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Según su historia se dice que es inmortal y que aun vive..............

2006-06-28 03:03:08 · 2 respuestas · pregunta de joan t 2 en Sociedad y cultura Otros - Sociedad y cultura

2 respuestas

Conde de Saint Germain

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El Conde de Saint Germain, es uno de los célebres personajes cuya existencia es severamente discutida y misteriosa. Al parecer nació en 1700 (otros dicen que en 1707) y falleció en Eckernförde, en el estado alemán de Schleswig-Holstein el 27 de febrero de 1784. Aunque fue aventurero, sus actividades se encaminaron a la diplomacia y la alquimia.


Su discutido origen y aventuras misteriosas
Mencionado por Giacomo Casanova en sus Memorias, este famoso personaje ya tenía un origen muy noble, pero se discute su lugar de procedencia (como Hungría, Portugal) y del linaje (era según algunos hijo de Mariana de Neoburgo y otros de origen bastardo), tuvo una vida completa de aventuras y disparatadas sin quedar completamente menoscabado cuando se le intenta desacreditarlo con ridiculeces.

En 1740, se dio a conocer por primera vez, a través del Mariscal de Belle Isle al rey francés Luis XV y a Madame de Pompadour, ganando así su confianza. Además, tuvo gran celebridad haciendo creer a los cortesanos de sus poderes como el don de la vida eterna y el elixir de la vida. Intrigado numerosas veces por Choiseul, quién desconfiaba del conde por sus falsedades, lo obligó a ir al exilio en Inglaterra(año de 1760) y luego viajó por diversas partes de Europa como Prusia, Rusia e Italia. Al final de su vida, residió en el castillo de Hesse-Cassel, donde realizó numerosos escritos.


El mensajero del Esoterismo
Si bien la existencia del Conde, a veces en realidad se hace más dudosa, en el ocultismo y la teosofía lo consideran como uno de los maestros y mensajeros del más allá, gracias al supuesto don de la vida eterna. En otras corrientes como la masonería y el rosacrucismo, lo consideran más bien como un iluminado y un guía, incluso la Nueva Era lo considera como un grande de entre los maestros del misterio.

2006-06-28 03:05:16 · answer #1 · answered by kaef 3 · 1 1

En el siglo dieciocho, apareció en la corte del rey Luis XV, un enigmático personaje que se hacía llamar conde de Saint Germain. Entre sus facultades se contaba la capacidad de convertir el plomo en oro y de arreglar, por artes completamente desconocidas, cualquier piedra preciosa que tuviera alguna imperfección. Nadie sabe de dónde salía este taumaturgo ni de dónde sacaba su inagotable riqueza que le llevó a codearse con lo mejor de la sociedad francesa, inglesa, rusa o belga. Su origen, era otro misterio Algunos decían podía ser alemán; otros, español. Se barajó también la posibilidad de que fuera italiano, ruso e incluso tibetano; pero lo cierto es que nadie consiguió averiguarlo jamás. En la corte, el enigmático conde de Saint Germain decía ser inmortal y que su sapiencia procedía de un lugar remoto. Cierto día, pronunció las siguientes palabras, que Franz Graffër, consignó en sus memorias: “Desapareceré de Europa –dijo- para ir a la región del Himalaya. Allí descansaré. Tengo que descansar. Dentro de ochenta y cinco años se me volverá a ver”. Con estas palabras, en efecto, desapareció de la escena y algunos dicen haberlo visto de nuevo muchos años después.

Pero fue en la década de los 70 del siglo veinte cuando un personaje llamado Richard Chanfray, apareció en la vida pública francesa, diciendo ser el inmortal conde de Saint Germain. Consiguió, ante las cámaras de televisión, convertir el plomo en oro, sin que aparentemente se viera truco alguno. Se hizo tremendamente conocido en toda Europa (sus prácticas “alquímicas” se vieron en todas las televisiones) y quizás muchos se preguntaran qué fue de él. ¿Sería, en verdad, inmortal tal y como afirmaba? ¿Era en realidad el verdadero conde de Saint Germain?

El 13 de agosto de 1983, el periódico español, “El Caso”, publicó en su página 14 una extensa referencia a este singular personaje. En él, se nos explica qué pasó con él y cuál fue su final. Para todos aquellos que nunca supieron el final de esta historia y que son seguidores de la misteriosa figura del conde más enigmática y controvertido que haya dado la historia, aquí les reproducimos, íntegramente, dicho artículo, con la esperanza de esclarecerles el último episodio del conde y la figura del hombre que dijo ser él y que respondía al nombre de Richard Chanfray.

“Richard Chanfray decía que era inmortal. Durante muchos años, tuvo a sus pies a todas las altas damas de la “jet-set”; le hacían consultas y dictaba oráculos y vaticinios. Consiguió convencer a toda la alta sociedad de que era una reencarnación del conde de Saint-Germain, un mítico alquimista del siglo XVI que convertía el plomo en oro. Sólo había una diferencia. El supuesto conde de Saint Germain era, presuntamente, inmortal. Richard Chanfray acabó sus días en un sórdido vehículo, embotado de barbitúricos y el gas, en compañía de una condesa de pacotilla.

El falso conde conoció diez años de gloria. Comenzó en 1973 su mágica carrera en un teatro de París, presentado con todos los honores. “El hombre que trasmuta el plomo en oro”, rezaban los brillantes carteles luminosos. Y, en efecto, a la vista de todos con la precisión de un brujo, Richard Chanfray consiguió convertir en oro el plomo. Cómo lo hacía, es un misterio. Ni los espectadores, ni los prestidigitadores profesionales, ni siquiera las cámaras de video que le apuntaban directamente a los dedos fueron capaces de descubrir el secreto. El truco, si lo había, se lo llevó a la tumba. Porque estaba predestinado a la tumba, aunque él pregonaba que era inmortal.

Su oscuro pasado, que sólo ha salido a la luz tras su muerte –casi tan novelesca como su vida-, comienza una oscura madrugada en la ciudad francesa de Lyon, en el año 1940. Se crió en la calle, y en la calle aprendió todo lo que más tarde habría de convertirle en el rey de los escenarios. De niño, robó, vendió periódicos, hizo un poco de todo. A los veinte años, sin estudios y harto de pasar hambre, le sacudió a una anciana con una barra de plomo para apropiarse de los pocos francos que llevaba. Seis años se pasó entre rejas, y si la calle fue su escuela, la cárcel se convirtió en su universidad. Salió de allí hecho un galán, un “guaperas”, hábil, listo y con “labia”, dispuesto a cualquier cosa con tal de no rozar siquiera la miseria con la punta de los dedos.

Hojeando libros antiguos, halló un personaje que valía la pena; el conde de Saint Germain, un misterioso alquimista, dueño de sí. Entre sus habilidades figuraba, en primer lugar, la capacidad de transformar el plomo en oro; además, pócimas y secretos, de quien la leyenda dice que es inmortal. Richard adoptó la personalidad del mítico conde y aprovechó el gusto de la alta sociedad por la magia y el esoterismo. En pocos meses, se hizo rico. Por su casa desfilaban los nombres más importantes de Francia; era asesor de centenares de famosos. Y, curiosamente, sus pronósticos eran bastante acertados.

En 1976 tuvo la suerte -o la desdicha- de conocer a la cantante Dalila que, por aquel entonces, vivía un verdadero paraíso de rosas y fama, en el momento cumbre de su carrera profesional. Los dos hombres que habían compartido su vida habían –Lucien Morisse, su marido, y Luigi Tenco, su amante- habían terminado por suicidarse de forma trágica. Cuando Dalila conoció al falso conde, se enamoró de él de inmediato, quizá para olvidar sus dos fracasos. No sabía que él iba a ser el tercer suicidio.

Según cuentan quienes le conocieron, Chanfray, “conde” de Saint Germain, tenía un atractivo irresistible. De su intensa mirada emanaba un profundo magnetismo, y parecía capaz de arrastrar a cualquiera tras de sí. Entre sus habilidades figuraba, en primer lugar, la capacidad de transformar el plomo en oro; además siempre que entraba en un castillo o casa antigua, demostraba palpablemente que “ya había estado allí”, en otro siglo. Para que no cupiese duda, señalaba la antigua distribución de la casa, tal como él la “recordaba”, apuntaba los lugares donde había pasadizos secretos, y señalaba con precisión dónde habían estado antes determinados objetos. Claro que todo eso lo sacaba de los archivos de las bibliotecas públicas. Pero nadie, en diez años, supo descubrir el fraude.

Sin embargo, la magia no le sirvió de nada con la cantante Dalila. “Me obligaba –cuenta la mujer- a dormir con una carabina del 22 a los pies de la cama. Estaba paranoico perdido”. El 18 de junio de 1976, cuando la pareja llegaba a la casa a latas horas de la madrugada, Richard vio una luz extraña en la cocina; entró, vio a un hombre en calzoncillos sentado sobre la mesa... y disparó al estómago. “Era –cuenta Dalila- el amante de nuestra criada. Afortunadamente, no murió, pero Richard tuvo que padecer un año de prisión y darle a pobre hombre una indemnización de medio millón de francos”.

Ese fue el principio del fin de la romántica historia. Sin dinero, no había posibilidad de acceder al tren de vida que ambos estaban habituados a llevar. Richard lo intentó todo. Quiso grabar canciones, pero su segundo disco fue un petardo; lo intentó con la pintura, y no vendió un cuadro; se pasó a la escultura de animales en metal, sin éxito. Dalila y el “conde” se separaron, y cada uno se vio obligado a buscarse la vida del mejor modo posible.

Sin embargo, pese a los problemas, Richard siguió siendo durante un tiempo la estrella de París Y Saint Tropez. No tenía un duro, pero le invitaban a todas las fiestas, devoraban sus experimentos y esperaban con fruición sus profecías. Se hizo amante de la “baronesa” de Trintignan, Paula de Loos, cuyo título no tenía nada que envidiar al del “conde”. Era millonaria, eso sí; sabía llevar con cordura sus negocios, pero en lo del título... se juntaron el hambre con las ganas de comer. La falsa baronesa tenía un socio, cuyo nombre no ha sido dado a conocer, que a veces, al parecer, intentaba “despistar” un poco del mucho dinero que se movía. Eso fue la sentencia de muerte para”nobles”. Porque el conde, en un exceso de celo, quiso velar tanto por los intereses de su amante que no dudó en ponerle una carabina al cuello al socio de la baronesa.

Y otra vez la denuncia, el juzgado, la condena, la indemnización... La baronesa, cargada de deudas, no tuvo capital para ayudarlo, y por tercera vez en su vida el conde, el inmortal, se vio reducido a la condición de simple presidiario. La última vez que se le vio en público, en una de las lujosas fiestas en Saint Tropez, fue en junio de este año (recordemos que el artículo es de agosto del 83). Había adelgazado lo indecible, y bajo los ojos, dos oscuras ojeras violáceas denotaban sus sufrimientos. El cabello se le había cubierto de canas, y la mirada vidriosa despedía una extraña luz.

El 14 de julio, en un pueblo cercano a Saint Tropez, los dos “nobles” eligieron la muerte. Se les encontró dentro del coche, con todas las ventanas y puertas selladas, y una ingente cantidad de botes vacíos de barbitúricos. Para más seguridad, habían desprendido el tubo de la calefacción para inhalar los mortíferos gases. Cerca, una carta del conde, unas letras de despedida: “Me voy y me la llevo, porque es tan parecida a mí...”

Lo que el conde “inmortal” no llegó a saber es que fue el suyo un suicidio inútil, ya que la suerte iba de nuevo sonreír. Pocos días después de la tragedia, un “manager”, desesperado, buscaba aún al conde sin saber que había muerto. Quería editar un disco con sus canciones. Al fin, como él mismo había predicho, estaba empezando a "sonar.”

Este es el artículo aparecido en el periódico de sucesos, “El Caso”. Ahora, muchos saben lo que fue de ésta última “encarnación” del taumaturgo, Conde de Saint Germain. No obstante haber sido un embaucador, la figura del auténtico conde, sigue siendo un enigma para la historia, y poco se sabe si realmente seguirá vivo, o como su suplantador, Richard Chanfray, murió en algún momento del siglo XVIII, defraudando a todos aquellos que le creían inmortal.

2006-06-28 10:22:44 · answer #2 · answered by Argentino 5 · 1 0

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