SANTIFICACIÃN: "El poder divino del hombre"
RELATO DE UNA EXPERIENCIA REAL
Estaba yo en un templo, discurriendo sobre el evangelio o buena nueva de Dios, y hablando sobre la “verdadera Santificación” con algunas personas que allà se encontraban reunidas; con el derecho que tan sólo me otorga el haber sido bautizado, educado e instruido desde mi niñez hasta mi juventud, y catequizado en la doctrina de la Iglesia Católica, al igual que mis padres y mis hijos; por considerar que poseo la comprensión absoluta del mensaje y misterio del evangelio, gracias a Dios, que me brindó entendimiento y sabidurÃa en abundancia (cuando mi corazón arrepentido y sincero, a Dios, sabidurÃa y entendimiento le pidió); y por proponerme interiormente dÃa a dÃa cumplir al pie de la letra con la enseñanza de Cristo Jesús en todo mi obrar.
Cuando de pronto, veo que se acerca un "joven sacerdote", quien dando claras señales de no cumplir con el mandamiento principal -me refiero al que dice que el hombre de Dios tiene que amar a los otros como a sà mismo-, pues, muy escaso de paciencia, carraspeando y, con un tono algo enojoso por lo que supuse acababa de escuchar; y tristemente, desconociendo que la autoridad y el poder divino es otorgado únicamente por Dios, y no por hombre terreno alguno -y digo tristemente porque sé fehacientemente que un "verdadero Sacerdote" y hombre de fe absoluta no puede ignorar tamaño don de Dios-, me pregunta: ¿Con qué autoridad haces y hablas tú de estas cosas en este lugar? ¿Quién te ha dado ese poder?
Entonces , a su vez le dije: Yo también voy a hacerte a ti una pregunta; y, si me das la respuesta, te diré con qué autoridad yo hago y hablo de estas cosas en este lugar y quién me da este poder. Responde, pues:
¿De dónde provenÃa la “Santificación” que predicaban los santos profetas? ¿De Dios o de los hombres?
Silencio absoluto en el templo...
Entretanto, otro sacerdote que escuchaba atentamente –mayor de edad-, reúne a todas las personas, y desaloja el templo; se acerca a éste, y en voz muy baja, pero audible a mis oÃdos, le exclama: Ten mucho cuidado con lo que vas a contestar. Si le dices que la Santificación predicada por nuestros santos profetas provenÃa de Dios, te replicará con las siguientes preguntas:
¿Entonces, por qué ustedes, que se hacen llamar "padre" y "sacerdotes", jamás creyeron ni creen actualmente que la Santificación proviene de Dios?
¿Desde cuando tienen ustedes el poder de la acción del espÃritu de Dios?
¿No es Dios el que hace morada para habitar en el Corazón del hombre que es “santificado” a través de la acción y el poder de su Santo EspÃritu?
¿Acaso no es el Corazón del hombre el templo divino del Dios vivo?
¿O es que, pretenden hacer morada y habitar ustedes en el Corazón de los hombres, proclamando ustedes la santificación de algunos, a la vista de todos los fieles del mundo, atribuyéndose a sà mismos el poder del EspÃritu de Dios?
¿No saben aún, que el acto y la proclamación de la verdadera Santificación es “invisible” a los ojos humanos, tal como lo es Dios?
¿Acaso no saben ustedes que Dios “santifica” al hombre de fe absoluta que cumple fielmente cada dÃa de su vida mortal con su enseñanza divina?
¿No “santifica” Dios al hombre que vive la vida incorruptible?
¿Por qué ustedes santifican a los hombres muertos?
Y, también te replicará:
¿Quiénes son ustedes para santificar a los hombres, si la Santificación verdadera proviene de Dios?
Pero, si le dices que la Santificación que predicaban nuestros santos profetas provenÃa de los hombres, ¿qué le diremos a todos los fieles del mundo?
Porque para peor, les hemos predicado y consta claramente en las escrituras, que el mismÃsimo Jesús fue “Santificado” por el EspÃritu de Dios Padre. Y más tarde, también los apóstoles fueron proclamados “hombres Santos”, por el poder y la acción del Santo EspÃritu en sus Corazones, cuando éstos se encontraban en la plenitud de sus vidas fÃsicas.
Tomarán conciencia entonces, que los hemos engañado durante siglos y siglos, al habernos arrogado el poder de santificar nosotros mismos, y después de la muerte fÃsica, a los hombres santos, que jamás quisimos reconocer como tales, y que ni siquiera supimos escuchar, durante sus dÃas de vida mortal.
Silencio absoluto en el templo...
Se vuelve hacia mà el sacerdote, y carraspeando, me responde: No lo sé.
Entonces, le dije: Ya que no me respondes, tampoco yo te diré, con qué autoridad hago y hablo de estas cosas en este lugar y quién me da este poder.
Pero, ya que no sabes, permite que exprese algo más sobre la verdadera Santificación del hombre. Desgraciadamente, durante siglos y hasta en los dÃas presentes continúan ustedes con esta infamia, -y no juzgo yo, sino Dios-, pues, serÃa mejor para todos ustedes, que esta “corrupta santificación post-muerte” que han predicado, inculcado y encarnado en la mente de todos los hombres que habitan sobre la tierra, se deba a su ignorancia en la comprensión de la sagrada escritura sobre la “verdadera Santificación”; y que no se deba a una infidelidad manifiesta a Dios por un infame y pecaminoso deseo de satisfacer sus propios estómagos, por la ambición de acaparar sendas y vergonzosas ganancias materiales, y por el poder que brinda el dinero; porque tengo también por bien entendido, que es un ingreso multimillonario el que les ha reportado por siglos y, que aún “hoy”, les continúa reportando, la masiva venta de estatuas en distintos metales preciosos y de imágenes de hombres muertos fÃsicamente, proclamados santos por ustedes ante los ojos de todos los fieles del mundo, después de las muertes fÃsicas de los mismos.
Ahora bien, contesta sinceramente:
¿Por cuál de estas dos claras, únicas y evidentes posibilidades han engañado ustedes durante siglos a todos los fieles del mundo?
*¿Ignorancia por la falta de comprensión de la palabra de Dios?
*¿O es acaso, por manifiesta infidelidad a Dios?
Silencio absoluto en el templo...
Entonces, se acerca nuevamente el otro sacerdote, y le dice, también en voz baja, pero audible para mis oÃdos: Ten mucho cuidado con lo que vas a contestar. No puedes decirle que ha sido por manifiesta infidelidad a Dios, porque estarÃamos condenándonos nosotros mismos, y quedarÃamos expuestos ante todos los fieles del mundo.
Pero, si le dices que ha sido por ignorancia en la comprensión de la palabra de Dios, también quedaremos expuestos ante todos los fieles del mundo, porque ante Dios ya estamos expuestos desde los comienzos.
No puedes contestarle bajo ningún punto de vista. Entonces, anda, y amablemente dile que es la hora de la oración, y que otro dÃa con mucho gusto vas a continuar conversando con él. Es una suerte que ya no haya gente en el templo...
Se vuelve hacia mà el sacerdote, y nuevamente carraspeando, algo sonrojado, me extiende el deseo de su Superior... y me expulsa del templo...
P.D: "Recuerda siempre que Dios repite con insistencia en las escrituras: El hombre tiene que ser santo, porque yo soy santo”.
Contacto: gabyartero@yahoo.com.ar
"BAUTIZADO CATÃLICO"
2006-08-19 15:38:18
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answer #5
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answered by gabyartero 2
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