Cuando el hombre primitivo estaba agobiado por las dificultades, cuando le era difÃcil seguir viviendo, comer, beber, abrigarse, calentarse, defenderse de las intemperies, de las fieras, del miedo a lo desconocido, no tenÃa respiro para hacerse preguntas. No solo cada dÃa, cada hora tenÃa su afán. Y no sabÃa casi nada. Pero cuando, al cabo de los siglos, el hombre consiguió alguna riqueza, cierta seguridad, instrumentos que le permitieron desarrollar una técnica, noticias y conocimientos, cuando su memoria no fue sólo suya y la de sus padres, sino la de la tribu o la ciudad o el paÃs –una memoria histórica-, cuando hubo autoridades y mando y alguna forma de derecho y estabilidad, consiguió el hombre holgura, tiempo libre, se pudo divertir, cantar, tocar algún instrumento, bailar, componer versos, dibujar o esculpir, levantar edificios que no eran sólo cobijo, sino que debÃan ser hermosos, inventar historias, y a veces representarlas. Y entonces, en esa vida más compleja, mas atareada y a la vez con más calma, sintió sorpresa, la admiración, el asombro, la extrañeza: ante lo bello, lo magnÃfico, lo misterioso, lo horrible. Y empezó a lanzar sobre el mundo una mirada abarcadora, que en lugar de fijarse en tal cosa particular contemplaba el conjunto: y al entrar en sà mismo, al ensimismarse como decimos con una maravillosa palabra en español, empezó a atender al conjunto de su vida y a preguntarse por ella. Asà nació, seis o siete siglos antes de Cristo, en Grecia, una nueva ocupación humana, una manera de preguntar, que vino a llamarse filosofÃa.
Hay un paralelismo entre lo que ocurrió a la humanidad entonces y lo que ocurre al hombre y a la mujer cuando llega a cierta altura de su vida. TodavÃa es mayor el paralelismo si se piensa que no todos los pueblos han cultivado la filosofÃa, y que sólo algunos hombres se hacen esas preguntas. Los demás siguen viviendo sin claridad, o se contentan con la certidumbre que da la acción, o aquella otra en que se está por una creencia, o con otra distinta que dan los conocimientos, las ciencias particulares, que nos enseñan tantas cosas. Hoy, tantas que nadie las sabe, que, por tanto, funcionan para cada hombre como otra forma de creencia: creemos que se saben todas esas cosas, que las sabe la ciencia. Pero ¿quién es la ciencia?
Para que alguien se haga las preguntas de la filosofÃa hace falta que se den varias condiciones. 1) Que se sienta perdido, que no sepa qué hacer o qué pensar, que no sepa a qué atenerse. 2) Que los conocimiento particulares no lo saquen de su duda, no le den una certeza suficiente, porque lo que necesita saber es qué es todo esto, quién soy yo, qué será de mà 3) Que tenga la esperanza de poder encontrar respuesta a esas preguntas, de poder salir él mismo de la duda. Lo cual quiere decir: 4) Que suponga que esas preguntas pueden tener respuesta, que tienen sentido. Y finalmente: 5) Que el hombre perdido y lleno de dudas tiene algún medio de interrogar a la realidad y obligarla a manifestarse y responder, a ponerse en claro, a manifestar la verdad. Ese medio es lo que se suele llamar pensamiento o razón.
2006-07-25 23:23:02
·
answer #4
·
answered by Luis 3
·
0⤊
0⤋