La catolica, te recomiendo hables con algun sacerdote joven, ve a misa, yo naci en una familia catolica, pero sabes que es mas hermoso que ahora ya casados mi esposo y yo realmente disfrutamos nuestra fe, la cual crece por nosotros mismos no por nadie mas, conoce mas tu dogma, es tan padre cuando lo conoces y ademas eres practicante por que a ti te nace. te dejo un texto que te puede orientar.
Por qué me convertà al catolicismo?
Testimonio de conversión de Chesterton, uno de los literatos británicos más importantes de principios del siglo XX
Aunque sólo hace algunos años que soy católico, sé sin embargo que el problema "por qué soy católico" es muy distinto del problema "por qué me convertà al catolicismo". Tantas cosas han motivado mi conversión y tantas otras siguen surgiendo después... Todas ellas se ponen en evidencia solamente cuando la primera nos da el empujón que conduce a la conversión misma. Todas son también tan numerosas y tan distintas las unas de las otras, que, al cabo, el motivo originario y primordial puede llegar a parecernos casi insignificante y secundario. La "confirmación" de la fe, vale decir, su fortalecimiento y afirmación, puede venir, tanto en el sentido real como en el sentido ritual, después de la conversión. El convertido no suele recordar más tarde de qué modo aquellas razones se sucedÃan las unas a las otras. Pues pronto, muy pronto, este sinnúmero de motivos llega a fundirse para él en una sola y única razón. Existe entre los hombres una curiosa especie de agnósticos, ávidos escudriñadores del arte, que averiguan con sumo cuidado todo lo que en una catedral es antiguo y todo lo que en ella es nuevo. Los católicos, por el contrario, otorgan más importancia al hecho de si la catedral ha sido reconstruida para volver a servir como lo que es, es decir, como catedral.
¡Una catedral! A ella se parece todo el edificio de mi fe; de esta fe mÃa que es demasiado grande para una descripción detallada; y de la que, sólo con gran esfuerzo, puedo determinar las edades de sus distintas piedras.
A pesar de todo, estoy seguro de que lo primero que me atrajo hacia el catolicismo, era algo que, en el fondo, deberÃa más bien haberme apartado de él. Estoy convencido también de que varios católicos deben sus primeros pasos hacia Roma a la amabilidad del difunto señor Kensit.
El señor Kensit, un pequeño librero de la City, conocido como protestante fanático, organizó en 1898 una banda que, sistemáticamente, asaltaba las iglesias ritualistas y perturbaba seriamente los oficios. El señor Kensit murió en 1902 a causa de heridas recibidas durante uno de esos asaltos. Pronto la opinión pública se volvió contra él, clasificando como "Kensitite Press" a los peores panfletos antirreligiosos publicados en Inglaterra contra Roma, panfletos carentes de todo juicio sano y de toda buena voluntad.
Recuerdo especialmente ahora estos dos casos: unos autores serios lanzaban graves acusaciones contra el catolicismo, y, cosa curiosa, lo que ellos condenaban me pareció algo precioso y deseable.
En el primer caso —creo que se trataba de Horton y Hocking— se mencionaba con estremecido pavor, una terrible blasfemia sobre la SantÃsima Virgen de un mÃstico católico que escribÃa: "Todas las criaturas deben todo a Dios; pero a Ella, hasta Dios mismo le debe algún agradecimiento". Esto me sobresaltó como un son de trompeta y me dije casi en alta voz: "¡Qué maravillosamente dicho!" Me parecÃa como si el inimaginable hecho de la Encarnación pudiera con dificultad hallar expresión mejor y más clara que la sugerida por aquel mÃstico, siempre que se la sepa entender.
En el segundo caso, alguien del diario "Daily News" (entonces yo mismo era todavÃa alguien del "Daily News"), como ejemplo tÃpico del "formulismo muerto" de los oficios católicos, citó lo siguiente: un obispo francés se habÃa dirigido a unos soldados y obreros cuyo cansancio fÃsico les volvÃa dura la asistencia a Misa, diciéndoles que Dios se contentarÃa con su sola presencia, y que les perdonarÃa sin duda su cansancio y su distracción. Entonces yo me dije otra vez a mi mismo: "¡Qué sensata es esa gente! Si alguien corriera diez leguas para hacerme un gusto a mi, yo le agradecerÃa muchÃsimo, también, que se durmiera enseguida en mi presencia".
Junto con estos dos ejemplos, podrÃa citar aún muchos otros procedentes de aquella primera época en que los inciertos amagos de mi fe católica se nutrieron casi con exclusividad de publicaciones anticatólicas. Tengo un claro recuerdo de lo que siguió a estos primeros amagos. Es algo de lo cual me doy tanta más cuenta cuanto más desearÃa que no hubiese sucedido. Empecé a marchar hacia el catolicismo mucho antes de conocer a aquellas dos personas excelentÃsimas a quienes, a este respecto, debo y agradezco tanto: al reverendo Padre John O´Connor de Bradford y al señor Hilaire Belloc; pero lo hice bajo la influencia de mi acostumbrado liberalismo polÃtico; lo hice hasta en la madriguera del "Daily News".
Este primer empuje, después de debérselo a Dios, se lo debo a la historia y a la actitud del pueblo irlandés, a pesar de que no hay en mà ni una sola gota de sangre irlandesa. Estuve solamente dos veces en Irlanda y no tengo ni intereses allà ni sé gran cosa del paÃs. Pero ello no me impidió reconocer que la unión existente entre los diferentes partidos de Irlanda se debe en el fondo a una realidad religiosa; y que es por esta realidad que todo mi interés se concentraba en ese aspecto de la polÃtica liberal. Fui descubriendo cada vez con mayor nitidez, enterándome por la historia y por mis propias experiencias, cómo, durante largo tiempo se persiguió por motivos inexplicables a un pueblo cristiano, y todavÃa sigue odiándosele. Reconocà luego que no podÃa ser de otra manera, porque esos cristianos eran profundos e incómodos como aquellos que Nerón hizo echar a los leones.
Creo que estas mis revelaciones personales evidencian con claridad la razón de mi catolicismo, razón que luego fue fortificándose. PodrÃa añadir ahora cómo seguà reconociendo después, que a todos los grandes imperios, una vez que se apartaban de Roma, les sucedÃa precisamente lo mismo que a todos aquellos seres que desprecian las leyes o la naturaleza: tenÃan un leve éxito momentáneo, pero pronto experimentaban la sensación de estar enlazados por un nudo corredizo, en una situación de la que ellos mismos no podÃan librarse. En Prusia hay tan poca perspectiva para el prusianismo, como en Manchester para el individualismo manchesteriano.
Todo el mundo sabe que a un viejo pueblo agrario, arraigado en la fe y en las tradiciones de sus antepasados, le espera un futuro más grande o por lo menos más sencillo y más directo que a los pueblos que no tienen por base la tradición y la fe. Si este concepto se aplicase a una autobiografÃa, resultarÃa mucho más fácil escribirla que si se escudriñasen sus distintas evoluciones; pero el sistema serÃa egoÃsta. Yo prefiero elegir otro método para explicar breve pero completamente el contenido esencial de mi convicción: no es por falta de material que actúo asÃ, sino por la dificultad de elegir lo más apropiado entre todo ese material numeroso. Sin embargo trataré de insinuar uno o dos puntos que me causaron una especial impresión.
Hay en el mundo miles de modos de misticismo capaces de enloquecer al hombre. Pero hay una sola manera entre todas de poner al hombre en un estado normal. Es cierto que la humanidad jamás pudo vivir un largo tiempo sin misticismo. Hasta los primeros sones agudos de la voz helada de Voltaire encontraron eco en Cagliostro. Ahora la superstición y la credulidad han vuelto a expandirse con tan vertiginosa rapidez, que dentro de poco el católico y el agnóstico se encontrarán lado a lado. Los católicos serán los únicos que, con razón, podrán llamarse racionalistas. El mismo culto idolátrico por el misterio empezó con la decadencia de la Roma pagana a pesar de los "intermezzos" de un Lucrecio o de un Lucano.
No es natural ser materialista ni tampoco el serlo da una impresión de naturalidad. Tampoco es natural contentarse únicamente con la naturaleza. El hombre, por lo contrario, es mÃstico. Nacido como mÃstico, muere también como mÃstico, sobre todo si en vida ha sido un agnóstico. Mientras que todas las sociedades humanas consideran la inclinación al misticismo como algo extraordinario, tengo yo que objetar, sin embargo, que una sola sociedad entre ellas, el catolicismo, tiene en cuenta las cosas cotidianas. Todas las otras las dejan de lado y las menosprecian.
Un célebre autor publicó una vez una novela sobre la contraposición que existe entre el convento y la familia (The Cloister and the hearth). En aquel tiempo, hace 50 años, era realmente posible en Inglaterra imaginar una contradicción entre esas dos cosas. Hoy en dÃa, la asà llamada contradicción, llega a ser casi un estrecho parentesco. Aquellos que en otro tiempo exigÃan a gritos la anulación de los conventos, destruyen hoy sin disimulo la familia. Este es uno de los tantos hechos que testimonian la verdad siguiente: que en la religión católica, los votos y las profesiones más altas y "menos razonables" —por decirlo as× son, sin embargo, los que protegen las cosas mejores de la vida diaria.
Muchas señales mÃsticas han sacudido el mundo. Pero una sola revolución mÃstica lo ha conservado: el santo está al lado lo superior es el mejor amigo de lo bueno. Toda otra aparente revelación se desvÃa al fin hacia una u otra filosofÃa indigna de la humanidad; a simplificaciones destructoras; al pesimismo, al optimismo, al fatalismo, a la nada y otra vez a la nada; al "nonsense", a la insensatez.
Es cierto que todas las religiones contienen algo bueno. Pero lo bueno, la quinta esencia de lo bueno, la humildad, el amor y el fervoroso agradecimiento "realmente existente" hacia Dios, no se hallan en ellas. Por más que las penetremos, por más respeto que les demostremos, con mayor claridad aún reconoceremos también esto: en lo más hondo de ellas hay algo distinto de lo puramente bueno; hay a veces dudas metafÃsicas sobre la materia, a veces habla en ellas la voz fuerte de la naturaleza; otras, y esto en el mejor de los casos, existe un miedo a la Ley y al Señor.
Si se exagera todo esto, nace en las religiones una deformación que llega hasta el diabolismo. Sólo pueden soportarse mientras se mantengan razonables y medidas. Mientras se estén tranquilas, pueden llegar a ser estimadas, como sucedió con el protestantismo victoriano. Por el contrario, la más exaltación por la SantÃsima Virgen o la más extraña imitación de San Francisco de AsÃs, seguirÃan siendo, en su quintaesencia, una cosa sana y sólida. Nadie negará por ello su humanismo, ni despreciará a su prójimo. Lo que es bueno, jamás podrá llegar a ser DEMASIADO bueno. Esta es una de las caracterÃsticas del catolicismo que me parece singular y universal a la vez. Esta otra la sigue:
Sólo la Iglesia Católica puede salvar al hombre ante la destructora y humillante esclavitud de ser hijo de su tiempo. El otro dÃa, Bernard Shaw expresó el nostálgico deseo de que todos los hombres vivieran trescientos años en civilizaciones más felices. Tal frase nos demuestra cómo los santurrones sólo desean —como ellos mismos dicen— reformas prácticas y objetivas. Ahora bien: esto se dice con facilidad; pero estoy absolutamente convencido de lo siguiente: si Bernard Shaw hubiera vivido durante los últimos trescientos años, se habrÃa convertido hace ya mucho tiempo al catolicismo. HabrÃa comprendido que el mundo gira siempre en la misma órbita y que poco se puede confiar en su asà llamado progreso. HabrÃa visto también cómo la Iglesia fue sacrificada por una superstición bÃblica, y la Biblia por una superstición darwinista. Y uno de los primeros en combatir estos hechos hubiera sido él. Sea como fuere, Bernard Shaw deseaba para cada uno una experiencia de trescientos años. Y los católicos, muy al contrario de todos los otros hombres, tienen una experiencia de diecinueve siglos. Una persona que se convierte al catolicismo, llega, pues, a tener de repente dos mil años. Esto significa, si lo precisamos todavÃa más, que una persona, al convertirse, crece y se eleva hacia el pleno humanismo. Juzga las cosas del modo como ellas conmueven a la humanidad, y a todos los paÃses y en todos los tiempos; y no sólo según las últimas noticias de los diarios Si un hombre moderno dice que su religión es el espiritualismo o el socialismo, ese hombre vive Ãntegramente en el mundo más moderno posible, es decir, en el mundo de los partidos. El socialismo es la reacción contra el capitalismo, contra la insana acumulación de riquezas en la propia nación. Su polÃtica resultarÃa del todo distinta si se viviera en Esparta o en el Tibet. El espiritualismo no atraerÃa tampoco tanto la atención si no estuviese en contradicción deslumbrante con el materialismo extendido en todas partes. Tampoco tendrÃa tanto poder si se reconocieran más los valores sobrenaturales. Jamás la superstición ha revolucionado tanto el mundo como ahora. Sólo después que toda una generación declaró dogmáticamente y una vez por todas, la IMPOSIBILIDAD de que haya espÃritus, la misma generación se dejó asustar por un pobre, pequeño espÃritu. Estas supersticiones son invenciones de su tiempo —podrÃa decirse en su excusa—. Hace ya mucho, sin embargo, que la Iglesia Católica probó no ser ella una invención de su tiempo: es la obra de su Creador, y sigue siendo capaz de vivir lo mismo en su vejez que en su primera juventud: y sus enemigos, en lo más profundo de sus almas, han perdido ya la esperanza de verla morir algún dÃa.
G. K. Chesterton
Enlaces de interés:
Gilbert K. Chesterton: Una conversión totalmente racional
G.K Chesterton y la Europa de su tiempo
2006-07-09 21:04:45
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answer #5
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answered by chiomostris 2
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Mira... la mejor religion es aquella donde tu te sientas mas agusto, dado a que en realidad no existe mejor religion. Hay muchisimas religiones, y en todas ellas hay gente conforme e inconforme.
Deja te cuento una anecdota rapidamente...
Una vez yo conversaba con una persona y el me explicaba porque su religion era la mejor de todas...y de repente empezo a llegar mas gente a escuchar lo que hablabamos, en un rato ya habian como 20 personas escuchando y hablando, y cada quien decia que su religion era la mejor, yo solo los escuchaba discutir el porque su religion y su Dios era el mejor...
Me di cuenta en aquel momento que el unico que estaba en paz consigo mismo y sin ningun problema, era yo. Porque no creo en ninguna religion, y porque respeto a los que si creen en una, o en cualquier cosa en la que quieran creer. Y creo que en eso se basan las cosas, en el respeto. Lo que hace mala una religion son las personas que hay dentro de ella, no la religion en si. Me he dado cuenta que las religiones en realidad llevan un mismo fin, "la paz" (supuestamente), pero en realidad esta nunca se da, puesto que todo mundo pelea por su religion y no respeta las creencias y la forma de pensar de la demas gente.
A lo mejor la religion catolica es la peor para ti porque la gente a la iglesia donde vas no te agrada, a lo mejor no has leido bien la biblia o no la has comprendido, o a lo mejor la has interpretado en forma negativa, y a lo mejor si interpretaras las cosas de forma positiva tal vez seria la mejor religion del mundo para ti.
En fin... puede haber muchas razones para querer o no querer una religion.
Respondiendo a tu pregunta... cientificamente se ha comprobado que las personas que son mas felices y que mas paz tienen en todo el mundo son los monjes budistas tibetanos. Porque ellos se pueden librar de expectativas, de emociones, sentimientos, etc. de muchas cosas que producen malestar. Y debido a eso son los mas felices del Mundo. Ahora diras... eso que tiene que ver con mi pregunta?... a lo que voy es que tal vez no sea la religion en donde este la respuesta, sino en ti. Esa es mi opinion.
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/science/newsid_3050000/3050425.stm
Saludos!
2006-07-09 20:04:00
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answer #10
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answered by 23409n852f3434j7456 2
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