El mito más común y conocido es aquel que señala que encontrar una mariposa negra descansando en el umbral de una puerta, en una ventana o bajo los tejados y aleros es señal de mala suerte o de muerte. Este mito es de fácil explicación, pues los colores oscuros de las polillas, en la cultura occidental, han sido asociados con la muerte y la pena.
Las polillas se alojan en ciertas partes de nuestras casas ya que, al ser de hábitos nocturnos, durante el día buscan refugio para resguardarse de la luz. Simplemente están descansando, de paso hacia su recorrido de cada noche. En algunas ocasiones, a pesar de lo que cabría esperar, llegan en entrar a las habitaciones porque son atraídas por la luz artificial; pero esto les causa una grave desorietación y confusión que seguramente asusta más a las mismas polillas que a las personas.
Otro mito muy conocido sobre las polillas señala que el ’polvo’ que sueltan sus alas causa ceguera. Nada más falso. Ese polvo está formado por las escamas que cubren sus alas. Éstas son muy pequeñas y al liberarse en gran cantidad forman un polvo muy fino. De estas escamas proviene el nombre de la familia de las mariposas: los lepidópteros. Esta palabra proviene del griego, lepidos, ‘escama’, y ptera, ‘ala’, que quiere decir, literalmente, ‘alas escamadas’ o ‘alas con escamas’ (figuras 2, 3 y 4). Estas estructuras no son más que pequeñas extensiones o crecimientos del exoesqueleto de los lepidópteros y su componente principal es la quitina, una proteína.
Las escamas se desprenden muy fácilmente, incluso al tocar las alas levemente y, como son muchas, forman un fino polvo. Una pérdida importante de escamas es peligrosa para el animal pues deja desprotegida una parte del ala, lo que facilita roturas. En las personas sólo causará una sensación desagradable, como la provocada por cualquier tipo de polvo que penetre en los ojos y vías respiratorias y, en las más sensibles, provocará estornudos, tos o síntomas alérgicos, pero sin mayores daños. Cuando llega a entrar en los ojos, éstos reaccionarán de la misma manera que ante cualquier objeto extraño, se irritarán, enrojecerán y lagrimearán hasta expulsarlo.
Existe también una difundida creencia de que las polillas son venenosas y que si las aves o mamíferos las comen, mueren. Hasta la fecha no se conocen polillas venenosas, pero sí mariposas y polillas que tienen un desagradable sabor, generalmente muy amargo. Éste ha sido desarrollado como mecanismo de defensa, para ‘enseñar’ a sus posibles depredadores que no se las coman. Se ha observado que su ingestión puede causar vómito y algún desorden digestivo, pero no la muerte. Este sabor peculiar lo adquieren las larvas al alimentarse de algunas plantas que tienen determinadas toxinas que se transmiten a la forma adulta, lo que, simplemente, es una estrategia para sobrevivir.
Asociada con la anterior, existe la creencia de que las polillas escupen veneno pero..., si no son venenosas, ¿cómo van a escupir veneno? Esta idea proviene de que excretan un líquido llamado ‘meconio’, de un color que puede ir del café oscuro al rosado y que tiene aspecto lechoso. Es una sustancia que las ayuda en el proceso de estirar las alas al salir del capullito, cuyos sobrantes son desechados. Es totalmente inocuo para los humanos o cualquier otro animal.
En regiones de clima caliente hay polillas con requerimientos alimenticios muy particulares que completan su dieta con el sudor de los mamíferos grandes, que les suministra sales que no pueden adquirir de otros alimentos. Al ver posarse el lepidóptero, mucha gente supone que está chupando la sangre del mamífero. Esto es imposible; para poder hacerlo necesitaría de dientes o alguna estructura en su aparato bucal que le permitiera, primero, hacer la herida y, luego, succionar la sangre. Recordemos que ningún lepidóptero tiene dientes, ni colmillos, ni estilete, ni aguijón, y que su boca consiste en una espiritrompa (lengua de las mariposas que cumple la función de un popote).
Lo que sí llega a suceder es que al mismo tiempo que sorbe el sudor, la polilla encuentra lágrimas y, al buscar la fuente de éstas, llega a chupar directamente sobre el ojo del animal y a causar irritación o, a veces, una pequeña infección.
2006-07-07 16:26:09
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answer #1
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answered by Argentino 5
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Hay una gran cantidad de mitos y leyendas acerca de las polillas. Ya en el antiguo Egipto existían, lo que queda probado por su presencia en los códices y pinturas de esa época. Muchos mitos han cambiado y otros más se han ido creando a lo largo del tiempo; conozcámoslos un poco mejor.
El mito más común y conocido es aquel que señala que encontrar una mariposa negra descansando en el umbral de una puerta, en una ventana o bajo los tejados y aleros es señal de mala suerte o de muerte. Este mito es de fácil explicación, pues los colores oscuros de las polillas, en la cultura occidental, han sido asociados con la muerte y la pena.
Las polillas se alojan en ciertas partes de nuestras casas ya que, al ser de hábitos nocturnos, durante el día buscan refugio para resguardarse de la luz. Simplemente están descansando, de paso hacia su recorrido de cada noche. En algunas ocasiones, a pesar de lo que cabría esperar, llegan en entrar a las habitaciones porque son atraídas por la luz artificial; pero esto les causa una grave desorietación y confusión que seguramente asusta más a las mismas polillas que a las personas.
Otro mito muy conocido sobre las polillas señala que el ’polvo’ que sueltan sus alas causa ceguera. Nada más falso. Ese polvo está formado por las escamas que cubren sus alas. Éstas son muy pequeñas y al liberarse en gran cantidad forman un polvo muy fino. De estas escamas proviene el nombre de la familia de las mariposas: los lepidópteros. Esta palabra proviene del griego, lepidos, ‘escama’, y ptera, ‘ala’, que quiere decir, literalmente, ‘alas escamadas’ o ‘alas con escamas’ (figuras 2, 3 y 4). Estas estructuras no son más que pequeñas extensiones o crecimientos del exoesqueleto de los lepidópteros y su componente principal es la quitina, una proteína.
Figura 2. Diagrama de la disposición de las escamas en las alas de las mariposas. Tomada de Borror, 1992.
Las escamas se desprenden muy fácilmente, incluso al tocar las alas levemente y, como son muchas, forman un fino polvo. Una pérdida importante de escamas es peligrosa para el animal pues deja desprotegida una parte del ala, lo que facilita roturas. En las personas sólo causará una sensación desagradable, como la provocada por cualquier tipo de polvo que penetre en los ojos y vías respiratorias y, en las más sensibles, provocará estornudos, tos o síntomas alérgicos, pero sin mayores daños. Cuando llega a entrar en los ojos, éstos reaccionarán de la misma manera que ante cualquier objeto extraño, se irritarán, enrojecerán y lagrimearán hasta expulsarlo.
Existe también una difundida creencia de que las polillas son venenosas y que si las aves o mamíferos las comen, mueren. Hasta la fecha no se conocen polillas venenosas, pero sí mariposas y polillas que tienen un desagradable sabor, generalmente muy amargo. Éste ha sido desarrollado como mecanismo de defensa, para ‘enseñar’ a sus posibles depredadores que no se las coman. Se ha observado que su ingestión puede causar vómito y algún desorden digestivo, pero no la muerte. Este sabor peculiar lo adquieren las larvas al alimentarse de algunas plantas que tienen determinadas toxinas que se transmiten a la forma adulta, lo que, simplemente, es una estrategia para sobrevivir.
Asociada con la anterior, existe la creencia de que las polillas escupen veneno pero..., si no son venenosas, ¿cómo van a escupir veneno? Esta idea proviene de que excretan un líquido llamado ‘meconio’, de un color que puede ir del café oscuro al rosado y que tiene aspecto lechoso. Es una sustancia que las ayuda en el proceso de estirar las alas al salir del capullo, cuyos sobrantes son desechados. Es totalmente inocuo para los humanos o cualquier otro animal.
En regiones de clima caliente hay polillas con requerimientos alimenticios muy particulares que completan su dieta con el sudor de los mamíferos grandes, que les suministra sales que no pueden adquirir de otros alimentos. Al ver posarse el lepidóptero, mucha gente supone que está chupando la sangre del mamífero. Esto es imposible; para poder hacerlo necesitaría de dientes o alguna estructura en su aparato bucal que le permitiera, primero, hacer la herida y, luego, succionar la sangre. Recordemos que ningún lepidóptero tiene dientes, ni colmillos, ni estilete, ni aguijón, y que su boca consiste en una espiritrompa (lengua de las mariposas que cumple la función de un popote).
Lo que sí llega a suceder es que al mismo tiempo que sorbe el sudor, la polilla encuentra lágrimas y, al buscar la fuente de éstas, llega a chupar directamente sobre el ojo del animal y a causar irritación o, a veces, una pequeña infección.
2006-07-07 16:26:13
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answer #2
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answered by L.O.V.E. SYM 6
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