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5 respuestas

Me imagino que te refieres a "La culpa es de la vaca", lo puedes conseguir por internet en bibliotecas virtuales y ellos te lo hacen llegar hasta tu casa o tambien preguntar en las librerias ellos te pueden dar una orientacion acerca de tu interrogante.

2006-08-08 09:51:04 · answer #1 · answered by Mistic 5 · 0 0

Yo lo tengo, pero no de modo electronico, asi que no se como ayudarte. si me lo permites mañana consigo el nombre del autor para que lo busques. Saludos.

2006-08-08 09:51:26 · answer #2 · answered by Minime 3 · 0 0

Aquí:
http://www.ghmgroup.com/producto.php?IDP=12

Espero que te sirva.

2006-08-08 09:49:59 · answer #3 · answered by Anonymous · 0 0

bueno la verdad tu puedes conseguirlo en internet pero tienes que comprarlo
si he leido el libro de hecho tengo el libro.
Es un libro muy bueno, te lo recomiendo.
De verdad que he leido muchos libros de autoayuda y ese es uno de mis preferidos. o se podria decir el que mas me ayudo.

2006-08-08 09:48:21 · answer #4 · answered by cuaima_perfecta 3 · 0 0

CAPÍTULO 1


LA VACA


Y al fondo del quirófano se encontraba la vaca. Una vaca normal y corriente, con manchas negras y manchas blancas que se extendían irregulares hasta el vientre rosado, descendiendo desde el lomo por los flancos. La vaca giró la cabezota hacia él y los cuernos le dibujaron alrededor de la plana cara, una aureola que se recortaba, como una estampa inmóvil, sobre el blanco azulado que iluminaba la sala. Limpia, muy limpia, la sala. El pavimento brillaba como un lago que recibiera los tardíos rayos del ocaso. Su color era indefinido pero sin duda puro. La camilla, la mesa de operaciones y unos delantales verdes se movían de acá para allá sin que él conociese el motivo de la agitación. La vaca lloraba. Gruesas lágrimas como canicas le resbalaban desde los transparentes ojazos hacia los ollares dilatados, inmensos agujeros abiertos hasta su extremo como si al animal le faltase el aire. Lloraba, le pareció, como lloraba aquella vaca que el doctor O´Connor contemplara una noche en la bodega de una vieja bretona durante la guerra. Una guerra cualquiera. Él estaba mirando también aunque no supiera desde dónde. No obstante pudo ver como lloraba la vaca. Y algo más. Escrutó el fondo, aquel lugar de la sala en el que se situaba la vaca, medio escondida detrás de los delantales verdes que iban y venían sin parar, formando una especie de planta gigantesca de largos y fuertes brazos, tras la cual, atisbaba. La vaca. Con un particular esfuerzo de los sentidos percibió el dulce y maternal aroma que la vaca esparcía en aquella estancia inmaculada, un aroma que provenía del abigarrado montón de estiércol que manaba de ella, materializándose en delicado cilindro durante su lenta caída hacia el suelo. Gruesos trozos de lo que ya no le servía para nada, a la vaca, se derramaban y extendían a su alrededor como una manta que alguien se apresuraría a recoger con regocijo, si en vez de encontrarse ella, la vaca, en un quirófano, estuviese en un pueblo viejo en el que a las sobras de esta naturaleza se les otorgase el valor de un alimento y estímulo para la vida. Aunque en los quirófanos probablemente alentaran otra cosa. En estos sitios la gente que los habita suele ser quisquillosa. Pronuncian palabras que asustan, se intercambian instrumentos y mensajes ininteligibles que, desde su rincón, a él se le antojan espantosos. Ello cuando no les da por compensarse mediante chistes o por reírse directamente de lo que se traen entre manos, tal y como ahora está sucediendo, como si necesitasen urgentemente desprenderse de un zarpazo del miedo que les provocaba la ronda perpetua de la muerte. A veces dicen cosas muy raras. Dicen por ejemplo: “detectamos un granuloma con células gigantes”. Dicen también, macroscópicamente: “macroscópicamente puede observarse que...”. Qué cosa es ésa que alguien está describiendo mientras hurga en las entrañas de un bulto, disimulado bajo la lencería quirúrgica, que yace inmóvil en la camilla. Qué cosa es ésa, quién es ése que habla de “segmentos del intestino no hiperémicos y de consistencia algo pastosa”, pastosa como una boñiga, por más que “la pared del intestino sea fina y flexible” ¡Ah! flexible, dicen.
Silencio ahora, silencio.
En ese instante la vaca dejó de llorar.
Las vacas lloran, él lo había constatado, como lo hiciera el doctor O`Connor en aquel sótano bretón, pero no se ríen. Supuso que al menos eso sí lo sabría con certeza, porque si no hubiera afirmado que la vaca, al volver la cabeza y contemplar sus deshechos humeantes, le sonreía mostrándole una boca tan rosa como una cavidad materna.
La vaca caminó despacio hacia él posando sus patas, una delante de la otra, y de la otra y de la otra, con delicadeza de equilibrista. Se fijó en las pezuñas, en las patas delgadas que soportaban el tremendo cuerpo, asombrándose. Temiendo que se cayera se concentró en sus pasos de bailarina que ahora se deslizaban sobre una línea blanca de tiza que discurría sinuosa desde la vaca hasta él. A lo lejos una voz repetía: “Y tú te puedes ir a la ******”. Y la vaca, como si también hubiese escuchado idéntica frase, volvió a sonreírle abiertamente.
Se la veía aliviada, a la vaca, pensó él confortado aunque confuso, momentos antes de que los delantales verdes que parecía plantas se le echasen encima ocultándole el mundo. El mundo entero.

2006-08-08 09:54:32 · answer #5 · answered by Anonymous · 0 2

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