Las campanas más antiguas se han encontrado en China en el siglo XII a.C. Además de lo ya mencionado en cuanto al simbolismo, solo mencionaremos que había campanas de 2 tipos: las denominadas chung, que son campanas sin badajo para tocarse con un martillo separado, y las ling, que son campanas con badajo. Hay que recordar que el badajo siempre golpea la campana por el interior, mientras que los martillos sirven sólo para el exterior.
Desde el principio, las campanas de bronce se han fundido con una composición promedio de 80% cobre, 10% estaño y 10% plomo. Cuando más plomo tenga una campana, más opaco será su sonido; por el contrario, el estaño produce un bronce de mayor dureza, y por lo tanto de mayor sonoridad. Hay casos de campanas europeas de reconocida pureza de sonido, cuyo bronce tiene 80% cobre y 20% estaño.
En China hay campanas de muchas variedades. Hay conjuntos o chines de unas pocas campanas, hasta complicadas combinaciones de varias decenas. Hay un caso que diversos arqueólogos chinos encontraron recientemente, en la tumba del Marqués Yi, que data aproximadamente del año 433 a.C. que consta de sesenta y cinco campanas. También es muy famoso un conjunto cromático de dieciséis campanas, es decir, un conjunto de campanas que difieren un semi-tono entre sí.
La rica cultura de las campanas de China obviamente se extendió a otros países orientales, como Japón, Corea, Vietnam, Cambodia, Tailandia y hasta en Java, en el actual sureste asiático. En este último lugar hubo un inusitado florecimiento del diseño artístico de campanas, debido a la presencia del hinduismo y del budismo desde el siglo VIII hasta principios del siglo XVI, en que se implantó el Islam. Algunas piezas que se han conservado son bellos ejemplos de esculturas, como las que representan al tor, dios de la fertilidad, el león, que representa a la esposa de Shiva, el rayo, símbolo de la más profunda realidad (al igual que el vajra de los chinos), el tridente como símbolo del fuego, la serpiente como símbolo del bien y del mal en los seres humanos, y el símbolo del sol.
Las campanas antiguas en la cultura occidental
En los países alrededor del Mediterráneo, las campanas con badajo más antiguas que se conocen son las de terracota a barro cocido del tercer milenio antes de Cristo, en vestigios arqueológicos de Knossos y Creta. Las de bronce más antiguas datan del año 1200 a.C. y provienen de Irán y del sur del Cáucaso.
En el Imperio Romano, los conjuntos de campanas recibían el nombre de tintinnabulum, vocablo onomatopéyico que indudablemente se refiere al repicar de las campanas. La palabra latina campana apareció a principios de la Edad Media para designar una campana grande. Todos estos casos se refieren a campanas con badajo, lo cual recuerda el hecho histórico de que las campanas sin badajo no tuvieron ningún papel significativo en el mundo occidental.
Por su tamaño y su sonoridad, las campanas de la antigüedad occidental no lograron competir con las campanas de la China, que poseía una verdadera cultura de¡ bronce. Esto se puede comprobar por la diferencia en el número de piezas que ha llegado hasta nuestros días, en lo referente a campanas de gran tamaño y a utensilios metálicos de cocina.
El aspecto protector de las campanas múltiples ejemplos desde la literatura griega y romana. No es casualidad que las campanas más antiguas que se conocen hayan pertenecido al arnés de un caballo, a manera de amuleto. En el siglo XII a. C., el caballo dejó de usarse sólo como animal de tiro en carretas, y comenzó a utilizarse como montura, y por lo tanto necesitaba la misma protección que el jinete contra la presencia de los malos espíritus. Se creía que el repiqueteo de las campanillas mantendría a distancia a las potencias del mal. Para proteger a los vivos, desde tiempo inmemoriales se han colgado campanas al cuello de caballos, burros, mulas, vacas, borregos, perros, etcétera. No sólo se trataba de identificar la ubicación del animal mediante el sonido, o para decoración, el significado simbólico es muy claro. Las mujeres en Esparta en Roma tenían la costumbre de salir a las calles tocando campanillas y cascabeles cuando moría un rey o un emperador. Se conservan múltiples ejemplos del uso de campanas en tumbas y monumentos funerarios de la antigüedad, con la creencia de que espantaban las furias y las potencias del mal.
Las campanas en las culturas prehispánicas
Las campanas eran un instrumento conocido entre los aztecas, mayas, incas y otros pueblos que florecieron antes de la llegada de los españoles al Nuevo Mundo. Sin embargo, es claro que permanecieron muy modestas en su magnitud y en su forma. El uso de los metales fue muy restringido en las culturas precolombinas, y aunque hubiera estado presente, las campanas no podían compararse por ejemplo con los grandes monolitos aztecas. De hecho, los ejemplares que se conservan eran de materiales perecederos, y las campanas no eran significativas para el desarrollo cultural de los pueblos mesoamericanos.
A la llegada de los españoles, las sonajas en oro, cobre o bronce de todos tipos de formas y tamaños tenían la misma función que las campanas antiguas de las culturas occidental y oriental. Prácticamente no ha llegado a nuestros días ningún vestigio de campanas con badajo, aunque sí se conservan muchas figurillas que portan campanillas como parte de su ajuar. Por ejemplo, tenemos a la diosa Cihuacoatl, asociada con las mujeres muertas en el parto. Una de las representaciones que se conservan, de la cultura veracruzana de Remojadas, Fase II, la muestra como diosa-serpiente, con sendas campanas bajo los brazos, como símbolo de la fertilidad de la tierra. Esta figura pertenece a la misma región tiempo de las famosas caritas sonrientes. Se han conservado algunas piezas de niños que pertenecen a este grupo, en los cuales una figura infantil de gesto contorsionado, portando campanas en los brazos, era ofrecido en sacrificio a Xochipilli, diosa de la danza. Las campanas no se han conservado, puesto que estaban hechas con frutas que se desintegraron.
Sin embargo, las sonajas fueron mucho más numerosas. Estas piezas tuvieron mucha importancia ritual. Por ejemplo, se ha conservado un cuchillo ceremonial inca del siglo XII, de valor sagrado por el sonido que tenían las partículas sueltas en el momento de ser utilizado. En el México actual, se han recuperado cascabeles y sonajas de algunos cenotes sagrados, como el de Chichén Itzá en la zona maya, que corresponden al mismo servicio. Según los especialistas, el simbolismo de estos objetos hace pensar necesariamente en ritos funerarios, de fertilidad, plegarias para la lluvia, etcétera.
Por supuesto, a la llegada de los españoles el uso de sonajas y cascabeles entre los indios fue cambiando gradualmente. Hoy en día, las campanas de debajo son un instrumento común en las iglesias cristianas, aunque los cascabeles sigan usándose en la actualidad entre los ejecutantes de bailes autóctonos.
Las campanas europeas durante la Edad Media
Las fuentes cristianas más antiguas remontan a Egipto y a lo que entonces era Palestina, en las regiones donde aparecieron los primeros monjes y ermitaños. Por ejemplo, desde tiempos inmemoriales se ha representado a san Antonio Abad (251- ca. 356), que vivió como ermitaño cerca del Nilo, con un bastón, y una campana, de mano. San Jerónimo (muerto en el año 420), el famoso traductor de la Biblia Vulgata, también conoció el uso litúrgico de las campanas. Se conservan hasta la fecha muchas piezas de esta época; la mayoría son de origen copto, y están ornamentadas con una simple cruz. Ha llegado hasta nuestros días, y se conservasen el Museo Nacional del Carrillón en Asten, Holanda, la campana de San Blas (muerto ca. 316 en Armenia), o por lo menos una campana de esa época con una inscripción dedicándola a ese santo.
Al extenderse la cristiandad por Europa, puede suponerse que las campanas gradualmente fueron empleándose cada vez más para usos religiosos. Inicialmente, parece que se utilizaron en monasterios. Por ejemplo, en el año de 513, el monje Cesáreo (muerto ca. 543) promulgó una regla en Arles, al sur de Francia, en la que se incluía un precepto tomado de un ejemplo egipcio, según el cual se regañaría a los monjes que llegaran a la iglesia cuando la campana hubiera dejado de sonar. Esta es una de las pruebas documentales que existen del uso de las campanas para anunciar las horas canónicas de los oficios. Parece sospecharse por piezas conservadas hasta ahora que las campanas que así se usaban en esta época eran del tipo suspendido, con badajo. Aparentemente, hasta el siglo VI, no habían entrado en uso las esquilas o campanas giratorias. Este es un ejemplo de un vestigio documento que muestra que no todos los artistas comprendían el oficio del campanero: en este caso los ejecutantes tocan con martillos unas campanas que tiene badajo.
En cuanto a la denominación, la palabra latina campana no ha sido siempre la empleada para este tipo de instrumento. Por el contrario, la Iglesia cristiana antigua empleaba el término signum, o signo. La fuente más antigua del vocablo campana es una carta escrita por el Diácono Ferrando de Cártago a Eugipio, un obispo de la región de Nápoles, aproximadamente el año de 515.
En esa carta se usa el vocablo por primera vez en la historia, refiriéndose a una pieza que encargó el obispo. Hay otra fuente histórica, de origen dudoso, según la cual el vocablo campana se utilizó por primera vez un siglo antes, por Paulino, obispo de la ciudad de Nola (ca. 353-431). Esta ciudad se encuentra en un distrito italiano denominado Campania, de donde tal vez pudiera provenir el vocablo. Sin embargo, la referencia es dudosa, pues proviene del siglo VII, y nunca pudo comprobarse documentalmente. Por la similitud entre el vocablo y la región, la tradición se ha conservado hasta nuestros días. De hecho, en Italia anteriormente se denominaba campana al instrumento de gran tamaño, y Nola al de tamaño menor. Desde el punto de vista lingüístico, el vocablo campana está relacionado con los términos eslavos kiampan y kanban, que se refieren al doblado y a la curvatura de las piezas. De la palabra campana proceden sus múltiples derivados; de entre ellos cabe destacar el de campanologista, que se refiere a la persona que en la actualidad está dedicada a estudiar el sonido y los procesos de fundición de las campanas.
La palabra tintinnabulum se refiere a las campanas de tamaño pequeño, y sólo se utilizó de manera esporádica en la literatura cristiana. En la mayoría de los textos, se utiliza la palabra signum para referirse a las campanas. Este vocablo, como signo de la iglesia, el mensaje podía darse, por otros instrumentos diferentes a las campanas, como es el caso del symandrum, que es una plancha de madera sagrada, de gran tamaño, que se golpeaba con un martillo, a la manera de un tambor. La descripción explícita se debe a san Efrén, en Siria, en el año de 370. Esta es una de las hipótesis con las que se cuenta para el nacimiento de las campanas, que se supone que nacieron cuando la Iglesia dejó de tener la necesidad de operar en secrecía dentro de las catacumbas, con la consiguiente evolución de los instrumentos de percusión. Documentalmente, esto se ha demostrado con los textos de la visita del obispo Amalario a la ciudad de Roma, en el año de 831.
Sin embargo, el objeto más comúnmente representado por el vocablo signum era una campana. Según la Historia de los Francos del erudito obispo Gregorio de Tours (muerto en el año de 954), el objeto "se movía hacia adelante y atrás, jalándolo mediante una cuerda". Hay pruebas de que las campanas de bronce se utilizaban en Francia desde el siglo V. A partir del siglo siguiente, existen evidencias documentales en la Europa occidental de que las campanas eran de uso generalizado. Los tamaños de campanas empezaron a incrementarse desde el momento de que las campanas dejaron de tocarse portándolas en la mano. Al dejarse libres mientras colgaban, se pudo incrementar el tamaño. Alrededor del año 1000, era normal que las campanas pesaran alrededor de una tonelada actual.
Medio milenio más tarde, campanas con un peso diez veces mayor no tenían mayores problemas. Desde luego, el desarrollo aquí descrito se refiere más bien a la Europa occidental, pues la Iglesia Ortodoxa de la Europa orienta¡ hace un uso distinto de las campanas.
Cabe señalar que en Holanda, país sumamente ligado a la tradición de las campanas desde hace muchos siglos, a la campana se, le denomina klok, que proviene del vocablo celta clog, cuyo significado original era "golpear".
Pocos siglos después, Juan Crisóstomo, patriarca de Constantinopla, protestó contra la costumbre de colocar amuletos en forma de campanas en el cuerpo de los infantes, para protegerlos de fuerzas malignas.
En el año de 615, cuando el rey franco Clotario II asedió la ciudad francesa de Sens, al sureste de París, el obispo Lupus reunió ala población con la signum ecclesiae, o señal de la iglesia, que según el historiógrafo, tenía un "sonido voluminoso". Asustado por la voz santa y desconocida, el ejército enemigo huyó.
Según otro reporte de la misma época, había un sacerdote corrupto que no se arrepentía y que tuvo que suspender sus intentos de tocar la campana, que permanecía muda y sin proferir un solo sonido. Cuando el sacerdote expió culpas, la campana recuperó la voz.
Por último, está el recuento hagiográfico que hizo Willibaldo (muerto antes de 768), sobre la vida de San Bonifacio (ca. 674-754), a quien habían asesinado cerca de Dokkum, en Holanda. Cuando el cadáver llegó a Utrecht para enterrarse ahí, surgió una fuerte discrepancia con los habitantes del monasterio de Fulda, que había sido fundado por Bonifacio. Él había indicado alguna vez su preferencia de que se le enterrase en Fulda, pero los de Utrecht no estaban dispuestos a entregar sus despojos mortales. La discusión se resolvió cuando el campanario de Fulda comenzó a tocar, aparentemente sin intervención humana alguna, lo cual hizo que los de Utrecht aceptaran el entierro en Fulda.
La fórmula de la consagración de las campanas -no bautismo, según decretó el propio Carlomagno- apareció en España desde el año de 711. La función litúrgico tenía que confirmarse mediante un rito, para dedicarse a la tarea de ser "como las trompetas de los israelitas, las que usaba Moisés para juntar a losjudíos para las fiestas religiosas". Se pretende que el bronce se depurara de malos espíritus, y que el instrumento ratificara su nuevo papel predicador. El ritual de consagración de las campanas de iglesias permaneció prácticamente sin variación hasta el reciente Concilio Vaticano II. Entre otras cosas, el texto establece que:
Cuando los creyentes oigan el sonido de esta campana, que se incremente su piedad; que se distingan las trampas del enemigo y se calmen los granizos, huracanes, rayos y tormentas, y que los vientos soplen favorablemente. Que se calme la potencia del aire, para que tiemblen al escuchar la campana y se disipen en los cielos, la tierra y en las profundidades de la tierra, al amparo del símbolo de la santa cruz aquí representada.
En cuanto a las fundiciones más antiguas que se conocen, sólo hay informaciones dispersas. Sólo se sabe que los primeros casos corresponden a monjes en monasterios. Cuando las ciudades crecieron, la artillería fue adquiriendo importancia, y a partir del siglo XII, la fundición de campanas empezó a transferirse a manos seculares, generalmente castrenses. El cambio duró varios siglos, pues en el siglo XIV, todavía había un monje alemán llamado Nicolaus que fundía campanas.
El fundidor más antiguo que se conoce era el monje Tanco, respecto al cual se ha conservado una leyenda. A finales del siglo VIII, Carlomagno le encargó una campana, lo que hizo de manera exitosa. Sin embargo, un fundidor local le envidió, y le pidió a Carlomagno que también le encargara una campana a él. Sin embargo, puso como condición que se le permitiera sustituir el estaño que tradicionalmente se usaba en las campanas por plata. Dijo que sólo de esta manera se lograría un sonido de verdadera pureza. Se le dio la plata, pero fraudulentamente se la embolsó, sin utilizarla para la campana. Cuando la campana estaba lista se hizo evidente su engaño, porque la campana no producía ningún sonido. El fundidor se impacientó y quiso tocar la campana por sí mismo. Entonces el badajo se desprendió, matándolo de un solo golpe.
Dentro de los más antiguos fundadores que aparecen documentados, están los mojes Paternues y Daniel, del monasterio de Lobbes, en Hainault, Francia, aIrededor de 850.
Las campanas europeas durante el Renacimiento
A partir de los siglos XIII y XIV, en los países del norte de Europa las ciudades ya se habían conformado desde el punto de vista urbanístico. Además, con el advenimiento de la artillería como arma tradicional de guerra, se englobaron las funciones en el mismo oficio para trabajar los metales. Por lo tanto, los mojes dejaron de ocuparse de manera exclusiva de la fundición, que gradualmente pasó a convertirse en un oficio gremial. Así, por ejemplo, en 1337 el maestro Gillis de Brujas fundía campanas, cañones y utensilios de cocina, todos ellos de bronce. En 1410, Wolter, apodado el "fundidor de cazuelas", hizo los dos mejores cañones del pueblo flamenco de Zwolle. El gremio de "tocadores de campanas", o sea campaneros, se fundó en Utrecht, Holanda, en 1505, y de la misma época es el de Groningen. Antes de eso, como el documento de 1477 de Asten que lo certifica, los campaneros pertenecían al mismo gremio que los herreros.
A partir del Renacimiento, las campanas cobraron importancia no sólo como piezas individuales, sino también agrupadas como carillones, cuya aceptación general ocurrió a partir del siglo XVI.
Los textos más antiguos que se conservan sobre la fundición de campanas datan de la segunda mitad de la Edad Media. El caso más conocido se dio en el monasterio de Helmarshausen, cerca de Paderborn, en Alemania. Ahí, el monje Teófilo escribió en 1125 un ensayo titulado De campanis fundendis, como capítulo 84 del tratado De diversas artibus, que describe en forma detallada todo tipo de artes y oficios. Gráficamente, una parte de este texto se ilustró en el Códice Behaim, del siglo XVI, que se conserva en la Biblioteca de Cracovia. Según Teófilo, las campanas deberían de sonar mejor si tenían lo que él denominó "foramina", o sea cuatro perforaciones triangulares en el hombro de la campana. Sin embargo, ello no resulta cierto para los versados en campanología. Sin embargo, este tipo de perforaciones se utilizaron en esta época para fijar la camisa exterior al corazón interior, con el propósito de lograr un espesor de pared uniforme en todo el cuerpo de la campana. Debido a este tipo de función, las campanas de esta época tienen una forma característica, denominada "de panal de abeja".
Son las inscripciones que llevan las propias campanas los mejores testimonios acerca de su historia. Desde 1285 hasta la actualidad, la tradición dicta que en la inscripción la propia campana declare su constructor. "Cristianus me hizo en el año de 1285". Desde principios del siglo XIV, se estableció la conocida regla de las proporciones para la fabricación de las campanas, para todas las piezas construidas en Occidente, la altura de una campana sin corona es de ochenta por ciento de diámetro, y la altura de una campana con corona es igual a su diámetro. Esta regla es válida para las campanas de gran tamaño, no necesariamente se sigue en las denominadas "Campanas de horas", es decir, piezas estacionarias a las que golpea un martillo con el lado exterior, conectado a un reloj en la torre del campanario, cuando éste marca cada hora.
Durante los siglos XIV y XV, los principales centros europeos de fundición de campanas estaban en los Países Bajos, especialmente en las ciudades de Utrecht, Mechelen, Venlo, Ainberes y Hertogenbosch.
A partir del siglo XV, se estableció la técnica que todavía se sigue hoy en día para decorar el cuerpo de campanas con inscripciones con textos al gusto del que encargaba la fabricación, mediante el empleo de moldes de letras.
Por cierto, que se conservan algunas piezas curiosas, por contener equivocaciones ocurridas durante los primeros tiempos de la aplicación de inscripciones en campanas. La causa de estos errores era la falta de cuidado en aplicar los textos en negativo, como si fuera un espejo, para que al fraguar el fundido la pieza original tuviera las letras bien colocadas. Esto le ocurrió a Jan de Leenknecht en 1395 al fabricar la campana del pueblo de Sluis. Otra campana famosa, de los siglos XII ó XIII, lleva este texto, por supuesto equivocado. Esta campana se conserva hoy en día en el Museo Nacional del Carillón, en Asten, Bélgica.
Desde el siglo XVI, la función de campanas de repique fue gradualmente sustituyéndose por la de los juegos armónicos de campanas de tamaños variables, o sea lo que en inglés se denomina chimes, y que son los antecesores de los actuales carillones. En estos conjuntos armónicos, los badajos se unen mediante cuerdas a un punto central del campanario, en donde las toca el campanero. Se produce un sonido rítmico, como si fueran campanas estacionarias. Gradualmente, el campanero llegará incluso a tocar desde un teclado similar al de un órgano.
Como instrumento musical, las campanas han estado asociadas a la señalización del tiempo desde el siglo XVI. Son incontables los ejemplos que se conservan de campanas acopladas a relojes para marcar las horas. Asociadas a diversos instrumentos científicos, y apoyándose en la numerología, las campanas ejercieron una muy singular atracción en el intento de medir el tiempo.
En el siglo XVII se empezaron a hacer esfuerzos para afinar las campanas que formarían parte de un conjunto, ya sea armónico (de chimes) o de carillón, con el fin de que tuvieran un tono reconocible. En un rango de hasta cuatro semitonos, el ajuste podía hacerse variando el espesor de metal en la zona del batiente.
El tañido de conjuntos armónicos de campanas de diferentes tamaños, aparecen en documentos desde el siglo VI. Parece existir un cierto tono festivo asociado a la obtención de melodías, tanto en actos religiosos como civiles. La costumbre prevalece hasta hoy en día, y en algunos lugares conserva la misma tradición que desde hace varios siglos. La forma de tocar esas campanas es muy variada, ya sea con martillos, o jalando cuerdas atadas a los badajos. Lo que importa es la obtención de combinaciones armónicas de sonidos, mediante variaciones en el ritmo al golpear campanas de tamaños distintos. Los primeros teclados asociados a campanarios en Flan- des se remontan a 1480.
A partir de la segunda mitad del siglo XIII, los carillones tuvieron un fuerte impulso como conjunto instrumental que tocaba melodías a intervalos regulares, y por lo tanto asociadas con relojes. Esta situación se debe al auge que tuvo la construcción de relojes durante el reinado de Alfonso X El Sabio (1221-1284), rey de Castilla y León. El ingeniero encargado de este tipo de obras para el rey inventó un reloj de agua, que impulsaba un carillón, para producir melodías a cada hora. Cabe señalar que el mecanismo impulsor de los carillones con tambores, en lugar de agua, es posterior, pues se impulsó a partir de 1530.
Musicalmente hablando, un carillón típico del siglo XVI podía estar constituido por dieciocho campanas, afinadas en un intervalo de dos octavas diatónicas, es decir, aumentadas en tres semitonos: un sí bemol en las dos octavos inferiores, y una fa en el rango superior. Esta era la manera tradicional, aunque en muchos casos se utilizaba la transposición con intervalos de una tercera. Tradicionalmente, el sonido más grave solía darse por una campana afinada en la nota de fa, con un peso mínimo de una tonelada.
Al correr los años, los carillones fueron complicándose gradualmente. Por ejemplo, el de la catedral de Bruselas, de 1642, consta de 38 campanas que abarcan un intervalo de tres octavas y media. Asimismo, las series diatónicas se sustituyeron por series cromáticas, o sea con separación de un semitono. En estos conjuntos, es claro que se podía tocar prácticamente cualquier tipo de melodía.
Al igual que los procesos comunes de fundición habían hecho que los cañones y las campanas tuvieran el mismo origen, a veces su destino también era común, pues desde el siglo XV fue común que las campanas pasaran a ser botín de guerra en las plazas que caían ante el enemigo, con el fin de volver a ser fundidas y convertirse en cañones. Las campanas europeas durante el Barroco Como testimonio curioso, existe una pintura realizada en 1642 por el pintor y organista Theodore de Sany (1599-1658), quien sucedió a su padre como encargado del carillón municipal de Bruselas. La Glorificación del carillón de Bruselas incluye un inventario de muchísimos carillones flamencos y holandeses, y proporciona gran cantidad de detalles técnicos.
A esta época también corresponde la fundición de la mayor campana del mundo, de 210 toneladas, que nunca produjo ningún sonido. La fundición original la hizo Iván Motorin en 1732, pero tuvo una falla en el metal, porque por un aguacero explotaron dos de los cuatro hornos de fundición. En 1733, su hijo Mitchail logró completar la titánica tarea de fundición. Sin embargo, cuando la campana colgaba de un andamiaje provisional, se cayó se le desprendió un fragmento de once toneladas. Hoy en día se encuentra en exhibición en la Plaza Roja de Moscú.
Las campanas en la Nueva España
Hernán Cortés logro fundir cañones de bronce, y consumada la Conquista, el bronce tuvo un objeto mucho más apacible y caritativo: las numerosas campanas que hubo necesidad de fundir para los nuevos templos que se edificaban.
En la Nueva España, el mismo gremio estaba ocupado en fundir campanas y cañones, además de fabricar utensilios de cocina y pólvora. Durante el siglo XVI, las fábricas de pólvora estaban a cargo de empresarios independientes, ya que los artilleros tardarían algunos años en tener facultades para inspeccionar las fábricas, las cuales finalmente quedarían a cargo de la milicia del Estado.
Aparentemente, uno de los primeros fundadores del siglo XVI fue Cristóbal Gudiel, que ya ejercía en 1569 como polvorista y artillero mayor en la munición de las casas reales, por autorización del virrey Martín Enríquez de Almansa.
Se conservan algunas campanas del siglo XVI, que se caracterizan por una forma alargada, que poco a poco fue desapareciendo para dotar a las campanas de mayor altura y mayor diámetro. Entre estas primitivas campanas están las del convento de Acolman.
A partir del siglo XVIII, el bronce se utilizó también para elaborar rejas y barandales en edificios suntuosos. Ejemplos de ello son los que se encuentran en el coro de la Catedral Metropolitana de México.
A finales del siglo XVII, el campanero ocupaba el penúltimo lugar de las "raciones", o sean los sueldos que pagaba el cabildo catedralicio. La nómina asignada al campanero una partida de 6 tomines, sólo superior a la del "perrero", que ganaba únicamente dos.
En la Nueva España, una de las campanas de mayor interés es la campana mayor de la catedral de Puebla, llamada Santa María de la Concepción. Hubo que fundirla repetidas veces entre 1625 y 1720. La campana actual fue hecha en 1730 y pesa casi 9 toneladas.
Para fundir una campana, el artesano usa instalaciones del tipo rústico, con un número relativamente pequeño de herramientas y materiales.
Se emplea tierra mezclada con estiércol de caballo, borra y cáñamo para elaborar el macho, o molde interior para la parte hueca de la campana. El molde se cuece en un horno de ladrillo. Se usa cera para moldear figuras, piezas de armas, ornamento, sello del campanero, imágenes de santos, letreros e inscripciones inscritos en tablillas o placas de madera. Los relieves se hacen con cera que por medio del calor se expulsa del molde, razón por la que el procedimiento se conoce como de "a la cera perdida".
Se utiliza una pieza de cantera porosa corno molde exterior. Tanto el molde exterior como el interior se destruyen una vez fabricada la campana. La fundición se lleva a cabo en un hueco abierto en la tierra, vertiendo entre ambos moldes los metales precalentados a 2.000 grados Centígrados, y manteniendo la alta temperatura durante ocho a diez horas. Las asas generalmente son siete, y se elaboraban aparte; seis tenían forma de corona, y cada una lleva dos puntos de apoyo sobre la denominada tabla de hornos; la séptima servía para unirlas, formando un soporte recto más firme que el resto de las asas. La tabla de hornos en realidad es un casquete en la parte superior de la campana; en el centro se dejaba un hueco para colocar un anillo de hierro llamado hembrilla destinado a suspender el badajo mediante una correa designada con el nombre de coyunda. Una vez fundida, la campana se pule con esmeril para quitarle sobrantes de metal, tanto por la parte interior como por la parte exterior. Un defecto en la fusión de los metales es causa del resquebrajamiento de una campana; otro es el uso de badajos inadecuados. El peso de un badajo debe ser entre el 2 y el 5% del peso total de la campana.
La mezcla de metales debe estar constituida por un bronce compuesto de cobre con un 25% de estaño. La creencia de que la campana debía contener oro se debe a una tradición que existe de que la madrina debía de arrojar algunas de sus alhajas de oro a la mezcla de metales, cuando ya se encontraban fundidos y listos para vaciarse en el molde. Hoy se sabe que la verdadera riqueza de una campana radica en su forma, su voz, su ornamentación y su valor histórico.
El resultado final de una fundición seguramente será una pieza de gran belleza, sin importar su tamaño. Hay que recordar que el bronce se oxida y toda campana de más de diez años de fundida presentará el conocido color oscuro.
Una pieza de máximo interés histórico es la Campana de la Independencia. En mi opinión, la tesis del maestro Carrillo y Gariel es acertada, pues no es fácil aceptar la tradición de la manera en que don Miguel Hidalgo y Costilla realizó el repique de la Campana de Independencia el 16 de septiembre de 1810, en vista de que se trata de una esquila. Esto hace pensar que en realidad la campana original no ha llegado a conservarse.
El arte de la campanología en la actualidad
En los tiempos modernos, la fundición de campanas y la fabricación de relojes de campanarios se hace en empresas que han heredado la tradición desde hace muchos siglos. Hay ejemplos de muy alta reputación en la Bélgica actual, y en Inglaterra.
Otras instituciones que merecen mención por su interés en la investigación en campanología son la Asociación de Carillones de Holanda, el Gremio Belga de Carilloneros, la Escuela Real de Carillón en Mechelen, Bélgica (fundada en 1922) y la Escuela Holandesa de Carillón en Amersfoort (fundada en 1953). Otra institución de gran prestigio internacional es el Museo Nacional del Carillón en Asten, Holanda (establecido en 1969). Esta última funciona en realidad como Instituto de campanología, y su curador y director es el afamado Doctor André Lehr, cuyos textos son los más reconocidos en el medio.
Para efectos de comparación, en Bélgica en la actualidad el costo de una campana (sin incluir el IVA) es de 15 pesos por kilo, de los cuales 40% es el valor del bronce. En México, sin incluir gastos de traslado, el costo de una campana fluctúa entre 60 y 80 pesos por kilo.
Como un regla general, los fabricantes de campanas consideran en la actualidad que el número de segundos durante los que una campana debe permanecer audible por la vibración de su metal, a corta distancia, es aproximadamente igual a 0.6 veces el diámetro de la campana en centímetros.
Las campanas en el arte
En la música, tal vez el más conocido ejemplo sea el de la Obertura 1812 de Tchaikowsky, en cuyas interpretaciones se combina el uso de campanas y cañones para dar mayor impresión de realismo por la victoria de los rusos contra las tropas napoleónicas. No se diga la fama que recientemente ha adquirido el catalán Llorenc Barber, con sus monumentales "Vaniloquios Campaneros" para el conjunto de todas las iglesias de una ciudad, como es el caso de Cholula.
En escultura, este es solo un ejemplo en que el artista no pudo terminar una representación de Erasmo de Rotterdam por lo que tuvo que fundirse en el taller de un fabricante de campanas.
Además del caso del pintor-organista-campanero antes mostrado, este es un ejemplo de la manera en que se realizaban los repiques de campanas en el siglo XIX.
En arquitectura, las campanas han inspirado obras diversas por su forma, como modelo decorativo. Estos dos ejemplos están en Tlahuelompa, en el estado de Hidalgo, que hoy en día es la cuna de la fabricación de campanas a nivel nacional.
En la literatura, son innumerables las referencias a campanas que han excitado la imaginación de escritores a lo largo de los siglos. Por ejemplo, está "La Leyenda de Ulenspiegel", del escritor decimonónico francés Charles de Coster sobre Rolando, el paladín de Carlomagno que murió en la batalla de Roncesvalles en el año de 778. Otra pieza famosa es la "Campana de Flandes", del poeta belga moderno Albert Giraud.
Ambos poemas se refieren a la célebre campana "Rolando" que hoy se encuentra en la Plaza Mayor de Gante. Hecha en 1315, se refundió en 1660 y se reconstruyó en 1948, al dañarse durante la Primera Guerra Mundial.
Las campanas, instrumentos universales de percusión, cumplen una función simbólica para toda la humanidad. Su voz repica en un lenguaje universal, entendido por todos, con sonidos que suenan con absoluta pureza, en una expresión eterna de sentimientos, por pena o por alegría. Según lo expresó Chateaubriand en 1802:
Cuándo celebramos, los carillones y las sonoras voces de sus campanas parecen aumentar la alegría general. Es gozo puro, expresado en una inmensa escala de sonidos. Sin embargo, cuando ocurren calamidades, su sonido se vuelve terrible.
Es famosa la escena del Retablo del Maese Pedro el Quijote en que se relata que:
El rey Marsilio mandó tocar alarma. Y mieren con qué priesa, que ya la ciudad se hunde con el son de las campanas, que en todas las torres de las mezquitas suenan. ¡Eso no! -dijo a esta sazón don Quijote-. En esto de las campanas anda muy impropio maese Pedro porque entre moros no se usan campanas, sino atabales, y un género de dulzainas que parecen nuestras chirimías. Y esto de sonar campanas en Sansueña sin duda que es un gran disparate.
No es necesario describir aquí los instrumentos de percusión o de aliento a los que se refiere don Quijote, pero si hay que aclarar que es muy cierta la afirmación de que en las mezquitas de los moros no se emplean campanas, como en las iglesias. Sin embargo, ya que se ha descrito aquí el uso de cascabeles y la existencia de vestigios arqueológicos en el Medio Oriente, con el fin de puntualizar este concepto.
Por último, tenemos una bella referencia a las campanas en la literatura en el texto de Ernest Hemingway, Por quien doblan las campanas, novela escrita en 1940 sobre la Guerra Civil Española:
La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque soy una parte de la humanidad. Pero eso no quieras saber nunca por quién doblan las campanas: ¡están doblando por tí...!.
Las campanas de la Catedral de México
La catedral metropolitana tiene un total de 28 piezas, entre campanas, esquilas y piezas del reloj. Están distribuidas en dos torres, cuyo proyecto es obra del arquitecto José Damián Ortíz de Castro, originario de Jalapa, Veracruz que trabajó de 1787 a 1791. Tienen como remate la forma de una inmensa campana, y su altura total a la cúspide de la cruz es de 61 metros.
La campana mayor pesa casi trece toneladas. Fue fundida por Salvador de la Vega y consagrada el 8 de marzo de 1792, al pie de la torre, por el arzobispo Alonso Núñez de Haro y Peralta. Está dedicada a la Virgen de Guadalupe, fue estrenada el 7 de junio de 1792 y su fama es que su toque se oye en más de dos leguas a la redonda. Tiene el honor de que el aparato que se inventó especialmente para transportar esta campana desde el taller de fundición de Tacubaya hasta la catedral, se probó antes con la Piedra del Sol o Calendario Azteca, cuyo descubrimiento ocurrió en los mismos días. Cabe señalar que hoy no quedan vestigios del taller de fundición de la familia Vega en Tacubaya.
Gracias a los documentos que se encontraron en el Archivo del Cabildo Metropolitano de México, hoy sabemos que la técnica de fabricación de campanas no ha variado desde hace mucho tiempo.
Afortunadamente, la valiosa información de archivo en este proyecto se pudo compaginar con el inventario físico que se realizó. Aquí se muestra el día de la jubilación del campanero don Polo, en noviembre de 1995.
Estos son algunos ejemplos de la manera en que se clasificaron cada una de las cédulas.
Veamos ahora algunas vistas de las piezas de mayor valor artístico que se encuentran actualmente en las torres de la catedral metropolitana.
El valor de las campanas
Escuchar campanas produce el efecto de olvidar cualquier dificultad que se tenga en ese momento. No importa de qué religión sean las iglesias que tocan las campanas: traen un indudable mensaje de paz para toda la humanidad. No importa raza, nacionalidad ni creencia religiosa. Es la belleza de las campanas, en un mensaje internacional. Entre los sentimientos que se puedan expresar, los más importantes son el Júbilo y la Meditación.
La música de campanas tiene una gran cualidad introspectivo que escapa a la descripción, como portadoras de un mensaje personal.
2006-08-20 16:11:29
·
answer #1
·
answered by Cleopotraza 3
·
0⤊
0⤋