El mito de la Gargola nace en la antigua Grecia, seres alados provistos de cabeza de león que prestan al hombre ayuda y protección. Aunque su mito se pierde durante muchos siglos, este vuelve a renacer con el gótico naciendo de nuevo como elemento escultorico,a las que se les solia dar formas grotescas, con frecuencia de hombres, animales y seres fantásticos a los que presuponÃan poderes mágicos.
Pero la leyenda de estos seres nos dice que son una raza guerrera que fue creada para ayudar al hombre, durante las horas en que este se haya indefenso, es por ello que durante las horas en las que brilla el sol, las gargolas permanecen inanimadas, pero en el momento en que el sol desaparece y comienzan las horas nocturnas, las gargolas cobran vida, y vuelan majestuosas por los negros cielos, brindando su ayuda y proteccion .
A diferencia de otros seres mágicos, las gargolas necesitan la protección del hombre, pues ellas se hallan indefensas cuando brilla el sol, y pueden ser destruidas. El hombre y la Gargola hicieron en su momento una alianza, que al parecer fue rota por el hombre al destruir por miedo o ignorancia a una de las gargolas a las que prometió proteger.
Gárgolas: guardianes frente al mal
Se asoman desafiantes en las cornisas de las grandes catedrales góticas. Monstruos infernales, imágenes grotescas, muecas burlonas o animales dantescos. Cualquier representación es buena si consigue su objetivo: custodiar el recinto sagrado de los embates del Maligno. Son las defensoras pétreas, depositarias del encargo divino... Son las gárgolas.
La Leyenda que las formó
Refiere la tradición oral francesa la existencia de un dragón llamado La Gargouille, descrito como un ser con cuello largo y reptilÃneo, hocico delgado con potentes mandÃbulas, cejas fuertes y alas membranosas, que vivÃa en una cueva próxima al rÃo Sena.
La Gargouille se caracterizaba por sus malos modales: tragaba barcos, destruÃa todo aquello que se interponÃa en la trayectoria de su fiero aliento, y escupÃa demasiada agua, tanta que ocasionaba todo tipo de inundaciones.
Los habitantes del cercano Rouen intentaban aplacar sus accesos de mal humor con una ofrenda humana anual consistente en un criminal que pagaba asà sus culpas, si bien el dragón preferÃa doncellas.
En el año 600 el sacerdote cristiano Romanus llegó a Rouen dispuesto a pactar con el dragón si los ciudadanos de esta localidad aceptaban ser bautizados y construÃan una iglesia dedicada al culto católico.
Equipado con el convicto anual y los atributos necesarios para un exorcismo –campana, libro, vela y cruz–, Romanus dominó al dragón con la sola señal de la cruz, transformándolo en una bestia dócil que consintió ser trasladada a la ciudad, atado con una simple cuerda.
La Gargouille fue quemado en la hoguera, excepción hecha de su boca y cuello que, acostumbrados al tórrido aliento de la fiera, se resistÃan a arder, en vista de lo cual, se decidió montarlos sobre el ayuntamiento, como recordatorio de los malos momentos que habÃa hecho pasar a los habitantes del lugar.
Sumideros Sagrados
Esta curiosa leyenda, más encantadora que real, viene a explicar el origen de la palabra gárgola como sinónimo de escupir agua con facilidad, intención primigenia de las esculturas ubicadas en las cornisas de iglesias y catedrales medievales.
El concepto de una proyección decorativa a través de la cual el agua se expulsase del edificio era conocido desde la antigüedad, siendo utilizado por egipcios, griegos, etruscos y romanos.
Mientras que los griegos tenÃan especial querencia por las cabezas de león, fueron los romanos los que utilizaron estos canalones decorativos con abundancia, tal y como lo demuestran los ejemplares de la ciudad de Pompeya, conservados intactos hasta la actualidad merced a la capa de lava que los cubrió durante la erupción del Vesubio, en el primer siglo de Nuestra Era.
Aunque cumplen funciones decorativas y simbólicas su principal tarea es desviar el agua de la lluvia para evitar la erosión en los edificios.
Durante la Edad Media, las gárgolas se utilizaron como desagües y sumideros a través de los cuales se expulsaba el agua de la lluvia, evitando que cayera por las paredes y erosionase la piedra.
Es esta la utilidad a la que se refieren todos los idiomas europeos, cuando idearon palabras para designar estos apéndices arquitectónicos: el italiano gronda sporgente, frase muy precisa, arquitectónicamente hablando, que significa "canalón saliente"; el alemán wasserspeider, que describe lo que una gárgola puede hacer, esto es, escupir agua; el español gárgola y el francés gargouille, que derivan del latÃn gargula, garganta; o el inglés gargoyle, derivado de los dos anteriores.
Las primeras gárgolas aparecen a comienzos del siglo XII. Es en la época del gótico, concretamente durante el siglo XIII, cuando se transforman en el sistema predilecto de drenaje, si bien no todas ellas tenÃan esta utilidad.
Parece que los primeros ejemplos góticos de gárgolas son las que se pueden observar en la Catedral de Lyon, seguidas de las que pueblan Notre-Dame de ParÃs.
Un arte terrorÃfico
Es raro encontrar una gárgola sola. Generalmente suelen estar agrupadas en hileras, sobre los altos de iglesias y catedrales, a modo de una sociedad de gente de piedra.
Las gárgolas del primer gótico apenas si estaban elaboradas, pero según fueron proliferando, el diseño se fue haciendo cada vez más elaborado, transformándose en auténticas obras de arte. El rasgo distintivo de sus expresiones es que nunca eran bellas sino intencionadamente horribles, grotescas o irónicas.
En general, el gótico se caracteriza por ser más realista que el románico, con la excepción de las gárgolas, que parecen perpetuar la fascinación, tÃpicamente románica, por las criaturas grotescas y monstruosas.
Desde finales del siglo XIII las gárgolas se hicieron más complicadas, abandonándose la representación de animales, que fueron reemplazados por figuras humanas. Aumentaron su tamaño y se transformaron en figuras más exageradas y caricaturizadas.
Las connotaciones demonÃacas se abandonaron en el siglo XV, cuando se extremaron las poses y expresiones faciales, perdiendo sus significados religiosos y haciéndose más cómicas.
Las gárgolas eran algo más que una decoración funcional, si bien su significado profundo permanece aún sin determinar. Entre las numerosas que pueblan los edificios medievales no se han podido encontrar dos iguales, demostración de la extraordinaria imaginación de sus constructores.
La documentación contemporánea a su elaboración ofrece muy poca ayuda en la resolución del enigma sobre su significado derivado, en gran medida, de la costumbre medieval por crear ambigüedad, lo que provoca y permite múltiples sentidos.
La gran variedad, tanto en formas como en significados, va en contra del uso tÃpicamente medieval, esto es, educativo; si se querÃa enseñar es evidente que debÃa entenderse el mensaje transmitido a través de las gárgolas. Es por ello que encontramos gárgolas no sólo en iglesias y catedrales, sino también en edificios seculares y casas privadas.
Guardianes de la Fe
Son muchas las explicaciones que se han intentado buscar, a lo largo de los siglos, para explicar el significado oculto de las gárgolas. Se han visto como sÃmbolos de lo impredecible de la vida, pues nunca representan especies animales conocidas.
En otros casos, se ha dicho que son las almas condenadas por sus pecados, a las que se impide la entrada en la casa de Dios. Esta podrÃa ser una interpretación apropiada, especialmente, para las gárgolas más visibles y terrorÃficas, que pueden servir como ejemplo moralista de lo que puede ocurrirle a los pecadores.
De todas las explicaciones posibles, la más aceptada es aquella que nos habla de ellas como guardianes de la Iglesia, signos mágicos que mantienen alejado al diablo. Esta interpretación puede explicar el porqué de tan diabólicos y espantosos aspectos y su ubicación fuera del recinto sagrado.
Una de las teorÃas explica que se creaban como protectoras de la Iglesia.
Esta lÃnea argumental es la seguida por Richard de Fournival, Obispo de Amiens en el siglo XIII, y autor de Roman d’Ablandane, donde cuenta cómo el maestro cantero Flocars hizo dos gárgolas de cobre, que situó en la puerta de entrada a la ciudad de Amiens, con la intención de que evaluaran las pretensiones de todo aquel que quisiera entrar en ella.
Si el individuo era malévolo, las gárgolas escupÃan un veneno sobre él que lo mataba; por el contrario, si era una buena persona, los guardianes se encargaban de escupir oro y plata.
También se utilizaron figuras grotescas.
Señales DemonÃacas
Entre las posibles interpretaciones que se han atribuido a las gárgolas destacan aquellas que las asimilan a representaciones del demonio, tan presente en el imaginario colectivo medieval, que recuerda al cristiano la necesidad de seguir los preceptos religiosos si quiere escapar del infierno.
AsÃ, muchas de las llamadas gárgolas grotescas parecen representar a dragones, diablos y demonios, sÃmbolos del mal para el cristiano de la Edad Media.
El dragón fue el animal fantástico más reproducido por el arte medieval. La palabra dragón deriva del sánscrito dric, que significa "mirar", en referencia a la capacidad de este animal para destruir con sus ojos.
Mientras que otros, como el león, podÃan alternar su carácter maléfico y benéfico, según la representación que se considerase, el dragón siempre ha significado, dentro del arte occidental, maldad y destrucción. De esta forma, muchas veces se ha representado al diablo como un dragón.
Aunque el arte medieval no predeterminó una representación fija del dragón, sà puede observarse en todos ellos la existencia de alas semejantes a las de un murciélago, animal asociado a la oscuridad y el caos. Alas que, probablemente, indican el origen angélico del demonio.
Como es de sobra conocido, antes que Lucifer se revelase y fuera expulsado del paraÃso, era el más bello de todos los ángeles. Pero cuando cayó, toda su belleza se transformó en fealdad, cambiando su nombre por el de Satán, que significa "adversario u oponente".
Si uno es el diablo, Satán, muchos son los demonios, espÃritus maléficos servidores del ángel caÃdo. Su representación en la iconografÃa medieval recoge todo lo que de repugnante y desagradable tenÃa la naturaleza: si Dios era el Creador de todas las cosas bellas, su oponente, Satán, sólo podÃa representar lo feo, sórdido y despreciable.
Ciertas gárgolas muestran estas caracterÃsticas, sólo atribuibles al demonio y sus servidores. Si bien la apariencia externa es humana, hay numerosos signos demonÃacos: los cuernos, las orejas animales puntiagudas, los colmillos, las barbas, las alas membranosas, la cola, los pies en forma de patas hendidas y desgarradoras, los cuerpos desprovistos de vello y el semblante amenazador...
Una gárgola con alguna de estas caracterÃsticas, sino todas, era inmediatamente asociada al mal, por parte de sus espectadores medievales.
La fisionomÃa polimórfica de estas gárgolas diabólicas era la expresión perfecta de la habilidad del demonio para transformarse, para presentarse ante el cristiano desprevenido bajo diversos disfraces.
Fuente de Información: Revista Enigmas
Autor: Mar Rey Bueno
2006-08-14 13:53:45
·
answer #2
·
answered by susana 3
·
0⤊
0⤋