Cuarenta años, o casi, oculto tras las estrellas a las que ha lanzado al cielo de la fama es demasiado. Prácticamente, una vida consagrada a transmitir emociones a través de otros. Otros con otras caras. Manuela, de Julio Iglesias; Yo soy aquel, de Raphael; Háblame del mar, marinero, de Marisol. No, perdón, de Manuel Alejandro. Este gaditano de Jerez de la Frontera, tan grande como afable, señor con clase, estiloso (coordinado de grises y negro, camisas con gemelos e iniciales bordadas en los puños), leído (él dice que nones, pero se enfada cuando descubre que el servicio ha vuelto a retirar los periódicos, entre ellos varias revistas de poesía, de encima de la mesa:
"¿Cómo pueden decir que quedan feos?"), en forma (carrerita diaria a las 8 de la mañana, cigarros sólo después de anochecer), que pide permiso y agradece enfrentarse a la entrevista y las fotos con gafas oscuras, es el compositor vivo más importante de la música popular hispano-americana. Su nombre suena tan alto como el de los intérpretes de sus canciones, y ahora quizá lo haga también su cara.
Etiqueta negra (BMG/Ariola) se llama el milagro -con la apostilla de Canciones de Manuel Alejandro-, un disco tardón por necesario que recopila apenas 18 de las más emblemáticas piezas de su repertorio (en total, unas 500, calcula) en la mayoría de las voces que un día las convirtieron en éxito. En su compañía discográfica hay una cierta obsesión por ponerle la cara del autor a todas estas canciones. Aseguran que jamás había concedido entrevistas y que su imagen nunca había sido sometida a semejante exposición mediática (bueno, lo que es cierto es que la documentación sobre su persona escasea hasta la desesperación).
Por su parte, Manolo, que es hombre de palabras y no de imágenes (si acaso, las imágenes las sugieren las palabras unidas a una melodía), aprovecha para rendir tributo a la memoria de su padre, el músico, compositor y pedagogo Germán Álvarez-Beigbeder -reconocido como uno de los grandes sinfonistas españoles contemporáneos-, que fue el que lo puso en el camino de la música, y para saldar cuentas con su mujer y musa, Purificación, a la que, reconoce, ha robado demasiadas horas de sus 35 años de matrimonio (y cuatro hijas) "por querer atrapar la estrella más hermosa".
2006-08-09 14:14:11
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answer #2
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answered by azzya14 7
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