Los personajes extraordinarios, al adelantarse o simplemente separarse de su época, suelen ser objeto del odio, producto del temor, de sus conciudadanos. Ocurre esto porque el pueblo, que ha sido educado en unas costumbres concretas y es demasiado simple como para concebir otras, observa con miedo cualquier actitud que se aparta de ellas; las personas importantes, en cambio, las conciben, pero las envidian y las temen, no vaya a ser que su influencia se vea afectada por la pujanza de estos nuevos protagonistas. Sin embargo, una vez han muerto, no se les ve ya como a seres peligrosos, sino como a rarezas que resultan interesantes e incluso atractivas. Entonces, las leyendas que se forjaron a su alrededor para calumniarlos, no hacen más que aumentar su aureola y volverlos más interesantes, y la sociedad acaba admirando al personaje muerto tanto como odió a la persona viva. A lo que antes se le llamó extraña manera de comportarse y actitud desafiante, ahora se le llama grandeza y fuerza de carácter; y lo que antaño fue considerado justo castigo por sus actos, palabras o pensamientos, ahora es heroico sufrimiento ante la incomprensión y la bajeza de sus contemporáneos. Así ocurrió, entre otros, con Sócrates, quien tras haber sido condenado por los atenienses, fue admirado por ellos como el más grande de los filósofos, viéndose de este modo hasta qué punto su muerte había sido provocada por la envidia y la calumnia.
Pero al abordar la tarea de narrar la vida del marqués de Sade, me doy cuenta de que la leyenda que se ha forjado alrededor de su persona resulta tan odiosa para las sociedades de casi cualquier época y lugar, que incluso después de muerto es difícil obtener para él el reconocimiento que merece. Pero si intentamos conocer su vida basándonos, no en noticias poco fiables y creadas, a menudo, por la imaginación popular, sino en los hechos que se sabe que ocurrieron, quizás entonces podamos juzgarlo más equitativamente, si es que nos consideramos capacitados para ello, porque no creo que haya existido otro personaje capaz de llegar más lejos, aunque sea con la imaginación, dentro del terreno de la moral y la valoración de la libertad del ser humano.
Sobre su aspecto físico se cuenta que era de mediana estatura, y bien proporcionado, pero su larga estancia en prisión le hizo engordar y acabó siendo un tanto obeso. Tenía una imagen agradable, los ojos azules y el pelo rubio. La dulzura de su carácter, que muchos alababan en su juventud, se vió siempre perjudicada por su prepotencia y sus aires de superioridad. Él mismo criticaba, siendo ya mayor, los mimos y los favores de que fue objeto siendo niño. Creía que todos los demás debían plegarse a sus caprichos y esto, unido, a su carácter impulsivo y romántico, le perjudicó enormemente durante toda su vida.
A menudo se deja a un lado su entorno histórico y familiar, como si narrar su vida consistiese en analizar la demencia de un loco extraño que nada tiene que ver con su época, formado por personas totalmente ajenas a sus extravíos. Sade fue, sin duda, un personaje singular, pero no un caso aislado. Él mismo lo expresa así: Perdonad mis defectos, es el espíritu de la família que me domina, y si debo hacerme un reproche, es de haber tenido la desgracia de nacer en ella. Dios me guarde de todas las ridiculeces y los vicios de que está infestada. Me creería casi virtuoso si Dios me concediera la gracia de no adoptar más que una parte.
En efecto, su padre, el conde de Sade, ofreció un buen ejemplo de libertinaje a su hijo. Tras algunos años junto a su família, en Provenza, decidió probar suerte en el gran mundo y se marcho a París. No se abstuvo de intrigas en la corte y aspiró siempre a lo más alto, dilapidando una buena parte de su fortuna en bailes y fiestas de la más alta sociedad y llegando a pretender a algunas de las mujeres más famosas de su tiempo, como madame de Pompadur o madmoiselle de Charolais. Tampoco se abstuvo del vicio con los jóvenes de su mismo sexo que se prostituían por las calles de París. Sin embargo, no fue una persona ciertamente vulgar, sino un hombre ingenioso y culto que se dedicó también la literatura, aunque fuese a título privado y sin intención de publicar. Por lo que se cuenta, hubo muchos hombres en aquella época que, pese a su excelente formación, demostraron un gran apego al vicio, aunque no por ello dejaban de ser ingeniosos y de poseer un cierto encanto. Uno de estos hombres fué el tío del marqués de Sade, Jacques-François Paul Aldonse, al que se suele conocer como el abad de Sade. Este cura libertino fue un auténtico prototipo del religioso de vida alegre, que por la mañana se entretenía rezando a Dios, por la tarde leyendo a Horacio y por la noche fornicando a una prostituta. Tanto él como su hermano el conde fueron amigos personales de Voltaire y de madame de Châtelet. A Voltaire sin duda le debió resultar atractivo conocer a miembros de la família de Sade, pues se cuenta que Laura, la amada del poeta Petrarca, inspiradora de sus versos, perteneció a esta família.
Vale la pena conocer a estos hombres singulares junto a los que se educaría el divino Marqués. Dejemos, pues, que sea el mismo conde de Sade, padre del marqués, el que nos describa su situación en sus últimos años, cuando la edad ya le había apartado de sus primeros desvaríos:
Lo que me ha impedido hacer fortuna es que siempre he sido demasiado libertino para permanecer en la antecámara, demasiado pobre para poner a los criados al srvicio de mis intereses, demasiado orgulloso para rendir homenaje a los favoritos, a los ministros, a la amante. Que les hagan la cote los que esperan o desean llegar por sus propios medios, he dicho cien veces. Yo soy libre. No lo he sido siempre, porque las pasiones me dominaban, pero jamás he tenido la de la ambición.
He vivido mucho tiempo en el torbellino de las mentiras y las maledicencias. Hasta ahora no he podido gozar de algo que los reyes no podrían dar, porque no lo poseen: la libertad.
Después de muchas aventuras, acabó casándose con Marié-Éléonore, una princesa de la família Condé, que por aquel entonces tenía una gran influencia en Francia. Fruto de este matrimonio nacería su hijo Donatien, que pasaría a la historia como el marqués de Sade.
2006-08-17 02:37:11
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answer #9
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answered by Anonymous
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