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Necesito para la tarea de mi sobrino 3 leyendas mexicanas, saben de alguna pagina de internet donde pueda encontrar alguna buena?

2006-08-28 03:56:20 · 11 respuestas · pregunta de Lumina 4 en Sociedad y cultura Mitología y Folclore

11 respuestas

"""EL CALLEJON DEL MUERTO""""



Corría el año de 1600 y a la capital de la Nueva España continuaban llegando mercaderes, aventureros y no pocos felones, gentes de rompe y razga que venían al Nuevo Mundo con el fin de enriquecerse como lo habían hecho los conquistadores. Uno de esos hombres que llegaba a la capital de la Nueva España con el fin de dedicarse al comercio, fue don Tristán de Alzúcer que tenía un negocio de víveres y géneros en las Islas Filipinas, pero ya por falta de buen negocio o por querer abrirle buen camino en la capital a su hijo del mismo nombre, arribó cierto día de aquél año a la ciudad.

Después de recorrer algunos barrios de la antigua Tenochtitlán don Tristán de Alzúcer se fue a radicar en una casa de medianía allá por el rumbo de Tlaltelolco y allí mismo instaló su comercio que atendía con la ayuda de su hijo, un recio mocetón de buen talante y alegre carácter.

Tenía este don Tristán de Alzúcer a un buen amigo y consejero, en la persona de su ilustrísima, el Arzobispo don Fray García de Santa María Mendoza, quien solía visitarlo en su comercio para conversar de las cosas de Las Filipinas y la tierra hispana, pues eran nacidos en el mismo pueblo. Allí platicaban al sabor de un buen vino y de los relatos que de las islas del Pacífico contaba el comerciante.

Todo iba viento en popa en el comercio que el tal don Tristán decidió ampliar y darle variedad, para lo cual envió a su joven hijo a la Villa Rica de la Vera Cruz y a las costas malsanas de la región de más al Sureste.

Quiso la mala suerte que enfermara Tristán chico y llegara a tal grado su enfermedad que se temió por su vida. Así lo dijeron los mensajeros que informaron a don Tristán que era imposible trasladar al enfermo en el estado en que se hallaba y que sería cosa de medicinas adecuadas y de un milagro, para que el joven enfermo de salvara.

Henchido de dolor por la enfermedad de su hijo y temiendo que muriese, don Tristán de Alzúcer se arrodilló ante la imagen de la Virgen y prometió ir caminando hasta el santuario del cerrito si su hijo se aliviaba y podía regresar a su lado.

Semanas más tarde el muchacho entraba a la casa de su padre, pálido, convalesciente, pero vivo y su padre feliz lo estrechó entre sus brazos.

Vinieron tiempos de bonanza, el comercio caminaba con la atención esmerada de padre e hijo y con esto, don Tristán se olvidó de su promesa, aunque de cuando en cuando, sobre todo por las noches en que contaba y recontaba sus ganancias, una especie de remordimiento le invadía el alma al recordar la promesa hecha a la Virgen.

Al fin un día envolvió cuidadosamente un par de botellas de buen vino y se fue a visitar a su amigo y consejero el Arzobispo García de Santa María Mendoza, para hablarle de sus remordimientos, de la falta de cumplimeinto a la promesa hecha a la Virgen de lo que sería conveniente hacer, ya que de todos modos le había dado las gracias a la Virgen rezando por el alivio de su vástago.

-Bastará con eso, -dijo el prelado-, si habéis rezado a la Virgen dándole las gracias, pienso que no hay necesidad de cumplir lo prometido.

Don Tristán de Alzúcer salió de la casa arzobispal muy complacido, volvió a su casa, al trabajo y al olvido de aquella promesa de la cual lo había relevado el Arzobispo.

Más he aquí que un día, apenas amanecida la mañana, el Arzobispo Fray García de Santana María Mendoza iba por la calle de La Misericordia, cuando se topó a su viejo amigo don Tristán de Alzúcer, que pálido, ojeroso, cadavérico y con una túnica blanca que lo envolvía, caminaba rezando con una vela encendida en la mano derecha, mientras su enflaquecida siniestra descansaba sobre su pecho.

El Arzobispo le reconoció enseguida, y aunque estaba más pálido y delgado que la última vez que se habían visto, se acercó para preguntarle.

- A dónde váis a estas horas, amigo Tristán Alzúcer?

- A cumplir con la promesa de ir a darle gracias a la Virgen-, respondió con voz cascada, hueca y tenebrosa, el comerciante llegado de las Filipinas.

No dijo más y el prelado lo miró extrañado de pagar la manda, aun cuando él lo había relevado de tal obligación .

Esa noche el Arzobispo decidió ir a visitar a su amigo, para pedirle que le explicara el motivo por el cual había decidido ir a pagar la manda hasta el santuario de la Virgen en el lejano cerrito y lo encontró tendido, muerto, acostado entre cuatro cirios, mientras su joven hijo Tristán lloraba ante el cadáver con gran pena.

Con mucho asombro el prelado vio que el sudario con que habían envuelto al muerto, era idéntico al que le viera vestir esa mañana y que la vela que sostenían sus agarrotados dedos, también era la misma.

-Mi padre murió al amanecer -dijo el hijo entre lloros y gemidos dolorosos-, pero antes dijo que debía pagar no sé qué promesa a la Virgen.

Esto acabó de comprobar al Arzobispo, que don Tristan Alzúcer estaba muerto ya cuando dijo haberlo encontrado por la calle de la Misericordia.

En el ánimo del prelado se prendió la duda, la culpa de que aquella alma hubiese vuelto al mundo para pagar una promesa que él le había dicho que no era necesario cumplir.

Pasaron los años...

Tristán el hijo de aquel muerto llegado de las Filipinas se casó y se marchó de la Nueva España hacia la Nueva Galicia. Pero el alma de su padre continuó hasta terminado el siglo, deambulando con una vela encendida, cubierto con el sudario amarillento y carcomido.

Desde aquél entonces, el vulgo llamó a la calleja de esta historia, El Callejón del Muerto, es la misma que andando el tiempo fuera bautizada como calle República Dominicana.


OK. SUERTE
BYE

2006-08-28 04:06:44 · answer #1 · answered by (lili)La nena traviesa 4 · 2 0

Aquí eliges entre Leyendas pre-Hispánicas y Leyendas Coloniales.

http://www.e-mexico.gob.mx/wb2/eMex/eMex_Leyendas_Mexicanas

2006-08-28 11:04:07 · answer #2 · answered by Anonymous · 1 0

LA LLORONA
Leyenda Mexicana del Periodo Virreinal
Consumada la conquista y poco más o menos a mediados del siglo XVI, los vecinos de la ciudad de México que se recogían en sus casas a la hora de la queda, tocada por las campanas de la primera Catedral; a media noche y principalmente cuando había luna, despertaban espantados al oír en la calle, tristes y prolongadísimos gemidos, lanzados por una mujer a quien afligía, sin duda, honda pena moral o tremendo dolor físico.

Las primeras noches, los vecinos contentábanse con persignarse o santiguarse, que aquellos lúgubres gemidos eran, según ellas, de ánima del otro mundo; pero fueron tantos y repetidos y se prolongaron por tanto tiempo, que algunos osados y despreocupados, quisieron cerciorarse con sus propios ojos qué era aquello; y primero desde las puertas entornadas, de las ventanas o balcones, y enseguida atreviéndose a salir por las calles, lograron ver a la que, en el silencio de las obscuras noches o en aquellas en que la luz pálida y transparente de la luna caía como un manto vaporoso sobre las altas torres, los techos y tejados y las calles, lanzaba agudos y tristísimos gemidos.

Vestía la mujer traje blanquísimo, y blanco y espeso velo cubría su rostro. Con lentos y callados pasos recorría muchas calles de la ciudad dormida, cada noche distintas, aunque sin faltar una sola, a la Plaza Mayor, donde vuelto el velado rostro hacia el oriente, hincada de rodillas, daba el último angustioso y languidísimo lamento; puesta en pie, continuaba con el paso lento y pausado hacia el mismo rumbo, al llegar a orillas del salobre lago, que en ese tiempo penetraba dentro de algunos barrios, como una sombra se desvanecía.

"La hora avanzada de la noche, - dice el Dr. José María Marroquí- el silencio y la soledad de las calles y plazas, el traje, el aire, el pausado andar de aquella mujer misteriosa y, sobre todo, lo penetrante, agudo y prolongado de su gemido, que daba siempre cayendo en tierra de rodillas, formaba un conjunto que aterrorizaba a cuantos la veían y oían, y no pocos de los conquistadores valerosos y esforzados, que habían sido espanto de la misma muerte, quedaban en presencia de aquella mujer, mudos, pálidos y fríos, como de mármol. Los más animosos apenas se atrevían a seguirla a larga distancia, aprovechando la claridad de la luna, sin lograr otra cosa que verla desaparecer en llegando al lago, como si se sumergiera entre las aguas, y no pudiéndose averiguar más de ella, e ignorándose quién era, de dónde venía y a dónde iba, se le dio el nombre de La Llorona."

Tal es en pocas palabras la genuina tradición popular que durante más de tres centurias quedó grabada en la memoria de los habitantes de la ciudad de México y que ha ido borrándose a medida que la sencillez de nuestras costumbres y el candor de la mujer mexicana han ido perdiéndose.

Pero olvidada o casi desaparecida, la conseja de La Llorona es antiquísima y se generalizó en muchos lugares de nuestro país, transformada o asociándola a crímenes pasionales, y aquella vagadora y blanca sombra de mujer, parecía gozar del don de ubicuidad, pues recorría caminos, penetraba por las aldeas, pueblos y ciudades, se hundía en las aguas de los lagos, vadeaba ríos, subía a las cimas en donde se encontraban cruces, para llorar al pie de ellas o se desvanecía al entrar en las grutas o al acercarse a las tapias de un cementerio.

La tradición de La Llorona tiene sus raíces en la mitología de los antiguos mexicanos. Sahagún en su Historia (libro 1º, Cap. IV), habla de la diosa Cihuacoatl, la cual "aparecía muchas veces como una señora compuesta con unosatavíos como se usan en Palacio; decían también que de noche voceaba y bramaba en el aire... Los atavíos con que esta mujer aparecía eran blancos, y los cabellos los tocaba de manera, que tenía como unos cornezuelos cruzados sobre la frente". El mismo Sahagún (Lib. XI), refiere que entre muchos augurios o señales con que se anunció la Conquista de los españoles, el sexto pronóstico fue "que de noche se oyeran voces muchas veces como de una mujer que angustiada y con lloró decía: "¡Oh, hijos míos!, ¿dónde os llevaré para que no os acabeís de perder?".

La tradición es, por consiguiente, remotísima; persistía a la llegada de los castellanos conquistadores y tomada ya la ciudad azteca por ellos y muerta años después doña Marina, o sea la Malinche, contaban que ésta era La Llorona, la cual venía a penar del otro mundo por haber traicionado a los indios de su raza, ayudando a los extranjeros para que los sojuzgasen.

"La Llorona - cuenta D. José María Roa Bárcena -, era a veces una joven enamorada, que había muerto en vísperas de casarse y traía al novio la corona de rosas blancas que no llegó a ceñirse; era otras veces la viuda que veía a llorar a sus tiernos huérfanos; ya la esposa muerta en ausencia del marido a quien venía a traer el ósculo de despedida que no pudo darle en su agonía; ya la desgraciada mujer, vilmente asesinada por el celoso cónyuge, que se aparecía para lamentar su fin desgraciado y protestar su inocencia."

Poco a poco, al través de los tiempos la vieja tradición de La Llorona ha ido, como decíamos, borrándose del recuerdo popular. Sólo queda memoria de ella en los fastos mitológicos de los aztecas, en las páginas de antiguas crónicas, en los pueblecillos lejanos, o en los labios de las viejas abuelitas, que intentan asustar a sus inocentes nietezuelos, diciéndoles: ¡Ahí viene La Llorona!

2006-08-28 11:03:04 · answer #3 · answered by Mandiux 7 · 1 0

ya te dieron buenas respuestas

2006-08-29 21:26:23 · answer #4 · answered by van mido 2 · 0 0

Allá en los remotos tiempos de principios del siglo XVIII los ríos eran caudalosos y permanentes, como el río de Santiago y el el río Españita; muchas eran las circunstancias a las que se debía los caudales de agua, tales como que las lluvias eran constantes, en cada temporada, la flora era exhuberante, y no había presas que contuvieran el vital líquido. Cuando se rebosaban los rios, la ciudad se inundaba, llenándose las corrientes naturales que eran tres principales, la de San Miguelito, la de San Sebastián y la llamada corriente; estos desbordeamientos hacían intransitables las calles. Los minerales de San Pedro eran traídos a la ciudad donde se beneficiaban; los residuos o jales formaban montículos en diferentes partes, esto hacía más problemática la inundación porque impedía el paso regular de las aguas, agregando a esto, la circunstancia de que por entonces no había drenajes. Los minerales de Cerro de San Pedro estaban en auge y como llegaban muchos buscadores de oro, el comercio era próspero. Las autoridades dispusieron el arreglo de dos principales corrientes, una de ellas venía por el suroeste y formaba permanentemente lo que se llamaba Los Charcos de Santana.
Por aquellos tiempos llegó a San Luis una bella mujer, se decía que procedente del Real de Charcas, a quien sus padres habían querido educar en la mejor Escuela del lugar; que era de muy buenos modales; dada su singular belleza y su bien formada educación pronto fue cortejada por muchos galanes, de tal manera que pronto contrajo matrimonio con el hijo de un próspero minero. No obstante su nuevo estado, seguía siendo cortejada por hombres que no dejaban de admirar su belleza, y así un dia cedió a las propuestas de un apuesto galán.

Cuando el esposo se enteró quiso vengar la afrenta y con ese proposito llegó a su casa en el momento en el que se encontraban juntos los amantes, pero ella en un momento decisivo mató a su esposo y al amante deshaciéndose de los dos. Huyendo de la justicia llegó a San Luis donde se dedicó a la vida galante. Poco tiempo después le nacieron dos bellos gemelitos, que ella cuidó con esmero hasta la edad de un año, tiempo en que se dio cuenta que mucho le estorbaban y en más de una ocasión pensó en deshacerce de los pequeños.

Por fin un día en que el calor era sofocante, se fue a bañar a Los Charcos de Santana llevando consigo a los dos niños; una vez dentro del agua los soltó, llevándoselos la corriente, inmediatamente se arrepintió y quiso salvarlos pero ya no le fue posible y ella misma estuvo a punto de ahogarse; gritaba pidiendo salvaran a sus hijos pero sólo pudieron salvarla a ella, a quien sin sentido se la llevaron al hospital.

Cuando volvió en sí pedía a gritos, desesperada, como loca, le salvaran a sus hijos; por fin, ya restablecida se pasó el resto de sus años buscando en Los Charcos de Santana, en las corrientes, en el río de Santiago a donde desembocan todas las corrientes de San Luis, siempre buscando a sus hijos, culpándose de haberlos ahogado. Esto dice la historia, y la leyenda sigue.


La leyenda de La Llorona es de tradición nacional; forma parte de nuestro folklore y tanto en México, Capital de la República, como en casi todas las provincias del País, tienen una versión particular de esta leyenda. Con frecuencia los hechos de este personaje se desarrollan en las cercanías de un rio, o de una laguna, o en un día de lluvia; el caso es que siempre hay agua de por medio. Esta Llorona difiere de las demás en algunos aspectos, por eso es nuestra Llorona Potosina.

Por calles estrechas de la ciudad, apareció una mujer con albo vestido y manto; al caminar dejaba una estela que emanaba reflejos luminosos. Deambulada generalmente después de las doce de la noche, aunque no siempre como fantasma, porque cuando se dejaba ver, normalmente tenía todo el aspecto de una persona común y corriente, si bien no era usual que una dama caminara sola a esas horas. Los caballeros noctámbulos la saludaban y ella contestaba con gracia, siguiendo apresurada su camino.

Dicen los que dicen que conocieron a los que dicen haber hablando con los que la conocieron, que tenía un rostro hermoso y melancólico. Tiempo después de que pasaron ciertos acontecimientos que diremos en el curso de esta narración, se llegó la conclusión de que ella era una persona conocida en ciertos círculos sociales con el nombre de Lucía, ya que de día visitaba a personas amigos que sospechaban que era la Llorona. Ocurría la coincidencia que siempre que esta mujer paseaba por las calles hacia al rio Santiago en las orillas de la Ciudad, se oía el prolongado y lastimado grito de ¡Aaaayyyyyyy mis hiiiiiijjjooooossss…! Una y otra vez. Al día siguiente la gente comentaba: “ Que cosa más curiosa y casual, anoche encontré por una estrecha calle del rumbo de Santiago a Lucía y al perderla de vista escuché un llanto semejante al que dicen que hace la Llorona”. Y otras personas comentaban “Yo también escuché un lamento”, Yo también… esto sucedía con bastante frecuencia.

Cierta vez en la que se organizó una tertulia en la casa de la familia Zarzosa donde se habían reunido varias amistades, estaba también Lucía; se veía contenta, hasta risueña, no obstante algo extraño reflejaba su rostro, algo como una preocupación o un lejano recuerdo que la entristecía. Iba sola, como siempre que asistía a cualquier lugar; no se le conocía pariente alguno, vivía sola en una casita en los aledaños del barrio de Santiago al norte de la ciudad, muy cercana del rio del mismo nombre. Nunca se supo el origen de Lucía; era una mujer joven y bella, envuelta en un bajo misterio; ella nunca habló de su procedencia, tal vez porque nadie se lo preguntó.

Eran las doce de la noche, muy tarde para aquellos tiempos en que la gente acostumbraba a recogerse temprano, quizá porque las calles no estaban iluminadas como ahora y la vida era lenta y tranquila. Lucía se despidió de las personas reunidas en la tertulia. No bien había salido de la casa cuando se dejó oir un lamento largo, tenebroso clamando por sus hijos. Todos los que permanecieron en la casa referida quedaron como petrificados, paralizados por el terror; hubo un largo silencio. Cuando pasó el pánico y volvió la tranquilidad algunos comentaron “y la pobre de Lucía se fue sola”… Alguien dijo en tono de broma: “¿No será ella misma la Llorona?” Todos se rieron porque el chiste les hizo gracia, menos una mujer que tenía dotes de clarividencia y que ya había notado en Lucía algo extraño, algo que le hacía sentir como que no perteneciera a este mundo, que aquí estaban purgando una pena. La clarividente sabía que Lucía bien podía ser la mismísima Llorona.

Una noche cerrada, en que no brillaban las estrellas, una de esas noche en que el frio es intenso y la lluvia pertinaz, asistió Lucía a una de esas acostumbradas tertulias provincianas, amenizada con piezas de violín, piano, cantos; nutrida con exquisitas viandas y endulzada con variados postres. Un elegante joven, ataviado con traje de fina procedencia inglesa, vio a Lucía por primera vez y quedó impresionado ante su extraña belleza, cuyo rostro resaltaba emergiendo de un ropaje coloreado en varias tonalidades de azul cobalto envuelto en una capa tornasol bordada con perlas. El joven elegante miraba demasiado extasiado aquella belleza etérea.

Llegó el momento en que Lucía debería retirarse, él se ofreció para acompañarla a su domicilio, a lo cual accedió ella después de insistentes ruegos tanto del joven como de los anfitriones. Subieron al coche tirado por un caballo y tras de caminar un rato, cuando se oyeron sonar a lejos doce campanadas, Lucía dijo de repente: “aquí me bajo, alguien me espera“; Y sin hacer parar el coche bajó de él y tendió un vuelo tenue, con su vestido luminoso, casi pegado al suelo. Enseguida se escuchó el grito

2006-08-29 16:58:08 · answer #5 · answered by HadadeFuego 2 · 0 0

Mira en esta pagina:

http://www.redmexicana.com/leyendas/

2006-08-28 14:46:56 · answer #6 · answered by B 4 · 0 0

ay muchas leyendas

2006-08-28 12:52:13 · answer #7 · answered by Anonymous · 0 0

la llorona.
el callejon del beso.
y te contare la del puente del diablo:

habia una pareja y la muchacha vivia de un lado de la presa y el hombre del otro lado y tenia que pasar en lancha para poder visitar a su novia. Un dia pidio la mano de su novia pero el papa de la novia pidio una cantidad de dinero a cambio y le dio una fecha maxima: el dia 30 de agosto antes de que cantara el gallo. El hombre se puso a trabajar y junto la cantidad, pero esa noche estaba lloviendo y habia muy mal tiempo y no podia pasar en lancha, entonces dijo k le daria su alma al diablo por pasar antes de que cantara el gallo . El diablo aparecio y se puso a construir un puente pero antes de poner la ultima torre canto el gallo y el hechizo se rompio. El hombre pudo pasar y se caso y el diablo se kedo sin el alma. Cuenta la leyenda que si ponen la ultima torre cuando canta el gallo se cae.... y es real he pasado como 100 veces por ese puente!!!

2006-08-28 11:14:54 · answer #8 · answered by gabira 3 · 0 0

hay miles...La lloronoa, la ixtabay, los aluxes, la malinche...busca eb www,mitologia.com.mx ahi encuentras.

2006-08-28 11:01:38 · answer #9 · answered by pelana 2 · 0 0

busca en el google "la condesa de malibran, la mulata de cordoba y chucho el roto"

2006-08-28 11:01:37 · answer #10 · answered by LªuR!$ 3 · 0 0

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