En el puerto de Campeche, del estado de Yucatán, nació el 2 de abril de 1848. En Mérida hizo sus estudios primarios y hasta algunos de los superiores y comenzó a escribir poemas y artículos y fundó, con Ramón Aldana, la Revista de Mérida, que duró bastantes años. Pero las circunstancias políticas (su padre fue funcionario del Imperio y tuvo que huir en 1866) hicieron que el joven Pancho Sosa viniera a México y fue aquí donde realizó su carrera de escritor y su vida de periodista y funcionario.
En México fue bien acogido; desde luego empezó a publicar en semanarios como El Domingo y El Nacional; se hizo amigo de sus contemporáneos escritores como Juan de Dios Peza, Agustín Cuenca, Manuel Acuña, y naturalmente de sus paisanos Justo y Santiago Sierra, viendo como maestro a Ignacio M. Altamirano y a don Vicente Riva Palacio.
Poco más tarde reunió en un volumen parte de su obra juvenil (la prosa, pues los poemas fueron quedando, sin recopilar, en los periódicos en que fueron apareciendo), narraciones que llamó Doce leyendas (Imp. de Ireneo Paz, México, 1877), título inexacto, porque las más son novelas cortas, el volumen contiene: "En el mar", "Magdalena", "Amor y venganza", "El doctor Cupido", "La hoja seca", "El Privado", "Un protector", "Por una madrastra", "Una venganza", "El sueño de la magnetizada", "Luisa" y "Rosalinda". Ocho de esas narraciones habían sido publicadas entre 1871 y 1873. Todas son de una composición harto simple, de estilo bueno y de un agudísimos romanticismo, como el que privaba en México, y aun persistió en provincias, hacia 1870; el romanticismo cuyo más notorio exponente fue Acuña, con sus amores tormentosos o imposibles, sus éxitos momentáneos, sus persistentes angustias y desesperanzas y la copa de cianuro final. Una de las novelitas de Sosa, "El Privado", pone su acción en Mérida y en 1677, pero no es literatura de la que más tarde llamaríamos "colonialista", es, simplemente, el toque arcaizante y naturalmente falso, grato al romanticismo. Otra, "Un protector", acontece en Puebla en 1863, época actual para cuando se escribió, pero cuyo ambiente y acción corresponden, rigurosamente, al sitio y toma de Puebla por las fuerzas francesas de la Intervención, contra los republicanos liberales de González Ortega y Comonfort, a los que pertenece el protagonista; el interés está en que muestra, en época temprana, el gusto de Sosa por utilizar material histórico, que habrá de ser su propia y mejor vena de creación literaria.
Así lo muestran dos grandes obras, acaso las principales entre las muchas que escribió: una es El Episcopado mexicano (Imp. de Hesiquio Iriarte y Santiago Hernández, México, 1877), meritísima recopilación, investigación y publicación de los datos de vidas y obras de la larga serie de los arzobispos de México, libro ilustrado con litografías de los magníficos lápices de los editores, Iriarte y Hernández, que como es bien sabido figuran en el grupo de los grandes litógrafos que México tuvo en el siglo pasado. El otro importante volumen de Sosa es Biografías de mexicanos distinguidos (Imp. de la Sría. de Fomento, México, 1884), que contiene más de un centenar de breves biografías y semblanzas de personajes notables, donde con muy amplio y buen criterio figuran desde los Padres de la Patria hasta muchos ilustres médicos, ingenieros, militares, eclesiásticos, etc., desde algunos precortesianos, como Nezahualcóyotl, hasta varios de los coetáneos de Sosa; aunque para un buen grupo de estos últimos hizo colección aparte en otro volumen, Los contemporáneos (Imp. de G. A. Esteva, México, 1884).
Combinado lo biográfico con la historia del arte escribió varias monografías, estimabilísimas para los estudios de hoy, como fueron: Las estatuas de la Reforma (Imp. Sría. de Fomento, México, 1900), sobre los personajes y los bronces que los representan, obra de Jesús Contreras y otros escultores, en el Paseo de la Reforma; El monumento a Cuauhtémoc, 1887; El monumento a Colón, 1879; Bosquejo histórico de Coyoacán, 1890, y otros muchos estudios más.
Don Francisco Sosa trabajó varios años en la Secretaría de Fomento, fue diputado y luego senador; en 1909 fue nombrado Director de la Biblioteca Nacional, de la que hizo y publicó un estudio histórico; de ese cargo fue destituido, con gran injusticia, en 1912. Pasó muy largos años recluido en su vieja casa de Coyoacán, situada en la calle que, desde hace algún tiempo, lleva el nombre de Francisco Sosa. Enfermedades, soledad y grandísima pobreza amargaron la última etapa de su vida, que se extinguió el 9 de febrero de 1925.
El años de 1892 fue designado miembro de la comisión mexicana que fue a España para tomar parte en la celebración del cuarto centenario del descubrimiento de América; en seguida visitó, con cierto detenimiento, varios países de Europa, muy especialmente Italia. Más tarde, en 1903, publicó un pequeño libro Recuerdos de Italia.
Poeta romántico, periodista muy joven y hasta su vejez, escritor prolífico; seguramente las más valiosas de sus aportaciones a las letras mexicanas quedaron en el género biográfico, que cultivó tan larga y copiosamente, y también en las monografías históricas, de todo lo cual apenas si se han dado los datos esenciales en estas páginas, que no registran de ningún modo su bibliografía completa.
Don Francisco Sosa ingresó a la Academia Mexicana en marzo de 1892, ocupando la silla número V; más tarde fue nombrado Bibliotecario de la propia Academia, cargo que ocupó varios años.
SUERTE!!!
2006-06-22 18:44:50
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answer #1
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answered by Anonymous
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