efectiva un mes después, a consecuencia de la consolidación de su venta definitiva a los ingleses a mediados de noviembre, después de unos meses de negociación. Jean de Luxemburgo sacaría unas 10.000 libras turnesas. Paralelamente, se discutido profundamente la actitud de Carlos VII hacia esta situación. Lejos de profundizar en juicios fáciles sobre una posible traición del Rey sobre Juana, como se ha acusado a Guillaume de Flavy, las cirscunstancias reales del Rey son difíciles de conocer.

Así pues, a la pregunta de si el Rey de Francia intentó rescatar a Juana comprándola a Jean de Luxemburgo, nos tenemos que atener a las dos opciones más pausibles: la primera es si intentó negociar por la compra de su libertad y por otro lado si Jean estaba dispuesto a devolverla a los armagnacs. La documentación sobre este asunto falta, con lo cual no se puede demostrar que ni siquiera se hubieran iniciado las negociaciones para intentar recuperar la Pucelle, lo que puede hacer pensar que los armagnacs podrían haber dado la causa por perdida, hubiera hecho algún intento que no consta o la hubieran abandonado a su suerte.

Por su lado, Jean de Luxemburgo prefirió hacerse rogar un cierto tiempo de forma hábil para intentar encarecer la venta. Otras opiniones atribuyen el atraso de tantos meses a las presiones que estuvo recibiendo Jean por parte de damas como su esposa.

Finalmente, Juana pasaría por pueblos como Arras, Saint Riquier, Drugy y Le Crotoy donde pudo contemplar por primera vez en su vida el océano, ya que esta villa está situada en el canal de la Mancha, al lado de Somme. En Le Crotoy pudo ir a parar al mismo sitio donde el Duque d’Alençon había estado prisionero por los ingleses después de la batalla de Verneuil, durant cinco años, desde el 14 de agosto de 1424. Ella supo que no tenía ya ninguna opción de salir con vida a diferencia de su amigo.

A Le Crotoy, pueblo que probablemente abandonó alrededor del 20 de diciembre de 1430, también recibió la visita de unas damas procedentes de Abbeville, que quedaron maravilladas con la recepción que la joven Doncella les ofreció. Además pudieron conocer a otro prisionero: Nicholas de Queuville, Canciller de la Catedral de Amiens, con quien le permitieron celebrar alguna misa.

El siguiente pueblo por donde Juana pasó, en un viaje que estaba siendo bastante discreto, fue el de Saint Valéry, para eso tuvieron que atravesar el río Somme en un trayecto que les estaba haciendo hacer una ruta de noreste a noroeste para bajar un poco hacia el sur vordeando la costa atlántica francesa hasta llegar a Ruán, destino final. A partir de allí se desconoce qué ruta siguió para llegar a Ruán, ciudad que vuelve a quedar una poco tierra adentro; dos opciones se perfilan como las más probables: por un lado la ruta costera: Saint Valéry-Le Trepport-Dieppe-Ruán, o la que iría directamente tierra adentro: Saint Valéry-Eu-Arques-Bosc-le-Hard-Ruán. En cualquier caso, las tropas que protegieron el traslado de Juana hacia Ruán llegaron la noche de Navidad: el 24 de diciembre.

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El proceso de Juana en Ruán
La Torre Juana de Arco en Ruán, donde estuvo prisionera durante el juicioEl primer cambio que la joven Doncella, ahora ya esposada, pudo notar fue el lugar donde la aprisionaron y el trato que recibió, que fue el de prisionera de verdad. Juana fue encerrada en una celda bastante oscura de forma hexagonal dentro de una torre. Esta celda tenía una pequeña abertura que ejercía de ventana y adjunta otra celda menor que servía de letrina. Mientras una comunidad de eclesiásticos comenzaba a mover hilos para preparar los puntos básicos de la acusación de Juana, con ánimo de venganza como después quedaría impreso años después en las diversas declaraciones de algunos de los miembros. Buena parte de los miembros del proceso de Juana estarían comprados, según documentos que han sobrevivido. Estos estaban dirigidos por el obispo de Beauvais, Pierre Cauchon.

Mientras Juana era vigilada por cinco hombres: Jean Baroust, Nicholas Bertin, Julian Floquet, William Mouton y William Talbot; sabiendo que ya había intentado escaparse dos veces, y que era una verdadera prisionera de guerra muy cara. El proceso comenzaría el 9 de enero de 1431, después de ser pasada finalmente a jurisdicción de la Inquisición de la Iglesia, tal y como reclamaban la Universidad de París y Cauchon desde hacía meses con el apoyo de muchos teólogos seis días antes. Un proceso que pasaría a la posteridad y que convertiría a Juana en la heroína nacional por el modo como se desarrolló y el final de la joven y la leyenda de la que hoy en día todavía se intenta distinguir la realidad de la fantasía, como acostumbra a pasar en estos casos. Juana no estuvo presente en estas diez sesiones preliminares que hubieron hasta su aparición frente sus acusadores el 21 de febrero del mismo año.

Pero antes de su entrada en escena, hay que destacar las condiciones en las que se vio sumergida la joven Doncella. La vigilancia por parte de cinco hombres no fue pasiva. Ana de Borgoña, duquesa de Bedford, tuvo que amonestar y suplantar dos de los hombres, por los intentos de violación a que sometieron a Juana, que hasta aquel momento todavía seguía siendo una Doncella, ya que la misma Anna la sometió a un examen médico el 13 de enero donde una de las testadoras, Ana Bavon corroboró su virginidad.

Juana iría vestida con ropa de hombre, la que enfadaba a sus jueces, pero se cree que esta vez lo hizo para protegerse de los intentos de violación. Teóricamente era más prudente llevar a la prisionera, como ella misma pidió, a ser recluida en un ambiente femenino para evitar las ambiciones de ciertos hombres. Esta petición no la quisieron entender los jueces que se encabezonarían en obviar las reglas excepcionales de Santo Tomás de Aquino (1225-1274) por ejemplo, en la que contemplaba ciertas excepciones en caso de necesidad a la hora de vestir. Así pues, nunca fue aceptada la petición de la joven.

Ya en materia judicial, se dice que el proceso empezó con diez sesiones preliminares el nueve de enero, que se sucedieron durante los siguientes días:

Enero: Los días 9, 13, 23
Febrero: 13, 14, 15, 16, 19 (mañana) 19 (tarde), 20.
En estas sesiones se presentaron las pruebas de la acusación. Para los jueces estaban a punto de interrogar a un personaje peligroso, de la que creían que se regía por fuerzas diabólicas u ocultas, en clara referencia a las visiones y las voces. Una especie de insumisa y hereje, lo que no deja de sorprender sabiendo de la religiosidad de la Pucelle. Naturalmente estaban preparando meticulosamente un proceso de Inquisición. Para los teólogos se trataba de una causa en materia de disciplina y teología muy importante. Y así en las sesiones preliminares comenzaron exponiendo las causas de que se le acusaba, principalmente herejía y el asesinato, al que ella declararía que había preferido llevar el estandarte para no tener que matar a nadie. Ante esto Juana prácticamente no podía hacer nada, ni tan sólo apelando a la autoridad del Papa de Roma ni al Concilio de Basilea.

El día 20 de febrero, Juana fue advertida que finalmente al día siguiente haría ya su primera intervención en el juicio. Ella pidió que hubiera paridad en cuanto al número de representantes franceses como ingleses. Ya sabia, pues, que seguramente no tomaría parte en el proceso más imparcial y objetivo de todos. También pidió asistir a misa antes de comenzar el juicio, peticiones que fueron ignoradas.

El oficial Jean Massieu escolta el día 21 de febrero finalmente a Juana hacia la capilla real del Castillo. Al principio le hicieron jurar que diría la verdad a lo cual ella se resistió com tantas otras veces; la primera vez aludiendo que no sabía de qué se le interrogaba “Ignoro la materia del interrogatorio”. Finalmente Cauchon le hizo prestar juramento haciendo referencia a las materias relacionadas con la fe. Así se iniciaría entonces el interrogatorio de identidad.

Los jueces vieron pronto que a pesar del origen humilde de la joven doncella y su educación tradicional y típica del campo, no estaba falta de inteligencia. Ya lo demostró con la resistencia que ofreció sólo comenzar. A lo largo del proceso (decidido en sesiones privadas y públicas), Juana poco a poco manejaría con más precisión la dialéctica y el modo de expresar sus voces. La teórica desventaja de la que partía en un inicio era que estaba poco habituada al manejo de la dialéctica y de los conceptos. En cuanto al trato, los jueces estuvieron lejos de tratarla con menosprecio, tanto por su origen o formas, ya que eran conscientes de a quien tenían delante y de la importancia de aquel proceso; no se esperaban que llegara a ofrecer tanta resistencia como les podía haber parecido a priori.

Hay diferentes partes dentro del interrogatorio, es decir, diferentes temáticas dentro de las preguntas que le hicieron. Ella demostró un arraigo muy profundo en sus tesis y convicciones además de misticidad a la que intentaron de hacer contradecir mediante la introducción de algunas trampas en sus formulaciones, refiriéndose a las señales, las voces, los cultos, la personalización de los tres santos que se le presentaban, el gusto por vestir como un hombre… trampas en las que ella no cayó precisamente por la firmeza de su voluntad permitiéndose incluso pedir a los jueces más credibilidad en sus acusaciones. Juana resistiría hasta el extremo sobre la certeza de que las palabras de las voces que escuchaba ocultaron una misión que llevó hasta done estaba ahora, en un juicio.

Juana también fue interrogada sobre la iglesia militante de la cual los jueces decían representarla el 15 de marzo. A esto, Juana respondió no saber qué era y los jueces, próximos a la desesperación, creyeron que estaba negando la jerarquía eclesiástica y que ella se presentaba como si fuese una mediadora entre Dios y la gente terrenal, lo qual venía a decir ella cuando afirmaba que había sido enviada por Dios. No obstante, se le explicaron las diferencias entre la Iglesia militante y la Iglesia triunfante.

Juana de Arco es interrogada por el cardenal de Winchester en su prisión, (1824) de Paul Delaroche en el Museo de Bellas Artes de RuánEl 24 de marzo es cuestionada sobre el tema de la ropa femenina, al que ella respondió que aceptaría llevar un vestido si se la devolvía a su pueblo con su madre. Además pidió permiso para asistir a misa el día siguiente, que era el 25 de marzo, domingo de ramos. Esta petición le sería denegada, pero ella respondería que si era su mayor deseo estaría de todos modos, mas que seguía los designios de Dios a la hora de vestir como un hombre.

Entre los días 27 de marzo y 28 de marzo, Thomas de Courcelles hace la lectura de los 70 artículos de la acusación de Juana, a los que habría que responder y que después serían resumidos en doce el 5 de abril. Estos 70 artículos suponían la acusación formal hacia la Pucelle buscando ya la condena. Tras lo que se llevaba de juicio, notarios y asesores dudaron de la culpabilidad de Juana y del procedimiento de su proceso y fue el momento en que propusieron recurrir al Papa, a la que estuvo de acuerdo Juana. Ante el peligro que suponía para los jueces que el Papa los desacreditara, rechazaron la propuesta.

El mismo 27 de marzo se le propone entrar en la Iglesia militante, y escuchar los consejos de los asesores del proceso. Al último le dio las gracias pero se remitía a los consejos de Dios, superiores. Sobre la Iglesia militante, la rechazo del siguiente modo: “…y tengo la firme creencia que no he faltado a nuestra fe cristiana. Por lo que no deseo pertenecer” Esta cuestión se le volvería a presentar unos cuantos días después, el 31 de marzo y rechazó igualmente la propuesta. Una de las frases recurrentes de Juana, cuadno sobreponía Dios como motivo principal para justificar una acción cualquiera, era la expresió “¡Dios primer servido!”.

Como ya se ha comentado, los setenta artículos se resumieron en doce. Este proceso ocupó tres días, del dos al cuatro de abril de 1431, y el día 5 son transmitidos a consulta, pero no a la acusada. Los cambios que se quisieron reintroducir fueron omitidos. El escriba Guillaume Manchon declaró en el proceso de nulificación que efectivamente se habían propuesto una serie de cambios que no se aceptaron, la cual cosa pudo demostrar. El mismo día 5 Juana comienza a perder salud a causa de ingerir alimentos venenosos lo que le hace vomitar. Aquello alertó Cauchon y a los ingleses, que trajeron un médico. La querían mantener viva, sobretodo los ingleses porque la querían ejecutar públicamente. Durante la visita del médico, Jean d’Estivet acusó a Juana de haber ingerido los alimentos envenenados siendo consciente para de suicidarse.

Aguanta este proceso enfermizo aproximadamente hasta el 18 de abril, cuando finalmente ella se ve en peligro de muerte y pide la confesión y la Eucaristía. Así reclama que su cuerpo sea incinerado y dejado en un campo Santo. Si eso no se produce encomienda su cuerpo a Dios. De todos modos, Juana tendría que seguir la larga agonía unas semanas más todavía, y no de manera médica, porque poco a poco se fue recuperando. Se trataba de la evolución del proceso, que llegaba al último mes. Tras la enfermedad, Juana volvió a participar en una sesión el 2 de mayo.

Aquel mismo día, el 2, hubo un enfrentamiento previo. El hecho es que tenía que respondee sobre los doce artículos de la acusación. Le habían pedido si quería corregir o mejorar algún aspecto sobre la deliberación de los jueces, ella respondió: “Leed vuestro libro” y seguidamente: “Yo me atengo a Dios, mi Creador, de todo; yo le quiero de todo corazón”. Después añadió: “Yo me atengo a mi juez, él: él es el Rey del Cielo y de la Tierra”. De este modo, en presencia del obispo y de 63 testimonios, el Archidiaca de Evreux J. De Chatillon procedió a la lectura de los artículos a la espera de algún comentario de Juana. Pero después de hacer la lectura no obtuvieron ninguna respuesta más y de este modo se la llevaron otra vez a la celda.

Después del proceso que había habido y ya consciente de cual podría ser su devenir, Juana entró en una fase bastante más cerrada, de la que fue una prueba el día 2 de mayo . Probablemente a estas alturas Juana ya ha dicho todo lo que tenía que decir y sabe que la sentencia será definitiva, por lo que no tendrá ninguna opción de escapatoria. El día 9 de mayo Juana es conducida a la cámara de tortures donde se le enseñan los instrumentos como prueba de fuerza, después ella hizo la siguiente afirmación: “Verdaderamente, si vosotros me arrancaseis extremidad por extremidad y separaseis mi alma de mi cuerpo yo no os diría nada. Y si dijera alguna cosa después declararía que me lo hicisteis decir a la fuerza.”

Después encontraron poco provechoso someterla a tales máquinas de tortura. De todos modos, el sábado 12 de mayo se hizo una votación entre los jueces en la que resultó ganadora, por 11 votos a 3, la opción de no torturarla. Los tres que votaron a favor de la tortura fueron Aubert Morel, Thomas de Courcelles y Nicolas Loisileur. El caso de este último es curioso, ya que antes de comenzar el proceso a la joven Doncella, junto con un otro compañero (que era Jean d’Estivet), la intentaron estafar del siguiente modo: se hicieron pasar por gente de su tierra natal y Loisileur se hizo pasar por un confesor para extraer toda la información posible a Juana. Esta no cayó en la trampa y no pudieron aportar nada interesante en la maquinaria previa al proceso de Juana.

Llegados a este punto del juicio, los ingleses acabaron con la paciencia que les había hecho pasar con discreción hasta aquel momento. El Conde de Warwick dijo en Cauchon que el proceso se estaba alargando demasiado. Incluso el primer propietario de Juana, Jean de Luxembourg se presentó en la celda de Juana. Fue un momento muy tenso que podría haber acabado mal, pero seguidamente apareció Warwick para calmar los ánimos. Jean le hizo la propuesta de que pagaría para liberarla si ella prometía no atacar más a los ingleses. Ella le respondió del siguiente modo: “En nombre de Dios, vos os estáis mofando de mi, pero sé muy bien que no tenéis ni el poder ni el valor para hacer eso”. Después de unas cuantas discusiones más, Juana le acabó diciendo: “Sé que estos ingleses me quieren muerta, porque creen que después de mi muerte se harán con el reino de Francia. Pero antes había 100.000 Godones [palabra en argot para denominar a los ingleses] más de los que hay ahora presentes, los cuales no podrán conseguir ahora el Reino.” El Conde de Stafford, enseguida puso su daga en el cuello de la Pucelle, pero fue cuando Warwick intervino.

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La fase final: los últimos días de Juana
Las cosas se acelerarán a partir del 23 de mayo. Juana recibió la enésima amonestación de parte de Pierre Cauchon, acompañado por el vice-inquisidor y diversos miembros más, en una cámara del Castillo de Ruán donde pretendían que Juana claudicara. Además sirvió como una advertencia de la muerte cercana que le esperaba. Le pidieron que aceptara el veredicto de la Universidad de París y de los jueces por el bien de ella, pero esta rechazó diciendo que no tenía nada más que decir. “…si yo estuviera en el fuego, incluso seguiría sin decir nada más, y querría mantener todo lo que he dicho en el proceso hasta la muerte. No tengo nada más que decir”.

Estas serían las jornadas en las que puede que los jueces eclesiásticos se mostraran más de acuerdo con su fe, es decir, un poco más caritativos y le advirtieron con toda sinceridad que por una vez les hiciera caso sino quería acabar entre las brasas. Esta fue la amonestación suavizada, después de leerle los escritos que habían redactado la gente de la Universidad de París, con gran violencia. Finalmente, aquel día se hizo una convocatoria que tendría lugar el día siguiente al lado del cementerio de Saint Ouen; se trataba de una sesión pública.

Un día después, el 24 de Mayo, Juana fue trasladada cerca de la abadía Saint Ouen, al cementerio que había al lado. Loisileur, uno de los que había apostado fuerte por su tortura, se mostró esta vez también bastante caritativo y cuando llegaron le hizo el siguiente comentario “Juana, créeme, si quieres tu vida se puede salvar. Toma este vestido de mujer y haz todo aquello que se te diga; de otro modo estás en peligro de muerte” después de estas súplicas, y mientras los ingleses se frotaban las manos habiendo conseguido reunir una masa de gente; todos escucharon el pequeño sermón por parte Guillaume Erard, que leyó unos pasajes de Juan, concretamente los 15:6. Seguidamente comenzó a blasfemar contra el Rey de Francia, Carlos VII, dirigiéndose directamente a Juana, que después de ver como el hombre repetía una y otra vez las críticas con soberbia apuntándola con el dedo, no se mordió la lengua y respondió interrumpiéndolo: “No habléis de mi rey. Te reto a decir y jurar, en mi vida, que él es el más noble de todos los Cristianos, quien mejor estima la fe y Iglesia, y no es como tú dices”

En aquel momento, Juana había cortado el sermón de Erard que quedó atónito y se puso nervioso. Juana hizo otra referencia a Dios, que era por qué lo hacía todo pasando por el Papa de Roma. Acto seguido, Pierre Cauchon se dispuso a leer la sentencia, en la que le declaraban hereje y la excomulgaban a la vez que la enviaban a la justicia secular. Un hecho que no ha de extrañar, ya que la iglesia difícilmente cometía los delitos de sangre fruto de las Inquisiciones directamente. Antes enviaban a los presos a la justicia secular, como en este caso.

Pero Massieu se levantó, y delante de la presencia de los ingleses, se acercó a Juana y le suplicó que firmara unos papeles, teóricamente la sentencia de abjuración. Ella no sabia qué era eso que le pedían, pero la urgencia corría y firmó con una cruz en un círculo, según se cree. El documento no ha quedado para la posteridad y las informaciones son controvertidas. Al principio se creyó que fue un documento de decenas de líneas, pero más tarde, Massieu diría que iba de seis a ocho líneas. En cualquier caso, Juana había salvado su vida por el momento aunque renunciando a todas sus creencias, según había firmado, y así, además, aceptaba vestirse otra vez de mujer. Una de las teorías que podrían barajarse es que en la transcripción del juicio Cauchon hubiera cambiado la sentencia de abjuración larga por la corta. De todos modos, Juana acabaría siendo llevada hacia la celda otra vez. Pero antes Cauchon tendría un enfrentamiento con los ingleses a quien no les gustó nada aquel último gesto de los clérigos, y acusaron a Cauchon de favorecer a Juana mientras él lo negaba. Llegaron a decirle: “El rey ha malgastado el dinero en ti”. Warwick le dice a Cauchon que puede llegar a ser contraproducente para los ingleses este suceso, ya que ella ahora podría escaparse. Pero rápidamente alguien le comenta: “Señor Mío, no os preocupéis, la volveremos a capturar”. Naturalmente nadie quedó demasiado contento con lo que había sucedido aquel día. Los ingleses no habían obtenido el golpe definitivo que buscaban y mientras la Iglesia sabia que había abierto una puerta a la clemencia. Al saber lo que había firmado, Juana tampoco quedaría nada contenta, ya que no podría soportar el peso de haber negado todo aquello en que siempre había creído y que le había movido a viajar por toda Francia.

Pero el día 28 de Mayo, Juana apareció otra vez vestida con ropa de hombre, la que llevaba antes de volverse a poner la de mujer. Este hecho se cree que es debido a que fue forzada a ponérsela a causa de los ingleses, que habrían entrado en su celda; la habrían desnudado antes de mediodía según Massieu y le habrían dejado la ropa de hombre al lado, con lo cual no pudo hacer más que ponérsela. Rápidamente alguien llamó a los jueces, y estos pudieron comprobar visualmente el hecho. Remitiéndonos a lo que ella dijo, alegó que había reprendido el hábito de hombre, porque lo prefería y que lo había hecho por propia voluntad. Dijo que prefería morir antes que continuar así, mas reafirmó que lo habían dicho sus voces y su misión; Santa Catalina y Santa Margarita. Ella realmente sería condenada si negaba estas revelaciones.

Condenada por reincidencia, no hubo más que hacer; se dice que después de que Cauchon comprobara de primera mano que Juana se había sentenciado cambiándose nuevamente de ropa, al bajar de la torre, dejó caer una frase a un Warwick triunfante: “Farewell [adiós], alegraos, ya está hecho.” Implicando así a Warwick en la trama que habían urdido los ingleses para provocar la sentencia definitiva. Juana había sido sorprendida con ropa corta, una capa y otras piezas masculinas. Un día después, el 29 de mayo, llegaría a la capilla del Arzobispo en Ruán, la última deliberación.

Como declaraciones más destacadas, N. De Vendères la condenó por hereje a la justicia secular; rogando que esta la tratara más dulcemente de lo que se merecía. Gilles, abad de Fécamp, la acusó de reincidente, de recaída, de hereje y también apeló por el buen trato a la justicia secular. J. Pinchon simplemente dijo que era reincidente y que el resto era cosa de los teólogos.

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Muerte
Place du Vieux Marché (Plaça del Vell Mercat), Ruán, a las 09:00 de la mañana del 30 de Mayo de 1431. Previamente, Juana había sido escuchada en confesión por Jean Totmouille y Martin Ladvenu y le habían administrado los sacramentos de la Comunión. Juana hizo una pequeña declaración que se puede interpretar de modo que ella podía haber sido violada o como mínimo agredida físicamente el día 27, cuando la desnudaron para que no tuviera más remedio que vestirse como un hombre. Ladvenu (que después declararía que Juana había muerto injustamente a su parecer) le acababa de decir que sería ejecutada en la hoguera. Al poco rato, entró en la cámara Cauchon. Juana, desesperada, arremetió contra él con duras palabras “Yo muero a través tuyo”. Pero él respondió que su muerte estaba en sus propias manos. Pero con habilidad (aún estando destrozada y terriblemente desesperada) apeló a que si la hubiera aprisionado en un prisión eclesiástica como ella reclamó, con gente competente, no habría pasado nada. Entonces apareció en la cámara el hermano Pierre Maurice al que Juana se dirigió en busca de consuelo, pidiéndole donde estaría aquella misma noche. Él le preguntó si aún creía en Dios, y entonces ella afirmó que con la buena voluntad de Dios, aquella noche ya estaría en el paraíso: “Si, con la ayuda de Dios, estaré en el paraíso”, tal como le habían prometido los ángeles el 1 de Marzo. De este modo, la joven doncella de no más de 19 años perdió el miedo y se preparó para el reto definitivo.

Juana será escoltada esposada hacia una plaza llena de gente. Unas diez mil personas más mil soldados ingleses más, todos expectantes a las nueve de la mañana de aquel día. Iba vestida de blanco y llevaba algunos detalles en recuerdo de Jesús. En el centro había una hoguera montada; una plataforma con una estaca en el medio a la cual sería atada, con un montón de ramitas de madera para poder calar fuego a sus pies. Delante de esta había una mesa con un inscripción en la que se decía que Juana, la que a sí misma se hacía llamar la Pucelle, había cometido una serie de delitos y de pecados.

Mientras se acababa de preparar la plataforma, Nicholas Midi (el autor de los doce artículos de la acusación) comenzó a leer un sermón al que Juana guardó silencio. Éste acabó con la siguiente frase “Juana, ve en paz, la Iglesia ya no te puede proteger más y te libra a las manos del brazo secular”. Juana en aquel momento arrodillada, realizó unas plegarias a Dios con contrición, penitencia y fervor de fe. Invocó además de a Dios, a la Vírgen María, la Santísima Trinidad y todos los ángeles del paraíso. Asimismo, también invocó el perdón por los males que hubiera podido causar. Estuvo una media hora aproximadamente, según Jean Massieu. Algunos jueces y algunos ingleses, incluso lloraron viendo que no era más que una buena chica. Finalmente, un soldado inglés acabó una pequeña cruz con dos palos que ella besó repetidamente.

Le tocó a Massieu acompañarla los últimos metros junto con el hermano Martin. Ella sigió rezando y rogando a Sant Michel y a otras divinidades. En aquel momento, Cauchon dijo que Juana era enviada a la justicia secular, por enésima vez “Como miembro podrido, te hemos desestimado y lanzado de la unidad de la Iglesia y te hemos declarado a la justicia secular”. Si bien en aquel momento se podía esperar un sentencia secular; esta, nunca fue pronunciada si es que alguna vez fue elaborada. Juana fue puesta sobre la hoguera y antes de ser quemada, un soldado inglés interrumpió con un grito de fondo gritando “¡Sacerdote! ¿Nos dejarás acabar el trabajo antes de la hora de la cena?”. Entonces un alguacil dio la orden de ejecución y el verdugo la llevó a la estaca llevaba un papel clavado en la parte superior con las palabras “hereje, reincidente, apóstata, idólatra”.

Como último deseo, Juana reclamó que los Sacerdotes alzasen una cruz delante de sus ojos hasta que ella muriese, para que así acabara sus últimos momentos acompañada de Dios. El hermano Isambard de la Pierre fue a buscarla a Saint Sauveur, la iglesia más cerca y volvió bajo las risas de los ingleses, mientras ella invocaba Santa Catalina, Margarita y Michel. Juana entonces gritó: “Ruán, Ruán, ¿puedes sufrir por ser el lugar de mi muerte?”. Pierre subió a la plataforma y alzó la cruz, y ya entre las llamas, ella todavía le pidió que bajara para que no se llevara ningún disgusto, pero siempre con la cruz alzada, para que fuese lo último que ella viera. Así lo hizo y Juana se perdió entre las llamas. Pero todavía pudo gritar la palabra del profeta “¡Jesús!” varias veces. Con un fogonazo del verdugo, Juana sería rápidamente reducida a cenizas.

Al secretario del Rey de Inglaterra, John Tressart, se le escuchó exclamar “Estamos todos perdidos, porque ha sido quemada una buena y santa persona.” después diría que pensó que ahora su alma quedaría en las manos de Dios. Parece ser, según diversos testimonios como Massieu, que de Juana quedó su corazón, intacto y lleno de sangre. El propio verdugo, Geoffroy Therage muy consternado fue a buscar a Ladvenu e Isambard de la Pierre a una taberna y así lo demostró diciendo que había quemado una santa. Se contó que sus restos se lanzaron al Sena. Algún soldado inglés, también afligido, afirmó haber visto el alma de la joven marchándose del cuerpo, y algún otro afirmó haber visto el reflejo de Jesús, como otros dijeron también haber visto salir una paloma.

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Compañeros de armas de Juana de Arco
Gilles de Rais
Étienne de Vignolles, llamado La Hire
Arnaud Guillaume, señor de Barbazan
Jean d’Alençon
Jean d’Orléans, conde de Dunois (1402-1468), llamado le Bâtard d’Orléans, después en 1439, Dunois
Jean Poton de Xaintrailles
Jean d'Aulon
Ambroise de Loré
Guy XIV de Laval
Robert Le Maçon
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Otros Datos
Juana de Arco fue relativamente popular en la Corona de Castilla durante las décadas posteriores a su muerte. Se dice que Isabel la Católica fue una gran admiradora suya y que su empeño por invadir el Reino de Granada, con el que Castilla había convivido más o menos en paz durante más de 200 años, fue un intento por emular a aquélla en su lucha contra los invasores ingleses de su país.
Hasta el siglo XV, la dama (llamada también reina o visir) fue una pieza de importancia menor en el juego del ajedrez con unos movimientos similares a los del rey. Ciertos autores han sugerido que los grandes cambios en la movilidad de esta ficha, que hoy es una de las principales del juego, fueron introducidos como homenaje a la que había sido dirigente del ejército francés.
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Juana de Arco en la cultura popular
Juana de Arco se convirtió en un personaje del videojuego "Age Of Empires II: The Age Of Kings" (Era de los Imperios II: La Era de los Reyes). El jugador, puede de alguna manera, revivir los sucesos ocurridos durante su vida, al luchar en los mismos escenarios en los que estuvo Juana. A pesar de esto no fue creada para este videojuego la parte en que fue quemada viva, quizás para evitar herir sensibilidades.
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En el cine
"Joan the Woman", director Cecil B. DeMille y protagonizada por Geraldine Farrar, 1917.
"La pasión de Juana de Arco", director Carl Theodor Dreyer y protagonista Maria Falconetti, 1928.
"Juana de Arco", director Victor Fleming y protagonista Ingrid Bergman, 1948.
"Giovanna d'Arco al rogo", director Roberto Rossellini y protagonista Ingrid Bergman, 1954.
"Santa Juana", director Otto Preminger y protagonista Jean Seberg, 1957.
"El proceso de Juana de Arco", dirigida por Robert Bresson y protagonizada por Florence Carrez, 1962.
"Juana de Arco", dirigida por Luc Besson y protagonizada por Milla Jovovich, 1999.
"Juana de Arco", dirigida por Christian Duguay y protagonizada por Leelee Sobieski, 1999
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Véase también
Guerra de los Cien Años
Batalla de Jargeau
Batalla de Meung-sur-Loire
Batalla de Beaugency
Cronología de Juana de Arco

2006-08-31 06:32:54 · answer #1 · answered by Don_Isidoro® 7 · 7 2

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2017-03-10 03:25:03 · answer #2 · answered by ? 3 · 0 0

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2017-03-03 16:55:25 · answer #3 · answered by ? 3 · 0 0

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2017-02-12 23:56:23 · answer #4 · answered by ? 4 · 0 0

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2017-02-10 03:24:49 · answer #5 · answered by ? 4 · 0 0

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2016-07-13 21:46:45 · answer #6 · answered by ? 3 · 0 0

Para definir si Juana de Arco quiso o no ser hombre, es necesario remontarnos al contexto histórico y social en el cual vivió, ya que para poder sobresalir de la manera en que lo hizo tuvo muchas veces que morir a la feminidad y la forma de actuar y proseguir de una mujer en esos tiempos, debido a que el poder y la hegemonía era totalmente de los hombres, por lo que ella para obtener una pequeña cuota de poder incluso tuvo que en alguna ocasión hacerse parecer a un hombre... la mujer era excluida de los ejes económicos, políticos, sociales y hasta religiosos.... de hecho Juana de Arco llego alcanzar tanta fama después de su muerte.

mas que querer ser hombre fue una valiente mujer en su época,donde supongo que la impotencia de no tener la toma de decisiones e influencia de los hombres, en algun momento de su vida deseo serlo.

ahora como otro planteamiento podría decir que quizás ella tenia inclinaciones lesbicas, pero es algo muy distinto a querer o desear ser hombre.

2006-09-01 08:23:42 · answer #7 · answered by Anonymous · 0 0

No. El hecho de que tuviera que vestirse como un hombre, porque era más seguro y cómodo para la guerra,que los vestiditos de princesa... no quiere decir que quisiera ser hombre. En absoluto. Es lo mismo que lo de cortarse el pelo. ¿Os imaginais que en plena lucha, ¡zas! se os cae el pelo en la cara y os matan?

2006-09-01 00:39:40 · answer #8 · answered by Lo 2 · 0 0

NO NECESARIA,EMTE ELLA SOLO CUMPLIA UN MANDATO

Nacida el 6 de enero de 1412, en Domrémy (Vosgos) en el seno de una familia campesina, Juana no aprendió a leer ni escribir. A los trece años afirmó haber recibido en el jardín de sus padres las voces de san Miguel, santa Margarita y santa Catalina, que le piden salvar al delfín de Francia de la amenaza inglesa y conducir los ejércitos franceses a la reconquista de Orleans. Acompañada de seis hombres de armas, parte el 29 de febrero de 1429 hacia Chinon, donde intenta convencer al delfín de la veracidad de su misión. Logrado su objetivo, ese mismo año es armada caballero y emprende con éxito la liberación de Orleans. Promovió entonces la coronación del delfín como Carlos VII, realizada en Reims el 17 de julio de 1429, permaneciendo Juana a su lado. Un año más tarde, es capturada el 24 de mayo en Compiegne por tropas del duque de Borgoña y vendida a los ingleses. Prisionera, se le hace comparecer en Rouen ante el tribunal de Pierre Cauchon, obispo de Beuvais, acusada de bruja y hereje.

2006-08-31 06:34:50 · answer #9 · answered by Graciela 6 · 0 0

no lo creo porque si hubiera sido hombre tal vez la historia fuera otra ya que cada quien tiene un destino y el de ella fue ese de otra forma no hubiese cumplido su destino

2006-08-31 06:30:12 · answer #10 · answered by DNN 3 · 0 0

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