¿Qué puedo hacer para que mis padres me den más libertad?
TÚ DICES que tienes suficiente edad para quedarte fuera de casa hasta tarde los fines de semana. Tus padres dicen que tienes que regresar a casa temprano. Tú dices que quieres ver esa nueva película de la cual todos están hablando. Tus padres dicen que no puedes verla. Tú dices que has conocido a unos buenos muchachos con los cuales quisieras salir. Tus padres dicen que quisieran conocerlos primero.
Como adolescente, a veces pudiera parecerte que tus padres te tienen bajo un agarro sofocante. Parece que cada vez que dices: “Quiero [...]”, inevitablemente te responden: “No, no puedes”. Y nada de tu vida parece escaparse de los “ojos inquisidores” de tus padres. Debbie, de 15 años, dice: “Papá siempre quiere saber dónde estoy, y a qué hora estaré de regreso en casa. La mayoría de los padres hacen eso. ¿Tienen que saberlo todo? Deberían darme más libertad”.
Los jóvenes también se quejan de que sus padres no los respetan. En vez de confiar en ellos, los declaran culpables sin darles la oportunidad de explicar qué sucedió cuando algo resulta mal. En vez de dejar que tomen sus propias decisiones, les imponen muchísimas reglas.
“Mente angustiada”
¿Te tratan a veces como un niñito tus padres? Si así es, recuerda que en verdad eras un niño poco tiempo atrás. La imagen de infante indefenso que grabaste en la mente de tus padres está bastante fresca en su memoria, y no es muy fácil de borrar. Todavía recuerdan los errores infantiles que cometías, y por eso quieren protegerte... sea que quieras esa protección o no.
Ese impulso de protegerte es sumamente poderoso. Cuando mamá y papá no están ocupados suministrándote abrigo, ropa o alimento, a menudo están luchando con los problemas de cómo instruirte, adiestrarte y, sí, protegerte. El interés que muestran en ti no es casual. Tienen que responderle a Dios por la crianza que te dan. (Efesios 6:4.) Y se preocupan cuando parece que algo amenaza tu bienestar.
Piensa en los padres de Jesucristo. Después de una visita a Jerusalén, sin darse cuenta empezaron su viaje de regreso sin llevar consigo a Jesús. Cuando notaron que no estaba con ellos, ¡lo buscaron diligentemente, hasta con desesperación! Y cuando al fin “lo hallaron en el templo”, la madre de Jesús exclamó: “Hijo, ¿por qué nos trataste de este modo? Mira que tu padre y yo te hemos estado buscando con la mente angustiada”. (Lucas 2:41-48.) Pues bien, si Jesús —un niño perfecto— causó inquietud a sus padres, ¡imagínate cuánto más preocuparás tú a los tuyos!
Considera, por ejemplo, el conflicto incesante en cuanto a la hora que tus padres te han fijado para que regreses a casa. Puede que tú no veas ninguna razón por la cual se te debería restringir así. Pero ¿has considerado alguna vez ese asunto desde el punto de vista de tus padres? Los autores de edad escolar del libro The Kids’ Book About Parents (El libro de los jóvenes sobre los padres) trataron de hacerlo. Compilaron una lista de lo que llamaron “lo que tienen que pensar los padres que los hijos hacen cuando no están en casa a la hora debida”. La lista incluyó cosas como ‘usar drogas, envolverse en un accidente de tráfico, perder tiempo en un parque, buscar que los arresten, ir a ver películas pornográficas, vender drogas, prestarse a que los violen o asalten, ir a parar a la cárcel y deshonrar el nombre de la familia’.
No todos los padres se apresurarían a pensar en acciones tan improbables. Pero ¿no es cierto que muchos jóvenes sí participan en cosas como esas? ¿Deberías, pues, tomar a mal el que se sugiera que tanto el quedarte fuera de casa hasta tarde como las malas compañías podrían ser perjudiciales? Pues, ¡hasta los padres de Jesús quisieron saber dónde estaba él!
Por qué tan estrecha atención
¡Algunos jóvenes dicen que ese temor de los padres de que algo les pase a sus hijos casi parece un desorden mental! Pero recuerda: ellos han invertido mucho tiempo y puesto mucha emoción en criarte. La idea de que al fin crezcas y te vayas del hogar pudiera causarles angustia. Cierto padre escribió: “Mi único hijo tiene 19 años, y apenas puedo soportar la idea de que algún día se vaya de aquí”.
Esto hace que ciertos padres tiendan a dar demasiada atención o proteger demasiado a sus hijos. Pero en verdad sería una equivocación el que tú en reacción, cayeras en conducta extrema también. Cierta joven recuerda: “Hasta más o menos cuando cumplí los 18 años, la relación entre mamá y yo era estrechísima. [...] [Pero] después empezaron las dificultades. Yo quería alguna independencia, y ella tiene que haber visto en ello una amenaza a nuestra relación. Por eso, empezó a atarme más a sí, y yo reaccioné apartándome más”.
Es bueno disfrutar de alguna independencia, pero no la consigas a costa del enlace con tu familia. ¿Qué puedes hacer para que tu relación con tus padres sea más como una relación entre adultos, basada en entendimiento, tolerancia y respeto mutuos? En primer lugar, el respeto produce respeto. Una vez el apóstol Pablo dio el siguiente recordatorio: “Nuestros padres aquí en la tierra nos corregían, y los respetábamos”. (Hebreos 12:9.) Los padres de aquellos cristianos primitivos no eran infalibles. Pablo pasa a decir (en el versículo 10): “Nuestros padres aquí en la tierra nos corregían [...] según lo que más conveniente les parecía”. (Versión Popular.)
A veces aquellos hombres cometían errores de juicio. Con todo, merecían el respeto de sus hijos. Tus padres también merecen tu respeto. El hecho de que sean padres que te estrechen con su atención o te protejan demasiado no es razón para que te rebeles. Dales el mismo respeto que quieres que te den.
Malentendidos
¿Has llegado tarde a casa alguna vez por circunstancias que no pudiste evitar? ¿Reaccionaron de manera extrema tus padres? Esos malentendidos te dan otra oportunidad para ganarte su respeto. Recuerda cómo se comportó el joven Jesús cuando sus preocupados padres finalmente lo hallaron en el templo, conversando inocentemente sobre la Palabra de Dios con unos maestros. ¿Respondió Jesús con una explosión emocional y llanto o quejas dolorosas por la injusticia de que ellos pusieran en tela de juicio sus motivos? Nota su respuesta calmada: “¿Por qué tuvieron que andar buscándome? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?”. (Lucas 2:49.) Sin duda, los padres de Jesús quedaron impresionados por la madurez que desplegó allí. Sí, “la respuesta, cuando es apacible”, no solo “aparta la furia”, sino que también puede ganarte el respeto de tus padres. (Proverbios 15:1.)
Normas y reglas
El trato que se te dé depende mucho, también, de cómo respondas a lo que tus padres pidan de ti. Algunos jóvenes ponen una cara larga, mienten o desobedecen abiertamente. Procura un modo más maduro de encararte a los asuntos. Si quieres pedir permiso para estar fuera hasta tarde, no lo hagas con exigencias infantiles ni quejas de que “a todos los demás jóvenes los dejan quedarse fuera hasta tarde”. La escritora Andrea Eagan aconseja: “[Diles] cuanto puedas sobre lo que quieres hacer, para que entiendan bien la situación. [...] Si les das todos los detalles sobre dónde vas a estar, con quién, y por qué es importante para ti estar fuera hasta tarde [...], puede ser que te den permiso”.
O si tus padres quieren investigar quiénes son tus amigos —como deberían hacerlo— no te quejes como un niñito. La revista Seventeen recomendó: “Trae a tus amigos a casa de vez en cuando, para que cuando digas que vas al cine con Bill, tu papá no grite desde la otra habitación: ‘¿Con Bill?, ¿qué Bill?’”.
“Más se le dará”
Jim sonríe cuando habla sobre su hermano menor, Ron. “Yo soy solo 11 meses mayor que Ron —dice—, pero nuestros padres nos trataban de manera muy diferente. A mí me daban mucha libertad. Me permitían usar el automóvil de la familia. Hubo un año en que hasta me permitieron llevar a un hermano menor en un viaje a la ciudad de Nueva York.
“Sin embargo, era diferente en el caso de Ron —sigue diciendo Jim—. Le daban poca libertad. Papá ni siquiera se molestó en enseñarle a conducir el auto cuando Ron cumplió la edad que se necesitaba para ello. Y cuando Ron creía que tenía suficiente edad para salir con alguna muchacha, mis padres no se lo permitieron.”
¿Favoritismo? No. Jim explica: “Ron tendía a ser irresponsable. Le faltaba iniciativa. No estaba inclinado a hacer lo que se le asignaba. Y aunque yo nunca replicaba a mis padres, Ron les hacía saber que no concordaba con ellos. Pero siempre salía perdiendo”. Jesús dijo en Mateo 25:29: “Porque a todo el que tiene, más se le dará, y tendrá en abundancia; pero en cuanto al que no tiene, hasta lo que tiene le será quitado”.
¿Quieres más libertad y responsabilidad? Entonces demuestra que eres responsable. Toma en serio toda tarea que te asignen tus padres. No seas como el joven de una de las parábolas de Jesús. Después que su padre le había dicho: “Hijo, ve, trabaja hoy en la viña”, él dijo: “Iré, señor”, pero no fue. (Mateo 21:28, 29.) Convence a tus padres de que si te piden que hagas algo, sin importar cuán pequeña sea la tarea, pueden darla por hecha.
“Les demostré a mis padres que podía aceptar responsabilidades y cumplir con ellas —recuerda Jim—. Me enviaban al banco, permitían que fuera a pagar las cuentas debidas y que fuera de compras al supermercado. Y cuando mamá tuvo que conseguir empleo, yo hasta preparaba las comidas para la familia.”
Toma la iniciativa
¿Qué hay si tus padres sencillamente no te han dado asignaciones como esas? Toma la delantera. La revista Seventeen sugirió: “Ofrece preparar una comida para la familia, y di a tus padres que quieres hacerlo todo: planear la comida, preparar la lista de ingredientes, calcular los gastos, hacer la compra, cocinar y limpiar”. Y si el cocinar no es tu especialidad, mira alrededor para ver qué otra cosa podrías hacer. No tienes que esperar hasta que tus padres te digan específicamente que hay que lavar los platos, barrer el piso o arreglar las habitaciones.
Muchos jóvenes consiguen un empleo de media jornada durante el verano o los fines de semana. Si tú haces eso, ¿has demostrado que puedes ahorrar y dar uso sabio a tu dinero? ¿Has ofrecido una contribución por tus gastos de alojamiento y comida? (Puede que te sorprenda cuánto cuesta alquilar una habitación en tu comunidad.) El que des esa contribución pudiera significar que tendrías menos dinero para gastos personales, pero no hay duda de que cuando tus padres vean que manejas el dinero como un adulto, estarán inclinados a darte más libertad.
Más independencia
Los padres deberían ser nuestros amigos íntimos, preciosas fuentes de consejo. (Compara con Jeremías 3:4.) Pero eso no significa que deberías contar con que tomen toda decisión, hasta la más insignificante, por ti. Es solo por el uso de las “facultades perceptivas” que desarrollarás confianza para tomar decisiones. (Hebreos 5:14.)
Por eso, en vez de acudir a tus padres a la primera señal de una leve perturbación, primero trata de pensar sobre el problema tú mismo, para resolverlo. En vez de ser ‘demasiado apresurado’ o impulsivo en cuanto a los asuntos, sigue el consejo bíblico de ‘considerar conocimiento’ primero. (Isaías 32:4.) Efectúa un poco de investigación, especialmente si hay principios bíblicos implicados. Después de considerar los asuntos con calma, entonces aborda a tus padres. En vez de siempre decir: ‘Papá, ¿qué debo hacer?’, o: ‘Mamá, ¿qué harías tú?’, explícales la situación. Diles lo que has pensado sobre ella. Luego pídeles su opinión.
Ahora tus padres no te oyen hablar como un niño, sino como adulto. Has dado un gran paso hacia demostrar que te estás convirtiendo en un adulto que merece alguna libertad. Bien puede ser que tus padres empiecen a tratarte como adulto.
“Yo no tengo la culpa”
¿CON cuánta frecuencia se oye decir hoy en día: “Lo siento. Ha sido culpa mía. Asumo toda la responsabilidad”? Apenas se escuchan ya declaraciones tan francas. De hecho, en muchos casos, aun cuando se admite la falta, se hace todo lo posible por echar la culpa a otra persona o alegar circunstancias atenuantes sobre las cuales se afirma no haber tenido control.
Algunos incluso culpan a sus genes. Pero ¿tiene fundamento este pretexto? El libro Exploding the Gene Myth (Se destruye el mito de los genes) cuestiona los objetivos y la eficacia de ciertos aspectos de la investigación en el campo de la genética. El periodista australiano Bill Deane presenta la siguiente conclusión seria en su reseña de este libro: “Parece que hace poco los deterministas sociales han empezado a creer que han encontrado pruebas casi irrefutables para apoyar su filosofía de que nadie debe dar cuenta de sus acciones: ‘Él no pudo evitar cortarle el cuello a la mujer, Su Señoría; lo lleva en los genes’”.
No es una tendencia nueva
En vista de que esta generación está convirtiéndose rápidamente en lo que un escritor llama la generación del “yo no he sido”, pudiera parecer que se trata de una tendencia nueva que va en aumento. No obstante, la historia revela que la propensión a culpar a los demás con la excusa “yo no he sido” se remonta a los comienzos de la humanidad. La reacción de Adán y Eva cuando pecaron por primera vez al comer del fruto prohibido por Dios, es un ejemplo clásico de echar la culpa a otro. El relato de Génesis narra la conversación que tuvo lugar, la cual Dios inició: “‘¿Del árbol del que te mandé que no comieras has comido?’. Y pasó el hombre a decir: ‘La mujer que me diste para que estuviera conmigo, ella me dio fruto del árbol y así es que comí’. Ante eso, Jehová Dios dijo a la mujer: ‘¿Qué es esto que has hecho?’. A lo cual respondió la mujer: ‘La serpiente... ella me engañó, y así es que comí’”. (Génesis 3:11-13.)
Desde entonces, los seres humanos han inventado diversas creencias y han buscado excusas insólitas que los exoneren de toda responsabilidad por sus actos. Entre estas destaca la creencia de los antiguos en el destino. Una mujer budista que creía sinceramente en el karma dijo: “Pensaba que no tenía sentido sufrir por algo con lo que había nacido pero de lo que no sabía nada. Tenía que aceptarlo como mi destino”. La creencia en el destino, nutrida por la doctrina de la predestinación que enseñó Juan Calvino, también es común en la cristiandad. Los sacerdotes a menudo dicen a los familiares de quienes mueren en accidentes, que fue la voluntad de Dios. Por otro lado, algunos cristianos bienintencionados culpan a Satanás de todo lo malo que les sucede.
En la actualidad estamos comenzando a presenciar cómo se toleran dentro del marco legal y social algunos tipos de conducta irresponsable. Vivimos en una era en que el individuo tiene cada vez más derechos y menos responsabilidades.
Los estudios sobre la conducta humana han aportado supuestas pruebas científicas que, según algunos, podrían utilizarse para dar rienda suelta a las tendencias inmorales u homicidas. Esto refleja el empeño de la sociedad por achacar la culpa a cualquier persona o cosa excepto al individuo.
Necesitamos las respuestas a preguntas como las siguientes: ¿Qué ha descubierto en realidad la ciencia? ¿Está el comportamiento humano determinado únicamente por los genes, o lo controlan tanto fuerzas internas como externas? ¿Qué demuestran las pruebas disponibles?
2006-06-14 16:58:02
·
answer #5
·
answered by Gonzalo R 1
·
0⤊
1⤋