Al-Nāsir Salāh ad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūb (en kurdo Selaheddîn Eyûbîen y en árabe صلاح الدين يوسف الأيوبي que quiere decir Yusuf, hijo de Ayyub, "unificador de la fe" más conocido en occidente como Saladino, Saladin o Saladine) (1138, Tikrit - 1193, Damasco) fue uno de los grandes gobernantes del mundo islámico, siendo Sultán de Egipto, Siria, Palestina, así como de zonas de Arabia, Yemen, Libia y Mesopotamia.
Estatua de Saladino en Damasco
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Estatua de Saladino en Damasco
Defensor del Islam y particularmente de la ortodoxia religiosa representada por el sunnismo, unificó política y religiosamente el Oriente Próximo, combatiendo a los cristianos y acabando con doctrinas alejadas del culto oficial representado por el Califato Abbasí. Es particularmente conocido por haber arrebatado Tierra Santa a los cruzados, devolviendo Jerusalén a los musulmanes y acabando con el Reino de Jerusalén. El impacto de este acontecimiento en Occidente provocó una nueva cruzada (la tercera) liderada por el famoso Ricardo I de Inglaterra, que se convirtió en mítica.
Tabla de contenidos
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* 1 Biografía
o 1.1 Primeros años
o 1.2 Señor de Egipto
o 1.3 Sultán de Siria
o 1.4 Líder del Islam
o 1.5 La Yihad
+ 1.5.1 El comienzo y la batalla de Hattin
+ 1.5.2 La conquista de Jerusalén
+ 1.5.3 La Tercera cruzada
o 1.6 Muerte y sucesión
* 2 Saladino para la posteridad
o 2.1 En Occidente
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Biografía
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Primeros años
Nació en 1138 en Tikrit, (en la provincia actualmente llamada Salah ad Din en su honor, en Iraq) donde su padre Ayyub, era gobernador. Su familia era kurda y como muchos kurdos en aquella época, eran soldados al servicio de los gobernantes sirios y mesopotámicos. Tras caer en desgracia y ser expulsados, se pusieron al servicio de Zengi, señor de Mosul, que había unido bajo su mando la zona norte de Siria e Irak. Fue el primero de los grandes líderes musulmanes que trató de expulsar a los cruzados de Oriente Próximo, logrando arrebatarles el Condado de Edesa. La familia de Saladino se unió pues a su ejército, siendo su padre recompensado con el gobierno de Baalbek. En aquella época los cristianos lanzarían la Segunda Cruzada, que fracasaría.
La muerte en 1146 de este caudillo, asesinado, abrió un periodo de guerra civil en Siria por la sucesión. La familia de Saladino se pondría de parte del heredero designado, el hijo menor de Zengi, Nur al-Din. Cuando tras diversas luchas este se impuso en Siria, los parientes de Saladino fueron recompensados: su padre recibió el gobierno de Damasco, y su tío Shirkuh el mando del ejército.
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Señor de Egipto
Entre tanto, Egipto, estaba en un periodo de inestabilidad. En los momentos finales del Califato Fatimí el país estaba en crisis, amenazado por los cruzados, que habían ocupado Ascalón y amenazaban la frontera aliados con los bizantinos, así como en guerra civil por los diversos aspirantes al cargo de visir.
Uno de ellos acudió a la corte de Damasco a pedir ayuda a Nur al-Din. Este envió un ejército al mando de Shirkuh, que se llevó a su sobrino Saladino con él. Hacia 1169 Shirkuh controlaba el país, actuando en parte como primer ministro del califa fatimita de Egipto en parte como gobernador y representante del Sultán sirio. Ese mismo año moría el general, siendo sustituido en el puesto por su sobrino, Saladino.
La tentativa del rey de Jerusalén Amalrico II de invadir Egipto con el apoyo de la flota bizantina fue contenida en el puerto de Damieta, alejando el peligro inmediato de una conquista cristiana.
Saladino reformó la administración del país, aboliendo impuestos y reduciendo el desmesurado funcionariado, reorganizó el ejército, compuesto hasta entonces por mercenarios del Magreb que fueron sustituidos por tropas kurdas y turcomanas, e impuso su autoridad sobre el país. La enfermedad de Al-Adid, el último califa fatimí, impidió a éste seguir controlando las mezquitas egipcias, en las que se empezó a orar por el califa abbasí. Su muerte en 1171 supuso la reintegración definitiva del culto en Egipto a la corriente sunní, mayoritaria en el islam, durante la ocupación y mando de Saladino. Esto realzó su prestigio dentro de la comunidad islámica, que estaba aún muy afectada por la caída de la ciudad santa de Jerusalén en poder de los cruzados en 1099.
Saladino amplió también sus fronteras, conquistando la costa libia, el norte de Sudán y Yemen con la excusa de restaurar la ortodoxia religiosa (estos territorios estaban fuera del liderazgo espiritual del Califato Abbasí, siendo para su doctrina herejes). Saladino también tomó los puertos y posiciones cruzadas en el Mar Rojo, asegurando su posición contra los estados cristianos.
Tras la muerte de Al-Adid era en teoría un vasallo de Nur al-Din pero en la práctica era el gobernador de facto de Egipto: reconocía la autoridad del sultán de Siria, pero gozaba de total independencia en su gobierno de Egipto, debido a la lejanía entre Damasco y El Cairo, separadas por estados gobernados por los cruzados europeos
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Sultán de Siria
A la muerte de Nur al-Din en 1174 sus dominios deberían pasar a su hijo as-Salih Ismail al-Malik. Sin embargo el heredero era un niño, que tardaría años en controlar e imponerse en Siria, lo que hizo que numerosas potencias trataran de aprovechar la situación, entre ellas, Saladino.
Este ocupó Damasco y con ello Siria del Sur, bajo la excusa de asegurar estas tierras a su legítimo dueño, pues estaban amenazadas por el Reino de Jerusalén. Sin embargo, practicó una política hostil a as-Salih Ismail al-Malik, arrebatándole una a una las plazas del norte, hasta que solo le quedó Alepo. Llegó incluso a asediar, esta ciudad, infructuosamente. En el transcurso del sitio, sufrió un intento de asesinato por parte de la secta de los asesinos, librándose por llevar una cota de malla bajo sus ropas.
Mientras tanto, mantuvo una actitud agresiva contra los estados cruzados, realizándose como era habitual desde la primera cruzada, incursiones y asaltos. En 1177, una invasión de Saldino, que atacaba desde el sur, fue desarticulado en la batalla de Montgisard.
Dos años después, una ataque a una fortaleza que los cristianos estaban construyendo en la ribera del río Jordán le dio la primera gran victoria (batalla del vado de Jacob) en su campaña por expulsar a los francos de ultramar.
Tras morir el heredero de Nur al-Din sin descendencia en 1181, Saladino fue nombrado nominalmente (ya lo era de facto) sultán de Siria y Egipto.
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Líder del Islam
Tras afianzarse como señor de Siria, Saladino maniobró contra los príncipes de la dinastía Zengida que gobernaban en Mesopotamia (el norte del actual Irak). Estos eran descendientes de Zengi, y sobrinos de Nur al-Din cuyo imperio había abarcado algunas provincias fronterizas en la región.
Saladino recuperó las tierras fronterizas, y expandió su dominio más allá aún. Es de destacar la anexión de Edesa. Tras varias campañas en Mesopotamia consiguió la sumisión del príncipe de Mosul en 1186, cuya ciudad había llegado a sitiar sin éxito en 1182, que se convirtió en su vasallo, comprometiendose a colaborar en su yihad.
No fue el único estado en hacerlo, pues Saladino llevó sus fronteras al Kurdistán y a Armenia, tratando (con cierto éxito) de someter los pequeños principados de la región. También mantuvo una actitud intervencionista en lo relativo al Sultanato de Konya.
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La Yihad
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El comienzo y la batalla de Hattin
Artículo principal: Batalla de los Cuernos de Hattin
La guerra que acabaría con los cristianos de Ultramar fue provocada por Reinaldo de Châtillon, noble que era señor de tierras en la frontera, y era famoso por practicar el bandidaje y el saqueo (Había ya violado treguas anteriormente para atacar caravanas, capturado peregrinos en dirección a La Meca, tratado de profanar los lugares santos musulmanes y saqueado la cristiana Chipre) al atacar un gran caravana en la que viajaba la misma hermana de Saladino.
Ante las previsibles represalias del entonces principal líder de los musulmanes, el rey de Jerusalén Guido de Lusignan realizó levas reuniendo a todas las fuerzas del reino, con las que se dirigió contra Saladino. El enfrentamiento final se produjo en 1187, junto a unas colinas llamadas los cuernos de Hattin. Los ataques de la caballería ligera y los arqueros sarracenos aniquilaron al ejército cruzado, que había llegado atravesando el desierto.
La victoria fue total para Saladino: había destruido casi la totalidad de las fuerzas enemigas, había capturado a los principales caudillos (el rey Guido de Lusignan, Reinaldo de Châtillon, Balduino de Ibelin, los grandes maestres de la Orden del Temple y del Hospital etc) había capturado o eliminado a los caballeros de las órdenes religiosas y había arrebatado a los cristianos la Vera Cruz, su más preciada reliquia.
El conde Raimundo de Trípoli fue el único en escapar de la captura. Los prisioneros ilustres fueron bien tratados, de hecho se cuenta la anécdota de como Saladino ofreció una copa de nieve al rey de Jerusalén, sediento por la travesía en el desierto. La única excepción fue Reinaldo que fue ejecutado por el mismo Saladino, según se cuentan, cuando trató de coger la copa que había dado a Guido de Lusignan como muestra de hospitalidad. Los caballeros templarios y hospitalarios capturados solo tuvieron dos opciones: convertirse o ser ejecutados, muriendo todos a la mañana siguiente
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La conquista de Jerusalén
Tras su victoria en Hattin, Saldino ocupó el norte del Reino de Jerusalén, conquistando Galilea y Samaria sin demasiada dificultad (recuerdese que casi todas las fuerzas militares cristianas habían sido eliminadas o capturadas en Hattin).
Posteriormente, se dirigió a la costa tomando uno tras otro los puertos con la única excepción de Tiro, plaza situada en una posición de fácil defensa, y comandada por el Marqués Conrado de Montferrato. Saladino dejó frente a Tiro a un ejército, y marchó hacia el sur, con el objetivo de conquistar Ascalón, plaza vital para la defensa de Egipto.
Saladino liberó al gran maestre del Temple, Gerard de Ridefort, a cambio de la fortaleza templaria de Gaza y al rey Guido de Lusignan a cambio de Ascalón, que, sin embargo, se negó a rendirse. A pesar de todo, fue tomada poco después por Saldino.
Finalmente puso sitio a Jerusalén. En aquel momento, Balián de Ibelín, miembro de una de las principales familias nobles, pidió a Saladino, poder ir de Tiro, donde estaba luchando, a Jerusalén, para sacar de ahí a su mujer e hijos a cambio de no colaborar en la defensa de esta ciudad. Sin embargo, fue reconocido, y se le pidió que comandara la resistencia de la ciudad por lo que mandó a Saladino un mensaje pidiéndole que le eximiera de cumplir su palabra de no luchar contra él, a lo que Saladino accedió.
Inicialmente se rechazó toda propuesta de capitulación, pues ningún cristiano quería ceder la ciudad, que consideraban, al igual que los musulmanes, santa. Saladino se decidió, pues, a tomar la ciudad por la fuerza. En octubre de 1187 la situación de los defensores era ya desesperada, y Balián trató de negociar la rendición. Saladino se negó pues había jurado tomar la ciudad por la fuerza al rechazarse sus ofrecimientos iniciales, no tenía razón para ceder en nada (se cuenta que mientras Balián explicaba sus condiciones de repente un estandarte sarraceno se izó en un baluarte, muestra de que las tropas de Saladino ya habían entrado). Sin embargo, cuando Balián amenazó con destruir completamente la ciudad antes que entregarla sin condiciones, Saladino consultó con sus emires y decidió perdonar la vida a todos los habitantes a cambio de la rendición, aunque sus emires exigieron que pagaran un impuesto por cabeza.
Una vez en posesión de la ciudad entregó los lugares sagrados cristianos a sacerdotes ortodoxos. Aunque convirtió las iglesias en mezquitas, Saladino tomó medidas para evitar que sus soldados exaltaran los ánimos cristianos. Balian pagó la compra de casi diez mil pobres y muchos que no pudieron pagar el impuesto para salir de Jerusalén aun tuvieron una relativa suerte: el hermano de Saladino, Saif ed-Din (Al-Adil), pagó por un buen número de ellos, como limosna a Alá por la victoria. No fue el único, siendo seguido por varios miembros de la corte. El mismo Saladino, en una acto de generosidad, perdonó a todos los ancianos de la ciudad.
Finalmente Saladino pudo entrar en la mezquita de la roca, el tercer lugar sagrado para los musulmanes después de La Meca y Medina.
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La Tercera cruzada
Artículo principal: Tercera Cruzada
Las consecuencias de la caída del Reino de Jerusalén y de la expulsión de los cristianos de Oriente Medio no se hizo de esperar: el papa Urbano III convocó una nueva cruzada la tercera a la que acudieron los principales reyes cristianos.
Dos expediciones marcharon, pues, contra Saladino. La primera de ellas, liderada por el emperador del Sacro Imperio, Federico I Barbarroja atravesó a pie los Balcanes y Anatolia, donde, para suerte de los musulmanes, murió ahogado al cruzar un río. Sin él, su ejército se disgregó, desapareciendo la mayor amenaza para Saladino.
La otra, liderada por Felipe Augusto de Francia, Ricardo Corazón de León de Inglaterra y el duque Leopoldo de Austria, marchó por mar. Tras desembarcar, pusieron sitio a San Juan de Acre, que Saladino trató de socorrer. Sin embargo no logró romper el sitio, recobrando los cristianos la ciudad. Afortunadamente para Saladino, los cruzados pronto discutirían entre sí. El rey de Francia abandonó la cruzada después de que el orgulloso Ricardo se quedara con el mejor palacio y no lo tratara como igual, y el duque de Austria tras ver ofendido su estandarte por Ricardo, que lo arrojó de un baluarte.
Saladino emprendió entonces una intensa actividad diplomática para liberar a los cautivos que habían hecho los cristianos. Sin embargo, cuando tras arduas negociaciones se había llegado a un acuerdo, Ricardo los hizo ejecutar. El acto fue un golpe para el prestigio de Saladino, que no pudo salvar a los que habían resistido en la ciudad.
Ricardo se distinguió a lo largo de ese año en combate, recobrando algunas posiciones en la costa (como Jaffa), pero sin hacer más que arañar las recientes reconquistas de Saladino. Hubo contactos, aunque probablemente se tratara de un engaño de Ricardo, para concertar la boda de Saif ed-Din, el hermano de Saladino, con la hermana de Ricardo, que recibirían Jerusalén con la obligación de proteger a los peregrinos de todos los credos, pero fracasaron cuando la hermana de Ricardo se negó a casarse con un musulmán.
Saladino y Ricardo enfermaron, recuperándose ambos. Por fin, cuando el rey de Inglaterra oyó noticias de la situación de su país, no tuvo más remedio que aceptar la paz, que, aunque no les devolvía Jerusalén, les aseguraba la costa entre Tiro y Jaffa.
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Muerte y sucesión
Saladino murió en 1193 en Damasco y fue enterrado en un mausoleo en el exterior de la Mezquita Omeya de Damasco. El emperador alemán Guillermo II donó un sarcófago en mármol, en la que sin embargo no descansa su cuerpo. En su tumba se exhiben la original, de madera, en la que está el cuerpo y la de mármol vacía.
Le sucedió su hijo Al-Afdal en el trono de Siria, dando comienzo así la dinastía ayubí.
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Saladino para la posteridad
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En Occidente
Dibujo de Saldino de un manuscrito del siglo XV
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Dibujo de Saldino de un manuscrito del siglo XV
En Europa, los cruzados que regresaron a sus hogares trajeron consigo numerosas leyendas y anécdotas con Saladino como protagonista. Con ellas se difundió por el mundo cristiano la figura del Sultán Saladino.
De Saladino la tradición cristiana se quedó con su cortesía, sabiduría y caballerosidad, apareciendo en numerosos relatos como un gran señor que trataba con honor a sus cautivos. En varias narraciones aparece como un ejemplo del perfecto caballero medieval. Entre las obras que mencionan de esta manera a Saladino se puede nombrar en español El conde Lucanor en sus capítulos XXV y L. En la actualidad, en las numerosas obras (tanto de investigación como de ficción) se le suele mostrar como un líder íntegro y fiel a su religión, frente a unos gobernantes cristianos incapaces.
Pero también fue mostrado muchas veces como el "temible líder infiel" que había expulsado a "la verdadera religión" de los Santos Lugares. En otras fuentes, especialmente las eclesiásticas, se le muestra como "el diablo sarraceno", asociándosele con el demonio.
2006-08-28 06:41:27
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answer #5
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answered by Anonymous
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