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2006-07-19 05:58:46 · 8 respuestas · pregunta de ubayapeg 2 en Ciencias sociales Otros - Ciencias sociales

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El carlismo es un movimiento político legitimista de carácter antiliberal y antirrevolucionario surgido en España en el siglo XIX que pretende el establecimiento de una rama alternativa de la dinastía de los Borbones en el trono español.

En el siglo ** una parte del carlismo evolucionó hacia el socialismo autogestionario (el Partido Carlista), si bien más tarde se produjo una escisión del sector tradicionalista conservador, que formaría la Comunión Tradicionalista Carlista.

Tabla de contenidos

1 Ideología
2 Antecedentes
3 Nacimiento
4 Guerras carlistas
5 Del fin de las guerras carlistas a la guerra civil

Ideología
Los carlistas formaban el ala más conservadora de la sociedad española de la época, englobando a los denominados «apostólicos», católicos tradicionalistas y, sobre todo, a la reacción antiliberal. La lucha entre pretendientes fue realmente una lucha entre dos concepciones políticas, de una parte los defensores del Antiguo Régimen y de otra los partidarios de las reformas liberales, surgidas como consecuencia de la Revolución Francesa y de la Revolución Industrial, que habían dejado desfasada la antigua sociedad agraria predominante hasta entonces en España. Así, el carlismo tuvo escasa repercusión en las grandes ciudades, siendo un movimiento predominantemente rural.

Otro aspecto de la disputa transcurría en el terreno religioso, con el deseo de los carlistas de conservar los privilegios e influencia de la Iglesia Católica en la sociedad y el estado.

Además, los partidarios del pretendiente Don Carlos alentaban la reinstauración de la totalidad de los fueros de los territorios de las zonas sublevadas (si bien existen discrepancias entre los historiadores respecto si la defensa de los fueros fue un rasgo característico del carlismo desde su origen o si se manifestó ya empezada la Primera Guerra Carlista), lo que explica el mayor auge del movimiento en los territorios que habían disfrutado de regímenes forales, caso de Aragón, Valencia y zonas de Cataluña, así como en los que aún los disfrutaban, caso del País Vasco y Navarra, donde los veían amenazados por el afán uniformizador de los liberales.

Así se conformó el ideario carlista: legitimidad dinástica, integrismo católico, monarquía absolutista y defensa de los fueros tradicionales. Su lema legendario: «Por Dios, por la Patria y el Rey».


Antecedentes
Ya durante el Trienio Liberal (1820-1823) había surgido un movimiento de carácter antiliberal y contrarrevolucionario como reacción a las políticas reformistas que se establecieron desde el poder y que tuvo continuidad en la denominada Guerra de los Agraviados de 1827. Sin embargo, el movimiento hundía sus bases ideológicas en el pensamiento español antiilustrado y antiliberal de autores como Fernando de Zeballos, Lorenzo de Herbás o Francisco Alvarado, enmarcados en una corriente europea de reacción contra el enciclopedismo y la Revolución Francesa.


Nacimiento

Fernando VIIFernando VII había quedado viudo por tercera vez, sin descendencia y contrajo un nuevo matrimonio con María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, habiendo designado como sucesor a su hermano Carlos María Isidro. Sin embargo, a finales de marzo de 1830, María Cristina quedó embarazada y ante la posibilidad de tener un heredero, el 31 de marzo de 1830 Fernando VII promulga la Pragmática Sanción, la cual, aunque había sido aprobada por las Cortes el 30 de septiembre de 1789, en tiempos de Carlos IV no se había hecho efectiva en aquella época por razones de política exterior. La Pragmática establecía que si el rey no tenía heredero varón, heredaría la hija mayor, lo que suponía de hecho la abolición de la Ley Sálica, que no permitía la transmisión de los derechos de sucesión de la Corona por vía femenina, importada de Francia por Felipe V y restablecendo la tradición castellana. Esta decisión excluía, en la práctica, al infante Carlos María Isidro de la sucesión, en tanto que fuera niño o niña, quien naciera sería el heredero directo del rey.

Aunque Carlos IV había derogado la Ley Sálica mediante la Pragmática Sanción, la disposición no había sido promulgada, por lo que no había entrado en vigor al faltarle un elemento fundamental para la validez jurídica. Fue Fernando VII quien la sancionó -no sabiéndose a ciencia cierta si esto era preciso- y la promulgó en beneficio de su hija, la futura reina Isabel II y en detrimento del que hasta entonces era su legítimo heredero, su hermano Carlos María Isidro. Mucho tuvo que ver en el cambio de actitud, según todos los historiadores, la esposa del rey Fernando, María Cristina de Borbón, deseosa de coronar a su hija Reina de España. La enfermedad del Rey influyó en la Corte, donde unos y otros, pretendientes de Isabel y de Carlos, trataron de que el monarca promulgase o no la norma. Furera cierto o no que, muy poco antes de morir, había modificado el Rey de nuevo su criterio a instanciass del Consejo de Ministros, y posiblemente influido por su hermano, lo cierto es que la reinstauración de la Ley Sálica no se produjo por faltar la obligada sanción y promulgación. Los carlistas, que sostienen la vigencia de este último acto del monarca y la nulidad jurídica de la Pragmática, consideran que el Rey pudo haber sido presionado, o bien se ocultó la disposición para que nunca entrase en vigor. Los partidarios de la reina Isabel, por su parte, consideraron inexistente norma válida alguna posterior a la derogación de la Pragmática, en su parecer perfectamente válida y, por tanto, la heredera del trono era la hija del monarca, futura reina Isabel. Ésta es la tesis defendida por la mayoría de los historiadores.

Así las cosas, el 10 de octubre de 1830 nació la futura Isabel II, siendo proclamada heredera legítima, lo que produjo malestar entre los partidarios del infante Don Carlos, que comienzan a ser conocidos como «carlistas». Ya en septiembre de 1832, con el rey gravemente enfermo en La Granja de San Ildefonso, se produjo la revuelta de los partidarios el infante Carlos para hacerse con el poder, y aunque fracasó, el ministro Francisco Calomarde, próximo a las ideas apostólicas, consigue la firma del rey en un documento que anulaba la Pragmática Sanción, con lo que el infante Carlos se convertía en el heredero. A pesar de ello, una vez recuperado, Fernando VII anuló el documento derogatorio y el 1 de octubre de 1832 destituye el gobierno presidido por Calomarde, sustituido por el liberal moderado Francisco Cea Bermúdez, intentando ganarse, con una amnistía y algunas reformas políticas, el apoyo de los liberales a la futura Isabel II, al tiempo que destituía a los partidarios de su hermano Carlos de los puestos de importancia.

Éste marcha en marzo de 1833 al exilio a Portugal, negándose a jurar a Isabel como princesa de Asturias, aduciendo que el rey Fernando VII no tenía potestad para promulgar la Pragmática Sanción y que, por tanto, seguía en vigor la Ley Salica. El infante se proclamó rey con el nombre de Carlos V a la muerte de Fernando VII el 29 de septiembre, al tiempo que hacía un llamamiento al ejército para rebelarse. Consiguió un gran apoyo en el cuerpo de los Voluntarios Realistas.


Guerras carlistas
En el siglo XIX se produjeron varias insurrecciones de los carlistas contra el gobierno de Isabel II y sucesivos, denominadas en aquella época guerras civiles. Al producirse una nueva insurrección en 1936, que llevó a una guerra más destructiva, se hizo habitual designar como «guerras carlistas» a las del siglo XIX, y reservar el término «Guerra Civil» para la de 1936-1939.


El infante Carlos María Isidro, autoproclamado rey con el nombre de Carlos VA partir del 2 de octubre se producen manifiestos a favor de Carlos, ya con el nombre de Carlos V, en Talavera de la Reina, Vitoria, Salvatierra, Bilbao, Orduña, Logroño que no tienen resultados positivos hasta que partidas de voluntarios navarros sublevados celebran una junta en Estella en la que nombran como jefe a Tomás de Zumalacárregui el 14 de noviembre. A partir de este momento comienza a desarrollarse la Primera Guerra Carlista, que duraría siete años. Las acciones bélicas se centraron principalmente en el País Vasco, Navarra, las regiones interiores de Cataluña y Valencia. Los carlistas consiguen dominar amplias zonas rurales, pero no consiguen la conquista de ninguna ciudad importante, puerto o zona industrial ni ninguna zona triguera. Ante los fracasos militares y la división del movimiento entre apostólicos (radicales) y transaccionistas (moderados), la guerra finaliza en el norte el 29 de agosto de 1839 con el Convenio de Oñate (el célebre «Abrazo de Vergara»).

En 1840 las últimas tropas que aún resistían en Aragón y Cataluña al mando del general Cabrera se rinden definitivamente, aunque quedan bandas dispersas (Balmaseda o Matías el Ventero) en algunas zonas que continúan la lucha, pero más como bandoleros que como un auténtico ejército.


Espartero y Maroto, de Bernardo LópezEn 1845 el Infante don Carlos abdica en favor de su hijo Carlos Luis de Borbón, conde de Montemolín, que toma el nombre de Carlos VI, e inicia la Segunda Guerra Carlista o Guerra dels Matiners, desarrollada principalmente en Cataluña, Aragón, Navarra y Guipúzcoa entre 1846 y 1849. Al mando del general Cabrera, la contienda se caracteriza por acciones guerrilleras que no consiguen resultado, haciendo que Cabrera tenga que cruzar la frontera, si bien algunos focos resistieron hasta 1856 en acciones más propias del bandolerismo.

Derrotado y hecho prisionero al desembarcar en España en 1860 en San Carlos de la Rápita (Tarragona), Carlos Luis de Borbón es forzado a renunciar a sus derechos, proclamándose sucesor legítimo su hermano Juan, segundo hijo de Carlos María Isidro y Juan III en la línea de pretendientes carlistas. Con escasos partidarios, se mantuvo hasta 1868 cuándo abdicó en favor de su hijo Carlos María, que adoptó el nombre de Carlos VII y que consiguió revitalizar el carlismo. En 1868 el pretendiente publicó un manifiesto en el que exponía sus ideas, entre ellas la de constituir unas Cortes de estructura tradicional y promulgar una Constitución o carta otorgada, así como realizar una política económica proteccionista.


El pretendiente Carlos VII, en un dibujo de la revista Vanity Fair de 1876Tras el destronamento de Isabel II en 1868, se alía con figuras prominentes del pensamiento católico, de forma que, desde folletos o periódicos (entre 1869 y 1872 aparecieron más de 160 publicaciones periódicas carlistas) el carlismo se organizó como una fuerza política legal en el nuevo régimen. Después de un período de regencia del general Serrano en 1870, el Parlamento designó como rey a Amadeo I de la dinastía de Saboya.

En las elecciones de 1871, el partido carlista, la Comunión Católica-Monárquica, consiguió alrededor de 50 diputados y 30 senadores. Presidía la minoría carlista el conde de Orgaz y emergen las figuras de Cándido Nocedal y Antonio Aparisi y Guijarro. Carlos María, que veía peligrar la posibilidad de una restauración borbónica en cualquiera de las dos ramas y alarmado por la pérdida de diputados en las elecciones de 1872, optó por la vía bélica y el 21 abril de 1872 dio comienzo a la Tercera Guerra Carlista, primero contra Amadeo y, tras su abdicación, contra la República y finalmente contra Alfonso XII, hijo de Isabel II, proclamado rey por el general Martínez Campos en Sagunto.

La guerra finalizó en 1876 con la conquista de Estella, la capital carlista y la huida a Francia del pretendiente. Hubo algunos intentos posteriores de sublevación, aprovechando el descontento por la pérdida de las posesiones ultramarinas en 1898, pero no tuvieron éxito.


Del fin de las guerras carlistas a la guerra civil
En 1879 Cándido Nocedal, como representante del pretendiente en España, reorganizó el carlismo enfatizando su carácter de movimiento católico y apoyándose en una red de periódicos afines que efecturaron una política muy agresiva, lo cual le enfrentó con sectores carlistas que formaron la Unión Católica, grupo dirigido por Alejandro Pidal, que acabó uniéndose con los conservadores de Antonio Cánovas del Castillo.

Tras la muerte de Cándido Nocedal el pretendiente asumió la dirección del partido para evitar enfrentamientos, pero en 1888 acabó expulsando a Ramón Nocedal, hijo de Cándido y heredero de su pensamiento, que creó un partido integrista, de pequeño tamaño pero con mucha influencia en círculos radicales, el Partido Católico Nacional. A partir de 1890 el marqués de Cerralbo estuvo al frente del carlismo, reconstruyendo el carlismo como un moderno partido de masas, centrado en asambleas locales, llamadas círculos, que llegaron a ser cientos en toda España y con más de 30.000 asociados en 1896 y que copiaron otras fuerzas políticas, y que además de la actividad política realizaban acciones sociales, lo que llevó al carlismo a una participación activa de oposición al sistema político de la Restauración, como Comunión Tradicionalista, consiguiendo 5 diputados en 1891, 7 en 1893, 10 en 1896, 6 en 1898, 2 en 1899 e incluso participando en coaliciones como Solidaritat Catalana en 1907 con regionalistas y republicanos.

A partir de 1893 Juan Vázquez de Mella fue el líder parlamentario y principal ideólogo del carlismo, secundado por Víctor Pradera, que tuvieron una amplia influencia en el pensamiento conservador español.

Con la pérdida de las colonias en 1898 se piensa en una acción insurreccional que no se aprobó, aunque en octubre de 1900 se levantaron algunas partidas en Badalona, sin autorización de los jefes carlistas, pero que llevarían al carlismo a una crisis y al cierre de círculos y publicaciones por parte de las autoridades. El representante del pretendiente desde 1898, Matías Barrio Mier, se dedicó a reconstruir el movimiento y potenció las juventudes. En las elecciones de 1901 el carlismo consiguió 6 diputados, 7 en 1903, 4 en 1905 y 14 en 1907 gracias a la participación en Solidaritat Catalana.

El 18 de julio de 1909 murió el pretendiente Carlos VII y sería su hijo Jaime de Borbón, con el nombre de Jaime III, quien asumió el puesto de pretendiente carlista. Bartolomé Feliú fue su representante en España hasta 1912 y Juan Vázquez de Mella el encargado de la secretaría política del carlismo, a pesar de las malas relaciones entre él y el pretendiente.

En 1910 los carlistas ocuparon 4 escaños y en 1914 quedaron reducidos a tan sólo 2. Entre 1912 y 1918 una junta presidida por el marqués de Cerralbo ostentó la jefatura del partido. En 1913 comenzó a organizarse el requeté como la organización paramilitar del partido.

Durante la Primera Guerra Mundial Jaime vivió bajo arresto domiciliario en el Imperio Austrohúngaro por su apoyo a Francia y a los aliados, sin casi comunicación con la dirección política carlista en España, que seguía encabezando Vázquez de Mella, y que tenía un carácter germanófilo. Tras la derrota de los imperios centrales, Vázquez de Mella, Cerralbo, Pradera y otros líderes carlistas, conocidos como mellistas, dejaron el partido en 1919 y se organizaron en el Partido Católico Tradicionalista.

Los carlistas bajo el liderato directo del pretendiente evolucionaron hacia posturas socializantes de izquierda, llegando incluso Jaime III a definirse como socialista, inspirándose en la doctrina social de la Iglesia Católica, y renovaron su foralismo en clave confederal. En 1919 los carlistas consiguieron 3 escaños en el Congreso. En 1919 el carlismo tuvo un papel fundamental en la fundación de los Sindicatos Libres (sindicalismo católico).

El carlismo mantuvo una relación ambigua con la Dictadura de Primo de Rivera hasta 1925, cuándo el pretendiente publicó un manifiesto contra ella, y entró en un período de represión de sus actividades por parte del régimen, del que tan sólo se recuperó en 1930, con la presentación de proyectos de Estatuto para Cataluña en 1930 y el Estatuto de Estella (Navarra y País Vasco) de 1931. Al tiempo, miembros de las otras familias carlistas colaboraron con la dictadura, como Víctor Pradera, puntal de la Unión Patriótica.

Los carlistas llegaron muy debilitados al comienzo del periodo republicano. A partir de 1931 adoptó una posición definida contra la Segunda República, formando una alianza electoral con el PNV, la Lliga Regionalista y pequeños partidos de la derecha para oponerse a ella y consiguiendo 7 diputados en las Cortes Constituyentes. El pretendiente Jaime celebró conversaciones con Alfonso XIII para la reunificación de sus ramas de la casa de Borbón, para establecer a Jaime como jefe de la casa de Borbón a cambio de que nombrara heredero al infante Juan, hijo de Alfonso XIII. Las negociaciones terminaron bruscamente con la muerte de Jaime a consecuencia de una caída de caballo el 2 de octubre de 1931.

El único heredero directo era Alfonso Carlos de Borbón, hermano de Carlos VII, de 82 años, que tomó el nombre de Alfonso Carlos I en memoria de su hermano y reorganizó el movimiento carlista como Comunión Tradicionalista adoptando posturas ideológicas integristas, y que provocó la vuelta de los mellistas y los integristas y a la que se unieron otros movimientos católicos que tenían temor la una república laica. De esta forma el carlismo entró en una fase de expansión, aumentando la actividad y el número de los círculos carlistas, que también organizaron secciones femeninas, las «Margaritas». Comunión Tradicionalista tuvo un amplio respaldo en el País Vasco, Navarra, Cataluña y también en Andalucía, donde destacó rápidamente el integrista Manuel Fal Conde.

Los carlistas apoyaron el intento de golpe de estado del general Sanjurjo el 10 de agosto de 1932 y sus juventudes tuvieron serios enfrentamientos con los partidos de la izquierda. Y a pesar de su apoyo inicial al Estatuto de Cataluña acabaron por oponerse la él, lo que hizo terminar la relación con la Lliga, y con el PNV cuando los carlistas de Álava se opusieron al estatuto vasco.

En las elecciones legislativas de 1933 participaron dentro de las candidaturas de derechas y consiguió 21 diputados, pero la alianza radical-cedista empujó a Comunión Tradicionalista a una posición de extrema derecha, provocando la radicalización de sus bases. A partir de la revolución de octubre de 1934, los carlistas pasaron a la conspiración y a la acción directa.

Un pequeño número de carlistas, conocido como Núcleo de la Lealtad, designó a Carlos de Habsburgo-Lorena como sucesor de Alfonso Carlos, lo que fue desautorizado por éste, nombrando regente a Javier de Borbón-Parma en enero de 1936.

2006-07-19 06:02:57 · answer #1 · answered by mil20 4 · 1 1

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2016-02-18 04:08:44 · answer #2 · answered by Anonymous · 0 0

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2014-12-02 06:01:53 · answer #3 · answered by Anonymous · 0 0

Guerras Carlistas
De Wikipedia
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Nombre por el que se conocen las tres contiendas sucedidas en el siglo XIX en España entre los partidarios de Carlos María Isidro de Borbón, que se levantaron contra el gobierno de Isabel II. En un principio denominadas guerras civiles, al producirse una nueva insurrección en 1936, que llevó a una guerra más destructiva, se hizo habitual designar como guerras carlistas a a las del siglo XIX, y reservar el término Guerra Civil para la 1936-1939.

2006-07-19 06:32:17 · answer #4 · answered by fuaniser 3 · 0 0

La guerra carlista aparece de una manera sorpresiva e inconexa. Cuando muere Fernando VII, en su testamento dejó como heredera a su hija Isabel II y de regente a su esposa Mª Cristina, ese mismo día se proclama rey por su propia cuenta el hermano de Fernando VII Don Carlos y surgen en esos focos (navarra, Galicia, etc.) levantamientos favorables a Don Carlos.

La guerra en un primer momento es una guerra de desgaste y resistencia, donde se luchaba por el día y se iba a dormir por la noche a casa. ( Prácticamente de guerrillas).

Esta primera fase de la guerra no servía para avanzar en el territorio, no había tropas ni ejércitos organizados, había una serie de líderes esporádicos que hacen esta guerra de desgaste. En una segunda fase se van a organizar los carlistas y van a formar un ejército, aunque no había coordinación en todos los focos geográficos, cada foco tenía su propio jefe. En esta segunda fase se establecen asedios a ciudades con lo que la guerra carlista entró en una nueva dinámica de tipo territorial.

En el año 1837 cuando los liberales subieron al poder de nuevo (del 34-37 los absolutistas) nombran un nuevo general que es el general Espartero. Éste utiliza una doble táctica en la lucha contra los ejércitos carlistas. Por un lado hace la guerra en los territorios carlistas y por otro lado establece negociaciones de paz con aquellos carlistas que cansados de la guerra querían la paz y para ello les ofrece mantener y respetar los fueros (navarros principalmente) y respetar en sus puestos a los militares carlistas. El principal general carlista Maroto acepta las condiciones de paz, asesina a los carlistas más intransigentes y en el año 1839 se produce el abrazo de Vergara. Con esto se produce el final de la primera guerra carlista.



Pero esta guerra no era solamente dinástica sino que entroncaba con las profundas diferencias ideológicas entre absolutistas y liberales. Así la sublevación carlista no sólo tenía por objeto el acceso al trono de Carlos María Isidro, sino también defender la monarquía tradicional frente a la creciente influencia de los liberales. El apoyo de los liberales a Isabel II era un intento de evitar la subida al trono de un rey aún más reaccionario que Fernando VII.

Otros aspectos a tomar en consideración eran el religioso y el foralista. El triunfo de las tesis liberales suponía la pérdida de poder de la Iglesia y el establecimiento de un régimen político homogéneo que chocaba con los privilegios organizativos de determinadas partes de España (los fueros). Por eso la insurrección carlista triunfó el las zonas de España donde mayor era la influencia del clero y de los privilegios forales existentes o perdidos tras la Guerra de Sucesión Española (1700-1714).

El Carlismo era fuerte en Galicia, Navarra, las provincias vascas (salvo las capitales de las provincias, de tendencias liberales), algunas regiones de la antigua Corona de Aragón, como Cataluña y parte del propio Aragón y, ocasionalmente, en algunas zonas de Castilla y León.

La guerra se desarrolló en tres fases. La primera, que abarca entre 1833 y 1835, fue una fase en la que los carlistas llevaron la iniciativa de la mano del brillante general Zumalacárregui. Sin embargo en este periodo comenzaron a producirse discrepancias en ambos bandos. Los Carlistas empezaron a dividirse entre pactistas e intransigentes y los Isabelinos, a su vez, entre moderados y radicales.

Estas diferencias dentro de los dos bandos produjeron un estancamiento de la situación de la guerra. Los carlistas eran incapaces de extender la rebelión fuera de sus zonas y los isabelinos no podían sofocar la rebelión. En gran parte, el fracaso carlista se debió a la muerte de Zumalacárregui durante el sitio de Bilbao en 1835.

La tercera fase abarca de 1837 a 1840. En ella se produce un recrudecimiento de la influencia carlista en Aragón y Cataluña de la mano del general Cabrera, otro brillante militar. La guerra parecía no tener fin, pero dentro de cada bando comenzaron a tener preponderancia los elementos pactistas y moderados que lograron llegar a un acuerdo en el que se hacían mutuas concesiones, reconociendo los fueron sin perjuicio de la unidad constitucional.

Con el denominado "Abrazo de Vergara" entre el General en Jefe carlista, Maroto, y el General liberal Espartero, se puso fin a la guerra en el norte pero la misma continuó en Cataluña hasta la definitiva derrota de Cabrera. La causa de la continuación de la insurrección carlista en Cataluña era el sentimiento de traición por el abrazo de Vergara, que consumaba el mantenimiento de los fueros en las provincias que aún los tenían, mientras las provincias que reclamaban su restablecimiento habían sido olvidadas.

El incumplimiento de las promesas liberales condujo a otras dos guerras carlistas. La segunda, de escasa importancia y duración, en la década de los 40 y la tercera, entre 1872 y 1876, que supuso el ocaso del.

espero que te sirva de algo hasta luego

2006-07-19 06:08:33 · answer #5 · answered by Leobardo E 2 · 0 0

El carlismo es un movimiento político legitimista de carácter antiliberal y antirrevolucionario surgido en España en el siglo XIX que pretende el establecimiento de una rama alternativa de la dinastía de los Borbones en el trono español.

En el siglo ** una parte del carlismo evolucionó hacia el socialismo autogestionario (el Partido Carlista), si bien más tarde se produjo una escisión del sector tradicionalista conservador, que formaría la Comunión Tradicionalista Carlista.

Tabla de contenidos [ocultar]
1 Ideología
2 Antecedentes
3 Nacimiento
4 Guerras carlistas
5 Del fin de las guerras carlistas a la guerra civil
6 Guerra civil española
7 El carlismo durante el franquismo
8 El carlismo en la actualidad
9 Pretendientes carlistas
9.1 Casa de Borbón
9.2 Regencia
10 Casa de Borbón-Parma
11 El problema sucesorio tras 1936
12 Símbolos
13 Bibliografía
14 Enlaces externos



Ideología
Los carlistas formaban el ala más conservadora de la sociedad española de la época, englobando a los denominados «apostólicos», católicos tradicionalistas y, sobre todo, a la reacción antiliberal. La lucha entre pretendientes fue realmente una lucha entre dos concepciones políticas, de una parte los defensores del Antiguo Régimen y de otra los partidarios de las reformas liberales, surgidas como consecuencia de la Revolución Francesa y de la Revolución Industrial, que habían dejado desfasada la antigua sociedad agraria predominante hasta entonces en España. Así, el carlismo tuvo escasa repercusión en las grandes ciudades, siendo un movimiento predominantemente rural.

Otro aspecto de la disputa transcurría en el terreno religioso, con el deseo de los carlistas de conservar los privilegios e influencia de la Iglesia Católica en la sociedad y el estado.

Además, los partidarios del pretendiente Don Carlos alentaban la reinstauración de la totalidad de los fueros de los territorios de las zonas sublevadas (si bien existen discrepancias entre los historiadores respecto si la defensa de los fueros fue un rasgo característico del carlismo desde su origen o si se manifestó ya empezada la Primera Guerra Carlista), lo que explica el mayor auge del movimiento en los territorios que habían disfrutado de regímenes forales, caso de Aragón, Valencia y zonas de Cataluña, así como en los que aún los disfrutaban, caso del País Vasco y Navarra, donde los veían amenazados por el afán uniformizador de los liberales.

Así se conformó el ideario carlista: legitimidad dinástica, integrismo católico, monarquía absolutista y defensa de los fueros tradicionales. Su lema legendario: «Por Dios, por la Patria y el Rey».


Antecedentes
Ya durante el Trienio Liberal (1820-1823) había surgido un movimiento de carácter antiliberal y contrarrevolucionario como reacción a las políticas reformistas que se establecieron desde el poder y que tuvo continuidad en la denominada Guerra de los Agraviados de 1827. Sin embargo, el movimiento hundía sus bases ideológicas en el pensamiento español antiilustrado y antiliberal de autores como Fernando de Zeballos, Lorenzo de Herbás o Francisco Alvarado, enmarcados en una corriente europea de reacción contra el enciclopedismo y la Revolución Francesa.


Nacimiento

Fernando VIIFernando VII había quedado viudo por tercera vez, sin descendencia y contrajo un nuevo matrimonio con María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, habiendo designado como sucesor a su hermano Carlos María Isidro. Sin embargo, a finales de marzo de 1830, María Cristina quedó embarazada y ante la posibilidad de tener un heredero, el 31 de marzo de 1830 Fernando VII promulga la Pragmática Sanción, la cual, aunque había sido aprobada por las Cortes el 30 de septiembre de 1789, en tiempos de Carlos IV no se había hecho efectiva en aquella época por razones de política exterior. La Pragmática establecía que si el rey no tenía heredero varón, heredaría la hija mayor, lo que suponía de hecho la abolición de la Ley Sálica, que no permitía la transmisión de los derechos de sucesión de la Corona por vía femenina, importada de Francia por Felipe V y restablecendo la tradición castellana. Esta decisión excluía, en la práctica, al infante Carlos María Isidro de la sucesión, en tanto que fuera niño o niña, quien naciera sería el heredero directo del rey.

Aunque Carlos IV había derogado la Ley Sálica mediante la Pragmática Sanción, la disposición no había sido promulgada, por lo que no había entrado en vigor al faltarle un elemento fundamental para la validez jurídica. Fue Fernando VII quien la sancionó -no sabiéndose a ciencia cierta si esto era preciso- y la promulgó en beneficio de su hija, la futura reina Isabel II y en detrimento del que hasta entonces era su legítimo heredero, su hermano Carlos María Isidro. Mucho tuvo que ver en el cambio de actitud, según todos los historiadores, la esposa del rey Fernando, María Cristina de Borbón, deseosa de coronar a su hija Reina de España. La enfermedad del Rey influyó en la Corte, donde unos y otros, pretendientes de Isabel y de Carlos, trataron de que el monarca promulgase o no la norma. Furera cierto o no que, muy poco antes de morir, había modificado el Rey de nuevo su criterio a instanciass del Consejo de Ministros, y posiblemente influido por su hermano, lo cierto es que la reinstauración de la Ley Sálica no se produjo por faltar la obligada sanción y promulgación. Los carlistas, que sostienen la vigencia de este último acto del monarca y la nulidad jurídica de la Pragmática, consideran que el Rey pudo haber sido presionado, o bien se ocultó la disposición para que nunca entrase en vigor. Los partidarios de la reina Isabel, por su parte, consideraron inexistente norma válida alguna posterior a la derogación de la Pragmática, en su parecer perfectamente válida y, por tanto, la heredera del trono era la hija del monarca, futura reina Isabel. Ésta es la tesis defendida por la mayoría de los historiadores.

Así las cosas, el 10 de octubre de 1830 nació la futura Isabel II, siendo proclamada heredera legítima, lo que produjo malestar entre los partidarios del infante Don Carlos, que comienzan a ser conocidos como «carlistas». Ya en septiembre de 1832, con el rey gravemente enfermo en La Granja de San Ildefonso, se produjo la revuelta de los partidarios el infante Carlos para hacerse con el poder, y aunque fracasó, el ministro Francisco Calomarde, próximo a las ideas apostólicas, consigue la firma del rey en un documento que anulaba la Pragmática Sanción, con lo que el infante Carlos se convertía en el heredero. A pesar de ello, una vez recuperado, Fernando VII anuló el documento derogatorio y el 1 de octubre de 1832 destituye el gobierno presidido por Calomarde, sustituido por el liberal moderado Francisco Cea Bermúdez, intentando ganarse, con una amnistía y algunas reformas políticas, el apoyo de los liberales a la futura Isabel II, al tiempo que destituía a los partidarios de su hermano Carlos de los puestos de importancia.

Éste marcha en marzo de 1833 al exilio a Portugal, negándose a jurar a Isabel como princesa de Asturias, aduciendo que el rey Fernando VII no tenía potestad para promulgar la Pragmática Sanción y que, por tanto, seguía en vigor la Ley Salica. El infante se proclamó rey con el nombre de Carlos V a la muerte de Fernando VII el 29 de septiembre, al tiempo que hacía un llamamiento al ejército para rebelarse. Consiguió un gran apoyo en el cuerpo de los Voluntarios Realistas.


Guerras carlistas
En el siglo XIX se produjeron varias insurrecciones de los carlistas contra el gobierno de Isabel II y sucesivos, denominadas en aquella época guerras civiles. Al producirse una nueva insurrección en 1936, que llevó a una guerra más destructiva, se hizo habitual designar como «guerras carlistas» a las del siglo XIX, y reservar el término «Guerra Civil» para la de 1936-1939.


El infante Carlos María Isidro, autoproclamado rey con el nombre de Carlos VA partir del 2 de octubre se producen manifiestos a favor de Carlos, ya con el nombre de Carlos V, en Talavera de la Reina, Vitoria, Salvatierra, Bilbao, Orduña, Logroño que no tienen resultados positivos hasta que partidas de voluntarios navarros sublevados celebran una junta en Estella en la que nombran como jefe a Tomás de Zumalacárregui el 14 de noviembre. A partir de este momento comienza a desarrollarse la Primera Guerra Carlista, que duraría siete años. Las acciones bélicas se centraron principalmente en el País Vasco, Navarra, las regiones interiores de Cataluña y Valencia. Los carlistas consiguen dominar amplias zonas rurales, pero no consiguen la conquista de ninguna ciudad importante, puerto o zona industrial ni ninguna zona triguera. Ante los fracasos militares y la división del movimiento entre apostólicos (radicales) y transaccionistas (moderados), la guerra finaliza en el norte el 29 de agosto de 1839 con el Convenio de Oñate (el célebre «Abrazo de Vergara»).

En 1840 las últimas tropas que aún resistían en Aragón y Cataluña al mando del general Cabrera se rinden definitivamente, aunque quedan bandas dispersas (Balmaseda o Matías el Ventero) en algunas zonas que continúan la lucha, pero más como bandoleros que como un auténtico ejército.


Espartero y Maroto, de Bernardo LópezEn 1845 el Infante don Carlos abdica en favor de su hijo Carlos Luis de Borbón, conde de Montemolín, que toma el nombre de Carlos VI, e inicia la Segunda Guerra Carlista o Guerra dels Matiners, desarrollada principalmente en Cataluña, Aragón, Navarra y Guipúzcoa entre 1846 y 1849. Al mando del general Cabrera, la contienda se caracteriza por acciones guerrilleras que no consiguen resultado, haciendo que Cabrera tenga que cruzar la frontera, si bien algunos focos resistieron hasta 1856 en acciones más propias del bandolerismo.

Derrotado y hecho prisionero al desembarcar en España en 1860 en San Carlos de la Rápita (Tarragona), Carlos Luis de Borbón es forzado a renunciar a sus derechos, proclamándose sucesor legítimo su hermano Juan, segundo hijo de Carlos María Isidro y Juan III en la línea de pretendientes carlistas. Con escasos partidarios, se mantuvo hasta 1868 cuándo abdicó en favor de su hijo Carlos María, que adoptó el nombre de Carlos VII y que consiguió revitalizar el carlismo. En 1868 el pretendiente publicó un manifiesto en el que exponía sus ideas, entre ellas la de constituir unas Cortes de estructura tradicional y promulgar una Constitución o carta otorgada, así como realizar una política económica proteccionista.


El pretendiente Carlos VII, en un dibujo de la revista Vanity Fair de 1876Tras el destronamento de Isabel II en 1868, se alía con figuras prominentes del pensamiento católico, de forma que, desde folletos o periódicos (entre 1869 y 1872 aparecieron más de 160 publicaciones periódicas carlistas) el carlismo se organizó como una fuerza política legal en el nuevo régimen. Después de un período de regencia del general Serrano en 1870, el Parlamento designó como rey a Amadeo I de la dinastía de Saboya.

En las elecciones de 1871, el partido carlista, la Comunión Católica-Monárquica, consiguió alrededor de 50 diputados y 30 senadores. Presidía la minoría carlista el conde de Orgaz y emergen las figuras de Cándido Nocedal y Antonio Aparisi y Guijarro. Carlos María, que veía peligrar la posibilidad de una restauración borbónica en cualquiera de las dos ramas y alarmado por la pérdida de diputados en las elecciones de 1872, optó por la vía bélica y el 21 abril de 1872 dio comienzo a la Tercera Guerra Carlista, primero contra Amadeo y, tras su abdicación, contra la República y finalmente contra Alfonso XII, hijo de Isabel II, proclamado rey por el general Martínez Campos en Sagunto.

La guerra finalizó en 1876 con la conquista de Estella, la capital carlista y la huida a Francia del pretendiente. Hubo algunos intentos posteriores de sublevación, aprovechando el descontento por la pérdida de las posesiones ultramarinas en 1898, pero no tuvieron éxito.


Del fin de las guerras carlistas a la guerra civil
En 1879 Cándido Nocedal, como representante del pretendiente en España, reorganizó el carlismo enfatizando su carácter de movimiento católico y apoyándose en una red de periódicos afines que efecturaron una política muy agresiva, lo cual le enfrentó con sectores carlistas que formaron la Unión Católica, grupo dirigido por Alejandro Pidal, que acabó uniéndose con los conservadores de Antonio Cánovas del Castillo.

Tras la muerte de Cándido Nocedal el pretendiente asumió la dirección del partido para evitar enfrentamientos, pero en 1888 acabó expulsando a Ramón Nocedal, hijo de Cándido y heredero de su pensamiento, que creó un partido integrista, de pequeño tamaño pero con mucha influencia en círculos radicales, el Partido Católico Nacional. A partir de 1890 el marqués de Cerralbo estuvo al frente del carlismo, reconstruyendo el carlismo como un moderno partido de masas, centrado en asambleas locales, llamadas círculos, que llegaron a ser cientos en toda España y con más de 30.000 asociados en 1896 y que copiaron otras fuerzas políticas, y que además de la actividad política realizaban acciones sociales, lo que llevó al carlismo a una participación activa de oposición al sistema político de la Restauración, como Comunión Tradicionalista, consiguiendo 5 diputados en 1891, 7 en 1893, 10 en 1896, 6 en 1898, 2 en 1899 e incluso participando en coaliciones como Solidaritat Catalana en 1907 con regionalistas y republicanos.

A partir de 1893 Juan Vázquez de Mella fue el líder parlamentario y principal ideólogo del carlismo, secundado por Víctor Pradera, que tuvieron una amplia influencia en el pensamiento conservador español.

Con la pérdida de las colonias en 1898 se piensa en una acción insurreccional que no se aprobó, aunque en octubre de 1900 se levantaron algunas partidas en Badalona, sin autorización de los jefes carlistas, pero que llevarían al carlismo a una crisis y al cierre de círculos y publicaciones por parte de las autoridades. El representante del pretendiente desde 1898, Matías Barrio Mier, se dedicó a reconstruir el movimiento y potenció las juventudes. En las elecciones de 1901 el carlismo consiguió 6 diputados, 7 en 1903, 4 en 1905 y 14 en 1907 gracias a la participación en Solidaritat Catalana.

El 18 de julio de 1909 murió el pretendiente Carlos VII y sería su hijo Jaime de Borbón, con el nombre de Jaime III, quien asumió el puesto de pretendiente carlista. Bartolomé Feliú fue su representante en España hasta 1912 y Juan Vázquez de Mella el encargado de la secretaría política del carlismo, a pesar de las malas relaciones entre él y el pretendiente.

En 1910 los carlistas ocuparon 4 escaños y en 1914 quedaron reducidos a tan sólo 2. Entre 1912 y 1918 una junta presidida por el marqués de Cerralbo ostentó la jefatura del partido. En 1913 comenzó a organizarse el requeté como la organización paramilitar del partido.

Durante la Primera Guerra Mundial Jaime vivió bajo arresto domiciliario en el Imperio Austrohúngaro por su apoyo a Francia y a los aliados, sin casi comunicación con la dirección política carlista en España, que seguía encabezando Vázquez de Mella, y que tenía un carácter germanófilo. Tras la derrota de los imperios centrales, Vázquez de Mella, Cerralbo, Pradera y otros líderes carlistas, conocidos como mellistas, dejaron el partido en 1919 y se organizaron en el Partido Católico Tradicionalista.

Los carlistas bajo el liderato directo del pretendiente evolucionaron hacia posturas socializantes de izquierda, llegando incluso Jaime III a definirse como socialista, inspirándose en la doctrina social de la Iglesia Católica, y renovaron su foralismo en clave confederal. En 1919 los carlistas consiguieron 3 escaños en el Congreso. En 1919 el carlismo tuvo un papel fundamental en la fundación de los Sindicatos Libres (sindicalismo católico).

El carlismo mantuvo una relación ambigua con la Dictadura de Primo de Rivera hasta 1925, cuándo el pretendiente publicó un manifiesto contra ella, y entró en un período de represión de sus actividades por parte del régimen, del que tan sólo se recuperó en 1930, con la presentación de proyectos de Estatuto para Cataluña en 1930 y el Estatuto de Estella (Navarra y País Vasco) de 1931. Al tiempo, miembros de las otras familias carlistas colaboraron con la dictadura, como Víctor Pradera, puntal de la Unión Patriótica.

Los carlistas llegaron muy debilitados al comienzo del periodo republicano. A partir de 1931 adoptó una posición definida contra la Segunda República, formando una alianza electoral con el PNV, la Lliga Regionalista y pequeños partidos de la derecha para oponerse a ella y consiguiendo 7 diputados en las Cortes Constituyentes. El pretendiente Jaime celebró conversaciones con Alfonso XIII para la reunificación de sus ramas de la casa de Borbón, para establecer a Jaime como jefe de la casa de Borbón a cambio de que nombrara heredero al infante Juan, hijo de Alfonso XIII. Las negociaciones terminaron bruscamente con la muerte de Jaime a consecuencia de una caída de caballo el 2 de octubre de 1931.

El único heredero directo era Alfonso Carlos de Borbón, hermano de Carlos VII, de 82 años, que tomó el nombre de Alfonso Carlos I en memoria de su hermano y reorganizó el movimiento carlista como Comunión Tradicionalista adoptando posturas ideológicas integristas, y que provocó la vuelta de los mellistas y los integristas y a la que se unieron otros movimientos católicos que tenían temor la una república laica. De esta forma el carlismo entró en una fase de expansión, aumentando la actividad y el número de los círculos carlistas, que también organizaron secciones femeninas, las «Margaritas». Comunión Tradicionalista tuvo un amplio respaldo en el País Vasco, Navarra, Cataluña y también en Andalucía, donde destacó rápidamente el integrista Manuel Fal Conde.

Los carlistas apoyaron el intento de golpe de estado del general Sanjurjo el 10 de agosto de 1932 y sus juventudes tuvieron serios enfrentamientos con los partidos de la izquierda. Y a pesar de su apoyo inicial al Estatuto de Cataluña acabaron por oponerse la él, lo que hizo terminar la relación con la Lliga, y con el PNV cuando los carlistas de Álava se opusieron al estatuto vasco.

En las elecciones legislativas de 1933 participaron dentro de las candidaturas de derechas y consiguió 21 diputados, pero la alianza radical-cedista empujó a Comunión Tradicionalista a una posición de extrema derecha, provocando la radicalización de sus bases. A partir de la revolución de octubre de 1934, los carlistas pasaron a la conspiración y a la acción directa.

Un pequeño número de carlistas, conocido como Núcleo de la Lealtad, designó a Carlos de Habsburgo-Lorena como sucesor de Alfonso Carlos, lo que fue desautorizado por éste, nombrando regente a Javier de Borbón-Parma en enero de 1936.


Guerra civil española
En las elecciones de febrero de 1936 los carlistas consiguieron 10 escaños en las candidaturas de la derecha. Los carlistas rompieron con los alfonsinos en abril de 1936 y prepararon su propio levantamento armado contra la República, bajo la dirección del abogado sevillano Manuel Fal Conde, que había conseguido aumentar espectacularmente la influencia del carlismo en Andalucía, y de José Luis Zamanillo, delegado nacional del Requeté (milicias armadas del carlismo). Sin embargo, tras largas negociaciones acabaron sumándose al que preparaba el ejército y que daría lugar a la Guerra Civil española, en la que participaron unidades de voluntarios carlistas, agrupados en Tercios de Requetés, los cuáles tuvieron una actividad destacada. Bajo el mando del general Mola formaron una columna que trató de tomar Madrid, no siendo detenida hasta el puerto de Navacerrada. Sin embargo, ya desde el comienzo de la guerra los carlistas, y en especial su líder Manuel Fal Conde, tuvieron serias divergencias con la jefatura de la sublevación.

A la muerte del pretendiente Alfonso Carlos el 29 de septiembre de 1936 Javier de Borbón-Parma asumió la regencia, tal como había dispuesto el pretendiente. La unificación impuesta por Franco en abril de 1937 con la Falange Española, en contra de la opinión de Fal Conde y del regente, contó con el apoyo del carlismo navarro y de parte del vasco. El regente expulsó del carlismo a los que aceptaron puestos en el nuevo partido único, la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, y tras una entrevista con Francisco Franco fue expulsado de España, estableciéndose en Francia.

La unificación terminó con el carlismo como partido, aunque no como fuerza política, y aunque perdió sus periódicos y edificios, mantuvo una cierta influencia en el gobierno franquista, a través del Ministro de Justicia, elegido entre los carlistas, al tiempo que los carlistas manifestaban su disgusto con la ideología parafascista que predominaba en la FET y de las JONS. Con la ocupación alemana de Francia los nazis detuvieron al regente Javier de Borbón-Parma y lo trasladaron al campo de concentración de Natzweiler y luego, ante el avance de los aliados, al de Dachau hasta su liberación.


El carlismo durante el franquismo
Durante el franquismo una buena parte de los carlistas permanecieron en la FET de las JONS o dejaron de tener actividad política. Paralelamente aumentaron las disidencias dentro del carlismo. En 1943 el grupo heredero del Núcleo de la Lealtad (o carlo-octavistas) encabezados por Jesús de Cora, y con cierto apoyo dentro del régimen franquista, reconoció a Carlos de Habsburgo-Lorena como rey con el nombre de Carlos VIII y en 1948, el conde de Rodezno, a la cabeza de un pequeño número de dirigentes carlistas, reconocieron a Juan de Borbón, heredero de Alfonso XIII, como rey. Javier de Borbón-Parma regresó en diversos momentos a España, siendo en todas ellas expulsado por las autoridades franquistas por su actividad política.

En 1949, el jefe del carlismo en Cataluña, Mauricio de Sivatte fue expulsado por discrepancias con Don Javier (le reprochaba no decidirse a asumir el título de rey, por esperar este nombramiento del General Franco). Finalmente en 1952, don Javier asume formalmente la sucesión de Alfonso Carlos debido a las presiones de los dirigentes del carlismo para poner fin a la regencia, proclamándose rey con el nombre de Javier I. A partir de 1955 con el cese de Fal Conde y la asunción de la jefatura carlista por Javier, se nombra una junta presidida por José María Valiente, que realizó una política de no enfrentamiento con el régimen. El 20 de diciembre de 1957 unos 50 dirigentes carlistas, dirigidos por Luis Arellano y José María Arauz de Robles, visitaron a Juan de Borbón en Estoril para reconocerlo como rey. En 1958 Mauricio de Sivatte, expulsado del carlismo años antes, estableció un grupo bajo el nombre de «Regencia Nacional y Carlista de Estella» (RENACE) de carácter antifranquista y tradicionalista. Sivatte consiguió arrastrar inicialmente a gran parte de los carlistas catalanes, pero casi todos sus partidarios lo abandonaron en 1964 para volver a reintegrarse en el Partido Carlista que lideraban Don Javier y su hijo Carlos Hugo.

En la década de 1960 comenzó una etapa de honda renovación ideológica del Partido Carlista, impulsada por la organización universitaria AET y la obrera MOT con el apoyo del pretendiente Javier. Se gesta así un giro hacia la izquierda que se vio refrendado por el ascenso de José María de Zavala a la secretaria general del carlismo en 1966.

En 1968 el régimen franquista expulsó a Carlos Hugo y a Javier de España y en 1971 la junta de gobierno del carlismo reconoció abiertamente su oposición al régimen franquista e incluso hubo intentos de lucha armada dentro del movimiento carlista protagonizados por los Grupos de Acción Carlista (GAC). En el congreso federal de 1972, el Partido Carlista se definió como un partido de masas, de clase, democrático, socialista y monáquico federal. Poco después de que el pretendiente sufriera un accidente de automóvil, éste otorgó plenos poderes a su hijo, Carlos Hugo de Borbón-Parma, para dirigir el partido, y el 20 de abril de 1975 abdicó en él. Durante estos años, el Secretario Federal de Organización del Partido Carlista fue el periodista Carlos Carnicero.

El sector tradicionalista del carlismo encabezado por Raimundo de Miguel, Juan Sáenz-Díez y José Arturo Márquez de Prado no reconoció a Carlos Hugo como rey y en julio de 1975 se separó formalmente del Partido Carlista reactivando la Comunión Tradicionalista, con fuerza en Sevilla, pero que no pudo atraerse a los sectores tradicionalistas escindidos del carlismo con anterioridad, como la RENACE. Otra parte de los carlistas disconformes con la postura de Carlos Hugo formaron partidos como la Unión Nacional Española, Partido Social Regionalista (Unión Institucional) o se integraron en partidos franquistas como Fuerza Nueva.


El carlismo en la actualidad
Tras la muerte de Franco, el príncipe Sixto de Borbón, hermano de Carlos Hugo, apoyado por elementos de origen franquista, intentó organizar un carlismo alternativo al Partido Carlista y de extrema derecha, con una fuerte colaboración de Fuerza Nueva, llegando sus seguidores a realizar un atentado contra los carlistas fieles a Carlos Hugo en la concentración anual del carlismo en Montejurra en 1976, que se saldó con la muerte de dos carlistas y varios heridos.

A la llegada de la transición, el Partido Carlista, que tenía 8.500 militantes en 1977, no pudo participar en las primeras elecciones al parlamento español, por no llegarle el reconocimiento a tiempo, lo que no impidió que pidiera el voto positivo para la Constitución de 1978. Sin embargo, una parte importante de los militantes y simpatizantes del partido optaron por entrar en movimientos nacionalistas y regionalistas de izquierdas. Carlos Hugo dimitió de sus cargos y causó baja en el Partido Carlista en 1980, aunque sin renunciar a sus derechos dinásticos a la corona de España.

El Partido Carlista continúa existiendo y sigue celebrando todos el años el acto de Montejurra. En el año 2000 comenzó un proceso de reconstrucción del partido y se presentó a las elecciones municipales de 2003 en varios municipios navarros, obteniendo representación en unos pocos ayuntamientos.

Los elementos tradicionalistas del carlismo se reorganizaron en el "Congreso de la Unidad Carlista" celebrado en 1986 en San Lorenzo de El Escorial refundando la Comunión Tradicionalista Carlista (CTC) que se proclama heredera y continuadora de la historia, doctrina y pensamiento monárquico y político del carlismo. Esta formación, que actualmente no reconoce a ningún pretendiente, obtuvo 25.000 votos en toda España en sus candidaturas al Senado en 2004.


Pretendientes carlistas

Casa de Borbón
Carlos María Isidro de Borbón, pretendiente con el nombre de Carlos V (1833-1845)
Carlos Luis de Borbón y Braganza, conde de Montemolín, Carlos VI (1845-1861)
Juan Carlos de Borbón y Braganza, conde de Montizón, Juan III (1861-1868)
Carlos María de los Dolores de Borbón y Austria-Este, duque de Madrid, Carlos VII (1868-1909)
Jaime de Borbón y Borbón-Parma, duque de Madrid, Jaime III (1909-1931)
Alfonso Carlos de Borbón y Austria-Este, duque de San Jaime, Alfonso Carlos I (1931-1936)

Regencia
Francisco Javier de Borbón-Parma (1936-1952)

Casa de Borbón-Parma
Francisco Javier de Borbón-Parma, Javier I (1952-1975)
Carlos Hugo de Borbón-Parma, Carlos Hugo I (1975)

El problema sucesorio tras 1936
La dinastía carlista original se extinguió con los pretendientes Alfonso Carlos I y Jaime III, que no tuvieron descendencia. Tras la extinción en 1936, se plantean diversas alternativas dinásticas:

La casa reinante en España. Tras la muerte de Jaime de Borbón y de Alfonso Carlos, los derechos sucesorios recaían en Juan de Borbón, padre del actual monarca, como descendiente de la rama de Francisco de Asís de Borbón, sobrino de Fernando VII (hijo de Francisco de Paula de Borbón, duque de Cádiz) y esposo de Isabel II. Esta rama quedaría como depositaria de los derechos carlistas no como sucesora de Isabel II sino de su marido Francisco de Asís de Borbón. En esta misma línea, algunos sostuvieron que el hermano mayor del conde de Barcelona, Jaime de Borbón y Battenberg, y su línea, representada actualmente por Luis Alfonso de Borbón, eran los verdaderos depositarios de la línea carlista (al no considerar válida la renuncia a los derechos sucesorios de Jaime de Borbón).
Los Borbón-Parma: tras la muerte de Alfonso Carlos, Javier de Borbón-Parma fue nombrado regente. Javier de Borbón era el segundo hijo del segundo matrimonio de Roberto I de Parma y descendía de Felipe V de España a través de su hijo Felipe, duque de Parma. Los cabezas de la familia ducal de Parma eran Elías de Borbón Parma y su hijo Roberto (Roberto II). Los Borbón-Parma desautorizaron a Javier de Borbón situándose claramente a favor del Conde de Barcelona. Sin embargo, la mayoría de los carlistas aceptaron la proclamación de don Javier como rey en la década de 1950.
Los Habsburgo Borbón: la llamada Ley Sálica, establecía que tras extinguirse la rama mayor de los Borbones, se debía buscar el sucesor en la hija mayor del último reinante, en este caso, el pretendiente Carlos VII. Hermana del pretendiente Jaime III y sobrina de Alfonso Carlos I, esta hija era Blanca de Borbón y Borbón Parma, casada con el archiduque Leopoldo Salvador de Habsburgo. Algunos carlistas, conocidos como «carlo-octavistas», reconocieron al nieto de Carlos VII, Carlos de Habsburgo-Lorena y Borbón, como el legítimo heredero de los carlistas bajo el nombre de Carlos VIII.

Símbolos

La bandera tradicional carlistaLema tradicional: Dios, Patria, Fueros, Rey (el actual Partido Carlista utiliza el eslogan Libertad, Socialismo, Autogestión, Federalismo).
Bandera: La Cruz de Borgoña en rojo sobre fondo blanco.
Himno: La Marcha de Oriamendi.

Bibliografía
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Pere Anguera: El carlisme a Catalunya 1827-1936, Barcelona 1999
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Josep Carles Clemente: Bases documentales del carlismo y de las guerras civiles de los siglos XIX y **, Madrid 1985
Josep Carles Clemente: El Carlismo. Historia de una disidencia social (1833-1976), Barcelona 1990
Josep Carles Clemente: Historia general del carlismo, Madrid 1992
José Extramiana: Historia de las guerras carlistas, San Sebastián 1978-1979
Melchor Ferrer: Historia del tradicionalismo español, Sevilla, 30 vol. 1941-1979
Román Oyarzun: Historia del carlismo, Madrid 1939
Antonio Pirala: Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y carlista, Madrid 1984
Joseph Zabalo: Le carlisme. La contre-révolution en Espagne, Biarriz 1993

Enlaces externos
Web del Partido Carlista
Web de la Comunión Tradicionalista Carlista
Web en memoria del Requeté

2006-07-19 06:04:18 · answer #6 · answered by Anonymous · 0 0

La Primera Guerra Carlista fue una guerra civil que se desarrolló en España entre 1833 y 1840 entre los partidarios del infante Carlos María Isidro de Borbón, conocidos como carlistas y partidarios de un régimen absolutista e Isabel II, partidarios de un régimen liberal.

2006-07-19 06:04:16 · answer #7 · answered by ROSAURA 6 · 0 0

Las guerras carlistas fueron, pues, luchas dinásticas, aunque supusieron a la vez el enfrentamiento entre dos ideologías y procedimientos políticos opuestos: absolutismo y liberalismo. El origen de los exigidos derechos sucesorios carlistas parten de la confusa anulación, por parte de Fernando VII, de la Ley Sálica, vigente desde Felipe V y que excluía a las mujeres de la sucesión a la Corona española. El 29 de marzo de 1830 Fernando VII firmó la Pragmática Sanción de 1789, que restablecía la ley de Partida autorizando la sucesión femenina al trono. El monarca, ante la posibilidad de no tener herederos varones, hace público lo que se había mantenido en secreto en el reinado de Carlos IV: la derogación de la Ley Sálica.

Primera guerra carlista

La primera guerra estalló en 1833, cuando el infante Carlos María Isidro de Borbón, hermano de Fernando VII, no reconoció como princesa de Asturias a Isabel, la hija primogénita de Fernando. Terminó en 1839 con el convenio de Vergara. Se desarrolló en las provincias Vascongadas, Navarra, Cataluña, Aragón, Castilla y Valencia, siendo su protagonista el general Zumalacárregui, generalísimo carlista de Navarra y del País Vasco, que pudo recuperar sin grandes dificultades los territorios de las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa, destacando en el sitio de Bilbao (10-6-1835), donde murió a consecuencia de una herida.

Otro acontecimiento importante fue la expedición del general Miguel Gómez Damas, quien, al servicio del pretendiente don Carlos, recorrió entre los meses de junio y diciembre de 1836 el territorio comprendido entre Vizcaya y Galicia y después hasta Algeciras, con el propósito de propagar los ideales carlistas y reclutar adeptos para el ejército. Llegó hasta Oviedo y desde allí marchó a León. Descendió hasta Madrid para recorrer La Alcarria, donde se le unieron partidas carlistas aragonesas, valencianas y el propio general Cabrera, feroz defensor de los derechos del pretendiente. Más tarde, partió hacia Andalucía, apoderándose de Córdoba y Algeciras. Desde aquí partió hacia el norte, a través de Despeñaperros. A su regreso fue hecho prisionero, acusado por la corte carlista de malversación de fondos, insubordinación militar y exceso de clemencia con los prisioneros.

Esta composición musical fue un regalo de la Milicia Nacional a los ingleses que en 1937 llegaron a España para sumarse a los liberales. Sin embargo, tras la derrota de los liberales en la batalla de Oriamendi (Monte Oria) frente a las fuerzas carlistas del infante don Sebastián, la partitura musical pasó a manos de los carlistas quienes, más tarde, le ponen letra y la convierten en himno tradicionalista.

El apaciguamiento del carlismo en el norte fue contrarrestado por la pujanza combativa de Cabrera, que supo imponer su dominio en el Maestrazgo, en Morella, derrotando repetidas veces a los ejércitos cristinos. Llegó hasta Valencia, pero el 31 de agosto de 1839 se ratificó en Vergara un acuerdo por el que se puso fin a la guerra carlista, firmado en Oñate dos días antes por el capitán general de los ejércitos cristinos, Baldomero Espartero, y por el teniente general de los ejércitos carlistas, Rafael Maroto. Las negociaciones del tratado fueron largas y difíciles, contando con la mediación de potencias como Francia y Reino Unido. Finalmente el tratado recomendó a las Cortes la conservación de los fueros vascos y navarros, el reconocimiento de los grados y sueldos de los militares carlistas y la liberación de los presos. La ratificación del tratado se expresó con un acto de reconciliación: Espartero abrazó a Maroto y ordenó a sus tropas que se adelantasen para abrazar a los carlistas. Por ello, el tratado también es conocido por el nombre de El Abrazo de Vergara.

Segunda guerra carlista

Celebrado el matrimonio de Isabel II, el pretendiente carlista don Carlos Luis de Borbón (1818-1861), conde de Montemolín, planteó una nueva campaña militar dando así nacimiento a la segunda guerra carlista, desarrollada en Cataluña, Aragón, Navarra y Guipúzcoa durante los años de 1847 a 1860. Carlos Luis (Carlos VI) fue derrotado en San Carlos de la Rápita y hecho prisionero. Se le hizo renunciar a sus derechos, que transmitió a su hermano Juan de Borbón; JUAN CARLOS DE BORBON Y BRAGANZA (Juan III), que apenas tuvo partidarios. En el año 1868 abdicó a favor de su hijo Carlos María de Borbón (1848-1909), conocido como Carlos VII. Éste agrupó a políticos derechistas, especialmente los denominados neocatólicos. En el verano del siguiente año, el pretendiente publicó su manifiesto recogiendo, sobre todo, las ideas de constituir unas Cortes de estructura tradicional y promulgar una carta otorgada, además de establecer en el ámbito económico planteamientos proteccionistas.

Tercera guerra carlista

Los primeros intentos de revuelta carlista al amparo del cambio de régimen surgido con la monarquía de Amadeo de Saboya, se produjeron el 8 de abril de 1872 en el país vasco-navarro y Cataluña, dirigidos por Carlos VII y su hermano Alfonso Carlos, pretendiendo imponer al nuevo rey sus derechos al trono. El día 8 de abril de 1872 se produjo en Cataluña el principal alzamiento que, en poco tiempo, se extendió al resto de España. Carlos cruzó a pie la frontera por Ascaín (Francia) y el general Serrano, comandante del ejército del norte, ordenó al general Moriones la persecución de las tropas encabezadas por el pretendiente. En Oroquieta, en el mes de mayo, se produjo el enfrentamiento entre ambos y Carlos se replegó, marchándose fuera de España. Ese mismo mes se firmó el convenio de Amorebieta para restituir la paz.

Durante el verano fueron sometidas las partidas de Navarra y del País Vasco, pero las de Cataluña incrementaron su número y actividades, alentadas por el hermano del pretendiente. Sin embargo, no consiguieron calar en el pueblo. Algo parecido ocurrió en Aragón, donde las partidas de El Pasiego y Manuel Marco llevaron a cabo algunas acciones con éxito. Tras conseguir Portugalete en 1873, a finales de enero del año siguiente, Nicolás Ollo, importante autoridad carlista de esta tercera guerra, recibió la orden de apoderarse de Bilbao, encargando la operación al marqués de Valdespina. A finales de febrero comenzaron los bombardeos y se bloqueó la ciudad en un asedio que duraría más de 120 días para evitar que entraran alimentos. A los pocos días, los hombres del liberal Moriones atacaron a los carlistas parapetados en Somorrostro, haciéndoles huir. En ese momento, el general Concha decidió atacar la ciudad y, mediante un movimiento de tenaza, consiguió que el día 2 de mayo de 1874 fuese levantado el sitio de Bilbao. El fin de la tercera guerra carlista se acercó al proceder la Restauración borbónica en la figura de Alfonso XII. El propio rey marchó hacia el norte con el propósito de dar fin a la contienda. Pese a ello, a comienzos del mes de febrero, los ejércitos realistas sufrieron un descalabro en Lácar (Navarra): incluso el propio rey estuvo a punto de caer prisionero. Este hecho sería la última victoria de los carlistas ya que el 28 de febrero de 1876 las fuerzas alfonsinas conquistaron la capital carlista, Estella. El pretendiente don Carlos abandonó España por el puerto de Valcarlos.

En la primera guerra civil ocurrida en el año 1.835, se limitaron los Carlistas, en la localidad de Cofrentes a cobrar contribuciones de guerra, durante la posterior guerra del año 1.874, el cabecilla Santes estuvo dos veces, siendo la primera el dia 16 de Marzo del mismo año y la segunda al recorrer los pueblos del Valle, saqueando las localidades del Valle.

2006-07-19 06:03:13 · answer #8 · answered by Javier Denis 2 · 0 1

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