Testimonio acerca del G12
Es una secta que está destruyendo iglesias cristianas alrededor del mundo las cuales no están solidamente fundamentadas en la sana doctrina bÃblica.
Se reúnen en secreto, y su sistema es atraer a los ya cristianos de iglesias establecidas, es decir no evangelizan ni ganan nuevas almas para El Señor.
Su método es el de tener “pre-encuentros”, “encuentros”, “post-encuentros” y “re-encuentros” con la supuesta verdadera fe y con Cristo.
Practican diabólicas “terapias” para que el “creyente” sea libre de sus pecados, siendo una de ellas la regresión hasta el vientre de la madre para poder confesar todos y cada uno de sus pecados.
A continuación un testimonio del pastor Marcos Andrés Nehoda, quien asistió a un “encuentro” para ver qué pasaba que estaba perdiendo miembros en manos de esta secta:
«Testimonio sobre el Falso G-12
Testimonio
“No quiero que me laven el cerebro; hago como que tomo notas, utilizando la birome y un cuaderno que nos fueran entregados, y a escondidas anoto: “Esto no es cierto, La Palabra de Dios dice asà y asÃ; esto tampoco acepto, lo rechazo, es contrario a Las Escrituras”. Cada frase sacrÃlega que afirman y repiten es rechazada por mÃ, con otra frase basada en La Santa Biblia. ¡Cómo agradezco el haber leÃdo y estudiado concienzudamente Su Palabra! ¿Qué hubiera hecho, sin el conocimiento bÃblico? ¿Con qué argumentos mi mente y mi corazón se hubieran defendido?”
Lo primero que uno oye hablar es acerca de los Encuentros: ‘Encuentro con Dios’. Te dicen que es algo que nunca experimentaste; que lo necesitas, que te hará bien. Que no te pueden comentar qué es; pero que son tres dÃas de mucha bendición, en los cuales Dios te va a hablar. Que tienes que prepararte para ello. Debes asistir al Pre-Encuentro. De últimas, si no has podido asistir al encuentro previo, lo más importante es que debes estar en oración, para que Dios esté preparando tu vida para esos tres dÃas, en los cuales tu vida cambiará.
Claro, uno se resiste al principio, porque parece una invitación a convertirse a Cristo. Pero te invitan a ti, que ya eres del Señor. También te aclaran que allà van todos: creyentes e inconversos.
No puedes ir con tu propio automóvil, ni en tren, tampoco en bus. Tienes que aceptar viajar en los buses arrendados especialmente para la ocasión.
Deberás abonar una suma, que no es ni mucho ni poco; es una cifra respetable
En todos los casos el Encuentro con Dios se realiza desde el viernes a la noche hasta el domingo a la tarde, en un lugar muy apartado. Cuando uno llega al lugar, se da cuenta que, aunque quisiera, no puede regresar por sus propios medios: estás en medio del campo, en una ruta alejada. Se experimenta un cierto temor, una cierta indefensión; pero ya es tarde.
“¡Bienvenido! Hombre de Valor” Ãsta es la credencial que nos entregan al ingresar al Encuentro de Varones, ya que no es mixto.
Ingresas a un salón previamente dispuesto, con altoparlantes poderosos y música suave grabada, que se escucha constantemente incluso, cuando habla el orador, cuando se está desayunando, almorzando, merendando y cenando; y también muy tarde por las noches, cuando cada encuentrista se retira en silencio a descansar.
La presentación es tÃpica de una empresa piramidal, de aquellas que te ofrecen la venta de un producto sensacional, como ser, un champú que sirve para lavar el carro, los platos, el piso y aun el cabello; también, sirve para lavar la ropa.
“Cada veinte/ treinta minutos Dios te va a sorprender” repite el presentador constantemente, con una voz fuerte y animosa, tÃpica de un programa televisivo. “¿Cómo es el Encuentro?” (Y él mismo te enseña a responder) “¡Tremendo!”. Otra vez: “¡El Encuentro es Tremendo!” La voz del que habla es cada vez más fuerte; tanto, que algunos buscan sentarse más atrás, para estar lo más alejado posible de los altoparlantes.
Todos están expectantes, intimidados, asustados, tensos, con dudas. Te enseñan que debes tener una actitud humilde; aquà no valen los tÃtulos ni los cargos; pastores y miembros son todos iguales; no hay ninguna consideración especial para nadie.
Utilizan La Biblia y cierto Manual, por el cual se guÃan en todo lo que realizan. En realidad, no necesitan La Biblia, ya que los pasajes bÃblicos están todos consignados por entero en el Manual, junto con las citas bÃblicas.
Al principio, las enseñanzas parecen todas bÃblicas; con una tendencia claramente carismática. Pero esto se asume con cierta naturalidad. Además, quien ha decidido en último término asistir al Encuentro, eres tú mismo. Asà que, te adaptas o te adaptas. Más te vale ‘demostrar’ que estás en la misma ‘onda’.
La enseñanza que comienza siendo bÃblica va incluyendo, de a poco, conceptos nuevos, que claramente contradicen La Palabra de Dios. Pero es tan sutil el procedimiento que, el que conoce poco Las Escrituras, es engañado con facilidad.
Aquà habrÃa que hacer un alto y relatar lo que ocurre antes de ascender al bus que te llevará al lugar en donde se realizará el Encuentro. ¡Hay un mundo de gente, bolsos de mano y buses esperando! La iglesia anfitriona reúne a creyentes de otras iglesias, con o sin autorización de sus pastores. Pero no va cualquiera; dado que cada uno es minuciosamente detallado y recomendado por otra persona de confianza. Es muy difÃcil que vaya alguno para ‘investigar’, para actuar como detective; a menos que mienta hábilmente. ¿Y qué creyente querrá mentir, nada menos que ante un Encuentro con Dios?
Una persona habla al grupo de aspirantes a encuentristas y les da una serie de advertencias, sin detallar lo que se realizará en el Encuentro. La sensación que uno tiene es que será llevado a la sala de operaciones. La tentación de escapar de este lÃo es muy grande; hasta el último momento. Pero la presión de quienes te rodean, conocidos o no, también es grande.
En el trayecto en bus, si se viaja con un conocido es mejor; pero aun asà todos llegan a conocerse y a formar una amistad. Todos parecen contentos; pero están nerviosos. Comienzan a entonar algunas canciones nuevas, pero muy sencillas, acerca de que el diablo está vencido, la naturaleza carnal también.
Una vez llegados al lugar del Encuentro, ya es oscuro; quien desee huir no podrá, porque no hay una sola persona en todo el desolado lugar de campo. No hay ruta conocida. Uno siente que está preso o secuestrado. Pero, como todos estamos en la misma situación, nos animamos y consolamos los unos a los otros, disimulando el nudo en la garganta. “¿Dónde me metÃ?” “Pero bueno, ya estoy aquÃ; veré qué sucede”.
Lamentablemente, no puedo afirmar que, “si no me gusta, me voy” ¿A dónde me iré? ¿Cuál es la ruta? ¿Con qué medios de transporte?
Retomamos el relato de lo que ocurre en el recinto de reuniones.
Al poco rato de estar sentados nos avisan -nos ordenan- quitarnos los relojes, los celulares, grabadores, cámaras fotográficas, filmadoras, radios portátiles.
Un inspector pasa por cada asiento y se lleva todo. Recuerda que no puedes mentir; eres del Señor; serás confrontado nada menos que con Dios mismo. Seguramente, si mientes te caerá un rayo encima. Pero no es por el castigo divino; tú tienes ‘principios’ éticos y espirituales. Por esta razón has asistido al Encuentro: porque quieres más de Dios.
Como decÃa, la enseñanza está salpicada de textos bÃblicos: comienza siendo bÃblica, pero va incluyendo, de a poco, conceptos nuevos, que claramente contradicen La Palabra de Dios. Es tan sutil el procedimiento que, el que conoce poco Las Escrituras, es envuelto fácilmente.
Te hablan de la Parábola del Hijo Pródigo. Su regreso al hogar. En vez de ajustarse al relato bÃblico describen al hijo llegando a las puertas de la casa de su padre.
Las puertas son enormes, altas y gruesas. El hijo cae de rodillas al suelo, clama, grita, llora, llama a su padre… ¡qué figura! ¡Cómo impacta! Parece más bonita que la figura pintada en Las Sagradas Escrituras. Porque una buena parte de la expectativa se rompe, cuando leemos que ya el padre lo estaba esperando y que, viéndolo de lejos, corre a recibirlo.
Pero la figura que te pintan -ajena a La Escritura- contiene una fuerte carga emocional: el hijo ruega al padre, para que éste lo reciba nuevamente en casa; el padre no oye, porque los muros son altos y las puertas son gruesas. En realidad esto atrae, porque los méritos recaen en el hijo, que se esfuerza en lograr la atención de su padre. La realidad es muy distinta: es Dios que busca a la humanidad, es el Señor quien se esfuerza hasta la muerte, para labrar nuestra Salvación.
Los cambios sutiles se suceden uno detrás del otro. Te dicen que debes ponerte de rodillas, con la frente en el suelo y clamar a Dios por tu vida, hasta que Ãl se digne a escucharte; si lloras, gimes, luchas como lo hizo Jacob en Peniel, hasta vencer a Dios y obtener la Bendición.
Ahora eres un gusano y te arrastrarás por la tierra; no vales nada; eres un miserable pecador. Tus tÃtulos y cargos no sirven, no eres nadie.
No quiero que me laven el cerebro; hago como que tomo notas, utilizando la birome y un cuaderno que nos fueran entregados, y a escondidas anoto: “Esto no es cierto, La Palabra de Dios dice asà y asÃ; esto tampoco acepto, lo rechazo, es contrario a Las Escrituras”. Cada frase sacrÃlega que afirman y repiten es rechazada por mÃ, con otra frase basada en La Santa Biblia. ¡Cómo agradezco el haber leÃdo y estudiado concienzudamente Su Palabra! ¿Qué hubiera hecho, sin el conocimiento bÃblico? ¿Con qué argumentos mi mente y mi corazón se hubieran defendido?
Uno tras otro se suceden los disertantes, y somos bombardeados con nuevas ideas, sin darnos tiempo para meditar y razonar, si estas cosas son asà (Hechos 17.11). En un momento dado presentan al principal del Encuentro, el cual dará la disertación central. “Lo recibimos con un fuerte aplauso a Cristo” Todos tienen que aplaudirlo; se incentivan los aplausos afirmando (¡increÃble!): “Ud. está aplaudiendo al mismo Dios”, “Usted está aplaudiendo a Cristo”.
“RÃete” te dicen; “mañana no serás el mismo”. Di a ti mismo: “Yo no seré el mismo”. “Mira a tu compañero de asiento y rÃete; larga una carcajada y rÃete; no vas a ser igual”.
“Es tiempo de Confrontación”. “Has tenido problemas con el faraón, para venir aquÔ. “Dios espera que dispongas tu corazón para 1) Tres dÃas de confrontación. 2) Encuentro genuino con Jesucristo. 3) Comprender quién eres y para qué eres. 4) Un lugar de transformación. 5) Ãxito: depende de ti el éxito de tu encuentro con Dios. 6) Atrévete a confiar”. “Ãl tratará contigo, aun cuando duermas”. (Anoto en mi cuaderno: Todo esto mismo se podrÃa decir, sin gritar tanto).
Viene la sorpresa: “Ya le entregaste tu reloj, tu celular, tu tiempo, tu familia; ahora Ãl quiere, pide, tus palabras”. “¿Te animas a entregarle a Dios tus palabras?”. “Vamos a hacer un pacto de silencio”. “No conversarás con tus hermanos en estos dÃas, no desarrollarás ninguna conversación”. “Sólo puedes hablar con un colaborador”.
“Sà puedes declarar tu alabanza o consignar afirmaciones por escrito”. “Di ahora: ‘Prometo no entrar en diálogo con mi hermano; ofrendo a Dios mis palabras”
El primer dÃa es confrontación, Betel y una segunda oportunidad: Peniel. Asà como Jacob reconoció que habÃa perdido lo que habÃa encontrado en Betel por gracia, ahora en esta segunda oportunidad -Peniel- la Bendición la habrá de obtener por luchar.
El segundo dÃa es muerte y sepultura. “Hoy es el dÃa más importante de tu vida”, te dicen.
Anoto en mi cuaderno: ‘Al fin, el encuentrista se adapta, se somete, porque vino para recibir más de Dios. Pero sucede como cuando uno va al restaurante y es mal servido por el mozo. Para no arruinar el momento de la comida y pasarla mal, uno se resigna a los malos tratos’.
“Ahora vas a vomitar tu pecado. Abre tus piernas”. Decenas de servilletas o pañuelos de papel son distribuidos. Algunos comienzan a vomitar y los asistentes pasan asiento por asiento limpiando el suelo. ¿Cómo pudo suceder esto? La presión sicológica es muy grande y uno asiste ya predispuesto a todo. Y si no venÃas predispuesto, conocen ellos los mecanismos que tienen que accionar para tu quiebre.
“Te vas a sentar en el suelo, en cÃrculo. Tienes que cerrar tus ojos” Una voz de mujer comienza a hablar y luego se escucha la voz de un varón. Te hacen descender año tras año, describiendo las generalidades de tu vida, imaginando los problemas que has tenido, hasta el feto mismo. La voz de la mujer puede representar a tu madre o abuela. La voz masculina puede significar a tu padre o abuelo (ya fallecidos o no) o a tu pastor. Te invitan a perdonarlos. Tienes que acercarte a esa mujer y a ese hombre, por turnos uno a uno y decirles que los perdonas, como si fueran ellos las personas a quienes tú perdonas.
(En un ambiente de tanta emotividad y presión, si te dirÃan que perdones al diablo, lo harÃas).
Un joven comienza a reÃrse a carcajadas, se tira al suelo. El disertante, lejos de molestarse, lo celebra. Es una buena propaganda de lo que se está logrando. Otros comienzan a hacerlo también.
¿Qué hora es? Nadie lo sabe, pero debe ser muy, muy tarde. Ninguno puede hablar; es todo un silencio, lo mismo cuando vas a tu habitación. En los baños ya no hay papel higiénico; todo ha sido usado para secarse las lágrimas. Todos lloramos, ¡sÃ, yo también! Es que te presionan tanto, te dicen tantas cosas; te sientes una basura y recuerdas situaciones tristes de tu vida. Porque hay un elemento a favor de los disertantes: saben que todos somos pecadores; y aprovechan esa circunstancia. Te usan; ésa es la expresión más exacta. Pero, ¿no hacen lo mismo muchos pastores en sus cultos?
Los pañuelos que has traÃdo contigo están todos mojados; asà que, recibes con agradecimiento los pañuelos de papel que distribuyen, los cuales son reemplazados continuamente.
Todos lloran: en el recinto, en los baños, en el lugar de la frugal cena, en el sendero que te lleva a tu habitación, en las habitaciones, en cada cama. La música no para nunca.
Pero yo burlé a la vigilancia; desconfiado, previamente escondà un reloj en la mochila que dejé en mi habitación. No mentÃ; en el salón no lo tenÃa. Disimuladamente miro la hora: dos y media de la madrugada. A las siete de la mañana estaremos nuevamente en pie…
Todos desayunamos en silencio; mucha gente, pero nadie conversa, nadie emite una sola palabra. Y la música… la música se escucha en tu habitación, en el salón de reuniones, en los baños, en el comedor, en los senderos: “Tus Ojos revelan que yo, nada puedo esconder… sé que es Tu fidelidad”. La canción se repite una y otra vez, sin fin.
Otra vez ocurren las mismas cosas en el salón de reuniones. Hay gente que rÃe descontroladamente, que se tira al piso. Otros lloran todo el tiempo. Tienes que marcar con una X los pecados que has cometido en tu vida, perdonados o no, antes o después de tu conversión.
Bueno, tu conversión, tu bautismo y membresÃa y aun tus cargos no sirven para nada aquÃ. Porque te están predicando nuevamente; ya me convencà con horror que el mensaje que escuchamos no es para los ocasionales inconversos aquà presentes; es para los creyentes especialmente. Porque solamente la presentación que ellos hacen del Evangelio es lo que tiene valor; lo que te han predicado en tu iglesia no sirve para nada.
También, tienes que marcar con una X los pecados de tu madre, tu padre, tus abuelos, abuelas, bisabuelos, tatarabuelos y los ascendientes que recuerdes. No debes olvidarte de ninguno. Todo pecado no confesado no será perdonado. Debes levantar en alto las listas de pecados y renunciar a ellos.
Por en medio de la nave central del salón aparece ¡un féretro! transportado por cuatro personas. Instintivamente, uno mira dentro del féretro, para ver si hay un cadáver allà dentro. Porque a esta altura de la reunión ¿o de la sesión? uno puede esperar cualquier cosa.
Nos inclinamos para mirar… pero nos indican que el cadáver somos cada uno de nosotros, el ‘viejo hombre’. Dentro del féretro tiramos las listas de los pecados y acompañamos a la comitiva fúnebre, al ‘cementerio’.
En el ‘cementerio’ nos encontramos con una inmensa fogata. El féretro con los papeles dentro -que contienen las listas de pecados de todos los asistentes y de todos sus familiares- es tirado a la fogata. Una persona tira su chaqueta, otra tira un pulóver, algo personal. El fuego se eleva aún más. “El que no salta es un viejo, el que no salta es un viejo” Y todos saltan, saltamos.
“Se murió, el viejo se murió, el viejo se murió, el viejo se murió. Se murió…”. Todos cantan enloquecidos; la presión a que hemos sido sometidos se desinfló. La gente está feliz…
Confrontación, Betel, Peniel, Muerte (hoy sábado 21 de setiembre es DÃa de la Primavera) y mañana domingo, Resurrección.
Regresamos al salón. Dividen a la multitud en dos bandos: los que tienen el Bautismo del EspÃritu Santo con la evidencia del hablar en lenguas y los que no, en ambos extremos del salón, con las sillas apiladas aparte.
Los que no han recibido el Bautismo mencionado tienen que cerrar sus ojos. Yo los cierro y entrelazo mis manos hacia adelante. Me corrigen: los brazos a ambos costados, libres. Mi única manifestación fue llorar y reÃrme un poco. Pero todo lo demás lo rechacé. Con tanta presión sicológica creà tener una visión: un montón de basura increÃble y una Persona vestida de blanco que aparece, que me pareció era el Señor.
Pero no permitiré que me quiebren. Conozco las técnicas de lavado de cerebro y quiebre mental. Leà mucho acerca de los cristianos perseguidos en los paÃses en donde funciona la iglesia subterránea. Instruyen al otro grupo para que, al contar uno, dos, tres y ¡ya! todos corran hacia el otro extremo del salón, en donde estamos nosotros.
Con los ojos cerrados percibo como si una manada de cientos de búfalos arremetiera contra nosotros. También, me parece que son demonios, porque se abalanzan contra nosotros gritando enloquecidos, furiosos. Uno me grita en un oÃdo, otra persona me grita en el otro oÃdo. Un tercero grita frente a mi rostro: “¡Recibe! ¡Recibe! ¡Recibe!”.
Me golpean en el pecho, me empujan haciendo presión en mi frente, para que caiga hacia atrás. Insisten, pero nada. Vienen refuerzos y, uno a uno, caen al suelo; menos yo. Estoy contento. Vencà a todos los demonios; no pudieron conmigo. ¡Gloria a Dios!
Por primera y única vez hacen pasar a los pastores adelante. No podÃa creer que hubieran hecho esta distinción; muchos sabrán ahora, que soy pastor de una congregación.
Nos alineamos delante, y el principal con su esposa (que también hablaron y representaron a los familiares en los cÃrculos en el suelo) comienzan a ministrarnos, mientras la música es puesta a todo volumen y los asistentes gritan. Tal es la confusión, el ruido, la música y el griterÃo, que no me doy cuenta cuando me ponen aceite en mi frente.
Apenas escucho la oración que me están elevando. Como estoy con los ojos cerrados, siento que mis piernas se aflojan, me baja la presión sanguÃnea. Clamo al Señor: “No permitas que esta gente me venza; Tú sabes que todo esto es presión sicológica, humana; si caigo al suelo creerán que han tenido la victoria”
Pero no caigo al suelo. Nadie, ni siquiera el principal pudo vencerme. Me siento victorioso, fortalecido. Sin embargo, no soy tan necio para creer que fue mi fortaleza. Fue el Señor que me dio la victoria. Ahora, estoy mejor preparado para cuando en un futuro tenga que ser sometido a una presión semejante, si llego a ser un cristiano perseguido como en otros paÃses.
Luego de esto, la alegrÃa reina en el lugar. Todos (menos yo) comienzan a bailar, a danzar, a reÃr, a gritar. Nuevamente la música es puesta a todo volumen. Te dicen que, para recibir la Unción, debes tocar, abrazar al principal; ya que la Unción se transmite de persona a persona.
Todos se desesperan por tocarlo, como los católicos hacen cuando quieren tocar y besar una imagen. Lo abrazan, lo tiran al suelo. La idolatrÃa que veo es repulsiva. Jamás haré cosa semejante. Recuerdo cuando a Bernabé y a Pablo en Listra los llamaban dioses y trajeron guirnaldas y querÃan ofrecerles sacrificios. Pero ellos rasgaron sus ropas y dando voces les dijeron: “Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros” (Hechos 14.11-15). No, ellos no aceptaron la gloria que sólo le pertenece al Señor.
Ahora reina la alegrÃa; todos están contentos. Hoy es dÃa de Resurrección. El principal llena una vasija con vino tinto. Y comienza a tirar el vino por todo el salón, manchando las ropas de los asistentes (menos a mÃ, que me he alejado). “¡Reciban la Unción, reciban el Gozo!”
IncreÃble, te entregan un Certificado de Nacimiento: “En la Ciudad de… a los… dÃas del mes de… del año… CERTIFICO el nacimiento de… Y para que asà conste, firmo el presente”. ¡Tú mismo debes firmarlo! ¡Debes hacerte responsable! Pero, ¿acaso no he nacido de nuevo cuando entregué mi vida al Señor Jesucristo, a la edad de trece años? Si ahora certifico mi nacimiento (¿quién soy yo para certificarlo? es el EspÃritu Santo el que da testimonio, Romanos 8.16) entonces deberÃa ser también bautizado.
Te reparten otro documento: “PACTO – Responsabilidad sin lÃmites – Una entrega total” “Yo… me comprometo a firmar bajo un pacto:
-A ser parte de un equipo y trabajar en unidad, desechando todo individualismo.
-Tendré en cuenta al equipo, ante cualquier decisión.
-No buscaré el beneficio propio, sino el del equipo”.
Siguen otros compromisos, de consagración, perdón. Finaliza el documento:
“Bajo esta declaración, y en forma voluntaria y responsable, firmo delante de Dios y de la iglesia, mi compromiso”.
Te entregan una carta de parte del principal que, entre otras cosas, dice: “Sé que este tiempo fue un tiempo para parar de muchas rutinas diarias, para participar de este ENCUENTRO, lo cual lo podemos describir con estas palabras: que es TREMENDO… Esto sólo es el comienzo de algo TREMENDO y maravilloso. Y vemos detrás a multitudes llegando a los pies de CRISTO a través de tu vida y ministerio”.
Finaliza el pacto de silencio, ahora podemos hablar, conversar. Recibimos una sorpresa: la correspondencia de nuestra familia y de nuestra congregación y amistades, preparada de antemano. Se viene el regreso al salón de la iglesia anfitriona, la que recibió el dinero de cada uno de los participantes; que, descontando los costos les deja una ganancia del 60 % de lo abonado.
En el trayecto de regreso se entona: “Un minuto de silencio para el diablo, que está muerto” (Pero La Biblia dice que el diablo está como león rugiendo – 1º Pedro 5.8).
Allà nos esperan nuestros familiares, a puertas cerradas. Porque en un momento dado, las compuertas de la capilla se abren y entramos nosotros, los ‘hombres de valor’ los nuevos hombres, los santos, los llenos del EspÃritu, los vencedores, los nuevos lÃderes, los espirituales.
Porque asà como te humillaron en el Encuentro, también te exaltaron hasta lo sumo, para que en el nombre de…
Y comienza el baile; todos bailan, danzan, hacen el trencito. Luego vendrá el Post-Encuentro. Pero nunca más me verán allÃ.
En la iglesia que pastoreo me veré en un grave problema: los hombres de valor me citan para anunciarme que quieren conformar ellos una Junta pastoral y todo lo deberé consultar con ellos, los cuales tomarán las decisiones.
Nuevamente tuve victoria en el Señor. Dios deshizo la obra del enemigo. Pero lamento en el alma que dos familias se retiraran de la congregación. Tuve la inmensa alegrÃa que el matrimonio de una de ellas viniera después de un año, a pedir perdón. Ellos se han mudado y viven muy lejos como para regresar a nuestra congregación.
Con la otra familia, aunque no han vuelto, tenemos una excelente relación. Hoy solamente quedan algunos conceptos errados que, de a poco, voy corrigiendo.
Dije al principio que, lo primero que uno oye es acerca de los Encuentros. Con el tiempo uno aprende que detrás de todo esto está el Grupo G12, las reuniones en hoteles denominadas ‘Hombres de Valor’, los Congresos ministeriales en donde te ministra un apóstol. Mega iglesias, la Iglesia del Tercer DÃa, Maldiciones generacionales y tantos términos nuevos.
Tuve que asistir también, porque sin avisarme y sin mi conocimiento empezaron a robarme uno a uno los miembros, para concurrir al Encuentro. Cuando me enteré de esto, corrÃa el peligro de sufrir una disgregación en la congregación. Y, si no asistÃa, no tenÃa argumentos de primera mano.
Si bien es cierto que el Señor eligió a doce varones para que fuesen sus discÃpulos, no era un método; si asà fuese, habrÃa que admitir que le falló; ya que quedaron solamente once.
No vemos a los discÃpulos enseñando cada uno de ellos a otros doce y éstos, a su vez, a otros doce. Qué extraño que en los Hechos de los Apóstoles y en las cartas y epÃstolas no se mencione en detalle tal método. Se habla de enseñar a hombres idóneos para que, a su vez, éstos enseñen a otros. Pero no se menciona el número doce. Tampoco Las Escrituras afirman que en cuarenta dÃas tu vida va a cambiar.
Marcos Andrés Nehoda
pastor»
Dios te bendiga y si eres cristiano, busca a Dios con todo tu ser.
2006-08-24 16:55:19
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answer #6
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answered by Roe 7
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