Encontramos opiniones variadas sobre el origen del celibato en los ministros de la Iglesia Católica, unos teólogos tienen la firme convicción de su origen divino y otros dirán que es una mera disciplina de institución eclesiástica. A fin de alcanzar un mejor conocimiento sobre esta institución vamos a referirnos a algunos fundamentos teológicos que sostienen el celibato. Para hablar de su razón de ser hay que recurrir a la Tradición que involucra costumbres y la costumbre hace ley.
El celibato es la forma de vida de los sacerdotes ministros de la Iglesia, significa etimológicamente la condición propia de la persona que no ha contraído matrimonio, como el estado de una persona que ha optado por quedarse completamente disponible en el plano profesional o relacional, rechazando los límites que la vida familiar o conyugal comportan.
Con la venida de Cristo, el celibato entendido como perfecta continencia abrazada por el Reino de los cielos, constituye uno de los consejos de Jesucristo contenidos en el Evangelio (Mateo 19, 11-12).
No hay que entender el celibato solamente desde la óptica de la renuncia sino mas bien como medio y como fuerza capaz de mayores posibilidades y afirmaciones, como una exigencia de vida para el desarrollo armónico del hombre.
En el sentido cristiano, el celibato no puede reducirse al mero hecho de no contraer matrimonio, es preciso que obedezca a una llamada especial de Dios, para dedicarse, plenamente a su servicio dentro de esa condición de célibe (1 Corintios 7, 7). La renuncia al matrimonio, bendecido por la Iglesia como camino de santidad para muchos cristianos, es un presupuesto, que adquiere toda su plenitud y profundidad de significado por el hecho de que es un carisma especial, un don recibido de Dios, para el mejor cumplimiento de la misión que cada uno ha recibido. Aunque no pertenece a la constitución esencial de la Iglesia, el celibato sacerdotal no es una adherencia histórica pasajera, es fruto de la acción del Espíritu en la Iglesia y una manifestación vital del desarrollo de la semilla que tiende a convertirse en árbol frondoso (Mateo 13, 31-32).
¿Puede imponerse por ley humana el celibato? No, por eso en el Decreto sobre el ministerio y vida de los presbíteros #16 se recuerda que "la continencia perfecta y perpetua por el Reino de los cielos es un don divino, que Dios da a quien quiere. Un regalo gratuitamente ofrecido y libremente aceptado y ejercido que no admite violencias humanas de ningún tipo".
La autoridad eclesiástica no puede dar ni imponer aquello sobre lo que no tiene capacidad de disponer, lo que si puede, es establecer la condición de haber recibido este don para tener acceso a las órdenes sagradas. Y esto es lo que hace la ley del celibato, con ella la jerarquía que custodia y administra los sacramentos instituidos por Jesucristo, decide no conferir el sacramento del orden sino a aquellos que hayan recibido el carisma de la perfecta continencia y libre y responsablemente se comprometan a custodiarlo y cultivarlo.
Mateo 19, 10-12: "... No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales así mismos por el Reino de los cielos. Quien pueda entender, que lo entienda". "No todos captan esta palabra, sino aquellos a quienes se ha concedido" (v.11) y añade la razón: "Porque hay eunucos que así se han hecho tales por el Reino de los cielos. Quien pueda con esto que lo haga" (v. 12). Como se puede apreciar se trata de un consejo, no de un precepto, porque no todos lo captan y es un don concedido. El motivo de esta conciencia voluntaria es espiritual y sobrenatural: por el Reino de los cielos.
El celibato es un misterio de pura predilección divina, misterio que pertenece al mundo de lo sobrenatural, ya que va más haya de la razón, ninguno de los llamados puede presumir de vivir tal don con sus solas fuerzas, porque no solo es difícil sino imposible para el hombre y nada atrayente para la naturaleza humana. Es un don y milagro del Espíritu y para todos los efectos un carisma.
Viviendo este estado el célibe se convierte en parábola para un mundo sin Dios y manifiesta al mundo que el cristiano puede renunciar a un amor humano en exclusivo, porque ha encontrado un amor mas grande que de tal manera le ha dilatado el corazón que le ha hecho capaz de amar mas allá de la carne y de la sangre.
San Pablo contestando a las preguntas de los Corintios capítulo 7 de la primera carta, versículo 25, confirmará que no hay precepto del Señor de permanecer Virgen pero da también el consejo de virginidad y desea que todos sean como él (1 Corintios 7, 7), primero porque el tiempo es breve y este mundo pasa y segundo -lo más importante- la entrega total y psicológica para preocuparse plenamente de agradar al Señor y de las cosas del Señor con corazón indiviso.
Según la interpretación de muchos padres y exégetas San Juan propone en el Apocalipsis 14, 3-5 una mención especial: A los que rescatados por Cristo y apoyados en su gracia, han sido separados de la tierra y del común de los hombres. Estos han recibido el don de "entender" la virginidad. Este es "un cantar que solo ellos pudieron aprender, un "cantar nuevo", han seguido a Jesucristo en lo que no todos le siguen, porque "estos acompañan al cordero donde quiera que vaya, son primicias para Dios y el cordero", además, "no se mancharan con mujeres, pues son vírgenes". La vida pura les ha hecho mas luminosos y sinceros en la doctrina y la verdad "en su boca no se encontró mentira, ni tacha".
Los orígenes y causas del celibato de los clérigos está en el consejo de Cristo, continuado por San Pablo, San Juan, predicado por los Apóstoles y Evangelistas e iluminado por los escritos del Nuevo Testamento y los testimonios de los Padres de la Iglesia.
Es de creer que los Apóstoles que anunciaban el Evangelio íntegro de Cristo, y le habían seguido a todas partes, practicasen ellos mismos el consejo de la castidad, y aun en el caso de que algunos como San Pedro estuvieran casados, sin embargo, San Pablo parece indicar que los apóstoles vivían en continencia. En el caso de 1ra. Timoteo 3, 2 y Tito 1, 6 que hablan del Obispo y el Presbítero, los cuales deben ser "de una sola mujer", evidentemente no porque deban contraer matrimonio, sino porque sólo pueden contraerlo "una vez", antes de ser ordenados, después de ser ordenados ya no podían contraer matrimonio.
El concilio de Elvira (300 y 306 d.c.) el primero en la historia que habla de una ley escrita que regula la práctica celibatoria. El canon 33 dice: "Plugo prohibir totalmente a los Obispos, presbíteros y diáconos o todos los clérigos puestos en ministerio, que se abstengan de sus cónyuges y no engendren hijos, quien lo hiciere, sea apartado del honor de la clerecía" (Denzinger 52). Es imposible pensar, que si la Iglesia no hubiera practicado desde siempre las exigencias que pone este concilio, en una sociedad impregnada del derecho romano, hubiera suscitado una ola de protestas, no se hubiera podido meter semejante ley nueva con efectos retroactivos sin que hubiera producido un escándalo y una deserción en masa, ante la evidente violación de un derecho. Es desde finales del siglo IV cuando estas disposiciones comienzan a entrar en vigor en la iglesia de occidente y siendo la iglesia de Roma el centro de difusión, quizás donde se sitúan los orígenes de la ley del celibato.
San Ambrosio decía: "Los ministros del Altar que eran casados antes de serlo, no deben seguir usando del matrimonio después de la ordenación". Raimundo de Peñafort resume así el porque del celibato: "Para que puedan vivir la pureza sacerdotal y obtener con toda sinceridad lo que en su oración piden a Dios, y para que puedan rezar sin impedimentos (1 Corintios 7, 5) y ejercer su oficio, pues no puede hacer dos cosas: servir a la mujer y a la iglesia al mismo tiempo".
Del siglo VII al X asistimos a una serie de disposiciones canónicas para garantizar la continencia pero es en los siglos XI y XII cuando se establece la ley del celibato como ahora la conocemos. Bajo el empuje del concilio lateranense I se ratifica la ley del celibato propiamente dicho:
Canon 7: no puede recibir la ordenación, si no es un hombre que este libre con todo vinculo con la mujer, es decir un viudo o un célibe.
El celibato bien entendido lleva a una vida de verdadera felicidad, santidad y testimonio en la libertad y alegría resurreccional de los hijos de Dios. La parte esencial de la vida celibataria ademas de ser un don de Dios, es la vivencia de la auténtica fraternidad sacerdotal del presbítero. Esa fraternidad de los apóstoles y discípulos fue a lo que Cristo dedicó la mayor parte de su vida. Dice el Evangelio que esta es la gloria de Dios que todos sean uno (San Juan 17).
El sacerdocio de Jesucristo es un misterio profundo de nuestra fe, para comprenderlo, debe el hombre abrirse a una visión sobrenatural y someter su razón a un modo trascendente de pensar. La ordenación eleva a quien la recibe a una orgánica unidad sobrenatural con Cristo y que el carácter indeleble impreso por el orden capacita al ordenado para participar en las funciones sacerdotales de Cristo. En los últimos tiempos gracias a la teología del Vaticano II esta relación del sacerdote con Cristo ha sido puesta cada vez mas en el centro de la esencia del sacerdocio, se encuentra su principal fundamento en la doctrina del "Sacerdos alter Christus" (el sacerdote es otro Cristo).
La exhortación Apostólica post sinodal Pastores Dabo Vobis de su Santidad Juan Pablo II dice, "que la motivación principal del celibato y de la voluntad de la Iglesia en este punto es la sagrada relación del celibato con la sagrada ordenación que configura al sacerdote con Jesucristo, cabeza, pastor y esposo de la Iglesia. La Iglesia como esposa de Jesucristo, desea ser amada por el sacerdote de modo total y exclusivo como Jesucristo cabeza y esposo la ha amado. Por eso el celibato sacerdotal es un don de sí mismo en y con Cristo a su iglesia, y expresa el servicio del sacerdote a la Iglesia en y con el Señor".
Cristo Pontífice Sumo y Eterno Sacerdote ha instituido el sacerdocio ministerial como real participación de su único sacerdocio. Cristo ha sido constituido por su Padre como mediador entre el cielo y la tierra y de acuerdo a esta misión permaneció toda la vida en el estado de virginidad, que significa su dedicación total al servicio de Dios y los hombres. Esta profunda conexión entre virginidad y sacerdocio que vemos en Cristo se realiza en todos aquellos que tienen la suerte de participar de la dignidad y misión de Cristo y esta participación es más perfecta cuando el sacerdote está mas libre de los vínculos de la carne y de la sangre.
San Cipriano añadirá que la virginidad es: "la realización anticipada de nuestra condición futura en la vida eterna, lo que un día seremos, vosotros ya empezáis a serlo, ya en este mundo gozais de la gloria de la resurrección". San Ignacio de Antioquía dice: "Si alguno se siente capaz de permanecer en castidad para honrar la carne del Señor, que permanezca sin engreimiento".
Citando a San Agustín, la Lumen Gentium #42 dirá: "Dios es el amor y el que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en El" (1 Juan 4, 16). "Y Dios difundió su amor en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado" (Romanos 5, 5): por consiguiente, el don principal y mas necesario es el amor con el que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por El.. De ahí que Jesús el Hijo de Dios, manifiesta su amor ofreciendo su vida por nosotros, por eso, nadie "tiene un mayor amor que el que ofrece su vida por El y por los hermanos" (Juan 3, 16). Por consiguiente, la santidad de la Iglesia se manifiesta también de una manera especial en aquellos discípulos a los que Dios da el precioso don de entregarse mas fácilmente a Dios y a los hermanos en el celibato sin dividir su corazón. Esta perfecta continencia por el Reino de los cielos, siempre ha sido considerada por la Iglesia en grandísima estima, como señal y estímulo de la caridad y como un manantial extraordinario de espiritual fecundidad en el mundo".
El sacerdote actuando en persona de Cristo se une mas íntimamente a la ofrenda, poniendo sobre el altar su vida entera que lleva las señales del sacrificio cruento. "Por eso Cristo ha dicho de sí: Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, quedará solo, pero si muere, dará mucho fruto (Juan 12, 24). Así el sacerdote muriendo cada día totalmente a sí mismo, renunciando al amor legítimo de formar una familia propia por vida plena y fecunda, porque a ejemplo de Cristo ama y se da a todos los hijos de Dios" (Sacrosantum conchilium # 30 de Pablo VI).
El Papa Juan Pablo II dice en la carta apostólica Mulieris Dignitaten # 20:
"El celibato por el reino de los cielos es una gracia especial por parte de Dios, que llama a una persona determinada a vivir el celibato. Si este es un signo especial del Reino de Dios que ha de venir, al mismo tiempo sirve para dedicar a este reino escatológico todas las energías del alma del cuerpo de un modo exclusivo durante la vida temporal".
Con Cristo ha entrado una novedad de vida. Allí donde el Génesis decía que no era bueno que el hombre esté solo, san Pablo llega a afirmar de que es bueno para el hombre estar solo" (1 Corintios 7, 25-26).
Presbiterorum ordinis # 11 afirma que ademas se comprende de que modo el celibato sacerdotal estimula y testifica ante los fieles y ante el mundo la caridad del Buen Pastor, que se entrega sin reservas al servicio del rebaño que le ha sido confiado. La comunidad necesita ver y palpar la manera en que ama el Buen Pastor, para ser ella misma fiel a todos sus carismas y vocaciones. Así, el sacerdote por el celibato expresa ante la comunidad su máximo testimonio de amor.
2006-07-13 22:28:07
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answer #7
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answered by Argentino 5
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