.El fascismo (del italiano fascio, haz, fasces, a su vez del latín fasces, pl. de fascis) es una ideología autoritaria que exalta la idea de nación; sólo puede aplicarse con propiedad a los regímenes de entreguerras, sobre todo a la Alemania de Adolf Hitler, a la Italia de Benito Mussolini y a la España de Francisco Franco. El fascismo de origen nazi tiene un componente racial, adoptado en un segundo momento por el fascismo italiano y el resto de movimientos fascistas o fascistizantes. Los movimientos fascistas de entreguerras son alimentados por las clases económicamente poderosas, para oponerse a los movimientos obreros y a la democracia liberal. Aunque es una cierta simplificación, se suele considerar al fascismo como un movimiento de derecha ya que los aliados del fascismo históricamente han estado en las clases económicas más poderosas. A pesar esto, el fascismo italiano nace desde el socialismo estatalista, ya que Mussolini antes del término de la Primera Guerra Mundial era un importante ideólogo obrerista y militante del Partido Socialista donde ya gestaba el fascismo.
El fascismo es un movimiento "totalitario" en la medida en que aspira a intervenir en la totalidad de los aspectos de la vida del individuo. En realidad, el fascismo surge con vocación de ir más allá de las ideologías tradicionales.
El fascismo hace hincapié en el nacionalismo, pero su llamamiento ha sido internacional. Surgió con fuerza por primera vez en distintos países entre 1919 y 1949, sobre todo en Italia, Alemania y España. En un sentido estricto, la palabra fascismo se aplica para referirse sólo al partido italiano que, en su origen, lo acuñó, pero se ha extendido para aplicarse a cualquier ideología política comparable. Del mismo modo, Japón soportó durante la década de 1930 un régimen militarista que presentaba fuertes características fascistas. Los regímenes fascistas también existieron en periodos variables de tiempo en muchos otros países. Incluso democracias liberales como las de Francia e Inglaterra tuvieron movimientos fascistas importantes durante las décadas de 1920 y 1930. Después de la derrota de las potencias del Eje Roma-Berlín-Tokyo en la Segunda Guerra Mundial, el fascismo sufrió un largo eclipse, pero en los últimos tiempos ha reaparecido de forma más o menos abierta en las actuales democracias occidentales, sobre todo en Francia y en Italia.
Se caracteriza por ser anticomunista, antiliberal, oponerse a la democracia de partidos, a la razón, a la pluralidad y a la variedad. Exalta el sentimiento y promueve la unidad del Estado, ante todo (es totalitario). Promueve en lo económico un tipo de capitalismo Corporativista.
El fascismo tiene una base racial en Alemania por donde nace el nazismo, aunque no en Italia; los nazis construyen el mito de la raza aria superior de origen nórdico (en realidad, los nazis confunden la teoría de un pueblo indoeuropeo original con la poco científica teoría nórdica). Para realizar esta amalgama ideológica se basan en fuentes mitológicas y literarias, así como en los textos clásicos dedicados a consagrar la desigualdad de las razas. El ideario del partido nazi se nutre también de publicaciones y panfletos de carácter ocultista. Italia aprobará también leyes raciales en un segundo momento por la presión de los nazis. Asimismo, la concepción alemana se alimenta de tesis antisemitas medievales y supersticiones de carácter romántico. El antisemitismo era muy fuerte en muchos lugares de Europa y los nazis explotaron ese sentimiento a conciencia. El resultado fue que en muchas ocasiones los verdugos de las SS eran sobrepasados por soldados de países aliados, a los que tenían que contener (por ejemplo Rumanía).
Es muy controvertido el papel de la Iglesia católica al respecto: se acusa a Pío XII de tibieza, cuando no de complicidad, por no condenar de modo claro el régimen nazi y la persecución de judíos desde un primer momento. Muchos criminales de guerra de la Segunda Guerra Mundial huyeron a Suiza y a Argentina con la ayuda de religiosos católicos (algunos con pasaportes del Vaticano y disfrazados de sacerdotes). El comunismo ateo siempre ha sido visto como una gran amenaza desde el Vaticano.
El fascismo desdeña las instituciones del Estado republicano y sustituye el voto como expresión de la voluntad popular por las expresiones masivas de apoyo al líder. Hitler utiliza el plebiscito como arma en las relaciones internacionales: sus grandes decisiones son apoyadas por plebiscitos de apoyo masivo utilizados como amenaza: el líder fascista se presenta como portavoz de la nación unificada que habla con una sola voz. Esto refuerza otro de sus elementos principales: el "liderazgo carismático". El líder es casi divino y su liderazgo no es racional: "Führer", "Duce", "Caudillo", etc. El Fascismo no considera un valor la libertad de expresión y recurre a la violencia sistemática para obtener el poder o mantenerse en él; la violencia tiene un valor positivo para el movimiento fascista, es una fuerza de cambio, al igual que la juventud, que también es exaltada. Mussolini, fundador del PNF Partito Nazionale Fascista, opuso a los principios de la Revolución Francesa de «libertad, igualdad y fraternidad» la consigna «creer, obedecer y combatir».
El fascismo lleva a cabo una "estatización" de la política: adopta uniformes y lenguaje militar y le da un gran valor a los símbolos y a las grandes concentraciones. Se opone al concepto de razón y quema libros para demostrarlo. El Fascismo es fuerza, vitalidad, energía, violencia y juventud, no pensamiento racional. Los intelectuales son despreciados. El Fascismo manipula las ideas de Friedrich Nietzsche sobre el poder de la voluntad y la creación del hombre superior. Las tesis de Nietzsche, por el contrario, condenan el proselitismo y desprecian a los fanáticos (véase Así habló Zarathustra). En diversos lugares del mundo, los movimientos fascistas surgieron apoyados por sectores ultramontanos de sectores nacionalistas extremos. En general, describieron como su enemigo a una conspiración internacional formada por judíos, comunistas y masones (la sinarquía) (aunque pueden incluir en ese entramado a cualquier organización que juzguen trasnacional) y opuesta a los intereses del Estado-nación, como el capitalismo excesivamente aburguesado y que no reporte beneficios a tal Estado. La oposición a la masonería, que puede parecer anacrónica, responde sin embargo a una lógica de continuidad del tiempo histórico en el que la red de los masones permanece como custodia invisible de las ideas del liberalismo. Los fascistas sustentan una ideología de lucha entre los estados que se resuelve mediante la imposición y expansión del más fuerte.
El "imperialismo", entendido como una política exterior expansiva, es otro de los rasgos clásicos del fascismo; generalmente se apoya en mitos del pasado, lo que refuerza su carácter romántico, más de religión que de ideología. Los fascistas quieren recuperar el esplendor pasado y las denominaciones de sus regímenes aluden a eso ("III Reich"). Los fascistas reclaman territorios que consideran suyos por derecho histórico y sus líderes están en conexión con esencias de carácter místico o sagrado.
Aunque no todo gobierno militar es fascista, el término suele usarse para designar a las dictaduras y a los partidos o agrupaciones que se expresan mediante la violencia o predican el autoritarismo y el desprecio por quienes no piensan del mismo modo. En la actualidad el término "fascista" se asocia con la extrema derecha y las ideas de corte racista y autoritario. En general, se suele denominar "fascista" a todo el que intenta imponer por la fuerza su criterio sobre el de los demás. Esto constituye una vulgarización del término.
[editar]
Historia
En "principio" se habla de fascismo para referirse al movimiento político autoritario de Benito Mussolini, pero por extensión suele aplicarse a cualquier manifestación de autoritarismo. Sin embargo, uno de los primeros modelos fascistas, aunque aún sin ese nombre, lo creó en Francia, a comienzos del siglo XX, el escritor Charles Maurras, con su partido Acción Francesa y su grupo de choque juvenil, al que llamó los Camelots du Roi.
A finales del siglo XIX empezó a tomar cuerpo en Italia una ideología nacionalista ultraconservadora que se denominó fascio. Tras la Primera Guerra Mundial, el país estaba empobrecido, el gobierno era débil y había muchos resentimientos porque Italia no estaba de acuerdo con las conclusiones del Tratado de Versalles.
En 1919, Benito Mussolini canalizó el descontento popular y fundó el Partito Nazionale Fascista (PNF), caracterizado por su oposición a las ideologías políticas liberales y al comunismo. La alta burguesía italiana utilizó a los fascistas para desarticular los movimientos obreros organizados y Mussolini fue reuniendo partidarios, hasta que, en 1922, obligó al rey de Italia, Víctor Manuel III, a entregarle el poder, que detentó con el título de Duce (caudillo).
Las ideas fascistas tuvieron eco en otros países europeos, sobre todo en Alemania y en menor medida en España, donde cobraron importancia organizaciones de corte fascista como el Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores (nazi) y la Falange Española respectivamente.
Mussolini captó voluntades entre los jóvenes a través de la agrupación de los camisas negras, así como Adolf Hitler tuvo sus camisas pardas, como continuidad del modelo de Maurrás. Los despliegues de masas, organizados y disciplinados, formaron parte de la liturgia fascista en Italia, Alemania y Grecia.
En Grecia, el General Ioannis Metaxas estableció un régimen de carácter fascista en 1936. El Fascismo Griego tenía muchos paralelismos con el fascismo alemán e italiano (militarismo, saludo romano, intervencionismo, doctrina racista y nostalgia por las glorias pasadas del país), aunque algunas características propias lo distancian. El periodo fascista en Grecia acabó en 1941, con la muerte de Metaxas y la ocupación alemana.
En España, el general Francisco Franco contó con la ayuda de los fascistas italianos y los nazis alemanes para derrotar al ejército republicano en la guerra civil iniciada en 1936, e instaurar un régimen dictatorial que duró 36 años y que al principio contó con el apoyo de los falangistas, de cuño fascista. La alianza entre Hitler y Mussolini conocida como Eje Berlín – Roma fue un paso previo al inicio de la Segunda Guerra Mundial.
El fascismo en sus expresiones más tradicionales resurgió en Occidente en las décadas de los 80 y 90 del siglo XX bajo el nombre de neofascismo, aunque con formas no muy distintas a las que tuvo históricamente. En concreto en Italia apareció después de la segunda guerra mundial bajo la forma del partido político Movimento Sociale Italiano (misinos).
Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Fascismo"
Nazi es la contracción de la palabra alemana Nationalsozialist, de la cual deriva Nationalsozialismus, que significa nacionalsocialismo o Nazismo.
La palabra nazi se utiliza para todo lo que se relaciona con el régimen que gobernó Alemania de 1933 a 1945 con la llegada al poder del partido nacional-socialista, el autoproclamado Tercer Reich y Austria a partir de la Anschluss. La Alemania de este periodo se conoce como la Alemania nazi.
Fue un término acuñado por el ministro de propaganda del régimen alemán Joseph Goebbels, que la usó durante uno de sus discursos para referirse a los miembros de su partido, la Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei (NSDAP) Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores.
El Nazismo es una ideología que surge en la Alemania de los años 20 pero que no alcanzará importancia hasta los años 30 momento en que las duras condiciones de paz impuestas en el Tratado de Versalles (1919) se juntan con la grave crisis mundial del Jueves Negro en 1929. A nivel mundial las democracias liberales quedan fuertemente desacreditadas. La situación mundial parece dar razones a las reivindicaciones obreras tradicionalmente vinculadas al marxismo. Tal y como Marx había sugerido en el Capital el propio sistema se come a sí mismo empobreciendo a la clase trabajadora que es la misma que ha de consumir los propios productos que produce. Se acumulan los stocks y las empresas quiebran, despiden trabajadores y la situación se agrava más aun. En Alemania la situación es más acuciante aún ya que han de pagar el tributo de la derrota en la Primera Guerra Mundial y el descontento popular ante la injusta situación hace que las calles se llenen de manifestaciones extremistas de toda índole. Comunistas y nacionalsocialistas sobre todo.
Los nacionalsocialistas creen en la existencia de una conspiración judía para hacerse con el control mundial. Advierten que muchos de los principales líderes obreros son también judíos y asimilan ambos conceptos, bolchevismo y judaísmo, en una misma cosa. Los nacionalsocialistas o nazis encontrarán en este colectivo el blanco perfecto de sus iras para descargar toda la frustración ante la pésima marcha de la economía. Su discurso no ha variado desde su creación como Partido Obrero Alemán, expulsar a lo judíos, imponer el orden y acabar con el tratado de Versalles.
Los principales ideólogos del partido cuando este llegue al poder ya están allí, (Hermann Göring, Heinrich Himmler, Rudolf Hess...) y los principales elementos que lo caracterizarán también. Una fe ciega en un líder, Hitler, y un enemigo mortal al que echar todas las culpas, los judíos, dos elementos estos presentes en toda creencia fanática. Creyentes con una fe inquebrantable en Hitler que, curiosamente, harán notar sus animadversiones hacia sus compañeros de partido compitiendo unos con otros por obtener los favores del führer cuando este ostente el poder.
El grupo ya hacía tiempo que llevaba forjando todo un mito en torno a la raza aria. Un mito sobre sus orígenes sobre su fuerza y su vigor y, sobre todo, sobre su superioridad respecto a las demás razas. El nacionalsocialismo resulta una ideología fascista en la medida que se caracteriza por dar gran importancia al estado, por presentar un fuerte liderazgo de un caudillo supremo, en este caso Hitler y por defender un imperialismo visceral que debe llevar a conquistar los pueblos que se consideren inferiores. A la pregunta de qué es el nazismo muchos alemanes en aquella época respondían: la voluntad del Führer.
En 1919, el Alemán Adolf Hitler se unió al Partido Obrero Alemán, haciéndose cargo del área de propaganda. Un año más tarde el partido publicó su programa: Veinticinco puntos entre los que se contaban el rechazo al Tratado de Versalles, la aspiración a la unidad con Austria en la "Gran Alemania" y a un gobierno central fuerte, y la voluntad de reservar a Alemania sólo para los "verdaderos" alemanes.
Esta ideología no hubiese llegado a más, probablemente, sin la adhesión de un Hitler idealista y dotado orador, ni sin el apoyo de los poderes económicos y financieros que no lo ven con malos ojos ya que se declara fuertemente anticomunista. Y hay que recordar que la agitación comunista en Alemania por aquel tiempo era fuerte. Su fuerte carácter pronto lo lleva a capitanear el partido. Se adoptaba asimismo un nuevo nombre, el de Partido Nacional Socialista Obrero Alemán. Nacía así el partido Nazi, dirigido por el propio Hitler desde 1921. - Tras encabezar un fallido intento de golpe de Estado en 1923, contra la República de Weimar Hitler es condenado a prisión y recluido en un castillo. Una condena de 5 años, de la que, finalmente solo cumplió unos meses. Allí escribirá el libro "Mein Kampf" ("Mi lucha") que pronto se convierte en el elemento que le faltaba al colectivo, un libro casi sagrado. En él declara firmemente su antisemitismo y su anticomunismo y deja claro que la suya es una raza elegida. Elegida para gobernar.
El crecimiento del caudal electoral nazi llegaría con la crisis de 1929. Aún sin tener mayoría en el Reichstag (Parlamento Alemán), en 1933 Hitler consigue ser llamado por los sectores conservadores para ocupar el cargo de Canciller de Alemania.
[editar]
De canciller a Führer del III Reich
Una vez en el cargo, Hitler llamó a nuevas elecciones en medio de una intensa propaganda nazi.
Muy poco tiempo antes de los comicios, el Reichstag fue incendiado. Entonces Hitler culpó a los comunistas, sugiriendo que el incendio era el comienzo de una revolución y sembró el pánico con el objetivo de un mayor caudal electoral. Finalmente, las elecciones le otorgaron el control del Parlamento, el que poco después aprobaba una ley que establecía una dictadura a través de medios democráticos. Comenzaba el Tercer Reich, que la propaganda afirmaba duraría mil años. Hitler, tras la muerte de Hindenburg, y el asesinato del jefe de las SA Ernst Röhm en 1934 reunió en su mano todo el poder, e impuso desde entonces un gobierno centrado exclusivamente alrededor de su figura, basado en el principio del caudillo o Führer Prinzip. Según este principio político, el Führer (Caudillo) quedaba identificado con el pueblo ("Era" el pueblo), y sólo él conocía y representaba el interés nacional. Esta representación del pueblo por el líder era esencial: no suponía ningún procedimiento de consulta y delegación del poder. El Führerprinzip, sostenía sus ideólogos, reemplazaba a un gobierno irresponsable e impotente (el parlamentario), por otro poderoso y en el que la responsabilidad recaía en una sola figura. Así, la voluntad del Führer se transformaba en la ley. La aplicación de este principio resultó en formas totalitarias de control y represión, ya que cualquier oposición a los designios del Führer era, por definición, Antinacional.
El régimen que se implanta ejercerá un fuerte control sobre cada aspecto de la sociedad mostrando especial interés en la educación de la juventud alemana. Desde la infancia, se enseña a los niños a ser duros y a sufrir la lucha por ser el más fuerte seleccionando poco a poco a unos escogidos que irán conformando una nueva élite de guerreros sagrados (las SS) a modo de una nueva Esparta naciente y victoriosa. La ciencia tampoco escapa a la influencia de partido que la utiliza para justificar sus ideas o para buscar nuevas armas para la guerra que se prepara.
La teoría nazi sostenía que entre el Führer y su pueblo existía una armonía mística, una absoluta comunión. Pero en la realidad, la aprobación y adhesión del pueblo debían ser logradas. Por eso, la propaganda fue llevada adelante por Joseph Goebbels desde el "Ministerio del Reich para la educación del pueblo y la propaganda", creado en 1933.
La propaganda se desarrolló en varias direcciones. Se recurrió a los grandes actos públicos, manifestaciones y desfiles nazis, que escenificaban la grandeza de Hitler y la disciplina impecable de su ejército; se difundieron políticas de bienestar (vacaciones, pensiones, etc) y se recurrió a los medios de comunicación masiva. Los afiches favorables al régimen nazi y a su política cultural y racial cubrieron las ciudades. Los periódicos y libros fueron sometidos a una estricta censura, y se llevaron a cabo grandes quemas de libros considerados "perniciosos".
El cine sufrió no sólo la censura sino además la manipulación. Todas las películas debían contener algún mensaje pronazi. El propio estado se ocupó de producir películas documentales de propaganda, utilizando todos los adelantos de la técnica y arte. La radio se convirtió en un medio muy importante para el régimen, ya que permitía que la voz del Führer entrara en los hogares alemanes, del mismo modo que la propaganda nazi.
La propaganda no buscaba sólo fortalecer la fidelidad al régimen o el odio hacia los judíos, sino también difundir formas culturales consideradas propias o saludables para la nación, identificadas con la raza aria. De esta manera, se instaba a los jóvenes sanos a casarse, informándoles previamente de los antecedentes raciales de su pareja, y a procrear familias numerosas. Las mujeres eran alentadas a permanecer en el hogar, a obedecer a su maridos y a dedicarse a la crianza de los niños.
Los jóvenes fueron un blanco importante para la propaganda nazi. Se crearon instituciones destinadas a la socialización de niños y jóvenes, como las juventudes Hitlerianas. En ellas los jóvenes recibían una cuidadosa educación física y adoctrinamiento político. La Liga de Muchachas Alemanas formaba a las niñas para sus futuras tareas en el hogar, mientras los niños aprendían destrezas militares
Para Hitler, su régimen había restablecido la "primacía de la política", a las cual debía someterse la economía del Tercer Reich. Así, hasta 1939, las demandas de los industriales (de menores costos) se enfretaron con la necesidad de la legitimación del régimen, dotando de cierto bienestar a los trabajadores. Las competencias nacionales de destreza en el oficio, o el lanzamiento de Volkswagen -el auto del pueblo- fueron claros ejemplos de esta obra social del Tercer Reich.
Las políticas socialistas de la Alemania nazi sólo pudieron hacerse compatibles con el gasto en armamento a costa de un enorme déficit público (que se acumuló año tras año desde 1933) y de un control de precios y salarios policíaco, que provocó todo tipo de distorsiones e ineficiencias económicas.
Ver:Prora
[editar]
Política de higiene racial
Los nazis instauran también el control reproductivo de la sociedad alemana. Es imperiosa la necesidad de crear nuevos arios y de sacar de circulación aquellos que presenten defectos en nombre de la higiene racial, promoviendo la eutanasia y recurriendo a la eugenesia si hace falta. Así mismo, se busca la fecundación de todas las alemanas de buena sangre por parte de la élite aria para que poco a poco la raza perdida recupere su esplendor.
El nazismo está imbuido de una paranoia racial que le lleva a tejer todo un entramado científico-místico. Por una parte pretende mediante la moderna ciencia de la biología y la selección natural de Darwin demostrar, de modo pseudocientífico la realidad de la raza pura y por otra parte presenta la creencia mística de que esta debe recuperar unos poderes que se le suponen perdidos por los cruces con razas supuestamente degeneradas, como serían los judíos o, en menor medida, los eslavos. En los judíos se centra el mal de males y hacia el final de la Segunda Guerra Mundial empezarán a ser exterminados en los campos de concentración.
Para Hitler, los comunistas eran traidores y enemigos de la nación alemana. Pero había un enemigo mayor aún que se fusionaba con ese y con los otros posibles: los judíos. Partiendo de una concepción racista, desde principios de los años veinte Hitler fue construyendo un estereotipo racial del judío, un artificio que englobaba a todos aquellos arquetipos sociales que suscitaban odio o temor, sobre todo entre los hombres de clase media.
Los judíos encarnaban, para Hitler, todos los males que aquejaban a la nación alemana (de raza aria): eran los comunistas, los proletariados agitadores, los financistas avaros y los grandes industriales que exprimían al pueblo alemán; eran la prensa que difamaba a la nación, y también los débiles y corruptos parlamentarios cómplices de los humillantes tratados de paz y de la debilidad de la nación. Eran, en síntesis, el enemigo racial, que desde el interior corrompía y contaminaba a la nación, debilitándola. El judío era el enemigo absoluto que tanto necesitaba el sistema totalitario para la movilización política y social, así como para distraer la opinión publica de los propios problemas.
En 1935, las leyes de Nuremberg privaron a los judíos de la ciudadanía alemana y de todo derecho. Se les prohibió el contacto con los arios y se les obligó a portar una identificación. Las leyes afectaban a todos aquellos a quienes el Estado definía racialmente como judíos, como "semitas", más allá de que practicasen o no la religión judía. La violencia y el acoso de las SS y de la policía a los judíos continuaron, produciéndose masivas emigraciones. Luego, siguió una segunda fase de expropiación, caracterizada por la "arianización" de bienes, los despidos y los impuestos especiales.
En 1938 se les prohibió a los abogados y médicos judíos el libre ejercicio de sus profesiones y se obligó a que los que tenían nombre no judíos antepusieran los de "Sara" o "Israel" a los propios. En noviembre, esgrimiendo como excusa el asesinato de un diplomático alemán en París a manos de un joven judío fueron atacados por miembros de las SS, en lo que se llamó "noche de los cristales rotos". Los judíos fueron considerados globalmente responsables del ataque y obligados a reparar los daños, a indemnizar al estado alemán por los destrozos y a entregar el dinero recibido a compañías de seguro. Se los excluyó de la vida económica, se les prohibió el acceso a las universidades, el uso de transportes públicos y frecuentar lugares públicos como teatros o jardines.
Finalmente, los judíos fueron concentrados en guetos (barrios especiales donde vivían hacinados) o en campos. A esto seguiría la esclavización y el exterminio durante la guerra. Los campos, inicialmente destinados a la prisión preventiva de "enemigos del estado" (comunistas, por ejemplo), se convirtieron en lugares de trabajo forzoso, para experimentos médicos y para la eliminación física de judíos, testigos de Jehová (conocidos entonces como los Bibelforscher), gitanos, homosexuales y discapacitados.
2006-08-13 14:20:46
·
answer #10
·
answered by Anonymous
·
0⤊
2⤋